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Castillo Ivashkov (MM B: 106154)


Leah Snegovik
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Luca Van Halen - Cooperación Internacional

 

Desde que había entrado a trabajar en el ministerio de magia londinense no había tenido un solo día de descanso y aquello, en vez de agobiarlo o resultarle pesado, lo motivaba en demasía. Siempre le habían gustado los puestos donde hubiese trabajo de campo y algo de acción. Eso del papeleo y las oficinas cerradas no iba para nada con él. Aquel día, Luca revisaba los pasaportes de los integrantes de la familia Ivashkov. Muchos de ellos caducados, otros tantos con apartados en blanco ¿No sabían a caso que debían renovar el documento, o al menos, verificar sus datos cada año? Su misión era asegurarse de que se enteraban y hacían lo propio.

 

Tomo los resguardos, su capa de viaje y aquella minúscula placa donde se informaba al resto de la sociedad que cargo ostentaba dentro de la institución gubernamental. Tras avisar a su jefe directo donde estaría, se desapareció en dirección a Ottery. Tardo poco mas de dos segundos en hacer acto de presencia frente a la verja que separaba los terrenos propiedad de la ciudad de la finca de los Ivashkov. Lo que vio a continuación le hizo sonreír de forma socarrona. Lisa no mentía con las triquiñuelas de dicha dinastía. Omitió comentario y se acerco a la verja, pulida y brillante como pocas. El traslador hizo su misión, llevándolo a la verdadera casona.

 

Atravesó los jardines, sintiendo aquel aire puro propio de Rumanía. Aquel aroma era único. Lo hacia sentir en casa y verdaderamente lo estaba. Tras detallar un poco los alrededor del elegante paraje, llamo tres veces a la puerta, enorme por cierto. Esperaba que alguno de los patriarcas se hallasen en el hogar, puesto que seria mas sencillo todo. Mientras esperaba se dedico a ojear uno por uno los manuscritos, todos ellos firmados por una única persona. ¿Tal vez tenían comprados a los miembros del ministerio' !Que ridiculez, pues claro que era así¡ - Buenos días – Saludo el Van Halen cuando un joven elfo le abrió – Busco a Leah Ivashkov.

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Desaparecer de todo círculo social, ya se estaba convirtiendo en un hábito que no podía controlar. Negar su presencia a los diferentes eventos y actividades a las que fue invitado en el último tiempo sólo por necesidad de un reencuentro personal o espiritual resultó no ser solo perjudicial para sus labores del bando sino también para sus oficios como Warlock. Si bien las responsabilidades que se le delegaban en este último aspecto eran confidenciales y adaptadas estrechamente a su perfil profesional, las tuvo que ir cediendo a su mano derecha mientras concretaba su recuperación. Y claramente esa era Leah.

 

La mujer que dio la cara por la familia durante su ausencia solicitó también un relevo por ciertos demonios que no estaba pudiendo controlar. Irónico tratándose de alguien como ella. Pero a cualquiera podría pasarle, y él no era el más adecuado para juzgar. Siempre tuvieron tal afinidad que nunca era necesario explicar las cosas. La conexión entre ambos ayudaba a obtener respuestas sin necesidad de interrogantes. Eran como uno sólo.

 

A pesar de esta combinación mental y espiritual, la representación física de los dos se le delegó a él. Aquél hombre de tez pálida y mirada grisácea digna del más feroz depredador sería el encargado de los asuntos familiares hasta el retorno de su prima. Y como Ottery era el pueblo que nunca dormía, no demoró mucho en acumular una lista de trámites por realizar.

 

El primero de ellos tocó a su puerta mientras se disponía a degustar un vaso de whisky de fuego. El líquido recorrió su garganta abriendo paso una línea ardiente hasta su estómago. Trató de aliviar la sensación con una mueca que finalizó gracias a la interrupción de un elfo de servicio.

 

–Amo, buscan a la seño...

 

–Diles que no está. Y si es algo muy tonto yo tampoco estoy – respondió sin permitir que le detallara a quién correspondía la visita.

 

–Parece que es un asunto del Ministerio – acotó la criatura desviando la mirada hacia la puerta principal.

 

Zack salió de su despacho observando a lo lejos la figura de un hombre joven sosteniendo unos papeles. No era muy común recibir visitas de Departamentos Ministeriales teniendo ellos la categoría social más alta reconocida hasta el momento. Básicamente no había mucho que pudieran necesitar tratar directamente de los cabecillas de aquella familia. Aquello le causó curiosidad, y como su lado soberbio relucía aún con más facilidad teniendo alcohol en la sangre, se atrevió a explotar sus dotes de anfitrión.

 

Asintió frente al elfo admitiendo la presencia del visitante y en un abrir y cerrar de ojos la criatura apareció junto al otro hombre invitándolo al salón donde el patriarca ya se ponía cómodo sobre un sillón.

 

–Bienvenido, señor...– calló buscando sin éxito alguna placa representativa sobre la vestimenta del muchacho. –¿A qué se debe la visita?– preguntó mientras se abotonaba la camisa para evitar dejar sus pectorales al descubierto. Claramente lo había tomado en un estado de informalidad tal que sus prendas de vestir sólo consistían en aquella pieza blanca sobre su dorso y unos vaqueros con corte poco más bajo que sus rodillas. De no ser por el enorme escritorio de caoba que cubría la mitad de su cuerpo y lo separaba del otro lado de la habitación, también notaría que el vampiro se encontraba descalzo.

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@@Zack Ivashkov

 

El dhampir asintió cuando la pequeña criatura le indico que ponía ingresar a la mansión, realizando el movimiento segundos después. Fue recibido por un joven hombre, el cual reconoció al instante como una de las mas altas autoridades del ministerio londinense. Omitió comentarios sobre su aspecto, pues él también prefería la comodidad en su hogar y se presento como el protocolo ordenaba en aquellos casos – Van Halen – Su placa no mostraba aun su nombre y esperaba que siguiese así – De cooperación mágica internacional - ¿Como un warlock no estaba enterado de los cambios en la planilla de institucional? Aquello le llamo la atención, pero eligió ignorarlo también. No le apetecía perder demasiado el tiempo.

 

- Espero que no le incomode mi vista – Si, obvio, bajo aquella sencilla frase, quien muchos podían pensar era amable y con un toque ingenuo, había una sutil y notoria burla hacia el caballero. Como primer ministro de Rumanía podía ingresar al castillo Ivashkov cuando se le viniese en gana, fuese o no acordada la visita – Mi presencia aquí viene dada por estos documentos – Elimino la distancia que lo separaba de la mesa de roble y le dejo las solicitudes de pasaporte que tenían en la oficina, tras que la ventanilla las certificase hace ya varios años atrás – He venido a comprobar que su validez siga vigente y que los datos en los manuscrito estén en orden y sigan siendo verdad – Dejo que el moreno los leyese. Seguramente tendría que tomarse unos segundos, pues eran varios.

 

Mientras Zack se tomaba su tiempo, el guerrero inspecciono la habitación en la que se encontraba; era grande, abierta y con una decoración clásica. Predominaban los colores claros y los cuadros familiares. El sol iluminaba gran parte de la sala, haciéndola así mas acogedora. Una sonrisa sincera apareció en el rostro tostado del ahora funcionario, pues adoraba su país, cada minima parte de el. Una idea se le paso por la cabeza al ver como un hipogrifo blanco pasaba volando por uno de los jardines delanteros de la construcción; hacerle una visita a Lisa. No para trabajar, sino para disfrutar de Hunyad y de sus alrededores, con su mujer y sus pequeños cachorros. Un viaje familiar muy necesario, alejados del estres y la sociedad.

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En cuanto el hombre se presentó, Zack pudo intuir el propósito de la visita. Hacía demasiado tiempo que no le prestaba atención a la vigencia de su residencia permanente en Londres y mucho menos a su pasaporte. El titulo social que ostentaba además de ocuparlo con cosas más importantes, lo eximía de ciertos plazos de trámites legales. O al menos eso creía su lado soberbio.

 

–No entiendo – dijo con el ceño fruncido mientras inspeccionaba los documentos –Estos demuestran la última fecha en que las dos matriarcas de la familia y yo renovamos nuestra residencia en el país. Y sí, ciertamente ya estaríamos en fecha para iniciar nuevamente el trámite. Pero lo que no me explico... – agregó mientras hacía un lado las primeras hojas y tomaba la última de ellas. Una copia fiel y exacta de su documento internacional –... Es qué haces tú con una fotocopia de mi pasaporte – elevó la mirada enarcando una ceja. No es que fuera de mucha importancia para el vampiro la información que allí figuraba. Lo preocupante es que pusieran en mano de cualquiera dicha información.

 

Obviando por completo el hecho de que su pasaporte había vencido hacía al menos seis meses, mantuvo la expresión firme. Digna de un demandante que tiene todas las de ganar. Pero sabía que el otro no tardaría en refutar.

 

–Creo que voy a tener que visitar el despacho de Orión para recordar las cláusulas de confidencialidad– habló una vez más presionando los labios entre sí a modo de resignación, como si realmente sintiera la obligación de vigilar la manera en que dicho departamento trabajaba. –Sinceramente esto es... insólito – puntualizó con cierta indignación fingida mientras observaba su vaso de whisky de fuego descansar sobre el escritorio.

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El Van Halen no se inmuto por el cambio en la voz del vampiro. Trataba con gente demandante casi a diario, incluso mas que el joven que estaba ante él en aquel instante. Elimino su arrogancia natural y uso la diplomacia que todo primer ministro debe de tener, a fin de cuentas si perdía los papeles seria darle el gusto al Ivashkov y aquello no era, ni por asomo, una opción. Ademas, ¿a caso no era lógico que un miembro del departamento de cooperación usase todo lo que estaba en su mano para comprobar si los pasaportes estaban vigentes? Era ridículo en su totalidad.

 

- Las clausulas de confidencialidad son las mismas desde hace años señor Ivashkov, incuso podría decirle que mejores, ya que las nuevas tecnológicas junto a la magia nos han dado libertad absoluta en cuanto a defensas y protección de datos. Sus datos personales están a salvo, creame, aunque si lo desea puede llamar a Orión y comprobarlo. Lo que ve ahí, solo usted puede verlo, El pergamino tiene, digamoslo así, reconocimiento de huella dactilar. Cuando esta en mis manos solo se abren aquellos requisitos que son necesarios para efectuar mi trabajo con profesionalidad.

 

Le hizo un ademan al moreno para que le hiciese entrega, nuevamente, de los papeles, para que viese que lo dicho era cierto. ¡Porque iba a mentir? Cree el ladrón que todos son de su condición, pensó. En cuanto Luca tocó el titulo, casi la mayor parte de este quedo en blanco. La ceja del dhampir subió rápido, en un claro gesto de victoria. Luego de ello, le devolvió a Zack el salvoconducto y le indico que revisase los datos. El mismo había comprobado que estaba caducado y que debía renovarlo. Hacerlo solo le llevaría un par de minutos y todos, al fin, podrían volver a sus labores.

 

- ¿Y bien, señor Ivashkov?

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En cuantos las puertas se abrieron Juliette se dio cuenta de dos cosas; la presencia de Emilia y, la sonrisa poco disimulada de la Ivashkov. Tardó varios segundos en darse cuenta de que conocía a la primera individua y, es por eso que su abrazo en un principio fue bastante torpe aunque poco a poco más acogedor de lo que ella misma pudo imaginar en un principio. Detuvo su esmeraldina mirada en la de Leah y, poco a poco le dedicó una sonrisa de cariño. Las manos de la mujer se encontraban cálidas, tanto como cuando dedicaba ese mismo gesto de cariño hace ya varios años atrás, la nostalgia inundó un poco a la castaña.

 

No debes preocuparte, tampoco estaba lista para enfrentar ciertas verdades.—murmuró algo tajante; Juliette si estaba consciente de que muchas de las decisiones tomadas por personas ajenas a su condición, tenían el mismo fin común: Su total protección. Pero, para la ojiverde era demasiado que digerir en pocos meses y, muchas preguntas se encontraban respondidas en quizá cuanto recuerdo eliminado en su juventud.—Lo-lo siento…

Susurró medio arrepentida. Juliette nunca le había hablado de aquella forma a su madrina, siempre fue muy dulce con Leah pero, habían demasiadas cosas pasando por su cabeza y, además, sumaban varios puntos su falta de manipulación en las emociones. Y al fin lo vio, oculto en la profundidad de los ojos de la mujer esa pequeña culpabilidad al darse cuenta que la repetición de su halago significaba mucho más que una maduración física por parte de la Macnair. Se quedó inmóvil, inmersa en un sinfín de pensamientos pasando como tren por su cabeza hasta que su atención ya no se fijó en la escena de un reencuentro entre madre e hija. Fueron esos dos pequeños ocultos entre mantas suaves los que captaron la completa atención de la castaña ¿hace cuanto tiempo no veía a Emilia? ¿Realmente la vio alguna vez? ¿Porqué sentía que habían trascurrido tantos años si a penas iba en la mitad de una vida mortal?

Sacudió ligeramente su cabeza y no hizo nada para detener las presentaciones de su madrina, comenzó a caminar lentamente hasta encontrarse frente a frente con la pelirroja y estiró su mano derecha para poder saludarla de manera cordial.—Es un placer y, claro que puedes beber…por favor, no me decepciones tía.—dijo con el ceño fruncido al mismo tiempo que simulaba un pequeño puchero. Probablemente terminaría encerrada en una habitación por quebrantar las reglas de jerarquía pero, no sería Juliette si no jugara un poco con sus palabras.

Agarró el vaso entre sus dedos y le dio varias vueltas al líquido antes de llevarlo directo a su garganta, de un solo golpe. Observó a Leah, la estudió detenidamente para intentar leer aunque sea un poco de lo que estaba pasando por su cabeza pero, nada. No había absolutamente nada. Sólo una intermitente mirada ansiosa entre el whisky de fuego y, los dos coches de bebés.

Necesitamos hablar ma…—detuvo sus palabras; desde que era una niña y cuando se sentía en un ambiente de demasiado cariño, solía llamar a Leah "mamá" pero, actualmente, aquella palabra parecía tan desconocida.— Necesito hablar contigo y, no es sobre algún problema amoroso.—dijo con más suavidad al tiempo que ladeaba sutilmente su cabeza para intentar fijar su esmeraldina mirada directo en los ojos de la mujer.

Si, Juliette estaba ansiosa por una sola cosa en esos momentos: ¿Su madrina estuvo de acuerdo con Black? ¿Ambos decidieron que era mejor para la joven Rosier, el privarle de íntimos e importantes recuerdos? ¿Cuánto había intervenido en su mente? ¿Qué cosas se ocultaban en las sombras? ¡Sombras! Aaron…¿Leah sabía que él era tan preciado para Isobelle Rosier? Y entre todas esas preguntas, la ojiverde se levantó de golpe sosteniendo en su mano izquierda el vaso que previamente había llenado. Se acercó a las ventanas y, se quedó observando los bastos jardines que decoraban el paisaje alrededor de un majestuosos castillo; su madrina querría saber que sucedió para que tal hechizo se rompiera y, aunque Juliette creía que había sido un nuevo plan maquiavélico de Bietka, no podía negar que fue ella misma la que terminó con su vida.—¿Porqué me dejaron…?

Dijo para si misma. Nuevamente acercó el borde del vaso a sus labios y dio un segundo trago, dejando que ese ligero ardor quemara su garganta en señal de que aún podía sentir ciertas cosas humanas. Esperó atenta a que Emilia hablara y quizá contara su historia o, que tal vez entrara un familiar o, un elfo doméstico a gritar su antiguo apellido en señal de euforia.

Cualquier cosa era mejor que la incertidumbre.

 

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  • 2 semanas más tarde...

El tiempo parecía retumbar en su cabeza, con el distante eco del reloj de pared que había al otro lado del salón. Jamás había sido un problema, pero en ese momento todo parecía ser dos octavas más altas de lo normal. Trago lo poco de ajenjo que quedaba en su boca recobrando todo el calor que había perdido a causa de la ansiedad, Tenía tantas cosas que contarle a su madre… La había extrañado como jamás pensó hacerlo.

 

Durante toda su vida creció con la imagen de una madre ausente, el Recuerdo de una mujer que llegaba pocas veces a la mansión de Lyon, Una madre que era una desconocida. Reafirmando este sentir con la frialdad de su trato, el cual se manejaba con pocas palabras dirigidas la una a la otra. Pero, debía admitir que un siglo después las cosas habían mejorado y Aun cuando la matriarca Ivashkov seguía siendo aquella mujer firme y elegante, de pocos gestos de amor. Era su madre, una madre que había tenido que soportar la rabia de sus dos hijas mayores, obligándolas a todas a tratar de salvar lo que quedaba de una familia que a su juicio estaba rota.

 

Aun con el recuerdo del pasado y la tregua del presente, Se sentía presa en una tormenta. ¿Qué se supone le diría, si había estado un año ausente? Paso sus dedos por la madera pulida del bar, buscando un poco de consuelo a todo lo que debía contarle. Las niñas dormían plácidamente, envidiaba esa paz de no conocer el porvenir. De no saber qué les esperaba en el momento que abrieran los ojos, se giró a mirarlas perdiendo todo terror, toda ansiedad mientras veía sus pechos levantarse calmadamente.

 

No reparo en ninguna otra cosa los minutos siguientes, hasta que su madre cruzó el umbral de la puerta. Fue allí cuando se percató de aquella joven, parada a unos metros. El fuego corrió por sus venas y la falta del aire exhalado por la sorpresa creaba en su costado una punzada hiriente en sus pulmones. Julliette , ella estaba allí. ¿Cuántos años habían pasado? Una humanidad que a ambas le había sido arrebatada, primero a una y luego a la otra. Hacia algunos años se habían visto pero el recuerdo era tan borroso como aquel encuentro del pasado.

 

Su mirada chocó levemente con la de su ¿Amiga?, podrían recuperar eso que el paso de los años les había robado… No lo sabía, pero le gustaría intentarlo ya que había sido alguien importante en su pasado. Escucho el saludo de su madre hacia la Macnair y se preparó mentalmente para lo que venía a continuación. Todo ocurrió en cámara lenta, un sinfín de imágenes se aglomeraron en su mente mientras su madre avanzaba hacia ella. Pero de todas esas incógnitas, jamás espero que su madre en vez de saludarla la tomara en brazos y la apretara contra sí.

 

Pocos abrazos de su madre recordaba, pues aun los pocos de su infancia se habían visto enterrados en un cajón. Se dejó abrazar correspondiéndole a su vez, mientras su nariz recordara el aroma de su madre, que teniéndola cerca, ya no aparentaba la dureza de los años de auge. Su semblante estaba algo deteriorado y eso la preocupaba. Sintió el contacto de los labios de la Ivashkov en su frente y seguido a ello aquel saludo que le robo una pícara sonrisa, se sentía en casa, ya no como una extraña. Escucho atenta las palabras de su madre hacía julliette junto con aquella invitación a tomar, Algo tan típico de la mujer que la había engendrado, no pudo evitar reírse por lo bajo y menear un poco la cabeza ante el castigo impuesto por la matriarca Ivashkov.

 

Observo como su madre las “Presentaba” pero ya iba siendo hora de reconstruir antiguos lazos y salvar viejas amistades, se sentó con elegancia en una de las sillas y dedicándole una cálida sonrisa a la Macnair, pero no tuvo tiempo de hablar, pues las palabras de Julliette salieron de la nada en aquellos segundos de silencio. Detalló sus palabras y lamento la pena de su amiga a la cual siguió con la mirada mientras esta avanzaba al ventanal. Solo cuando creyó era oportuno se digno ha hablar restando un poco de tensión al ambiente.

 

 

– Es bueno ver que el tiempo regresa caras conocidas, ¿Cómo has estado Jullie? Hacía muchas lunas no te veía- La observo como quien reencuentra a un amigo perdido para luego volver su rostro hacia Leah - ¿Me creerías si te dijera que soy niñera?- Sabía que la respuesta era un rotundo NO – No sé como empezar a decirte todo, pero, quiero que conozcas a tu nietas….-


 

Se acercó al coche y con extremo cuidado, deslizó la manta que las cubría, dejando ver a dos pequeñas niñas que volaban muy lejos perdidas en la inmensidad de sus sueños. Señaló primero a la castaña, la cual poseía muchos rasgos de su padre, Eso mientras no abriera los ojos que eran tan azules como el Zafiro que ella misma poseía por mirada.

 

– Quiero que conozcas a Annabeth Yaxley- era consciente, que con el apellido que poseían las niñas su madre fácilmente descubriría al autor del delito, y es que era innegable el hecho que tanto ella como Leonardo se atraían como el hilo de un yoyo, que se tensa y afloja escribiendo un destino caótico, Que, sin importar cuando se alejara siempre regresaba al punto de inicio. Se atrevió a levantar la vista solo para contemplar a su madre – Y ella, Es Elizabeth Yaxley-

 

Sabía que notaría enseguida el parecido con ella, pues Aquella pequeña niña era el vivo retrato de su abuela. Quitando claro, aquel tono rojo cobrizo rebelde que caía sobre su frente y, que era el único legado de Emilia en aquel pequeño ser. Se mordió levemente el labio esperando que su madre digiriera aquella noticia, no sabía que más decirle y por lo mismo se acercó de nuevo a su lugar en la barra, detallando cada gesto de la mujer que yacía como una muñeca de porcelana, fría y quieta en el mismo lugar.

 

 

 

@ @@Juliette Macnair

Editado por Emilia Malraux

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Era experta en disimular, llevaba muchísimos años trabajando en aquella indiferencia aprendida. Pero no podía borrar la expresión que se le había escapado antes, al notar que su ahijada ya no era la niña inocente que había dejado de ver, sino un demonio. Como ella. Y por otro lado, no podía disimular la completa incomodidad que sentía con la presencia de los dos infantes en el coche. Aún sin verles la cara, sabía que procedían de su hija. No uno, sino dos niños que habían salido del vientre de Emilia. Era demasiado información, incluso para Leah Ivashkov.

Las palabras de Juliette fueron las que la regresaron a la conversación, sacándola abruptamente de sus pensamientos y obviando por un segundo el ardor del Whisky de Fuego en la garganta. Aunque había bajado el tono con respecto a un comentario que se le había escapado antes, seguía teniendo una chispa de molestia imposible de ocultar. Una chispa que con un poco de empuje, desataría el peor de los infiernos. Como con cualquier demonio. La rubia la miró darse la vuelta y ver por la ventana y se permitió, por una vez, expresar algo en sus facciones. Nostalgia. La había echado de menos y aunque ciertamente no era la misma persona, en muchos aspectos, era su Juliette. Se sirvió un segundo trago de Whisky y lo bebió de un tirón.

-Ya lo sé -admitió. Era difícil decir si se refería a que debían hablar o si se refería a que ya sabía que era demonio, tal vez aplicaba para ambas cosas-. ¿Quieres esperar a que tengamos unos minutos o prefieres pensarlo para mí?

Su comentario no tenía nada de descabellado, viniendo de una Legilimante. Aún si no la miraba, como no lo estaba haciendo entonces, puesto que un movimiento dentro del coche había captado su atención, escucharía a Juliette y sería capaz de responderle. No obstante, podía dividir su mente y sus actividades muy bien, debido a que las palabras siguientes de Emilia la hicieron perder la escasa paciencia que se gastaba.

-¿Yaxley? ¡¿Yaxley?! -si bien su tono de voz era melodioso, la habitación tembló ligeramebte ante una ira creciente-. ¿Me estás diciendo que estas dos criaturas son tuyas con Leonardo?

No tuvo que preguntar otra vez para saber que era cierto. Se acercó a su hija despacio, como una serpiente que caza a plena luz del sol.

-Leonardo. Yaxley. Mis... -hizo una pausa-... nietas, llevan el apellido Yaxley porque Leonardo ha tenido la valentía o la estupidez de meterse con mi hija. ¿Es eso lo que me estás diciendo?

No tenía nada contra el pobre muchacho... No, en realidad sí tenía algo contra él. Los Ivashkov no solo eran parte de una familia real, eran una familia real dentro de dos mundos distintos. Extremadamente ricos. Esclavistas. Elitistas. Y la hija menor de la matriarca de los Ivashkov, Ángel Caído, Warlock y directora de Hogwarts había decidido darle dos nietas, ¡dos! ¡De Leonardo! ¿Qué tan elitista podía ser aquél muchacho? Ni siquiera lo había conocido y eso, dentro de la Marca Tenebrosa, era no una novedad sino una tragedia. Hizo un ademán con la mano como si la ahorcara pero no la tocó, se retiró al coche para ver a las niñas. La primera era un desastre, gritaba Yaxley por todos los lados y, por suerte, abrió los ojos antes de que sugiriera enviarla a un internado mágico en algún lugar del continente americano. Era rescatable. La segunda era una preciosidad que alimentaba su narcisismo, se parecía a ella.

Suspiró.

Eran hermosas las dos, era una realidad que debía enfrentar. Abuela... ¿Alguna vez de lo diría a Nathaniel? Ni siquiera sabía que era padre de su hija, ¿cómo le diría que era abuelo también? Pero la pequeña Yaxley de ojos azules extendió una manita hacia ella y su duro corazón se derritió, por más que trató de impedirlo. Metió el índice entre sus deditos regordetes y se relajó al sentir su apretón, el calor infantil y el amor incondicional de aquél que no sabe que, pudiendo ser Ivashkov, fue Yaxley. Suspiró una vez más.

-Annabeth es un nombre hermoso. Verdad, ¿Elizabeth? -alzó la mirada y reprendió con ella vez más a Emilia, antes de voltear a ver a Juliette.

La chica seguía perdida en sus pensamientos, con los ojos mirando sin ver a través del cristal. Normalmente no hacía uso de sus habilidades con sus seres queridos, mucho menos con sus hijas y Juliette, aunque no lo fuera, contaba como tal. Pero en ese momento, cuando no se había atrevido aún a decirle nada, quizás por miedo a explotar, le leyó la mente. Buscó en sus pensamientos, atravesándolos sin dificultad y encontró lo que buscaba. Demasiadas dudas, demasiado dolor y, por supuesto, una confianza perdida hacia ella. Regresó la mirada a la niña que sostenía su dedo, la vio bostezar hasta quedarse dormida y sonrió. La pequeña a su lado estaba dormida también, a diferencia de la matriarca que estaba muy despierta.

<<No, no estuve de acuerdo. Pero no había más remedio. Intervine hasta donde crees que tuve que hacerlo. Y sobre Aaron... no, no lo sabía.>>

No había abierto la boca, no se había movido, pero su voz resonaría en la cabeza de la joven Macnair. Era una forma vaga de responder, pero era una forma de empezar. La miró de reojo y se irguió. Emilia seguía callada.

-No traigas a ese chico a este castillo a menos que quieras deshacerte de él. Mis nietas son preciosas, como tú. Pero obviaremos ese apellido mientras yo viva, ¿me he dado a entender? -Elizabeth estornudó en su lugar y la mujer asintió-. Perfecto.

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El Macnair apareció en las afueras del castillo Ivashkov, cubierto en una fina gabardina negra que ocultaba su traje del mismo color. Era curioso que se tratara de la primera vez que iba a donde vivían Leah y Zack, ya que el Ángel Caído llevaba una relación bastante avanzada con ambos. Miró con curiosidad el castillo y sonrió, sin saber muy bien que hacía ahí y que lo había llevado a tomar esa decisión. Supuso que era la falta de Alyssa, que le dejaba tanto tiempo libre y debía gastarlo con sus amigos cercanos.

Nadie lo esperaba y seguro seria una sorpresa su presencia, pero estaba seguro que alguno de los dos se encontraría ahí. Cruzó el camino que lo separaba de la entrada del castillo y tocó un par de veces hasta que un elfo lo recibió.

—Buen día, elfo—debía ser de las pocas personas del universo que trataba bien a los elfos domésticos—. ¿Se encuentra Leah o Zack? Deseo hablar con alguno de los dos —ingresó al castillo, ignorando las quejas de la criatura a sus pies—. Ya, no te molestes, los dos estarán más que contentos al verme por acá.

—El señor Ivaskov recurrirá a la violencia al enterarse que alg…

—Digale al señor Ivaskov que tiene visita —le cortó en seco al elfo, clavándole la mirada— que se apure.

 

@@Zack Ivashkov :perv:

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—Uh, interesante — dijo al ver la demostración de su interlocutor.

 

Ciertamente los documentos tenían una seguridad muy avanzada que incluso él desconocía. Y así lo evidenció. Pero prefirió no decir más nada al respecto. Día a día evolucionaban los métodos del Ministerio, y él estaba complacido de ser testigo de sus avances. Bien. Un día más en que Orión y aquél joven conservarían su trabajo. Volvieron a intercambiar miradas mientras Zack daba un nuevo sorbo a su whisky de fuego.

 

— Y pues nada, trataré de ir al Ministerio cuanto antes y actualizar mis documentos — sabía que su pasaporte estaba vencido, que probablemente al día siguiente también expiraba la residencia legal en Londres y que dejó a medias el trámite de su certificado de nacionalidad. Las tres cosas serían consideradas un crimen por Leah, experta en leyes y quien seguramente tendría todo eso que él recordaba en perfecto orden. —Capáz nos crucemos una vez más por su departamento, señor Van Halen — estaba por despachar al hombre justo cuando su elfo apareció.

 

— Se, señor... tenemos un Malfoy en el recibidor — comentó la criatura, temerosa. A Zack le brillaron los ojos.

 

— ¡Qué honor! Tendré que ir a recibirle como se merece — respondió con cierta ironía. Sabía que la preocupación del elfo seguramente había sido el atrevimiento de que el sujeto ingresara sin previa autorización de algún patriarca. Pero así eran ellos.

 

— Caballero, gracias por preocuparse por mi situación legal. La regularé cuanto antes — repentinamente le hablaba con un tono más apacible. Muy común esos cambios de humor en el vampiro — Seguramente lo sabrá en cuanto lo haga. Por ahora le voy a pedir que continúe su jornada. Que tenga buen día — eso bastó para que el hombre entendiera y caminase junto a él hacia el recibidor donde además de abrirle la puerta para que se marchara, pudo reconocer a su nuevo visitante.

 

— ¡Pik, qué bueno que seas tú! — dijo enfatizando el diálogo con un gesto de manos —Entenderás que cuando me han dicho que había un Malfoy en mi castillo me resultó extraño. No es común que muchos de ustedes vengan por acá. Aunque seas más Macnair que cualquier otra cosacon tono bromista decoró su rostro con una sonrisa al finalizar la última frase. Ya para entonces había revelado sus fachas, que seguían siendo una camisa blanca casi transparente de lana y un pantalón corto. Por suerte mantenían aseado el lugar, pues también se encontraba descalzo.

 

— Ya ves como me tomas. En mi mejor look de descanso de alguna forma tenía que justificar la penetrante mirada de su interlocutor, quien de punta en blanco, como siempre, parecía examinar la anatomía de Ivashkov. —Cuéntame, también vienes por algo en particular igual que el resto de nuestros visitantes? cuestionó mientras le invitaba a tomar asiento. Él no tardó en desplomarse sobre uno de los sillones de una plaza perteneciente al juego completo de muebles, ideal para ese tipo de bienvenidas.

 

@@Pik Macnair

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