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Clase de Encantamientos


Ky.
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Elizabeth admiraba el paisaje tan verde, tan natural que tenían los jardines de la Universidad, había tenido dos meses en los que se pudo relajar sin la presión de tener que cumplir con alguna obligación dentro de las instalaciones. Por lo que para este mes la Malfoy tenia la mente fresca y llena de ideas para que sus pupilos pudieran aprender con la practica los encantamientos que les debían ser de utilidad. Aquella mañana se había enterado quienes serian sus alumnos de ese mes, si había tenido la oportunidad de haber tratado con ellos en el pasado, para ese momento no lo recordaba, al igual que no recordaba mucho de su vida.

 

Así que admirando la naturaleza que rodeaba a la universidad, se le ocurrió que la mejor forma de practicar un encantamiento era irse de acampada a un lugar altamente transitado por muggles, al menos en aquel sitio iban a tener que utilizar encantamientos protectores. Y algunos otros ya que solo iban a poder llevar una pequeña bolsa y debían llevar todo lo necesario para subsistir en aquel lugar durante un mes.

 

A la demonio le gustaba tener todo en orden, por lo que en su cabeza empezaba a hacer una lista de lo que bien iban a utilizar. La casa de campaña en la que ya tenia un hechizo de expansión, el mismo hechizo que tenia el auto aparcado en las afueras de la Mansión Malfoy. La comida y el agua que si bien cada uno debía llevar y por ultimo el buscar con quien iba a dejar a su pequeño, ya que no le gustaba que le acompañara en lo laboral.

 

Un día antes de empezar el curso, tomo un par de pergaminos y garabateó algunas lineas, para darles la fecha y el lugar de reunión a las personas que iban a quedar a su cargo, convirtiendo aquellas en aviones de papel exactamente como un memorándum del Ministerio. Lamentablemente, no había logrado que nadie se quedará a cuidar al pequeño Dexter, por lo que también preparo algunas cosas para el.

 

Ambos se presentaron frente a las chicas vestidos de forma similar, ella unos pantalones con un estampado de camuflaje azul lleno de diferentes bolsas, una playera negra sin mangas y una chamarra que venia en conjunto con los pantalones, mas una gorra que le pudiera cubrir del sol, sus zapatos eran unos tenis negros, era la primera vez que había dejado las botas negras de lado para sentirse cómoda con aquella experiencia. El niño de 4 años tomado de su mano iba de la misma manera, solo que su playera y tenis eran color blanco.

 

No debían tardar mucho en llegar, la primera de sus pupilos había llegado prácticamente puntual, pero no supo que decir hasta que los que se iban a tomar la clase estuvieran presentes. A los pocos minutos había llegado la segunda, después la tercera y por ultimo la cuarta, por lo que pudo dar inicio a la clase.

 

«Sean Bienvenidos a Encantamientos, donde podrán poner en práctica aquello que aprendieron y ya tienen una idea de como llevarlo acabo. Mi nombre es Elizabeth Malfoy, y prácticamente seré su examinadora durante la clase.» apenas había hecho una pausa de cinco segundos, sin dar oportunidad a que las personas frente a ella se presentaran. «Como se los explique en el memorándum nos iremos a acampar, pero nos trasladaremos en escoba. Hagan el favor de llamar a sus respectivas escobas, para poder irnos.»

Editado por Sam Claflin

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Me había llegado un memo unos días antes de comenzar mi curso de Encantamientos. Era de la Profesora y decía que nos íbamos a reunir en la Universidad para salir de acampada. Sentí algo extraño en mi estómago al leer aquellas palabras. Por mucho que lo intentara, no recordaba haber salido de acampada con mis padres nunca, aunque alguna que otra vez habíamos dormido en los terrenos del Castillo Croft con mi hermano Mathias. Pensé en lo loco que podía ser ir de acampada con algunos magos y brujas a los que no conocía (no sabía con quién iba a tener la clase) y de inmediato me di cuenta que la idea me parecía magnífica para variar las cosas. Las clases dentro de la Universidad donde todos debíamos hacer tal o cual cosa eran aburridas.

 

Así que, faltando pocas horas para mi clase, terminé de armar un bolso donde llevaba lo necesario para sobrevivir los veinte días que pasaríamos a la intemperie. Me había dado cuenta que no poseía ropa deportiva o similar para salir de camping, así que con la ayuda de mi elfina había tenido que salir a comprar algunas cosas. Unas mudas de ropa (podía lavarla y volver a ponerla, ¿para qué existía la magia si no?), calcetines limpios, zapatillas deportivas, elementos de higiene personal, elementos para comer -entre los que había colocado una petaca escondida-, abrigo (porque la profesora no había especificado a dónde iríamos) y comida para los primeros días. No se me había pasado por alto colocar un repelente para mosquitos... y para tiburones (había que ser precavido).

 

Así, lista para comenzar mi aventura, el día indicado emprendí el camino hasta la Universidad pareciendo poco más que una pendevieja con aire de acampante. Esperaba no hacer el rídiculo frente a mis compañeros. Había escogido un sencillo conjunto que consistía en una sudadera blanca con motivos de flores silvestres, un overol de jean de estilo short que dejaban al descubierto mis pálidas piernas, medias gruesas de algodón que resistirían a los climas cálidos y le darían respiración a mis pies y, completando, unas tenis blancas y azules con las que podría hacer largas caminatas sin sentir molestias. Por las dudas, también tenía ropa de abrigo, aunque rápidamente descubrí -por el atuendo de la profesora- que no iríamos a ningún lugar fresco.

 

-Buenos días- saludé alegremente a Elizabeth, compañera dentro del Claustro, quien en aquel momento iba tomada de la mano de un niño.

 

No queriendo ser descortés, no pregunté quien era, pero le dediqué una amplia sonrisa al niño. Nos quedamos un momento esperando a que aparecieran el resto de mis compañeros y, cuando estuvimos todos, Elizabeth comenzó a hablar. Lo de la acampada ya lo sabía, pero desconocía hasta ese momento el hecho de que iríamos en escoba. Por un momento sentí un sacudón en el estómago, recordándome viejos tiempos.

 

-Accio escoba- dije con voz firme, apuntando mi varita hacia mi oficina.

 

No solía tenerla en la mansión porque eran contadas las ocasiones en las que la usaba en Londres. En cambio, había un campo de Quidditch en la Universidad en el que me gustaba volar cuando los estudiantes no estaban por allí y recordar mis tiempos como jugadora. Esperé por unos momentos hasta que la vi volar hasta mi y la tomé con firmeza. Tenía una Nimbus 3000, el último modelo Nimbus, más veloz que una Saeta de Fuego.

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Movía los dedos y golpeaba con ellos la tabla superior del escritorio en el que estaba sentada. El mueble, de madera antigua y negra, estaba repleto de utensilios que hacía unos minutos la Haughton había colocado allí y sobre los cachibaches, un trozo de pergamino garabateado que había leído al menos una decena de veces aquella mañana amenazaba con caer al suelo. Lo tomó antes de que se deslizara y leyó su contenido una vez más, como si de aquella forma fuera a descubrir alguna información que hubiera pasado desapercibida hasta aquel momento. Pero sus ojos verdes no encontraron mucho más de lo que ya sabía, así que volvió a dejar el papel donde se encontraba.

- Odio ir con los ojos vendados – claro que aquello no era una frase literal, si no una forma de hablar. Se refería a que tenía muy poca información sobre la supuesta acampada y con el carácter controlador de la bruja aquello era un problema importante.

Aún estaba despeinada y su acompañante, que había pasado desapercibida hasta ese momento, se subió a una banca detrás de ella y comenzó a trenzar la larga melena de forma magistral. Los movimientos de las pequeñas manos eran gráciles y los mechones de pelo rojo de la mujer se le enredaban en los cortos y níveos dedos. Cuando terminó, fijó el peinado con una cinta negra con la que hizo un lazo al final de la trenza. Sonrió y dio un salto para descender del banco.

 

- Ya está – el espejo se movió detrás de Mónica y al girarse vio a su hija pequeña detrás de él, empujándolo para arrastrarlo hacia ella-. ¿Verdad que estas muy guapa?

 

- Tú si que eres guapa – la tomó en brazos y Emma le rodeó el cuello con ambos brazos, estampando un ruidoso beso en la mejilla de su madre. Mientras, la pequeña elfina que hasta ese momento se había preocupado de recoger los juguetes de la menor, comenzó a guardar los utensilios de acampada que Mónica había dejado sobre la mesa. Parecía imposible que todo fuera a caber en el bolsito de hilo en el que lo metía si no fuera porque horas antes la bruja lo había hechizado.

__________________

 

Se había despedido de su hija un rato antes y ya la echaba de menos. Jugaba con una pulsera que la pequeña le había dado mientras cruzaba los terrenos de la universidad, a los cuales últimamente se estaba volviendo más asidua de lo habitual. Vestía una prenda de hilo blanco en forma de overol, sin mangas y que le llegaba a la mitad del muslo. Un cinturón esmeralda se ajustaba a su cintura, pues la prenda le quedaba algo holgada a causa de la reciente perdida de peso y no quería que le estorbara cuando llegaran a la acampada.

Cuando llegó al lugar de encuentro y echó un vistazo rápido a las presentes las reconoció a ambas, aunque al principio no dijo nada además de un breve "buenos días" que apena se oyó. Cuando llegó el resto de la clase se dio cuenta de que conocía a casi todas, menos a una. Pero tampoco dijo nada. Ni siquiera opinó de lo que pensaba sobre traer a un infante a una clase de magia tan avanzada como aquella y no fue hasta que la examinadora habló que Mónica se decidió a abrir la boca.

- Cissy – casi había susurrado. Se había acercado a la que hubiera sido su compañera en el concilio de mercaderes y le hablaba cerca del oído-. ¿Te importa que viaje contigo?

Mónica no tenía escoba o al menos no una que pudiera utilizar. La que hubiera utilizado durante toda su vida ses había quedado demasiado anticuada y la ultima que había adquirido había terminado hecha añicos cuando en una de sus últimos viajes había tenido un accidente al volar demasiado cerca de una familia de híbridos negros. Aún podía sentir las astillas de la madera del mango de la escoba clavadas en sus manos y trasero.

 

 

 

 

**Off: rol desde el movil. Espero que no salga muy mal.

Editado por Monica Malfoy Haughton
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Estaba por subirme a la escoba cuando sentí que alguien se acercaba hasta mi. Levanté mis ojos para pegarlos a los de Mónica, quien alguna vez hubiera sido directora del Concilio y a quien respetaba enormemente. Me sorprendió su pregunta, pero asentí de inmediato. Aún así, me pareció raro que me lo pidiera, porque hasta donde sabía Mónica era una excelente montadora de escobas.

 

-¿Qué sucedió con la tuya?- pregunté, señalando mi Nimbus con la cabeza.

 

Estaba esperando a que la profesora nos dijera a dónde debíamos viajar, porque subirme a la escoba y dar una patada para quedarme veinte minutos en el aire no era algo ideal, aunque el clima estuviera increíble para volar y todo. Con todo eso, me sentía insegura de no saber qué rumbo íbamos a tomar y parecía que ninguna de mis compañeras estaba enterada tampoco.

 

-¿Algún rumbo, profesora Malfoy?- pregunté, echando un vistazo a Elizabeth.

 

Pensaba que de tener que ir muy lejos y viajar muy alto iba a tener que encantar la escoba para que Mónica y yo no nos viéramos afectadas por el frío o la lluvia. Pasar por entre las nubes ocasionaba que todo terminase mojado. Más aún, no sabía si podía recordar el hechizo correcto para impermeabilizarnos, así que quizá iba a tener que consultar a mi compañera al respecto.

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  • 2 semanas más tarde...

*

 

- ¿Quiere que prepare lo que llevará a ese campamento? - preguntó el elfo suavemente como tratando de despejar el malhumor que agobiaba a su ama. La palabra sonó con bastante asco. Como si la hubiera pronunciado ella misma.

 

La mujer pelirroja de bastante edad estaba recostada en su sillón predilecto y todavía mantenía en sus manos el pergamino que le anunciaba que su clase de conocimientos iba a empezar acampando en vaya saber dónde.

 

Era el colmo. No bastaba que el Ministerio de Magia hubiera arrojado por doquier hechizos desmemorizadores a ¡los propios magos y brujas! haciéndolos olvidar todos sus conocimientos adquiridos a lo largo de los años. No, ahora ella se veía obligada a volver a estudiar como si fuera una cría.

 

El elfo no sabía qué hacer y giró donde estaba y se fue hacia la puerta en un intento de dejarla reflexionar y que aceptara su ayuda.

 

Verlo alejarse de esa manera la hizo reaccionar.

 

- Sí Toño, ayúdame. ¿Qué me pongo para andar al aire libre? - preguntó ya que hacía mucho tiempo que sólo se movía por los túneles del banco.

 

- No se preocupe ama. Creo que estos pantalones finos le vendrán bien por si hace más calor y hay insectos. He hechizado su bolso de viaje para expandirlo y que viaje ligera. Agregaré algo de abrigo por las dudas y varias cosas que seguro necesitará mientras dure su clase, - terminó bajando la voz para no irritar a la bruja de nuevo.

 

Los ojos azules de ésta tuvieron un pequeño fulgor al ver que el elfo era previsor y se dispuso a vestirse para emprender el viaje sin más dilación. Una blusa corta anudada adelante en la cintura, zapatillas cómodas en los pies y una pequeña gorra, de las que usan los muggles, en la cabeza para cubrirse del sol completaron su atuendo.

 

- Recuerda que debo llevar agua y algo de comer para un mes, - comentó mientras el pequeño ser asentía.

 

Podría aparecerse cerca de los jardines de la institución y esperaba no perderse en el camino. Ya casi no recordaba cuál era.

 

______________________

 

 

 

Sin embargo, llegar cerca de su destino fue bastante fácil. Caminaba a través del prado que rodeaba a la antigua Academia cuando tuvo un momento de nostalgia, pero fue breve. Pronto encontró a tres mujeres desconocidas y un pequeño niño aferrado a la mano de una de ellas. Le extrañó su presencia pero no dijo nada y saludó a todas con una leve sonrisa y una cortés inclinación de cabeza mientras pronunciaba un "¡Buenos Días!" que englobaba a todas.

 

La mujer que estaba con el niño se presentó como Elizabeth Malfoy, la examinadora y explicó que irían de acampada en escoba. Los ojos de Mynerva se abrieron como platos. Sorprendida, no podía creer lo que oía. Pero era así y tuvo que llamar a su antigua Saeta de Fuego sin ninguna convicción y con bastante resentimiento. A pesar de eso, ésta apareció rápidamente acercándose a su mano. Aparentaba estar un poco harta del rincón donde fue arrumbada cuando la bruja se dio cuenta que volar no era su actividad favorita.

 

Tratando de disimular su fastidio y queriendo romper el hielo quiso saber.

 

- ¿Hacia dónde nos dirigiremos? - esperaba que el viaje no fuera demasiado largo.

 

 

 

 

_______________

 

Off:

Lamento la tardanza. Ya no entro todos los días como antes.

 

 

Mynerva, matriarca Weasley
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Elizabeth había esperado pacientemente a que las chicas se encontraran sobre volando el cielo que en ese momento parecía despejado, así que con su pequeño hijo frente a ella sobre la escoba comenzó a guiar a las tres brujas. No llevaban ni diez minutos sobre la escoba, cuando una nube gris apareció frente a ellas, lo que no era otro que un aviso que debía poner un encantamiento para no llegar hechas sopa al lugar donde montarían su casa de campaña. Así que se detuvo y quedo mirando a las chicas.

No me esperaba que lloviera, ya saben que utilizar. ─murmuro y saco su varita poniendo sobre ella y su hijo aquel encantamiento para seguir con rumbo al Bosque de Dean, donde las tres mujeres presentes tenían que demostrarle todo lo que sabían. El recorrido fue más largo de lo que se esperaba y con una tormenta enorme que les acompaño hasta llegar al lugar donde se encontraban reunidos muchos muggles que esperaban el inicio de una competencia de caminata por aquel bosque.

Hemos llegado, pongan sus casas de campaña, aseguren la zona, no quiero sustos y mucho menos a muggles merodeando la zona. ─tras aquellas palabras y haber colocado su casa de campaña con ayuda de la magia entro junto con su hijo para poder darle de comer ya que Dexter desde la mitad del viaje tenía hambre. Elizabeth no tardó mucho en dar de comer a su retoño y se quedó mirando a las mujeres presentes, esperaba que ellas le demostraran lo que sabían hacer y que lo supieran hacer bien, camino hasta ellas y sin llamar la atención de ninguna soltó una pregunta al aire.

¿Por qué se quieren certificar en encantamientos?

 

 

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Miré a Mynerva, quien no parecía tan contenta de montar en escoba y me pregunté a qué se debería su reacción. Hizo la misma pregunta que yo, queriendo saber hacia dónde íbamos a ir, pero parecía que la profesora no quería responder a eso. Así que, alzando una ceja con incredulidad y molestia, miré a Mónica para que se montara detrás de mi y di una patada al suelo. De inmediato nos elevamos unos cuantos metros con rapidez, entonces sostuve el mango de mi Nimbus con firmeza hasta disminuir la velocidad. Quizás estábamos a unos treinta metros del suelo cuando eché un último vistazo a la Universidad bajo nuestros pies.

 

Comenzamos el camino de ida a donde fuera que íbamos a pasar nuestros días de campamento y no tardó en comenzar a llover. Al principio era una lluvia finita, que apenas mojaba y sus gotitas se posaban en mi cabello y el de mi acompañante con parsimonia, casi con aburrimiento, como si no tuvieran otro lugar mejor al que ir. Pero pronto el cielo comenzó a oscurecerse y noté el frío mientras las nubes bajaban hasta cubrirnos. No miré a Moni por sobre el hombro porque no había nada que decirle; ella era consciente de que nos íbamos a congelar si seguíamos así.

 

Saqué mi varita y con una floritura hice un hechizo impermeabilizador al palo de la escoba para que no se mojara y así no resbalara de mis manos. Al tiempo que Moni hacía uno sobre nosotras para evitar que las, ahora gruesas gotas de lluvia, nos empaparan. Si así iba a ser todo el campamento, ya podía estar diciéndole a la profesora que me iba a regresar a mi mansión a dormir calentita en mi cama. Mi idea de una excursión no tenía lluvia pesada y fría.

 

Aterrizamos en un bosque donde parecía haber una enorme concurrencia muggle. Me pregunté qué tenía en mente la profesora al llevarnos allí ¿Quería que practicáramos tiro al blanco de Encantamientos con los muggles? Me reí internamente al tiempo que comprobaba que mi acompañante estaba bien, antes de sacar de mi bolso un pequeño bulto que resultó ser una carpa. Había algo interesante en todo aquello y es que los Macnair habíamos salido de acampada en una o dos ocasiones, así que la carpa que ahora llevaba conmigo era enorme por dentro.

 

La coloqué sobre el piso y agité la varita para que comenzara a armarse lentamente, mientras miraba a mi alrededor. Elizabeth nos había dicho que debíamos poner encantamientos protectores, así que caminé a unos veinte metros de las carpas y cree un perímetro con los hechizos.

 

-Salvio Hexia. Protego Muggletum- dije, recitando dos de los encantamientos más conocidos para protección de áreas con magos o con magia. El primero nos mantendría en una burbuja transparente que haría que cualquier humano que la atravesara se desintegrara. Y el segundo haría que cuando los muggles llegaran hasta allí, recordaran que tenían que hacer algo en otro lado y se fueran.

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*

No obtuvo respuesta de la examinadora que decidió que ya era hora de emprender el viaje por lo que subió al niño a la escoba frente a ella y partió. Lo mismo hicieron las otras dos brujas que subieron a la escoba de una de ellas. Mynerva tuvo que hacer lo mismo y luego de una fuerte patada en el suelo, se elevó al cielo y comenzó a volar.

El tibio aire al principio del viaje cambió pronto cuando cruzaron una nube gris cargada de agua por lo que se alegró de haber traído una gorra pero si no invocaba urgente un Impervius su ropa de verano se empaparía y ella misma terminaría calada hasta los huesos. Lo invocó y el hechizo Impermeabilizador surtió efecto. Y las brujas continuaron volando bajo la lluvia.

Cuando Elizabeth avisó que habían llegado, Myne se dio cuenta que estaban sobre el Bosque de Dean. La concurrencia muggle era increíble.

- Buen lugar para practicar hechizos, - pensó descendiendo detrás de un árbol corpulento para no ser vista e inmediatamente describió un círculo con su varita y comenzó a recitar la protección necesaria.

- Salvio Hexia, Protego Totalum, Repello Muggletum, - las mantendrían aisladas dentro de la multitud sin que los muggles se dieran cuenta que ellas estaban ahí.

- Cave Inimicum, - terminó con un floreo hacia el cielo.

Abrió su pequeño bolso de viaje y extrajo la tienda de campaña con la que varias veces había jugado con sus hijos a acampar en los jardines cuando los niños eran chicos. Movió su varita sobre el lío de lona y varillas y exclamó:

- Erecto – amaba el efecto que este hechizo producía en sus pequeños que veían que por arte de magia todo comenzaba a ocupar su lugar y emergía una bella, aunque modesta tienda de campaña. Su apariencia era engañosa ya que por un hechizo expandidor que tenía, al entrar en ella se encontraban varias habitaciones con todas las comodidades que pudiera necesitar. Sintió un poco de nostalgia al pensar que estaría sola en ella. Pero no eran momentos para ponerse triste ya que fuera, probablemente la instructora ya estaría esperando para darles más tareas.

No se había equivocado. No más salir de la carpa oyó a Elizabeth preguntar:

─ ¿Por qué se quieren certificar en encantamientos?

Mynerva se mordió la lengua. Era conocida por decir lo que pensaba, pero ése no era el momento. Además, la instructora no tenía la culpa de las decisiones que tomaban las autoridades. Sacudió la cabeza haciendo que sus largos cabellos rojizos se balancearan alrededor de su rostro y contestó.

- Encantamientos siempre ha sido mi asignatura favorita. Y últimamente siento que he olvidado bastante de ellos.

Esperaba que eso fuera suficiente. No había mentido, pero tampoco había dicho toda la verdad. Nadie saldría herido.

Editado por Mynerva de Weasley

Mynerva, matriarca Weasley
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-Impervius- dirigí el encantamiento hacia la tela de la Carpa. Había visto que estaba lloviendo cerca de allí cuando íbamos en camino y no quería levantarme flotando sobre un mar de ramitas y tierra porque se había inundado mi morada de acampada.

 

Mynerva se había puesto a mi lado, lanzando hechizos para cubrir el perímetro. No tenía idea que era tan buena en encantamientos y, realmente, yo no lo era. La pregunta de la Malfoy llegó hasta mi mientras estaba mirando el río que corría cerca de nosotros. Había interminables pequeñas colinas a lo largo y ancho del lugar; poco era el terreno plano donde uno podría armar un sitio de acampada, pero aún así a las personas parecía gustarle estar allí.

 

-Realmente soy pésima en Encantamientos- me sinceré con Elizabeth, luego de que Mynerva fuera la primera en responder a su duda-. Soy buena en Defensa y otras cosas, pero Encantamientos siempre ha sido mi punto débil. Si bien algunos hechizos puedo hacerlos y me salen medianamente aceptables, la mayoría no suelo recordar el movimiento correcto de la varita y me parecía interesante hacer un buen repaso de ello- me había dado vuelta para observar a mis compañeras mientras hablaba, pero una vez terminé de hacerlo volví a inspeccionar a mi alrededor.

 

Había algunos encantamientos que se me daban realmente bien, como el Accio o los de protección, pero cuando se trataba de tener que agrandar o achicar algo, de sacar algo de la varita o cosas similares, podía decirse que era un caso perdido. El tener el río cerca me daba la idea de ir hasta allí a ver si podía encapsular algo de agua y llevarla hasta el campamento para cocinar sin necesidad de utilizar una olla, simplemente con la magia. Nunca lo había intentado, desde luego, porque jamás había tenido la necesidad de hacerlo. En la mansión los elfos se encargaban de la comida y cuando era pequeña y había salido de acampada con mis padres, ellos no nos dejaban utilizar la magia (aunque Mathias y yo solíamos robar sus varitas y encantar a los insectos para que marcharan sobre Dylan mientras dormía).

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