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Agencia de Viajes El Fénix Aventurero (MM B: 78435)


Sagitas E. Potter Blue
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Alcé las cejas y me eché a reir con sus preguntas. Pobre, me había seguido confiando ciegamente en mi propuesta, y sin embargo ahora se daba cuenta de que no tenía ni idea de los detalles de aquel viaje. Pero claro...hacía relativamente poco tiempo que compartíamos recuerdos y vivencias, asi qeu era normal que, elementos de mi vida que eran comunes para ella fueran totalmente desconocidos.

 

Utilizando la pantalla táctil de aquel avión, abrí un mapa, que mostraba en pantalla nuestro destino.

 

- Verás, Hamid es un comerciante que nos llevará hasta Siwa. En realidad, quien me ha llamado es Bayek, el líder de la comunidad. Te caerá bien. Es un sacerdote, un protector del pueblo, y además, es el guardián del santuario. En cuanto a Siwa... - dije, bajando el tono de voz[/i] - Es un pequeño pueblo al sur de las pirámides de Guiza, a pocas horas de viaje. Se encuentra en un pequeño oasis cerca del Nilo, pero claro...por seguridad, se encuentra oculto de los muggles. Para ellos no es más qeu desierto árido y sin nada interesante.[/i]

 

Sonreí, y me acomodé en el asiento, notando al estirar las piernas qeu tenía más espacio del que recordaba cuando nos habíamos sentado. Alcé la ceja, mirando inquisitivamente a Sagitas.

 

- Bayek parece preocupado en su carta....tal vez les pase algo.

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  • 3 meses más tarde...

Rumbo a Egipto:

Normalmente, me gustan los aviones muggles. Sin embargo, hoy no estaba disfrutando del viaje. Pero no era nada referente al vuelo, era más la incertidumbre de a dónde íbamos y porqué. Matt solía ser parco en palabras y había conseguido meterme en un viaje que, normalmente, no consentiría viendo cómo estaban las situaciones sociopolíticas respecto a los muggles y la comunidad mágica. Aún así, allá estaba, rumbo a Egipto.

 

-- ¿Y no tenemos bastantes comerciantes en nuestra región que ahora me llevas a ver uno en el Alto Egipto?

 

Matt sabría que era una protesta sin fundamento. Me moría de ganas de conocer el pasado de mi hijo y todo lo que desconocía me atraía doblemente. Aún así, yo era una protestona y él lo sabía. ¡Pobre Hamid! Le iba a preguntar tantas cosas que le iba a estallar la cabeza pero antes le sacaría la información para poder leerla en un pensadero.

 

Suspiré al mirar hacia el exterior. Muchas nubes. Ideal para volar en escoba sin que te vieran los muggles.

 

-- ¿Bayek es sacerdote? ¿De qué Orden? ¿Qué rango tiene?

 

Aquí la curiosidad subió mil puntos. Pocas órdenes de sacerdotes conocía excepto las dos que yo pertenecía. Pero no era tan inútil como para pensar que eran las únicas. Había tantas órdenes como religiones o como filosofías de pensamiento, no todas reales y sí muchas falsas. Pero las que realmente estaban ligadas a la Madre Naturaleza eran maravillosas. Y mi afán de conocimiento nunca se terminaba.

 

¡Y era el guardián del Santuario! Que ni idea de dónde estaba pero eso de ver las Ave Fénix en libertad y reproducción en su habitat natural era maravilloso. Seguro que me caería bien.

 

-- Al Sur de Giza no hay nada. Bueno, hay muchas cosas, pero no asentamientos humanos. -- Lo dije muy firme pero sabía que eso seguramente no era cierto, pues todos vivíamos en una clandestinidad para preservar nuestra propia naturaleza, por tanto más cuando se trataba de animales tan exóticos y valiosos. -- Espero que todo vaya bien, hijo.

 

Ese aviso era innecesario pero no sería yo si no protestara cada dos o tres frases que lanzaba. Volví a mirar por la ventana y deseé estar fuera de aquel frágil envoltorio de chatarra. Cerré los ojos y los abrí de golpe. Juro que había visto algo allá fuera.

 

¡Sí, había algo allá fuera!

 

Agarré con fuerza el brazo de Matt. Espero que no pensara que era que sentía miedo a volar porque el miedo me había paralizado las cuerdas vocales como si alguien me hubiera lanzado un "Silencius".

 

Allá fuera había gente volando sobre dragones o animales así de extraños en las nubes. No fui la única en darme cuenta que teníamos compañía cuando el fuego nos alcanzó. ¡Atacaban el avión! Saqué la varita de mi manga. ¡A la miércoles la precaución! Con varios "Accio" atraje nuestro escueto equipaje de mano (la mochila de Matt y un bolso de moke mío) que cayeron sobre nuestro cuello a la vez que las mascarillas de oxígeno de todo el avión. Las alarmas pitaban de forma ensordecedora.

 

Al nivel de nuestra ventanilla, un hombre cubierto de arriba a abajo de una túnica negra, de la cual sólo quedaban visibles sus ojos heterocrómicos azul-gris, miró al interior, directamente a Matt. Después retrocedió y vi como aquel animal abría la boca, hacía el esfuerzo de tragar aire y después... Una bola de fuego avanzó muy rápido hacia nosotros y...

 

El avión estalló en mil pedazos.

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  • 2 semanas más tarde...

Reí levemente, ya que aquella pequeña frase había despertado de pronto toda la curiosidad que podía albergar Sagitas. Sabía que las demás órdenes le llamaban la atención, y más aquella, de una cultura muy diferente a la nuestra.

- La Orden de Sejmet....creo qeu ese era su nombre. Su puesto, es Medjay, no solo el equivalente a Sumo Sacerdote, sino qeu además es el protector de su pueblo.

 

Aun con aquella sonrisa, me estiracé en el asiento. Tal vez pudiera dormir un poco antes de llegar y saber el motivo por el que mi viejo amigo había decidido recurrir a mi. Era alguien muy competente, asi qeu me había extrañado su prisa con aquella carta.

 

Estaba medio dormido cuando sentí que Sagitas me agarraba del brazo. Al principio, pensé que era un acto reflejo, en sueños. Pero con el segundo apretón abrí los ojos, preocupado. Su forma de agarrarme denotaba miedo. Y no me extrañó. Varios dragones volaban alrededor del avión, asustando a los muggles. Cuando se sucedió el primer ataque, Sagitas fue rápida atrayendo nuestro equipaje.

 

Lo que no esperaba era que aquel hombre me mirara fijamente. Parecían buscar algo....y ese algo era yo.

- Coge mi mochila. Dentro hay una saeta de fuego. usala.- ordené con voz firme a mi madre, mientras tomaba un objeto muy pequeño de mi mochila y se la ponía en las manos. -Hazlo. Lárgate. YA!

 

La bola de fuego impactó justo en nuestro lado....

 

Y nos habría matado de no ser porque había conseguido meter las manos en una pequeña bolsa de cuero negro con un símbolo egipcio. El mismo que Bayek me había regalado años atras y que ahora relucía en mis manos. Aquello me permitió, a pesar de que el impacto destrozó el avión, detener la esfera flamígera antes de que nos matara. Yo no podía controlar el fuego como Ithilion, pero al menos gracias a aquel pequeño regalo de un amigo podía controlarlo temporalmente.

 

- Yo los entretendré. POnte a salvo. Ahora - gruñí, antes de lanzar aquel pequeño objeto al aire y saltar fuera del avión.

"draconyfors" pensé.

 

Un par de segundos después me elevé sobre un dragón con la misma forma que Drago, interponiéndome entre los agresores (cuatro, dos dragones y dos wyverns, parientes cercanos de los dragones pero más pequeños) y los restos del avión que caía. Mi plan era tratar de distraerlos y ganar tiempo para qeu Sagitas escapara.

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Intenté hacer una desaparición conjunta pero Matt no se dejaba estar tocado el tiempo suficiente para que yo lo consiguiera. Sin embargo, me dio su bolsa y me mandó irme. La bola de fuego impactó pero, no sé cómo , mi hijo consiguió detenerlo. Ganaba así unos segundos. Miré a mi alrededor, algunos muggles se ponían a gritar y el avión se resquebrajaba. Mi pecho se elevó con fuerza al aspirar y desaparecer de mi asiento, con la mochila y mi bolso en las manos.

 

Aparecí en el aire en una caída nada controlada. Por mucho que quisiera aplicar un Aresto Momentum, había muchísima distancia y la aceleración se iría haciendo más patente, así que forcejeé para encontrar la escoba y rogué a la diosa que recordara cómo se usaba. No me gustaba así que llevaba muchísimo tiempo sin montarme en una. Entre giros de rotación y traslación y caída libre, noté que no podía, que no llegaba, que me iba a matar cuando la escoba funcionó y me impulsó en dirección contraria.

 

A pesar de la distancia, vi la pelea entre dragones y distinguí la cabeza pelirroja de mi hijo sobre uno de ellos. Ni tiempo tuve de preguntarme cómo había conseguido uno de ellos cuando la escoba empezó a girar por sus cerdas en círculos concéntricos y mareantes y después volvió a caer.

 

Volar no era lo mío.

 

Me estampé contra un montón de arena caliente y quedé allá, pensando que no era la mejor manera de entrar en Egipto.

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Desierto, Egipto

 

Normalmente utilizaba el truco del dragón de madera en mis clases de transformaciones. A los alumnos les gustaba, y era una buena forma de enseñarles que la transformación era algo más que utilizar el morphos. Pero en ese momento la finalidad no era impresionar a un grupito de estudiantes....sino mantenerme con vida.

 

MI dragón caía en picado para, de golpe, abrir las alas de par en par. De está forma, el aire las hinchaba de golpe y nos detenía casi en la caída, de forma qeu nuestros perseguidores seguían cayendo un poco más y me daba algo de ventaja.

 

Los hechizos volaban en todas direcciones, las bolas de fuego de dragón....y yo solo esperaba que Sagitas ya estuviera a salvo.

 

El fuego de mi dragón alcanzó a uno de los wyverns, que con un alarido descendió. Reí un momento, pero en ese momento, cuando intenté enfocar mi siguiente víctima, tuve que dar un viraje demasiado brusco para esquivar un envite directo del segundo wyvern. Eso me mareó y desorientó.

 

Lo siguiente que noté fue que se me cortaba la respiración. La cola de uno de los dragones golpeó mi montura en un movimiento ascendente, destrozó el ala y una de sus puas acabó incrustada en mi costado. Abrí los ojos, sorprendido, sin poder respirar. El dragón retiró la cola, y aquel tirón hacia afuera me dejó apoyado en el lomo del dragón que se mantenía a duras penas aun en el aire. ME encontraba casi tirado sobre el, pero me forcé a levantar la mirada. Tratar de respirar solo provocó que tosiera, notando el sabor del óxido en la boca. notaba el lado izquierdo del cuerpo adormecido. Los dragones se alinearon frente a mi y abrieron la boca.

 

Sonreí de medio lado.

- Estoy ***-ido - gruñí, mientras la llamarada salía directa hacia mi y mi dragón, definitivamente, caía en picado

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Sentí movimiento. Alrededor de mí, algo se movía. Cuando conseguí abrir los ojos me di cuenta que era yo la que me movía. O mejor explicado, algo o alguien me movía. Yo no tenía fuerza para mover ni un sólo músculo. Me dolía todo el cuerpo como si me hubiera estrellado contra el suelo, cosa que creo fue lo que sucedió. Fuera como fuera, poco estuve consciente y poco pude saber sobre quién me movía.

 

La siguiente vez que superé el desvanecimiento, mi percepción era algo mejor. No mucho más pero supe que aquel animal que movía la cola a mis pies hablaba un idioma parecido al árabe. Cerré los ojos. No sé cuánto tardé en volver a abrirlos pero el sol ya no daba tan de lleno y mi percepción era algo más claro. Me di cuenta que no era el animal que me arrastraba en una camilla improvisada el que hablaba sino el hombre tapado de pies a cabeza que lo montaba. Y noté que no era árabe sino una especie de egipcio, una variante del idioma actual. Ya empezaba a disgregar detalles para entenderles cuando alguien me metió una mezcla extraña en la boca de sabor desagradable que me durmió la lengua y, a la vez, todo el resto del cuerpo.

 

Cuando, por fin, desperté, sentía un sabor agrio que me hizo desear tener agua.

 

-- Melissa, seguro, aggg, es vomitiva.

 

Abrí los ojos y me encontré a dos personas de tez oscura que me contemplaban. Vale, como primer encuentro, no era la mejor presentación ante aquellos desconocidos. No podía moverme mucho pero supe que estaba estirada sobre una especie de cama, en el interior de una tienda oscura, muy amplia, por cierto. La luz era de candelas de aceite y el suelo lleno de alfombras.

 

-- Esto no irá a arder, ¿verdad?

 

Sí, tampoco esta segunda frase era la más acertada. Pero ellos no parecieron tomarlo en cuenta y me acercaron un cuenco con agua. Hasta me ayudaron a incorporarme para beberla.

 

-- Gracias -- dije, cuando acabé saciada del líquido más bueno que he tomado en mi vida. Lo que hace tener sed.

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Perdido en el Desierto

 

Izquierda.

 

La arena se movió al contacto con el pie.

 

Derecha.

 

Una gota de sangre cayó , agregándose al reguero desde el lugar de impacto.

 

Izquierda.

 

Apenas lograba tomar aire con cada bocanada.

 

Derecha.

 

Los ojos me ardían.

 

Aquel movimiento era meramente automático. Casi no tenía consciencia de lo qeu estaba haciendo, o hacia donde iba. Simplemente vagaba por inercia, me movía por mero automatismo. El dragón no pudo seguir manteniéndose en el aire a causa del ala destrozada, y gracias a aquello, la llamarada de los agresores no me había alcanzado de lleno. Aun asi, no me había librado de las quemaduras en la espalda. Además, había acabado estrellándome contra el suelo, como bien mostraba la brecha en la cabeza o la tomara.

 

La cabeza me zumbada. El dolor pulsante en el lado izquierdo parecía ir al ritmo del latido del corazón. Era profundo, lacerante. Ardía.

 

Eran 4 magos. Dragones...venían a por mi. Habían buscado por el avión hasta detectarme. Tenía claro que su objetivo era yo.

 

Apenas sentía el lado izquierdo del cuerpo. Al principio solo era la zona alrededor del lugar donde la púa se había incrustado en el costado, pero se había ido extendiendo.

 

"Tengo que encontrar a Sagitas"

 

 

 

Bayek

 

- Tranquila, no arderá. La magia evita que eso suceda - contesté con amabilidad.

 

Los jóvenes se alejaron, dejándonos a solas en el interior de la tienda. Me aproximé hasta la desconocida, sonriéndole de forma tranquilizadora. Para todos en el pueblo su aspecto era exótico y extraño, gracias al llamativo color de su pelo, ya que todos estábamos acostumbrados a los visitantes extranjeros en Egipto, pero no al pelo violeta.

 

Ayudé a la mujer a recostarse contra los mullidos cojines, poniéndole entre las manos una taza de té templada.

- Beba. Le sentará bien. Tiene suerte de que la encontrara. Vimos el accidente y salimos para saber que había ocurrido. Fui yo quien la trajo hasta aquí.

 

Sus lesiones parecían recuperadas, aunque necesitaría un poco de reposo.

- Pero debo preguntarle. Donde está Aldhiyb Al'Abyad? - pregunté en tono preocupado. - Matt. - aclaré.

 

Señalé con la cabeza hacia una mesa en el otro lado de la tienda. Ahí descansaban el bolsito de moke y una mochila.

- Reconozco la mochila de mi viejo amigo. - dije. - Matt me dijo que vendría acompañado por alguien con quién compartiría inquietudes. Imagino que usted es su madre, Sagitas.

 

Miré a los ojos a la mujer, con verdadera preocupación en ellos. La habíamos encontrado desvanecida, y poco después, había visto como algo envuelto en llamas caía desde el cielo. Unos pocos habíamos regresado con ella hasta el pueblo, pero había mandado a varios de la expedición a investigar la segunda caida. Hacía varias horas que estaban fuera.

 

Ninguno dijo nada, hasta que un gran revuelo comenzó a producirse en el exterior, y una de las jóvenes aprendices entró a la carrera en la tienda.

- Lo necesitamos señor, corra. Han vuelto con Aldhiyb - sus ojos parecían llorosos. - Por favor.

 

Como un resorte, me levanté y salí al exterior, donde el pueblo se arremolinaba, entre gritos de rezo y lloros, mientras otros trataban de organizar la ayuda.

- Señor, tardamos en encontrarlo porque se había alejado del lugar de impacto. - informó uno de los exploradores, asustado. - Se había desvanecido cuando lo encontramos. Creíamos que no...

 

- Llevadlo a mi tienda. Llevad lo necesario. No tenemos mucho tiempo

Editado por Matt Blackner

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¡Anda, le entendía! ¡Qué buena era con los idiomas!

 

¡Ah, no, hablaba en el mío! Ya decía yo que mi egipcio no era tan bueno...

 

-- ¿Usted me trajo aquí? Pensé que tendría cola.-- Bien, Sagitas, tercer intento fallido de entablñar una conversación lógica. -- Quiero decir, que me llevaba una criatura con cola -- intenté mejorarlo, poniéndome toda roja.

 

Intenté pensar en algo con lo que cambiar de tema pero él lo hizo y yo puse cara de terror.

 

-- ¿Quién? --Aunque lo había entendido a la primera. -- ¿Matt? ¿No está aquí?

 

Las imágenes se agolpaban en mi cabeza. Los dragones, la mochila, la escoba, el avión explotando... Me faltó el aire. Asentí y negué a la vez, algo muy difícil, por cierto.

 

-- ¿No lo habéis encontrado? Sí, es su mochila. Sí, soy su madre. Soy Sagitas.

 

Pero mi voz iba bajando la voz a medida que confirmaba quien era. Nos interrumpieron y dijeron que habían encontrado a... noséquién. Pero era el mismo nombre con el que antes había mencionado a mi hijo. Todos corrían y se notaba la preocupación. Me levanté, por supuesto, aunque mis rodillas no opinaran lo mismo que yo sobre correr en la misma dirección y me hicieron caer al suelo. Me fue igual. Me arrastré por las alfombras del suelo de la tienda hacia la puerta y grité desde allá al hombre viejo que organizaba algo.

 

-- ¿Es Matt? ¡Ehhhh! ¿Se trata de Matt?

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Bayek

 

Los exploradores tomaron con cuidado el cuerpo de Matt, transportándolo hasta mi tienda, la más grande de todas. Algunos llevaban velas. Otros diferentes herramientas, pociones, hierbas y ungüentos, vendas y toallas. Todo lo que creían oportuno. En la camilla improvisada quedaba una gran mancha de sangre.

 

Cuando me giré, me encontré a Sagitas en el suelo, a la entrada de la tienda. Desde allí preguntaba si el recién llegado era su hijo. Con gesto preocupado caminé hasta ella y la ayudé a ponerse de pie. Sujeté sus manos con delicadeza, mirándola a los ojos.

- Si, es Matt. Su hijo se encuentra a las puertas de la Duat y si no hacemos algo, será sometido al juicio de Osiris. - contesté. Era justo qeu lo supiera, para qeu rezara por la vida de su hijo o que, al menos, pudiera hacer lo que considerase oportuno.

 

Los jóvenes me llamaron. Todo parecía estar listo, asi qeu dejé a la mujer y me giré. Debíamos salvar la vida de un viejo amigo.

 

Cuando me adentré en la tienda, habían descubierto la parte superior. Todas contaban con una pequeña porción de tela que podía retirarse para dejar entrar más luz. Además, las luces completaban la iluminación de aquella estancia. Habían colocado a Matt sobre la mesa. Lo habían desnudado, dejándolo solo en ropa interior. Las piernas parecían bien, más allá de golpes y magulladuras. Tal vez hubiera algún hueso roto, pero no era lo más preocupante. La brecha en la cabeza sería sencilla de curar, y la quemadura de la espalda será lo último en curar. Lo principal sería la herida en el costado, qeu seguía sangrando copiosamente. Debería cerciorarme de que no tenía nada en su interior, o provocaría infecciones mortales.

 

Me giré para lavarme las manos y la cara, alistándome para lo que venía, murmurando una oración a los dioses.

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Mi mente estalló en mil sensaciones de peligro, de sensaciones contradictorias y contraproducentes, de amor, odio, destrucción, creación, petición, exigencia, luz, sombras... Todo eso bailó en un segundo cuando el hombre dijo que estaba a punto de cruzar las puertas de la Duat.

 

De acuerdo, soy profana en todo ésto y la religión egipcia no es la que más domino. Soy sacerdotisa y sé qué es dar cuentas a la Diosa de todos los actos. Más o menos era lo mismo en todas las creencias y, si no estaba equivocada, lo que aquel hombre había dicho es que Matt se moría.

 

-- ¡Ay, no, Diosa, no! -- Mi espíritu de sacerdotisa pudo más que el dolor que pudiera sentir y me forcé a avanzar hacia la cama donde yacía mi hijo. Gemí un poco al verle, mal herido, recordando al avión que explotaba. Un halo de rebelión me hizo fruncir el ceño. -- No le dejaré morir. Es mi hijo.

 

Esa tozudez no ayudaba, lo sabía. Tenía magia interna, sabía usar la magia de mi sacerdocio para curarle, para alejarle del Juicio Final, del Juicio de Osiris. Yo, ¡YO!, no iba a permitir que muriera, no, no iba permitirlo.

 

Sentí fuego en mí, sentí furia, sentí deseos de pelear, de usar la Nigromacia, si era preciso, implorar de rodillas si hacia falta, rogar por la vida de mi hijo... Recordé el avión, cayendo... Recordé...

 

Recordé las almas de los muertos que habían fallecido en aquel avión, inocentes que fenecían porque alguien perseguía a Matt. Inocentes sin que nadie les ayudara a cruzar. Yo no estaba allá para interrumpir los cuidados de aquel hombre, muy capaz por lo que parecía de mantenerlo con vida. Estaba allá para interceder por los que ya estaban muertos y debían cruzar la puerta, el halo, las puertas del Duat.

 

Me arrodillé a su lado y sujeté su mano inerte.

 

-- Estaré contigo en cada paso, rezando por ti. Rezando por los que te acompañan, orando a la Diosa por las almas de tantos muertos sin sentido. --Después miré hacia aquel hombre y le rogué, con lágrimas en los ojos. -- Sálvalo.

 

Fue lo último que dije en voz alta. Después cerré los ojos y me puse a orar. Sentía las almas que me acompañaban. 125 almas, entre tripulación y pasajeros del avión caído. Sabía que les tendría que acompañar hacia su destino, como correspondía.

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