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Sala de Menesteres, contra Adrian Wild


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Evocando el pasado

 

-Hace tiempo, que no he usado el pensadero.-

 

Comento el Malfoy Tonks al pasarse en su oficina, allí se le ocurrió la idea de recordar una antigua batalla. En su trayecto por la oficina se dirige al estante donde guardaba sus memorias, un frasco en particular cato su atención, era uno verdoso con tapa amarilla y el símbolo un cráneo en este.

 

-Creo que este me será útil.-

 

Murmuro y abrió las dos puertas de cristal de bohemio del estante, pasando sus escurridizos dedos por entre los frasco y tomando consigo la memoria, levemente le saco y cerro con mucho cuidado el estante. Una sonrisa se le dibuja en el rostro y pasa agregar la memoria en el pensadero, que se encontraba al lado de su escritorio.

 

Cornelius se inclinó, para observar con detalle el contenido de la vasija y en vez de eso, bajo la superficie de la misteriosa sustancia vio una enorme sala de menesteres que el parecía observar desde una cúpula de cristal.

 

Estaba paneas iluminada, y Cornelius pensó que incluso podía ser subterránea, porque no tenía ventanas, sólo antorchas incrustadas en la paredes como las que iluminaban las criptas del mausoleo de la familia Malfoy. Bajando la cara de forma que la nariz le quedó a tres centímetros escasos de aquella sustancia cristalina, vio que delante de cada pared había finos decorados de los escudos de la Marca tenebrosa por un lado y por el otro los de la orden del fénix. En el centro exacto y separado por una distancia de catorce metros, se encontraban dos magos.

 

La punta de nariz tocó la extraña sustancia.

 

La oficina del Director de la Radio se sacudió terriblemente. Cornelius fue propulsado de cabeza a la sustancia de la vasija…

 

No dio de cabeza contra el suelo de granito pulido: se notó caer por entre algo negro y helado, como su un remolino oscuro lo succionara…

 

Y, de repente, se hallaba sentado en una esquina observando el combate. Miro hacia arriaba y denoto un cielo nocturno, lo cual era producto de un encantamiento, ya que se encontraba un sala subterránea.

 

-Adrián.- Escucho a uno de los magos, que vestía de escaso atuendo, ya que solo portaba un short y una franelilla, y sus pies se encontraba descalzos. –Espero que este lugar sea de tu agrado, ya que vas a morir­-

 

El demonio reconoció la voz, ya que era el mismo, sin embargo era algo más joven, y ante cada palabra se quedaba asombrado de las fachas con la que había combatido. Y en ello ve que en la punta de la varita de roble blanco de su entidad del pasado se ve desprender un rayo plateado, al pronunciar el mismo un encantamiento.

 

-Sectusempra.-

 

Grito, y todo se colocó en una atmosfera estremeció con el resplandor de la luz tenue del rayo, que iba directo a impactar en el pecho de Adrian Willd, el mismo pretendía impactar y causarle severas heridas, las cuales cortarían la piel.

 

--

 

@@Adrian Wild

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Caminaba con paso acelerado. Tenía un rumbo prefijado y un destino, pero no sabía muy bién qué demonios hacía yendo a aquel lugar. Bueno, sí lo sabía. Era por pura curiosidad. Aquello que muchas veces me había llevado a descubrir cosas fascinantes, pero que otras me había deparado angustiosos momentos. A veces me preguntaba a mí mismo si esos riesgos eran necesarios. ¿La respuesta? Siempre la misma. Claro que sí. El que no arriesga, no gana. El que no se aventura, no descubre.

 

Aquella mañana me había despertado con una lechuza a mi lado. Tras observarla con detenimiento concluí en que no la reconocía de nada, así que su dueño me era igualmente desconocido. Pero la nota que traía consigo me dejó aún más desconcertado e intrigado:

 

Calle Merlinda, 23. Sala 282.

Te espero al atardecer.

 

- ¿Calle Merlinda? ¿Eso está en Ottery?

 

Lo consulté con mi elfo minutos más tarde. Efectivamente era una antigua calle en la que ya no quedaba casi nada, más que las ruinas de un castillo, a las afueras de la población.

 

Cuando llegó la tarde me vestí con una túnica ancha de un color gris perlado, que me permitía bastante movilidad y unas botas no muy altas. Odiaba ir así vestido, pero no sabía lo que me iba a encontrar. ¿Y si era una fiesta sorpresa? Pero, ¿por qué? Aseguré que mi varita estuviera bien guardada en la túnica.

 

Así que allí me encontraba, en el número 23 de la calle Merlinda, frente a un ruinoso castillo. El sol ya caía en el horizonte, justo por detrás de las ruinas. ¿Qué tomadura de pelo era aquella? Avancé unos pasos acercándome a los muros y las columnas de piedra para ver...

 

- Hala.

 

Todo se transformó. El castillo apareció en todo su esplendor, majestuoso, aunque lúgubre y sombrío. El sol seguía cayendo, y la luna se empezó a ver a mis espaldas, acompañada de algunas estrellas que luchaban por que los últimos rayos del astro rey no las ocultaran. Mi paso era acompasado, tranquilo, de forma que me permitiera observar todo con detenimiento. Aquello me olía cada vez más a gato encerrado, pero nunca se podía uno fiar de las impresiones.

 

Me adentré sin muchos miramientos en el interior de aquel castillo, de aquel nuevo descubrimiento que todavía no me presagiaba ningún tipo de final. Recordé el número de la sala a la que debía ir y fue entonces cuando me fijé que el interior era un inmenso pasillo repleto de puertas.

 

Me quedé parado unos instantes y miré hacia ambos lados. No veía el fin del pasillo, ni a un lado, ni al otro. Justo enfrente había un cartel que indicaba que los números superiores a 200 estaban a la derecha y los inferiores a la izquerda. Tragué saliva y suspiré, llamando a mi pequeño aventurero interior.

 

- Aunque sólo sea por la curiosidad.

 

Y con esas palabras, repitiéndose una y otra vez en mi cabeza, llegué hasta la puerta mencionada y la atravesé. Bajé varios tramos de escalera y entonces, una puerta apareció a mi llegada. Giré el pomo y entré.

 

La puerta se cerró de golpe cuando me adentré en la sala. Una sala con suelo y paredes de piedra, iluminada por antorchas y un cielo nocturno creado mágicamente. En el centro, un hombre, rodeado por candelabros de pie. Ocho candelabros. Tomé a Dror y avancé unos pasos. Miré a los lados. En la pared que había tras el hombre colgaban decoraciones con motivos de la Marca Tenebrosa. La pared que yo recorría estaba igualmente decorada, pero con motivos de la Orden del Fénix.

 

Llegue hasta el círculo delimitado por los candelabros, de llamas cambiantes. Me separaban catorce metros. Examiné con atención la figura del hombre. ¿Lo conocía?

 

Y entonces, escuché sus palabras.

 

Hay otras veces, que la curiosidad, mata al gato.

 

- ¡Protego! - me dió tiempo a parar el rayo que, en escasos segundos, se dirigió hacia mí.

 

Estaba bien. Aquello era una encerrona. Un duelo. No sabía quién era aquel hombre, pero por lo visto me tenía ganas. Y no iba a ser yo quién se las quitase. Otra cosa es que fuera a salirse con la suya. Le miré desafiante. ¿Creía que me iba a vencer así como así por desconcertarme con todo aquello? No.

 

El gatito también sabía pelear y sobrevivir.

 

"Zancadilla", pensé inmediatamente apuntando con Dror a sus pies. El sujeto en cuestión cayó de bruces al suelo, lo que me daría ventaja. Tenía que pensar rápido. Miré de nuevo las decoraciones de la Marca Tenebrosa a sus espaldas. La chispa del odio que había perdido hacia algún tiempo al alejarme de todo aquello brotó de nuevo.

 

- No me das ningún miedo.

 

"Serpentucha", pensé seguidamente adelantándome un par de pasos.

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-Adrián…-

 

Hizo pausa y recordó, que este no lo escuchaba. Aquel evento, ya había ocurrido y todo parecía indicar el primer grave error. Su mente divagaba el resultado, pues de antemano ya lo conocía, quizás no era algo grato, pues de ese evento ocurrieron otros por aquel incidente.

 

-Morphos-

 

Expreso con malicia, el ser del recuerdo del demonio, aquel efecto transformo rápidamente la única prenda de gran tamaño que cubría al Wild, sin contar las botas. Esta túnica ancha de un color gris perlado, comenzó a convertirse un animal algo pequeño, quizás insignificante para el mundo, pero era volador, y su veneno era letal.

 

El avispón gigante japonés, es la criatura que tenía por orden atacar a Wild, la intención era inyectarle la toxina que esta producía. Y mientras que termina de formular el efecto, un lazo plateado comienza atar los tobillos del Malfoy Tonks, provocando que cayera de bruces en el suelo, al impactar ante puso sus rodillas y la mano que tenía libre, para evitar un daño físico. El mismo, por voluntad se tumba al suelo, dejándose apoyar en los codos y poder apuntar como francotirador al mago.

 

Se escucha la voz del Wild, al parecer balbuceaba no tener miedo, y lamentablemente quizá no se diera cuenta que en todo ese pestañar era posible que la letal criatura le hubiera inyectado el veneno. Esta se encontraba a la espalda del joven, aquel desnudo oponente causo la risa del demonio.

 

-Veo que no tienes miedo, al desnudarte con solo verme y lamento decirte que no eres mi tipo.- Le comenta en tono de burla, provocando una leve pausa. Sectusempra.- Vuelve a repetir el primer encantamiento, este sabía que era probable que se defendiera. Sin embargo, el rayo era translucido y fue dirigido al pecho de Adrián. Este si impactaba, le causaría graves heridas.

 

El observador y evocativo mago, notaba la gravedad de sus encantamientos, pues ya sabía lo que esto había originado. Aunque, para ser Sanador ahora, se cuestionaba como en el pasado podía haber sido tan apresurado al atacar y repetir sus hechizos, se preguntaba si ahora era el mismo y si ese joven seguía con vida. Pues, algo sabia y era como terminaba el combate, lo que encontraba nubloso era el cómo.

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¿Me había quedado en bóxers?

 

Me había quedado en bóxers. Pues si pensaba que aquello me iba a achantar, estaba muy equivocado. Procuré mantenerme quieto en mi posición, intentando controlar la situación, pero el avispón aquel del demonio no dejaba de revolotear a mi alrededor. Me atacaría de un momento a otro, lo sabía, así que debía actuar rápido. Pero, ¿¡y qué hacía!? Llevaba demasiado tiempo sin empuñar a Dror para aquello. Venga compañera, inspírame, pensé en un intento de comunicación alentadora con mi varita.

 

El zumbido del bicho no permitía concentrarme, así que casi ni me di cuenta de que mi contrincante había formulado otro hechizo y un rayo se aproximaba hacia mí a una velocidad de vértigo.

 

- ¡Protego! -grité con todas mis fuerzas, impulsado por la sorpresa de aquel nuevo ataque.

 

Entonces, noté un fuerte picazón en mi hombro. Maldición. El avispón. Aquel bicho acababa de sentenciar su muerte. Le seguí con la mirada extremadamente concentrado y cuando lo tuve en el punto justo, le apunté con mi varita con una velocidad muy precisa (en aquellos momentos agradecía mi condición vampírica) y pensé: Aguamenti.

 

Después del chorro de agua el insecto cayó al suelo, ahogado y, de una vez por todas, muerto. Pero me había picado, y necesitaba una cura, pronto.

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-¿Qué haces?-

 

Le interrogo, aunque sabía que no le escuchaba. El Malfoy Tonks, quien era el Director de la Radio y Sanador de San Mungo, comienza a caminar lentamente hacia el insecto que comenzaba a morir, a cada segundo y sobre todo era lamentable ver a que regresaba.

 

-Esto es algo que vas a lamentar, recuerdo cuando paso y las consecuencias que eso origino, si solo hubiera sabido que el insecto era el menor de tu peligro.-

 

Ello observo a su yo del pasado, aquel soberbió mago que disfrutaba de cada error que su oponente cometía. –Así, que juegas con mi hermosa criatura.- Se comenzó a sentar en el suelo, y apunto directamente a su pecho. –Sectusempra.- Haciendo que un rayo se desprendiera de su varita y tuviera la intención de impactarle.

 

Además de eso conocía la realidad de su oponente, la condición de veneno. A las leves acciones reducidas que este tenía, observo lo que se encontraba y ver como reaccionaba. –Vaya que no aprendes.- En eso le vuelve apuntar y con la intención de hacer un poco más daño, ya que desconocía si su primer rayo había impactado. –Expelliarmus- Este segundo tenía la intención de impactar en su pecho, desarmarlo y lanzar su varita diez metros a su derecha.

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Le había fastidiado mucho más de lo que aparentaba en la superficie la muerte del avispón que había creado a partir de mi túnica y que, después de morir, había vuelto a su forma inicial. Pero ya no me la iba a poner, me había acostumbrado a estar semidesnudo. Pasé por encima de la túnica y la dejé a unos centímetros, junto con mis botas. Sí, me descalcé para estar aún más cómodo. El suelo estaba algo frío, pero era soportable.

 

Sonreí con obstinación, pero la picadura venenosa del insecto comenzó a escocer. Debía sacar el veneno como fuera y cuanto antes, pero aquel mago no me dejó casi respirar.

 

- ¡Protego! -exclamé protegiéndome del Sectusempra que me había lanzado.

 

Me coloqué en posición de ataque, "en garde", como dirían los luchadores de esgrima, con la varita apuntando al misterioso hombre. Todavía no sabía si le reconocía de algo o no, pero por más que le miraba, no lograba recordarle de nada. ¿Quién querría enfrentarse a un duelo conmigo al poco tiempo de llegar de España? ¿Tanto había esperado aquel momento?

 

- Sectusempra -murmuré apretando los dientes viendo cómo su rayo se aproximaba a la vez que el mío salía de Dror.

 

Ambos rayos impactaron, lo que provocó que mi varita saliera despedida unos metros. Tenía que recuperarla, y rápido.

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-No-

 

Grito Cornelius, al ver como su pasado comenzaba a sangrar. Ese recuerdo no lo evocaba, y fue corriendo a donde se encontraba su otro, yo, acariciándolo y murmurándole al oído.

 

-Sabes, el hechizo finaliza el combate. Y luego sanate, que así ganaras, no sigas prologando lo inevitable, no lo continúes…-

 

Le comento, pero sabía que no lo escucharía. En eso vio, como su yo del pasado pasaba la mano donde no sostenía la varita por sus heridas. La sangre que en ella emanaba le daba una sensación agradable y gustosa, hasta el punto que se la paso por la boca y la lamio, lentamente se comenzó a levantar, al momento que su oponente seguro buscaría la varita.

 

-Vas a morir…- Hizo una pausa y de la punta de su varita se comenzó a crearse un rayo. -Sectusempra.-

 

El rayo se desprende impactando en el joven, al momento que buscaba su varita, era lamentable como el Wild no lo podía detener. Su cuerpo comienza a caer al suelo, se sienta y comienza a formular un pensamiento. “Episkey” Como efecto, su cuerpo comenzó a sanar, ahora el demonio poseía casi toda su salud. Al menos ahora las heridas que poseía en su cuerpo no era letales, esa condición no se podía referir a su oponente.

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