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Pociones


Helike R V PB
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Virus mágicos



Hacía varios meses que no impartía las clases de pociones y a decir verdad lo echaba bastante de menos. Sobre todo a la hora de sentir que enseñar parte de mis conocimientos a los nuevos alumnos, y que éstos a su vez pudiesen transmitírselos a otros, me llenaba de mucha satisfacción. Pero por supuesto no estaba exento de polémica. Habíamos tenido que recurrir a la magia para solucionar contrariedades muggles, con el problemilla de tener que lidiar con el Estatuto del Secreto y no salir nosotros los perjudicados de cara al Ministerio de Magia.


Pero esa mañana de agosto sentía que las cosas no iban a estar tranquilas, impartiendo la materia en el aula de pociones… No eran más allá de las siete de la mañana que ya estaba arreglada para dirigirme a la mal llamada Universidad que para mí, seguía siendo la vieja Academia. Un traje pantalón chaqueta, con botas finas de aguja, mis objetos personales guardados en los bolsillos y en una de mis manos un maletín de cuero con todo lo necesario para impartir la materia. Había llegado con el tiempo justo ya que, se iniciaría alrededor de las ocho.


Había llegado mediante la aparición y traspasé enseguida todos los terrenos hasta llegar a mi propia clase. No había tardado en llegar cuando los alumnos que se habían anotado, iban llegando poco a poco (previamente habían sido avisados mediante lechuza, la hora de inicio de la clase) :


- Bienvenidos a la clase de pociones. Os enseñaré el arte sutil de cómo hacer un brebaje mágico para conquistar a la muerte, ganar la fama o elaborar la gloria… Sólo espero que no me seáis unos inútiles… Que los de la clase anterior


Varios toques sonaron en la puerta que en esos instantes estaba cerrada. Con un “adelante”, se adentraron dos personas con el mismo traje que el mío pero masculinas. Me las quedé mirando y éstos sacaron del interior de su chaqueta unos documentos. Me acerqué a ellos y no pude evitar sentirme desesperada. Eran oficiales mágicos a cargo del Ministerio muggle, ellos me avisaban cuando requerían mi presencia en caso de brotes víricos u otras cosas más peligrosas…


- Lamentamos la intrusión, pero es necesario que venga con nosotros – comentó el moreno con una voz grave.


- Tengo iniciada una clase, no la voy a dejar a medias –gruñí yo, sólo para que me escuchase el que se había dirigido a mí.


- Pueden venir con usted. Es más, creo que es necesario – iba a protestar pero según vi en el documento se llamaba Charlie.


- Mira Charlie, no voy a arriesgar la seguridad de mis alumnos por un asunto sucio muggle – solté yo, con desprecio.


- Creo que ya lo hizo una vez anterior, podrá hacerlo de nuevo – me atajó el mago, mirándome desafiante. Con un movimiento de su mano hizo que su compañero sacara una carpeta de cuero y extrajo unos documentos.


Los leí detenidamente.


- ¿Es necesario que vaya yo? ¿Acaso no hay más gente cualificada? – los dos brujo negaron con la cabeza.


- Está bien, maldita sea- maldije por lo bajo y guardé los documentos que había llevado…


- Bueno señores – les dije a mis pupilos – me temo que la clase de hoy será bastante rara par ustedes, pero no os preocupéis que todo saldrá de perlas – dije con una sonrisa.


- ¿A qué hora debemos de estar ahí? – pregunté al moreno.


- Sobre las once de la mañana – me informó, al mismo tiempo me dio un documento en dónde se me informaba de todo- además tienen los pases necesarios. Un traslador os llevará directamente a la zona afectada. Desde allí os escoltarán hasta una sala para deciros todo lo que tenéis que hacer. Me han dado buenos informes sobre usted así que, supongo que sólo me queda decirle que buena suerte.


Hice girar mis ojos para ponerlos en blanco. Los funcionarios que estaban allá asintieron con la cabeza a modo de despido y salieron. Di un largo suspiro. Iba a ser un día duro, de eso estaba segura.


- Espero que todos estéis los más o menos cuerdos para llevar a cabo la tarea que se nos ha encomendado. Necesito que me ayudéis a cargar con las hierbas de todo tipo para hacer los brebajes además de los calderos… - me puse enseguida a hacer la tarea y con un movimiento de mi varita, extraída del bolsillo agrandé el maletín para ir guardando todo lo necesario. Definitivamente, debía de cambiar de asignatura.


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Virus Mágico:

 

Una nueva enfermedad se había propagado en el norte de Inglaterra, el virus había sido creado por un instituto Militar de Enfermedades Contagiosas encargado de la elaboración de un virus que salvaría al estado de una sobrepoblación masiva que lo llevaría a la ruina. El instituto logó la combinación exacta de bacterias para la creación de este virus letal.

 

Por la cantidad masiva de habitantes que se había originado ponía en riesgo el crecimiento de la economía que estaba bajando de manera porcentual, lo que llevó a las altas autoridades a liberar el virus en pequeñas poblaciones por medio de dardos que eran lanzados hacia las personas desde la distancia, con el fin de acabar con la crisis existente en el país.

 

Pero el instituto no tuvo en cuenta que la enfermedad, por su propia naturaleza y por su capacidad de adaptarse a su entorno, podía mutar y ser mucho peor al original. Y fue esto lo que sucedió en aquellas ciudades, el virus logró sobrevivir y así se dio origen a la epidemia.

 

Las personas afectadas con el virus no presentaban síntomas, ya que morían casi instantáneamente; la toxina ataca directamente una parte del cerebro que anula su funcionamiento sin causar dolor ya que actúa de manera rápida y contundente.

 

Pero por otro lado, el virus ya mutado presenta un proceso lento y doloroso de la anulación de las funciones del cerebro. Posee dos etapas, en la primera la persona realiza movimientos descontrolados, alteraciones emocionales, deterioro mental, irritabilidad y desequilibrio mental. Mientras que en la segunda etapa el virus es mucho más agresivo y produce: demencia, paranoia y una agresividad severa.

 

Pero eso no es todo, ya que puede presentar otros síntomas, como por ejemplo el deterioro de los tejidos de la piel hasta llegar a los huesos formando ampollas en las zonas infectadas, la coloración de la misma en matices verdosos o amarillentos.

 

Este virus es sumamente peligroso, ya que tiene la particularidad de que es muy fácil de contagiarse, ya que se propaga en el aire y es casi imposible acabar con él una vez irradiado.

 

*~*~*~*

 

Isabella Hawthorne

La claridad del amanecer invadió la habitación de la Hawthorne para revelar a dos personas sobre la cama durmiendo cómodamente después de una larga noche que parecía que jamás acabaría. Pero no fue así, ya que los rayos de sol que se filtraban sobre las nueves grisáceas y esponjosas que habían desatado una espantosa tormenta eléctrica.

 

Un rayo hizo que la joven bruja se sobresaltara, tanto que llegó al punto de sentarse sobre la cama y mirar fijamente hacia los grandes ventanales de su habitación. Se llevó un de sus manos hasta su cabeza para poder tocarla, le dolía tanto que debía asesorarse de que estaba en su lugar. Le encantaba dormir los días de lluvia junto al Viatore, pero ese día no podría ser, ya que debía iniciar sus clases de pociones.

 

Desvió la mirada hasta el reloj mágico que colgaba de la pared blanca, justo encima de un retrato movible de ella misma y de su amado, el cual, seguía dormido a su lado sin intensiones de levantarse. Lanzó un suspiro de agotamiento mientras se levantaba de la cama lentamente, intentando no interrumpir los sueños de su prometido.

 

Sí, después de cinco meses de haberse reencontrado y de haberse declarado su amor el Viatore le había pedido, esa misma noche, casarse con ella. Las condiciones en lo que lo había hecho eran desafortunadas, ya que ambos estaban a borde de la muerte, tan alarmantes eran que la Hawthorne dudó que salieran con vida los cuatro de esa mansión embrujada.

 

Se sentía sumamente feliz por lo que había sucedido, ya que después de tanta oscuridad que los rodeaba, su amor había triunfado, había salido el sol ante tanta oscuridad, no pudo evitar sonreír al contemplar el anillo que adornaba su dedo anular de su mano izquierda. Sus ojos color plata brillaron con un destello sin igual mientras se acercaba para llenarlo de besos con dulzura.

 

Se incorporó con nostalgia de tener que separarse de su lado mientras tomaba su varita y, con un suave movimiento de la misma, sus ropas cambiaron, llevaba una blusa mangas largas color negra, un jean azul bien entallado y unas botas altas marrón claro de taco aguja. Avanzó hasta el tocador para poder atar su cabello rubio platinado en una cola alta para luego aplicarse un poco de maquillaje.

 

Tomó una chaqueta de tela también negra y se dispuso a abandonar su habitación con una expresión de tristeza en su rostro. Ella era la persona que más odiaba la academia, pero a pesar de todo era aplicada. Aún recordaba las becas que había ganado por ser una de las mejores alumnas de su clase, aunque de si su casa se trataba era la peor, pocas veces había visitado a las Aethonans, ya que nunca se había sentido parte de ella en su totalidad, y en ese ámbito le encantaba romper las reglas, aún recordaba la vez en la que había dormido en la habitación de los muchacho con el prefecto.

 

Se apareció en la Academia, o mejor llamada ahora: Universidad. La contempló con completa desaprobación, desde debajo de un techo, ya que el agua caía a cataros a sus espaldas, no solo su estructura había cambiado sino todo su composición, las casas ya no existían, las clases eran distintas y hasta los profesores eran otros. Lanzó un bufido mientras se encaminaba a su salón de pociones.

 

Se paró en la puerta, observando detenidamente a la joven profesora, a cual, estaba sacando cosas de su maletín y las ubicada cuidadosamente sobre la mesa de madera en la cual iban a trabajar. Chasqueó la lengua con desinterés mientras se adentraba en aquél salón prácticamente vacío, guardando su varita en el bolsillo de su pantalón.

 

Bueno días— Respondió mientras buscaba un libro de pociones dentro de su chaqueta, la cual, había sido hechizada previamente. — ¿Soy la única en su clase?—Inquirió al ver que por el momento no llegaba nadie más, era extraño, había llegado tarde y el salón de clases aún estaba despoblado. —Soy Isabella Hawthorne, ¿usted es…?— Pero antes de que su profesora pudiera contestar, la clase fue interrumpida por dos hombres trajeados.

 

La joven no entendió con exactitud de qué estaban hablando, pero parecían ser hombres que estaban relacionados con los muggles. ¿Le estaba diciendo que la clase debía ser “movida” por culpa de los muggles? Eso hizo que la Hawthorne sintiera aún más desprecio por ellos.

 

Asintió soltando un largo suspiro mientras se colocaba nuevamente su libro en el bolsillo interno de la chaqueta y desvainaba su varita para ayudar a la profesora con los elementos necesarios. — ¿A donde vamos? — Se atrevió a preguntar luego de varios minutos en silencio preparando calderos y juntando hierbas de los estantes.

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Virus mágicos: Al final de la aventura…



¿Quién me mandaría a mí meterme en esos embrollos? Ahora tenía más excusas para declararle la guerra a esos sucios muggles. Había jurado y lanzado maldiciones orales en cuanto volvimos a poner los pies en las instalaciones de la Universidad. Las dos alumnas y yo que me acompañaron en ese “trayecto al infierno”, habíamos acabado con las ropas destrozadas, el pelo que parecía que nos habían lanzado el hechizo Electroshock, cortes por los brazos, magulladuras en la cara… pero aún así, con la sensación de que habíamos hecho un buen trabajo, aunque no fuese precisamente realizado con calma.


Gritos, peleas, destrozo de material, pero hicimos el milagro de conseguir el dichoso antídoto para los militares. Pero incluso en el último minuto yo misma había sido infectada, pero gracias a mis alumnas, había conseguido reponerme al instante.


No sabía cuánto tiempo había pasado desde que los magos habían venido a visitarme a mi clase. Pero el atardecer estaba próximo ¿de qué día? No lo sabía, había perdido la noción del tiempo. Todas estábamos bastante cansadas y aunque era vampira las ojeras que tenía era dignas de mención, por el agotamiento extremo y el estrés a lo que fuimos sometidas.


Mis compañeras a decir verdad, tampoco es que tuviesen mejor aspecto. Llegamos a la clase y todo a nuestro alrededor estaba en bastante silencio. Lo agradecía porque lo último que quería oír era preguntas sobre nuestro estado. Me senté en el butacón que tenía para dar la clase y me serví un buen whisky de fuego con hielo…


- Aunque no está permitido, hoy nos lo merecemos – hice llegar con un toque de mi varita mágica los vasos a las alumnas cómo así la botella. Con otro movimiento más, abrí la ventana del aula para que se airease. Encendí un cigarrillo y di una calada profunda y larga…


En parte estaba de mal humor, me dolían los pies, sentía el cuerpo tan cansado como si me hubiesen pinchado y me hubiese desinflado como a un globo. Necesitaba darme un baño, pero por un segundo, mi mente empezó a recordar todo lo sucedido… Necesitaría un pensadero para verter mis recuerdos en ellos y que éstos se quedaran allá almacenados…


- Con la presión que teníamos encima, no sé cómo demonios habéis conseguido hacer la poción suficiente para curarme a mí también… Os debo “la vida” – dije, haciendo el entrecomillado con los dedos.


<< Gracias – comenté en un susurro pero lo suficientemente audible para que mis alumnas lo entendieran.
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Virus mágico: Final de la aventura.

Lanzó un suspiro de profundo cansancio mientras intentaba recuperar las fuerzas que había perdido en ese largo día, no sabía exactamente qué hora ni qué día era, solo sabía que su misión para con los muggles había acabado, cada vez los odiaba más y no entendía el cinismo que tenía las autoridades con los ciudadanos del país, ¿subir la tasa de mortalidad de las personas solo porque su economía estaba en decadencia? Era una atrocidad de solo pensarlo.

 

Acomodó algunos mechones de su cabello intentando aplastarlo y encarcelarlo nuevamente en la liga que sujetaba todo el resto en una cola alta. Las condiciones en que las tres habían terminado eran lamentables, y más aún para la profesora de la case, la cual también había sido contagiada por el virus letal que los muggles habían soltado. Gracias a Merlín había sido el virus ya mutado, lo que le dio el tiempo suficiente a ellas para salvarla.

 

Relamió sus labios resecos mientras se sacudía las ropas destrozadas y se volvían a aparecer en las instalaciones de la Universidad, para dar por terminada la dura clase. Los rayos del sol ya se estaban ocultando, lo cual le dio indiciosos a la Hawthorne que serían más o menos las siete de la tarde de aquel día de verano en la que tres brujas habían salvado la especie muggle de ellos mismos.

 

Todo estaba silencioso, solo se escuchaba el taconeo de nuestros zapatos por los despoblados pasillos que conducían a las jóvenes nuevamente hasta el salón de clases, donde todo había comenzado... Tomó asiento en una de las sillas vacía que estaban junto a la mesa de madera que contenía algunos calderos y especias, destinados a la preparación de pociones futuras.

 

Aceptó con gusto el vaso que contenía whisky mientras miraba a la profesora, estaba en lo cierto, cualquiera que hubiese estado en sus zapatos en esa oportunidad hubiera querido un buen trago para tratar de olvidar lo que había sucedido pero ¿como olvidarlo? Quizás, esa clase permanezca en su memoria más tiempo de lo necesario.

 

Flashback

 

El trayecto que había recorrido desde el salón de clases hasta uno de los laboratorios científicos de los muggles no lo recordaba con claridad, puesto que había pasado todo tan rápido y la vez que algunas partes la tenía borrosas, como algunas conversaciones y destrozos que habían ocasionado por la presión que tenían encima.

 

Estaba cortando un par de varitas de Valeriana mientras su caldero se calentaba a fuego lento, las autoridades estaban afuera, en la puerta de entrada monitoriando que ninguno de los infectados ingrese a su lugar de trabajo e intente interrumpir su arduo trabajo. Metió un par de sanguijuelas vivas y revolvió el contenido tres veces esperando su cocción mientras le dirigía una mirada a su profesora.

 

--¿Por qué le habrán hecho todo esto a tanta gente? Yo digo que le lancemos una maldición imperdonable y acabemos con todo este espectáculo de una buena vez --. Chasqueó la lengua y colocó tres gotitas de Agua del rió Lethe a su caldero mientras ojeaba su libro de pociones. -- Además, esto es culpa de ellos, nosotros no tenemos que solucionar sus problemas.

 

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Flasback


Recordar, ¿para qué hacerlo? Bueno, se suponía que ganamos experiencia en cada situación que nos presenta “la vida”. En mi caso había vivido muchas, desagradables, buenas, de todo tipo, pero lo que nos habíamos encontrado al llegar a las instalaciones. Era para hacer un ‘obliviate’ y que se escondiese en lo más recóndito de nuestra mente. Kyttara mi prima, se había ido antes de mencionar nada. Suponía que ya había tenido más que suficiente.


***


Veía como la Hawthorne con habilidad, mezclaba diferentes ingredientes en su caldero…


- ¡Oye! Tienes buena mano con las pociones – dije, alabándola…


Pero de repente, las luces bailotearon dentro de la estancia. Se me puso la piel de gallina, la verdad es que lo último que querría era tener que hacer más magia en un lugar en dónde supuestamente habían hecho algo que no debían y por ende, nosotras arreglarlo, algo que me había fastidiado de sobremanera.


- Querida procure bajarle el fuego, la poción tiene que cocer a fuego lento, que no hierva – le indiqué a la chica.


Había escuchado su perorata y la cara se me iluminó por un instante. Al menos, compartía los mismos ideales sobre sangre pura.


- Es cierto, no tenemos que solucionarlos. Pero digamos que es un favor que le hacemos. Piensa que así, podremos cobrarles los servicios ¿no le parece? – le guiñé el ojo.


Mientras yo estaba con mi caldero, revolviendo y añadiendo un bezoar previamente machacado con el mortero, además de que le añadía al mismo, ingredientes básicos para la fabricación de potingues mágicos.


Había empezado a tutearla a pesar del peligro que corríamos en una sala casi hermética en dónde había un par de respiraderos con rejillas en lo alto del techo… Y se me había olvidado decir mi nombre ¡menudo despiste!


- Creo que no me he presentado ¿verdad? – fruncí el ceño, la verdad es que me gustaría fumarme un cigarrillo, pero no estábamos en un bar del callejón para hacerlo con calma.


<< Heliké Rambaldi Vladimir – asentí con la cabeza, mientras echaba unas gotas de esencia de Té. En esa ocasión lo había fabricado yo misma, pero en forma líquida, mientras recordaba que había usado un potingue en Mega Ayudas para curar a Matt de las garras de la espalda.


- Lo de la maldición imperdonable es buena idea – alabé- pero, ¿quién nos dice que no nos denunciarán ante el Ministerio de Magia? – Bufé enfadada- con gusto lo hacía sin problemas…


Los aromas llenaban la habitación, como así el chisporroteo del fuego debajo de los calderos. Al cabo de diez minutos.


¡Bum!


Era el eco de una fuerte detonación que parecía provenir de una zona no muy alejada en dónde estábamos nosotras resguardadas.


Yo misma les había dicho a los militares que nos apuntaban con sus armas de balas:


- Necesitamos hacer nuestras cosas sin que nos estén apuntando con esas cosas señores. Así que, aguarden en la entrada, hagan el favor – rogué yo, lanzándoles una mirada asesina. Y ahí estábamos… Pero al parecer había problemas y de los gordos. Si aún tuviésemos unas pantallas para observar lo que había en el pasillo.
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Flashback: Durante la aventura

 

Siempre había sido alagada con sus habilidades, y eso le encantaba y más si aquel alago venía de parte de las profesoras. La Hawthorne se caracterizaba por sus virtudes, su orgullo y el empeño que ponía al desarrollar distintas actividades, no toleraba hacer algo y que eso no saliera como ella quería. Siempre había preparado pociones por sí sola, tenía varios conocimientos al respecto, en especial de la poción multijugos, la cual le era muy eficiente en este último tiempo.

 

El hecho de ser una Mortífaga le impedía visitar negocios Fenixianos como ella misma, por eso y mucho más utilizaba aquellos filtros que la hacían cambiar de apariencia utilizando la más conveniente para cada momento. Además, había fingido estar fuera de la ciudad para poder cobrar una venganza y no podía caminar por las Calles del Callejón Diagon mostrando su propio rostro.

 

Una sonrisa torcida se le formó en sus labios rojos carmín al recordarlo, sin lugar a dudas nunca olvidaría aquel acontecimiento, la había marcado de una forma permanentemente, jamás una de sus venganzas habían sido tan anheladas por ella misma. Sus obres plateados brillaron con cinismo al recordar la cara del Malfoy cuando le confesó que ella misma había matado al <<amor de su vida>>

 

Muchas gracias —. Le agradeció mientras colocaba un par de bayas de muérdago en el mortero para poder machacarlo y, con un movimiento de su varita, el fuego bajaba para que la poción no se pasara de cocción. — Tu idea me parece fantástica, pero espero que nos den algo más que Galeones por ponernos en peligro por salvar sus imprudencias—. Levantó la mirada para ver a su profesora en acción mientras tiraba otro comentario:— Bueno, al menos nos deberían de traer algo de comer,por lo menos una cerveza de mantequilla ¿no crees?

 

Bufó, tenía hambre, sí, por primera vez en mucho tiempo Isabella Hawthorne quería comida, no había tomado desayuno alguno y eso la ponía de muy mal humor, el haberse despertado tan sobre el horario del inicio de clases le había impedido el poder tomarse una café antes de aparecerse en la Universidad. —Mucho gusto, Heliké— le sonrió con simpatía mientras que en su mente aquél nombre le sonaba extrañamente familiar y más aún si pensaba en el bando.

 

Creo, que te he visto antes...—. Dijo más para sí misma que para la bruja que tenía en frente.— Ya sé — chasqueó los dedos para que no perder la idea que tenía en su mente y que estaba a punto de soltar — Eres la chica que me realizó un estudio en la clínica Santos Mangos ¿verdad? — Inquirió mientras levantaba una de sus rubias cejas. —Claro, ahora me acuerdo de tí, insinuabas que salía con Andrew—. Negó con la cabeza haciendo una mueca de desprecio.

 

Terminó de colocar unas espinas de cuerpo espín al caldero humeante en el que estaba trabajando, abrió la boca para decir algo sobre aquel preparado pero el estallido hizo que se apartara del mezón en el que estaba trabajando y por acto reflejo empuñó su varita con su mano izquierda apretándola con fuerza, haciendo que sus nudillos se pusieran blancos.

 

¡CADA VEZ LOS ODIO MÁS!—. Gritó lo suficientemente alto como para que los guardias la escucharan. Estaba enfadada, las tenían encerradas como ratas de laboratorio y ni siquiera podían terminar con su trabajo. —Juro que si lo vuelven a hacer no respondo—. Sentenció mientras su fracciones se oscurecían y en sus ojos se podía percibir un destello violacio producto de la cólera que sentía hacia aquellos muggles.

 

La poción necesita reposar — le comunicó a la joven bruja mientras tomaba asiento — pero no podemos saber si funciona hasta que no la probemos con alguien infectado y si funciona para el virus mutado o no—. Chasqueó la lengua recargando su espalda en el respaldo de la incómoda silla del laboratorio mientras miraba a su alrededor. — Aunque podemos divertirnos matando a un par de gente infectada tratando de encontrar la cura —. Sonrió con malicia mientras se incorporaba y avanzaba hasta la puerta.

 

No le importó golpear la espalda de uno de los militares armados que estaba atrás de la puerta. — ¿Por qué no te fijas? asqueroso sangre sucia —. Bramó mientras apretaba los dientes y miraba a cada uno de ellos con firmeza y una expresión de repulsión en el rostro. —Traiga un par de infectados, necesitamos probar el suero que hemos preparado —. Sentenció mientras daba media vuelta para volver a entrar. — Comuníquenos cuando estén aquí para evitar contagiarnos — giró medio cuerpo hacia uno de los uniformados —pero si no lo hace... créeme que no querrás ver morir a tus compañeros, sabiendo que terminarás peor que ellos ¿verdad?

 

Le dio la espalda nuevamente mientras se anticipaba a lo que el guardia seguramente diría: — Y no es una amenaza, es una advertencia y es mucho más de lo que un impuro como tú y tus <<amiguitos>> merecen —. Concluyó mientras le cerraba la puerta en la cara y soltaba la carcajada que tenía guardada.— Son unos imbéciles.

Editado por Isabella Rexdemort Xtrong

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Flashback: en la aventura


Escuchaba atentamente a la chica mientras ambas, íbamos preparando las pociones que necesitaríamos para sanar a esas bestias inmundas infectadas de virus.


- Lo cierto, es que he encontrado poca gente a la que se le dé bien lo de hacer pociones… Aunque tengo que decir que éste no es el mejor método de aprendizaje, te servirá para conocer cómo trabajar con presión y no cometer errores, por si surge algo parecido en el Ministerio. Por Gea, esperemos que eso no ocurra jamás – dije, frunciendo el ceño. Porque ya teníamos más que suficiente en esos momentos. No se me había olvidado que hacía diez minutos se había escuchado una detonación y la verdad, lo último que me apetecía era echarme a correr. Porque consideraba que, de momento, ahí estábamos a salvo. O eso creíamos.


- Bueno supongo que el gobierno muggle nos pagará con su moneda, y nosotras tendremos que cambiarlos en nuestro banco, algo que considero bastante fastidioso y un insulto – comenté mientras con un cazo comprobaba mediante el aroma, que todo estuviese correcto.


Encima de la mesa en dónde estábamos trabajando, teníamos probetas de diferentes tamaños, pequeñas balanzas, incluso hasta algo que según me habían dicho los militares era un microscopio pequeño pero potente, que nos serviría para ver las cosas más enanas… Yo había rehusado el utilizarlos. Me gustaban más mis métodos, eran funcionales y efectivos.


- Me temo que no nos darán nada hasta que acabemos el trabajo. Parecemos esclavas a su servicio – y sin poder evitarlo, había dado un puñetazo encima de la mesa a causa del genio. Varias bolsitas se desplazaron de su sitio. Las volví a colocar para que todo estuviese seguro y no provocar otra explosión a causa de los potingues mágicos que estábamos haciendo.


El tono de la poción que yo estaba realizando había cambiado a un color morado, eso me indicó que estaba próxima a ser terminada.


- Bueno, esto parece que casi ya está – informé a la joven- ¿cómo vas tú? – inquirí.


La chica había mencionado que me conocía. Arqueé las cejas, sorprendida. La verdad es que era una ironía que siendo jefa del departamento de desmemorizadores de la antigua tercera planta, tuviese tan mala memoria para recordar tanto las caras, como los nombres.


- ¿Ah sí? ¿Estuviste en la clínica? – recordaba vagamente que sí, cómo enfermera le había hecho un estudio clínico. Hice un mohín de disgusto, la verdad es que debería de fortalecer más mi mente, aunque fuesen para esos pequeños detalles.


- Pues ahí estoy trabajando como jefa de enfermeras. Mi tía Sagitas me dio el empleo y aunque no es directora; por las reformas ministeriales, está haciendo de suplente mientras que tía Hayame no retome su puesto como mandamás – me encogí de hombros... Esperaba que la pelirroja aún me aceptase dentro de su plantilla.


Al final me respondió, ella también casi tenía lista su poción y eso me alegró.


- Es verdad sí, necesitamos comprobarlo sin que nosotras también acabemos infectadas.


<< Tranquila, tranquila – no pude evitarlo y estallé a carcajadas mientras veía que el militar no comprendía por la cara que puso, el especial insulto que le había soltado mi alumna.


- Veo que tienes carácter. Me gusta – asentí con la cabeza aún riéndome con ganas- pero aquí deberías de poder controlarte, sé que es difícil pero aún son capaces de detenernos por burlarnos – hice el gesto entrecomillado con los dedos – “de su autoridad”.


Con un movimiento de mi varita guardé varias cosas dentro del maletín que había llevado a esas instalaciones. Pero dentro del mismo extraje una serie de botellitas pequeñas de cristal transparente además de corchos para ir almacenando nuestros brebajes.


Encima de la mesa sólo quedaba el fuego debajo de los calderos y poco más. Las cosas de los muggles que nos habían dejado, no habían sido tocadas.


Uno de los muchachos que cargaba con un arma había tocado la puerta y nos informó:


- Señora hemos traído un infectado para que pruebe esa cosa – se encogió de hombros. La verdad es que no tenía ni idea de qué era lo que estábamos haciendo. Pude deducir por sus galones que debía de ser un militar de bajo rango, enviado por un superior.


- Excelente. ¿Dónde se encuentra? – Cuestioné, mirándolo fijamente a los ojos. Éste pareció que se encogía a causa del miedo.


- En una sala cercana a ésta. Cuando salga al pasillo tendrá que ir a la tercera puerta a la derecha, nosotros les indicaremos el camino además de custodiarlas para llegar allí. Nos mantendremos en la entrada para evitar que… ya sabe – asentí con la cabeza. Sí, lo había entendido perfectamente.


Suspiré y volví a entrar al interior… Se suponía que ya teníamos las pociones ya finalizadas.


- Bueno Isabella ahora, con cuidado de no tirar nada, vamos a embotellarlas – puse las botellas de cristal encima de la mesa. Extraje los corchos y con el cazo vertí con cuidado hasta llenarlas por completo.


- Rellena suficientes porque voy a vaciar el caldero y no tendremos oportunidad de hacer más. Al menos, hasta que nos resguarden en un lugar seguro para volver a hacerlas de nuevo – informé. Esperaba al menos tener suficiente poción para curar a las personas que tenían ese dichoso virus.
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Flashback: Durante la aventura

El solo pensar que un par de infectados estarían en contacto con ellas la hacía que su piel se erizara, lo único que le faltaba para completar la escena era terminar contagiada. Se cruzó de brazos mientras observaba a su compañera de aventura mientras jugaba con su varita de ébano. —¿Crees que su corrupta <<seguridad>> me da miedo?— Relamió sus labios mientras avanzaba lentamente observando el laboratorio y los inmensos estantes llenos de artefactos hechos de cristal que desconocía. —Mira que en el Ministerio son corruptos, pero a ellos nunca los superaremos —. Comentó sin importarle en absoluto si alguno de los guardias la escuchaba.

 

Y sabes a lo que me refiero, nosotros nos cubrimos el uno a los otros, nos unimos para destruir al enemigo, vengamos las muertes de alguno de lo nuestros — daba pasos lentos mientras hablaba con lentitud al mismo tiempo que su miraba penetraba cada rincón de la habitación completamente blanca —Pero aquí hasta su propia seguridad trata de matarlos... entonces... ¿quién está a salvo en este mundo? —Inquirió más para sí misma que para su profesora.

 

Dejó que su superior se encargara de embotellar las pociones que ellas mismas habían preparado mientras lanzaba un suspiro y se acercaba para observar con más detenimiento como realizaba los movimientos. Masajeó su cuello mientras cerraba los ojos por un instante y se dejaba llevar por los pensamientos, rememorando todo lo que había vivido en las ultimas horas. No quería aceptarlo pero tenía miedo de lo que podía llegar a pasar con los infectados. Tenía miedo de morir y de no volver a ver a Drake o a Becan; lamentaba el hecho de no haberse despedido de ellos como era debido.

 

Abrió los ojos, sobresaltada al escuchar la voz del uniformado a sus espaldas, comunicándole a ambas que habían conseguido un par de infectados y que las esperaban en una sala cercana a esta. La Hawthorne se apresuró a tomar su chaqueta, y llevar una de sus manos hasta el bolsillo de su jean, del cual extrajo dos píldoras y se las llevó a la boca con prisa. Se colocó su abrigo y con rapidez siguió las ordenes de su profesora, la cual ya estaba llenado dos frascos.

 

Trato de mantener su pulso firme para evitar derramar la poción que estaba vertiendo sobre el tubo de cristal. No podía darse el lujo de que algo fallara, todo tenía que salir de acuerdo a lo planeado, porque el más mínimo error podía provocar problemas serios dentro del cuarto en el que se encontraría. Tapó los tubos, para que el líquido que contenían no se derramara y los colocó en una gradilla que los militares le habían proporcionado.

 

—¿Lista? —Inquirió al tiempo que largaba un suspiro y tomaba la gradilla que contenía seis tubos de ensayo y se encaminaba a paso lento hasta la puerta de salida. El trayecto que recorrieron con los militares hasta la otra habitación le parecieron interminables, las luces blancas al igual que las paredes del pasillo la encandilaban mientras que sus manos temblaban y su mente trataba de procesar todo lo que estaba pasando y no lograba entender de como ella se había metido en un lugar como ese.

 

Tragó en seco cuando llegaron hasta la puerta de madera pintada de blanco, con una ventana que dejaba ver el interior de la sala, no contenía nada y el silencio inundaba el ambiente, dándole un aspecto aterrador a la escena. Escuchaba como su corazón latía con fuera y sus manos temblorosas se aferraban a la gradilla. Tenía la corazonada de que a aquellos militares no les importara que ellas sobrevivieran a aquello.

 

Miró temerosa cada rincón de la saca, bueno, lo que podía llegar a ver, y no había nada, absolutamente nada, ni rastros de aquellos infectados que habían traído para ellas. Uno de los sujetos que las custodiaba abrió la puerta con sigilo, como expectante de lo que podía llegar a pasar. La Ravenclaw separó sus labios lentamente mientras con desconfianza se adentraba a la habitación bacía.

 

Caminó hasta el centro de la misma, esperando encontrarse con alguna de las víctimas que habían sido contagiadas pero no encontró nada, absolutamente nada. Un joven perteneciente a la seguridad muggle cerró la puerta detrás de Heliké mientras se miraban la unas a la otras, expectantes de lo que podría llegar a suceder.

Editado por Isabella Rexdemort Xtrong

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