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Artes Oscuras IV


Kahlan Blackthorn
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La magia podía ser un arma de doble filo, vengativa, poderosa, despiadada y en el peor de los casos severa con los que osaban abusar de lo que esta les brindaba. Infinidad de magos a través de los tiempos terminaban envueltos por una maraña de poder y ambición, codicia y arrogancia extrema, oculta de bajo de una falsa cordura que se empeñaban en mostrar ente los ojos de los que le rodeaban. Los peores de ellos permanecían recluidos en una institución psiquiátrica dentro del mundo muggle, ya que les había sido negado seguir empleado la magia a sus anchas, gozando de poderes que lastimosamente para su mala suerte habían afectado de forma severa su sanidad mental.

 

-Janice, Janice…-la voz de un joven susurraba aquel nombre como una plegaria, arañando las paredes acolchonadas que lo mantenían alejado del resto de los pacientes. La magia oscura le había pasado una factura muy alta, no imagino jamás que el uso del hechizo friendfyre le provocara un daño irremediable-est****o, est****o…-se repetía como una cantaleta enfermiza que le quemaba la piel como hierro ardiendo-Duele muchísimo…-murmuró sintiendo como las laceraciones en su piel de hacían cada vez más pronunciadas-Mil veces est****o…-mordía el trozo de piel desgarrado de sus labios desprendiéndose del rojizo terreno pequeñas gotitas de sangre-La pureza se ha perdido…-giraba su cabeza como una tuerca presa de unas pinzas ansiosas por mantenerla fija en su posición original.

 

-Ha sido demasiado descabezado, no entiendo como llegaste tan lejos…-la voz de una fémina le sanaba como un bálsamo-Soy quien menos esperabas ver…-continuo hablando con un tono gélido-Dan, Dan, ¿Qué vamos hacer contigo?...-le cuestiono escudriñando ese par de gemas almendradas-Eras el mejor en tu ramo y mírate ahora reducido a un insignificante demente…-rodeando con sus pasos a lo que se esforzaba por ser un ser humano o al menor un remedo del mismo, recorrió con las yemas de sus dedos en grabado que tenía en su bata blanca-No me gusta la medicina tradicional, yo prefiero los nuevos métodos, ya sabes lo que suele arrancarle las cosas de la boca a las personas como tu…-extrayendo un escalpelo de su bolsillo cerceno el brazo del joven-Grita hasta que sea música para mis oídos…-atizando con fiereza el filo de su arma llego sin mucho esfuerzo hasta el hueso.

 

-¿Qué saben ellas de lo que puedo enseñarles?...-encogiéndose de hombros saboreo el aroma metálico que danzaba en el aire-Puede que sobrevivan, puede que no y todo será por tu culpa…-le acusaba de haber soltado su lengüita-Se supone que los locos no deben hablar de lo que es verdad o ficción, pero ahora gracias a tu intromisión aprenderán por las malas lo que es la magia oscura y las artes que la engalanan por todo lo alto…-encerradas en tres cámaras acolchonadas estaban Rocío, Alyssa y Agatha, inertes y sin poder imaginar lo que les esperaba al despertar.

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Sentía mi lengua pastosa y espesa, con un horrible sabor además del punzante dolor de cabeza que no me dejaba pensar con claridad. Mis parpados hacían todo lo posible por abrirse pero pesaban demasiado…, mi visión era borrosa y me costaba enfocar aunque en general todo parecía ser extremadamente blanco. Me sentía enferma, lo cual era extraño para mí siendo que desde que me había convertido en demonio muy pocas cosas habían significado una verdadera amenaza, pero en aquel momento me sentía terriblemente indefensa.

 

- ¿Dónde estoy…? – mascullé.

 

Mi voz salió rasposa y me horrorizó notar lo mucho que me había costado pronunciar tan solo esas dos palabras, claramente estaba drogada pero la pregunta correcta era ¿quién y por qué? Cuando al fin conseguí recuperar parcialmente el control de mi cuerpo, me las arreglé para arrastrarme hasta una de las acolchadas esquinas de la habitación, todo lo que podía ver era blanco y más blanco…

 

- ¡Muéstrate cobarde! – gruñí frustrada, aunque aquel arrebato de ira me costó un terrible mareo que me hizo vomitar en el inmaculado suelo.

Editado por Alyssa Black Triviani

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Una espuma, blanca y suave, acariciaba su cuerpo desnudo. Era una seda, una enredadera de plumas. Se sentía libre, cual sirena en el mar, cual cisne en su hogar. Su cabello le cosquilleaba las costillas, sus piernas eran livianas y sus ojos se veían lechosos; el iris estaba teñido de gris y solo podía enfocar estelas coloridas, empapadas de tintes rosados y violáceos.

 

Un remolino envolvió su ser, como un torbellino feroz; más solo una brisa la elevó en el aire y dejó que las hebras de su melena plateada se deslizaran desde sus senos hasta quedar suspendidas, intentando que la gravedad las meciera hasta el suelo.

 

El cielo —su boca pálida se abrió, grabando luego una sonrisa empalagosa. Su voz no era su voz. Se escuchaba celestial, como un arrullo tierno que sostuvo en su lengua la dulce canción de la muerte. Sus labios se movían solos y podía sentir cómo un hilo de saliva perlada comenzaba a chorrearse por la comisura, mojando inevitablemente su mentón y su garganta—. Haré más desde el cielo, de lo que puedo hacer aquí en la tierra.

 

<<¿Quién és?>> Su mente hablaba ahora. <<¿Quién soy?>> reformuló.

 

Sos la sombra. Y yo tu, yo vos. Vos y yo somos una. ¿Quieres ver?

 

Y por fin sintió miedo. Su rostro expresaba alegría pero su corazón comenzó a palpitar rápido. Cada vez más y más rápido. ¿Qué eran aquellas palabras? Intentaba adivinar el sentido pero era imposible. No podía controlar su cuerpo, no podía siquiera sentir la conexión entre las extremidades. Quiso mover los pies y no lo consiguió. Simplemente allí estaba, suspendida en la nada como un ángel feliz, desnudo ante la inmensidad.

 

Algo comenzó a apretarla por dentro. Sin encontrar explicación alguna su piel estaba siendo presionada y sus músculos sentían la fuerza que insistía en perforarla. Sintió su rostro deformarse, como la cera caliente deslizándose por el tronco de una vela ardiendo. Hasta que una espátula moldeó su mejilla; fría como el hielo en contraste con su temperatura comenzó a apretar el pómulo.

 

<<Ouch, duele>>

 

La espátula, como si escuchase, clavó un extremo en su nariz y le robó un grito descocido. Pudo incluso sentir cómo el metal se hundía en aquel punto, casi de la misma manera que el cuchillo podría cortar la mantequilla.

 

Y finalmente controló sus manos, elevándolas hasta su cara, juntando con la yema de sus dedos los chorros de cera que se desarmaban; sin embargo, estaba a punto de concluir cuando encontró la incoherencia. Nadie podría derretirse y aquel dolor no estaba cesando. Ella no estaba hecha de cera. Levantó sus brazos y observó la ausencia del dragón tatuado. Su garganta se apretó con fuerza y, quitándole todo el aire que podía tener, comenzó a toser.

 

 

 

De golpe sus oídos se destaparon y el sonido de su tos la hizo reaccionar. Se estaba ahogando de verdad y lo que le chorreaba no era cera sino sangre. Mucha sangre. Su nariz estaba partida y el dolor lacerante hacía que, de sus lagrimales, chorrearan gotas de aquel líquido salado, nublando su vista. Se tocó la cara y, al acercarse las manos, vio aquel espectáculo escarlata.

 

Desesperada giró sobre su cuerpo y descubrió que se encontraba tumbada en un blanquecino e inmenso colchón, ahora empapado con su rastro por todos lados.

 

Intentó incorporarse pero fracasó. Estaba débil. Recién pudo lograrlo al tercer intento cuando, al hacer fuerza con su brazo izquierdo, pudo arrastrarse hasta la pared más cercana y se ayudó para pararse. Sus orbes escarlatas miraron desde aquel ángulo todo el escenario. También su vestimenta, de una tela beige que se ceñía en su pecho y en su cadera como si fuera dos o tres talles menos.

 

Levantó el semblante buscando algún objeto de vigilancia y, abriendo sus labios ensangrentados, dejó escapar sus palabras con falsa e hipócrita calma.

 

 

— Exijo ver al responsable de todo esto —un brillo surcó las pupilas de Malfoy— y que se haga presente en este instante— movió sus mugrientos dedos, sintiendo las puntadas que le provocaban los huesos al moverse, y su varita de ébano, material oscuro con corazón rojizo, apareció allí lista para el siguiente movimiento.

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Poco a poco las puertas que mantenían encerradas a sus dos alumnas cedieron, dejando el paso libre al par de hombres que les sacaron arrastras de esos nauseabundos cuartos. No era la postal ideal, no si deseaba que la lección fuera aprendida de forma certera por ambas féminas, Dan les miraba de hito en hito incrédulo ante la imagen que captaban sus castañas pupilas, dolor, desolación y tortura era lo que le esperaba si no cooperaba con la Ángel Caído. Sus dientes comenzaron a castañear sin poder evitarlo, asemejándose al goteo de la lluvia tras golpear una ventana, acompañadas por un vaho gélido-Quien les ha traído aquí he sido yo…-sentenció notando una mueca de incredulidad en los rostros de Rocío y Alyssa.

 

-Oh vamos, no es para tanto o ¿sí?...-tarareó con ironía-Desean aprender lo que son las Artes Oscuras, empaparse de conocimientos milenarios, saber lo que es capaz de causar en las personas el uso de las imperdonables y de ese hechizo que por desgracia ha condenado a este pobre infeliz…-rodeando con su mano al joven por la espalda recorrió con las yemas de sus dedos su mejilla-Conocer a los magos que son denominados oscuros, malvados, traidores a las buenas acciones y todas esas pantomimas que se han empeñado en vender al mejor postor…-rodeando sus orbes lapislázulis olisqueo el miedo que brotaba de los presentes-Les presento al ser más osado que podrían conocer, causante de su locura y de que ahora ustedes estén dentro de este maravilloso sitio…-girando sobre sus pies percibió el dolor que expulsaban esas paredes.

 

-No esperen que Voldemort o Dumbledore aparezcan para contar lo que paso, no se imaginen que les será sencillo escapar de mis garras y de lo que les he preparado con tanto ahincó…-asintió categóricamente-Es cuestión de prestar atención, escuchar atentamente y entender todo lo que no deben hacer para evitar terminar como nuestro querido anfitrión…-dándole una palmadita en el hombro tras tocar la mugrienta tela de la bata apareció varios pasadizos infestados por basiliscos, acromántulas, inferís, cada uno de ellos acompañado por un caldero que contenía la poción del cuerpo rudimentario, pestilente, aromática y putrefacta a simple vista-Carecen de un cuerpo como tal, ya que la droga que las hizo dormir las privo de poseerlo...-entrecerrando sus ojos se gozo ese momento.

 

-Deben encontrar 9 horrocruxes que están dentro del cuerpo de esas bestias, no pueden usar la magia que conocer…-advirtió tajante-Experimenten con el libro que tienen delante de ustedes, atrévanse a conocer lo que la magia oscura les brinda, aprendan a dominarla y puede que se transforme en su mejor aliada…-les aconsejo con una mueca cómplice que compartió con Dan-El les puede contar lo que necesiten, solo no le crean todo lo que salga de su enfermiza boca…-quedando en silencio espero la reacción de ambas chicas.

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La sensación de su propio cuerpo entumecido fue lo primero que percibió al despertar. “Auch” se quejó sin que nadie la escuche, empezando a mover las articulaciones que habían quedado en mala postura. Los párpados parecían pesarle una tonelada a la rubia que, una vez tendida boca arriba, había intentado abrirlos sin prisa.


Sentía que estaba recostada sobre algo frío y duro, no llegando a comprender cómo ni por qué se había dormido en ese estado. Cuando su vista logró aclararse notó un techo más que blanco que, evidentemente, no pertenecía a su habitación ni a ningún sitio “cotidiano”. Fue cuando cayó en la cuenta de que algo no estaba bien.


Se incorporó como pudo y empezó a mirar hacia todo sitio, solo hallando blancura a su alrededor. Estaba encerrada en una habitación pequeña que no había visto nunca antes. Su corazón empezó a latir con demasiada fuerza al sentirse atrapada. Por impulso, se lanzó hacia la pared más cercana, recorriéndola nerviosamente con las manos.


- Ayuda…- su voz en principio sonó rasposa y apenas audible- ayuda…- de a poco lograba incrementar el volumen y claridad de sus palabras- ¡¡Ayuda!!- logró gritar, mientras pasaba de una pared a otra, tanteándolas como si fuese a encontrar una abertura por la cual escapar del recinto.

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Las palabras de la Malfoy aún reverberaban en mis pensamientos, trataba de procesar toda aquella información como me fuese posible pero debía admitir que no me estaba resultando nada sencillo. Sentía aún todo el poder de mi mente, pero no un cuerpo que respondiese a ella…; era un ente, una miseria, apenas un eco de lo que fui alguna vez. Pero allí estaba la poción a mi alcance, aquella que me devolvería mi presencia física tal y como lo fui alguna vez, solo necesitaba que aquel hombre llevara lo que quedaba de mí para sumergirme en aquel pestilente líquido.

 

- Llévame – traté de decir, más mi voz era apenas un sonido rasposo y débil.

 

Afortunadamente para mí el hombre captó el mensaje, se acercó tembloroso con el pánico palpitando en sus ojos desorbitados, y sin embargo se las arregló para tomarme con firmeza y llevarme hasta el caldero. Dan me dedicó una última mirada, no sabía si era compasión o miedo, pero no hubo duda en sus movimientos al momento de soltarme. Al caer sentí el calor de aquella pócima, un calor que transcendía las barreras de la piel hasta penetrar en lo más hondo de mi ser; la sentía dentro mío transformando, fortaleciéndome, expandiéndome… Me resulta difícil de explicar todo lo que sentí, fue una experiencia única donde la sensación de poder me embargó de tal manera que por un momento creí que no sería capaz de soportarlo.

 

Por fin era capaz de sentir un cuerpo que correspondía a las dimensiones de mi mente, la magia recorriendo una vez más mis venas llenándome de vida y el éxtasis que significaba recuperar el manejo de mi misma. El caldero donde antes me había sumergido desapareció dejando solo mi presencia, una figura desnuda de tez blanca como la nieve y suave como el marfil. Mi larga melena borgoña caía tanto por mis hombros como por mi espalda, tapando parcialmente mis senos que se exhibían sin pudor; mi rostro recuperó aquellas afiladas facciones que dejaban entrever aquella belleza mortífera que siempre me había caracterizado, pero mis ojos eran sin duda lo más destacable, con aquella gélida mirada azul zafiro que todo lo analizaba.

 

Me quedé allí por unos minutos simplemente regodeándome en mi nuevo cuerpo, moviendo mis dedos y disfrutando aquellas sensaciones olvidadas que solo puedes experimentar a través de la presencia física. Luego me acerqué hasta el escueto escritorio donde aquel hombre se había acomodado junto a su preciado libro, aunque en aquel momento solo tenía ojos para mí y la desnudez que me acompañaba; tomé una de las túnicas que había allí y me vestí rápidamente, estaba a punto de preguntar por mi varita cuando de pronto vi la alargada cajita que descansaba sobre el mismo mobiliario.

 

Mi corazón se aceleró, no había nada en el mundo que se igualara a la conexión existente entre un mago y su varita, y yo sabía que era ella pues podía sentirla al igual que si se tratase de una extensión de mi propio cuerpo. Abrí la caja lentamente y la contemplé allí entre los pliegues del terciopelo rojo que la arropaba, la tomé suavemente experimentando aquel profundo éxtasis que me embargó al momento en que su energía me recorrió de pies a cabeza como si de una descarga eléctrica se tratase. El poder, no había nada como aquella sensación de poder absoluto, con mi fiel compañera junto a mí me sentía imparable.

 

Me encaré hacia el pasillo de los basiliscos, allí donde antes estuvo el caldero del cual acababa de salir. Dentro de aquellas bestias se encontraban los 9 horrocruxes que necesitaba para completar mi misión, era mi tarea idear un plan con el cual poder vencer a la horda de una de las más feroces criaturas mágicas. Juve había dicho que no podíamos utilizar la magia que ya conocíamos, pero es que no había nada en mi conocimiento que pudiera ayudarme para dicho cometido… No, tenía la sensación de que en aquella ocasión se trataba más de dejar fluir aquel poder sin límites que bullía en mi interior, pero ¿cómo? Fue entonces cuando lo entendí, no era algo que se podía razonar, simplemente debía dejarlo salir.

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De golpe las puertas se abrieron. Rocío levantó la varita y sus orbes se toparon con la figura de dos seres encapuchados ingresando a la habitación. Se había quedado parada sosteniendo su varita en alto y en alerta, pero su cuerpo iba por su propia cuenta. Estaba inerte, clavada allì como un tronco muerto, como una estaca inamovible. Su mente incluso imaginaba la cantidad de pasos que la separaban de la salida, más solo podía controlar su lengua y sus globos oculares.

 

Fue inminente entonces el contacto de aquellos grandes dedos que presionaron sus brazos, hundiendo sus delgados músculos y escociéndole como brazas la piel. El dolor lo sentía, inclusive el desliz de la sangre que aún se derramaba de su nariz; sin embargo, la potestad de sus músculos estaba rota y solo dependía de aquellos que ahora la arrastraban hacia la salida.

 

La superficie blanquecina de la entrada se tornó gris y el moho apareció corroyendo lo que parecía hierro milenario, lleno de grietas y tachuelas de metal.

 

<<¿Dónde estoy?>> Creyó haber hablado, incluso gritado, pero aquello solo estuvo en su cabeza. Y sus orbes se movieron en sus cuencas, para poder ver cómo su aspecto físico, al abandonar la extraña habitación, perdió consistencia.

 

Sus largas y esbeltas piernas se convirtieron en arrugadas vigas de carne anciana. Su torso se derritió en colgajos de piel y sus manos se volvieron huesudas, llenas de manchas y arrugas. Su boca comenzó a secarse; aquellos labios delicados y rojizos se deshidrataron y la saliva se volvió pasta. Lo sentía, sentía el paso de la muerte por sus venas y cómo se estaba volviendo polvo. Allí, en donde alguna vez había estado aquella atractiva mujer, ahora había un deshecho viejo, una persona consumida en su propia vida, a punto de irse con la brisa desprendiendo un hedor putrefacto.

 

La desesperación la poseyó luego de ser arrastrada hacia el centro del lugar. Allí, una mujer que reconocía les habló. Si, había alguien más igual que ella pero sus ojos no le permitían ver más allá que su ángulo de rotación. Sintió ira. Ira por Juve. ¿Quién le hacía esto a su propia familia? Ira por la vulnerabilidad e ira por por la irónica y pedante verborragia que la Malfoy escupía cada vez que abría su boca.

 

Vio los pasadizos, vio las instrucciones incoherentes de todo aquello. Visualizó el supuesto libro de hechizos desconocidos, al esbirro cobarde y a las criaturas mortuorias que despedían sonidos espeluznantes entre la oscuridad. También vio el proceso que llevó a ese costal de carne hacia el caldero y el resultado hermoso que surgió de él. Rocío, o lo que quedaba de ella, deleitó su razón y su cordura con la figura de aquella pelirroja que, entre tanta ruina, surgía como un ave fénix empapado en desnudez.

 

<<Alyssa>> murmuró su alma y enseguida recordó que la sangre que corría en el interior de aquella era Black. Y quiso escupir de pronto el cabello impecable de la mujer. Pero imposible, estaba lejos y no tenía cuerpo.

 

No tenía cuerpo. ¿No tenía cuerpo? La rabia volvió a encender sus mejillas imaginarias. Se decía que quien perdía una parte de su representación física, aún su mente podía transmitirle sensaciones en dicha zona, como cosquilleos o ardor. ¿Magia oscura era esa? ¿A caso estaban intentando forjar un ser resentido y vengador de su propia desgracia? ¿La despojarían de todo para hacerle entender que la magia negra no se expresaba a través de unas palabras en vano, sino de su interior? Toda aquella parafernalia le hirvió la sangre y juró entonces, en ese preciso instante, destrozar en pedazos a su supuesta mentora al finalizar su aprendizaje. Juve Malfoy perecería aquella noche.

 

—Imítalo —su lengua logró sisear aquella orden a uno de los hombres que la había trasladado. Su voz, áspera y fantasmagórica, se desperdigó como polvo en el eco de la sala, acompañada de un hilo espeso de saliva lechosa. Necesitaba que aquel imitara al tal Dan, que la llevara hasta el caldero que más próximo tenía y le devolviera por fin su apariencia normal. La sola idea de que su mano no tenía la fuerza para levantar su varita la desquiciaba.

 

Y fue asi, que luego de luchar por hacerse entender, la trasladaron hacia la poción que miraba frente a los inferis y remojaron su raquítico esqueleto en el líquido verdoso. El cabello, que había abandonado la superficie de su cráneo, dejando una calva enfermiza, volvió a crecer mágicamente en una extensa madeja de hilo sedoso, reluciendo cual oro blanco. A continuación, envuelta en una densa estela de humo blanco, su cuerpo volvió a su forma y su femineidad quedó al espectáculo de todos.

 

En otras condiciones hubiera gozado de su desnudez por más tiempo pero, al instante en que sus párpados se despegaron y sus sentidos volvieron a la normalidad, salió empapando todo a su paso y tomó una túnica, arropando su figura con la pesada tela.

 

Aclaró su garganta y escuchó el sonido milagroso de sus cuerdas vocales vibrando, desesperadas por transmitir aquel mensaje que su mente había ordenado.

 

—Nueve horrocruxes. Dentro de Inferis y no puedo usar la magia que conozco. Vaya, debería recordar la idea para implementarla en el cumpleaños de algún sobrino.

 

Indinada, se agachó permitiendo que el vuelo de la tela se abriera y dejara entrever detrás de la sedosa grieta parte de sus senos. Con sus jóvenes manos tomó el libro que yacía delante suyo y lo levantó con fuerza; su tamaño era desproporcional a su exagerado peso. Abrió sus páginas y soplando el la tierra descubrió que, sobre las amarillentas hojas, unas letras escribían conjuros ocultos.

 

Avanzó unos pasos; el suelo estaba helado y resbaloso. Su presencia estaba siendo inadvertida y debía aprovechar esa ventaja para leer un poco más; la palabra Inferis debía figurar en alguna parte.

 

Sin darse cuenta, todo lo que estaba detrás desapareció. El corazón le palpitó fuerte, levantando el níveo y delicado semblante hacia la oscuridad absoluta. En sus oídos retumbó el bombeo vital. Sus pupilas se dilataron y allí, a lo lejos, la voz balbuceante de la muerte vibró en las paredes cavernosas: La habían escuchado.

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Como respuesta resultante a sus gritos de auxilio, una puerta se abrió frente a sus ojos, como surgiendo de lo que hasta ahora parecía una pared acolchada sin fisura alguna. Abrió mucho los ojos, aunque la luz exterior no le permitió reconocer la figura que ingresaba a su prisión hasta que fue demasiado tarde.


Jalándola del cabello y sus ropas, el caballero vestido como enfermero del lugar, la llevó hacia el exterior, hasta dejarla de frente a una afamada mortífaga que admitió ser quien la había llevado hasta aquel demencial sitio.


Sabía que algo no estaba bien, a pesar de que en las palabras de su “instructora” tan solo era todo un aprendizaje. El dolor en su cuerpo era insoportable, como si cada célula estuviese a punto de estallar hasta ya no sentir nada. Percibía su posición en el espacio pero no tenía un cuerpo que mover para cerciorarse de estar allí realmente ¿qué había pasado con ella?


Poco a poco recobró la sensibilidad, sintiendo su cuerpo desnudo y en constante movimiento. No manejaba sus extremidades ni podía reconocerse. No obstante notó como sus brazos se fortalecían, desarrollándose como los de una gran gimnasta. De seguro esos brazos fuertes le serían útiles frente a lo que estaba por venir. Así mismo sus piernas parecieron querer reforzarse, marcando cada músculo. Si quería correr, podría hacerlo sin dificultad pero ¿acaso había hacia dónde correr?


La desnudez no la incomodaba pues tenía un cuerpo digno de lucir. Notó que sus compañeras también habían cambiado sus formas. Alysa fue la primera en acercarse al escritorio desde detrás de donde el tal “Dan” las observaba. Si bien la transformación de su cuerpo había sido dolorosa, su mente tan solo se concentraba en los peligros mucho más inminentes que estaban surgiendo a su alrededor. La mortífaga responsable de todo aquel caos había soltado frente a sus ojos peligrosas criaturas y seres que serían responsables de destruir.


Notó que la Black abría una caja y se alegró al descubrir lo que estaba sacando de ella ¡Su varita! Se precipitó también hacia la caja que le pertenecía para hacerse del vital elemento antes de que fuese demasiado tarde. Vio a Rocío pasar a su lado para tomar el bendito libro que en teoría las ayudaría a poder cumplir con su misión. Pero algo anduvo mal.


No había prestado atención a las palabras expuestas por su compañera hasta ahora, dándose cuenta de que el sonido había sido su condena.


-Maldita sea- murmuró explorando con sus manos en la oscuridad para buscar a sus compañeras al tiempo que sus ojos se acostumbraban de a poco a la reciente pérdida de la luz. –Si queremos salir de esto creo que tendremos que formar un buen equipo. Todas preferimos ver muertas a las demás antes que caer, pues unamos ese deseo y cumplamos con lo que se nos pide… luego nos encargaremos de Juve ¿cómo se atreve a hacernos esto?

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-¿Venganza?...-parafraseó interrogante la Ángel Caído-Tienes una idea de lo que esa palaba significa…-sentenció elevando su diestra-Agatha Malfoy Gryffindor, ¿Crees que puedes dañarme de algún modo?, ¿Qué te hace pensar que puedes ponerme una sola mano encima?...-sus palabras estaban cargadas de incredulidad-Tu ponerme a mí en jaque…-terciando una lóbrega sonrisa en sus labios le ordeno al enfermero meter la cabeza de Agatha en el caldero de golpeé-Hazla que deseé no haber nacido…-la maldad que afloraba del cuerpo de la rubia se extendía como una toxina que infectaba todo a su paso-Rocío es la más osada de todas o eso parece a simple vista…-enarcando una ceja tomo un trozo del cabello del cuerpo de la joven, aquel cuerpo que le hurtara de forma descarada-Dicen que los horrocruxes contienen algo de la persona que desea realizarlos…-lanzándole el trozo dorado esperaba que supiera usarlo.

 

-Alyssa ha ido en busca de una mascota, porque no le ponemos un poco de ánimo a esto…-chasqueando sus dedos todos los pasadizos mutaron de lugar. Dentro de la primera sección estaban elementos para preparar una poción conocida como “El beber de la desesperación, aquella que provoco que los peores temores de Dumbledore afloraran al intentar hacerse con el guardapelo de Slytherin-La primera en obtener ese brebaje podrá usarlo en contra de una de sus compañeras, ya que dentro de la mente de una de ellas yace el mayor secreto que se han esforzado en esconder…-las puertas de la segunda sección del manicomio cedieron a pocos metros estaba una biblioteca improvisada, diversos tomos como los el soneto de un brujo que al ser leídos el curioso hable en rimas, acompañado por un libro que jamás debe ser leído por nadie, rematando aquel pack con el diario de Tom Riddle.

 

-La mano de la gloria ayudara aquella que se aventure dentro de la tercera sección, ya que ahí le espera una nube cargada de polvo peruano…-enfilando sus pasos hacia donde estaba Dan, no dudo en asestarle un golpe con el filo de su katana-Sirves para lo necesario, no quieras pasarte de listo…-arrancándole de las manos el collar de ópalo lo hechizo, tal y como lo hiciera Draco Malfoy en algún momento-Espero que la lección les sirva de algo o estaremos en serios problemas…-quebrándose de nuevo la cabeza tendría que idear un nuevo plan de ataque, jamás se le habían salido las cosas de control y esa clase no sería la excepción.

 

-Bien, bien, veamos qué podemos hacer con esto…-encendiendo la llama del Gubraith desato un incendio que arraso con la cuarta sección. Para salir de toda esa maraña las tres alumnas tendrían que llegar hasta ahí, fraguando un plan que fuera efectivo o el poco tiempo que les quedaba las consumiría, ya que los Licans no se iban a quedar sin probar bocado.

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Estaba decidida a cumplir con mi parte por lo que no prestaba demasiada atención a lo que estaban haciendo mis compañeras, solo deseaba llegar al fin de esto costara lo que costase. Me encontraba de frente a la horda de basiliscos que debía matar con tal de conseguir los horrocruxes que necesitaba, aunque lo cierto es que no tenía idea de cómo hacerlo sin utilizar los hechizos que ya eran conocidos para mí; cuando al fin comenzaba a trazar un plan de acción el escenario ante mi cambió y tanto Rocío como Agatha aparecieron junto a mí.

 

Las palabras de Juve resonaron en mi mente, odiaba cuando me cambiaban las cosas de esa manera, ahora debía idear un nuevo plan que se ajustara a las condiciones que se nos presentaban. Mientras que mi cerebro procesaba la información a toda velocidad pensé en por lo menos cien formas distintas de actuar, pero ninguna terminaba de convencerme…, sabía que para poder superar aquellas pruebas de nada me serviría volverme contra mis compañeras. Rápidamente llegué a la conclusión de que lo mejor sería aliarme a ellas, al menos hasta donde me fuera útil, después de todo me sería el doble de complicado tener que lidiar con ellas y las pruebas al mismo tiempo.

 

- Bien – solté a regañadientes – Creo que lo mejor será si unimos fuerzas, creo que así conseguiremos sortear los obstáculos más rápido… Para empezar tenemos la poción de la desesperación, no sé cuál de nosotras tres tiene ese “secreto” que nos será útil por lo que creo que deberíamos turnarnos para beber hasta dar con la respuesta que necesitamos… Sé que no es agradable, pero al menos es lo más justo.

 

Teníamos la fuente a tan solo unos escasos metros de nosotras, si alguna de ellas decidía actuar por su cuenta debería ser rápida para poder adelantarme a ellas, aunque esperaba no tener que llegar a eso…

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