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Adivinación


Melrose Moody
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La permanente sensación de encontrarse dentro de una niebla no la había abandonado en muchos días. Le escocían los ojos y tenía la cara pálida. Se la había pasado vagabundeando por los claros Stark, tocando la superficie de los árboles con las yemas de los dedos, intentando huir de los sueños cada vez más recurrentes. Una oscura premonición, que parecía cada vez más cercana, cuando escuchaba como el viento rugía, cerca del lago; casi como si le hablasen al oído o suspirasen con tristeza llamándola desde alguna parte. Y un pájaro blanco como la nieve, volando hacia un cielo de un pálido gris. Había terminado huyendo de los espacios abiertos, cerrándose directamente en el salón, frente al fuego, cubierta por una delgada manta que en algún momento Richard había colocado sobre sus hombros.

 

Fue así como la idea de dictarles la especialidad de brisomancia se le vino a la cabeza; la adivinación poseía tantos matices, que había decidido enseñar una especialidad cada vez, para estar segura de enseñarles algo realmente. Su mente, un tanto sugestionada por los sueños pasados, estaría en condiciones ideales para dictar dicha rama de la adivinación, por lo que Richard apoyó su decisión, aunque lo cierto es que no le importaba demasiado. Lo único que le importaba era que la situación mental de su hermana adoptiva podría empeorar.

 

Catherine se levantó animada, mucho más que en días anteriores y se puso una túnica blanca y unas cómodas zapatillas a juego, junto al puntiagudo sombrero de bruja. Luego, desapareció hacia la academia, volviendo a aparecer en medio de uno de los jardines exteriores.

 

Los mensajes habían sido enviados con anterioridad, para avisar de la hora de inicio de la clase y el lugar, por lo que Catherine se limitó a dirigirse al salón de clase que les habían asignado. Un espacio ventilado y abierto, con ventana con alféizar y un grupo de carpetas individuales. Sobre la mesa del docente, dejó su sombrero y luego apuntando a él con su varita exclamó: ¡Portus!

 

Una vez se aseguró que la magia había hecho efecto, miró hacia la ventana, a la espera. Recibiría a sus alumnos y luego todos serían conducidos al lugar que había pensado específicamente para la clase. No podría tenerlos en el salón, lo que era una lástima dadas las molestias que se habían dado para prepararlo, pero esperaba que la experiencia fuese lo suficientemente interesante, como para que entendiesen los motivos por los cuales se veía obligada a retirarse a un lugar más apartado.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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-- Esta es la última vez que le pido un favor a Amya -- rezongué en la cocina de los Potter Black, al leer la nota de la Academia.

 

Harpo, mi elfo, me miro con cara de extrañeza, aunque movió un poco los hombros y siguió con las galletas que tenía en el horno. Todo el lugar olía a canela. Tal vez no le importara mi protesta o tal vez fuera que, sencillamente, estaba acostumbrado a que Amya nos metiera en problemas.

 

-- Mira lo que ha hecho. "Llévame la carta de petición de clase a la uni, porfi", le dije, "anda, que estoy muy atareada jugueteando con mi hijo pequeño en el estanque", le expliqué. Confié en ella. ¡Y mira lo que ha hecho! -- blandía la carta al aire, mientras el elfo sacaba las galletas del horno. -- ¡Transformaciones, le di mi petición para Transformaciones! Y me ha apuntado en Adivinación.

 

Fruncí los labios. Adivinación, lo que me faltaba, una asignatura que consideraba una necedad. ¿Quién era el bobo que hacía caso de los sueños o de los posos del café? ¡Maldición! Iba a decirle cuatro cosas a mi hermana en cuanto la viera: los Santos Inocentes eran en Diciembre, no en Abril. Miré el reloj muggle que tenía puesto y maldije de nuevo. No me daba tiempo de pasar por Administración para convencer a las Directoras que era una broma de mi bendita hermana. Yo no quería Adivinación. Cualquiera podía adivinar cosas. Me puse los dos dedos índice y corazón de cada mano en las sienes.

 

-- Adivino que.... una hermana de pelo negro va a estar en problemas.

 

Harpo sonreía, me ofreció una caja de lata con unos gatitos mimosos dibujados en la tapa, que se hacían arrumacos y maullaban. Esperaba que no hicieran mucho ruido porque estaban llenas de galletas. Sonreí.

 

-- Adivino que... una hermana no va a probar ninguna, estoy segura.

 

Así, entre la mala leche por la bromita y alegre porque tendría galletas de chocolate y canela en compensación, que podría devorar mientras me aburría en clase, me fui hacia la Universidad. Con un poco de suerte, aún podría cambiar la asignatura por otra más productiva.

 

-- Adivino que me voy a dormir en clase -- dije, antes de salir.

 

Pronto, los conocidos jardines de la Academia (con un árbol de menos, aún no habían plantado el roble aquel que desapareció junto a mi capa en la clase de Meteorología) aparecieron ante mis ojos. Me gustaba caminar, y como iba a pasar la clase al final de todo durmiendo en el pupitre más alejado de la pizarra, era mejor hacer algo de ejercicio ahora. Después, abrí la carta de la profa y usé el Portus que me llevaría al interior. Era una pena, con el buen tiempo que había en los jardines, me hubiera encantado quedarme allá fuera.

 

Aparecí en la clase. Sólo estaba la profesora. Fruncí el ceño y bufé.

 

-- Adivino que... soy la primera.

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Era agradable sentir el sol en la cara y que su calor fuera lo que te despertara y aunque lamentaba que mi compañero de cama no me tuviese hasta altas horas de la madrugada despierta, cosa que agradecía a su vez. Me proporcionaba un inmenso placer ver que su mano seguía empeñándose en permanecer enredada en mi pelo.

 

-Akira...

 

Su pelo azul se perdía entre las sabanas, estaba hecho un ovillo contra la curva de mi cuerpo ladeado, su cabeza apoyada en el colchón. Todavía no comprendía cómo no se dejaba el cuello durmiendo de esa forma.

 

Sonreí y con delicadeza recuperé mi mechón de pelo, lo besé en la sien y dejé a mi hermoso hijo dormir un rato mas. Si abría el ojo antes de que yo hubiera dejado la habitación nunca llegaría a clase de adivinación y aunque esperaba que la profesora entendiera la situación no tenía intención de perder la primera lección que diera.

 

Salí con sigilo de la habitación, me aseé y desayuné a la velocidad del rayo y luego desaparecí con un rumbo fijo.

 

 

Agradecí que la clase no se diera en el exterior porque seguramente con el sueño de haberme despertado hace poco, aun podría quedarme con el calor que daba el solecito. Y con decisión empecé a buscar la clase que se mencionaba la carta de aviso.

 

Dar con ella no fue difícil, gracias a que todo estaba bien indicado, lo que sí fue difícil fue asimilar que mi tía Sagitas estaba allí sentada, de cara a la profesora, aunque también podía ser una compañera y que estuvieran esperando a quien impartía la materia.

 

Miré el cartel de la puerta nuevamente y toqué sobre el marco para llamar la atención de las dos mujeres.

 

-Perdón ¿Sagitas? Te has confundido de clase.

 

No podía haber otra explicación. Que yo cursase adivinación vale, en algún momento de mi vida había estudiado astronomía y runas, pero sus predicciones eran demasiado crípticas y vagas para mi gusto, pero que la pelivioleta estuviera interesada no cogía en mi cabeza.

 

-Es aquí la clase de adivinación ¿Verdad?

 

Se me ocurría que pudiera ser que la profesora, a la cual no conocíamos, nos hubiera mandado a un aula y estuviera esperándonos en otro lugar, sólo para ver nuestras capacidades adivinatorias, pero se me antojaba demasiado intrincado como para la primera clase de la asignatura,

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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Había mirado ya dos veces mi reloj. El tiempo pasaba lento. Supongo que había que esperar a que llegaran los alumnos. Yo hubiera esperado fuera pero, la verdad, es mejor esperar sentada y comiendo galletas hasta que abrieran la Secretaría de la Universidad. Me llevaba una a la boca cuando sentí golpecitos en el marco de la puerta. Allá estaba. Mi sobrina Reena. Enarqué una ceja.

 

-- ¿Error o locura? -- le pregunté. -- Vaya... Lo segundo... ¿Por qué me sorprende que quieras cursar esta asignatura? ¡Eres una sacerdotisa, mujer! Ya sabes que son paparruchas. La Adivinación es una asignatura nada fiable.

 

Suspiré y tragué, con la consabida tos por hacer algo que es antagónico. Me golpeé el pecho hasta que escupí la última miga de galleta de mi traquea.

 

-- Uffa, que me ahogo. Espero que nadie haya tenido la premonición de que me iba p'al otro barrio, porque aún no...

 

Aún me golpeé un poco más hasta dejar de toser y entonces... Me di cuenta que estaba siendo demasiado sincera con la Profesora de la clase. Sí, vale, la sinceridad es lo que cuenta, pero no hace falta ser maleducada. Una tiene modales.

 

-- Oh, perdón, profa... Digo, profesora. Es que... Me han gastado una broma, ¿sabe? Me matriculé en otra asignatura, sólo que me han gastado una broma y... Tal vez sólo sea un error burocrático. No quería decir que... hum... Es que yo tal vez no cumpla con la creencia necesaria para sacar esta asignatura. ¿Creencia he dicho? Quería decir cualidades. Eso, cualidades, no sé si tengo cualidades para su...ejem... apreciada clase.

 

Volví a sentarme. Menos mal que sólo estaba Reena para ver las dificultades lingüísticas en las que me metía yo sola. Intenté contrarrestar la metedura de pata.

 

-- ¿Quiere una galleta de chocolate y canela? Son una especialidad de mi elfo Harpo. Le salen de muerte.

 

¡Por Merlín! A veces es mejor quedarse callada.

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La copa estaba semi vacía, la mano blanca de Galery sin embargo estaba llena, había pasado un par de horas vaciando con eficacia la dulcera de cristal cortado, la sensación de frustración invadía su ser, acostumbrada a obtener siempre lo que deseaba, y ser contrariada continuamente desde su llegada a Ottery, le picaba no solo el orgullo, sino el deseo de demostrar que era mejor que cualquier otra mago o bruja, en cualquier aspecto y situación; había sido rechazada como profesora de Runas Antiguas, solo por no estar certificada en la academia local, cuando estaba segura de ser la indicada por su amplio conocimiento sobre, no solo la lectura, interpretación, sino historia de todas las clases de runas conocidas.


- sera necesario esperar un par de meses quizá, aquí es todo tan complicado... - susurro mientras se ponía de pie para salir a su primera clase, después de leer el pergamino de la profesora.


El largo camino sirvió para despejar su mente del sentimiento que la embargaba, el azúcar que había consumido ayudo, su metabolismo era diferente y extraño para un simple ser humano, quizás, porque inconscientemente gritaba que debía dejar su humanidad atrás para abrazar un destino mas adecuado a sus proyectos; caminaba como de costumbre, firme y sin detener su atención en algo alguien que no fuera objeto de interés personal, mientras se acercaba al salón indicado, las imágenes de sus sueños danzaban en prismacolor en su memoria, Galery no olvidaba sus sueños como los demás, siempre recordaba cada detalle, cada palabra absurda y sin sentido, cada sensación y cada dolor, porque siempre había dolor en sus sueños.


Entro al salón y acercándose, reviso las carpetas junto al sombrero, tomo una carpeta y enseguida supo que ese sombrero le llevaría a donde seguramente estaba la profesora y tal vez, algunos compañeros, y así fue ya que de pronto se encontró frente a tres mujeres, de las cuales dos hablaban con la confianza de seguramente algunos años de amistad. Su rostro no reflejo interés en la charla, simplemente desabotono la capa blanca y delgada que cubría parte de su cuerpo, y la deposito sobre la silla mas cercana, su cuerpo pequeño estaba envuelto en seda azul cobalto; la falda larga que se anudaba sobre el mallón blanco, estaba bordada con pequeños diamantes y zafiros, al igual que la blusita que cubría su torso hasta la mitad, dejando desudo el vientre y a la vista, un tatuaje temporal de enhena, las delicadas zapatillas eran blancas y con un único adorno, el símbolo de las reliquias de la muerte a los costados en oro blanco. y sus iniciales, GG.


Lo único claro fue * Galletas de chocolate y canela*, la muchacha giro su rostro impávido hacia la bruja que hacia el ofrecimiento, a la que parecía ser la profesora y saludo de la mejor manera posible a las tres - Buenos días, mi nombre es Galery Grindelwald Malfoy, es un placer llevar esta clase con vosotras - dijo con ese tono dulce que tanto detestaba de su voz, y tomo asiento, distrajo su mente de las galletas, tratando de enfocarse en ese sueño extraño que últimamente se repetía cada semana, haciéndose mas perturbador cada vez.

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Había extendido la mano y la dirigí hacia la profesora de quien, a propósito, no conocía el nombre. Debía de ser nueva porque tampoco había coincidido con ella en la Sala de Profesores, aunque el Claustro era muy grande y mi propia clase muy poco solicitada, con lo que la culpa seguramente sería más mía que suya, pues no solía acercarme mucho por allá. La puerta se abrió y, sin dejar de ofrecer la lata de galletas a la docente, miré a la chica que entraba. Muy discreta, o tal vez tímida, o tal vez que le importaba un cuchilindril quiénes éramos los presentes, se acercó a una silla tras tomar un dossier.

 

Merde, el dossier, podía haber tomado uno para leerlo, por curiosidad estricta. La seguí con la mirada hasta que se sentó, mirándola de arriba a abajo, notando los más íntimos detalles de su físico que quedaban a la vista e interpretando con curiosidad aquellos tatuajes que mostraba. Sí, lo siento, yo de discreta tengo poco y más cuando algo me inquiera. Y sí, aquella mujer era inquietante, sobre todo cuando dijo su nombre.

 

-- ¿Grindewald? ¿Grindewald Malfoy?

 

Mis ojos la miraron con suspicacia y miles de recuerdos que pensé olvidados en algún pliegue de mi memoria aparecieron como rayos en mi mente. Apreté los labios y hasta creo que mis dientes chirriaron un poco. Grindelwald... ¿Por qué era una Grindelwald? Y además una Malfoy... Dos apellidos que sólo había visto juntos una vez. No podía ser.... Suspiré y ahogué un gemido. No era posible.

 

-- Para mí también es un placer -- le contesté, aunque mi voz sonó tensa, sin dejar de mirarla fijamente. -- Soy.... Soy Sagitas Ericen Potter Blue. No sé si te suena mi nombre. Una vez conocí a una persona que se apellidaba como tú. Hace mucho tiempo de eso. Muchísimo....

 

"Y lo maté, así que espero que este encuentro sea una casualidad y no pretenda algún otro objetivo oscuro", pensé, levantando levemente la barbilla, con cierto aire de orgullo que abandoné al instante para sonreírle. No quería empezar mal la clase. Si hace un momento esperaba la hora en que abrieran Secretaría para cambiarme de asignatura, el reto de conocer más a aquella compañera de clase me convenció de que debía quedarme en Adivinación. Iba a cumplir los objetivos, adivinar todo lo que pudiera de aquella rubia.

 

-- ¿Unas galletitas? -- sonrisa más amplia todavía. Si me viera mi hermana Amya, seguro que huía.

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Corría, ¿qué otra cosa podía hacer si ya iba tarde a clases? Sofocada... así es como me sentía al llegar derrapando al salón de clases y ver a la profesora ya ahí esperándonos a los estudiantes.

 

-Perdón... es que se me complicaron las cosas en el trabajo.

 

Entré y me senté en una de las butacas, comían galletas, me recargue en la banca esperando a que iniciara la clase. Pero una voz bastante familiar me saco de mi amodorramiento, levante la cabeza toda adormilada y voltee a ver a las chicas que ya había en clase, pero no eran chicas, era mi madre y mi tía.

 

-​Oh por Zeus ¿madre te inscribiste en adivinación? Hola tía Renna... y hola... perdón me perdí tu nombre, y soy Jessie.

 

Salude con una sonrisa aunque notaba a mi madre algo tensa y no sabía porque. Me encogí de hombros y me volví a acostar sobre mis brazos para dormir un par de minutos.

 

-Me avisan cuando comience por favor, estoy que me caigo de sueño.

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Desde algún desconocido lugar muggle (?)

 

 

Pos sí. La bruja había salido a celebrar en grande la noche anterior porque al fin había conseguido que su peli-violeta hermana cursase (?) Adivinación con ella.

 

Ó era que lo había soñado?

 

No, no era posible. Clarito se acordaba que le había dicho que se Inscribiría a tal clase para el siguiente mes y que si no quería que le enviase el papelito ya que ella ya lo hacía.

 

Menuda falta de Buen Entendimiento!!!

*Ja Ja Ja*

 

En fin ... entre hermanas se perdonan de todo (bueno, no todo ... como aquello de robarse los donut´s, ¿?)

 

Amya_An aún andaba dando ronquidos al borde de una cama. Estaba tan fresquito que ... la bruja no se levantaba (!)

 

Se le fue la hora!

Literalmente, al darse la vuelta, se fue pa´l suelo y a fuerza de chichón, se despertó ...

solo para darse con la sorpresa que ¡iba MUY tarde!

 

- Me lleven los Diablos Tuertos!

 

Se incorporó tambaleándose porque aún no se le habían despertado muy bien las piernas.

 

- ... Me cerrarán las puertas en las narices, estoy segura. Ni limones he comprado para llevarle al/a la profe ...

 

Como sea trataba de reunir sus cosas para el Ateneo. Como sea se jaloneó las prendas para que no se notara que se le había arrugado toda la ropa por dormirse (del cansancio) vestida.

 

Y corrió, y corrió ... porque no le quedaba de otras. Por mas que practicara con Sagitas lo de la Desaparición-Aparición, aún no estaba ¿Licenciada?, así que no podía hacer la magia ... no sin que le cayeran los del MM y la multaran por faltosa (!)

 

Llegó chorreando sudor. Roja pero no de vergüenza (pos no, ella no tiene de éso, ¿?). Casi patina en el último tramo ; Mentira!!! patinó todo el tramo final solo para ...

 

- ¡Echen Pa.ja! (=heno? hierba? forraje?)

 

Pos espero que ese sombrerito que brillaba bonito (?)

no fuese un objeto maldecido ni nada por el estilo.

 

A la adleriana le pareció notar en ¿tan veloz entrada?, por supuesto a una mágica cerca de la mesa y del sombrerito azulado ... una peluca violetosa (ésa debía de ser su mana) y una rojiza ... ó era mas de una? no, es que habían 2 cabezas mas pero no llegó a distinguir bien porque ya en esa parte se golpeaba la panza contra el filo del mueble .-.

 

- Amya_An Adler ...

 

Dijo aguantando el aire con el golpazo en la barriga.

 

- ... mucho gusto. Lindo sombrero. Hay que adivinar qué podría haber dentro?

 

E iba a añadir algo así como "un conejo", pero se quedó sin aliento (xDDD)

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La entrada de mi hija Jessie me suavizó el rostro y relajó la preocupación por la recién llegada anteriormente a ella. Al fin y al cabo, o al menos eso creo, Jessie no conocía la historia de su madre con ... aquel personaje de apellido prohibido y olvidado, aunque el fruto de aquella unión merodease en casa de vez en cuando y aún adorase la imagen perdida de su padre. Pero sí, estoy segura que Jessie desconocía la historia, así que no iba a desconfiar de mi presencia en aquella clase. Para ella, como fue evidente por la mirada y la pregunta que me lanzó, era rarísimo que yo cursara Adivinación.

 

-- ¡Qué te puedo decir, hija! -- levanté las manos en un gesto condescendiente. -- Amo las asignaturas imprecisas, las encuentro... ¡fascinantes!

 

Y no me crecía la nariz porque aún a nadie se le había ocurrido poner un detector de mentiras en la clase. Bajé los brazos y acaricié su cabecita, apoyada en el pupitre.

 

-- Ay, cielo, ¿tienes sueño? Adivino que pasaste la noche ocupada en algo más entusiasmante que dormir. Y me gustaría adivinar qué ocupación sería. No, eso no, mejor el nombre de la persona a quien tengo que encerrar en la jaula del Basilisco.

 

Le lancé una mirada de enfado y volví a situarme bien en mi silla, tomando una galleta de la lata. Hasta ahora, a pesar de haberla ofrecido a los presentes. Qué sosos, estaban buenísimas. Harpo era todo un maestro de la cocina. Un mordisquito y el suave aroma de la canela se mezcló en mi boca con el sabor del chocolate.

 

-- Huuum...

 

Mi gesto placentero se perdió con la siguiente escena; una bruja de pelo negro entró como una exhalación en la clase y chocó contra el pupitre. El golpe fue tan fuerte que tembló hasta el suelo. Levanté la caja de galletas al vuelo que saltaba por la expansión.

 

-- ¡Demonios, mana! Adivino que vienes muerta de hambre y que quieres galletas pero... ¡hay que tener modales, que eres una señorita!

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Asentí a lo que decía mi madre por lo que decía de estar aquí pero a decir verdad es que no le creía del todo. Mi madre era todo lo que quisiera menos paciente en clases tan improbables como adivinación y si yo me matricule a esta clase fue porque vi su nombre y el de mi hermanito bello pero mi hermanito bello aun no llegaba.

 

-Pues si quieres puedes torturar a todos mis pacientes, pero no los mates que no quiero otra nochesita igual de pesadita.

 

Me senté correctamente pero me estire sin miramientos soltando un gran bostezó al tiempo que volteaba a ver a mi madre comer una galleta. Me disponía a quitarle el bote de galletas como buena hija que era haciendo carita de niña buena cuando mi tía Amya hizo aparición en el salón de una forma nada ortodoxa.

 

-¿Sigue sin aprender a aparecerse?

 

Aproveche la distracción de mi madre y le quite el bote con galletas, ahora si mi día estaba comenzando a ser perfecto. Tomé una galleta y parecía que había ido al cielo al darle la primera mordida.

 

-Oh madre, ¿porque trajiste galletas hechas por Harpo? Sabes que soy adicta a su receta, están deliciosas

 

Y seguí comiendo galletas porque era la cosa mas sabrosa del planeta, podría comer estas galletas todo el día sin necesitar ningún otro alimento.

 

-Yo adivino que la tía Amya tiene miedo de madre por no saber aparecerse aun después de todos los problemas que nos ocasiono enseñarle.

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