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Encantamientos IV


Ky.
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El primer día de lo que sería su segunda clase había amanecido con fríos vientos, los cuales quemaban hasta los huesos, gracias a que un día anterior había estado lloviendo, para ese momento la Malfoy se encontraba en cama con el cabello alborotado y el rostro verde de lo mal que se lo había pasado en la noche culpa de un resfriado.

 

Trato más de tres veces levantarse de su cama, la cual era cálida y todo parecía que las sabanas no estaban poniendo de su parte, ya que se encontraba enredada en ellas, pero cuando por fin logro ponerse de pie, no duro ni cinco segundos en volver a envolverse y tirarse dentro. Por lo que en ese momento decidió enviar a la chica que trabajaría con ella como su adjunta, en lo que ella se recuperaba de la gripe.

 

Samantha, era una chica rubia de ojos miel, no era muy alta pero tampoco demasiado baja, ella le llamaba un tamaño correcto, había sido adoptada por la Malfoy hace apenas unos meses atrás, después de que la demonio le había golpeado sin querer mientras conducía su auto por las grandes y largas calles de Londres.

 

Aquella mañana, después de haber hablado con Elizabeth, Sam estaba muy emocionada de poder pararse frente a las alumnas que tendría para que se pudieran certificar en aquel conocimiento, por lo que no tardo demasiado en arreglarse y salir corriendo hasta lo que eran las instalaciones del Ateneo. Al pisar el Aula se sorprendió al notar que en aquel lugar no había ni un ápice de que alguna de las chicas a las que iba a enseñar hubiera estado en aquel sitio, por lo que recordó que la Malfoy le había dicho que necesitaba enviar dos lechuzas.

 

Así que después de enviarlas, espero a que llegaran, con el movimiento de su varita apareció frente a ellas un pizarrón blanco y con un rotulador escribió en grande “Enacantamientos” aun no tenía nada planeado, pero estaba segura que las cosas iban a ser divertidas de ambas partes si cada una ponía de su parte.

 

Al momento en que las chicas fueron llegando, la rubia se puso de pie y miraba todo con una sonrisa, hasta que le prestaron atención, por lo que prosiguió a presentarse, tal y como le había sugerido la pelinegra cuando le ofreció aquel trabajo.

 

Buenos Días, Me llamo Samantha Claflin, me llaman Sam y durante este curso seré su profesora, ya que Elizabeth se siente muy mal, pero en cuanto la Srita Malfoy mejoré se reunirá con nosotros. Ahora si no es mucha molestia, ─trago saliva e hizo una pausa momentánea para después continuar con su discurso ─me encantaría que se presentaran y me dijeran que es lo que esperan de este curso, muy aparte de lo que es obvio.

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Ya me sentía mejor tras el ataque en El Profeta y mi accidentada aparición, no podía negar que Alessandra era una magnífica sanadora y anfitriona. Estaba escribiendo a mi madre en Escocia mientras Nahir iba y venía en el cuarto que nos habían prestado, mis cosas estaban en un depósito mágico y por lo pronto no tenía noticias de James. Por eso cuando una lechuza golpeó con suavidad mi ventana pensé que se trataba de una esquela de él, pero me equivocaba.

 

Con sorpresa y alegría leí el contenido de la nota y le di unas golosinas lechuciles al ave que la había traído. Miré el calendario que tenía a un lado del pequeño escritorio y me sorprendí al ver la fecha. Con tantos hechos pensaba que me había perdido mi clase de Encantamientos, pero parecía que los hados por fín se ponían de mi parte. Con prestesa le pedí a mi elfina me preparase un conjuntito de pantalón gris, suelto, estilo oxford, chaqueta entallada haciendo juego y una blusita color negra. Mientras buscaba mis zapatos más cómodos y tirando la ropa por el camino me dirigía al baño para darme una ducha rápida.

 

Cuando al fin estuve fresca y limpia con mis cabellos húmedos rcogidos en una coleta y aspecto de intelectual, tomé mis anotadores, mis mejores plumas y tras dejar una nota avisándole a la Delacour me desaparecí rumbo a la Universidad.

 

El crack de mi aparición rompió la monotonía del ingreso del lugar, mis nervios eran grandes y no podía evitar sentirme pequeña en aquel lugar, me sentía como si hiciera años no iba allí como estudiante. Es verdad que había dado clases de Idioma en los últimos meses, pero asistir como alumna, era muy distinto.

 

Seguí las indicaciones recorriendo los pasillos con decoraciones mixtas entre el ambiente egipcio y el londinense. Se notaba la mezcla que los profesores y directivos hacíamos poniendo cada cual su toque personal en las clases que dictábamos. Cuando al fin llegué al salón golpee discretamente e ingresé, era la primera, había una joven rubia esperando, en una pizarra blanca había escritado con fina caligrafía la palabra "Encantamientos".

 

Cuando por fin todas estuvimos instaladas la ojimiel se puso en pie y se presentó, sonreí mientras la escuchaba, la verdad era que si bien me cruzaba con mis compañeros profesores en el Claustro no había prestado atención a todos los nombres.

 

--Buenos días, soy Verónica Prince Rambaldi, pero llámenme Vero, es más simple --sonreí más mientras pensaba en cómo responder a qué esperaba de Encantamientos --bueno, además de ampliar mis conocimientos y obtener mayores posibilidades de emmpleo al tener más quiero aprender cosas nuevas, refrescar lo que ya sabía de la antigua Academia y abrir mi mente a cosas nuevas.

 

Era un simple resumen de todos mis objetivos, no tenía muchas chances y ahora que no tenía trabajo serían menos, para obtener nuevos conocimientos, había estudiado muy bien la plantilla de materias y para cuáles trabajos eran requeridas cada una y ese era mi objetivo, llegar a crecer humana y laboralmente en el mundo mágico que se había vuelto inestable para mí.

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La espesura de aquel bosque se hacía más y más intensa conforme me adentraba en él. El camino por el cual había ingresado ya no se dejaba ver más entre aquellos matorrales, enredaderas y espinas. Lo peor es que iba descalza, y con la túnica de lino crudo que solía emplear siempre que entraba a un asalto o redada. Lumus pronunciaba en medio de aquel espacio que comenzaba a oscurecerse de forma temible ante la desaparición del sol en el horizonte.

 

No tenía idea de dónde me encontraba pero si que había ido tras los pasos de alguien que me era importante. Al rodear un árbol de nudoso tronco de pronto un sinnúmero de voces comenzaron a llenar mis oídos. No reconocía ninguna de aquellas voces, y sin embargo algo encontraba de familiares en ellas. Y todas parecían hablarme como si me conocieran de toda la vida.

 

- Ama, acaba de llegarle un mensaje

 

Abrí los ojos intempestivamente solo para encontrarme con los enormes ojos de mi elfina observándome con cierta preocupación. Luego de parpadear varias veces comencé a recordar que había estado haciendo antes de caer dormida. Había arreglado el jardín, y luego me había sentado a tomar té acompañado de soletas. Y luego la lectura de un libro (que descansaba en la mesa ratona cerrado). Y no había más recuerdos.

 

- ¿Otra vez los sueños extraños ama?

 

Negué con la cabeza y sonriéndole tomé el sobre que tenía entre las manos. No valía la pena preocupar de más a P-ko, no mientras ni siquiera yo misma supiera que podían significar todos aquellos sueños. Estiré los brazos para quitarme la pereza de encima, y entonces poniéndome de pie, alisé los pliegues que se habían formado en la túnica aguamarina que llevaba.

 

- Es de la clase de Encantamientos. Ya había olvidado que me había inscrito

 

Cogí mi varita, acomodándola en la bota derecha, y luego me acomodé una boina en la cabeza para evitar que el viento terminara de arruinar mi cabello.P-ko por su parte, no tardó en alcanzarme mi alfombra voladora. Estaba lista para partir.

 

- Prometo regresar directamente a la casa, juro que no habrá paradas en bares esta vez.

 

El viaje transcurrió sin contratiempos, y pronto la enorme edificación de la Universidad se dejó ver en toda su majestuosidad. A mí todavía me costaba adaptarme a ella, así que la contemplé con cierta indiferencia, y cuando descendí me limité a plegar la alfombra, colocarla bajo mi brazo y caminar hacia el recinto donde tendríamos la clase.

 

Al ingresar, noté que ya se encontraba la docente, y también una compañera de clase. ¡Conocía a la joven! aunque solo vagamente, me costaba recordar de dónde. Escuché la presentación de aquella maestra suplente, y luego la de mi compañera. Al llegar mi turno, me levanté del pupitre y dije con la voz más clara posible.

 

- Buenos días Sam, Vero- incliné la cabeza ligeramente al mencionar sus nombres- mi nombre es Bel Evans, y es un gusto compartir la clase con ambas.- medité un momento antes de exponer las razones por las cuales llevaba el curso- y sobre mis razones para cursar Encantamientos, pues en mi formación en Hogwarts era buena en ellos, pero digamos de eso ya ha pasado mucho tiempo, casi quince años...así que me siento un tanto oxidada- saqué la varita de la bota y la sostuve entre mis manos- además según el fabricante, esta varita mía es excelente para ellos, así que creí que ya era hora de aprovechar esa característica suya.

 

Volví a tomar asiento, dejando la varita sobre la mesa, y noté entonces que con las prisas, no había traído pluma ni pergamino. Giré en todas direcciones la cabeza y noté un armario en el rincón izquierdo. Suspiré aliviada. Igual y esperaba que la clase fuera menos teórica y más práctica.

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Samantha miraba a sus dos alumnas con una sonrisa en los labios, una sonrisa nerviosa por que no encontraba la forma practica de llevarlas a aprender encantamientos, así que recordó lo que la Malfoy le había dicho, por lo que camino hasta la puerta del aula y se dirigió a ellas con naturaleza.

-Vengan, les tengo una sorpresa.

Siguió su camino a los jardines del Ateneo sin esperarlas, en el fondo sabia que la iban a seguir y mientras caminaba empezó a planear lo que les iba a pedir y entre lo planeado tenia que hacer uso del estadio de quidditch.

Se detuvo frente a ellas de repente y extendió sus brazos hacia el cielo con una gran sonrisa extasiada.

-Espero que cuenten con su licencia de escobas, por que haremos uso de aquello. Nos vemos en el estadio de Quidditch en 20 minutos.

Y tras aquellas palabras desapareció del lugar, al aparecerse dentro del campo de Quidditch saco lo que llamaban un pantano portátil de Sortilegios Weasley.

Por lo que en pocos minutos el recinto deportivo se encontraba lleno de fango, leanas y muchísimas cosas mas. De las cuales tenian que deshacerse de ellas sus pupilas.

Pero obvio la Claflin no era una mujer que iba a hacerles las cosas fáciles, por lo que dentro de aquel pantano se encontraba lleno de diversas criaturas, desde acromantulas, duendecillos, dementores y alguna que otra criatura muggle que habitaban en ese tipo de hábitat. Por lo que el uso de escoba iba a ser realmente útil, pero aquellas escobas se encontraban a la mitad de una pequeña isla que se había formado.

Cuando termino de poner cada cosa en su lugar les esperó fuera.

-Bienvenidas a encantamientos, por cada minuto que tardemos en poner el estadio en orden, este va a estar peor. Mucha Suerte Bel y Vero.

Editado por Sam Claflin

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La voz de mi compañera de curso se dejó escuchar tras unos minutos, su rostro, familiar, no me resultaba totalmente desconocido. Aunque habiendo tenido acceso a las fichas y datos de todos los miembros del Ministerio en mi época de reportera, pues nada, no me sorprendía que cada rostro que viera me resultara familiar de algún lado. La escuché con atención, Bel Evans, era un apellido conocido en Ottery.

 

Cuando finalizamos nuestras presentaciones la profesora sonrió y avanzó hacia nosotras, o eso creía al menos pero me equivoqué, viéndola seguir de largo hacia la puerta, giré mi torso hacia ella, apoyando un brazo en el respaldar de la silla y otro en el pupitre frente a mí, viéndola con curiosidad. Miré a Bel, encogiéndome de hombros en señal de que no entendía lo que ocurría y volví a ver a Sam.

 

Me puse en pie, en respuesta a su invitación, me gustaban las sorpresas pero no estaba segura de qué esperar de ellas al encontrarme en medio de una clase de conocimientos. Esperaba que fuera una buena sorpresa y no una más preocupante. Una vez en los jardines casi choqué contra Samantha cuando ésta se detuvo de repente, abrí los labios por la sorpresa ante su comentario pero antes que tuviera tiempo de responder ella ya había desaparecido. Miré a Bel, hice un gesto como de disculpas.

 

--Nos vemos allá, paso por casa a cambiarme --dije un segundo antes de desaparecerme y aparecer una vez más en la Delacour, corrí hacia mi cuarto mientras le gritaba por el camino a mi elfia --Nahir, ropa deportiva, debo ir al estadio de Quidditch.

 

En menos de diez minutos me había puesto unos soquetes y zapatillas deportivas y un conjunto jogging de pinta algo muggle, sobre todo por el logo estampado en el frente sobre mi pecho y en la espalda del buzo color azul, a juego con el pantalón. Acomodé mi varita en un porta varitas atado a mi pierna diestra y corrí de nuevo para luego desaparecerme en el estadio.

 

Miré mi reloj, no había hecho un mal tiempo pensé mientras terminaba de atar mi cabello en una larga coleta tras aparecerme. Sam estaba allí pero el estadio, miré para todos lados ¿era aquello un pantano? Las palabras de la profesora me llegaban como si fueran las voces que te llegan mientras duermes, que escuchas a los que hablan pero que parecen formar parte de tu sueño aunque realmente no están allí.

 

--¿Poner en orden? Pero... ¿cómo? --me había dado la bienvenida a encantamientos pero la verdad es que me sentía en una clase de limpieza con ese comentario.

 

Me adentré despacio alcanzando a divisar una isla en dónde había varias escobas, lo tenía todo planeado, así que lentamente fue avanzando, varita en mano.

 

--Evanesco --lancé a un par de lianas y enredadas plantas frente a mí, para encontrarme de repente con una serpiente a la cual no le hizo mucha gracia mi intespestiva aparición y la coincidente desaparición de su escondite --¡vípera evanesca! --jadee dando un salto hacia atrás por la sorpresa.

 

Con el camino más despejado seguí avanzando con algunos evanescos más y unos cuantos incendio para espantar algunas alimañas a mi paso, por suerte no me vi obligada a utilizar aguamentis ya que no había provocado ningún incendio, hasta ahora.

 

--¿Supongo que un tergeo no absorverá todo el pantano verdad? --pregunté tras haber intentado un par de ellos frente a una zona inundada frente a mí.

 

Bueno, si no podíamos deshacernos completamente del pantano al menos podríamos utilizarlo a nuestro favor.

 

--Oppugno --dije apuntando a un gran cocodrilo de varios metros de largo y una amplia espalda sobre la que me ubiqué --incarcerus --dije improvisando unas riendas a través de sus fauces y dejándome llevar hacia la isla donde estaban las escobas sin dejar de prestar atención a mi alrededor, segura de que no podía ser todo tan sencillo así como así.

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Al parecer solo seríamos dos las alumnas, lo cual me resultaba mejor, sería una clase más personalizada. Terminadas las presentaciones, Samantha nos invitó a salir del recinto, cosa que me animó bastante. No era partidaria de las clases dentro de cuatro paredes.

 

Avanzamos en relativo silencio hasta que de pronto, deteniéndose sin más, la profesora suplemente informó que nos encontraríamos en 20 minutos con ella, y nada mas y nada menos que en el estadio de Quidditch.

 

Sentí el alma caer a mis pies ¿escobas? licencias? la angustia se multiplicaba al interior tanto que casi sentía que me sofocaba. Vero desaparecía del lugar para tener una ropa mas adecuada, así que en cuanto la vi desaparecer pude derrumbarme por entero en el suelo y maldecir mi suerte.

 

- El problema querida Samantha es que yo no puedo montar una escoba

 

Hasta ganas me daban de quejarme por aquella molesta situación ¿por qué no habían avisado con anticipación que necesitaría de ese tipo de cosas para el curso? así quizá hubiera optado por otro, Adivinación o Herbología por ejemplo. Pero no, ya había convenientemente depositado el dinero en Gringotts el alto costo del mismo, así que tenía que idear la forma para aprobarlo exitosamente.

 

Agradecí que ese día hubiera elegido el jean y la polera tan muggles y a la vez tan cómodas. Para lo que tocaba ahora me iban a servir de sobremanera.

 

Cumplido el plazo me presenté en el recinto con el peor semblante posible. La sorpresa no se hizo esperar al notar el desastre en que estaba convertido: un pantano asquerosa se veía hasta donde la vista alcanzaba, y en el centro del mismo, una pequeña isla con escobas. Al parecer la idea era sortear aquel horroroso espacio, exponiendo no solo la salud, sino la vida, pues incluso desde donde me encontraba podía observar ojos de criaturitas acechando a la distancia.

 

Pero al menos no era una prueba de vuelo como me había temido. O un partido de quidditch.

 

Sin más preámbulos extendí mi alfombra voladora, de la que no me había despegado un solo instante y acomodada sobre ella comencé a elevarme a lo más alto. Una inspección general de los efectos de aquel hechizo era lo primordial para tomar la solución más oportuna. Luego bajando la distancia, divisé a Vero avanzando en medio del lodo, abriéndose paso a punta de hechizos.

 

De pronto una acromántula emergió de entre el lodo con gigantes patas ¿estaba loca esa profesora? ¿pretendía eliminar a las pocas alumnas que tenía? ya comenzaba a encontrar explicación al hecho de ser solo dos alumnas en clase...como sea saqué rápidamente la varita de la bota derecha y empuñándola apunté directo a la criatura un desmaius de forma que fue a parar de nuevo al lodo cayendo con estrépito y formando una pequeña oleada que se llevó lianas y algunos troncos con ella.

 

Tenía claro que tendríamos que lidiar con todo eso, pero hacerlo sola no estaba en mis planes. Elevando la alfombra, alcancé la bendita isla, a donde Vero también llegaba montada en un ¿cocodrilo? esa muchacha era increíble sin lugar a dudas. Descendí, pero me mantuve a medio metro por encima del suelo como medida de precaución.

 

- Bien, entonces profesora, aparte de pretender aniquilarnos con estas criaturas que me gustaría saber quien le autorizó a traer al estadio - ya haría mis consultas con Cillian, que no por nada trabajaba en el departamento de Criaturas- ¿es el plan que entre Vero y yo limpiemos el lugar? ¿de qué forma veremos ampliados nuestros conocimientos al respecto?

 

Nerviosa, y con ganas de que todo aquello terminara. Era lo único que en esos momentos me sentía capaz de sentir.

 

 

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Desde su escoba la rubia miraba a su única alumna que hasta el momento se había aparecido en el lugar, hasta ese momento se preguntaba como era que la chica sola iba a poder con el pantano y se estaba arrepintiendo de haber tomado esa decisión de utilizar el recinto deportivo como parte de su clase.

Al avanzar los minutos y la forma de Verónica de llegar a las escobas le estaba desesperando, la Claflin negó esperando que se le ocurriera usar el hechizo convocador, pero no, ella únicamente se dedicaba a controlar lo que era un hermoso ejemplar de cocodrilo.

No es Criaturas Mágicas. ─siseo molesta por que en verdad quería ver que la chica le demostrara que sabia utilizar encantamientos y no que solo sabía emplear hechizos para controlar criaturas.

Ya habían pasado 5 minutos y el estadio de quidditch estaba siendo cada vez mas pantano lleno de fango y criaturas, y menos un lugar donde practicar un deporte, situación que le estaba provocando un gran dolor, mas por que iba a terminar haciendo el trabajo ella sola de limpieza.

Al ver que Veronica Prince estaba a nada de llegar por las escobas de la forma que no tenia planeado, envío a dos duendecillos a hacerle la vida imposible, y tras aquellos la iba a atacar un dementor.

Vamos Prince, mañana mi equipo juega en este lugar. Debe estar limpio. Si sigues así vais a quedarte sin conocimiento. ─tras aquellas palabras giro la cabeza para ver todo el estadio.

No se había percatado de que la Evans se encontraba sobrevolando el estadio pantanoso con una alfombra volador, hasta que la escucho quejarse de su forma de dar clase.

Cada cosa en este lugar esta elegido para que ustedes me demuestren que se merecen la certificación de encantamiento. Amplia tu visión, no intento matarlas, al menos yo no. ─dejo ahí sus palabras y anoto en su pergamino que ninguna sabia utilizar un hechizo convocador, por lo que esperaba mas de ellas para poderles dar su certificación.

Tienen 30 minuto, debo entregar este lugar en condiciones óptimas y creo que no voy a lograrlo con ustedes. ─repitió para Bel, ya que hasta ese momento había sido lo mas dulce que podía pero la forma en que la había tratado le había hecho enojar.

Editado por Sam Claflin

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Escuchaba las quejas de Bel que había llegando volando en una alfombra sobre la que se encontraba flotando e instantes después las de Sam que había llegado en su propia escoba. Maldije por lo bajo y estiré mi diestra mientras dejaba que la rubia siguiera protestando.

 

--Accio escoba --pronunciè y cuando el artefacto estuvo en mis manos miré a la profesora con seriedad elevándolo para que lo viera--¿Empiezo a barrer?

 

Y como si quisieran hacerme pagar mi atrevimiento un par de duendecillos de Cornualles comenzaron a girar alrededor de mí intentando derribarme hacia el pantano. Lo primero a lo que atiné fue a darle un escobazo al más cercano, pero convencida de que aquello no sería útil en realidad cambié de mano la escoba y aparecí mi varita en mi mano ágil.

 

--¡¡Peskipiski Pesternomi!! --chillé recordando algo que había leído e inmediátamente maldije al escritor Lochart al no ver efecto alguno sobre los seres que se me venían en picada y uno de ellos había logrado arranccarme un mechón de cabello. Me agaché con brusquedad y apunté hacia el par que venían de nuevo contra mí --¡¡Petrificus Totalus!! --esta vez el efecto fue inmediato y ambos quedaron duritos duritos sin poder moverse --incarcerus --las tres cuerdas se enredaron alrededor de los tobillos, las manos y los brazos de los duendes pero no satisfecho con ello apunté a una roca grande de unos treinta centímetros de diámetro --morphos movilicorpus --agregué empujando los cuerpos de los dos duendes al interior de la jaula que acababa de improvisar --fermaportus, a ver si ahora se escapan --gruñí molesta.

 

Iba a girarme a preguntar algo a la profesora que hablaba con Bel cuando comencé a sentir un extraño frío a mi alrededor, hasta el cocodrilo parecía asustado. Maldije mientras veía como el agua superficial se congelaba y distinguí claramente de que se trataba aquella sensación de tristeza que comenzaba a envolverme y el frío que nos rodeaba haciendo salir volutas de vapor de mi respiración.

 

--Maldición maldición maldición --murmuré mientras montaba la escoba y daba un golpe seco con mi pie --arriba --qué genial iba a ser limpiar aquel lugar con un dementore tras de mí, comencé a volar a toda velocidad, volviendo a lanzar evanescos a las lianas y árboles de pantano a mi alrededor mientras intentaba alejarme de aquel ser pero sabía que sería totalmente inútil.

 

Resignada hice un rápido giro con la escoba hasta quedar de frente al ser, casi podía verle su vacío rostro bajo la capucha al tenerle cada vez más cerca. Concentré mi mente en los recuerdos más felices que vinieron a mí, el reencuentro de mi padre, mi graduación, mi primer trabajo, finalmente supe cuál era el recuerdo más feliz y con firmeza apunté al ser a pocos metros de mí, casi sobre mi cuerpo.

 

--¡Expecto Patronum! --primero fue una luz suave, azulada, cálida, brillante, cada vez más brillante y más cálida finalmente en una explosión hacia adelante mi patronus, un condor, voló hacia el dementor atacándole y espantándole hasta lograr vencerle.

 

Miré a mi alrededor mientras la majestuosa ave seguía girando a mi alrededor para protegerme, estaba cerca de los aros de quidditch y desde allí podía ver el desastre. Envié mi patronus hacia el lugar para poder deshacernos de cualquier otro dementor que anduviera por allí. Aún me preguntaba cómo nos desharíamos de todo aquel desastre mientras seguía lanzando evanescos, petrificus totalus e incarcerus a nuestro alrededor tratando de dominar a todos los seres mágicos y no tanto que aún pululaban en el lugar pero seguía sin estar sergura si con un tergeo podría hacer algo o si necesitaba algún otro hechizo desecador.

Editado por Veronica Prince Rambaldi

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Aquella mujer no iba entrar en razones y sus últimas palabras me dejaron claro que como maestra suplente que era, quizá la retorcida no era ella, sino la profesora titular que ni siquiera daba la cara.

 

De cualquier forma, definitivamente todo aquello sería nuestro reto. Volví a elevarme en la alfombra solo para comprobar que el pantano se hacía cada vez más y más espeso. Comencé a una y otra vez a lanzar depulsos a un lado y otro, en un intento por frenar el avance todas esas criaturas.

 

Un poderoso encantamiento desecador, no se me ocurría otra forma de terminar con aquello. ¿No era eso lo que había hecho Flitwick con el pantano portátil de Fred y George? continué avanzando hasta que de repente, prácticamente al ras de aquel pantano, que no alcanzaba a tener mucha profundidad, tal como había mostrado Vero que se había sumergido en él, los divisé. Por lo menos media docena de kappas, de manos palmeadas con esas inquietantes escamas de pez.

 

No iba conseguir que todos se inclinaran ¿cuál era la otra forma de hacerlo? "Pepinos con nombre" pensé automáticamente, avanzando mientras las criaturas, sorprendentemente rápidas no se despegaban de mi alfombra. Llegué así hasta una zona donde una serie de tronco muertos y secos flotaban sobre la superficie. No dudé un segundo y con un morphos rápidamente los convertí en pepinos. Ahora solo quedaba agitar la varita y pronunciar accio, uno por cada pepino que me pondría a recaudo de aquellas criaturitas.

 

No pude evitar lanzar un pequeño grito de júbilo al ver que todo resultaba de acuerdo al plan. Ascendí lo más alto que pude para dar una evaluación clara del panorama del lugar, pero entonces lentamente sentí como se ponía todo frío a mi alrededor.

 

"No puede ser que haya podido llegar tan lejos".

 

Mas así era. Me giré y entonces lo vi, aquel rostro encapuchado, y la sensación de que todo sentimiento feliz me era arrancado. Desesperada, intenté dar un giro con la alfombra, pero me había debilitado tanto sin darme cuenta que la alfombra comenzó a caer peligrosamente hacia el suelo.

 

Y de pronto la voz de aquel demonio, esa que desde el tratamiento en San Mungo no había vuelto a mí resonó en todas partes, como envolviéndome.

 

"Cada momento de tu vida será miserable, incapaz de hacer que un hombre se interese en ti, con el interior vacío, sin el don de generar vida en tu interior, humana inútil y desechable"

 

Estaba perdida, cuando divisé el brillo de un patronus, y la figura de Vero siendo iluminada por este. ¿Qué recuerdo podía ser lo suficientemente feliz? Allí mientras se agolpaba la partida de Deiwan, y la muerte de Ashley y varios sinsabores más, el recuerdo de un sencillo baile asomó a mi cabeza. Un baile improvisado y que sin embargo había sido tan emotivo, que había podido conmover tanto a mi corazón.

 

¡Expecto Patronum! pronuncié haciendo un último acoplo de fuerzas y mientras la alfombra aterrizaba con estrép.ito sobre unas lianas enmarañadas. Pronto los delgados hilillos plateados emergieron de la varita hasta que la figura de una hermosa vizcacha se formó, luminosa y que avanzando hacia la horripilante criatura, consiguió hacerla huir.

 

- Hey gracias pequeña- dije febrilmente respirando con dificultad.

 

Rebusqué entre mis bolsillos hasta que di con aquel vial de poción revitalizante y la tomé de un solo trago. El fango todavía lucía espeso, pero parecía que al menos ya no tendríamos más criaturas amargándonos la existencia, o peor aun poniéndola en riesgo mortal.

Editado por Bel Evans McGonagall

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El sonido de la voz de Bel llegó hasta mi mientras ella invocaba un patronus, me giré y vi que una vizcacha se encargaba del dementor. Lancé un suspiro aliviada e invoqué un par de patronus más para que recorrieran el pantano, si había dos podía haber más.

 

--Ésto ya me está cansando --gemí mientras apuntaba a un bulto de lianas y arbustos --incendio --era un riesgo pero había considerado todo, el viento no corría en esa tarde y era tranquilamente posible quemar las hierbas más secas.

 

Seguí volando con mi escoba al ras del suelo casi mientras apuntaba a las secciones más acuosas del lugar.

 

--Tergeo --esperaba que se secaran lo suficiente.

 

Más animales aparecieron ante mí y lo dude por unos segundos.

 

--Oppugno --dije apuntando a las aves, a ellas les podía ordenar que buscaran un nuevo hogar pero a las acromántulas o demás seres me vi obligada a aplicar evanescos y volver a utilizar el vípera evanesca, claro que eso servía para los seres no mágicos pero las acromántulas me costaron más sacarlas del lugar.

 

--Petrificus totalus --tuve que lanzar a un grupo de ellas --desmaius --apunté a las más pequeñas y luego volví a girar mi varita --incarcerus --listo para transportar --mobilicorpus --agregué apuntando a los "pequeños insectos", eso si, no sabía si la magia alcanzaría para llevarlas hasta la Reserva. ¿Me las aceptarían en un transporte express?

 

Al pasar cerca de los pilares de los aros de quidditch vi que estaban manchados de pantano aunque no inundados.

 

--Fregotego --dije apuntándoles. Al menos quedarían limpitos.

 

Mientras sobrevolaba los restos del pantano y aplicaba aguamenti a los restos humeantes y luego un evanesco para quedara impecable el lugar una idea empezó a hacer mella en mi cabecita. Apunté a un rincón del pantano y susurré.

 

--Finite Incantatem --debía intentarlo, después de todo aquello era un encantamiento, era lógico pensar que se pudiera revertir su efecto.

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