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Alerta: Virus


Helike R V PB
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Situación: Centro de Operaciones del Gobierno Inglés



Estado: Crítico.


Jueves, hora: 9.00 p.m


El primer ministro británico estaba reunido con los cuatro generales del alto mando del ejército además de los jefes del MI6. Todos estaban expectantes, temerosos por las noticias que parecían llegar del norte del país. Un brote muy virulento había escapado de uno de los laboratorios y había infectado a la mitad de la plantilla.


Lo que no sabían era quién había conseguido burlar la extrema vigilancia de esa área militar. Todos temían que fuese un terrorista biológico, como represalias a las ocupaciones de soltados en diferentes países en misiones de paz.


- Hay que llamarla – susurró el jefe del gobierno. Que tenía el semblante serio.


- ¿Es necesario hacerlo? – replicó uno de los generales que había estado impasible ante la información dada.


- Sí, ha llevado a cabo misiones con el grupo anexo del servicio de espionaje – dijo el ministro mientras se tomaba una taza de café- y ha conseguido resolver situaciones muy peligrosas que ni siquiera nuestros soldados se atreverían a realizar.


- ¿Tenemos el modo de contactar con ella? – preguntó Clarice, jefa del servicio de Inteligencia.


- Mediante lechuza. Según ella es su método preferido para hacerlo – se encogió los hombros el ministro – todavía no sabemos porqué pero es así – Hebrón asintió con la cabeza y siguió tomando su café. El sabía toda la verdad, por supuesto, pero revelarla ante los demás, sería un bombazo además de peligroso. Cuánta menos información mejor. Sólo la necesaria.


***


Después de varias horas una mujer con el pelo atado a una coleta alta, con un traje de pantalón chaqueta negro y unas gafas de sol entraba en esa ala de las oficinas del gobierno inglés. Portaba un maletín negro. En su mano tenía una cartera y la identificación. Tenía la máxima seguridad y eso quería decir que podía entrar fácilmente en todas las instalaciones secretas militares sin preguntas. Todo obra y gracia del primer ministro que había hecho sus deberes.


Cerró la puerta con cuidado y el sonido de sus tacones sonaban por el suelo parqué. Se sentó cómodamente en una silla mientras se sacaba las gafas y mostraban unos ojos castaños, además de una tez demasiado pálida. Algo que a los demás les intrigaba demasiado.


-Bienvenida señorita – respondió el alto mandatario apretándole la mano y haciendo una inclinación con su cabeza. La vampiro respondió de igual modo.


- ¿Qué sucede? No me han querido decir nada hasta que usted, señor, me lo dijese – habló con una voz tan grave que a los demás se le erizaron la punta de sus cabellos.


- Un brote peligroso ha matado casi a la mitad de los científicos de un área militar que se encuentra al norte del país – respondió ahora Hebrón con voz nerviosa.


- No sabemos cómo ha podido escapar ya que todo está muy vigilado y hay fuertes medidas de seguridad – el ministro parecía desesperado por la mirada que le había lanzado a la bruja.


<< Tememos además que escape y que llegue a la población civil, con lo cual, sería una catástrofe muy grande para todos…


El silencio se hizo notable dentro de la sala. La castaña quedó sumida en el silencio mientras intentaba asimilar todo lo que le estaba diciendo.


- ¿Y qué puedo hacer yo? – se levantó del lugar en el que estaba sentada.


- Debe ir con alguno de los suyos – enfatizó la última palabra – y resolver el problema.


<< Irá acompañada de algunos de nuestros mejores soldados hasta la entrada. Hay que decir que las comunicaciones allá están cortadas, con lo cual es un serio problema. Si está en peligro nosotros no podremos hacer nada.


Uno de los soldados rió por lo bajo y la bruja lo miró de muy mala manera. Si por ella fuera le lanzaría una maldición allí mismo, pero debía de controlar su temple. Era necesario, además que haría que el Estatuto del Secreto sería revelado ante los demás, con una muerte innecesaria. Ya buscaría la forma de vengarse.


- Si consigue pararlo, bueno, creo que le estaríamos eternamente agradecidos – respondió el moreno, alzando su taza.


- Señor, mi principal preocupación es el país y la patria – y algo en su mente resonó <<hija, deberías de ser actriz>> la bruja sonrió para sus adentros. Inclinó su cabeza y después de recibir todos los datos necesarios en muchas hojas, se desapareció del lugar, con destino a la Universidad. Pronto estaría a comenzar sus clases y eso le ayudaría de una forma que sus alumnos jamás se imaginaban.


off:


publicado con permiso de Mistify
Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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Esta ocasión se sentía con el humor negro. Así que para no desentonar vistió todo de negro. Partió de inmediato a la universidad, sentí dentro de si una energía negativa, impulsos devastadores y un sentimiento muy intenso que era como una letal enfermedad.

Algo así como un virus.

 

Era una suerte que no se encontraba con nadie. Retiro al pequeño micrupuff que le regalara "su hermana", no fuera a ser que le ocurriera algo mientras él trataba de canalizar eso que sentía.

 

Marcho fuera y fue caminando, la calma brillaba por su ausencia, un halcón peregrino sobre voló por sobre él por un rato y a poco, se poso sobre su hombro, clavando sus garras en su carne. Al sentir el dolor, logro un poco de paz, así que le permitió seguir con él.

 

Mucho después entro a la universidad, siguió su impulso, sentía algo parecido a reborbotear de sangre...busco con ansiedad a su prima Heliké, en su mente había concebido aquella idea: consultar a la bruja sobre artes oscuras.

 

Estaba claro para él que "algo" no marchaba bien en él y solo pensó en buscar ayuda.

Editado por Antoni Tonks

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Guardó todos los pergaminos en el cajón de su escritorio. Aquel escritorio era especial, se habría solamente si se cumplían ciertas premisas que eran casi imposibles de adivinar. Cosas banales y rebuscadas con la finalidad de brindarle mayor seguridad. Finalmente, por si aquello fuera poco, se necesitaba un poco sangre de para que la última cerradura cediera. Todas aquellas protecciones eran necesarias, los pergaminos eran informes detallados de inteligencia que prontamente serían enviados a Rusia.

 

—Harimau y Kaplán, está demás recordar que deben cuidar los informes con su vida. Si alguien llega a enterarse de mis actividades me espera una bonita estadía en Azkaban

 

Desapareció rumbo al sitio en donde, aquel día, intentaría entender el funcionamiento de las pociones que tan mal se le daban. Tambaleó un poco en el momento en que se apareció aunque no le costó nada recobrar el equilibrio. Conocía aquellos pasillos como si él mismo los hubiera edificado, después de todo fue uno de los que tuvieron la premisa de conocer la nueva edificación. Estudió los planos, los hechizos y las maldiciones: todo fue informado a la SVR.

 

Aquella clase era lo suficientemente ¿aceptada? por la sociedad mágica por lo que decidió que, finalmente, la visitaría con su apariencia normal. Era la primera ocasión en que Bastian, con su rostro y cuerpo, tomaría una clase en la Universidad Mágica. Ingresó al salón de pociones y se mantuvo de pie a la espera de quien haría las veces de facilitador del arte de las pociones.

 

Se aseguró que el Iphone estaba apagado y que el hechizo desilusionador aún hiciera efecto.

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Era bien cierto que cuando estaba en el mundo mágico los que me conocían solía usar ropa muggle para estar más cómoda. Pero en esa ocasión no había cambiado los ropajes en cuánto ingresé a la nueva Universidad. En ésta ocasión tenía mis motivos. Después de la reunión que había tenido con los altos cargos del gobierno y los jefes militares, me habían dejado bastante preocupada. Tendría que reunir a mis dos alumnos o quizás tres, y llevarlos a un lugar, para nada desagradable.

 

¿Qué es lo que nos encontraríamos allí? No lo sabía. Apenas había informes. Sólo los que me habían proporcionado.

 

Consulté el pergamino que había encima de la mesa. Tendría dos alumnos y uno de oyente. Chasqueé la lengua. Conocía los nombres bastante bien. Aunque apenas los había tratado en su momento, ahora era necesidad de hacerlo por el bien común de todos y quizás ¿de la humanidad?

 

Abrí el maletín y extraje los documentos. En su lugar además de eso, guardaría las cosas básicas para hacer pociones. No me gustaba para nada, el lugar a dónde íbamos a ir. Pero, ¿qué podría hacer? Me habían pedido auxilio y parecía que era yo, la única que podía hacerlo.

 

En esos momentos entraron dos personas al aula. Me fijé, eran dos varones. Antoni y Bastian.

 

- Bienvenidos - respondí con una sonrisa.

 

- Hoy no daremos aquí la clase de pociones -les dije.

 

- Vendréis conmigo a un lugar que quizá no muy agradable. Aprenderéis a usar muchas cosas y a convivir con el peligro - sabía que quizá así los espantaría, pero ¿qué más podía hacer?

 

- Quizá las directoras me tomarán por irresponsable, pero ahora el deber me llama.

 

Con los documentos confidenciales en la mano, extraje mi varita mágica he hice tres copias...

 

- Quiero que los leáis y si aceptáis a venir conmigo pues, me seréis muy útiles - respondí, un poco agobiada, porque tenía prisa.

 

- Cómo bien podéis comprobar. Un peligroso virus ha escapado y a causado un caos bastante importante en un centro militar secreto que pertenece al gobierno. Ha matado a la mitad de científicos y a otros tanto los ha convertido para nosotros en inferis, para los muggles en zombies.

 

- Hay que entrar, erradicar el virus con una poción y hacer otra para al menos curar a los muggles y limpiar la zona afectada. ¿Os atrevéis? - Cuestioné con una sonrisa.

 

- Veo que falta Sally Sigel. En cuánto llegue... Nos marcharemos.

 

Tomé el caldero, varias bolsas de ingredientes para pociones la balanza de plata que había comprado en el negocio de Matt y los metí en el maletín..

 

Ahora sólo faltaba que respondieran los chicos. Por el bien de todos, teníamos que partir rápido:

 

off:

 

@ @ @@Sally Sigel

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Mi prima Heriké llegué a verla algo aliviada en cuanto nos vio entrar, me percaté que entraba a su clase, pociones, según nos recalcó.

 

La situación no dejaba espacio para consultas personales pero escuche con atención lo que se requería.

Nos aseguro algo mucho muy interesante: que aprenderíamos a usar muchas cosas y a convivir con el peligro.

¿acaso no teníamos nuestra varita?

 

Noté que Heliké tenia mucha prisa, y leí apresuradamente el documento que me dio, la situación era mucho muy grave y requería nuestra ayuda.

Lo que nos refirió hizo que dejará para después el motivo por el que fui a buscarla, ya con calma le consultaría después.

 

---Yo estoy dispuesto a acompañarte Heliké. ¿Dónde tomo los ingredientes e instrumentos necesarios para la elaboración de las pociones? ya tengo una daga de plata ¿puedo buscar lo necesario en ese estante?parece que hay unos equipos básicos.

 

Me moví con rapidez, de un momento a otro nos marcharíamos, también busque en que disponer las cosas para llevarlas con más

facilidad, algo me inquieto, el ayudar a los muggles...no tenía una buena impresión de ellos.

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La predisposición de Antoni me alegró. Una gran sonrisa se formó en mi rostro. Asentí con la cabeza:

 

- Quiero que todos tengamos la cabeza bien fría. No actuar por impulsos. Entiendo que el miedo nos hará flaquear y cometer imprudencias, pero lo que tenemos entre manos es un asunto crucial, para todos. Quizá ese virus pueda ser mortal incluso para los magos, por eso es neesario intentar lo máximo posible mantener la calma - les advertí. Aunque yo la verdad, estaba de los nervios. No tenía ni idea por dónde empezar... O casi.

 

Me preguntó el primo Antoni por las cosas que usaba... Miré a mi alrededor de las pocas veces que usaba esa aula, era simplemente para cambiarme de ropa e iniciar una nueva incrusión en otros lados...

 

- Ahí - señalé con mi dedo índice un armario de color caoba con cierre dorado. Abrí el primer cajón de la mesa del profesor y extraje una llave dorada, se la lancé esperando que la recogiese.

 

- Tendrás todo lo necesario, yo ya llevo en el maletín lo que necesitaremos. Seguro que allá habrá cosas que nos faciliten la tarea - respondí.

 

Pero pareció buscar en diferentes estantes...

 

- Sí, buena idea - asentí con la cabeza- coge todo lo que puedas, para la fabricación de diferentes pociones. No sabemos con lo que nos podemos encontrar.

 

Me fijé en la cara de mi primo y sonreí...

 

- A mí tampoco me gusta ayudar a los muggles, pero cuando puede afectar al mundo mágico tengo que actuar en consecuencia - mi poder de empatía (aclaración: sólo rolístico, no tiene nada que ver con la legeremancia, heli detecta los sentimientos de los familiares más cercanos a ella) a veces estaba activo pero para con Antoni parecía apagado. Entendía que no tenía una conexión tan fuerte como lo podía tener con Matt o Sagitas, incluso. Pero esperaba al menos interpretar bien sus gestos aunque poco lo conocía, a decir verdad.

 

- Me alegro que tengas una daga de plata, pero espero sólo tener que usarla para cortar ingredientes - una línea curva se formó en mi rostro, acompañado por los ojos.

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Sacaba ingredientes del estante y luego escuche a mi prima que buscará en el armario de color caoba con cierre de oro, hasta oí cuando me lanzó la llave. Entendí que no perder tiempo era primordial. Fui a recoger la llave y con ella abrí el armario.

¡que maravilla! Había excelentes libros, tome "Elaboración de pociones avanzadas" de Libatius Borgge y "Filtros y pociones mágicas" de Jigger Arsenius.

 

Tome otro estuche con varios ingredientes especiales como la plasma sanguíneo de Uro, también tome tubos de ensayo, mortero y vasos de precipitado. Mis ojos centellaron al ver un ejemplar del "Moste Potente Potions"¡seguro que nos seria de utilidad!

 

Comencé a acomodar todo en un maletín, esperaba que los ingredientes fueran los idóneos para pociones curativas y para antídotos. Si hubiese más tiempo...pudiera pedir consejo de Anna o del mismo Hades, que era experto sanador en conocimiento de virus. Bueno...pase la punta de mi lengua por mis labios, repasando lo que conocía de pociones. Eso me hizo sentir mayor confianza, claro que un salón de clases o una visita a la biblioteca era muy distinto a una situación real.

 

Sonreí satisfecho de poder poner en practica lo que conocía. Como mi prima Heliké me pidió llevar todo lo que pudiera para la elaboración de diferentes pociones, tome otro morral y ahí seguí empacando mas ingredientes, no deseaba tener que lamentar que nos faltara algún ingrediente.

 

Mientras lo hacia, recordaba que el virus ya había matado a muchas personas, si seguía expandiendo más, sería una alerta a tal grado que todos estarían en peligro. ¿Como decía aquel libro que se combatían los virus?no lograba recordar ¡y era mucho muy importante!

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—No puedo ir con esta apariencia, no me arriesgaré —dijo el mago.

 

Aquello fue lo primero que le vino a la cabeza. Como mago le daba igual todo aquel rollo del secreto hacia los muggles, no le importaba que los muggles no supieran de su existencia, así como tampoco le importaba si es que estos llegaban a conocer el oculto mundo de la magia. La única persona muggle que le importaba sabía de su existencia: el presidente de la confederación rusa que era, palabras de su padre, su verdadero jefe.

 

Lo que de verdad le causaba ¿pánico? era que en el mundo muggle lo conocían. No podía arriesgarse a que el Primer Ministro (o cualquier otra persona del gobierno) vieran al experto en informática de la oficina del primer ministro con personas de dudosa procedencia.

 

—Utilizaré mis... dones para ocultarme. Tengo que aclarar que iré por un motivo: no me convienen que los muggles desaparezcan. Cuando el secretismo caiga ellos deberán servirnos como superiores que somos —dijo. Aquella era su tapadera para con los mortífagos y para con la comunidad mágica en general. Era sabido por todos que él consideraba a los sin magia como seres que debían servir. Al menos eso es lo que la gente pensaba, a él le daba igual.

 

Tronó el cuello varias veces produciendo un relajante sonido de los huesos chocar uno con otro. Cerró los ojos, se concentraba con más facilidad. Su rostro comenzó a "derretirse" y en un momento dejó de tener rasgos característicos. Al siguiente segundo el color de su piel había cambiado de clara a oscura. Su cabello creció formando rastas. Creció varios centímetros (como si no fuera lo suficientemente alto) y su voz se volvió mucho más ronca. Abrió los ojos y agitó la varita mágica, toda su vestimenta típica de magos se transformó en una camiseta y pantalones coloridos. Los zapatos de piel de dragón desparecieron y en su lugar se hicieron presentes unos zapatos muggles de moda.

 

—¿Inferis creados por muggles? ¡Es de locos! —bufó un tanto molesto.

 

Creció impregnado con las artes de lo muggles. Su padre lo formó no solamente como espía, sino que le elaboró una tapadera mediante la cual le sería fácil infiltrarse en lugares de importancia en donde se desconocía de la magia. Por ello es que Bastian sabía aquel fetiche de los muggles por vencer la muerte de una u otra forma. En las pantallas de cine y televisión abundaban zombies que eran el furor de la audiencia.

 

—Me fiaré de la profesora —dijo con su nuevo raro acento —. Espero que elija bien los ingredientes.

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Mientras veía que Antoni estaba recogiendo las cosas con premura, no pude evitar sonreír. La verdad es que le había puesto bastantes ganas. Eso me había animado bastante. Pero aún así, sentía que el tiempo parecía que no nos ayudaba en absoluto así que, debíamos de apurarnos lo más posible.

 

@@Sally Sigel seguía sin aparecer. Pero al menos el mago que había tomado el conocimiento, había empezado a hablar. Al menos, parecía que no estaba tan asustado como aparentaba. La verdad es que la misión en sí, era de alto riesgo. ¿Podría ser que incluso, ellos fuesen afectados por ese virus mortal? Esperaba que no. Al menos, que no mutase para combinarlo con el ADN mágico.

 

- Me parece bien Bastian. Estoy de acuerdo contigo. Pienso que los muggles deberían servirnos. Pero de momento el Estatuto del Secreto no está levantado así que, debemos de tomar las máximas precauciones - le pasé los documentos en dónde informaba de todo el asunto requerido en el espacio militar protegido.

 

- A mí lo que no me conviene es que ese virus pase a nuestro mundo. Sería un desastre de proporciones que no me quiero ni llegar a imaginar, señor - asentí con la cabeza. Pero confiaba en mis conocimientos y en la ayuda de los alumnos que tenía a mi cargo para llevar a cabo todo con premura.

 

- Espero que todos estén listos. No será un viaje largo, usaremos un traslador.

 

Busqué en la arca de madera que tenía detrás de la mesa. Era bastante vieja. Tenía una igual en la mansión Rambaldi, salvo que ésta, guardaba cosas para la Academia. Sobre todo, para hacer traladores ilegales al mundo mágico como era en esa ocasión.

 

Saqué una tetera desvencijada y que le faltaba la tapa. La puse encima de la mesa y esperé a que todos estuviesen listos.

 

- No es que sea de locos - me fijé en cómo Bastian había mutado drásticamente. Ahora no se parecía en nada al mago que había aparecido en clase.

 

<< Me temo que algún terrorista se ha infiltrado y es hora de resolver la situación - comenté con preocupación - no sabemos porqué justamente en dónde ese lugar que se supone que es casi secreto y que nadie sabe de su existencia ha conseguido burlar la seguridad del complejo, algo nos dice que estamos ante un individuo muy peligroso, hay que tener todos los sentidos en alerta - les advertí.

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Si bien había dicho que se fiaría de la profesora, supo que era muy prudente preparar unos cuantos bezoares por si era necesario. Si bien los virus no eran combatidos por aquella pieza mágica, podría servir para mitigar parte de los efectos al menos mientras se encontraba la poción adecuada para combatir aquella enfermedad.

 

—Antes de partir me gustaría saber como se transmite el virus. He de decir que he estudiado el arte de los muggles por motivos... personales. En varias de sus obras de arte el virus suele transferirse por el aire sin más, y se activa cuando la muerte. En otras obras queda muy claro que se transmite por mordida ¿De que debo cuidarme? —preguntó.

 

Agitó la varita mágica nuevamente haciendo que una sustancia negruzca y gaseosa comenzara a oscilar en su espalda. En unos segundos aquella fantasmal aparición tomó forma sólida dejando ver una negra vaina que dejaba ver el mango de plata de una espada: una calavera que desprendía un brillo sobrenatural cuando se encontraba en total oscuridad.

 

—He de asumir, si las leyendas que han creado los muggles son ciertas, que aquellos enfermos están efectivamente muertes y que no será problema rebanarles la cabeza.

 

Las últimas palabras de su profesora causaron que casi se pusiera a reír a carcajadas. Él había espiado a los Británicos por ya varios años y conocía todos los centros de investigación habidos y por haber. Se hacía una idea del sitio que visitarían y se imaginaba cual sería el lugar. Quizá investigar aquel desastre sería su fuerte, pero por su seguridad debía ocultar sus habilidades de espionaje y (si fuera posible) hacer creer a sus colegas magos que eran ellos los que encontraban las pistas.

 

—Sea como sea, estamos listos ¿partimos? —cuestionó.

 

 

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