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Campus Universitario


Cissy Macnair
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Tauro se aferró a aquel abrazo temiendo que terminara, que todo se tratara de un sueño o de una ilusión y de ser así hubiese sido muy cruel por parte del destino. Pero escuchó su voz, sintió su calidez y dejó de sentir temor. Eran muchos años los que llevaban de conocerse, pero más los que llevaban sin verse. Juntos habían compartido aventuras, coincidido en más de una ocasión, siendo parte del crecimiento del otro aunque cada vez se alejaran más. Recordaba perfectamente su encuentro en los jardines Sumaes y sintió vergüenza de aquel día, era una suerte que el mago no la estuviera viendo o habría notado el leve sonrojo que se asomaba en sus mejillas.

 

— No soy fan de las multitudes —respondió sonriendo —, lo cual es una lástima, porque realmente tenía ganas de refrescarme —agregó, separándose para poder contemplarlo mejor. Martin sí que había cambiado, al igual que ella, ahora se veía más adulto, con evidencia física de que las experiencias de su vida lo habían hecho más maduro. Tuvo el impulso de acariciar su mejilla, pero se contuvo —Realmente solo vine a probar algunos hechizos para no olvidarme, nunca se sabe cuando pueda surgir la oportunidad de una gran batalla. Aunque creo recordar que eras experto en duelos, quizás me puedas dar unas clases.

 

Asintió cuando lo escuchó hablar de sus amados jardines, que era el lugar preferido por los estudiantes para escaparse de clases, pero sobre todo de las parejas que buscaban algo más de privacidad. Eran tan inocentes en aquel tiempo, lo máximo que esperaban conseguir era poder hablar agarrados de la mano y esperar que ningún profesor los sorprendiera para castigarlos.

 

— Los jardines tenían cierta magia única, no sé si podremos volver a hallar algo así —meditó su respuesta por un momento —. ¿Y si lo que lo hacía tan mágico eran las personas que lo visitaban? Tendría todo el sentido del mundo —alegó mirándolo. Cerró los ojos al sentir el beso y suspiró, él siempre la había tratado con cariño, con cuidado. No estaba acostumbrada a sentirse de esa manera, no desde su época de estudiante y ahora se sentía como si no hubiese pasado el tiempo en lo absoluto. Agradeció que Martin no la hubiese visto en su etapa de líder, habían muchas cosas que ni a ella misma le gustaban.

 

— A mí me alegra que estés aquí —. Respondió a su muestra de cariño y sin soltarlo de la mano le propuso continuar la charla y la caminata en un lugar más apartado cerca del lado, no muy lejos de ellos se hallaba un árbol que daba buena sombra.

 

— ¿Te quedarás un buen tiempo o me obligarás a perseguirte? —. Deseaba alargar ese encuentro lo más que pudiera, no quería tener que despedirse del Black tan pronto —Me hiciste falta.

 

Quería saber todo de él, dónde había estado, con quién había estado, el por qué de su ausencia y el por qué de su regreso. No quería abrumarlo con tantas preguntas, pero igual quería saber.

 

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Black no pudo contener la sonrisa que se dibujó en su endurecido rostro al escuchar el comentario de Tauro.

 

—Creo que exageras un poco, Tau. Los años han pasado y los reflejos se van perdiendo lentamente. —Internamente creía que de tener un duelo con la bruja, posiblemente él tuviese más posibilidades de caer derrotado—. Aunque no me negaría de tener una excusa para intercambiar hechizos… —La miró directo a los ojos, divertido de imaginar aquello.

 

Luego recordó lo que prosiguió desde los labios de la mujer, y allí el mago de cabellos negros volvió a tomar una postura más seria.

 

—Si me hablas de batallas me entran ganas de participar en una pero… ¿Crees que las cosas estén tan complicadas como para que empiece otra? —Black no trabajaba en el Ministerio de hacía años y tampoco se consideraba un experto en la política internacional de la comunidad mágica, con lo cual, desconocía detalles. Y a veces, más que detalles. De forma distraída, su antebrazo pareció picarle, como en los viejos tiempos. Muy viejos.

 

«… tan mágico eran las personas que lo visitaban…» La frase retumbó en su mente y pareció ir y venir en más de una ocasión. Black se detuvo, como si el cielo hubiese cambiado de color. Era razonable aquel pensamiento y él también lo compartía, aunque no se detuviese a pensarlo a menudo.

 

—Tienes toda la razón del mundo. Los lugares que nos resultan queridos, normalmente se debe a asociarlos con una persona. Mi hogar, el castillo, por algunos familiares muy próximos. Las tierras de Gales, que a veces visito… —«por mi madre»—. Y la Academia… o mejor dicho, los Jardines Sumaes, contigo.

 

Mago y bruja caminaron, exteriorizando el cariño profundo que se tenían, tomados de la mano, hasta alcanzar un árbol añejo de tronco grueso y extensas ramas, que los aislaba del sol que parecía intensificarse en la tarde casi de otoñal. A pocos metros del lago, Black se sentó sobre la hierba mullida, sintiendo en la espalda el árbol que los alejaba, en su mente, del resto de personas del campus.

 

—Pienso radicarme aquí un buen tiempo, aunque debo confesarte algo… —la miró seriamente, pero luego no pudo contener una media sonrisa—, imaginarte persiguiéndome se me hace muy gracioso. Regresé el año anterior para especializarme un poco más en Pociones; sé que te encantan. Y pienso en los próximos meses detenerme en los animales, que también sé que te encantan. Pero hasta entonces, no tendré un destino claro.

 

La mirada perla se desvió un momento hacia el lago. El agua se le antojaba la más cristalina que había observado en mucho tiempo, ¿o acaso era la presencia de la bruja a su lado que lo hacía ver las cosas de una forma diferente? Sus palabras, al escucharla, lo hicieron sentirse muy bien a la vez que algo triste. Hubiera deseado no perderse tantos años, pero allí estaban.

 

—Tú también me hiciste falta, Tauro. Es más, pienso que ahora mismo es cuando más cuenta me doy. —Estiró ambos brazos para aproximarla y darle un nuevo abrazo, sintiendo esta vez el aroma de sus cabellos celestes—. ¿Qué piensas hacer de aquí en adelante? Además de un intercambio de hechizos, conmigo, y tirarnos en un rato al lago.

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El Black podía decir lo que quisiera, pero Tauro no dejaría de verlo como alguien bastante ágil en los duelos, después de todo había tenido a los mejores maestros. Se encogió de hombros ante la pregunta sobre batallas venideras, sabía de la amenaza de guerra, pero de ahí a que quisiera ser parte de ella, prefería librar las suyas, lo necesitaba. De repente se vio ruborizada, saber que para él los jardines también habían sido especiales precisamente por la presencia del otro, era algo que los conectaba de cierta manera.

 

La oji-azul siguió escuchándolo atenta, de hecho sus ojos se volvieron más expresivos cuando lo escuchó decir que se quedaba un tiempo y esperaba que el mago fuera consciente de que la mayor parte de el ella lo iba a aprovechar. Ya había tenido experiencias relacionadas a viejas amistades que regresaban aparentemente por una larga temporada, pero después de un muy breve periodo de tiempo volvían a desaparecer. No quería que eso le pasara con él. Por otro lado pensó, ¿qué motivo podía tener para quedarse? Su expresión se tornó seria, pero luego volvió a suavizarla cuando ella también se imaginó corriendo detrás suyo.

 

— Lo único que quiero que tengas en cuenta es que también sé correr rápido —comentó, sentándose a su lado.

 

— Si gustas, puedo enseñarte más acerca de las pociones y criaturas, con los años he aprendido cosas que si llegaran a oídos de las autoridades, lo más probable ahora mismo te pida que por favor me lleves contigo a donde sea que pienses marcharte —«Más tiempo a solas» fue lo que pensó, sin ninguna malicia a la vista. Quizás si le daba motivos para quedarse él tal vez se lo pensaría.

 

El siguiente abrazo llegó como un abrigo en mitad de una noche fría: bien recibido, necesario, al cual se aferraría hasta el día siguiente. La sensación de calidez era incomparable. Hundió su rostro en el cuello de Martin, sus labios rozándole la piel, con su respiración y el corazón acelerados. Lo abrazó más fuerte agurrándole la ropa y cuando habló apenas y se había separado.

 

— Para serte sincera, ahora mismo solo se me antoja darme un buen chapuzón, ¿qué te parece si empezamos por ahí? —sonrió divertida, poniéndose en pie y en el proceso rozó su mano. Se quitó los zapatos y empezó a caminar en reversa aproximándose al lago, sin sacarle la vista de encima. Sus pies tocaron la hierba mojada, alargó más la sonrisa y de un salto se metió al agua. El chapuzón fue fuerte, así que varias gotas cayeron cerca del mago. Solo una parte de la cabellera de Tauro sobresalía en la superficie y después de unos segundos volvió a emerger del agua —Te diré qué... Juguemos a quién aguanta más la respiración bajo el agua, sin trucos, sin magia. Si yo gano, debes quedarte sí o sí al menos tres meses completos. Si tú ganas... bueno, ya me dirás qué quieres.

 

Se estaba divirtiendo tanto que se olvidó por completo de los demás, de las miradas curiosas, de los murmullos. Se sentía viviendo en un maravilloso recuerdo, se sentía más joven, se sentía llena de energía, pero sobre todo, se sentía completa. Pero ¿por qué de repente el mago tenía un gran significado en su vida? La respuesta era simple: siempre lo tuvo, la diferencia es que con la distancia los sentimientos pesan más.

 

Instó al Black a acercarse a ella, pero como se tardaba lo empezó a mojar, sacando el agua del lago con ambas manos.

 

— ¡Ven! —insistió. Tenía toda la ropa mojada y pegada al cuerpo, que no se notaba demasiado pues siempre estaba en constante movimiento. Entonces, se le ocurrió algo —Si yo gano, además de quedarte 3 meses, sin excusa, tienes que invitarme a bailar, me lo debes por la graduación a la cual no pude asistir. ¿Aceptas?

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Black entornó los ojos y asintió, aunque la bruja no lo estuviera mirando. Le resultaba muy interesante tener la oportunidad de aprender un poco más sobre pociones con ella; sabía que era una experta reconocida. En cuanto a los animales, también lo era, pero Black en dicha área no tenía tanto anhelo de conocimiento como sí con los brebajes mágicos. Estaba claro que aprender sobre las criaturas también era uno de sus objetivos planteados, pero las pociones…

 

Lo que ocurrió a continuación dejó al mago de cabellos negros entre divertido y estupefacto. Observó con su mirada perla cómo Tauro retrocedía, de espaldas al lago, y cómo iba hundiendo sus pies, y luego, de un salto, el resto de su cuerpo, en el agua cristalina que parecía abrazarla con sutileza. La ropa que todavía cubría su cuerpo se le apegó, y él no hizo nada al respecto para no mirarla. Como si estuviese hipnotizado.

 

—Siempre me han gustado las apuestas —respondió entonces, viendo a la bruja disfrutar del lago. Desprendió su camisa y la hizo a un lado, cerca del árbol que segundos atrás los había cubierto del sol. Desabrochó sus zapatos y un minuto más tarde, empezó a caminar en dirección a Tauro—. Ah pero está fría. —De todas formas, pareció importarle poco; su cuerpo se fue acostumbrando a la temperatura del agua.

 

Hizo un par de brazadas, para alcanzarla.

 

—Acepto. ¿Pueden ser más de tres meses? —Sonrió y hundió su cabeza, unos cuantos segundos, bajo el agua, conteniendo la respiración pero observando la humanidad de la bruja sumergida—. Si en duelos he perdido práctica, ¿imaginas lo que podría hacerte si bailamos? —Hacía mucho, mucho tiempo, tanto que no lo recordaba, de la última vez que había ido a un sitio nocturno a despejar su mente; no ya a bailar.

 

Sus cabellos azabaches se apegaron al rostro, y por primera vez parecieron adoptar un cierto orden. Pero era momentáneo.

 

—¿Empezarás tú sumergiéndote o ante debo decir mi petición? —Quería ganar tiempo pero lo justo era empezar el juego con las reglas claras. Black pensó un instante y se le ocurrió algo muy divertido—. Si yo gano, pasarán dos cosas: primero, deberás vestirte con mi ropa —hizo esfuerzos para no reírse y poder continuar—. Y segundo, me acompañarás a mi siguiente viaje, al mismo tiempo que me enseñas sobre pociones.

 

Tomó una de sus manos, y miró a la bruja a los ojos azules.

 

—Empecemos. —Acarició su mano y la esperó. Acto seguido, se sumergió al mismo tiempo que Tauro y contuvo la respiración bajo el agua, sin dejar de contemplar el rostro de aquella bruja que tantos gratos recuerdos le traía de su pasado. ¿Por qué todos aquellos años habían pasado lejos, sin tener el más mínimo contacto? Black se lamentaba, pero allí estaban, y aun sujetando su mano, estaba más que consciente que no la dejaría irse.

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Desde donde estaba observó en cámara lenta como poco a poco Black se deshacía de su camisa y fue inevitable no perderlo de vista, por suerte aun estaba lo suficientemente lejos para que él notara su sonrojo. Le sonrió apenas tocó el agua, se le había ''olvidado'' avisarle sobre la temperatura, que para ella no era problema, pues estaba acostumbrada. Lo vio acercarse dando grandes brazadas y se alejó unos cuantos pasos más para darle más trabajo, hasta que la alcanzó.

 

¿Más de tres meses? ¿Lo decía en serio? Tuvo miedo de preguntarle, de ilusionarse. Le parecía mejor quedarse con la idea inicial de al menos intentar pasar el tiempo que pudiera con él, aunque al día siguiente no lo volviera a él. Decidió guardarse aquellos pensamientos y no decírselos, no quería arruinar el momento. Esperó a que volviera a emerger del agua y lo notó más joven, con más energía, se estaba divirtiendo y hasta ahí todo iba bien.

 

— Estoy segura de que al menos puedes coordinar como hacer dos pasos de baile, un pie delante del otro sin pisarme —bromeó —Lo justo es que me digas qué es lo que quieres a cambio —añadió. Atenta, escuchó la propuesta de Martin. Al principio fingió tranquilidad y confort, hasta que no pudo más y soltó la carcajada, asegurándole que ella se vería mejor con su ropa, pero la segunda parte la dejó sin habla.

 

— Tú... —se calló, mordiéndose el labio inferior —¿Estás seguro? —pero no respondió. Sintió el jalón del Mago cuando ambos se sumergieron en el lago, dando inicio a su apuesta.

 

Cualquiera que fuera el ganador sentía que llevaba las de ganar. Un viaje con Black, a un destino incierto, sin embargo, la seducía. Nunca había estado a solas con él, no en un territorio desconocido. Además, iba a tener la oportunidad de averiguar cómo era vivir su estilo de vida cuando no estaba cerca, cuando tardaba años en aparecer. Sospechaba que también habría peligro y eso lejos de hacerla reconsiderar o replantear, la seducía. Sacó su cara del agua, primero asomando su nariz, luego su boca y finalmente la cabeza completa.

 

— ¿Gané? —preguntó al mago, a quién ahora rodeaba con sus brazos sosteniéndose del cuello. Sus cabellos azules, también pegados a su cara y pecho, flotaban en las puntas. Sin importar el resultado, estaba segura de lo que quería —¿Donde crees que deberíamos empezar? —terminó de rodearlo con sus brazos y lo abrazó una vez más.

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Estaba claro que Black había perdido la apuesta, sacando la cabeza del agua un instante antes de lo hecho por Tauro. Mantenerse así no le suponía un exceso de dificultad, pero hubo algo que lo superó en todo sentido: sus ganas por observar a la bruja en aquella situación. Hipnotizado por ella, volvió en sí cuando su voz rompió el silencio. «¿Gané?» En ese momento, a Black le hubiese gustado decirle que, en realidad, había ganado algo más que la apuesta de una tarde soleada en el lago del campus, pero se contuvo.

 

—Creo que… —empezó a decir, mientras veía el cabello extenso de color turquesa flotando en la superficie líquida— ha sido un empate muy cerrado —mintió. Sospechó que Tauro no le creía, Black no era un especialista mintiendo, no en aquellos casos—. Bueno —se rindió—, has ganado con creces pero conste que te he dejado ganar.

 

Con la palma de una de sus manos, chapoteó sobre el agua para molestarla. Pero en ese entonces, ambos estaban completamente mojados por el agua cristalina del agua. Entonces volvió a sumergirse sin darle tiempo a réplica y posó ambas manos en su cintura, ayudándose con sus pies, consiguió girar sobre la bruja y quedar detrás. Emergió y la abrazó una vez más en aquella tarde.

 

—Me quedaré más de tres meses, me quedaré el tiempo que gustes —le susurró por lo bajo, sabiendo que las personas alejadas no podrían escucharlo de ninguna forma—. Pero quiero que el próximo viaje que me toque emprender, vengas conmigo. ¿Aceptas?

 

Luego de aquello, el mago de cabellos negros se sintió levemente extraño. Había pasado mucho tiempo desde la última charla con Tauro, y en aquel momento, recién en aquel momento, rodeándola con ambos brazos y sintiendo su cuerpo, sintiendo además las caricias del agua en ambos, el profundo cariño que siempre le había profesado, acababa de sincerarse. Entonces sintió que estaba observándola de una forma diferente, como si quisiera ser capaz de describir cada centímetro de su rostro, en particular sus labios. No contuvo la tentación de aproximarse a ellos lentamente, y al mismo instante que entornó su mirada perla, depositó un beso tierno que lo dejó con deseos de más.

 

—Te lo debía por la graduación —le dijo, sintiendo cómo las deudas de un lejano pasado empezaban a saldarse.

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Tauro puso cara de decepción al escuchar la respuesta del Mago, que no le duró mucho, pues le fue revelado que ella había sido la ganadora indudable de aquel primer y único encuentro por el cual no había practicado durante toda su vida, como los deportistas, pero al que le había puesto mucho empeño para poder llevarse al premio, quién la estaba mirando. Negó con la cabeza porque dudaba que de verdad la hubiese dejado ganar a propósito, pero decidió no llevarle la contraria, guardaría esa carta para una próxima ocasión.

 

Las gotas de agua salpicándole la cara le impedía mantener los ojos bien abiertos, lo que hizo que se sobresaltara cuando de repente sintió el agarre de Martin en su cintura y que sobretodo apareciera justo detrás de ella, tan peligrosamente cerca. La ventaja de estar así, es que no podía verla a la cara y no podía ver el notable sonrojo de sus mejillas que nada tenía que ver con el frío del agua. Estando así, recostó su cabeza en el pecho de él.

 

No podía dar crédito a sus palabras. Se le hacía demasiado increíble, tan irreal. ¿De verdad era posible que después de haber pasado tantos años sin verse estuvieran manteniendo aquella conversación? La última vez, en los jardines, Tauro había intentado confesar sus sentimientos sin éxito, desde entonces siempre había pensado que de haber sido clara depronto hubiese pasado algo entre ambos. Pero eran muy jóvenes, inmaduros, si lo miraba en retrospectiva entendía el por qué de ciertas cosas y no se lamentaba. Ahora, siendo los dos adultos con claras evidencias de haber vivido mucho, se daba cuenta de que sus sentimientos no se habían borrado del todo.

 

Cuando Martin la volvió a girar para quedar frente a frente, el sonrojo no estaba ahí, en su lugar una sonrisa esperanzada y una mirada ilusionada que no se apartaba le pedía en silencio que no se alejara jamás. Lo vio aproximarse y no hizo nada para detenerlo, sospechaba lo que estaba a punto de pasar y el motivo por el cual tampoco hizo nada, es porque ella también lo deseaba. Cerró los ojos al tiempo que ambos pares de labios se juntaron en un suave y húmedo beso. Al finalizar no se apartaron, sino que se contemplaron por varios minutos más.

 

— No estás ni cerca de pagar tus deudas, Black —alegó sonriendo. El corazón le latía con fuerza, lo podía sentir golpeándole en el pecho. Lo rodeó por el cuello y atrayéndolo lo volvió a besar, con la misma suavidad, pero dándole un beso más largo que duró hasta que varias voces burlonas empezaron a hacer coro mientras lo señalaban. En lugar de enojarse se apartó soltando una carcajada, mojando por última vez al mago —Mejor nos secamos o nos meteremos en problemas por alterar el orden público —dijo para luego alejarse dando grandes brazadas que la llevaron hasta la orilla. Al salir del lago la ropa húmeda pegada que se le había pegado al cuerpo hizo más evidente los cambios en su figura a lo largo de los años, sobre todo en la parte de los pechos.

 

— ¿A donde iremos primero?

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Black tendría a partir de aquel momento la excusa perfecta de pagar su deuda para no apartarse de su lado. Sintió cierto placer al pensarlo.

 

Ciertamente no se había dado cuenta que el sol estaba cayéndose poco a poco en el cielo, dejado tras de sí un espectáculo hermoso de tonos anaranjados, rosas y variados violetas en el horizonte. Y la armonía de probar nuevamente los labios de Tauro se vio detenida por unas voces extrañas que no estaban tan lejos como imaginaba. Ella rió a carcajadas y a él los ojos grises le brillaron, divertido con la situación, a pesar de ser no muy común.

 

Mientras la bruja se acercaba a la orilla y los espectadores se dispersaban, él quedó allí un momento, observándola. La había extrañado y aún le parecía mentira aquel reencuentro, y todo lo acontecido hasta ese instante. Sintió entonces cómo el agua que lo acariciaba empezaba a tornarse un poco más fría de nuevo, y la imitó, alcanzando en segundos la orilla. La observó una vez más. Aún tenía la ropa mojada y le resultaba un espectáculo digno de apreciar.

 

—Estás más hermosa que nunca, Tauro —soltó sin más.

 

El pelo negro del mago nacido en Gales aún se encontraba húmedo, pero empezaría paulatinamente a adoptar aquella forma poco común. La ropa en cambio, y en sintonía con la bruja, requería magia si pretendían ir a otro sitio sin cambios drásticos. Por eso se hizo de su arma mágica y la agitó, secando tanto su cuerpo como la ropa.

 

—Es una pena no poder apreciarte con esto —bromeó Black, tomando la camisa desde el suelo y colocando sus brazos dentro de ella. Abrochó uno a uno sus botones y se aproximó a la bruja, como necesitando su cercanía—. Pero ya tendremos otro juego y seré yo el ganador. —Guiñó un ojo y tomó una de sus manos, casi tan suave como sus labios.

 

Tras contemplar la hora y ver cómo la noche empezaba a surgir encima de ellos, se le ocurrió una idea.

 

—¿Qué te parece si bebemos algo en la Taberna? Hace siglos que no voy y no veo mejor compañía que tú para estar una vez más allí. —No sabía si eran sus ojos, sus cabellos, sus labios o aquella voz que se le antojaba melodiosa; tal vez fuera todo junto, pero Black allí estaba, sintiéndose cautivado—. Luego… luego ya veremos a dónde podemos ir... —Se le ocurrieron miles de planes posibles, pero quería disfrutar aquel instante, que era sumamente especial.

 

La necesidad de probar sus labios no se había ido, ¿cuándo se iría? Nunca, intuyó. Por ello regresó a buscarlos, pero de una forma distinta. El agua ya no estaba rodeándolos, y palmo a palmo, Black pudo sentir con ambas manos la humanidad de la bruja mediante caricias, sintiendo además cómo sus respiraciones empezaban a tornarse difusas. El contacto en su pecho, sutil pero intenso, aceleró los latidos de su corazón.

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— Exageras —fue lo que respondió ante el cumplido. No quería seguir sonrojándose más, pero le era inevitable. Lo imitó al secar su ropa, ya mucho espectáculo gratis le habían dado al inesperado público que resignado empezaba a alejarse —Cualquiera que sea el juego, encontraré la forma de superarte. Siempre he sido una excelente aprendiz —sentenció y aprovechando que el mago sostenía su mano entrelazó sus dedos para experimentar aquella sensación. Agradeció que Martin no pudiera leer sus pensamientos o de seguro pensaría que la bruja era una tonta por emocionarse con un gesto tan pequeño.

 

— ¿A la Taberna? —por un minuto lo dudó, la última vez había salido ebria de ahí, estaba segura, y fue allí donde quizás confesó sus sentimientos al pelinegro. Por suerte sus pensamientos y su dudas quedaron resueltas cuando un nuevo beso la sobrecogió. En sus brazos sentía que estaba a salvo de cualquier cosa, en sus labios volvía a experimentar ese sentimiento de júbilo y espíritu aventurero que la hacía querer hacer demasiadas cosas con el mago sin mirar atrás, sin arrepentimientos.

 

Sus mejillas empezaron a enrojecerse debido al calor, pese a que había estado en el agua hacia unos minutos y anochecía era como si el sol estuviera dándole directo a la cara y la temperatura estuviera rozando los 40°. ¿Era Martin consciente del efecto que tenía en ella? Sí, ella una bruja poderosa y se jactaba de decir que podía intimidar a casi que a cualquier persona sin importar el género o posición, pero allí estaba, indefensa, con todos los muros y barreras que solía colocar en el suelo, entregada a sus sentimientos, al momento.

 

— La Taberna me parece una buena opción, creo que aun deben tener la mesa en la que nos sentamos la última vez —dijo apenas tuvo chance de hablar, con sus rostros separados apenas unos centímetros. Si no se actuaba de inmediato dudaba que pudiera encontrar la voluntad para salir de allí, por lo que tomados aun de la mano empezó a caminar en dirección a la Taberna, allí encontrarían un mejor lugar para hablar, para disfrutar de la mutua compañía y permitir seguir aflorando todo lo que por años habían mantenido guardado.

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  • 6 meses más tarde...

Luego de tener unos días ajetreados, Mel había decidido relajarse un poco. A la sombra de la una palmera y un árbol más frondoso, se estaba tomando una buena siesta. Al lado, regados sobre el pasto, tenía un par de almohadones con los que había estado practicando encantamientos y un par de libros. Uno de ellos rezaba «dónde hay una varita, hay una manera» en la portada.

 

Debido al sol, sin embargo, terminó despertando para tomar un poco de agua del bebedero que se encontraba más cerca, con tan mala suerte que terminó rompiendo sin querer el sistema. El agua salió desbordada en un arco amplio sobre su cabeza, mojándola a ella y a otras dos chicas que pasaban.

 

--¡Lo siento! --dijo entonces, sin estar segura de qué más hacer-- ¿Se encuentran bien?

 

Por lo que podía ver, había alcanzado a mojarlas y aunque eso no se veía muy grave, podía ser que a ellas eso las hubiera molestado.

 

@@Emma Delacour @@Sophie Slinkhard

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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