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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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¿Qué estaba buscando? No tenía más de un par de segundos caminando cuando decidió que debía detenerse. No conocía el castillo y seguro que terminaba perdiéndose. Así que no, nada de dar un paseo. Lo mejor sería esperar a Juliene ahí mismo, no muy lejos de dónde lo había abandonado. ¿Ya habría llegando a la habitación de Leah? Seguro que sí y no podía más que reír ante la escena que seguro se estaría desarrollando.

Llevó sus manos a los bolsillos de su pantalón mientras observaba al resto de los invitados. Mary estaba ahí así que bastaría con acercarse a ella para no sentirse perdido en aquel lugar pero lo haría más tarde. De momento quería estar sólo... Sí, claro, sólo. Aunque no le fue posible, había perdido de vista a Zack y Liam así que no se percató de que el primero se había acercado a él hasta el momento de escuchar su voz.

-- ¿Qué si te recuerdo, Ivashkov? --Sonrió, claro que lo recordaba y mucho mejor de lo que se esperaría--. Dime, ¿por qué habría de olvidar a un chico que indudablemente se encuentra entre los primeros tres de los chicos más sexys de por aquí?

No recordaba si habían trabajado juntos o no. Sinceramente, eso era lo menos importante. ¿Qué era lo que buscaba Zack de él en ese momento? Eso era lo verdaderamente importante. Se acercó un poco más al mortífago, cerca de chicos como aquel le era imposible ser lo melancólico, tonto y dependiente de Juliene que era realmente en esos días. Simplemente quería ser lo que comúnmente llamarían una z****, por lo menos en el mundo muggle. Y es que no le quedaba más que serlo, era débil.

-- ¿No vas a invitarme un copa? --Cuestionó al tiempo que acercaba un poco más--. O quizá podrías contarme que es lo que ocupas de mí.

Ya sólo les separaban un par de centímetros y era el momento perfecto. Era ahora o nunca. Se movió lo más rápido que pudo y rodeó a Zack en un torpe abrazo para después unir sus labios a los suyos. Siempre había querido besarlo... En realidad quería mucho más pero sabía que era imposible. Unos segundos después lo dejo libre.

-- Bueno, ahora sí que soy todo oídos --añadió.

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Las palabras de su hermano mayor aun resonaban en su mente. Sabes que él tenía una novia y no cualquier novia, sino una de sus compañeras del ministerio. Ahora sabía que sus dos hermanos estaban comprometidos o como a ella le gustaba pensarlo internamente... en la horca, pero sería bronca de ellos y ella estaba a salvo. Que tuviera novio no significaba que se fuera a casar, por eso cuando sonrió a Zack para despedirse de momento del ángel caído y llegar a la cocina donde estaba el chico que la hacía delirar solo un poco, sus miedos se fueron por donde llegaron.

 

Con Otto su inhibición desaparecía por completo, ella se volvía coqueta y juguetona con el chico cuando para con las demás personas era tímida y reservada. Aun sentía el dulce sabor de los labios de Otto en los suyos cuando este dejo de besarle, sonriendo con coquetería a lo que había echo Jessie al probar un poco de chocolate.

 

Jessie se colocó detrás de Otto besandole de nuevo el cuello y abrazándole por la cintura. Debía controlar sus hormonas un momento, estaban previos a una celebración importante y ella no sería quien diera el espectáculo y menos con su familia entre los invitados. Escucho las palabras de su amado y sonrió satisfecha por lo que llegaba a sus oídos; rodeo con cuidado a Otto para quedar a resguardo en sus brazos justo en el momento en que volvía a besarla con pasión. La respiración de Jessie se aceleraba por momentos, olvidándose por completo que era una vampiresa y que no necesitaba respirar, pero el chico lograba volverla loca.

 

-Otto... cariño - susurró Jessie en un momento en que se separaron para respirar con tranquilidad - espero que mis hermanos... bueno, no te hagan un interrogatorio exhaustivo, digamos que... uno de ellos ya me lo dio a entender y... no tengo idea de que es lo que planean hacer... lo siento.

 

Bajo la mirada avergonzada, sabía que sus hermanos podían ser crueles cuando se lo proponían, solo esperaba que se controlaran porque era la boda de una de las lideres de la Marca Tenebrosa y si arruinaban su boda seguro ella los degollaría.

 

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Derek.

Efectivamente era Derek, ¿podía tener tan buena suerte en un mismo día? La idea de juntar a cierto trio de hombres, donde el padre de Leah entraba a la perfección, se le hacia mucho más importante que la perorata que esta soltaba por haber irrumpido en su habitación, aunque el detalle de su aparente verguenza por ser admirada a tan solo unas telas de como Merlín la había traido al mundo no fue capaz de pasarlo por alto, recostó su espalda en la pared y le dedicó una mirada perspicaz.

-- Entonces, después de tantos años, ¿al fin sientes vergüenza de que toda Ottery te haya visto de esta forma? Irónico, solias pasearte desnuda por doquier, muy orgullosa de lo que tenías-- la carcajada brotó sin poder detenerla, desviando su vista a la varonil figura, bueno, varonil si se obviaban un par de detalles--. Hola, Derek, tiempo sin verte.

Emitió un ligero suspiro.

-- Considero que alguna deberia usar un traje, suponiendo que mi madre es más dulce que tu, deberias darle el privilegio de llevar el vestido-- se acercó al lugar donde se encontraba la Ivashkov evaluando con sumo interés su peinado-- ¿Un smokin blanco, quizás? Aunque no es como si tu pregonaras pureza allá a donde vas, pero pasemos ese detalle por alto, es tu boda después de todo.

Su entrada dramática habia quedado atras, era momento de actuar como madrina, una que podia hacer crispar los nervios de la novia con exhuberante rapidez, sin embargo, estaba dispuesta ayudarla hasta el final. Y si se lo pensaba un poco, admirando la figura del padre de la susodicha, podría devolverle cierta espinita que habia quedado pendiente en su boda con Cillian, rió internamente, solo era cosa de drogar un poco al Lucien, un mechón de cabello de Zack y su venganza seria consumada.

-- Derek, ¿tienes algún traje que le quede a tu hija?

Oh, sí. Iba a vestirla de macho, pa que fuera seria.

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Recibir a los miembros de la Orden del Fénix parecía ser la tarea más sencilla del asunto, pero resultaba ser la peor.

 

Liam detestaba a cualquier integrante de dicha asociación y cualquier semejanza que los incluya le repugnaba, pero lo hacía por Leah y su boda... y porque Zack se lo había pedido, principalmente. Sin embargo, ninguno de los dos que estaban frente suyo parecían querer prestarle atención, así que desvió un poco la mirada para buscar en la persona que estaba pensando realmente... Zack, en efecto. No le costó encontrarlo varios metros más allá, lo que le costó fue no destrozar la decoración.

 

Justo tuvo que dar vuelta la vista y caer en el momento que Cillian besaba los labios de su... de Zack. Ni hablar del aspecto del semblante de Liam, porque no era algo que se pueda describir ni abstracta ni físicamente. En aquel momento atravesaba un fuerte dilema, porque si decidía desatar toda la ira que estaba conteniendo Leah lo odiaría de por vida por arruinar su boda, pero si se quedaba calmado estaría ahorrando algo que tarde o temprano explotaría... y de formas peores.

 

Pero nah, era Liam Hawthorne y claramente no se iba a quedar calmado.

 

Atravesó a toda la multitud con la velocidad tan supernatural que su raza le brindaba de por vida, sin siquiera tocar un pelo de los que en ese momento podían ser considerados obstáculos. Llegó junto a Zack mucho antes de que el corto beso terminara... o empezara, porque literalmente parecía haberse transportado. Lo que sí fue mucho más lento fue el golpe que incluyó dos cosas: su puño (cerrado, obvio) y la cara de Cillian que, momentos más tarde, estaba tirada en el suelo.

 

—Zack es mío —gruñó, casi sin creer lo que había hecho, pero con el tono de voz más firme jamás escuchado. Y entonces ahí dio un par de pasos hacia atrás, lo miró a Cillian, miró su mano, lo miró a Zack y se dio vuelta, caminando hasta un rincón—. Jo.der. Necesito a Leah.

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You can't make people love you, but you can make them fear you.


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—Me encantaría conocer a la competencia — bufó terminando el gesto en una sonrisa con tal soberbia que se acentuó aún más al erguir su postura.


A pesar de que los piropos le sobraban y su excelentísimo porte lo hacía digno de ellos en cualquier lugar al que iba, eran pocos los que consideraba importantes, o al menos los que llegaban a causar impacto en él. Otros solo ayudaban a ponerlo así, más altivo de lo que naturalmente era. Mantuvo el contacto visual con Cillian mientras este último se acercaba hasta el punto en que Zack se vio en la obligación de mirar a un costado para que no se apreciara, de lejos, algo que en realidad no estaba sucediendo.


—Podría, sí. Hay muchas, en realidad — señaló con la mirada la mesa de bebidas y sonrió travieso buscando mantenerse al límite de las intenciones que percibía de su interlocutor, pero a la vez sin perder la conexión momentánea que le permitiría distraerlo con cualquier tontería y a la vez obtener la información que buscaba; la cuál era únicamente para fines de diversión y conocimiento. Se vio en la obligación de retroceder un paso antes de continuar la charla procurando no distraerse con la mirada voraz de su acompañante que le recorría con lentitud sus atributos físicos más resaltantes bajo la vestimenta.


—Pues, sólo quería saber qué clase de matrimonio es ese donde tu chica anda por ahí besando a cualquie…— lo vio venir. Asumió que su encantador tono de voz terminó por incentivarlo a acabar en su boca el beso que estuvo preparando mientras Zack hablaba y él le devoraba los labios con sus ojos azabaches. No tuvo tiempo de rechazar el gesto, pues el efímero beso fue interceptado por el rápido accionar de Liam. Éste último selló el rostro de Cillian con un golpe tan fuerte como sonoro. El Ángel Caído retrocedió tomando por sorpresa el puñetazo e intercambiando miradas con el agresor. Aunque bien justificado.


Sus expresiones fueron de la impresión a la gracia, de la pena a la satisfacción. Estaba apenado con Cillian por la reacción de Hawthorne, y a la vez orgulloso del último por la manera en que lo reclamó. Por un instante se sintió incapaz de decir palabra alguna, estaba consumido por el asombro.


—Ehmm, ahora entiendo la relación que tú y Juliene llevan — dijo mientras se rascaba el entrecejo, nervioso y sonriente a la vez, casi ignorando por completo el hecho anterior —. Lamento todo esto — presentó sus disculpas dado que Liam ya se había apartado, obligándose a sí mismo a no iniciar una batalla campal. —, pero te lo mereces — agregó asintiendo con ambas cejas arqueadas —. Por creer que soy fácil, y por pensar que estoy libre. Permiso — finalizó apartándose, yendo en busca de Liam.


Antes de encontrarlo en un rincón, le dio un largo sorbo a la copa que milagrosamente no se derramó con los bruscos movimientos anteriores, y la vació dejándola sobre la bandeja del squib más cercano.


—Nada mal — dijo meneando la cabeza —. Bonita intervención — murmuró chocando el hombro con el suyo haciéndolo titubear. El semblante de Liam era serio, más de lo habitual. Incluso se podía ver cierto rubor en sus mejillas, producto de la rabia, quizás. O de cualquiera que fuera el sentimiento que experimentó al ver como Cillian intentaba devorar lo… suyo. Sí, eso había dicho —. Eso estuvo genial — afirmó colocándose frente a él, casi aprisionándolo contra la pared.


Su apetito sexual le decía a gritos que lo besara, que lo premiara por haber revuelto una vez más sus sentimientos. Pero él se negaba, se rehusaba a ir más allá sin antes tener esa charla, sin dejar las cosas más claras. Así que optó por acercarse lentamente y plantar un beso en la comisura de sus labios. El contacto estalló erizando sus vellos, extendiéndose a cada parte de su cuerpo, casi anclándolo a él. Volvió a marcar distancia antes de fallarse a sí mismo y terminó acariciándole el mentón claramente remarcado por la tensión en su mandíbula.


—Necesitamos hablar, necesito tu respuesta — murmuró sin apartarse demasiado, pensando en quién podría interrumpirlos aquella vez. Cada vez que se disponían a conversar sobre ellos, algo sucedía —¿Estás bien? — se sintió en la obligación de preguntar. Si bien su reacción lo dijo todo, no estaría de más escuchar su voz, su opinión respecto al atrevimiento de Cillian.

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La puerta se abrió y observó el interior de la habitación.

 

Una fina capa de polvo se hacía notar flotando en toda la habitación, visible debido a los rayos de sol que ingresaban entre las cortinas de la recámara de su hija. Levantó una ceja y lo siguiente que observó fue a su hija con tan poca ropa que volteó su rostro ligeramente y cubrió sus ojos con la mano mientras ingresaba y cerraba la puerta detrás suyo. No encajó del todo bien cuando la cerró y tronó ligeramente cuando la empujó con más fuerza para que encaje.

 

—Tu puerta anda medio mal —mencionó, porque de ciego no se había dado cuenta que antes la habían reventado de un bombazo—. ¿Y que has hecho aquí dentro que veo tanto polvo? —preguntó, avanzando hasta una silla cercana y evitando mirar a su hija, pero notando la presencia de la otra mujer—. Sabes que usar tanto maquillaje es malo, la gente creerá que eres bonita.

 

Sonrió ampliamente para relajar el momento. Leah estaba notablemente estresada, y su presencia no haría disminuir ese sentimiento, por lo que prefería ser algo directo, conciso, y terminar esto lo antes posible. Además, tenía que ultimar detalles para la ceremonia.

 

—Juliene, a pasado tanto... —respondió al saludo de la mujer, recordando la última vez que la había visto, y la anterior a esa, en la que las cosas no habían salido muy bien. El esposo de la mujer había resultado ser una auténtica joya.

 

Observó el bello peinado que la mujer llevaba, pero no iba de acuerdo a lo que se espera de la persona que lo porta. El rostro de Leah no era calmado, sereno, ni nada semejante. Estaba hecha un manojo de nervios, y seguramente furiosa por lo de su vestido; sin embargo el castaño no podía hacer nada, hasta que la madrina de su hija respondió a su pregunta mental con algo que no creería posible para aquella situación. No esperaba entregar a su hija en el altar con un traje de caballero, ella era una dama (???)

 

—Juliene, no puedo creer que me preguntes eso —respondió, negando con la cabeza algo divertido—. Claro que los tengo —y con un giro de su mano aparecieron tres de los mejores trajes que el castaño tenía en su repertorio.

Uno de ellos era negro, de corte fino y elegante, moderno y con un toque peculiar con las solapas un poco más altas que normalmente se ven. El segundo era de un tono más grisaseo, bastante oscuro de todas maneras, pero era ligeramente más claro que el primero; las solapas delgadas y con un corte en V más amplio que el anterior. El tercero era azul marino, elegante sin dudarlo, pero no adecuado para la ocasión.

 

—Aunque no sé si te agraden Leah, tendrías que probártelos y vamos viendo como te van quedando. Aunque yo prefería que uses algo más... convencional. Quiero entregar a mi hija como una reina, aunque si prefieres ser un rey —con su mano derecha hizo un gesto sobre su frente como su se estuviera acomodando un cerquillo imaginario mientras torcía los ojos.


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—En realidad, Juliene, tenía la intención de ser un poco más recatada tomando en cuenta de que se trata de mi boda. Pero gracias por recordarme ese pequeño detalle —llevó los ojos a Derek—. Esta desadaptada a tenido la delicadeza de reventar mi puerta, es por eso que la habitación parece haber sobrevivido a algún tipo de batalla campal.

 

Le gustaba estar compartiendo aquella situación con su padre. Por algún motivo extraño que jamás admitiría en voz alta, su progenitor le transmitía cierta paz que había relajado un poco sus nervios. Quizás porque sabía que no iba a bajar sola a enfrentar a los invitados. Quizás porque no pensó que iría realmente. De cualquier forma, agradecía que hubiera aparecido para hacer lo que le había pedido: llevarla al altar. Pensar en eso la hizo regresar a las hiperventilaciones, aunque el hecho de que hablaran sobre lo que iba a ponerse distraía un poco a su cobardía.

 

El traje no era tan mala idea.

 

Si no había un vestido, optaría por eso, ¿qué más? A nadie le sorprendería la elección y aunque hubiera preferido ponerse un elegante vestido para la ocasión, debía admitir que sería similar a la foto que les habían sacado para las tarjetas de invitación, con un vestido provisional para Tauro que no llevaría ese día. Avanzó hasta el armario, después de lanzar una mirada a los trajes que Derek había aparecido para ella y se metió en el interior de lo que parecía un agujero sin fin cargado de prendas de ropa formal. Después de unos instantes, regresó con un montón de camisas blancas aún en sus ganchos y las esparció en la cama.

 

—El corte de esta es demasiado alto. Esta definitivamente no, pasó de moda hace tiempo ya —frunció el ceño y captó algo, mirando de nuevo hacia atrás—. Vale, esta podría funcionar.

 

Del montón, escogió una camisa de mangas largas con elegantes botones blancos. El cuello era alto y por lo tanto, sobresaldría un poco del traje que había elegido. La pasó en un dos por tres por sus brazos y la abotonó, haciendo que la tella se ciñera a la figura de su torso como un guante. No llegó hasta arriba, dejando el collar a la vista.

 

—Pásame el gris.

 

Era bastante grande, por lo que tenía que hacer algo con él. Metió las piernas en el pantalón y se dio cuenta de que cada pierna de Derek equivalía a sus suyas, porque era un hombre musculado, pero no se detuvo. Cerró el botón, acomodó la camisa en el interior y se miró en el espejo. Poco a poco, mientras abotonaba las mangas de la blusa, la tela del pantalón empezó a encogerse por arte de magia, adoptando la forma de sus piernas y cerrando con efectividad el aro de la cintura en el lugar correspondiente. Cuando se colocó la chaqueta sucedió exactamente lo mismo, haciendo que la S que dibujaba su cintura quedara marcada. Cerró el botón del centro y se miró. Se veía elegante, femenina y lista para bajar. Empezó a temblar.

 

—Vale, creo que estamos. Juliene, por el amor a lo que sea que creas que existe, necesito que me apoyes ahora, porque juro por mi desconocida madre que me voy a desmayar —tragó saliva, tomando el brazo de Derek para mantener el equilibrio y después de respirar un segundo, metió los pies en los tacones negros que el hombre tenía en su mano. ¿Los había tomado en su momentáneo mareo? Lo miró—. No te atrevas a soltarme.

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¿Era en el castillo Ivashkov o en la Mansión Riddle? Miré desconcertada la tarjeta de invitación que Leah y Tauro me habían hecho llegar y me di cuenta de mi error. No sólo iba tarde para la boda de mi Líder y un AR de la Marca Tenebrosa, sinoq ue era la madrina y la encargada de hacer llegar a Leah el vestido que iba a usar aquel día.

 

-Voy tarde, voy tarde -chillé, mientras corría de un lado a otro buscando la bendita varita. ¿Dónde la había dejado? Me giré en redondo y me encontré con la mirada de mi hija, Aiya, que sostenía a Shember en sus pequeñas manos regordetas y sonreía con algo de malicia-. ¿La has tenido todo este tiempo y no me dijiste?- gruñí un poco, pero ella ni siquiera se asustó o retrocedió.

 

-Eres distraída, mamá. Llevo aquí con la varita en las manos desde hace un rato y ni te has dado cuenta. ¿Te gusta mi vestido?- se colocó en puntitas mientras halaba para dejarme ver el bello vestido que había elegido para llevar al casamiento de las dos damas.

 

Era hermoso, pero no sólo porque ella lo llevara puesto (que eso era mucho), sino porque podía reconocerlo. Se trataba de un vestido rosa pálido realizado en gaza con corte princesa, que se fruncía en varios pliegues por la parte del pecho, donde una enorme cinta rosa de un tono apenas un poco más oscuro cortaba a la altura del pecho. La misma cinta tenía rosas hechas con los mismos tonos y tipos de telas que el resto del vestido, cosidas una junto a la otra y la falda vaporosa se abría a medida que Aiya caminaba. El atuendo no poseía mangas, así que la pequeña bruja llevaba una capa sintética de piel sobre los hombros para protegerla del frío de Londres que jamás desaparecía.

 

-¿Jill te eligió ese vestido? Se ve hermoso- le dije, dedicándole una sonrisa, mientras tomaba a Shember entre mis dedos y hacía una floritura con ella sobre el vestido de Leah que yacía sobre mi cama para quitarle las arrugas. Luego lo metí delicadamente en un protector plástico que no iba a permitir que se ensuciara o doblara (lo había encantado para ello previamente) y me dispuse a salir de la mansión Macnair antes de que Leah me enviara un vociferador-. ¿Vamos, cariño? A mami se le hizo tarde.

 

Claro que mi hija ya sabía eso y se cubrió la boca para reprimir una sonrisa. Se la veía radiante, sobre todo porque era la primera vez que salíamos juntas de la mansión. Normalmente ella permanecía dentro de los muros de la Macnair para evitar que sufriera cualquier posible daño, sobre todo desde que me había vuelto la odiada directora del Concilio. Y, aunque ahora las cosas estaban más calmadas, no deseaba exponerla. Pero no podía prohibirle ir a la boda de Leah y Tauro, lo disfrutaría mucho aunque estuviera rodeada de Mortífagos sádicos.

 

Me aparecí con Aiya fuera de los límites del castillo y crucé con enorme velocidad la distancia que me separaba de la puerta, entrando sin golpear. Ya había mucha gente allí y me ruboricé de pensar que estaba llegando tarde y retrasando la boda.

 

-¿Dónde demonios estará Leah?- me pregunté. Era la segunda vez que pisaba el castillo y aún no conocía todas sus habitaciones.

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Ni bien el castaño hizo aparecer los trajes, la mujer se puso a inspeccionarlos de pies a cabeza, viendo cada detalle y decidiéndose cuál debería de usar para aquella ceremonia. Era la primera vez que miraba que una novia elegía que usaría el día de su boda el mismo día de la ceremonia... ¿Cómo era posible que una decisión tan importante la hiciera así de ligera? Se mordió el labio en el momento que su hija eligió finalmente uno de los trajes y espero algo impaciente... ¿Dónde rayos estaba el vestido? Quemó con la mirada a Juliene, ella era culpable de todo (?)

 

—Tomate tu tiempo —musitó, girando los ojos al pequeño reloj de mesa que se encontraba en el escritorio de Leah.

 

Según las invitaciones, la ceremonia empezaría en menos de veinte minutos. La novia aún no estaba ni por asomo lista, Tauro quizás estaba ya abajo esperando impacientemente a su novia, o quizás estaba corriendo desnuda por algún lado como lo estaba haciendo Leah; otra opción era que la mujer ya se encontraba muy lejos del castillo, arrepentida de la decisión de casarse. Esperaba que no. Leah se volvería loca y todos estarían a punto de morir si eso era cierto.

 

La Ivashkov se coló en el traje junto con una de las camisas de las que trajo del ropero. El traje indudablemente le quedaba ligeramente grande, pero gracias a la magia este se fue ajustando a las medidas de la mujer, no fue un cambio brusco, pero se hizo notorio: el corte en forma de V que tenía el trajo se modificó a tenerlo de una manera invertida, amoldándose a la figura de ella y haciendo sobresaltar los encantos. La miró nuevamente y suspiró. Aunque no estaba seguro de cómo terminaría en aquel traje, debía de admitir que se miraba realmente guapa.

 

—Supiste darle al traje tu toque —respondió, mirando a su hija frente al espejo mientras terminaba de arreglarse—. Tauro morirá de envidia al verte así —se incorporó del asiento y se acercó hasta Leah para mirarla más de cerca. Se sorprendió así mismo de ver cómo un traje lucía tan bien en su descendencia. Tomó la mano de su hija y sonrió realmente; era la primera vez que sonreía así desde hacía muchos años.

 

»Ya estás lista. Te ves hermosa —y sin más le plantó un beso en la mejilla y la abrazó ligeramente, sin rodearla con los brazos totalmente, no quería arrugarle el traje. Las cosas ya estaban casi listas...—. Jamás lo haría —colocó el brazo de la mujer alrededor del suyo e inspiró profundamente mientras tomaba el pomo de la puerta y la giraba. Atorada como estaba debido a que la madrina había entrado como Rambo al cuarto de su hija, cuando el castaño abrió la puerta está se salió de sus bisagras y fue a caer para el lado del pasillo, pero no llegó a golpear el suelo.

 

Frente al cuarto de Leah estaba el pasillo y una baranda separaba el espacio entre su cuarto y la vista al interior del castillo. La puerta cayó sobre esta y debido al peso de la misma, y al haber impactado casi a la mitad, tuvo un efecto de balanza, generando que la puerta de un giro y siga cayendo en lugar de haberse quedado frente a la habitación de Leah. El castaño se quedó helado, ya que no esperaba que aquello sucediera.

 

—Ups —fue lo único que surgió de sus labios, en el preciso momento en el que la puerta golpeaba el suelo del salón. Esperaba que no hubiese matado a ningún invitado—. Que gran entrada tendrás hija mía... —dijo, saliendo del cuarto y saludando hacia abajo a los invitados que se habían ganado con el pase. Les encantaba llamar la atención.


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—Lo estoy.

 

Pero no era cierto. Había mil cosas dando vuelta en su cabeza en ese momento y como siempre, Liam no lograba entenderlas todas. Tenía claro algunas partes del asunto y el porqué, pero ni siquiera se atrevía a mirar a Zack en ese momento, porque su reaccionar por muy sobre protector que haya sido, también lo dejaba como a un adulto con pocos modales y precisamente los modales eran los que acababan colocándole encima de los demás. Pero al Ivashkov no le importó, al parecer.

 

—Perdón. Por lo de recién —dijo elevando la vista y relamiendo lo que quedaba del corto beso. Ahí estaban de nuevo, aquellos ojos grises que al hacer contacto con los esmeralda del otro acompañante, siempre destilaban en mil formas palabras y sensaciones que únicamente los respectivos conocían—. Sentí que era lo correcto, en parte. No lo sé. Todo mi cuerpo ardía...

 

Pero no pudo más, no podía resistirse cuando estaban juntos y teniendo en cuenta la gran cercanía que Zack había creado, el resultado era bastante predecible. Lo acercó por la cintura y lo aferró a su cuerpo, arrugando una línea de su esmoquin, pero sin perder cuidado con todo lo demás. Sus labios vagaron entre los del otro, que a pesar de ya conocerlos siempre parecían buscar algo nuevo, explorar con más suavidad y a la vez intención todo el área bucal que abarcaba. Era algo adictivo.

 

Se separó y buscó el aire que le faltaba. Aun los centímetros que existían entre ellos seguían mezclando ambos alientos, porque la tensión existía y lo cercano estaba. Liam volvió a mirarle una vez más, pensando, relamiendo, sintiendo. El ambiente de boda era la escena perfecta para crear otra más. No, aún era muy pronto, ni siquiera andaban. Pero sí era un buen momento para crear otras cosas, cosas inconclusas que esperaban poder cerrarse.

 

—Quiero estar junto a ti. Quiero ser tu novio, ésa es la respuesta a la que tanto estuve huyendo y la que te doy ahora.

 

»Sí Zack.

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