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Adivinación II


Melrose Moody
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Desde la última y extraña experiencia en su clase, Catherine había decidido tomarse las cosas con más calma.

 

En aquella oportunidad, iban a permanecer en el salón. Por supuesto, eso no significaba que iba a sentarlos en pupitres y hacerles anotar los posibles significados que, muy probablemente, los interesados en el ramo ya habían revisado cientos de veces. Luego de aparecer en los jardines posteriores y dirigirse al aula, Catherine observó el resultado de lo que había producido con cierta satisfacción.

 

El suelo estaba recubierto por una mullida y artificial capa verde de una mezcla de césped y musgo. Entrelazadas, habían además, raíces que parecían surgir del mismísimo suelo, y que recorrían de forma sinuosa, el mismo césped y musgo que parecía envolverlas y rodearlas como terciopelo. Éstas raíces eran, por supuesto, los asideros a tierra de enormes árboles que parecían dar al aula la idea de que se encontraban en medio del claro de un bosque, de noche. De las ramas de éstos nudosos y frondosos árboles, varias decenas de ojos ambarinos y negros azabache observaban interesados y muchos posaron en Catherine la vista, cuando ésta ingresó.

 

<<Ophelia, susúrrame mi bella serpiente>>

 

Una imponente mamba descendió enroscándose del árbol más grande, que se encontraba en el centro mismo del aula. Ésta había sido amplificada claramente mediante un hechizo. Catherine notó el contraste de la luz del sol con el cielo estrellado del interior y sonrió; quedaría perfecto en cuanto cerrara la puerta. Hasta Káiser, en su interior, parecía ligeramente complacido. Se había asegurado también, de bloquear la ventana con alféizar con una mata de madreselva.

 

Las serpientes susurraron frases extravagantes, mientras Ophelia reptaba hacia su dueña con la cabeza ligeramente levantada y ésta se aprestó a recibirla con los brazos abiertos. En cuanto la hubo alcanzado, se enroscó en torno a su pierna y trepó a través de ella, generando en Stark un repentino y delicioso escalofrío. Había llevado un corto vestido negro, que le llegaba hasta medio muslo, exclusivamente por el tipo de ramo que iba a dictar (cuanto más ligera de ropa mejor, creía haber mencionado el tema en el pergamino que anunciaba el inicio de la clase). La serpiente pronto se enroscó en torno a su tronco, deslizando su cuerpo a través de uno de sus brazos.

 

Catherine notó como la punta de la cola de la serpiente aun se demoraba en su pierna. Ophelia medía sus buenos cuatro metros o quizá poco más y Catherine notó complacida como la cabeza de su serpiente llegaba a su mano derecha, enroscándose demás alrededor de su muñeca para luego alzar sus curiosos ojillos hacia su rostro.

 

La bruja, no sin cierta emoción, dobló el brazo para poder acercar la cabeza de la serpiente hacia su cara. Los diminutos ojillos de Ophelia la observaron con algo que hasta parecía diversión. Y escuchó un bajo aunque claro siseo:

 

>>¿Llegarán los humanos pronto?<<

 

Un extraño e irregular coro de siseos siguió a la pregunta. Catherine asintió y volvió la cabeza hacia la puerta, en donde descansaban sus botines de fieltro. Había entrado descalza, puesto que a ellos no les gustaban los zapatos (Catherine nunca había podido entenderlo) y, recordando la importancia de ello, extrajo la varita del bolsillo delantero de su vestido. Caminó entonces hacia la puerta y una vez estuvo parada bajo el dintel, alzó la varita ante ella y exclamó >>¡Flagrate!<<

 

Luego de escribir apresuradamente un corto aviso y desaparecer sus botines con una floritura, guardó la varita y se volvió al centro de la estancia apoyando la espalda en el árbol central, el más grande, atenta otra vez a las miradas y siseos de su serpiente. Mientras tanto, en la puerta podía leerse:

 

"Dejar los zapatos fuera y no a la vista. El último en llegar, habrá de cerrar la puerta."

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Recibí el aviso de la profesora de adivinación. Por fin podría tomar esa materia nuevamente y esta vez, aprobarla. De haber vivido con mi madre, que era la que tenía ese don, por llamarlo de alguna forma, seguramente estaría desilusionada. Sin embargo, afortunadamente mi padre quería que me especializará en otras conocimientos.

 

Iba vestida con un pants color verde camuflaje, sudadera del mismo color y una playera de mangas cortas color beige. Ya se me hacia bastante incómodo llevar la sudadera de mangas largas, para usar estas también con la playera. En la mano derecha llevaba mi varita y esta vez, no llevaba mi mochila que usaba en los cursos, algo me decía que iría más cómoda asi.

 

Aparecí en los terrenos de la universidad y me dirigí al salón, haciendo una mueca al ver que tenía que quitarme loz tennis, cosa que no me gustaba, además, ¿no dejarlos a plena vista? Me los quite y busque donde ponerlos, pero al no tener más imaginación, les hice un sencillo hechizo de invisibilidad, poniendolos del lado derecho de la puerta. Al menos no estaban a la vista de nadie.

 

Ver el salón me quito la incomodidad de estar descalza, era como estar en un bosque, más bien en un claro del mismo, cosa que me gustaba. Le sonreí a la profesora, a quien no tenía el placer de conocer. Era curiosa la sensación bajo mis pies, cualquiera hubiera dicho que el pasto era real, pero parecía ser una alfombra. De repente, me di cuenta de las serpientes y no pude evitar hacer una exclamación, antes de saludar.

 

-¡Juguetes!- Me gustaban las serpientes. Tenía una mamba negra y mi runespoor, además de poder hablar con ellas.-Perdón, profesora. Buenas noches. Soy Lyra Katara Selwyn. Están preciosas, ¿podremos llevarnos una a casa de recuerdo?

 

La clase estaba empezando a gustarme. Pase mi manno por mi cabello largo, lacio y castaño, para evitar tocar una de esas hermosas serpientes sin permiso.

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No hay nada más digno y cómodo para un mago, que su túnica —le reprochó a la nota en sus manos, mientras la arrugaba. El pergamino contenía los detalles de la nueva clase de conocimientos a la que se había anotado. El aviso le golpeó cuando aún no se había repuesto de la excursión improvisada a la que les había sometido Mistify. Conservaba los detalles muy fresco del viaje y un sentimiento que bailaba entre la preocupación y la curiosidad le hizo prometerse escribir a Brardolla para informarse de su estado. Nunca había tenido la oportunidad de verla transformarse y sin duda aquello había marcado un antes y un después en una relación que ahora se inclinaba más al respeto, que a la sana competencia.

 

El recorrido hasta las instalaciones de la Universidad fue rápido y sin contratiempos. El aviso en la puerta del aula designaba invitaba a los alumnos a descalzarse. La sacerdotisa levantó una ceja sorprendida por el pedido y se retiró el calzado de medio tacón que vestían sus pies, posándolos en un armario improvisado que colocó a un lado de la entrada. El estante era de madera lisa y dos niveles. Muy básico y hasta rudimentario, pero con una salvedad. Cualquiera que fuera a tomar las pertenencias allí depositadas con ánimo delictivo sufriría una urticaria que sólo desaparecería si devolvía el objeto y se alejaba de su ubicación. Al final de cuentas, no le apetecía volver descalza a casa y aquellos zapatos eran infinitamente cómodos.

 

Tres de tres —y sonrió, enmarcando un gesto amigable, en aquella madeja de pelo azul que caía por sus hombros sin control. Cada clase tomada se había inclinado a esa vegetación, no sabía si por mera coincidencia o con algún propósito oculto. Sus dedos se afianzaron en el césped como recargando su energía. Sí, se sentía bien. Al final de cuentas, ella estaba relacionada con el entorno. Era su naturaleza.

 

A Lyra le encantan los souveniers —dijo a modo de saludo. Con un rápido vistazo a la sala se dio cuenta que sólo estaban ellas tres y infinidad de ofidios que Ainé suponía debían ser idea de la profesora, colocada en el epicentro de aquel ecosistema.

 

La Warlock, ataviada al completo de negro, con una túnica de tela vaporosa y cómoda, se sitúo en el medio del trayecto y sopesó las ventajas que podría tener si se transformaba en lince, si la suerte no le acompañaba.

 

Allí no habían bolitas mágicas, cartas, ni posos de té. Sería, sin duda, una clase particular.

 

 

 

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Escuché las palabras de saludo de una voz conocida y que me hizo sonreir, mientras recordaba los souvenirs que había perdido en esa clase. Movi la cabeza negativamente, con cierta tristeza, mientras volteaba a ver donde estaba Aine.

 

- Solo fue una clase que me quise llevar souvenirs.- Comenté divertida.-Y no me los pude llevar, se fueron corriendo. Bueno, unos corriendo y otros volando. En las demás clases no ha habido recurdos que valgan la pena, a ver si tengo mejor suerte en esta.

 

Recordé las tras otras clases con tristeza. Conocimiento de maldiciones, en la que había un cuervo negro malhumorado que no quería jugar y ni una sola pluma me dejo. Astronomía, donde ni siquiera nos repartieron algunos mapas astrales y uno no podía robarse las estrellas. Tenía que entrar a clases donde por fin pudiera llevarme un bonito souvenir.

 

-¿Crees que note la maestra si me robo alguna?- Le pregunté a Aine susurrando, mientras me acercaba a ella.-Tiene muchas y no creo que las tenga contadas.

 

-Falta que nosotras queramos ir contigo.- Siseo una, mientras se levantaba por completo, como si intentara salir de una canasta.

 

-Agresiva, pero a ti no te llevo. No eres linda.- Comenté, siseando también gracias al pársel, para hablar después en nuestro idioma.- Creo que ya no quiero un souvenir,menos si este protesta.

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-Bienvenida -contestó con naturalidad.


La mujer que había llegado era muy hermosa y Catherine se sintió complacida de notar que las serpientes parecían ser de su agrado. Káiser, sin embargo, pareció sumirse en un profundo silencio. Luego, susurró en su cabeza una sola palabra, sutil, que reverberó en el conocimiento de Catherine como una extraña advertencia: demonio.


Sus pupilas se agrandaron ligeramente por unos segundos, en una mirada de genuino interés.


-Catherine Stark -continuó, simplemente, dejando de apoyarse en el árbol para poder acercarse a Selwyn-. No diría precisamente de recuerdo pero... -miró alrededor- si alguna quiere acompañarte cuando esta clase finalice, no tengo ningún derecho de impedírselo.


Con un gesto de su mano libre, Stark le indicó que se acercara a cualquiera de las que se encontraban en la estancia. Y fue en ese preciso instante, en que otra de las alumnas ingresó. La primera impresión que tuvo de ella Catherine fue, no sin cierta decepción, que se trataba de una mujer sumamente frágil. Sin embargo, al notar la calculadora expresión de su rostro, consiguió apaciguarse. Nunca había sido muy buena tratando a la gente débil.


-Dado que al parecer has alcanzado a oír mi respuesta -indicó Catherine con una parca venia de bienvenida-, entenderás que dado que esta clase estará estrechamente relacionada con estas criaturas, quizá sea probable que alguna desee acompañarlas más adelante -Catherine les indicó que se acercaran un poco hacia el centro de la estancia-. Catherine Stark -añadió en direcciòn a Malfoy, mientras su serpiente descendía lentamente por su pierna para subirse al enorme árbol-. Tendré el placer de dictar en esta ocasión. Y les pediría que se centren en una serpiente en particular, la que más les convenga.


Por supuesto, con ese comentario también había que tener en cuenta la preferencia de la serpiente; algo que la mayoría de los hablantes de pársel entendían. Sin embargo, aun cuando no estuvieran enteradas de ello (nunca se sabía) las de aquel "salón" eran unas especialmente amigables.


De reojo, observó a Ophelia en el árbol y luego rápidamente a Malfoy. Se sentía un tanto desorientada respecto a su naturaleza. Sin embargo, restó importancia a los susurros apresurados de Káiser al respecto. Recordó apenas algunas palabras sueltas: "tiempo", "magia", "sacerdotiza" y también "absorción de poderes". Quién supiera a qué se refería, tampoco le importaba mucho, aunque supo que tenía que ser un tanto cautelosa.


-Yo que tu sería un poco más cortés con ellas -dijo Stark en pársel, mediante una serie de silbidos, no sin cierta frialdad hacia Selwyn-. Una vez tengan a la serpiente de su elección -añadió, mientras observaba a Ophelia-, quisiera que la llamasen. Prueben con eso primero. Si les hace caso, habrán tenido éxito. Por ejemplo...


<<Ophelia, mi intrigante serpiente. Ven a mí>> siseó.


La serpiente se deslizó rápidamente del lugar en donde estaba, hasta quedar a sus pies. Catherine sonrió.


-Si se encuentran familiarizados con el pársel, pueden utilizarlo. Si no, debería funcionar también con los que no poseen dicha habilidad -explicó con calma- si la serpiente no hace caso de su llamado, les recomendaría que tratasen con otra aunque -sonrió- ya saben que no les gustará ser llamadas en segundo lugar. Elijan bien.

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Le sonreí a la profesora. Parecía ser bastante agradable aunque como la mayoría de los profesores, un poco seria, lo cual era normal, cada uno tenía su estilo. Me estaba relajando bastante en ese sitio, ni parecía estar en clase, olvidándome de todo.

 

-Gracias, profesora. Espero que alguna me compañe.- Me había alegrado el día su respuesta.

 

Sin embargo, al parecer no le agradaba mucho a las serpientes que ahi se encontraban, lo cual no era de extrañarse. Al igual que con los humanos, era difícil poder congeniar con algunos animales, aunque no les hubiera hecho uno nada. La contestación de la serpiente agresiva me había desanimado mucho ¿y si no lograba congeniar con ninguna?

 

-De acuerdo.- Contesté a la profesora cuando dijo lo de ser cortés, también en un perfecto pársel. Al menos la clase me daría oportunidad de practicarlo.-Aunque yo no hice nada.

 

Eso iba a ser difícil si todas las serpientes opinaban igual que la primera que había hablado conmigo, por más raro que pudiera parecer eso. Moví la cabeza negativamente sin moverme de mi lugar, cuando sin llamarla, una hermosa cobra se acerco a mi y me rozo la pierna.

 

-Trabajemos juntas, si quieres.- Dijo la serpiente en pársel, amigablemente.- Mi nombre es Medusa.

 

Me sente en el piso de inmediato, mientras intentba acaraciarla y para mi sorpresa, ella dejo acariciarse la cabeza tranquilamente. Las otras serpientes se alejaron respetando nuestro espacio.

 

-Mucho gusto, Medusa. Mi nombre es Katara.- Casi no solía usar el Lyra, aunque cosa rara, la mayoría me llamaba por ese nombre. No sabía porque lo preferían a Katara, ¿por ser más corto.-Gracias por trabajar conmigo.

 

Mire a la profesora, sastifecha. Al menos había logrado tener compañía para ese curso y me agradaba bastante, esperaba aprender mucho de la misma, de todas formas, todo aquello era novedoso para mi. Era mejor cuando la serpiente te elegía, no al reves. Por lo general ocurría eso con la mayoría de los animales. Ellos te escogían, de repente se acercaban y ya tenías una mascota en tu vida.

 

-No empezamos mal, después de todo.- Pensé, mientras añadía en voz alta mediante silbidosdirigiéndome a la profesora.-Me alegra que podamos usar el pársel. Va a ser más fácil todo.

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¿Cómo se supone que voy a saber que soy el último en llegar? —se preguntó el patriarca de los Black Lestrange antes de cruzar el umbral de la puerta que daba hasta el aula de Adivinación, la última de las materias que había decidido tomar a pesar de tener ciertas reticencias respecto de aquel conocimiento mágico— Entiendo que debo ¿adivinar? Já.

 

Jocker negó con la cabeza al tiempo en que hacía desaparecer sus sandalias con un movimiento de varita, transportándolos hasta su habitación en la mansión Black Lestrange e ignorando a propósito el espacio aún disponible en el pequeño estante de madera junto a la puerta. Las instrucciones eran bastante claras respecto de no dejar zapatos a la vista, por lo que asumió que debían de tener alguna especie de sortilegio o maldición sobre ellos. Lógica pura, más que dotes de adivinación.

 

Haciendo caso a lo avisado a través del mensaje de bienvenida, Jocker vestía un kurta de color gris oscuro con mangas ¾, que dejaba ver un pequeño tatuaje de un triángulo, y que además tenía cuello henley, el que, por cierto, estaba rodeado por un bordado claro idéntico al que llevaba sus mangas.

 

A diferencia de su retrato, el Warlock vestía en aquella ocasión una túnica negra, lisa y con el frente despejado que permite ver el kurta de color salmón que cubría su piel, y que poseía, al igual que el borde abierto de su túnica, dorados en los pliegues y en el cuello; en los pies, llevaba unas sandalias del mismo tono negro que su túnica.

 

Lamento el retraso, —exclamó al cruzar la puerta y encontrarse de frente a Catherine Stark, la maestra, Lyra y Ainé, sus compañeras —pero imagino que ya sabían que llegaría tarde, ¿no?— añadió tratando de lanzar un comentario agradable, aunque, en realidad, lo que había salido de su boca sonaba más a sarcasmo que a otra cosa.

 

Ni siquiera se volvió para realizar un ademán por cerrar la puerta. Tenía entendido que serían cuatro alumnos y a él, al ser el tercero en estar allí, no le correspondía cerrar la puerta. Nuevamente la lógica golpeaba a su sentido adivinatorio.

 

De pronto, una serpiente de color verde herbáceo brillante mezclado con un intenso verde claro le tocó los pies descalzos, como si intentase llamar su atención antes de hablarle en un siseo incomprensible a los oídos del Warlock que sintió la necesidad de aprender pársel.

 

Jocker le miró intrigado, casi hipnotizado por la profundidad de sus ojos y miró a la maestra esperando instrucciones. Vio entonces que sus compañeras también estaban siendo acompañadas por serpientes y entonces lo entendió: Ofiomancia.

 

El Warlock tomó la iniciativa e invitó a la serpiente a posarse en su antebrazo y mano, poniéndose en cuclillas. Sabía que se trataba de una especie conocida por su veneno, no tan poderoso como el de otros tipos de mambra, pero aun así con la posibilidad de matar en breves minutos con su veneno.

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-Sin duda es de mucha ayuda -respondió Stark a su vez, en dirección a Selwyn-. Al menos en la primera etapa.

 

La llegada del tercero de los alumnos hizo que volviera la cabeza y asintiera en cuánto vio como se familiarizaba rápidamente con una de las serpientes que allí se encontraban. Había llegado el momento de empezar con la clase, no podía esperar más a la llegada de la última de las alumnas.

 

-La ofiomancia -explicó mientras deslizaba sus dedos para acariciar a su serpiente-, es un arte que empezó hace mucho tiempo, muy probablemente en la época Egipcia, aunque ciertas fuentes afirman que en un inicio no se utilizaban serpientes, si no cocodrilos -su voz sonaba calma, pero poco a poco ésta empezó a generar aquel efecto de escuchar dos voces al unísono salir de su boca, debido a que la voz de Káiser empezó a escucharse también, por debajo de la suya, de forma sutil-. Sin embargo, en la actualidad, son las serpientes las que nos indican los designios del destino que queremos buscar; siempre a un precio y siempre si somos capaces de dilucidarlo, dejando un poco de lado la mundana naturaleza humana.

 

Catherine sabía que había muchas personas que sólo tomaban aquel curso por mera curiosidad o simplemente porque deseaban completar sus conocimientos: había tenido un caso parecido en su clase anterior e incluso una masiva confusión en cuanto a las inscripciones. Pero no importaba ya que, al fin y al cabo, siempre trataba que las artes adivinatorias que enseñaba dependiesen lo menos posible de las habilidades de sus alumnos en el ramo.

 

-Sacrificios humanos y otros mamíferos fueron los primeros tributos, lo que apoya la teoría de que en un inicio, se practicaba con cocodrilos -afirmó mientras Ophelia se deslizaba con cuidado de su brazo-. Sin embargo, actualmente, el precio a pagar es bastante más razonable.

 

Acercándose a uno de los extremos del aula, Catherine apretó un interruptor. Al instante, el techo, que semejaba a una bóveda gracias al encantamiento atmosférico que había echado sobre él, se pobló de diminutas y refulgentes estrellas.

 

-La observación necesita ser cuidadosa y precisa -explicó mientras dejaba que Ophelia descendiera de su cuerpo una vez más y la serpiente se posaba ante ella en tierra-. Por favor, tomen un poco de aquel montón y enciendan un fuego.

 

Mientras decía aquello, señaló un montoncito de sabia dulce en el que hasta entonces nadie había reparado, pegado en diversos árboles de laurel. Ella misma tomó una buena cantidad y, agrupándola ante ella y Ophelia, echó el fuego directamente de su varita, hasta que ésta empezó a arder, generando un humo espeso y extrañamente agradable a su gusto. El resto de las serpientes, que no acompañaba a ninguno de ellos, se alejó hacia los extremos del aula. Catherine, pronto echó además unas varillas de leña que se encontraban listas para ser utilizadas.

 

Con un rápido ademán, Catherine extrajo de su bolsillo la poción que había estado guardando. Era de un color celeste, casi cielo, y al moverlo ante ella, parecía tener la consistencia de algo fluido, como agua.

 

-Beberemos sólo un sorbo cada uno -dijo, abriendo el vial y midiendo con cuidado la dosis-. No es venenoso, pero bebido en extremo, podría causar alucinaciones -no pudo evitar sonreír-. Mucho me temo que no es lo que buscamos hoy; el vial tiene un medidor, así que consuman sólo una medida -continuó, señalando las diminutas líneas negras que brillaban y se asemejaban a ciertos medidores científicos muggles, aunque la propia Catherine no lo supiera-. Cuando cada uno haya bebido su parte, debería sobrar aun una medida para la estudiante que falta.

 

Sin más, pasó el vial hacia Selwyn, asegurándose con bastante cuidado de que lo sostuviera con propiedad. Luego, casi como contradiciendo lo que acababa de decir, cerró la puerta del aula con una floritura de su varita. Si la muchacha llegaba, siempre podría tocar.

 

Ophelia mientras tanto, se deslizaba ante el fuego y en sus escamas refulgía la luz de las llamas y también las de las estrellas haciendo que cambiara constantemente a medida que se deslizaba de diversas formas. Cuando Catherine la observó, les legó su última instrucción, de momento.

 

-Al observarlas, quiero que retengan en su memoria lo primero que visualicen -explicó, esperando hacerse entender-. Es decir, lo primero que se les venga a la mente sin sentido aparente y que nada tenga que ver con la clase de hoy o la propia serpiente.

 

Catherine no tuvo que hacer mucho esfuerzo para visualizar lo que acababa de explicarles. Pronto, los ojos castaños de Richard parecieron observarla y, también, el brillo de un cabello negro, como ala de cuervo. Tardó un buen rato en darse cuenta, que era el cabello de Káiser, a quién había visualizado en su antigua forma, dentro de aquel retrato infernal. Sin embargo, su razón no emitió opinión alguna, dejándola sumida en un profundo silencio, como siempre que pasaba en sus clases ya que Káiser nunca había tenido la habilidad de predecir el futuro... al menos que ella supiera.

 

Así que... ¿cómo sería que aquella predicción iba a relacionar a Káiser con Richard?

 

Sintió un hormigueo en el antebrazo y cansancio en los hombros, aunque estaba muerta de curiosidad.

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Escuchaba atentamente a la profesora. Aunque por su tono de voz y el ambiente de la misma, parecía correr el riesgo de quedarme dormida. Me había acostumbrado al horario de astronomía en que las clases por obvias razones eran nocturnas, dormir un par de horas y de ahi al Ministerio. Por Voldy, deseaba que el concierto terminara para volver a una tranquilla vida rutinaria, al menos un tiempo.

 

Me fije en la sabia dulce, quizás podría plantarla en el invernadero en Chrrookshanks y venderla, podría ser una buena opción de negocio. Me levante, mientras Medusa se quedaba en su lugar y tome un montón, regresando a mi lugar. En seguida acomodé el montón y prendí un fuego, después de señalarlo con mi varita.

 

-Rayos, hubiera traido malvadiscos.- Pensé al recordar el ambiente típico de una fogata al hacer un campamento, aunque no era ese el caso.

 

El fuego empezó a arder. Tome la poción que me correspondía y se la pase a la persona que me quedaba más cerca, a simple vista parecía ser Aine, que había llegado poco después.

 

-No sabe tan mal.- Murmuré, sin evitar hacer algunos gestos.

 

Miré detenidamente a Medusa, quien bajo el efecto de las estrellas y el fuego cambiaban de forma rápidamente, sin poder concentrarme en nada. ¿Así era como funcionaba la adivinación? ¿Al menos este método? Siempre había creido en que bastaba tocar a las personas o cosas para que llegará algo a la mente, era como decía papá que funcionaba la adivinación en mamá. Aunque no me importaba hacerlo de esa forma.

 

No pude evitar sentirme mareada con el juego de uces que se empezaba a formar. La serpiente no se había quedado quieto, parecía un hotel en las montañas, lleno de nieve. No, no era la Isla Atlántida, sino uno que nunca había visto.

 

La serpiente se había acomodado a mi lado, por lo que solo estire el brazo para acariciarla. Intrigada, moví la cabeza a ver si la imagen se iba, pero seguia ahi. Obvservé a mis compañeros para ver sus reacciones y no pude empezar a platicar en pársel con Medusa, aunque debilmente.

 

-Deberíamos intentar adivinar si la compañera que falta vendrá a clase. ¿Servirá para apostar?- Pregnté alegremente a mi compañera.

 

-No lo recomiendo. Podríamos darte una lección que no te gustaría.- Aconsejó Medusa, a quien acaricie.

 

-Esta bien, nada de apuestas.- Otra vez en pársel.

 

Miré a la profesora nuevamente esperando instrucciones.

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Jocker observó con desconfianza la poción que la profesora pedía que bebieran y observó atentamente a Katara y a Ainé beber su parte sin problemas. Cuando finalmente llegó su turno, primero llevó el líquido frente a sus ojos para observar su composición moviendo levemente el recipiente; luego lo llevó hasta su nariz para intentar identificar algo más; y finalmente, tras devolver la mirada a la profesora, que regresaba de cerrar la puerta, bebió el sorbo que le correspondía.

 

«Por supuesto que nos hará alucinar» pensó, identificando la poción como un poderoso alucinógeno natural, utilizado por magos y hechiceras de la antigüedad para potenciar su don y poder adivinar el futuro de sus pueblos. Famosos entre ellos eran, por ejemplo, Casandra y Tiresias.

 

El Warlock observó entonces la pequeña fogata que había realizado momentos antes: Las llamas parecían más brillantes, al igual que la repentina –más bien, artificial- noche que había caído sobre ellos. Sus pupilas se dilataron y a su mente llegó solo un pensamiento: «Imagina lo que podrías llegar a ver en tu forma animaga»

 

La voz que sonó en su cabeza tenía bastante razón, y es que sabido es que la visión de los humanos es bastante limitada comparada con la de otros animales acostumbrados a la vida nocturna como felinos, búhos, lobos y zorros. Jocker se preguntó si Ainé y Katara recordarían aquellos y se transformarían en sus correspondientes animales… Katara, seguramente no, y es que el párcel, al parecer, le era mucho más útil en ese sentido.

 

El exmortífago dejó caer su capa y se quitó raudo el kurta que cubría su piel. Sus compañeras de clase y la profesora, seguramente creerían que la poción que habían bebido le estaba afectando de manera diferente, mas luego entenderían las verdaderos motivos por el cual estaba quedando tal y como le habían dejado en el mundo.

 

Jocker no se avergonzó en lo absoluto de quedar completamente desnudo, pero no tardó en cambiar a su forma animaga: un zorro de pelaje anaranjado, orejas negras, patas blancas al igual que la punta de su pomposa cola.

 

La serpiente que le había escogido se movía curiosa, frente a él, que, en efecto, podía ver mucho mejor ahora.

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