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Herbología 4: Clase Conocimientos Julio 2015


Sagitas E. Potter Blue
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Esperaba una clase tranquila y relajada, sin problemas, sin salidas imprevistas, sin ataques de criaturas indomables y, sobre todo, sin incidentes. Estaba cansada y lo que me apetecía, en realidad, era extender un hule o una tela encima de un par de sacos de fertilizantes (estaban cerrados herméticos, no olían si no se rompían) y dormir un rato. Al fin y al cabo, había dos alumnos de Herbología pero ambas eran sanadoras; seguro que tardarían en llegar porque siempre habría urgencias dentro de San Mungo.

Me había sorprendido ver que @ y @@Anna T. Ryddleturn se hubieran apuntado a esta clase. Supuse que, con sus conocimientos de sanación, debían de conocer bastante bien las plantas. A lo mejor era que necesitaban el certificado oficial aunque ya supieran sobre el tema. Y eso me ponía en un aprieto. ¿Y si sabían más que yo?

Suspiré. Tal vez debiera dejarme de sueño y dar un repaso a las plantas que había en los invernaderos de la Universidad, para no quedar muy mal si ellas preguntaban conceptos. Y era lo que menos me apetecía: dormir sobre el fertilizante era una de mis opciones primeras y más atractivas.

Llegar al Invernadero en el día brumoso y lluvioso se me hacía pesado. Llevábamos unos días que llovía mucho en Londres y el agua parecía que no iba a dejar de caer. Soy positiva. Eso era bueno para las plantas que crecían en ellos, por eso había ido unos días antes y había dejado varios ejemplares en la puerta, para que recogieran el agua de la lluvia que siempre era mejor que la de riego artificial.

Iba sumida en mis pensamientos cuando me di cuenta que me acercaba al Bosque Prohibido. Eso me hizo levantar la cabeza y comtemplar el paisaje. ¿Desde cuándo se llegaba al Bosque desde el centro de Sabiduría?

-- ¡Demonios y Re-Demonios! -- exclamé, al analizar lo que veía.

Sólo a mí se me ocurría cometer errores de novata. Bueno, en mi defensa, era la profesora suplente y la Herbología no era mi materia fuerte. Pero... ¡Agggg! Había sacado las macetas a la entrada y había puesto especímenes que nunca debieran estar allá fuera, mezclados. Maldije mi mala suerte o mi falta de pericia y me rasqué la cabeza con la varita, indecisa.

Además de estar mojándome delante de la puerta tapiada del invernadero por un Lazo del Diablo, varios Bulbos reboteadores se peleaban con los Snap Chillones, quienes tenían la movilidad suficiente para esquivarlos y meterse con ellos. A su vez, los árboles autofertilizantes habían crecido tanto que era imposible que pudiera meterlos de nuevo en el interior sin podarlos.

-- ¡Gárgolas parlantes! En vaya lío que me he metido. Como se entere Elodia...

Lo principal era entrar, diblando aquella red enrevesada del Lazo del Diablo, evitar a los bulbos y no morir con los gritos de los Snaps... ¿Y qué habría dentro? ¡Por Merlín! Debía de llevar una agenda y acordarme de las cosas antes de que se me fueran de las manos y llegara a oídos de Dirección. Capaz de que no me pagaban y, por lo contrario, me obligaban a pagar todos los desperfectos...

Y lo peor, me parecía sentir pasos. ¿Serían mis alumnas? A ellas aún podría sobornarlas con un suspenso si se iban de la lengua, pero como fuera Elodia... lo tenía crudo. Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Al fin le había llegado la notificación, la clase de herbología daba comienzo, según se indicaba en la notificación, que la fiel Heyda entregaba a la rubia, a quien le parecía que hacía mucho que se había inscrito para la clase, pero eso ya no importaba, al fin de cuentas cursaría para certificarse como era debido.

 

Dos días después, se apersonaba en la universidad, no es que le encantara el clima, por el contrario tenía unas ganas enormes de quedarse al resguardo de aquella tela suavecita y cobijada en los brazos de su adorado esposo Ishaya Tonks, pero no se podía, esta vez pretendía terminar el curso contra viento y marea o más bien mareo, si, si, por aquello del embarazo aún desconocido para muchos.

 

-Aquí estamos- dijo en voz solemne bajo una sombrilla que le cubría el cabello y la parte superior pero que dejaba que las gotas salpicadas y movidas por el viento cayeran sobre su pantalón elástico y aquellas zapatillas deportivas, no era el mejor atuendo pero lo importante es que su bebe estuviera cómodo y no todo apretado o apretada.

 

-¿Qué demonios…? - chillo al ver unos cuantos pasos más allá la puerta del invernadero, se suponía que debían entrar allí o se había equivocado, extrajo del bolso que llevaba terciado con unas cuantas cosita, un trozo de pergamino y repaso.

 

-Si, es… aquí- el espectáculo era tal que le daban ganas de girar sobre los talones e irse, si trataban de mostrarle algo de variedad en cuanto a especímenes se refería, lo habían logrado y con creces. Arboles enormes que perfectamente parecían sacados del bosque prohibido, lazo del diablo y hasta bulbos reboteadores, todos en frente de la puerta que debía cruzar. Miro en derredor y no vio a nadie, ósea que todos estaban adentro y la única miedosa era ella.

 

-Bueno hay que entrar- se dijo tratando de sonreír para darse ánimos, cerro el paraguas y tomo su varita, lanzo algunos “Lumus Soler” y corrió como loca, saltando de un lado al otro para evitar se apresada o golpeada, casi estaba en la puerta, otro salto y tenía la agarradera en la mano, la empujo y la puerta se abrió, lo siguiente que pudo sentir fue un jamaqueo de un lado hacia el otro y fuerte golpe que la lanzo de bruces al interior del lugar haciéndola ver una que otra estrellita y sacándole el aire. Apenas pudo decir algo, aun con los ojos cerrados pronuncio con voz entrecortada.

 

-Cye Lockhart… presente-

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Que nadie me juzgue... Soy la profa de Herbología pero también soy payasa cirquense y mis soluciones a los problemas no suelen ser los que cualquiera dentro de una lógica mental utilizaría. Yo, al sentir los pasos de alguien que se acercaba, sólo pensé en entrar y en esconderme, ambas cosas a la vez. Así que si alguien me vio seguro que hubiera lanzado una exclamación de asombros al verme trepar por las palmeras. Pensé que, dentro de lo malo, de todos los especímenes que bloqueaban la entrada, los más fáciles de superar eran los Árboles Auto-fertilizantes. Llegaban hasta el techo, así que podría acceder por arriba, si es que el Lazo del Diablo no había llegado a la zona móvil del tejado del invernadero, la que abríamos cuando llovía para regar el terreno interior de las semillas.

 

No parecía difícil. Soy una gran acróbata.

 

Pero vuelvo a decir, que nadie me juzgue. Soy profa de Herbología, pero sólo suplente, con lo que domino la materia a medias. Olvidé que estas palmerillas tan monas tienen las hojas más fuertes y duras que se puede encontrar en la selva, con lo que enseguida me llené de arañazos y pequeñas heriditas en la piel de los brazos y cara. Las malditas hojas traspasaban mi ropa y la hacían jirones. Además, trepar es difícil cuando los Bulbos Reboteadores te usan como diana y tienes que ir esquivando aquellos malditos pelotazos que dejan un buen morado donde impactaban. He de decir que conseguí esquivar casi todos, pero algunos me dieron, logrando que alguna vez resbalara en los tallos y ramajes de aquellos árboles, que encima tenían el agua de la lluvia "magnífica" con que nos premiaba el clima londinense. Al menos no oía a los Snap chillones. En eso había tenido acierto y me había encasquetado mis orejeras de fresa, con lo que no los oía y no me distraían.

 

Al final llegué arriba del tejado y caminé por los rieles que sostenían a los cristales, con cuidado, pues el agua caía a trompicones y hacían aquello de lo más difícil. Tuve algo de suerte, el Lazo del Diablo batía sus látigos abajo, contra alguien, dejándome a mí de lado. Me asomé al cuadrado libre por el que entraba el agua a raudales dentro del invernadero, en terreno abonado, al menos.

 

-- ¡Madre del Amor Hermoso! ¡Qué altura! Si me tiro ahí abajo, me mato -- dije, ¿grité, susurré? El ruido de la lluvia era demasiado intenso para saber qué tono utilicé.

 

Allá abajo había una cabellera rubia tirada en el suelo contra algo. Demasiado alto para saber si era una planta o un saco de abono de dragón. Ahora sí que chillé.

 

-- ¡¡Xeeeeeell!! ¿Qué haces allá abajo? -- No tenía ni idea de para qué estaría allá mi sobrina hasta que caí que se parecía más a mi cuñada Cye. -- ¡Demonios, cuñada, te confundí! ¿Qué haces en el suelo? ¿Me ayudas?

 

Alargué una mano hacia el interior, señalándole unos tiestos blancos decorados con conchas. Sí, soy algo repipi a veces en la decoración. Tenían unos palos esmirriados y enclenques que casi parecían secos y supongo que cualquiera pensaría que no servían para nada, que estaban casi muertos a pesar del agua que les caía.

 

-- Mira, aquellos son plantas Flor Paraguas. ¿Sabes cómo funcionan? El tronco es leñoso. Si les haces cosquillas en la base del mismo, justo donde salen de la tierra, se retorcerán y escupirán un bulbo hacia el techo. Ya verás lo que pasa. Es maravilloso, creo que son las plantas más divertidas del mundo. Anda, haz cosquillas a uno para que me escupa una flor para bajar.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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En cuanto encontré la nota que me avisaba de que la clase de Herbología daba comienzo miré rápidamente el reloj, para variar llegaba tarde. Bufé, tomé los bártulos y salí a toda prisa de la mansión. Solo cruzaba los dedos por no estar retrasándolos más de la cuenta. El trabajo en aquellas fechas era estresante, el problema es que incluso San Mungo lo tenía algo olvidado. Me mordí el labio para acelerar el paso en cuanto reaparecí en la academia, buscando ahora el lugar donde se impartiría la clase de Herbología.

 

La verdad es que conocía bastante bien las plantas, había estado trabajando con ellas desde hacía muchos años, pero necesitaba obtener el papelito que acreditase que yo tenía aquel conocimiento, si no la gente que llegara a San Mungo a ser atendida no se fiaría mucho si la propia directora no podía demostrar que sabía manejarse en aquel campo. Mucho de nuestro poder de sanación residía en las plantas.

 

Empecé a dirigirme hacia el Invernadero, y antes de llegar me parecía haber escuchado unos gritos, pero no estaba del todo segura, probablemente hubiera sido el viento moviendo las ramas de los árboles y la lluvia el rozarlos, pero aún así aceleré el paso, inconscientemente siempre había tenido la costumbre de correr hacia los gritos, probablemente porque lo asociaba con alguien herida y en peligro y quería ayudarla, aunque otras veces simplemente era para hacer que aquellos gritos se oyeran aún mas altos...

 

En cuanto tuve a la vista el Invernadero me di cuenta que aquello era un auténtico caos, y no pude evitar que una leve sonrisa se dibujara en mi rostro al recordar que era Sagitas la que daba la clase, era irónico que la directora del departamento de accidentes tuviera accidentes siempre a su alrededor. Se veía que estos la buscaban.

 

Lo primero que hice fue hacer aparecer unas orejeras y colocármelas, me negaba a dejar que mis tímpanos se rompieran por culpa de los chillidos de los Snap chillones, aunque desde mi posición aún no los veía no hacía falta ser ningún experto para reconocer aquellos chillidos desde aquella distancia. Conforme me iba acercando, pude ver además que la puerta del Invernadero estaba sellada por plantas que nos impedían el paso. Sabía que al final de la jornada terminaría resfriada.

 

Ya estaba cerca, contemplando como Sagitas intentaba entrar por el tejado y Cye lograba quitar los lazos del diablo de su camino para acceder por la puerta principal. Odiaba aquellos lazos, mi instinto siempre era hacerlos arder, pero sabía que si lo hacía me podía llevar una regañina si no era capaz de controlar el incendio, aunque ya tenía más que aprendido aquel hechizo.

 

- Auch.- me quejé al ser golpeada por un bulbo reboteador, por lo que terminé cogiendo un trozo de madera para emplearla como escudo y que no me alcanzaran. Golpeaban con demasiada fuerza y no quería regresar a casa llena de moratones. Tras aquel golpe decidí dejar atrás mi parte buena y terminar evitando que ninguna planta más me molestara. - Incendio.

 

La llamarada que salió del extremo de mi varita me abrió paso hasta el interior del Invernadero, desvaneciéndose una vez estuve a salvo.

 

- Disculpen la tardanza, tuve algunos inconvenientes para estar a la hora. Anna Ryddleturn presente. ¿Soy la última en llegar?

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Tengo el olfato muy selectivo; tal vez no me entere de que hay sacos amontados en torno al lavadero central del invernadero porque esa podredumbre procedente del trasero de dragón la suelo oler a diario en el Circo y ya no me dice nada. Pero un buen perfume de flores, de especies, sobre todo la canela, o un incendio, eso me sacude enseguida la nariz.

 

Y eso fue lo que pasó. De repente, sentí olor a quemado y eso despertó todas las alarmas. ¿Un incendio en el invernadero? ¡Ay mi madre! Ahora sí que la habíamos líado.

 

-- ¡Cye, Cye! ¿Qué se quema?

 

Entonces sentí otra voz, no muy reconocible desde lo alto del tejado de vidrio del invernadero, pero tenía que ser Anna T, la otra de mis alumnas.

 

-- Anna, ¿has quemado algo, insensata? Si uno sólo de los ejemplares de hierbas desaparece, la Dirección nos los descontarán del sueldo mío y de la matrícula vuestra.

 

Me pasé la mano por la cara en un intento de quitarme el agua que resbalaba por ella. ¿Por qué no había pensado en un Impervius? Ahora estaba completamente empapada y ya no servía de nada aplicarme ahora el hechizo. Volví a asomarme un poco más al agujero del techo para hablar con las alumnas.

 

-- En esta clase deberíais aprender, en teoría, que las plantas son sagradas y se han de respetar. Algunas son peligrosas, otras son muy peligrosas, otras son sólo plantas que se pueden aprovechar sin problemas para la medicina y su recolección no presenta ningún problema. Así se distinguen las plantas en Herbología: inocuas, peligrosas y mortales. Pero no podemos culparlas, es su propia naturaleza, así que nada de incendios, deberéis aprender a dominarlas por las buenas, o casi.

 

Era una pequeña reprimenda a Anna y una lección para la clase, aunque la entendía perfectamente. Ante el peligro de un Lazo del Diablo, hasta yo hubiera usado un Incendio si no supiera como corregirlo.

 

-- Ya que estáis ahí abajo, podéis buscar la planta sanadora por referencia. Se usa en esencia por todos los magos, y supongo que en el Hospital debéis tener a montones. Me vendrá bien para las raspaduras que tengo en la piel. Supongo que sabéis de cuál hablo, verdad? Es muy usada en la sanación aunque estoy segura que no sabéis que también se usa para espantar dragones. En épocas pasadas, sobre todo en la Edad Media, se colgaban ramos de ella en las puerta de los establos para evitar que los dragones comieran al ganado. En la actualidad también es muy usada en Rumanía plantadas en las vallas de conteción de los centros de Doma de Dragones, pues su olor hace que los animales cuando vuelan, no salgan del territorio trazado. ¿Sabéis a la que me refiero? Pues daros prisa en localizarla porque... ¡me estoy resbalando!

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La sorpresa de la Lockhart al terminar en el suelo no fue minúscula, ni menos humillante, para suerte, o quizás no, nadie había visto la raqueteada que le habían dado los bulbos. Los audífonos del estéreo muggle que traía puestos estaban arruinado y lo sabía porque por un oído seguía escuchando la melodiosa voz de Luis Fonsi y su famoso “Gritar” mientras que por el otro oído escuchaba… precisamente eso, gritos o más bien chillidos de las plantas y una voz que se asemejaba a la de Sagitas.

 

-¡Demonios!- maldijo poniéndose de pie tan rápido como pudo y buscando con la mirada tanto su sombrilla como a la dueña de la voz que le pedía ayuda. Tuvo que dejar caer los audífonos de sus orejas y entonces lo lamento -¡Demonios!- volvió a maldecir, no traía orejeras aunque si sus guantes de piel de dragón, no había de otra, hizo un reparo con su varita al audífono y volvió a colocarlos, aunque bajo el volumen de la música para medio escuchar lo que decía su profesora y cuñada.

 

-Yo me caí- dijo salvando su orgullo y luego pregunto -Y tu ¿Qué haces allá?- le miraba en el techo, al filo de la gran ranura central que dejaba caer el agua al interior del invernadero, la pelivioleta hablaba de una planta paragua que lanzaba un bulbo o flor, no entendió muy bien, pero tampoco pudo preguntar pues en eso la profesora gritaba que había que algo se quemaba y Anna hacia acto de presencia.

 

-Sagradas, sagrado va a ser el golpetazo que le voy a dar a ese bulbo si me vuelve a tocar- sentencio sobándose el estomago y sacudiendo un poco su atuendo ajado, mojado y ahora sucio. -Yo no voy a pagar nada, antes bien ha de haber chocolate y galletas por semejante atrocidad a la entrada y tu- señalo a su cuñada que ahora era más su profesora -Tu no deberías dejar que te timen de esa manera- estaba algo enfadada por lo que ahora enfoco a Anna -Y tu como sanadora en jefe deberías haber incendiado a todas, toditas esas cosas, son un peligro-

 

Pero que estaba diciendo, por un momento ese mal carácter que se apoderaba de ella tras los constantes incidentes a causa de las hormonas y los malestares propios de su estado había salido a flote, pero la conciencia sacerdotal le dio un tirón, si, lo que decía Sagitas era cierto, las plantas eran parte de la madre naturaleza y eran además de aliadas, sagradas ¿Cómo es que ahora incitaba a quemarlas? Dejo escapar un suspiro, controlando su temperamento.

A pesar de todo Cye tomo nota de la clasificación que la profesora había lanzado: Inocuas, peligrosas y mortales, ahora también analizaba toda la información que daba sobre la planta que debían encontrar, por su mente paso un solo nombre, pero dudo al escuchar sus usos en el pasado y en la actualidad, como no tenía un dragón y no era muy afecta a ellos por parecerle criaturas grandototas, temperamentales y peligrosas, tampoco sabía que se dejaban apabullar por el olor de una plantita.

 

http://i.imgur.com/GD6OYfs.png Cye dejo que sus orbes celestes vagaran por el invernadero, de planta en planta buscando la indicada, hasta que se detuvo en un macetero enclenque que sostenía varios tiestos de colores diferentes, allí estaba lo que buscaba, una planta con púas espinosas, se acerco para tomarla con ambas manos, pudiendo así percibir su aroma alimonado y canela, así que se lo pensó mejor y apunto con su varita y la hizo levitar hasta más arriba de su cabeza para que Sagitas la viera.

 

-Díctamo- se froto la nariz porque la mezcla de ambos olores le producía cierto picor, quizás eso mismo era lo que hacía que los dragones se alejara, una reacción alérgica. Normalmente se usaba en pociones, pero también podía comerse cruda para heridas leves, aunque la Lockhart le tenía una fe increíble a aquel líquido marrón llamado esencia de díctamo. Como sacerdotisa sabía que era una planta rara y escasa en la naturaleza pero muy útil.

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- Tranquila, solo fue parte de lazos del Diablo, no tardarán en crecer, y puede que también un par de bulbos suicidas, no creo que lo noten, sabes que se reproducen muy rápido.- tranquilicé a la profesora y luego me giré hacia Cye con una sonrisa. - Bueno, a todas no, que muchas nos sirven a nosotras para nuestras pociones.

 

Mientras Sagitas se recomponía y empezaba a presentar la clase, yo me acomodé lo mejor que pude para prestar atención a la clase. Al parecer no me había perdido nada a pesar de mi retraso, lo que era un alivio. Las primeras palabras las entendía y las reconocía, pero a pesar de ello no pude evitar poner los ojos en blanco, yo seguía pensando que en algunas ocasiones si era necesario herir a las plantas cuando eran o ellas o una persona que no les había hecho nada.

 

La primera tarea que nos proponía la Potter Black era bien sencilla para nosotras, ambas trabajábamos día a día con plantas medicinales, con aquella definición no tardé en averiguar que se trataba del díctamo, conocíamos sus propiedades y sabíamos identificarlo de cualquiera de las maneras, con la vista, con el tacto...

 

Recorrí con la mirada la totalidad del invernadero, hasta que localicé la planta a la que se refería Sagitas. Poco a poco avancé hasta ella. Al igual que mi compañera tomé otra maceta de la misma planta y regresé a mi lugar.

 

- Como ya has dicho se trata de una hierba curativa, en San Mungo trabajamos prácticamente a diario con ella. Hades vive trabajando con ella para realizar pociones. Es sumamente potente y tiene poderes restaurativos. Si se aplica sobre la herida crece piel fresca con bastante rapidez, aunque puede ingerirse directamente para sanar heridas superficiales, y estas espinas de aquí provocan estornudos a los dragones, o eso dicen, porque yo no he tenido la oportunidad de ponerlo en práctica. También se debe tener un poco de cuidado con ella, puesto que puede ser inflamable. Ves, cerca de esta no se me hubiera ocurrido lanzar el hechizo incendio.- añadí algo burlona.

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A pesar de la situación difícil, no pude evitar el sonreír ante la amenaza de Cye. Mi cuñada era una mujer paciente y sensata, pero había momentos en los que no aguantaba reproches, y me hacía gracia que su insulto más grave fuera "sagrado". Eso era porque se juntaba poco conmigo y no me copiaba los epítetos malsonantes cuando me enfadaba o porque tenía un gran autocontrol y no los repetía. Seguramente lo segundo; siempre había tenido en gran concepto a mi cuñada.

 

http://1.bp.blogspot.com/-gCBlFFLjcDo/VUYz6aTIb_I/AAAAAAAAMhI/XZ6o_Hyl0IQ/s1600/marypoppins.gifDe Anna también tenía buen concepto y me lo demostró con sus conocimientos de Herbología. Sabía que el Lazo del Diablo era una planta inteligente y que habría dejado paso, retirando sus hojas, antes de arder, así como que los bulbos se reproducían con facilidad.

-- Vale, de acuerdo, pero tendrás que ponerles abono cuando no te vean para que se mejoren lo antes posible, antes de que Dirección venga a dar una vuelta por aquí a chafardear un poco los especímenes que siguen vivos después de mis clases. No estoy segura de si confían del todo en mí.

También demostró su conocimiento al mencionar lo inflamable que era el Díctamo. Resbalé un poco más.

-- ¡Demonios, yo no pienso mordisquear esa planta! Sabe asquerosa. Tal vez debiera haber venido Hades si dices que es el experto... Así que ya podéis cortar algunas hojas a un centímetro del tallo, para permitir que siga creciendo, y prepararlas para ponérmelas de emplasto porque me caigoooooo...

 

A ver, estoy segura que en algún momento se me ocurrió utilizar un Arestum Momento, pero fue cuando estaba en el suelo. ¿Por qué mi mente no puede pensar de forma lógica y hacer ese hechizo fácil? Pues no, mi mente es complicada, así que lo que improvisé fue, sencillamente, mover una de las plumas de escritura de encima de una de las mesas y acercarla al arbusto enclenque que había bajo mío. Las cosquillas hicieron que escupiera un bulbo y que saliera disparada por el agujero por el cual yo me caía.

Como esperaba, el bulbo se abrió y se convirtió en una enorme flor gigante abierta. Me agarré a su tallo casi en el último instante. La flor flotó unos instantes y después fue descendiendo, planeando sobre sus hojas, poco a poco, evitándome el gran tortazo de mi vida.

-- Esta es la Flor Paraguas que te decía antes, Cye. Como podéis ver, sólo es ornato. Un ejemplo de plantas inocuas, pero bien usadas, pueden ser útiles. Suelen ser usadas por las hadas para esconderse debajo en días de lluvia, así que si tuviéramos hadas por aquí, seguro que alguna estaría debajo de ella.

Por reflejo, miré hacia el interior de la flor que me estaba bajando como si fuera la famosa Mary Poppins de los cuentos muggles, pero no encontré ninguna. Lástima... me gustan las hadas...

 

-- Es preciosa. Los muggles las conocen de los cuentos, dicen que servían a los gnomos y los duendes para refugiarse de la lluvia, de ahí su nombre, aunque son más bien para gigantes. Parece mentira que estos arbolitos tan debiluchos puedan escupir estas flores tan maravillosas y tan grandes. Hacen uno al mes, así que sólo hay que rascar en caso de necesidad extrema, ya que después hay que abonarlos continuamente con fertilizante de dragón durante una semana y regarlos con agua de luz de luna para que puedan originar otro ejemplar tan bonito.

 

Señalé los otros arbustos raquíticos que estaban al lado de la que había escupido la flor que me ayudaba a llegar hasta ellas. Estaban enhiestos mientras que la vacía parecía haberse caído contra la tierra y enroscarse un poco en torno a la base.

 

-- Son azules, todas, aunque con muchos matices que dependen dependen del tipo de luna que había cuando se recogió el agua con las que fueron regadas. Cuanto más luna llena, el color más blanquecino; cuando el agua fue recogida en cuarto menguante, tiende al azul fuerte. Pero el resultado es el mismo, enormes flores paraguas que pueden ocultar a cualquiera que se ponga debajo, como si fueran capas de esas que invisibilizan a quienes las llevan.

 

Llegué hasta el suelo y solté el tallo de la planta que, libre de mi peso, flotó de nuevo hacia el techo. ¡Maldición, atinó con el agujero por el que me había colado y siguió flotando y flotando hacia el cielo. Suspiré.

 

-- Espero que los muggles crean que es el globo de algún niño atolondrado o tendremos problemas... Bueno, habrá que cerrar esa ventanuca del tejado o nos quedaremos ensopadas con tanta agua. -- Moví la varita y lo hice mientras hablaba. -- Veamos, así que las dos queréis aprender de Herbología... Pues en verdad creo que seguro que sabéis más que yo, así que... ¿Tenéis alguna duda concreta para que hablemos de algo? Estoy segura que os interesan algunos ejemplares que sean útiles en el hospital, aunque... No sé...

 

Miré a los lados, buscando ejemplares con los que pasmar a mis alumnas, algo que era difícil pues las sabía expertas. Empecé a contar con los dedos.

 

-- Tenemos una par de ejemplares de Alihotsy, no os acerquéis mucho si no queréis pasaros la clase riéndoos como bobas. Su efecto al probar sus hojas es similar al del hechizo Rictusempra. No sé si podréis buscarle algún efecto para uso médico, tal vez si hay algún mago serio, le cambie el carácter... -- Sonreí un poco al decir eso... -- También hay ejemplares de mandrágora, que se usa en muchas pociones, junto a las Mimbletonias.

 

Acaricié una planta y retiré la mano, rápidamente al pincharme con sus púas.

 

-- ¡Demonios! Las Mimbulus Mimbletonia no tienen púas, esta es una Mimética de Punta Espinosa, ¡cómo escuece....! No son aconsejables para nada, creo, excepto para defender una puerta o una ventana ante un ataque. Agggg, se me ha dormido la mano... ¿Habéis pensado en utilizarlas como anestesia? Espero que no sea venenosa. No recuerdo haber leído nada de eso en los libros...

 

Me quedé algo preocupada... Al fin y al cabo, sólo era una sustituta y no sabía todo sobre las plantas...

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Al parecer tendría que quedarme un poco después de clase para arreglar los posibles desperfectos importantes que se pudieran haber producido en las plantas que había chamuscado. Sabía que no sería mucho, solo lo justo para que los bulbos pudieran multiplicarse y reponer los pocos que se habían perdido.

 

- No te preocupes, lo dejaré todo para que ni siquiera se den cuenta de los pequeños desperfectos.- le aseguré, cosa que solo lo hacía porque no perdería mucho tiempo.

 

Con tranquilidad comencé a cortar los tallos de la planta para preparar un ungüento que pudiera hacerla sentir mejor, a pesar de que Hades no estaba allí yo sabía manejarme muy bien con las pociones, ya que aquella había sido mi especialidad cuando entré en San Mungo y de echo le había enseñado a Hades todo lo que había podido.

 

Mientras yo trabajaba en la poción, la pelivioleta se puso a explicar el cuidado de las plantas, aquella era la razón por la que no me había dedicado a la herbología a pesar de que era bueno conocerla bien para realizar las pociones, no tenía paciencia para cuidar las plantas en los momentos precisos, no podía ajustar mis horarios a ellas.

 

- La verdad es que a veces he empleado el Alihosty en una poción, pero no es lo normal, y siempre en muy baja proporción, pero si tenemos que tratar muchos casos de "envenenamiento" por la ingestión del alihosty, usamos glumbumble para ello.- le expliqué a la profesora. - Las mandrágoras si que las usamos para la gente que ha sido petrificada, aunque hace tiempo que no se ha dado ningún caso y con la Mimbletonia, aunque conozco antídotos con ella para curar el nerviosismo y la timidez, raramente los recetamos en San Mungo, es fácil lograr esas pociones fuera.

 

Cuando Sagitas se acercó más a la planta observó que se había equivocado al identificar el arbusto, pues esa planta tenía unas espinas mas consistentes, a pesar de su apariencia similar a la Mimbletonia, esta era más agresiva y sus púas se disparaban.

 

- No, de momento no hemos pensado usarla como anestesia, las pociones que empleamos ahora nos van bastante bien y no hay tiempo ni medios suficientes para estudiar otros modos, tenemos otras prioridades y la verdad es que también buscamos lo económico, y no es nada económico buscar a alguien que se atreva a tratar con esa planta para conseguirnos lo que queremos de ella.- expliqué.

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Cye se había quedado boca abierta al observar el espectáculo de aquella planta, si no lo hubiese visto con sus propios ojos negaría que algo tan hermoso y grande saldría de aquellos palos raquiticos. Al ver a la Potter Blue descender aferrada al tallo de aquella enorme flor y alcanzar el suelo de forma tranquila no pudo menos que aplaudir. Luego la información que daba sobre los abonos que debían prodigarse, los riegos con el tipo de liquido adecuado y la cantidad de flores que producían le confirmaban lo mucho que su cuñada sabia sobre plantas y lo ignorante que era ella en estos aspectos.

 

Posteriormente la conversación, que no era otra cosa que la clase en si, pero que se desarrollaba con tanta naturalidad como si se estuvieran paseando por un inofensivo jardín para ir luego por un té, giro en torno a los ejemplares presentes en el invernadero y sobre las posibles dudas que las dos alumnas tuvieran sobre cualquier ejemplar presente o no. Anna explico los usos que se daban en San Mungo a las plantas y quien era ella para contradecirla, así que se centro en sus propias dudas.

 

-Yo la verdad es que no estoy segura de nada y dudo de todo- dijo la rubia, cosa que sonó más un trabalenguas que una sincera declaración sobre que le faltaba aprender mucho del maravilloso mundo de las plantas y para el caso de la herbologia como tal.

 

-Yo lo que quisiera saber es...- se sentía tonta por preguntarlo -Si realmente tiene algún efecto cientificamente demostrado- se mordió el labio inferior y prosiguió -Hablarle a las plantas y espero no ser la única loca que lo hace- termino entre dientes, jugueteando con su anillo de bodas.

 

-Y también si no es mucha molestia quisiera mas información y usos de la Acónito o Luparia, si no es mucha molestia- la verdad que encontrar textos sobre esta planta había sido particularmente difícil o quizás había ido a los sitios equivocados, aun le faltaba visitar la librería de Xell y la de Seba Granger para ver si lo encontraba, pero ya que estaba precisamente en clase de herbología no perdería la oportunidad de sacarle algunos consejo de la manga a Sagitas.

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