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Herbología 3: Clase Conocimientos Junio 2015


Sagitas E. Potter Blue
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¡Maldito Caos se había montado en los jardines de la Universidad! Aquellos animales, escapados de algún lugar (esperaba que no de la Reserva o alguien tendría que pagar caro por lo sucedido) invadían los jardines y atacaban todo lo que se movía. Era demasiado peligroso estar allá abajo, así que decidí quedarme arriba, en la torre donde estaba mi despacho de profesora de Estudios Muggles, a salvo. Al fin y al cabo, las Directoras estaban allá abajo, al menos una distinguía desde la ventana. Estaba segura que serían capaces de tomar las riendas de la situación y proteger a todos los alumnos que aún permanecieran en peligro.

 

Lo reconozco, prefería la seguridad de la torre, en la que sólo podían mirarme feo aquellos Aethonats porque no podían entrar por la ventana estrecha, y a la que no llegaban los chorros de tela de las acromántulas, que estar allá abajo, peleando con las criaturas.

 

Así que me limité a amenazar con el puño por fuera de la ventana y, después, por si acaso, cerrar los cristales. Sonreí, satisfecha. Ni uno sólo de aquellos bichos podría amenazarme y desde allá tenía una visión hermosísima de lo que sucedía abajo.

 

¡Hey! ¿Y ahora quién me mandaba un pergamino? Lo tomé y lo arrugué en la mano, no decidida a abandonar el mirador desde donde visualizaba la batalla campal sin ningún peligro. Pero después me pudo la curiosidad y lo leí.

 

-- ¡Demonios! ¿Se creen que voy a dar clase de Herbología, con lo que hay montado ahí fuera? Estas directoras están locas. -- Abrí la ventana y grité: -- ¡No me dais miedo!

 

Bueno, un poco sí me lo daban. Por supuesto, fuera de contexto, quien me hubiera oído podría pensar que me refería a las Bestias. De todas maneras, no iba a salir de allá. No y no. Que no...

 

-- ¡Demonios! ¡Túuuu! -- Abrí la ventana de nuevo y aventé un libraco a la cabeza de un caballo volador que pasaba demasiado cerca del invernadero donde se celebraba la clase de Herbología. -- ¡Largo de ahí! Si rompes algo me lo quitarán de mi sueldo!

 

Abajo, alguien gritó que no se dañaran a los animales. Hasta me pareció ver un dragón que sobrevolaba la zona.

 

-- ¡Lo que me faltaba! Que se rompieran los cristales de la clase, ahora que acaban de rehacer todo de nuevo.

 

Miedo a los dragones voladores... Miedo a Misty y a Elodia...

 

-- ¡Demonios corcovados! -- por tercera vez invocaba a los diablos esos, algo que mi madre me había prohibido porque no era bueno que aparecieran cuando menos lo esperabas. -- Les tengo más miedo a ellas.

 

Así que me puse el mandil de jardinería, puse los guantes en un bolsillo y agarré la varita en mi mano derecha. Corrí escaleras abajo y llegué a la puerta que daba a los jardines. Arrugué el ceño. Pediría un aumento de sueldo o un seguro que cubriera todo riesgo. Crucé a la carrera lanzando algún impedimenta y desmaius por encima del hombro hasta llegar a las puerta del invernadero. Jadeé. Estaba todo en orden aunque por el techo acristalado se veía todo tipo de animales que volaban por encima. Hasta... ¿Era @ quien estaba encima de aquel hipogrigo?

 

-- ¡Osado! Mira que si te mueres le vas a dar un disgusto a Cye -- le grité, aunque dudo que me oyera, estando yo allá dentro y él allá fuera.

 

Sentí el ruido de pasos, mejor dicho, de patas, que se acercaban. No era difícil ver las acromántulas perdidas que se acercaban al lugar, tal vez atraídas por algún aroma deleitoso para ellas. ¿Cómo frenarlas? Giré sobre mis pies y entonces las vi. Encima de una de las mesas de exposición había una planta que podría ayudarme. Abrí con la varita el tejado de cristal, no quería romperlo (que era nuevito y capaz que las directoras, al menos una de ellas, me hacía tragar lo pedazos si se enteraban) y apunté con la planta hacia los Aethonats que se acercaban peligrosamente al lugar.

 

-- ¡¡Cuidado, mano!! Esto es un Bulbo Rebotador y despide bulbitos ¡Ten cuidado porque son duros como piedras y...! ¡Uuuuh, oooohhhh! ¡Leñes! ¡Qué difícil es de controlar ésto! -- grité, intentando sujetar a la planta para que disparara hacia arriba y no a los lados, o acabaría siendo yo peor destrozadora que los animales.

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Un par de caballos voladores comenzaron a perder el control en el campus universitario y se lanzaron hacia unos alumnos, me había bajado de mi escoba para controlar a una acromántula que resistía los ataques enviados por lo que, en seguida, Muca llegó hasta mi y de un ágil movimiento, estaba ya en su lomo. Las criaturas sintieron la amenaza y comenzaron a volar lejos, por la parte de atrás del sitio hasta el invernadero donde tendría lugar mi siguiente clase de pos grado, ahora, debido al caos provocado en la institución educativa, estaba retrasado.

 

Un par de conjuros había lanzado para bajar a los aethonans que seguían escapándose de los artilugios que tenían el resto de magos y brujas que habían salido a la defensa del lugar. En algunas ocasiones, tenía que desviar ciertos conjuros que les lanzaban, no me serviría de nada un sectusempra o un bombarda contra ellas ya que no tenían la culpa de lo que estaba pasando. A veces era un completo martirio el lidiar con personas que respondían sin reaccionar.

 

Llegamos hasta el invernadero, fijándome bien que el alumnado de la Academia de Magia no tuviera clase en esos momentos, al menos tenía esa ilusión por las nuevas reformas pero uno nunca sabía con certeza las cosas. Una mancha morada atrajo mi atención y vi con una mezcla de sentimientos que era el cabello de mi hermana. Estaba feliz de que estuviera presente para darme la siguiente clase de conocimientos, herbología, pero al mismos tiempo estaba frustrado por ponerla en peligro ante una situación como aquella. No se hizo esperar un grito de la payasa, aunque era para regañarme, dibujando una sonrisa en mi rostro. ¡Le preocupaba más mi osadía que su propia seguridad!

 

Un bulbo rebotador, perfecto, algo sabía de ellos. Giré con Muca para acorralar a los caballos alados y que estuvieran dentro del camino de los bulbitos que aparecían en el cielo, obviamente esquivando unos cuantos porque aquella planta lanzaba sin piedad. No le harían mucho daño a los animales, sólo los aturdirían lo suficiente para que mis conjuros pudieran impactarles de lleno... si era necesario utilizaría aquellos que conocía de la Orden del Fénix.

 

- ¡No te muevas hermana, - le dije de inmediato - te voy a levantar del suelo con todo y planta! ¡Mobiliarbus!

 

Mi rayo salió dirigido a esa enorme planta para poder ayudar a direccionar los golpes con mayor precisión, por supuesto, mientras seguía volando detrás de los caballos y que éstos no se alejaran más de aquel sitio; mejor que estuvieran con nosotros, de esa forma, que sobrevolando algún sitio repleto de gente ignorante. En este punto no sabía si lo que me preocupaba era que no resultaran heridas las personas de la universidad o las bestias por los hechizos lanzados de aquellos que no sabían cuidar de las criaturas mágicas.

 

El conjuroe staba funcionando, de alguna forma podíamos controlar entre los dos aquella planta y dirigió tantos bulbos hacia los caballos que estos terminaron cediendo, bajando hacia un lado del invernadero por fin, ya ahí podría darles un tratamiento especial para que se calmaran y se relajaran, incluso había pensado en un impedimenta si se volvían demasiado salvajes cuando me acercara a ellos, claro, para que ninguno resultara herido.

 

Pero no contaba con que el bulbo ya estaba demasiado alterado. Apenas dejé de conjurar mi rayo, justo para lanzar un desmaius a uno de los aethonans, una serie de golpes cayeron sobre mi hipogrifo y sobre mi, dándome un golpe seco en mi nuca tirándome de mi querida amiga voladora.

 

Afortunadamente caí dentro del invernadero, en un montón de costales de abono. No era el mejor olor, para nada, pero si una superficie suave con la que no me hacía mayor daño.

 

- ¡Expulso! - Lancé una vez que estaba con mayor control de mis movimientos hacia los bulbos que seguían siendo dirigidos hacia mi persona, debido a que no dejó de lanzar a pesar de mi caída. Miré la cielo buscando a Muca pero la encontré en el terreno aledaño cuidando a los aethonans que seguían nerviosos pero más tranquilos. - ¡Hermana, creo que es momento de prescindir de esa planta! ¿Alguna idea para que se calme?

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-- ¿Ein? ¿Hum? ¿Qué? ¡¡Aaaag!

 

Sí, a veces no hablo mucho, cosa rarísima en mí, pero es que me había pillado por sorpresa aquella maldita planta e intentaba sujetarla con fuerza para direccionar los bulbitos cuando mi hermano dijo que me agarrara fuerte.

 

-- ¿A qué? -- le dije, sin entenderle. Entonces, algo me movió de lado a lado y por poco me caigo del susto. Me agarré con fuerza al Bulbo Rebotador, tanto que mi barriga y los pétalos lilas arrosados se rozaban como si estuvieran pegados. La planta expulsaba un bulbo y un bulto subía por mi barriga hacia el exterior, como si yo fuera la que vomitara aquel pedazo de roca vegetal. -- Manoooooo, que me caigoooo!

 

Sólo a él se le ocurría levantarme con la planta para dirigir mejor el ataque a los caballos alados.

 

-- ¡Podrías haberme dejado en el suelooooo! -- grité de nuevo, pateando en el aire. No, no, a mí dejarme un suelo firme, que eso de volar no es para mí, ni en escoba, ni en alfombra y mucho menos agarrado a un bulbo enfadado. -- ¡Manooooo!

 

Mi voz sonó asustada al verle caer al suelo. El "ploof" que sonó demasiado fuerte y el polvillo del fertilizante que levantó tras su caída no me ayudó mucho.

 

-- ¡Manoooo! ¿Te has "morido"? ¡Cye me mata como te mueras en mi clase!

 

Gracias a Merlín su voz me llegó a la vez que el olor fuerte a excremento de dragón chino.

 

-- ¡Demonios, Mano! ¿Sabes lo caro que es ese fertilizante? Sólo por eso escribirás un pergamino de dos palmos sobre el uso de la kk de dragón como fertilizante en las plantas mágicas -- repliqué muy enfadada en el aire.

 

Sólo a mí se me ocurre imponer un castigo mientras sobrevuelo el aire del invernadero. ¿Hasta cuándo funcionaba el hechizo de mi hermano? ¡Era bueno!

 

-- Por si no lo sabes... Los Bulbos Rebotadores son ejemplares magníficos por su carácter ofensivo. Es muy usado en... ¡Demonios estate quieto! -- le grité al Bulbo, que iba cayendo al suelo con suavidad gracias a sus grandes hojas de base que le hacían de paracaídas. -- Es muy usado en la defensa de los castillos sitiados, puestos en almenas con las que atacar al enemigo aéreo. Pero son muy suyos y no les gusta que les mangoneen. La única manera de pararlos es usar un Incendio en la base de la corola, para que se cierren. Les da miedo el calor, por eso no crecen en climas mediterráneos o secos. A los Bulbos Rebotadores les gusta la humedad.

 

¿En verdad le había dicho como parar la planta? Me agarré y me puse de puntillas para tocar cuanto antes el suelo.

 

-- ¡Déjame llegar antes a tierraaaa! ¡No me chamusques la melenaaaaa!

 

Por el rabillo del ojo vi que las acromántulas se habían acercado demasiado y que tanteaban los cristales del lado sur. ¡A la porra! Yo no quería que me quemaran el pelo, ya me ocuparía de ellas cuando pudiera besar el suelo.

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Cierto, primero debía de bajar a mi hermana de su posición tan incómoda, por ello finalicé el hechizo mientras aquella planta le servía de amortiguadora. Una vez que estuvo bien la profesora (que extraño era tenerla de esa referencia), levanté mi varita hacia el bulbo rebotador apuntándole justamente en la base de la planta para no dañarla por completo.

 

- ¡Incendio!

 

Una llamarada no tan potente salió expulsada de mi varita y, sin tocar directamente a la planta, provoqué una onda de calor bastante fuerte para que se pudiera cerrar. ¡Funcionaba! Bueno, claro que funcionaba, la experta en la materia me había dado las instrucciones necesarias.

 

Lo único malo hasta el momento no era la persecución de los caballos voladores, que ya Mucha me había ayudado a que se mantuvieran en cierto control, tampoco era las acromántulas que llegaban por otro lado, sino el tener que hacerle dos planas como ejercicio en medio de todo el caos que se había formado en el plantel universitario, ¡y todavía debía de ir a impartir mi curso de pos grado con dos alumnos que estaban en el patio principal! Esto no podía ponerse peor.

 

- Bulbos rebotadores, buena defensa, difíciles de controlar, golpean fuerte pero preciso, el calor las mantiene a raya. Entendido, todo esto muy bien entendido.

 

Tenía que adular a mi hermana, por supuesto, no quería que me dejara más deberes de los que podía cumplir. Lo que no podía entender era justamente por qué se encontraba en el invernadero en ese momento, hasta donde sabía le habían solicitado impartir Estudios Muggles... y si era así, los dos debíamos de apresurarnos.

 

- Anda, que no te ha pasado nada, ¡te ves fabulosa!

 

Apenas comenzaba con mi breve discurso cuando escuchamos unos chirridos más fuertes, aquellas enormes arañas estaban insistiendo en entrar al invernadero al vernos como unas presas muy fáciles de atrapar. ¡Y cómo no! Entre mi enorme y fuerte hipogrifo junto a esas dos enormes bestias de aethonans, era obvio que un par de seres humanos se vieran más apetecibles.

 

- ¿Acaso no hay otra hierba aquí que nos pueda ayudar a golpear a nuestras nuevas visitas?

 

Sí, seguramente el bulbo no se abriría durante un buen rato y lo único que sabía de las plantas mágicas era sobre el lazo del diablo, pero a mediodía no sería muy útil.

 

- ¿Palmeras pateadoras? ¿Pinos lanza espinas? ¿Arbustos enredadera? ¿Algo?

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Lo primero de todo, toquetear mi pelo hasta cercioramente COM-PLE-TA-MEN-TE que no había sufrido ningún daño. Después, suspiro de alivio. Finalmente, atender lo que decía mi hermano.

 

--¿Palmeras pateadoras? No, no me suena que exista eso. Aunque en el sur de la India existe unas palmeras pata de elefante que saltan y pisotean duro allá donde caen. Pero... Me temo que no tenemos ejemplares de ese tipo. Y ahora no tenemos tiempo de ir a la India a buscarlas...

 

Eso era un problema, sí... Además de que no estaba segura de si se podía aparecer y desaparecer de la Universidad.

 

-- Pero tenemos Snargaluffs. No muchos ejemplares, puff... Pero las podemos colocar en las dos puertas del sur. Si se las provoca tienen muy mala leche. ¿Sabes cuales son? Esas de ahí, ayúdame... So esas, las que parecen un tocón de árbol. Pero vigila. Levántalas con sumo cuidado y ponte por detrás del orificio central. Sí, ese... Que si se "despiertan" vean las acromántulas, para defenderse de ellas.

 

Era muy delicada esta operación. Moví uno de los tiestos con la varita y la situé delante de la entrada.

 

-- Vigila que el tiesto quede un poco inclinado hacia delante, un ángulo no mayor de 15º o despertarán de golpe. Pon una piedra o algo así por debajo para que queden inclinadas hacia las acromántulas. -- Mi voz era un susurro, no sé si para no alertar a las arañotas o para proteger a mi hermano de lo que podían hacer. -- Cuando se siente provocada por un peligro, los snargaluff desplieguen unas lianas horriblemente gruesas y duras, llenas de espinas que se clavan y desgarran, con un líquido urticante que genera granos con pus. Son insufribles, así que ten cuidado. No tengo aquí ninguna pomada que ayude. Si pudiera ir a la clínica... Pero no podemos salir, estamos rodeados...

 

Miré hacia el cielo. Una sombra aún lejana de un dragón circulaba por el aire de la universidad. Ojalá no se sintiera atraído por el aroma de las flores.

 

-- Protégete con hojas de palma. De ese árbol alto, sí, ese. Es una planta carnívora, un Arbusto auto-fertilizante. Pero sus hojas son tan fuertes que te protegerán de los latigazos del Snargalufff... Mientras... Yo voy a ver si encuentro....

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Escuché atentamente las palabras de mi hermana cuando me explicó de la posible defensa que nos podrían dar unas nuevas plantas, snargaluff, por lo que me apresuré a ayudarle a colocarlas donde estaba la entrada sur del invernadero. Alcé mi varita, de nuevo la utilizaba y es que no podía prescindir de mis habilidades con ésta, para hacer un wingardium leviosa levantando la planta con mucho cuidado conforme a las indicaciones de la experta en el tema.

 

- Anda, con cuidado... muy bien, muy bien, no despiertes todavía.

 

Con mi mano derecha dirigía a la planta para colocarla en posición mientras que, con la izquierda, agarraba esas hojas gruesas que me protegerían de los latigazos que podrían surgir. Me acerqué con cuidado hasta la puerta y vi de cerca a las enormes arañas, cuidando de no provocarlas más de lo debido antes de terminar con nuestra labor, lo único que esperaba de la situación es que no tuviéramos ningún tipo de pérdida considerable, con ningún ser vivo.

 

Llegué hasta el lugar indicado y comencé a mover mi mano haciendo una floritura con mi varita, de esa forma la inclinaba los grados requeridos a ojo de buen cubero, mientras que jalaba una roca de buen tamaño para soportar a la planta en la posición que requeríamos sin hacer mucho ruido ni movimientos bruscos; a pesar de traer ya una protección, no quería jugar con el azar.

 

- Una fortuna que haya caído en el abono, - comenté al dejar bien colocada al snargaluff - al menos por el olfato seré menos apetecible para las acromántulas... ¿no quieres revolcarte un rato? Así aseguramos nuestra seguridad.

 

Un chiste en estos montemos, tan típico de mi.

 

- ¡Anda, que si lo vas a hacer! - Mencioné con una sonrisa cuando vi que la peli violeta se movía de su posición.

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Miraba a los lados, buscando entre los nuevos ejemplares del invernadero. Sabía que Amya tenía uno de ellos escondido y que yo, sin saber bien como había sucedido, me lo había llevado con el resto de macetones que habíamos despertado a la vida. Gracias a los dioses, Ishaya estaba siendo un gran alumno y consiguió mover los Sgarnaluff sin que se despertaran. Aún así, esperaba que no abandonara la protección de aquellas hojas del auto-fertilizante. Sí, vale, era carnívoro, pero no de humanos sino de pequeños animalillos como ratas o gatos. Hem... ¿Dónde se habría metido mi rana? Esperaba que no estuviera siendo digerida por ese arbusto.

 

-- ¿Dónde demonios lo he escondido? -- dije en voz alta. No quería que mi hermano se asustara aunque, pensándolo bien, no creo que hubiera nada que asustara a Ishaya. Sorprenderle tal vez, pero asustarlo no. Estaba segura que aún seguía en aquel grupo de defensa en que el que habíamos cohabitado un tiempo. No creo que se asustara por lo que hacía una plantita.

 

Las arañas se acercaron demasiado y una de ellas rozó una de las macetas que habíamos puesto en la entrada. Cientos de lianas se lanzaron como dardos hacia adelante y empezaron a pelear con esos bichos.

 

-- ¡Guauuu! ¿Lo es? Me encantan los Snargaluff, es una pena que la mayoría de los magos no sepa plantar ejemplares en sus jardines más que por motivos de ornato en vez de seguridad. En vez de rosas blancas, un buen par de Snargaluffs y no entrará ni un sólo indeseable.

 

No sé si llegó a oírme porque estaba con la cabeza metida en un lavadero en el que había un montón de pequeños tiestos de flores rosadas. Levanté la cabeza y grité un "yupiii".

 

-- Mira lo que he encontrado... No me voy a tirar encima de un saco de abono. Apestas. Ciertamente, las acromántulas no te atacarán con ese aroma. Pero...

 

Tomé varias de las plantas y me subí a los sacos de estiércol, para ponerlas en la zona alta de los estantes llenos de herramientas.

 

-- No estoy loca, mano. No se ha podido demostrar nunca, lo sabes. Estoy poniendo estas flores hermosísimas en lo alto para que su olor se esparza por el cielo. A ver si sabes por qué. Te daré una pista. Son flores de Díctamo.

 

Es difícil trepar por los estantes mientras sujetas varios tiestos de flores con las manos. Soy buena funambulista, no hubiera fallado si en aquel momento uno de los dragones bramó casi encima nuestro y dio una dentellada a un hipogrifo cercano. Por un momento, levanté la vista y me pregunté si sería el de mi hermano o alguno de los escapados. Eso desplazó mi eje de equilibrio y ... me caí.

 

-- ¡Demonios! -- grité, abriendo los brazos como si de esa manera pudiera hacer de paracaídas. Por supuesto, de lleno en los sacos de abono. -- ¡Puaaaj! ¡Qué asco! Menos mal que no es el de alto grado de fertilización o nos crecerán las uñas como con ese hechizo.

 

Sacudí las manos para desenganchar las "migas" que se me habían pegado encima.

 

-- Ahora más que nunca necesitamos que el dragón no nos huela. Pensara que somos sus congéneres y bajará a "charlar con nosotros". Necesito...

 

Iba a añadir "un baño" pero entonces la vi. Del lavatorio de la tercera fila salía un ligero tentáculo que intentaba trepar por el mármol.

 

-- ¡Lo encontré! Sabía que tenía escondido un Lazo del Diablo por algún sitio. Enemigos de la pelivioleta... ¡Temblad!

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Apenas se colocaron aquellas plantas en la entrada, las acormántulas decidieron avanzar y, para mi fortuna, cientos de lianas salieron a su defensa de forma inmediata dejándome apenas el tiempo suficiente para echarme para atrás, con un par de golpes que me llegaron, nada que me preocupara, ninguna herida visible... hasta ahora.

 

- No creo que cambiaría mis rosas en la Lockhart por estos especímenes, sobre todo porque tenemos micropuff en la casa y no quisiera que se los devorarán, me partiría el corazón.

 

Miré a mi costado, por donde mi hipogrifo estaba controlando a los caballos y noté con alegría que nada se había tornado extraño, se veían más tranquilas las criaturas y Muca, inclusive, andaba olfateando a sus nuevos compañeros de descanso. Mientras no decidieran las arañas irse contra ellos todo estaría bien, no tanto por el peligro que causaban, sino porque podrían alzarse en vuelo de nueva cuenta e irse hasta los jardines principales para generar nuevos problemas.

 

Mi hermana salió de un lavabo, algo que no me sorprendía, para comenzar a trepar entre las estanterías del invernadero hasta llegar a la cima. Estaba a punto de preguntarle lo que intentaba realizar pero me ganó la palabra.

 

- ¿Flores de díctamo? - Pregunté echándome hacia atrás, no quería estar en medio del camino de las acromántulas - Seguro no quieres curar los pequeños raspones que tenemos en el cuerpo...

 

Sí, sí, tenía todavía frescas las enseñanzas de la clase de primeros auxilios y recordaba los apuntes acerca de su solución para fuertes heridas y sus avances en ese rama, pero, ¿para qué otra cosa se necesitarían? Y fue cuando recordé un ligero detalle.

 

- ¡¿Pretendes prenderle fuego al lugar?! Podrían decir que no se ha comprobado que estás un tanto loquita, mana, pero es que no encuentro otra razón para que desees que expidan sus gases inflamables... o flamables... ¡o cómo se diga! ¡Y menos con tantos seres vivos acá adentro!

 

Tendría que calmarme, aquí la experta en plantas era ella y yo apenas un aprendiz, pero con la presión de los problemas a cada segundo, no podía hacer otra cosa que estar alerta. Al menos se había caído en el estiércol como yo, bueno, abono. Podría decirse que ahora no sólo éramos hermanos de sangre, sino de olor.

 

- Deja de mencionar que hay un dragón en las cercanías, - comenté una vez que vi como las arañas se mantenían a raya con los tremendos latigazos que les estaban propiciando - que si así fuera y decide venir hacia acá, estaríamos en un grave problema con tus flores estando allá arriba.

 

Un momento, ¿había dicho lazo del diablo? Hasta donde sabía no podría salir a la luz del día, ¿cierto? Eso era algo como de cultura general y, bueno, tampoco es como si estuviéramos en el caribe, pero aún así.

 

- Sagitas Ericen Potter Blue del linaje Potte Black, - mencioné exageradamente todo su nombre, sólo por el gusto de hacerlo - explícame que tienes en esa cabezota formulándose.

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Sí, el Lazo del Diablo estaba localizado, pero acababa de recordar que la maldita planta de había quedado mi zapato la vez pasada, con lo que no era cuestión de dejarlo salir, de momento. Por ello, tomé una silla y la puse delante de la puertecita del lavadero, tras haber conseguido meter el trozo de liana bien p'adentro. Di un bote con el grito de mi hermano.

 

-- ¡Huy, Ishaya! Ya me conoces, no pretendo nada malo... Sólo pretendía ponerla en la defensa del invernadero. Pero los Lazos de Diablo no son de fiar y este ejemplar concreto siente un especial gusto por chuparme los pies.

 

Creo que así, sin explicar más, parecía altamente pecaminoso. Pero tampoco tenía tiempo de explicarme más. Me cercioré de que la puerta estuviera bien trabada antes de soltar la silla.

 

-- Pretendía controlarla con los rayos de sol concentrados, si se escapaba. Ya sabes que soy buena en meteorología, pero claro, sólo lo sacaré si es absolutamente necesario. Es difícil escapar de su abrazo como se empeñe mucho y no soy como Amya. Ella tiene una mano especial para las plantitas y con un "cuchi cuchi" consigue que le obedezcan.

 

Había cierta envidia en esa afirmación. Después sentí el bramido del dragón y vi que se alejaba. Sonreí.

 

-- ¡Ay, mano! Casi aciertas con el díctamo. Pensé que lo sabrías pero ya que soy tu profa, te diré una de las características de la flor del díctamo. Su aroma es especial. Como bien has dicho, es flamable, pero no pretendo quemar el invernadero. Misty y Elodia me matarían. No, peor, me torturarían lo indecible antes de matarme, así que no era eso lo que pretendía.

 

Señalé la planta. No se veía pero despedía un olor que seguro que era lo que había alejado al dragón del lugar.

 

-- El díctamo que se usa en Primeros Auxilios es sólo una esencia depurada de las hojas de las flores, pero tiene otros usos. ¿Sabíais que se plantan campos inmensos de este espécimen en los lugares donde se doman dragones? Su aroma les hace estornudar y bajan sus defensas, con lo que es un método tradicional para retenerlos dentro de la zona de seguridad. O para proteger algún lugar pequeño como los establos de los animales. Antiguamente, en la época medieval sobre todo, se plantaban alrededor de las cuadras para evitar que se comieran las cabras y la vacas, o las ovejas... Aunque antes había muchos dragones sueltos en los valles. Ahora hay pocos ejemplares y está prohibido el vuelo libre ellos fuera de la Reserva.

 

Me rasqué la melena y cayeron al suelo ciertas partículas de abono de dragón. Solté un gruñido y una planta me respondió de forma agresiva.

 

-- ¡Demonios! No es culpa mía -- les contesté al grupo que se retorcía junto a la primera. -- Ya sé que no os gusta este abono, pero es que me caí dentro. No era para vosotros.

 

Me alejé unos pasos, pensativa.

 

-- Son Snap Chillones. Hay que reconocer que no hacen mucho, excepto moverse unos pasos alrededor de su tiesto y gritar como cosacos cuando se enfadan. Tal vez sirvan para plantar cara a los crups, si se acercan por aquí. Con lo fiero que gritan, no se acercarán, seguro... ¿Qué crees que podemos hacer ahora, mano? ¿Seguimos poniendo defensas en el invernadero? Aún hay muchas fieras ahí fuera...

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Un latigazo sentí en mi estómago dejándome sin aire durante unos momentos, por lo que no pude contestarle a Sagitas a tiempo dejándola que siguiera hablando sin parar; yo, por mi parte, levantaba mi mano haciéndole señas de que iba entendiendo todo mientras recuperaba el aliento. Había sido un golpe bastante duro, lo mejor sería que me alejaría de aquel sitio, de todas formas las acromántulas estaban ya bastante calmadas y entretenidas con lo que sucedía ahí.

 

¿Qué otra cosa podríamos hacer? Ya habíamos utilizado a los bulbos rebotadores para calmar a los aethonans, que ahora estaban bajo custodia de mi hipogrifo Muca; los snargaluff nos habían ayudado con que las arañas gigantes no se nos acercaran, tomando hojas de árbol de palma; el olor de las flores de díctamo para alejar al dragón, en vez de estallar el lugar; y ahora, por alguna razón, quería controlar el lazo del diablo si acaso lo necesitábamos en cierto punto. ¡vaya clase que estaba tomando en ese momento! Ahora tenía en mente a los snap chillones, por eso de mantener alejadas a más bestias.

 

Sin duda éste conocimiento que estaba aprendiendo resultaba más complejo de lo que había pensado en principio, pero no podía echarle la culpa a mi hermana, ella era más la solución que la causa.

 

- A esta hora deben de estar llegando los agentes ministeriales de criaturas para controlar a todas las bestias que se han escapado, - dije cuando me acerqué a ella mientras observaba con detalle el paisaje a nuestro alrededor - supongo que no tendremos mucho problema con las criaturas que han llegado hasta éste sitio, deberíamos de...

 

Se escuchó en esos momentos un sonoro rugir de un grupo de dragones a la distancia, retumbando en todos los rincones de la institución educativa y, como era de esperarse, calmando a las bestias que seguían un tanto salvajes, incluyendo a las acromántulas que estaban a unos metros de nuestro lugar.

 

- ¿Hay alguna planta que haga algo más con los dragones?

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