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Conocimiento de Maldiciones IV


Mistify Malfoy
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CAOS EN LA UNIVERSIDAD

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Mistify Malfoy corría a través de las callejuelas de la Universidad. Tenía que llegar al sector destinado a las Bibliotecas, más precisamente al lugar en el que tenían guardado celosamente los Libros con los Hechizos recopilados por el pueblo Uzza. Eran libros muy poderosos y estaban protegidos por diversos encantamientos, pero tal parecía que alguien había logrado burlarlos.

 

Mandó a Berta a por sus alumnas de Conocimientos. Las dos brujas estaban citadas en su Despacho, situado en la torre mas alta de la Universidad y ella mientras tanto se había adelantado hacia el edificio de paredes grises que ocupaban los más valiosos tesoros mágicos: libros de poderes. Aquellos libros contenían secretos milenarios, hechizos que algunos magos ni siquiera eran capaces de vislumbrar y si caían en las manos equivocadas podrían provocar estragos, no solo en el Mundo Mágico, sino para toda la humanidad.

 

No era que Mistify se preocupara por lo que le pudiera pasar a ningún muggle, ni siquiera lo que le podía pasar a alguien que no fuera de su familia. Lo que le preocupaba era que Mackenzie pudiera enfadarse con ella por no haber cumplido con su promesa de poner a resguardo semejantes tesoros.

 

Cuando llegó ante las puertas del edificio se detuvo y tomó su varita de entre los pliegues de la túnica blanca que llevaba. La intrincada trenza con la que sostenía su cabello, se había desmadejado y ahora mechones de pelo rubio se pegaban al rostro decidido e imperturbable de la Malfoy. El calor egipcio había logrado que gotas de sudor se desprendieran y corrieran lentamente a través de la sien. Ella se las secó con un movimiento de su mano izquierda.

 

Las puertas estaban abiertas. Su mente trabajaba intentando descubrir cuál había sido el error en sus encantamientos. ¿Cómo habían podido entrar sin su permiso? Nadie, excepto Elodia y el Ministro y Vice sabían como entrar.

 

El aire fresco la recibió en el interior. Recién entonces notó que estaba agotada. No se escuchaba nada. Las paredes no dejaban pasar el ruido exterior y el silencio reinante era sobrecogedor. Se respiraba magia en aquel lugar.

 

Alzó su varita y se hizo la luz, proveniente de ningún sitio en particular y de todos a la vez. Estaba en el salón previo a la entrada. La puerta siguiente también estaba abierta y dio un paso hacia ella. Miró hacia atrás esperando ver a las dos brujas con las que tenía cita a esa misma hora, esperaba que Berta les hubiera hecho llegar el mensaje, a estas alturas ya deberían de estar allí.

Editado por Mistify Malfoy

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El calor era abrasante, pero aún así avanzaba con paso firme por lo que ahora constituía el campus de la Universidad. Habían pasado varios meses desde la última vez que había pisado aquél sitio y ahora volvía a él, como quien vuelve al pueblo que lo vio nacer tras una temporada recolectando experiencias. Mis botas se hundían en la arena, dejando marcadas huellas a mi paso. El sudor se deslizaba por mi pálida frente, en forma de grandes gotas, que daban un aspecto irreal de vida a mi cara.

 

Fijé mis ojos azules en la mujer que esperaba en la entrada de la Universidad. No recordaba su rostro de oportunidades pasadas pero al acercarme a ella, se dirigió a mí. Me indicó a dónde debía dirigirme, cosa que estaba dispuesta a preguntarle a alguien en cuanto me cruzara con algún conocido. Parpadeé un par de veces, algo confundida, pero agradecí las amables palabras de la mujer, enfilando hacia donde ella me había indicado.

 

Caminé por un interminable pasillo, detrás de una bruja de capa blanca que parecía no notar mi presencia. Desconocía si era una actitud consciente o no; en aquél momento sólo quería llegar a mi clase. Se rumoreaba que nada era como estábamos acostumbrados, y yo, que era graduada del viejo sistema, no podía evitar detenerme a contemplar las nuevas adquisiciones del lugar.

 

¿En qué momento había comenzado a subir por el edificio? No lo había notado, pero al voltear a ver por una de las ventanas pude darme cuenta de que ya no estaba a nivel del suelo. La bruja de capa blanca seguía caminando con paso firme; segura de a dónde se dirigía. Yo iba detrás de ella, rezagada unos metros pero sin querer acercarme demasiado. ¿Era ella la profesora? Llevaba varios libros con ella. Supuse que sí, y seguí caminando.

 

Me sequé el sudor de la frente con el dorso de la mano mientras intentaba no chocar con la bruja que venía siguiendo desde hacía rato. Se había detenido de golpe y yo, distraída, casi no logro detenerme. Abrió la puerta de la habitación al final de ¿la torre? y entró. Yo me introduje en la estancia detrás de ella, y me aclaré la garganta para que notara mi presencia allí. Lo que faltaba era que me lanzara alguna clase de maleficio por irrumpir en el lugar.

 

-Eh... Buenos días...-comencé a balbucear y carraspeé.-Soy Mía Zoeh. Una mujer me dijo que viniera para aquí; ¿es correcto?-pregunté, cerrando la puerta detrás de mí pero sin avanzar un paso más.

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Desde donde se encontraba podía ver las dunas de arena que formaban el desierto que rodeaba la pseudo ciudad en la que se había convertido aquella antigua universidad. El sol lo bañaba todo: se reflejaba en la arena dorada, en el agua corriente del río y en los tejados rojizos de los pequeños edificios ordenados alrededor del lago central. La isla del laberinto aguardaba en silencio más allá de la orilla a quien se atreviera a visitarla, aunque pudiera ser que quien lo hiciera no volviera a salir de allí.

Cada rincón de la universidad se veía desde los ventanales de la torre donde hacía unas horas había sido citada; era el punto más alto de la universidad y era allí donde se encontraba el despacho de Mistify Malfoy. Al llegar se había encontrado la puerta entreabierta, pero al ingresar a la habitación no había encontrado a nadie en el interior. Entonces había decidido acercarse a la ventana en cuyo marco descansaba ahora su cuerpo. Estuvo en esa posición hasta que una presencia detrás de ella, una voz, llamó su atención.

Debe dirigirse a la biblioteca – cuando se giró no encontró a nadie.

No podría haber asegurado si la voz pertenecía a una mujer o a otro tipo de criatura, pero estaba segura de que no se lo había imaginado. Miró la esfera negra de su reloj de pulsera y comprobó que pasaban unos minutos desde la hora establecida, por lo que supuso que la reunión sería en otro lugar diferente. Se acarició los dientes con la lengua y la chasqueó en el mismo momento en el que dio la primera zancada hacia el exterior de la estancia.

No tuvo que salir del palacete principal. Los pasillos se abrían ante ella cada vez que revolvía una de las esquinas y los escalones le permitían el descenso. El dobladillo de la túnica verde apenas arrastraba, pero se percibía cierto susurro de la tela al deslizarse por el suelo y al chocar contra sus propios zapatos. Estaba tan concentrada en recordar la localización de la nave a la que se dirigía, que hubiera podido jurar que había estado sola en cada uno de los puntos por los que había pasado y que incluso en ningún momento había estado apunto de chocar con algún que otro jovenzuelo.

Cuando llegó al vestíbulo anterior a la biblioteca se encontró con dos figuras. La más avanzada confesó su identidad nada más dejarse ver por Mónica. Había conocido lo suficiente a Mistify como para reconocerla incluso de espaldas, al fin y al cabo eran familia. A la segunda no creyó haberla visto anteriormente incluso después de vislumbrar su rostro.

Aprovechó la luz invocada por la directora para hacerse notar.

– Buenos días – había susurrado sin darse cuenta. El ambiente de aquel sitio había conquistado todo ápice de su atención. Notaba la magia inundarlo todo y la tensión proveniente de algún sitio que desconocía. Tampoco supo el motivo por el cual su varita vibró entre los pliegues de su manga, pero tuvo la necesidad de empuñarla.

Fijó la vista en la puerta abierta por delante de las dos mujeres y luego volvió a la de más experiencia. El verde de los ojos pareció más intenso por un momento, pero solo era curiosidad.

– ¿Ocurre algo?

Editado por Monica Malfoy Haughton
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- No hay tiempo para presentaciones –

 

La voz de Mistify retumbó en los confines de la biblioteca y esperó no lamentarlo. No quería prevenir a quien sea que estuviera en aquel lugar que sabían que lo del escape de los animales era tan solo una pantalla. Cuando Mónica habló volvió a girarse. Las chicas no tenían idea, estaba claro que Berta no les había contado la historia.

 

- No se si habrán notado unas cuantas criaturas mágicas desperdigadas por la Universidad causando destrozos y ocupando al personal – el tono de su voz ahora era apenas audible, por lo que ambas se acercaron – Hace unos minutos los encantamientos protectores de la Biblioteca han sido removidos y creo que quien lo hizo tiene que ver con el caos del exterior. – la bruja de cabello rubio apretó con fuerza su varita – Esos encantamientos protegen a los Libros de Hechizos que el pueblo Uzza guarda celosamente. Poderosos secretos que puestos en las manos equivocadas… - no terminó la oración, seguramente ellas podrían imaginárselo por sí solas. – Sea lo que sea, tenemos que detenerlos.

 

Conocía a Mónica desde hace tiempo y no necesitaba explicarle más, sabía que la pelirroja era una bruja decidida y que tenía suficiente influencia en los altos estratos del poder como para saber lo que implicaba la pérdida de aquellos libros. Esperaba que Mia fuera tan decidida como la Malfoy en cuanto a proteger la magia antigua.

 

Se escucharon ruidos provenientes del salón continuo y dio varios pasos en esa dirección. Al atravesar el umbral se le erizó cada vello de la piel y se sintió atraída hacia el interior. Era como si hubiese perdido la facultad de moverse por sí misma y algo, o alguien, moviera cada músculo de su cuerpo por ella.

 

- ¿Qué está pasando? – no pudo ver a sus alumnas, aún su varita mágica se sostenía en la mano derecha. Intentó moverla para conjurar alguna protección, pero le fue imposible. ¿Cómo realizar un conjuro sin el consecuente movimiento de la misma? A su alrededor comenzaron a formarse partículas etéreas y brillantes, que parecían provenir de su propio cuerpo y deslizarse hasta más allá de su alcance. Se debilitaba, como si la magia le estuviera siendo succionada y efectivamente, eso era lo que estaba pasando. - ¡Mónica! ¡Mia! – gritó – ¡No se acerquen! – No tenía idea de lo que pasaba por detrás, ni siquiera podía dar vuelta la cabeza para conocer el destino de las dos brujas que la acompañaban.

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¿Había criaturas sueltas allí? La mandíbula se le descolgó por unos segundos y el ceño se le frunció fruto de la extrañeza. Había cruzado los terrenos de la universidad, los había observado desde la torre más alta y nisiquiera había notado a un gato cruzar las callejuelas exteriores. Con ello se convenció de que la distracción que acostumbraba a mostrar últimamente se había tornado bastante peligrosa, peligrosa al punto de no darse cuenta de que era lo que la rodeaba.

Lo siguiente fue conocer el destino que habían tenido los libros de hechizos, o más bien desconocer dicho destino. Sus ojos permanecieron en Mistify y no necesitó que la mujer explicara mucho más para conocer los problemas que podría traer la desaparición de aquellas encuadernaciones o sobre todo de los efectos sobre el pacto declarado entre egipcios y ministerio de magia para proteger los secretos de aquella institución.

Cuando vio a la Malfoy avanzar ella hizo lo propio aunque permaneció muy por detrás. Cuando puso un pie en el interior de la siguiente sala sintió como su cuerpo era presa de una sensación indescriptible, como si una energía desconocida comenzara a entrarle desde la punta del pie y empezara a conquistar su pierna y por consiguiente el resto de su cuerpo. La varita negra tembló entre sus dedos y enseguida sintió que algo estaba ocurriendo. Y no era algo especialmente bueno.

 

- ¡Mistify! ¿Qué está ocurriendo? - la voz se alzó inevitablemente y a la vez la mano libre de la bruja pelirroja buscó el marco de la puerta de entrada. Se agarró en ella y dio un paso atrás que le pareció el movimiento más complicado de su vida. Podía decir que había sido agotador incluso aunque a ella misma le pareciera una locura aquella afirmación.

Había perdido incluso el aliento. Sabía que alguna fuerza mágica había conquistado el interior de aquel salón, pero desconocía completamente su naturaleza. Se inclinó hacia delante poniendo las manos sobre sus rodillas y tomó el aire, no sin olvidar observar a su compañera para evitar que se acercarse.

- Ahí hay algo... tenemos que sacarla de ahí – confesó, girándose hacia Mia.

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  • 2 semanas más tarde...

¿Criaturas sueltas por los terrenos? Fruncí el ceño. ¿Era posible haber cruzado los mismos no mucho tiempo antes y no haber notado un montón de peligrosas y enormes criaturas por allí? A veces terminaba asombrándome mi propia falta de atención.Llegaba a creer queera incluso una condición médica grave. Eso, o las criaturas tenían la habilidad de camuflarse muy bien; lo que también era una posiblidad.

 

Comencé a barajar más la segunda cuando el rostro de mi compañera también reflejó incredulidad ante las palabras de la Malfoy, quien había seguido hablando, comentándonos lo que deberíamos hacer. No fue necesario que acabara con la frase; podía imaginarme perfectamente el caos que podrían ocasionar aquellos libros que solían estar celosamente guardados bajo llave en las manos equivocadas.

 

Estaba por dar un paso al frente para adentrarme en la habitación que la Malfoy tenía detrás cuando ésta se me adelantó. Me detuve en seco cuando noté las partículas de luz que se desprendían de su piel, como si fuese a desintegrarse frente a mis ojos. La bruja intentó conjurar un hechizo, pero la mano en la que sujetaba la varita no pareció recibir ninguna señal. Su cuerpo no respondía.

 

Mi compañera intentó meterse dentro a ayudarla, sin éxito alguno. El grito desgarrador de la Malfoy cortó como con un cuchillo el pesado aire que se cernía sobre nosotros. La pelirroja logró salir, exhausta, tras realizar lo que pareció el movimiento más complicado de su vida. Y yo seguía allí, varita en mano, sin saber qué hacer. Estaba inmóvil, observando la escena sin parpadear.

 

Me acerqué a mi compañera para asegurarme de que estuviera bien. ¿Lo estaba?

 

-¿Estás bien?-le pregunté, dándole tiempo a que se recuperara. Volví la mirada a la habitación donde aquella magia extraña parecía alojarse. Tragué saliva, pero no iba a dejar que el miedo me ganase. Había enfrentado cosas peores. El recuerdo del encuentro con mi gemela maligna en una de mis clases me provocó un escalofrío que no pude reprimir.

 

-Tenemos que hacer algo por ella. Pero... ¿Qué?-pregunté, intentando encontrar alguna manera de entrar sin sufrir los efectos de la magia.

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