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Les antiquités de Cathecir~ (MM B: 106590)


Circe Atkins C.
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Con Ariadna y Barba Azul ~

- ¿Un traslador? Podría serlo, sin embargo este lugar se siente tan frío y ajeno, como si no fuera parte de la tierra que conocemos...

 

El mar embravecido parecía contener en sí mismo alguna clase de hechizo que hacía que simplemente no pudiera apartar la mirada de él. Y en las profundidades de alguna parte de mi mente se sentía como si alguien más me llamara ¿quién? no tenía idea pero estaba allí, como una inquietante presencia que no se revelaba y permanecía oculta dentro de mí misma.

 

Las palabras de Ariadna a quien tenía al lado llegaban como un eco lejano. Y de no escucharla simplemente no habría caído en cuenta que tras ellas un frondoso bosque se alzaba, aunque como con el mar, no lucía como cualquier lugar que conociera antes. Ni siquiera el Bosque del Cuerno de Madera, o el Bosque Prohibido entrañaban ese hálito siniestro que aquel bosque con sus altos árboles y tallos nudosos despertaba.

 

Y en donde no se escuchaba el canto de ninguna ave, ni el movimiento sigiloso de las patas de algún animal entre el follaje.

 

- Vayamos hacia el mar ¿no has leído acaso todas las historias de desapariciones en un bosque? lo último que me gustaría es perderme en este lugar.

 

"Sin saber para empezar en que maldito país queda" porque si de algo me iba convenciendo es que no podía tratarse de Londres. Comenzamos entonces el descenso hacia la zona de la playa, sin mayor contratiempo. Casi podía decirse que todo iba bien, hasta que de pronto noté que aquellas olas no generaban espuma alguna ¿cómo podía ser eso posible? el temor, que hasta ese momento no había sido sino algo muy menor de pronto me impidió incluso seguir avanzando.

 

"Este lugar no es normal" me repetía incesante una y otra vez , martilleando mi cabeza y mi espíritu.

 

Entonces vi por primera vez algo con vida aparte de nosotros. Una criatura que jamás había visto en bestiario alguno, viscosa y parecida un pulpo pero sin cabeza, que se arrastraba hasta nosotras. No pude evitar soltar un chillido de espanto, abandonándome por fin a la sensación de repulsión y terror que todo ese ambiente, y ahora esas criaturas, me inspiraban.

 

Y entonces, de en medio de aquellas olas, la figura de un hombrecillo sosteniendo un libro emergió. Rodeado de aquellas horrendas criaturas, con uñas tan largas que semejaban garras, y un brillo demencial en los ojos redondos que parecían desorbitados de emoción al vernos.

 

Retrocedí un par de pasos y sacando la varita de mi bota la enfilé en su contra, pero el hombre se limitó a darnos la bienvenida ¿es que acaso nos esperaban?

 

- No iré a ninguna parte hasta saber primero quien eres tú y quien es ese señor tuyo del que hablas- las gemas volvieron a brillar con más fulgor que nunca cegándome unos instantes- y por todos los dioses ¿que es este lugar? ¿dónde es que estamos?

 

Bien se decía que uno no debía dejarse guiar por la apariencia pero ese hombre me inquietaba a otros niveles. Aquella mirada la había visto docenas de veces en una sola clase de personas: los psicópatas.

 

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Gilles de Rais - Barba Azul

 

El rostro de Gilles se contrajo de júbilo.

 

-Ohhh... -exclamó con placer- nada me gustaría más que informarles en donde se encuentran -sus ojos brillaron aun más, si eso era posible. Dentro de poco, su brillo exagerado haría que pareciesen iluminarlas. Pero, pensé que ya lo sabían. Después de todo...

 

Un chasquido parecido al de un látigo y entonces, silencio. Una de las criaturas había llegado hasta ellas, aunque se retorcía en su lugar sin avanzar más, como si una pared invisible se lo impidiese. No las había tocado todavía. Del grimorio, tinieblas que parecían emerger como si se tratase de humo brotando de una solución química, empezaba a extenderse, cayendo en cascadas hacia el suelo. El aire se volvió aun más frío y por un instante, pareció como si todo sonido se hubiese extinguido; cuando ya todo indicaba que se trataba de una sordera permanente, el sonido de las olas volvió a estallar y la criatura siguió retorciéndose aun más violentamente.

 

-Yo -su rostro perdió parte de su entusiasmo-, este humilde servidor, es Gilles de Rais. Nunca creí que volvería a presentarme con este nombre, desde que fui ungido por mi señor. Mi señor... -Gilles de Rais pareció estremecerse de placer-. el no debe ser mencionado. Su nombre es sinónimo de destrucción. Es un tesoro que no debe ser tomado en vano ¿acaso usted no sabe nada de mi señor? -parecía genuinamente sorprendido. Como un niño perverso- ¡Es imposible!

 

>>Estamos apenas en la entrada, naturalmente -siguió, en tono concluyente-. Y yo debo conducir a las esposas de mi señor hacia las profundidades en donde él las aguarda en su magnanimidad<<

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Se había quedado bastante quieta en todo aquel rato que había pasado, tanto que se había olvidado del mismo Antoni el cual, por supuesto, se puso a hacer otra cosa al ver como le ignoraban. Suspiró con resignación y comenzó a caminar por el negocio en busca de algo, un libro especifico que hacía mucho deseaba leer y no tenía tal oportunidad.

 

Lo encontró entre unas cajas llenas de polvo, lo agarró, lo limpió y comenzó a revisarlo con suma delicadeza hasta que por azares del destino decidió ver de reojo a la puerta del local donde se notaba la figura de la Stark; ¿por qué no admitirlo? la Atkins estaba bastante sorprendida, después de todo la última vez que le había visto fue cuando decidieron las dos cerrar su antiguo negocio, el Edén y no solo eso, sino que si mal no recordaba su maestra (pues así le había apodado), Juv, le había dicho que ella era la nueva en las filas mortifagas.

 

Siguió los pasos de Catherine con suma atención sin hacer ni una pizca de ruido hasta verla desaparecer. En cuanto vio que las otras dos personas que estaban dentro fueron atendidos, Cirse se encaminó hasta la habitación de la joven aunque en el camino se distrajo con unas cosillas. Estaba a punto de pasar cuando la voz de aquella mujer la detuvo por unos cuantos minutos.

 

Bastante persuasiva, Stark. —Inquirió con un poco de ironía mientras entraba a la habitación sin siquiera pedir permiso.— He de admitir que estoy sorprendida de verte y más de... —Desvió la vista intentando buscar alguna palabra correcta.— ya sabes, de saber que ahora estamos en la misma "onda".

 

Se sentó en los pies de la cama mirándola con una pequeña sonrisa, de esas que pocos se veían en su rostro. No iba a negarlo, Catherine le agradaba y mucho aunque nunca lo demostraba.— ¿Cómo haz estado? Por cierto, me ha parecido bastante extraño el hecho de que hayas ignorado a la clientela, ¿acaso las conoces? —Enarcó una ceja con gesto dudoso mientras que abría su libro que, por cierto, en ningún momento lo había soltado.

 

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Catherine abrió los ojos completamente y se tendió viendo el cielo raso de la cama. Aun estaba cubierta parcialmente por el dosel. Observaba las figuras de flores y enredaderas que en éste se habían pintado y los observaba como si los viera por primera vez.

 

-Han pasado muchas cosas desde que me fui -explicó con lentitud, mirando a Atkins por primera vez y sentándose apoyándose en la cabecera de la cama.

 

Una de sus piernas quedó flexionada con el pie sobre las sábanas mientras doblaba la otra como si fuese a adoptar una pose de yoga. Aun algo ida, apoyó el brazo despreocupadamente sobre la rodilla que tenía alzada. En otra ocasión, Káiser se hubiera burlado de ella, pero el espíritu no estaba más y por primera vez desde que la había abandonado la muchacha se sintió libre. Podía hacer prácticamente lo que quisiera, como antes. Nadie iba a reprochárselo.

 

-Verás, sobre eso... -continuó, pasando sus dedos distraídamente por su muñeca izquierda, en donde bajo la túnica se encontraba la marca tenebrosa- fue inesperado incluso para mí. ¿Segura que tienes tiempo para oír la historia?

 

No se la había contado a nadie ¿por qué confiársela a una (prácticamente) desconocida como Atkins entonces? No lo sabía. Pero sentía que estaba bien. Suponía que se debía al hecho de que estaba cansada de cargar aquel secreto y sabía que podía confiar en la muchacha.

 

-En cuanto a esa chica de afuera... -Catherine negó con la cabeza- se trata de mi prima. La verdad, estaba bastante cansada -su rostro cambió a una expresión de hastío-. No quería discutir con ella o algo parecido; por alguna razón, siempre terminamos peleando desde que entré a La Marca Tenebrosa.

 

Atkins había sido amable y sigilosa, pero tampoco podía Catherine quedarse con toda la atención. Así, apoyando su cabeza inclinada sobre su rodilla intentando relajarse aun más, preguntó.

 

-¿Y tu Atkins? -su rostro dejó entrever una fugaz sonrisa- ¿No tienes nada para contarme?

 

Se sentía extrañamente sosegada. Demasiado, quizá.

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Dejó de mirarla para concentrar su vista en el libro, a pesar de que comenzó a leerlo le prestaba muchísima atención a la mujer que estaba a su lado. Dio un pequeño suspiro al escuchar tal frase, ¿cuántas veces la habrá utilizado la Atkins? ¿las mismas que se había marchado del país y regresado para volver a comenzar de cero?

 

—Aunque no lo creas, últimamente tengo más tiempo libre que cualquier otra cosa. —Se encogió de hombros restandole importancia.— Já, venga, hasta para mi fue una sorpresa, ¿quién lo iba a imaginar? Nadie, te lo puedo asegurar, todos estaban sorprendidos e incrédulos. —La miró de reojo intentando descifrar sus reacciones.

 

Y ahora que lo pensaba mejor, ¿por qué demonios se metía tanto en la vida personal de la Stark? era cierto que le agradaba y hasta se podría decir que sentía cierto estima por ella pero... Cirse jamás, en su larga vida se había atrevido a meterse en lo personal de alguien y eso que estaba pasando en ese momento, era bastante extraño; a lo mejor era el gran cambió que sufrió al tener a Ricky, aunque tampoco era tanto.

 

Entonces, es un "lindo" encuentro familiar. —enfatizó la palabra lindo con sarcasmo y continuó.— ¿Me estás diciendo que, una persona, la cual podría ser nuestro mayor enemigo sabe que perteneces a la Marca? —Cerró el libro con rudeza y la fulminó con la mirada. No es que ella estuviera de acuerdo con esconderse de los demás pero tampoco estaba de acuerdo con ponerse en peligro o a sus camaradas.— Bastante arriesgado he de admitir pero es tu pellejo no el mío, aunque, obviamente, si te encuentras en peligro te salvaré. —Se cruzó de piernas con el libro nuevamente abierto.

 

Punto número uno que había indicado el cerebro de la ojiverde; jamás ser amable, daba miedo hasta para ella misma, punto número dos, nunca iba a contar su historia pero... Claramente, esos puntos ya no podrían estar en sus "ideales", después de todo los había hecho sin darse cuenta.

 

¿Algo para contar? —Enarcó una ceja perfectamente sin cambiar su rostro neutral.— Veamos, hace poco volví por acá con un hijo... Estoy intentando hacerle la vida imposible a la futura esposa de mi hermano. —Sonrió con un poco de maldad y diversión ante lo último.— Y ando buscando algo de diversión... no sé, ¿tal vez hacer alguna travesura? —Le guiñó un ojo con diversión y no pudo evitar una pequeña risa.

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-No estoy tan segura como tu.

 

Recordaba su partida del templo blanco y toda la situación que se sucedió con la familia ¿había estado acaso desde entonces pensando en irse a la Marca? No, por supuesto que no. Había sido todo tan fortuito que casi parecía como si una mano oscura hubiese planeado aquel destino para ella. En los instantes en lo que reflexionaba en ello se preguntaba si no había hecho mal, quizá. Pero entonces recordaba el rostro de su hermano en la Torre de la Nigromancia. Recordaba su propia debilidad y el hecho de que sus poderes como sacerdotiza fuesen completamente inútiles. Recordaba además que su alma había estado desgastada por el esfuerzo del sacrificio para otros ¿de qué le había servido en ese momento en el que sólo se había tenido a sí misma?

 

"Los débiles no merecen ser protegidos"

 

-Oh, no se si lo "sabe" realmente, me parece que no -no pudo evitar sonreír. Le gustaba pelearse con su prima. Lastimosamente, la pelea que le esperaba de seguro sería un tanto más seria-. Cuando se "entere" arderá Ottery. Va a ser como si fuera un concurso de reinas del drama, en donde ella derrame las lágrimas y grite por todas las participantes juntas -en su imaginación, el cuadro era simplemente hilarante, a pesar de lo cual frunció el ceño- me pregunto si podré soportarlo y seguir pareciendo algo amable...

 

Se había puesto a jugar con el extremo de uno de los mechones de su cabello, que caía descuidadamente hacia delante, con expresión distraída.

 

-¿Futura esposa de tu hermano? -Catherine tuvo que sonreír y mostrar una sorna nada fingida para disfrazar su perplejidad- No te creía una mujer de familia -el sarcasmo de vuelta. Dios, como lo había extrañado. Su sonrisa se acentuó-. Quiero decir, ya sabes -explicó, enfocando la vista y dándole una palmadita en la mano para luego mostrar aquella complicidad que era lo que las había acercado en primer lugar-, lo de las travesuras te va mejor. También detesto a las advenedizas. Hazle ver el infierno.

 

Incorporándose de la cama, se acercó al escritorio y se colocó moviendo la cabeza para que su cabello se colocara por si solo cubriendo su espalda.

 

-¿Algún plan?

 

Había tomado un pergamino y una pluma y mojó ésta última en el tintero como si fuese a escribir una carta volviendo el rostro hacia ella con expresión teatral, una mueca juguetona en sus labios. Después de todo ¿qué mejor que enlistar las posibles "maldades" que iban a cometer? No, nada, por supuesto...

 

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  • 2 semanas más tarde...

Dio un suspiro largo y se acomodó en la cama.

 

—Pff, jajajaj. —Estalló en risa ante la comparación que había hecho de su prima.— Siendo sincera, si tus suposiciones son ciertas desearía que pasara ¡venga, que eso hará un poco divertido Ottery! después de todo, últimamente está todo muy tranquilo. —Negó con la cabeza intentando descartar unas cuantas ideas de como hacer que esa joven se enterara de la verdad de la Stark, era mejor no meterse en esos asuntos, no porque tuviera miedo sino era más por no querer tener problemas.

 

Y como si fuera poco, la Stark venía con sarcasmos los cuales hacían que se divierta mucho más de lo que aparentaba. ¿Quién iba a creer que esa mujer le iba a caer tan bien? Se levantó de la cama cerrando con fuera el libro que tenía en sus manos y lo dejó sobre la misma; se cruzó de brazos enarcando una ceja ante los comentarios de su nueva "amiga".

 

¿De verdad? Pero si yo amo estar con la familia, hasta feliz estoy de saber que tengo una cuñada. —Sarcasmo se notaba en su voz. Lo que más odiaba era tener nuevos integrantes, a pesar de que amaba a su familia eso no significaba que fuera tan afectuosa exceptuando a sus hijos claramente.— En realidad concuerdo contigo y difiero un poco. Cierto que las travesuras me van mejor pero tampoco deseo ver al idi*** de mi hermano mal, después de todo es sangre de mi sangre... pero... la parte de travesuras le gana a todo. —Sonrió con maldad.

 

Se descruzó de brazos y se acercó a la chica con lentitud pensando en algunas ideas, pero claro, la ojiverde estaba un poco en blanco, ninguna maldita idea se le venía aunque ¿y si le pintaba el pelo de otro color? ¿o le arruinaba el vestido de novia? no era mala idea, no tan genial pero si para pasar un buen momento.

 

—La verdad es que no, ¿y a ti? sería genial que me ayudaras a hacerle ver el infierno. —Y sin siquiera esperar una respuesta estiró su mano esperando que la estrechara para así aceptar el pacto... Sentía cierta lastima por la Gryffindor quien sufriría bastante

 

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-Ja, claro. Cirse la mártir es como deberían denominarte. Tengo buenas ideas sí ¿cuánto de oro me das a cambio?

 

Sus travesuras eran tan risueñas que la hacían sentirse un poco enferma por su propia actitud. Lo último que sabía era que había asesinado al prometido de su hija en un arrebato de ira y que ahora compartía bando con él, que era la razón por la cual lo había matado en primer lugar. Quizá había sido allí en donde había empezado su caída hacia el abismo. No estaba segura pero algo sí sabía: que él la odiaba por eso.

 

-Si quieres hacerle ver el infierno, nada más fácil -aseveró Catherine con un ademán despectivo- pero me temo que no lo deseas realmente, Atkins -sus ojos brillaron momentáneamente fijos en la mujer, como deseosos de enterarse más sobre ella ante el simple escrutinio de sus reacciones-. Te diré lo que pienso: creo que sólo deseas jugarle una broma pequeña. Un "estreno a la familia" por decirlo de alguna forma -dejó que una sonrisa se ensanchara en su rostro- Préndele fuego a su vestido -concluyó y una risotada pura y simple escapó de sus labios-. Ya verás como empieza a abrir bien los ojos cuando te tenga en su presencia y lo recordará un buen tiempo -se incorporó por fin de la cama, como un gato-. Y yo que tu, me aseguraría de tener ahí a "El profeta". Quiero ver ese vestido en llamas en las primeras páginas de las columnas sensacionalistas.

 

Siempre recordarían la escena no como una mácula a su propia familia si no como una torpeza de la mujer, si Atkins lo hacía con cautela, cosa bastante obvia que, Catherine estaba segura, su "amiga" entendía de sus indirectas. De esa forma, su mismísimo ingreso se vería transtornado y eso no podría hacer infeliz al novio en su amor por la muchacha si no en su orgullo familiar, cosa que sólo predispondría la posición de poder para la familia sobre la novia y no al revés. Aun en caso Atkins fuera descubierta podía ser velado como un intento de hacer una broma y Catherine estaba segura de que Atkins sabría fingir el apropiado papel de víctima de las circunstancias. Eso claro, si es que cometía la tontería de ponerse en evidencia, cosa que ya de por si Stark dudaba.

 

-No importa cómo lo mires -concluyó de forma teatral- Sigue siendo una simple broma y cualquiera sea el resultado, a favor de tu familia.

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—Oh, no es mala denominación a mi persona. —Sonrió con diversión.— ¿Cuánto de oro? Eso depende de tus servicios querida... —Se encogió de hombros.

 

Y como si fuera poco la Stark el había descubierto en alguna manera; realmente esa muchacha era peligrosa en cierto sentido. Era cierto que no deseaba matar a la Gryffindor después de todo un poco la apreciaba pero tampoco es que deseaba hacerle una pequeña broma, algo para traumatizarla o hacerla desear jamás ponerse en contra de la Atkins no era tan mala idea.

 

Bien, me has atrapado. —Alzó las manos como si hubiese cometido un delito.— La verdad es que solo deseo verla traumatizada, tal vez que esté un poco bastante aterrada... Al fin y al cabo, algo la quiero, ¡bah! Mi querer a esa persona se podría comparar al querer que le tengo a los que buscan la paz y esas boberías. —Se mordió el labio inferior mientras escuchaba atentamente a Catherine, y esa mujer a cada palabra que daba le sorprendía más y más, ¿acaso era así de "traviesa"? porque no la recordaba de esa manera pero no le disgustaba en lo más mínimo esa faceta de ella.

 

Se arrascó la cabeza intentando aclarar sus ideas.— No es mala idea lo de El Profeta, sería bastante gracioso ver en primer plano esa noticia. Está bien Stark, aceptaré cualquier maldad que me digas, no será una simple bienvenida.... Se podría decir que es una venganza también. —Sonrió con cinismo mostrando sus colmillos; no importaba que broma le haría jamás descubrirían que fuera la ojiverde pues era bastante buena actuando y mucho más en pasar desapercibida.

 

El sonido del reloj era lo único que se escuchaba por un par de minutos, la verdad es que era extraño el hecho de que la Atkins estuviera ideando un plan macabro con alguien que apenas si conocía pero de algo estaba segura era de que, primero, Catherine Stark era de confianza hasta cierto punto, segundo, era una buena estratega y por último, se llevarían de maravilla y estaba segura que harían bastante desastre juntas algo que, sinceramente, le hacía subir su adrenalina a mil.

Editado por Cirse Atkins

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Se maravillo con todas aquellas cosas que exhibían a la venta y se entretuvo viéndolas a pesar de que era una cosa diferente lo que buscaba, de cualquier modo, fue ilustrativo y aún más entretenido de lo que se hubiese imaginado.

 

Se removió inquieto, recordando que ni siquiera había llegado a preguntarle a Cirse sobre el artículo que deseaba comprar y ya con resolución, se encaminó de vuelta hasta un mostrador finamente adornado con exquisitas figurillas de plata y algunas bañadas en chapa de oro.

 

Se asomo un tanto y con un poco de un tono alto de voz, llamo esperando que le contestaran:

 

--- ¡hola! hay alguien que pueda atenderme? espero no sea molestia que puedan dar respuesta a cierta curiosidad que me preocupa.

 

Estuvo alerta para ver quien se acercaba a escucharle en este momento.

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