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Agencia de Viajes El Fénix Aventurero (MM B: 78435)


Sagitas E. Potter Blue
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Bayek

 

Cuando me giré, Sagitas estaba allí. MIraba a Matt como si se debatiera en qué debía hacer. En aquel momento su ka (espíritu para los egipcios) vibraba, era fuego, pero también temblaba de miedo, culpa del temor al ver así a su hijo, contemplando la posibilidad de perderlo tras un terrible ataque.

 

Finalmente, observé en silencio como se arrodillaba al lado del chico, tomando una mano inerte, murmurándole lo que seguro eran palabras de consuelo.

 

Avancé los pocos pasos que nos separaban, asintiendo con tono serio.

- Cenará con nosotros antes de lo que pensamos. - le dije. - No lo suelte. Estoy seguro de que puede sentirla junto a él. Eso le ayudará.

 

Hice un gesto con la cabeza a los aprendices. Les di un par de órdenes sencillas: se encargarían de revisar posibles fracturas en las piernas y de sanar la herida en la cabeza. Era una tarea sencilla para tres aprendices, que podían hacer sin supervisión.

 

Una sanadora se situó junto a mi, lista para asistirme si era preciso. Le indiqué que retirase las toallas y telas destinadas a contener como pudieran la hemorragia del costado. Al hacerlo, la perforación quedó al descubierto, impresionante, dolorosa solo con mirarla. Aquello parecía la púa de un dragón. Alcé la vista, observando a la madre del joven, con los ojos cerrados, orando seguramente por él. Desvié la mirada hacia el pálido rostro de Matt, aun inconsciente.

 

- Señor, parece qeu tiene algo incrustado dentro[/i] - murmuró mi ayudante.

Volví a la tarea, y efectivamente, asi era. Parecía que, en medio del ataque, el dragón había topado con algo antes de golpear a Matt, y un pedazo se había incrustado en el interior de la herida.

- Debemos abrirlo un poco para poder extraer.

 

El trabajo fue silencioso. Las quemaduras fueron sanadas, las heridas menores también, y con bastante esfuerzo, logramos cortar la hemorragia en el costado, cerrando y vendando la zona herida. Con un suspiro, apoyé una mano en la frente del joven, susurrando una plegaria de agradecimiento a Sejmet.

- Necesitáis descansar. - dije, poniendo una mano sobre el hombro de Sagitas. Mi ayudante, junto a los aprendices, alzaron con cuidado a Matt, llevándolo hasta mi propia cama. - Si logra superar esta noche, tal vez tenga una oportunidad de sobrevivir.

 

Todos salieron, dejándonos a solas.

- Puedes asearte, y también tienes ropa para cambiarte si lo deseas. Hay comida y agua. - traté de sonreir, preocupado a pesar de que, de momento, parecía qeu había salido bien. - ME alegra ver que esta vez si tiene quien se preocupe por él. Volveré en un par de horas.

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Me era muy difícil no entrometerme en la actuación de aquel hombre. No estaba segura de si me había dicho su nombre o si, sencillamente, lo había olvidado. Dadas las circunstancias, no sería extraño que fuera eso. Pero seguí su consejo y permanecí agarrada a su mano, como si fuera su ancla en este mundo, para que sintiera mi contacto y recordara que allá dejaba algo si se adentraba en aquellas puertas y traspasaba su lindar. Permanecí a su lado, siendo su luz para él y para las almas que nos acompañaban.

 

Con los ojos cerrados, caí en aquel estado de meditación que me permitía asomarme, más que traspasar, aquella línea entre los vivos y los muertos. Uno a uno, les vi pasar hacia el interior y dirigirse hacia otra zona, alejándose del mundo terrenal. A cada uno les lancé mi sonrisa y mis mejores deseos, esperando que más allá pudieran gozar de lo que en en este mundo se les había arrebatado. En cada uno de ellos ahogué mis miedos a reconocer la cara de Matt. Uno a uno pasó pero ninguno era mi hijo.

 

Cuando sentí la mano en mi hombre, el miedo atenazó mi garganta, sin querer escuchar lo que me decía, por miedo, puro miedo. Después descendí de forma brusca a mi presente, a mi estado natural, y casi lloré del desgarrador equilibrio que mi cuerpo y mi mente se obligaban a tener. Alguien movía a Matt de mi lado. El viejo me decía que me aseara y que la noche sería vital. Dudé. ¿Alejarme de su lado?

 

Ojeé mi estado, ropa desgarrada, sangre suya y mía mezclada... Mi estado era ahora casi perfecto, sobre todo comparado con él, pero había pasado también por un choque fuerte. Ducharme estaría bien.

 

-- De acuerdo.

 

Pero volvería en cuanto tuviera la piel limpia y ropa limpia. A su lado, siempre a su lado.

 

-- ¡Eh, espere! Me tiene que explicar qué ha querido decir con su última frase. -- Pero el viejo hombre se había ido. -- Y porqué le llaman Abú Simba o algo así.

 

De repente, me di cuenta que desconocía muchas cosas de mi hijo. Demasiadas. La vida no nos había tratado bien a ambos en el pasado.

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Bayek

 

Regresé unas horas más tarde a mi tienda. Había dejado a madre e hijo solos, sabiendo que la mujer tenía preguntas que podría responder. Además, yo también tenía curiosidad en ella. Cuando abrí de nuevo la entrada a mi tienda, había empezado a anochecer. La tarde era fresca, sería una buena noche.

 

- Hola. - saludé, dejando que la tienda volviera a cerrarse, dándonos privacidad. Traía una bandeja con fruta fresca y una infusión para que pudiera reponerse y tranquilizarse.

 

La dejé en una mesita junto a ella,

- Como está, Sagitas? - pregunté. Sabía que Matt le preocupaba, pero ella también era mi invitada y mi protegida allí. - Me quedaré aquí para haceros un poco de compañía. Espero qeu no le importe. Así tendremos tiempo para charlar. Supongo que tiene muchas preguntas que hacer

 

Tomé asiento al otro lado de la cama, de forma qeu podía mirar a la mujer a los ojos mientras hablábamos.

- Matt...ha reaccionado? - pregunté, con cierto miedo.

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El sentir la piel limpia de costra de sangre y suciedad me hizo sentir mucho mejor. El bañarme en aquella bañera tan exótica me hizo sentir algo de culpa. En aquel desierto, aquel derroche de agua en una extranjera suponía un gran lujo. Aquel poblado debía tener una fuente de agua para poder permitirse regalarme aquel baño. Por otro lado, descubrí moratones horribles en ciertas zonas del cuerpo. Moratones sobre moratones. ¡Debió ser un golpe durísimo! Y no notaba nada, excepto cuando los tocaba. Aquel hombre debía de ser muy buen sanador si había sido capaz de curar todo lo que me hubiera pasado sin dejas más huella que aquellos tonos azules y violetas en mi piel.

 

Por primera vez, me pregunté quién narices era aquel hombre y en qué lugar estábamos. Pero no duró mucho. Volví, con la ropa limpia, un ropaje de color marrón tierra que me recordaba mi hábito de sacerdotisa, al lado de mi hijo. Ahora estaba en una cama más blanda y su cara no era tan blanca pero su aura aún estaba como gaseada. Suspiré al darme cuenta de lo grave que era y volví a sentarme a su lado.

 

Sentí su saludo y no me moví. Mi atención seguía centrada en Matt, en detectar su evolución. Sólo un olor fresco me recordó que no había comido en todo el día. Aquel olor a tisana me abrió el apetito así que miré de reojo la bandeja de fruta.

 

-- Sí, por favor, acompáñeme. Se encuentra mejor, ¿verdad? -- No era cierto, no le veía mejor pero necesitaba que alguien me lo dijera, que me diera esperanzas. Volví a mirar la bandeja y temí hacer algo incorrecto. Nunca se me había dado bien la socialización así que no me decidí aún a tomar una fruta. -- No recuerdo su nombre, perdone... Yo... ¿Puedo coger una?

 

Volví a coger su mano. Seguía fría aunque notaba sus pulsaciones, aún débiles. Decidí ir directa al grano.

 

-- ¿De qué conoce a mi hijo y por qué le ha llamado con es nombre islámico? Y supongo que usted es una especie de... sacerdote o algo parecido en este pueblo... ¿ Qué dioses le brindan sus favores?

 

Aquello era pura chafardería, por supuesto, antes de confesar que yo también era sacerdotisa.

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Bayek

 

Observé a Matt. Aun estaba pálido, y de momento no parecía dar muestras de despertar pronto. Aun asi, no parecía tener fiebre, lo cual eliminaba posibles infecciones, lo que era buena noticia. Sonreí ligeramente y asentí.

- Bueno, no parece haber empeorado. Eso es buena señal. - dije.

 

Me resultaba curioso que no tomara nada de la bandeja, a pesar de las miradas que le dirigía, y de que estaba casi seguro que no había comido nada.

- Claro. Por favor, coja lo que quiera, coma. Lo traje para que compartieramos un poco de comida y establecer nuestra amistad. - dije, sonriendo de forma tranquilizadora. - Soy Bayek de Siwa, Medjay y protector de mi pueblo, sacerdote del templo de Sejmet y guardián del santuario del Fénix. - me presenté.

 

Serví una taza de té que pasé a la mujer, que aun sostenía la mano de su hijo.

- Sirvo a Sejmet, y la Diosa y los suyos me dan sus favores: Ra, su padre, Hathor, su madre, Bastet, su hermana, Ptah, su esposo y su hijo Nefertum....ellos cuidan de mi pueblo, de usted y de su hijo. - comencé. - Verá...Bayek es mi nombre, pero todos tenemos un nombre que pertenece a los dioses, sea cual sea aquel dios en que usted crea. El mio es Hamilat Alnasr, que significa "Portador del Águila", ya que ese es el símbolo de mis antepasados. Su hijo, entre mi gente, es Aldhiyb Al'Abyad. "Lobo Blanco".

 

- Nuestra relación viene desde mucho tiempo atrás. Hace doce años. Nunca se ha fijado en las tres cicatrices de su costado derecho? - comenté. - Fue un momento duro para mi pueblo. Un Nundu nos acosaba, arrasó nuestras cosechas, acabó con la vida de varios de mis protegidos. Estábamos desesperados y necesitábamos ayuda, pero nadie....todos nos ignoraros. Excepto él. - dije, mirando a Matt. - Un día apareció. Era un chico larguirucho, delgaducho y callado, acompañado por un gran lobo blanco. Era parco en palabras, pero aceptó ayudarnos.

 

Hice una pausa, dando un sorbo a la tisana.

- Estuvo cuatro días fuera. Creíamos que se había marchado, o peor...qeu había muerto. Pero al cuarto día su lobo, ensangrentado, apareció en la entrada. Me guió hasta el lugar donde Matt había caido. El nundu estaba muerto, pero le había herido, y su aliento de muerte lo había envenenado. Lo trajimos y lo sanamos. Cuando despertó, parecía ciertamente sorprendido de seguir vivo.

 

Miré a los ojos a Sagitas. Sabía su nombre porque Matt me lo había dicho en su carta.

- Aquella vez Matt estaba solo. Pasó algún tiempo con nosotros hasta que estuvo lo bastante bien para volver a viajar. De hecho, creo que la primera vez que lo vi sonreir fue cuando lo llevé a ver el santuario. Ya veo que ha sido elegido por un fénix. - comenté, señalando en su mano derecha la cicatriz en forma triangular, allá donde el fénix le había mordido. Alcé mi mano, y dejé ver a la mujer que yo también portaba aquella marca.

 

- Y usted? A quién sirve? Como es vuestra vida allá donde vivís ahora?

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Aquello era lo que esperaba. A pesar del hambre que sentía, hasta que él no me ofreció la bandeja y se presentó, no me sentí digna para tomar una pieza. Ahora miré fijamente la fruta exótica y me pregunté cuál sería más acuosa; tenía ganas de beber y sabía que una de esas aplacaría a la vez hambre y sed. Elegí al final una de piel suave y sonrojada pero aún no la comí.

 

Agaché un poco la cabeza en señal de respeto:

 

-- Acepto su comida, Bayek de Siwa. Soy Sagitas Ericen, Suma Sacerdotisa de la Orden de Avalon y guardiana... de mi reserva de animales. -- Me pareció muy poca cosa comparado con él pero ahora sí que me atrevía a comer, tras las presentaciones.

 

La fruta era dulce y con agua, se deshacía en la boca, me llenó enseguida. Sin dudarlo, tomé otra y la comí con avidez, escuchándole sin decir nada mientras tragaba. Al final, tuve que meter las manos en una jofaina con agua para poder quitarme el líquido que me había resbalado por los dedos.

 

-- Estaban buenísimas. -- Tomé uno de los huesos-semilla de aquella fruta tan rara y la guardé entre mis manos mientras seguía hablando. -- Pero no sé sus nombres, son extrañas para mí.

 

No sabía si eso era correcto en aquella tribu pero supuse que la sinceridad sería valorada por el sacerdote.

 

-- ¿Es usted a quien venía a ver mi hijo? Me habló de un santuario donde crecen fénix en libertad, antes del... accidente.-- Carraspeé, algo incómoda. No le había dado las gracias por lo que hacía por nosotros. -- Yo también sirvo a la Diosa, aunque nuestras raíces no son tan antiguas como las suyas. Así que Lobo Blanco, le va muy bien ese nombre.

 

A punto estuve de decirle que cómo me llamaría yo en su idioma pero intuí que no me lo había ganado, tener un nombre en ese poblado. De momento, me quedaba como una invitada. Tendría que ser merecedora, como Matt, que había luchado contra un nundu. Fruncí el ceño:

 

-- ¿Y lo mató? -- Me di cuenta que aquella pregunta podría ser casi un insulto para ellos, ya que aquí había sido un problema. -- No me extraña. Son criaturas con una personalidad propia que puede ser peligrosa. -- Me callé que me daba pena. -- Soy magizoóloga. Cuido animales, los curo, los devuelvo a su lugar de origen o les construyo uno nuevo. Estudios los comportamientos anómalos de las criaturas, amo verles correr, volar, saltar, reproducirse... Son... Seres vivos muy interesantes.

 

No quería que pareciera que les criticaba por haber matado aquel nundu. Al fin y al cabo, las situaciones hay que vivirlas para saber cómo reaccionaríamos ante ellas.

 

-- Como le dije, soy Suma Sacerdotisa de la Orden de Avalon. Dominamos los cuatro elementos naturales pero cada una tenemos nuestra especialidad, un don con el que nos ha acariciado la Diosa. En mi caso es la habilidad de hacer crecer plantas en cualquier parte, de forma acelerada, fecundar los cultivos para que germinen antes, acelerar cosechas...

 

Y abrí mi mano en la que había guardado la semilla. Del hueso redondo había empezado a crecer raíces y un diminuto tallo verde surgía de él, creciendo ante nuestros ojos.

 

-- Si me deja ponerlo en un cuenco de agua, pronto tendrá un nuevo árbol de esta fruta. Para agradecerle las que me he comido. Y ante su segunda pregunta, la vida en Londres es penosa. Las ciudades no son lugar para sacerdotisas. Pero nosotros vivimos en Ottery, una ciudad mágica maravillosa. En nuestra mansión hay mucho verde, un torrente, ranas, un bosque a los pies de los terrenos, árboles por todas partes y... ¡Lo siento, me embalé!

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  • 3 semanas más tarde...

Estabamos de paseo Muro y yo por el callejón diagon y de pronto le tiré de la mano, que ibamos agarrados, y le dije que mirase el escaparate de esta agencia de viajes, le miré, me miró... nos sonreimos... creo que entendió que queria un viaje por ahi con el, uno los dos solos para disfrutar el uno del otro y poder unirnos mas como pareja... Y si, me entendió...

 

--¿Quieres un viaje mi amor?

 

Me dijo mirandome conuna sonrisa calida y amorosa... yo es que me derrito de amor cuando me mira asi... solo puedo sonreir como boba y asentí con la cabeza, con una sonrisa que a el le gsta tanto que sonríe mas por lo feliz que me hace ... Vamos un bucle de que el es feliz, asi que yo soy felis y el es feliz orque yo soy feliz. se entiende? no? pues nada, eso es que no sabes que es el amor... querido lector... sal a buscar pareja, anda, venga...

 

--¿Nos podemos permitir un viaje?

 

Le dije precavida, pero ilusionada de que se pudiera hacer realidad todo aquello...

 

--Claro, ganas mucho en la galería. y yo tengo ahorros y mis ganancias. Entremos a ver qué nos ofrecen para una escapada romantica de unos días.

 

Se me iluminó la cara y tiré de su brazo para entrar dentro de la tienda...

 

--¿Sugus? Estás aqui?? Queremos un viaje, que nos recomiendas?

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  • 1 mes más tarde...

Bayek - Siwa. Con Sagitas

 

Sonreí de forma amable a la mujer, de devoraba las frutas con hambre y sorpresa. Aquella fruta era desconocida para la gente de Europa, así qeu era normal qeu no la hubiera probado. Tomé un dátil y sonreí, mientras ella guardaba aquella semilla entre sus manos.

- Si llama sicomoro. Es una de las frutas típicas de Egipto. De la familia del higo, pero más dulce qeu una ciruela, verdad?

 

Asentí ligeramente, agachando la cabeza mientras observaba la pequeña fruta entre mis dedos. La culpabilidad me atenazó de nuevo.

- Si...fui yo quiién de nuevo le pidió ayuda, y una vez más el respondió sin pensar en lo que necesitaba. - contesté, mirando a Sagitas a los ojos.

 

entendía que le resultara un tanto doloroso que su propio hijo hubiera matado a un Nundu. Aquella era una criatura noble, aunqeu territorial. Pero en su caso, aquella bestia se había salido de control, y en lugar de convivir pacíficamente, había optado por conquistar un terreno que no le pertenecía.

- Fue una situación extrema. Debo admitir que en su hijo había un atisbo de pena cuando partió para acabar con él.

 

Pero ella se emocionó al hablar del lugar que habitaban. Desde luego, parecía un pequeño remanso en medio de un lugar demasiado atareado para apreciar las cosas pequeñas, un lugar oscuro.

 

- Fantástico - elogié, con cierto brillo en los ojos al ver como de aquella semila ahora brotaba un pequeño tallo. - - Viven en un pequeño paraiso en medio de la oscuridad - dije - Supongo qeu tendrá ganas de tener niños llenando la casa

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  • 2 semanas más tarde...

En Egipto:

 

Bayek de Siwa parecía apenado cuando me confirmó que él nos había mandado llamar (en realidad, a Matt, puesto que yo sólo le había seguido, maravillada por la idea de ver un santuario original de aves fénix, y no las reservas que teníamos en Londres). También noté que sentía algo de pena por la muerte de los animales, fuera la que fuera la causa que le llevó a la de aquel animal.

 

-- Creo que Matt es algo como yo, ama la naturaleza y los animales. Debiera haber visto como el Dragón de la casa le aceptó a la primera mientras que conmigo tardó un poco más. -- No del todo cierto. En realidad, Drago me toleraba pero no me había aceptado. Supongo que añoraba demasiado a su antigua dueña como para aceptar el cambio, y eso que habían pasado como diez años de su salida de la casa... -- Por ello, no soy quien para mostrarme en contra de lo sucedido. Seguro que no se pudo solucionar de otra manera.

 

Le pasé la semilla ya con algo de tallo para que la pusiera en agua. Ese líquido era demasiado preciado como para atreverme yo a manipularla. No sabía cuánta agua podían disponer para temas poco convencionales. Sonreía al darle la pequeña planta que pronto sería un... ¿sicomoro? Tal vez estaría bien tener un arbolito de esos en la Potter Black, si crecieran en nuestras húmedas tierras.

 

-- ¿Cómo...? ¿Hijos...? La Diosa me dio Fortuna y tengo varios, uno aún en crianza, de 6 años, pero ya tengo edad de nietos. De eso, tengo muchos. ¿Sabía que Matt es padre?

 

Miré hacia donde estaba mi hijo. Había que curarle, no podía dejar que muriera...

 

 

 

En la Agencia.

 

El elfo miró con algo de aprensión a las dos personas que entraba a la Agencia de Viajes. Si eran atacantes... Pero enseguida reconoció a la amiga de la Ama Sagitas. Era la señorita aquella que se había comido el pastel de bodas del Amo Matt, sin embargo, era muy querida por el Elfo Harpo y les tenía a todos aleccionados: habría que hacer todo lo que fuera por la Señorita Tamarindo cuando la vieran.

 

Venía acompañada de un hombre alto. El elfo se acercó hacia ellos e hizo una reverencia.

 

-- ¡Señorita @Tamarindo! Bienvenida a la Agencia de Viajes El Fénix Aventurero. ¿Qué puedo hacer por ustedes?

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Un elfo nos recibi´en vez de Sagitas, que parece ser que ahora mismo no estaba en el negocio, y yo que queria presumir de novio delante de ella y que nos recomendase con un run run de que ella tambien quiere venir con nosotros un viaje de novios... pero nada, que el elfo tambien me viene bien, asi no hay envidia de por medio y nos recomienda algo que realmente nos puede gustar...

 

--Hola elfo. A ti no te conozco... ¿Como te llamas? Së que eres de Sugus, pero no tengo el honor de conocerte directamente... ¿Qué tal estás?

 

Muro sonrió por ver como soy de amable con los elfos, le sorprende mucho eso de mi, de que trate a iguales a los elfos. El tambien lo hace, Muro es muy educado con los elfos... pero dice que yo tengo una forma de ser tan dulce con ellos que le asombra siempre.

 

--Mira, estamos buscando Muro y yo, (este es Muro, mi novio) un viaje de unos 3 o 4 días a algun lado precioso en el que podamos estar juntos y solos, disfrutar del paisaje y que nadie nos moleste... que haya naturaleza, pero no playa... ¿Tienes algun destino como ese?

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