Adivinación

[Sagitas E. Potter Blue]

Mientras corríamos, agarradas de la mano, mi hija me dio la razón. Su frase me extrañó porque lo dijo bien decidida, como si supiera de lo que hablaba. ¿Es que, tal vez, aquellas manos habían hablado a las dos, había sentido sus palabras? Y lo que es peor, ¿habría sentido las mismas palabras? Nada iba a ser igual tras aquella clase, maldita fuera la hora en que decidió quedarse e impartirla por pura curiosidad hacia la chica rubia apellidada Grindewald. La curiosidad mató al gato, ese dicho siempre tenía razón.

 

Aunque, por otro lado, tal vez gracias a esta clase había encontrado la manera de luchar contra la muerte dictaminada de mi hijo en el momento de su concepción. Como sacerdotisa, sabía que los caminos de la Diosa Naturaleza eran muy enrevesados pero que todos tenían una finalidad. Tal vez el error, consciente o no, de mi hermana Amya, me había dado una oportunidad que, hasta ese momento, no tenía. En este aspecto, debía de reconocer que la Clase de Adivinación había sido positiva.

 

Cuando todo acabara, tendría que hablar con Jessie para indagar qué era lo que ella oyó, contrastar información. Sólo esperaba que su ánimo por ayudarme no implicara no dejarme cumplir con mi cometido. Soy sacerdotisa, la Muerte no me es extraña.

 

La luna desapareció durante unos instantes y solté un gemido de miedo. Las manos habían sido claras. Debíamos llegar al centro del laberinto antes de que ella se fuera. Para mi alivio, sólo fue una nube oscura que la había ocultado, pero pronto pude ver el débil fulgor de su silueta en el cielo, cada vez más bajo, rozando el horizonte de los muros altos que no me permitían ver más allá. Pero ya intuía que el amanecer estaba cerca.

 

-- ¡Corre, Jessie, que no llegamos!

 

Mi jadeo era intenso pero estaba acostumbrada al ejercicio físico durante las duras sesiones de entrenamiento en el Circo, lo que en este momento fue de gran ayuda. Jessie y yo íbamos a la par. A lo lejos, un cierto brillo anaranjado parecía asomar por encima de los bordes de la hiedra. O tal vez era mi miedo. Pero apreté la carrera, esprinté lo que pude y llegué al centro del laberinto. Caí de rodillas, soltándome de mi hija; apoyé las manos en la tierra y escondí la cabeza entre los brazos, recuperando el aliento. Me había parecido ver a mi hermana Amya y a mi sobrina Reena. Tardé un rato en poder hablar.

 

-- ¿Ya podemos salir? ¡Cumplimos el objetivo! Llegamos antes de que la luna se fuera.

[Amya An]

¡Atchús!

 

Estornudó tan fuerte que sintió que había expectorado los pulmones, xDDD.

 

En algún momento, tropezó. No sabría decir si con sus pies mismos ó contra alguien mas ... ó algo. El hecho es, que terminó por los suelos, y como iba corriendo a toda palurda velocidad (?), pues simplemente rodó y terminó accidentada por algún otro lugar.

 

El golpazo fue tal, que el seso se le quedó aturdido nuevamente. Lo único que atinó a hacer, fue sentarse en el duro suelo, con mediana corrección.

 

Mediana porque se le olvidó que las señoritas U.U juntan sus rodillitas OwO para no mostrar mas allá de lo evidente (¿?)

 

- Maldita la hora que tomé Adivinación ... necesitaré una lobotomía regular muggle para componerme el seso ahora (?)

 

Se quejó, sobándose la cabezota ... que debe de ser muy dura porque golpe tras golpe, nunca se la raja (!)

 

Pero, con qué se había tropezado al final de cuentas?

 

Llevaba zapatos "cerrados", por ende, no pudo haber sido con las agujetas. Las suelas eran muy chatas como para decir que por los maldecidos tacones.

 

Se incorporó con pereza. Total ... ya se iba resignando a pasar la eternidad entera extraviada por siempre en aquel laberinto, solo por rehusarse a tragar un sorbito de agua y mirar ... ¡?

[Reena Vladimir]

Miré y miré por todos los lados pero no vi a la criatura que me había hablado pero de repente empecé a escuchar golpes repetitivos, a lo lejos, pero parecían acercarse. Sentí miedo y me puse contra una de las paredes, esperar era mi fuerte.

 

Cuando escuché la voz que seguía a los pasos, porque resultó ser eso, me sentí mucho mejor y la alegría me inundó cuando por otro pasillo escuché mas voces.

 

-Corred hacia la voz! Vengaaaaa, no os retraséis, queda muy poco!

 

Seguí gritando para hacer de faro, teníamos que llegar a reunirnos o seguramente nunca saldríamos de allí con vida y tenía demasiadas cosas por las que luchar y disfrutar.

[Jessie Black Lestrange]

Corría a la par de mi madre, ella se veía asustada por algo, de seguro papá le había dicho algo de Itilion y si no fue solo un sueño y realmente había pasado no podría soportarlo. Debíamos apresurarnos, debíamos correr para saber como estaba mi pequeño hermano, ademas necesitaba saber que Matt estaba bien, comenzaba a volverme loca.

 

Corría como si mi vida dependiera de ello pero es que realmente mi vida dependía de ello, era de lo más extraño que recién regresaba de un viaje donde creía haber terminado con todos los problemas posibles para una vida pero creo que siendo Potter no podía esperar otra cosa.

 

-Tranquila, llegaremos- sonreí a mi madre con cariño corriendo a su lado- Aunque te tenga que dejar aquí- pensé para mis adentros acelerando el paso al mismo nivel que mi madre.

 

Si debía dejarla lo haría, ya luego encontraría la forma de sacarla del laberinto pero no la perdería para siempre, no cuando apenas la había recuperado. Sonreí a sus palabras mientras escuchaba las voces de mis tías Amya y Reena, solo faltaba Matt y la otra chica que no había escuchado su nombre, confiaba en que llegaran pronto para podernos ir de ahí

[Galery Grindelwald Malfoy]

El master del laberinto. Llámalo utilizando el conjuro: "¡Rey de los duendes, rey de los duendes, dondequiera que esté... llévese a esta criatura lejos de mí!". Entonces, él aparecerá y te dirá que no tienes ninguna que pueda llevarse. Es allí, cuando debes guardar el autocontrol y mantenerte firme... la bola de cristal, la bola de cristal...la bola de cristal.

La voz venia de su interior, la muchacha se sintió confusa y frustrada, el misterioso sueño perdía sentido poco a poco, casi podía jurar que había escuchado algunos gritos y sollozos, incluso podría jurar que alguien la llamaba, podía escuchar claramente Grindelwald, pero ella no deseaba hacer mal a nadie de la clase, solo quería ver el rostro del que debía matar, a su prometido.

La varita tembló en su mano, hasta hacer doloroso el sostenerla, sin embargo sabia que no podía soltarla, la magia era su única ventaja en ese lugar, el objetivo de la clase era desentrañar los secretos de el futuro, si no totalmente claros, debía haber pistas, pero ahora se sentía en medio de la pesadilla de alguien mas, el bosque de pronto no fue mas, ahora estaba de pie, en medio de lo que parecía ser un estrecho camino, escucho caer uas rocas de lo alto de el muro,pero cuando volteo a ver, estaba vacío, de pronto el cálido tacto de una mano, sobre su hombro la hizo girarse y apuntar al rostro del desconocido.

- "¡Rey de los duendes, rey de los duendes, dondequiera que esté... llévese a esta criatura lejos de mí!" - susurro al recordar la voz de su interior.

- ¿Quien eres tu?...- fue la obvia pregunta inmediata, era un hombre extraño el que apareció sobre el muro y que le sonreía con un dejo de superioridad, cosa que le molesto a la orgullosa muchacha - mi nombre es Jareth, y aquí soy algo mas que un dios, la pregunta es, ¿quien eres tu? - le contesto el extraño, sin dejar de sonreír, camino a su alrededor observándola, como si la evaluara, la voz le había aconsejado algo, algo incoherente, pero desde que se había recostado sobre esa manta, todo había dejado de tener sentido - Galery, Galery Grindelwald y estoy perdida, préstame tu bola de cristal para encontrar mi camino - dijo con seguridad.

El hombre no argumento como la voz predijo, metió su mano a la túnica purpura y saco una esfera de cristal, la deposito en su mano, y los verdes ojos de la muchacha chispearon de alegría, sin embargo la esfera no revelo nada, permanencia cristalina y clara, pero a punto de desistir, la claridad dio paso a una bruma espesa, que revelo un par de ojos castaños, los ojos de Román, la muchacha estaba irritada, la bola de cristal solo le dijo a quien amaba, no quien era su prometido, el hombre que su padre, Gellert Grindelwald, había establecido como su prometido, aquel con el que hombro a hombro restablecería el legado de su estirpe, sin importar si ella quería o no.

Desilusionada observo el cielo, era hora de partir, se inclino agradecida y se despidió, pero el hombre la tomo del brazo y sonriendo le dijo, - aun no as pagado el precio - musito, pero esta vez, ya no sonreía.