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Herbología 3: Clase Conocimientos Junio 2015


Sagitas E. Potter Blue
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¿Dije que no hacían mucho? ¡Demonios! Tuve que ponerme las manos en las orejas para no escuchar los chillidos de aquellas malditas plantas.

 

-- No sé si conseguirán parar a los crups o atraer a más animales. Hay que ver lo que chillan... Están consiguiendo irritarme. A ver si los crups huyen o deciden lanzarles dentelladas...

 

Hablaba con las manos en las orejas, así que no estoy bien segura de lo que dijo mi hermano

 

-- ¿Agentes ministeriales qué... ? ¿Para qué...? ¡Yo no fui! ¡Deja que esconda ciertos especímenes digamos no muy del todo legales... ¡Demonios! Debías haberme dicho que iban a venir para algo.

 

Lancé un Muffliato a la puerta donde estaban los snap chillones; al menos ahora el ruido quedaba fuera de los invernaderos y no me volvía loca. Escogí varias macetas pesadas y las metí dentro de un armario que después cerré con siete llaves. No le dije qué eran, mi hermano es muy protector pero vamos, ante la Justicia (y no olvidemos que es un periodista nato) es mejor que no sepa nada para que no pueda mentirles. Así no le metía en un compromiso.

 

-- Hecho. No darán con ellos. ¿Qué decías de...? ¡Ah, los dragones! Pues...

 

Miré al cielo. Sí, varias sombras sospechosas sobrevolaban el espacio aéreo. No me gustaba nada de nada. Huum...

 

-- Déjame que piense. No hay nada concreto contra los dragones, excepto el díctamo, por lo que te dije. Habría que combatir el fuego con fuego pero... Pero se me ocurre una manera de que no nos vean. El tejado es de cristal así que somos piezas fáciles, pero...

 

Me acerqué a una de las mesas más alejadas. Estaba llena de tiestos con apenas un arbolito de medio metro, delgado como un palo. Cualquiera que los viera, pensaría que eran ejemplares esmirriados que estaban casi secos y sin posibilidad de salvarse. Sin embargo...

 

-- Mira, Ishaya, mira... Sólo tengo que hacerles cosquillas en la base del tronco, casi donde toca la tierra. Hay un nudo leñoso ínfimo, apenas detectable, así que a veces, sencillamente, le hago cosquillas por todas partes hasta que acierto. Mira lo que pasa...

 

Me puse a hacer cosquilla a uno de los troncos secos y de repente se movió; se infló y escupió, literalmente, algo arrosado que salió disparado por el aire hasta chocar contra el techo de cristal. Después se desplegó en una flor gigante abierta.

 

-- ¡Jajajajaja! ¿A qué es preciosa? Se llama Flor Paraguas. Los muggles las conocen de los cuentos, dicen que servían a los gnomos y los duendes para refugiarse de la lluvia, de ahí su nombre, aunque son más bien para gigantones. Parece mentira que estos arbolitos tan debiluchos puedan escupir estas flores tan maravillosas y tan grandes. Hacen uno al mes, así que sólo rasquemos las que necesitemos porque después hay que abonarlos continuamente con fertilizante de dragón durante una semana y regarlos con agua de luz de luna para que puedan originar otro ejemplar tan bonito.

 

Rasqué otro de los arbolitos y volvió a escupir otro ejemplar, aunque esté era más azulado.

 

-- La diferencia de color dependen del tipo de luna que había cuando se recogió el agua. Cuanto más luna llena, el color más rosa; cuando el agua fue recogida en cuarto menguante, tiende al azul. Pero el resultado es el mismo, enormes flores paraguas que pueden ocultar a cualquiera que se ponga debajo, como si fueran capas de esas que invisibilizan a quienes las llevan. Anda, ayúdame, que se me acaba de ocurrir algo con fuego que... tal vez... Aunque son arbustos peligrosos y no sé si...

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Muy bien, las cosas seguían su ritmo y no me podía quejar por lo que acompañé a mi hermana a rascar aquellas plantas, sintiéndome más bien que le estaba haciendo cosquillas, para que sacaran una de sus flores. La primera que pude recibir era muy azulada, demasiado hermosa, su color se asemejaba a los zafiros que generalmente adornaban las armas de los paladines de la Orden de la Mano de Plata por lo que me perdí un momento en admirarla aunque no mucho, el sonido combinado de aquellos chirridos que seguían llenándonos los oídos me regresaba de golpe a la realidad.

 

Nunca hubiera creído que estaría presente en una catástrofe como la que vivíamos en el recinto educativo, en medio de ataques de diferentes criaturas que amenazaban nuestras vidas sólo por actuar instintivamente. Mucho menos me había imagino utilizar diferentes tipos de plantas para formar una fortaleza de defensa, con tantas opciones que esperaba recordar después de salir de éste invernadero, claro, si es que lográbamos salir intactos como hasta el momento.

 

- Ayudaré en su abono, - comenté al recibir una segunda flor de un tono parecido a la primera - es lo menos que puedo hacer después de 'refugiarme', total, ya había ayudado a controlar la situación en el patio central y no quería dejarte sola dentro de todo esto... no sé por qué pero creo que atraes algunas situaciones, mana.

 

Un comentario de cariño ya que se conocía la fama de mi hermana en toda la sociedad mágica británica, siempre envuelta en situaciones fuera de lo común y de alto riesgo, saliendo con vida de todas ellas por alguna razón milagrosa. Hoy no era la excepción. Nunca estando con ella sería una excepción. Le di un beso en la mejilla en ese instante olvidándome por completo que ambos habíamos caído en el fertilizante de dragón unos minutos atrás y es que realmente era lo menos importante en ese momento.

 

- ¿Ahora que sigue mi querida comandante?

 

Ya me había animado en ese momento en ayudar con lo que fuese en la defensa del invernadero, pero los ánimo se vieron congelados cuando escuché un fuerte rugido de la menos tres dragones provenientes del lado norte del castillo de la universidad; fueron tan fuertes los rugidos que las acromántulas chillaron en lo bajo y se retiraron a un paso veloz mientras que los aethonans comenzaron a relinchar nerviosos, afortunadamente mi hipogrifo seguía controlando la situación. No había todavía criatura viva que se enfrentara a un dragón de buena gana.

 

- Me da algo que se estén llamando entre sí, - comenté con un nudo en la garganta - al menos podrán tomarnos como simples desperdicios por el olor tan... sutil que llevamos.

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-- ¡Hey! No te embobes con los plantas paraguas, que tenemos mucho que hacer .. -- le grité a Ishaya, mientras miraba una preciosa flor azulada que se elevaba bien alto para protegernos. -- Eso espero, o tendré que estar un mes castigada viniendo cada día a regar y abonar estar plantas. Es lo único malo que tiene este espécimen, que su cuidado es casi una esclavitud sin faltar un día...

 

Arrugué el morro y dejé de hacer cosquillas a la planta que tenía ahora en mis manos.

 

-- ¿Cómo que yo...? ¡Oye! Yo no he tenido nada que ver. Eso es culpa de otros, yo no sé como me encuentro siempre en medio de estas cosas pero yo no fui, que conste.

 

Menos mal que me dio un beso o le hubiera soltado un cachete, por decirme eso. Pero después me llamó "comandante" y estallé en risas. Era feliz en aquel momento, con mi hermano cerca y metiendo los dedos en la tierra húmeda. Me encantaba esta asignatura, aunque no fuera la mía.

 

-- ¿Sabes? Es un placer hacer de jardinería. Muchas veces en la "Ojo Loco" incordio a los elfos trasplantando arbustos. Los traigo locos porque...

 

Se me había olvidado por completo que estábamos en peligro y lo recordé de repente, cuando sentí los gruñidos de aquellos dragones. Dragones, en plural. Miré hacia el techo del invernadero. No había problema con él, teníamos bien sitiados a los animales y no entrarían. Teníamos un buen ejército de plantas defensoras y, en cierta manera, agresivas, que rechazarían cualquier ataque. Era el mundo vegetal contra el mundo animal. A ver quién ganaba...

 

Pero no era momento de estarse quietos. Si era cierto que los animales se estaban reagrupando...

 

-- Lo que te decía antes... Hay un arbusto muy potente y peligroso que... En sí, estaba controlado por el Ministerio, pero como está dentro de una área ambigua, han olvidado qué departamento se hace cargo y lo han dejado de lado. Así que no sé si debiera confesar que yo tengo...

 

Abrí un armarito con la varita, conjurando un hechizo múltiple que sin él no se hubiera abierto. Dentro, un saquito de lona gris se movía lentamente, como si algo dentro le empujara. Al lado, mis guantes de dragón. Me los puse y le lancé el otro par a mi hermano para que los alcanzara al vuelo.

 

Se trata del Arbusto de Semillas de Fuego. Es muy MUY peligroso. No lo toques sin los guantes. Crecen al instante, un poco de agua y un poco de fertilizante y tendremos un árbol de fuego que protegerá cualquier cosa, quemando todo lo que se acerque. Es peligroso, repito, porque no dejará entrar a nadie, pero tampoco salir. No queda hacia adentro, así que si estás en el lado correcto, sólo sentirás la luz y el calor, pero no te quemarás.

 

Saqué el saquito y lo mantuve en la mano enguantada.

 

-- Creo que con esto podemos ir a los jardines de la Academia y formar una zona segura desde la que defendernos, siempre que estemos detrás de los arbustos. Es tan potente, que ni el fuego del dragón puede atravesarlo, se alimenta de su fuego y se crecería. No hay manera de apagarlo, el aire o el agua. Sólo hay un método que te diré cuanto lleguemos a los terrenos de la Universidad y hayamos protegido a los que aún quedan en ellos, al aire libre.

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Me daba miedo llevar en la mano aquel saquito vivo de semillas de fuego. Era algo muy peligroso, cualquier movimiento leve, cualquier defecto en la tela ignífuga donde iban metidas y me podría quedar con un agujero en la misma, y eso sin contar que podría arder toda y lo que me rodeara. Pero claro, ahora que ya había dicho que la tenía y que podíamos usarla para ayudar a nuestros compañeros, no podía desdecirme. Sólo esperaba que las directoras del centro universitario no se enfadaran mucho por tener aquellas semillitas algo ilegales dentro de los terrenos de la Universidad.

 

Pero ahora no teníamos tiempo de ser tikismiquis, ya daría explicaciones si alguien me las exigía.

 

-- Vamos, mano, recoge todo lo que pueda sernos útil. Tienes todo el invernadero a tu alcance. Vamos, podemos salir de aquí ahora que las acromántulas se han alejado.

 

Apoyé la frente en el cristal de la puerta y comprobé que no había ningún animal acechando. Abrí la puerta con cuidado. Las plantas eran buenas defensoras, pero no sabían distinguir entre amigos o enemigos, así que había que pasar con cuidado delante de ellas.

 

-- Vamos, mano, de uno en uno. Por cierto, por si no sobrevivo antes... Estás aprobado.

 

Salimos del invernadero, rumbo a los jardines.

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