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Una fiesta diferente


Spectum Crouchs
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La musica se elevaba en el ambiente tanto que no se escuchaba muy bien lo que las personas hablaban, pero había algo que pasaba por alto. <<Luces y animación>> Pensó el ojilila sonriendo en ese instante se imaginó en cada esquina un juego de luces de colores que iban a apareciendo cambiando de temas moviendose al ritmo de la musica; Gatiux murmuró algunas palabras que el Crouchs no pudo entender ya que todo sonido quedaba asordido de la musica en el ambiente. El Mago hizo aparecer un microfono mientras que caminaba acarició el pelo de su madre y luego la dejó ahí para acercarse a la tarima que estaba debajo del Display.

 

- Damas y caballeros estamos totalmente preparados para dar comienzo a la celebración de apertura de esta nueva temporada - Al Crouchs le había aparecido un microfono y comenzab la animación de la fiesta - Siii, acerquence al medio de la pista que dentro de poco la sorpresa estara lista para las chicas... Hey chicos no se pongan celosos que para nosotros tambien hay... Con la mejor musica a manos de Lord Vader DJ -

 

En el display las luces estallaron haciendo aparecer un hombre con un casco negro que le cubría toda la cara, estaba vestido como el villano de la pelicula Star Wars dando una gran señal a los presentes que el lado oscuro llamaba y era mucho mejor.

 

- Únete al lado oscuro... El que no alze la mano es un pollitooooooo -

 

El Mago oscuro estaba inspirado en animar la fiesta de la forma que mas podía hacer cuando de repente la madre de su hija llegó. Beltis no había sido la bruja mas atractiva de todas pero era la bruja con la que siempre quiso estar, ella o había usado solo para tener una sucesora y luego lo había abandonado dejándolo encargado de su hija hasta hace poco que sen encontraba de nuevo con ella y era nada mas y nada menos que su líder mortífaga. El Crouchs dejó un momento la animación y se acercó a ella parandose en frente con los nervios de punta saludandola con la mano clavando su mirada en la suya.

 

- Es un placer verte de nuevo -

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Pasaba una a una las páginas del envejecido libro que tenía en las manos, como si su vida dependiera de la rapidez con la que sus ojos recorrían cada línea. La historia en cuestión había sido encontrada casualmente en las estanterías del castillo Haughton, que hacía muchos años no habían sido visitadas por el muchacho. Un relato manchado de sangre estaba contándose con cada frase poetizada, y casi podía sentir las salpicaduras enrojecidas cerca de sus mejillas. Sonreía.

La única fuente de luz en ese momento era el blanco azulado de la luna que se asomaba en la ventana, volviéndose más intenso con el pasar de cada hora. Había pasado sumergido en el papel amarillento desde hacía horas, lo que le había hecho perder la noción del tiempo. Pensaba que había transcurrido cuando mucho un par de ellas, pero traspasaba por mucho esa cantidad.

Un ave atravesó la cortina transparente de los aposentos y se estrelló con la pared de piedra gris manchada, dejó un punto rojo más o menos grande en ella. El sobre que traía quedó en el suelo e hizo que los ojos del chico cambiaran de dirección en ese momento, se levantó y comenzó a leer la invitación que había llegado.

Desde su graduación en la antigua academia no visitaba un catedrático lugar con intensiones festivas, y esas eran las últimas en pasarse por la cabeza de él. Sin embargo, esa noche después de tener la mente tan ocupada en una sola cosa, lo dudó y lo pensó mejor.

Su cuerpo estaba casi desnudo en su totalidad, lo que le hacía sentir desgano por comenzar a poner una vestimenta que fuera adecuada sin ser visto como el desencaje de la celebración. Luego se rio de sí mismo, pues ¿cuándo eso era motivo de preocupación? Nunca.

Se lavó la cara lo mejor que pudo y puso unos chorros de agua en su cabello, haciendo que este fuera más fácil y rápido de poner en control. Se sentó a un lado de su cama y al cabo de tres minutos estaba completo para partir: Un jean negro con rotos a lo largo de las piernas, una camisa gris oscuro arrugada en muchas zonas, y su característica chaqueta de cuero negra. Estaba más que preparado, si no lo aceptaban en la puerta no iba a ser cosa que le quitara el sueño, pero se hastiaba sobremanera de sólo pensar tener que usar algo elegante.

Se lanzó por la ventana desde la torre más alta del castillo, la caída iba a ser mortal si su cuerpo tocaba el suelo. Pero en la mitad del trayecto su silueta desapareció por completo, dejando un sonido sordo en el ambiente que causó un eco por todo el lugar y sus cercanías.

Las puertas de la universidad lucían como siempre, parecía que nada se estaba llevando a cabo en su interior, pero los murmullos y el sonido de las desagradables notas musicales lo guiaron hasta donde estaba reunido aquel grupo de magos. Casi se le escapa un gesto de asco por cómo estaba pintado todo, era desagradable pero no tuvo más remedio que aguantárselo. ¿Acaso había sido aquello un acto masoquista? Parece que siempre el acercamiento humano terminaba en eso más que en otra cosa, y lo peor de todo es que lo sabía y parecía olvidarlo con los días.

Reconoció muchos rostros, algunos de su antiguo empleo, otros de algunos establecimientos en el callejón diagon, todos y cada uno de ellos sin finales satisfactorios. Cada persona familiar dentro del bullicio tenía una historia de encuentro nada agradable para él, y quizá catastrófica para sí mismos. Contempló figuras aparentemente humanas, pero en su intimidad algo desgraciadamente diferente, cosa que hacía que se le escaparan gesticulaciones asquientas.

Se sirvió un trago de ron seco y comenzó a beber a la vez que fumaba y soltaba bocanadas de humo, su pie derecho apoyado a la pared al igual que su espalda, erguido gracias al equilibrio de su pie izquierdo. Observaba, analizaba el comportamiento de cada individuo como un felino salvaje a punto de asechar, aunque esas no fueran sus intenciones.

En silencio creaba historias para todos, con finales trágicos pero impregnados de suculenta y oscura inspiración.

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<<¿Elfo?>>

 

Intentó recordar si alguna vez habían tenido alguno en el castillo, pero no creía recordarlo. Tampoco era que su memoria fuera demasiado buena... pero no creía entender entonces a qué se refería. Se encogió de hombros. Fuera del comentario del hombre, había deseado responder a Atkins pero parecía que al fin las cosas empezarían a ponerse buenas y dejarían de ver a la mujer aquella comer.

 

No se había enterado del drama familiar a pesar de lo que había presenciado, pero le había hecho gracia el comentario ése de la novela. Había dado justo en el clavo.

 

Sin embargo Crouchs, quizá algo picado o quizá simplemente haciendo gala de caballerosidad para con Atkins, empezó a hacer los arreglos necesarios. Catherine observó alrededor con ojos brillantes, pensando en que quizá no había sido un error acudir después de todo. Además las quejas de una bruja recién llegada (¿de dónde era que le sonaba su cara?) habían terminado por culminar aquella aburrida etapa.

 

Catherine soltó una carcajada de alegría, que nadie oyó porque fue apagada en el mismo instante en que comenzó, por el sonido de la música. Alcohol, juegos de azar, mujerzuelas y hombrezuelos. Sí, supuso que aquello era exactamente lo que se necesitaba, aunque... faltaban los juegos de azar. Sin embargo, el DJ lo compensaba. Se acercó a la barra que acababa de instalarse y dado que todos parecían empezar a dispersarse, aunque de seguro en breve algo harían juntos, decidió ella misma ir por su cuenta de momento.

 

-Un vodka.

 

El muchacho trajo el vaso de boca ancha con la bebida y unos hielos grandes y refrescantes flotando. Stark bebió de un buen trago todo el contenido y pidió un segundo soltando una exclamación de puro disfrute. Sabía que necesitaría más que eso para emborracharse, así que sería mejor empezar pronto.

 

Con el segundo vaso en la mano, se volvió en el taburete para observar el resto de la fiesta. Su mirada viajó de una figura a otra, su codo izquierdo colocado en la barra a la par que daba tragos ocasionales de su bebida. Con soltura, sacó de su bolsillo la cajilla de Men's Pocky y la dejó sobre la barra, luego de extraer un palillo. Moría por un cigarro de limón, pero no tenía ninguno; no se había dado el lujo de fumar desde hacía mucho, cuando su respiración había empezado a fallarle. De cualquier forma, había dejado de importarle cuidarse en ese sentido pero... ¿de dónde diablos sacaría uno?

 

-Eh... ¿tienen cigarrillos de menta y limón aquí? -preguntó al muchacho de la barra volviéndose a medias en su asiento, aun con la espalda y el codo apoyados en la la superficie de ésta y el taburete ligeramente inclinado en las patas traseras, casi como si estuviera jugando- De los convertibles.

 

Los muggles podían portarse como una bola de inútiles pero a veces hacían cosas decentes. Los cigarrillos eran una de esas cosas. Lo mejor de todo, era que aún habiendo vampiros, hombres lobo, demonios y quién supiera qué otros seres, ya no se retorcía del asco al sentirlos cerca y ya no había una voz en su cabeza, susurrándole de quién tenía que tener cuidado. Sí, libertad, y encima, saboreada con un buen vodka.

Editado por Catherine Stark

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Ariadna Macnair Grindelwald

 

 

Estaba segura de que la fiesta era muy diferente a lo que había esperado, estaba claro que ahí se iban a divertir y a pasarla lo mejor que se podía. Ella podía aceptar todo eso y ademas le gustaba, una parte de ella estaba siempre a la espera de sacar su lado fiestero y conocer a los demás, pero parecía que en aquel grupo todos se conocían de mucho tiempo; ella se sentía un poco fuera de lugar, pero aun así intentaría socializar.

 

Alguien le había dado la bienvenida, ella sonrió para darle las gracias y la chica ya se había ido de donde estaba, la Macnair se puro a caminar intentando conseguir alguna bebida. Se acerco a la mesa de bebidas y las botellas eran exuberantes, no sabia que tomar aun, así que simplemente eligió una botella de al azar -Perfecto vodka, lo que necesito para completar mi semana- comento mientras se servia en un vaso y tomaba un largo trago de aquella bebida.

 

Se separo de la mesa, no sin antes tomar uno de los bocadillos que había y miro a un chico solitario fumando, mientras se recargaba en una pared, tenia cara de pocos amigos, pero ella estaba dispuesta a empezar a socializar con la gente, aunque no fueran muy agradables. Se acerco al chico con su bebida en la mano, le dio una pequeña sonrisa mientras llegaba hasta el -La fiesta no estaba nada mal ¿No crees?

 

Le dio otro trago mas a su bebida, y sintió aquel calor tan familiar, bajar por su garganta y poniéndola un poco mas suelta en la conversación. Tenia tanto tiempo sin tomar, que el alcohol se le estaba subiendo enseguida, debía de bajarle un poco, si no quería empezar a decir tonteras.

 

@@Eliot Akil

Editado por Ariadna Macnair Gryffindor

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Ya el cigarrillo iba a mitad de camino, sentenciado a morir en unas cuatro o cinco caladas más. Pues la fiesta lo estaba aburriendo con cada segundo que transcurría, algunos pronunciaban la palabra muerte y el chico lo podía saber sólo con el movimiento de los labios. ¿Por qué sucedía tal cosa? Su instinto y su capacidad aguda para analizar situaciones, sumándole su subconsciente le hacían reaccionar de esa manera ante palabras que claramente llamaban su atención.

Sin intención alguna de inmiscuirse en ninguna conversación ajena, o en ninguna propia si se diera el caso, sólo continuaba observando. Sentía como el líquido oscurecido y quemante bajaba poco a poco por su garganta, convirtiendo la sensación en una pequeña punzada de satisfacción que equilibraba de cierta manera el rato inhóspito que transcurría.

La música de pronto cambió y dejó un poco el porcentaje alto de caramelo que tenía cada nota, ahora era un poco más movida y con acordes más duros. Eso por lo menos también hacía elevar un par de ápices más el confort del Black Lestrange, ¿Se debía a eso acaso, o era que el ron a tragos apresurados empezaba a hacer efecto? Definitivamente era lo primero, pues el alcohol no provocaba estragos en él fácilmente, mucho menos con un par de vasos.

Observó a una chica, con mirada muy humana y actuar un poco despreocupado que se aproximaba. No pudo hacer nada más que emblanquecer la vista, muchas personas no entendían que de la soledad era la clase de compañía que más le gustaba. «Aquí vamos…» Pensó; ya se resignaba al hecho de que una persona quisiera hablar con él, ésta vez por lo menos una humana, lo que sería quizá una pequeña posibilidad de que fuera menos tortuoso.

Miró como el vodka en poco tiempo comenzaba a recorrer las venas de la fémina, pues sus pasos, aunque ella no se diera cuenta, la delataban por completo. ¿Cómo era posible que alguien tuviera un metabolismo tan débil? Eso era culpa de una humanidad poco enfrentada a situaciones de ese tipo. Al cabo de un momento Ariadna estaba cercana a él y escuchó su voz, ensordeciéndolo por un segundo, no por lo alto de su tono sino por ser una voz con él como punto focal.

ꟷ ¿Te parece que puede ir peor? Bueno, es cierto. No todos estamos borrachos. ꟷdijo respondiendo al saludo, quizás no de la forma en que ella lo esperaba.

Sacó un cigarrillo nuevo del bolsillo de su chaqueta, y sin ningún preámbulo lo encendió con el ya terminado que sólo tenía como cuerpo la colilla. El vaso de ron aún tenía contenido, lo que haría que no se moviera del sitio hasta que necesitara ir por otro. No le importaría de a mucho que una mujer le hablara, pues a pesar del mal rato de sociabilidad obligada, podría divertirse haciendo sacar de sus cabales a un tercero más en su lista de encuentros nefastos.

Suspiró lentamente, recordó de momento algunos de los intentos de los demás por acercarse a él, uno más desastroso que el otro. Recordó por segundos las palabras como respuesta, los ataques de risa histérica de su parte cuando lograba sus metas gracias a su osadía. Era una larga cronología de casos en los que quizás alguna persona hubiera valido la pena, pero que por su manera de ver a todo inferiormente a él, no se había dado el gusto de comprobar.

ꟷ Dime, ¿qué tienes tú de especial? ¿Qué es lo que te hace diferente? ꟷpronunció en un tono medio, pero bastante audible.

Estaba un poco harto de ser quizás el único mago en llevarse decepciones con todos los objetivos de su poca elocuencia. Este no iba a ser un caso diferente, estaba seguro de ello casi por completo, pero como un acto de mero masoquismo hacia sus convicciones se arriesgó.

ꟷ Contesta. No te he visto en mi vida, en ningún sitio, no sé quién eres. ¿Vales la pena? ꟷexpresó como en una práctica de juzgamiento de los que pocos se percatarían.

El muchacho estaba calmo, sereno, con su típica expresión de neutralidad en el rostro. No era que estuviese desesperado ni alguna de esas cosas, ese tipo de sentires era impropios de su carácter. Simplemente se lanzó a un río inexplorado. ¿Eliot haciendo preguntas a otro? Eso era un acontecimiento de verdad muy extraordinario.

ꟷ ¿Y bien? ꟷatacó de nuevo con sólo dos palabras, alto y claro.

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El vampiro alzó su mirada hacia el escenario cuando se hicieron los anuncios de la noche. Spectum era el anfitrión de aquella fiesta como lo había imaginado y, además, el anunciador de la misma.

 

Varios mortífagos seguían arribando al lugar, algunos conocidos y otros no tanto, con algunos había tenido encuentros y con otros no, solamente había compartido un saludo o algún que otro asalto en aquellos tiempos. El Haughton se apoyó en la barra, en una de las esquinas, y señló la botella de ron que allí habían para que se la pasara:

 

- Un vaso con hielo -

 

Pidió y al segundo obtuvo la respuesta del bartender. Tomó la botella con su mano y la inclinó vertiendo todo el líquido en el vaso; los hielos ascendieron comenzando a enfríar el contenido del cristal. Sus ojos se paseaban por todos lados mirando a cada uno de los compaleros de bando que se encontraban allí, no era muy característico del vampiro ser sociable de primer momento pero ya iba a tener tiempo para charlar y conocerlos un poco más.

 

Llevó el vaso a sus labios y dejó que una buena cantidad de ron ingresara en su boca. El líquido produjo una quemazón placentera dentro del Haughton a medida que tragaba el contenido del vaso. Lo apoyó en la barra quedándole la mitad de lo que había servido en la primera vez por lo que vació el contendio nuevamente en su boca dejando que los hielos se pegaran entre sí al no quedar nada dentro del recipiente. Soltó un suspiro y dejó el vaso en la barra, lo volvió a llenar y se quedó mirándolo detenidamente como si todo ello concentrara la atención en ese momento.

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Crazy Awards 2018:

7F1CpeC.gif "El Romeo"

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-Oh, mi****.

Por supuesto, no tenían cigarrillos ¿cómo no lo había adivinado?

Se sintió frustrada. Intentó hacer memoria (¡Catherine haciendo memoria!) de si tenía unos en casa para que su elfina se los trajera. Luego, cayó en cuenta de lo ridículo de su línea de pensamiento ¿su elfina trayéndole cigarrillos? ¿ella saliendo a comprarlos? ¡Dios mío! Era tan insólito que no podía más que pensarse una est****a. Hizo un esfuerzo por serenarse y al hacerlo empezó a observar con detenimiento alrededor. Debía haber alguien que tuviera algunos.

Un muchacho bebiendo vodka. No, ese no. El anfitrión y una mujer conversando, la mujer que se suponía era la madre del anfitrión comiendo a su gusto. Era hermosa sin duda, con su rostro anguloso a pesar de la desnutrición... No, concéntrate Catherine. Una muchacho y una muchacha charlando junto a la pared. El muchacho parecía acosarla a preguntas y de la muchacha no podía ver el rostro. El olor le llegó al mismo tiempo en el que vio su mano. ¡Bingo! Ellos eran.

Se incorporó de su taburete y se les acercó con paso decidido. Hubiera preferido que no fuesen una pareja e iba a poner cara de pocos amigos si se andaban besuqueando, pero supuso que si se portaba formal y amable, no había motivos como para que el muchacho no aceptase darle un cigarrillo. O dos. O tres ¿no era que la mayoría en La Marca Tenebrosa tenía galeones hasta para tirar?

A pesar de todo, se aproximó con cautela y sólo terminó por acercarse del todo en cuanto notó que el muchacho había terminado de hablar. No quería invadir privacidad alguna. Si le daba la cajetilla, se largaría al instante. Rogó porque fueran unos convertibles de menta y limón. Al menos menta, no los malditos regulares...

-Eh... disculpen -llamó, con la mano, como si la pareja fuera un par de gatos huraños- Me preguntaba ¿Será que podrían compartirme unos cuántos de sus cigarrillos? -supuso que la mejor forma de tratarlos sería en plural y eso la relajó, por lo que continuó con más soltura- En la barra no tienen, lo que es un incordio. Les debería una, claro.

Ya estaba, servido, su cóctel de formalidad Nott; la perfecta señorita, perfectamente representada. Al diablo la redundancia, eso era lo que había hecho. Una sonrisa tenue había acompañado sus gestos, una sonrisa que denotaba falsos deseos de agradar. No, falsos no era el término correcto para definirla. Simplemente, era una sonrisa que podría haberle otorgado a cualquiera. El par de muchachos, su elfina, un perro o su hermano.

@@Eliot Akil @

Editado por Catherine Stark

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Cada vez parecían llegar más personas al recinto, lo que provocaba que la incomodidad del joven empezara a surgir poco a poco. Con cada exhalación sentía una pizca más de arrepentimiento por haberse decidido a asistir a aquella reunión. Era cierto que no tenía nada que perder, y que siempre se sometía a esos pequeños sacrificios como acto de masoquismo.

 

 

 

Las preguntas que habían salido de su boca aún resonaban en sus pensamientos, como si de un eco infinito esto se tratara. No entendía en ese preciso instante el porqué de su ataque verbal hacia la chica, pero algo en sus adentros le volvía a carcomer en sus más grandísimos hastíos, y aunque no estuviera del todo presente en los aciertos de los jugueteos de su profunda mentalidad, quiso seguirse a sí mismo la corriente uniendo de alguna manera los impulsos con la razón.

 

 

 

Ariadna permanecía en silencio, indicando que quizás muy pocas veces en su vida la habían hecho someterse a un interrogatorio de ese color. Era en la medida de lo más posible una reacción inesperada lo que había obtenido, después de un simple intento de socialización; pero así era el proceder del Black Lestrange, único en su arsenal de extrañezas.

 

 

 

Entornó los ojos en la multitud, conservando la actitud serena y manteniendo el silencio, como indicativo que de la espera por las respuestas a sus interrogantes estaba intacta. Pues, sus impulsos por largarse avivados por el aburrimiento, la incomodidad y el contacto humano, estaban cesando en competencia por lo que en ese instante acontecía.

 

 

 

Visualizó a una fémina más acercarse y de inmediato su habitual pensamiento de repudio tuvo lugar en su mente, no podía creer que ya no tendría que lidiar con una compañía sino con dos. No entendía el porqué de esto, ¿acaso su actitud era mal interpretada? ¿Podría ser que la ausencia de expresividad se confundiera con una puerta abierta a la cortesía y amabilidad? Bueno, eso último no era para nada cierto.

 

 

 

«Creo que ésta será otra que se equivoque de número» Pensó sin demostrarlo. Teniendo a Catherine ya casi frente a él.

 

 

 

Quizá era cierto que sólo venía por un cigarrillo, Eliot siempre tenía con él los suyos, pero puede que suceda que haya gente incapaz de recordar sus propios vicios y de mantenerlos además. Pero nada de esas conclusiones sensatas tenían cabida con la altanería de por medio, característica principal del objetivo humano de la petición de la mujer.

 

 

 

— Cuanto lo siento, pero no tengo más. —articuló con toda tranquilidad mientras muy a la vista sacaba uno nuevo de una cajetilla bastante surtida, para luego meterla en el bolsillo trasero de su pantalón.

 

 

 

Su rostro tenía un aire similar al de una burla del tipo “Yo no fui”, pero a su vez cargada de tanta odiosidad que su interpretación no iba a poder ser de otra manera. No le apetecía regalar su vicio, no tenía intención de compartir nada con nadie, ni siquiera un poco de cáncer si eso fuera literal.

 

 

 

— Si no te importa… —dejó la frase en estand by, soltando una bocanada de humo denso, e indicando a su vez que era momento de que se les dejara de nuevo en solitario.

 

 

 

 

No sabía cuál iba a ser la reacción de la mortífago, si tomaría o no represalias contra su comportamiento, tampoco movió un ápice de su preocupación. Sólo aguardó por las respuestas que quería antes de ser interrumpido, y prácticamente olvidó otras presencias a su alrededor en cuestión de segundos.

 

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Se detuvo unos instantes, en silencio, para luego soltar una sonora carcajada. Lo hizo con verdaderas ganas, su cuerpo agitándose gracias a los movimientos convulsos, involuntarios, que éstas le daban. Sus ojos brillaban, divertidos y su boca dibujó una sonrisa socarrona al alzar finalmente la vista hacia éste. Luego, secamente y de improviso, lo tomó del cuello de la ropa y lo estampó contra la pared en la que ya estaba apoyado con la fuerza suficiente a pesar de que el muchacho le sacaba varios centímetros, acercando peligrosamente su rostro al de éste antes de alejarse lo suficiente para encajarle un puñetazo en la cara. El sonido le produjo una sensación placentera en la espina dorsal y el brillo de sus ojos aumentó hasta su punto álgido, para luego extinguirse.

 

Lo soltó, agitando la mano con la que le había pegado como si le doliese, con la emoción que había iluminado sus ojos y teñido sus mejillas ya enfriada. Fue una acción tan efusiva como fulminante.

 

Se había esforzado. No, nadie podía reprochárselo; después de todo, quizá había sido una neglicencia, un sinsentido que olvidara algo tan inmediato y práctico como sus propios cigarrillos y lo lamentaba en momentos como esos. Pensándolo bien, siempre estaba olvidándose algo. Pero, volviendo al punto, había mantenido los modales y se había adscrito a cualquier normativa de etiqueta aceptable. Sí, incluso el propio muchacho tendría que haberlo notado. Se dijo a sí misma que no importaba.

 

-¿Te diviertes, mocoso? -tenía los brazos en jarras convenciéndose de que no debía utilizar su varita contra un miembro de su propio bando. Su voz era grave y ronca, como la de un muchacho aunque era evidente que se trataba de una mujer-. Escucha: no me importa de que rancio abolengo desees preciarte para haber querido darte esos aires -continuó, la sonrisa desapareció, reemplazada por un gesto resignado, regañándolo-. Todo lo que entiendo es que tus conceptos acerca de lo correcto o lo que pareces considerar estético me enferman. Tenlo en mente la próxima vez que hagas algo así -distraídamente, empezó a limpiarse la mano en la túnica, su voz era calma, sonaba como si le estuviese ordenando que se limpiase los mocos o se lavase las manos-. Que, quizá, a algunos les traiga sin cuidado la imagen que puedas hacerte de su "honor".

 

Por supuesto, el discurso hacía referencia a la postura mediante la cual el muchacho había rechazado su petición. Catherine prefería a la gente sincera, directa. Si el muchacho la hubiese echado directamente, no importaba el grado de repulsión, Catherine se hubiera encogido de hombros alejándose... eso era lo más probable. Pero el tipo de actitud que aquel tipo había adoptado para con ella era expresamente el causante de que hubiera fallado miserablemente en no plantarle cara y mantenerse... ¿pacifista era el término adecuado?

 

Había expresado claramente todo cuanto necesitaba decirle, aunque no pudo evitar soltar un vago suspiro. Podría haberse alejado rumiando su insatisfacción, pero el problema era que Stark no era de las personas que se aplacaran de esa forma; el muchacho había despertado sus sentimientos más primarios, de matriarca mandona. Sí, lo había aleccionado como si fuese un niño malcriado, un chiquillo mal portado, cuando lo más probable era que éste no hubiera escuchado ni la mitad de lo que le había dicho. Todo aquello no había sido más que un desperdicio.

 

Se alejó entonces en dirección a la barra haciendo caso de la petición en primera instancia del muchacho, de dejarlos en paz. Luego del topetazo, no le vendría mal una pinta.

 

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«¿Ella cree que se va a ir tan libremente?» Pensó ahogando con mucha dificultad una carcajada, de haber salido ésta se habría escuchado en toda la celebración, y llamado la atención, cosa que no pretendía lograr de ningún modo. Quizás los hechos a futuro lograran capturar el interés de algún mortífago, o lo más probable era que al tratarse de altercados menores no le dieran la mínima importancia; esperaba lo segundo pues no quería generar un río crecido de sangre que interrumpiría su ingesta de ron.

 

Escuchó cada palabra que Catherine le había soltado en la cara, como si un bufón hiciera el máximo esfuerzo por sacarle un esbozo de sonrisa a su amo, temeroso de morir por no cumplir correctamente con su labor. Quizá no era el caso, pero dentro de la mente de Eliot era la cosa más comparable en primera instancia. Sus manos no terminaban de sujetar bien su vestimenta, y agradeció a los dioses inexistentes en los que no creía que ella no había siquiera tocado su chaqueta.

 

La miró alejarse, con ese tambaleo débil que indicaba que una ligera conmoción la podría sacar de su caja de cordialidad relativamente fácil. Entrecerró los ojos muy despacio y sacó su varita, pues éste no iba a titubear en ningún grado, ni a detenerse por tratarse de una “dama”, eran las cosas que menos le iban a quitar el sueño realmente.

 

Lanzó un hechizo de la punta de arma de madera, y la fémina cayó instantáneamente al suelo, dándole tiempo al Black Lestrange de acercase hasta donde se encontraba, a unos pocos pasos de él. Puso una pierna a cada lado de su cuerpo y la mantuvo serena, como si se tratara de un animal de engorde a punto de ser apuñalado en el cuello. Sin embargo, no había cuchillo ni ganas de usar uno, tomó algunos mechones de cabello y lo enrolló tres veces en un puño tan duro como una piedra blanca de río. Se acercó a su oído y comenzó a susurrar muy lentamente cada palabra.

 

— ¿Crees en serio que tu teatrito mueve algo de temor en mí? Sé que no me conoces, y tampoco yo a ti, mucho menos tengo intenciones de hacerlo —bufó al final de esa frase, causando una breve interrupción. —Pero lo que quizá sea lo más importante que te percates, es que el miedo no me caracteriza en lo absoluto. —emblanqueció la vista al pronunciar la última palabra, pues no iba a ser la última vez en repetirlo. Sonrió. — Ahora, en una próxima oportunidad ten la sensatez de no recrear tal espectáculo, y no lo digo como advertencia, ni como amenaza, es simplemente lo que debes hacer… Tómalo quizá como una pequeña orden. —guiñó gracioso al terminar su discurso.

 

Sin perder nada más de tiempo aflojó la maraña de cabellos que tenía entre sus dedos, y se levantó expectante para gozar del levantamiento forzoso que ésta iba a tener. Su varita aún en su mano relajada, acompañada del causante de todo aquello: el cigarrillo que tras una última calada cayó a los pies de la mortífago.

 

Eliot era un muchacho bastante osado y muy impulsivo a veces, pero no era est****o. Regresó a su puesto en la pared caminando en reversa con una actitud cómica en la mirada, sin quitarle los ojos de encima a la enfurecida Stark. Era una total extrañeza verle expresividad en sus facciones, pero en verdad lo había disfrutado a pesar del esfuerzo por hablarle cerca de la oreja. Era raro verlo haciendo aquello último si grandes consecuencias, más que un ligero intercambio de palabras.

 

Se empezaba a hartar de Ariadna, quien no decía parloteo alguno, ni se le veían ganas por dar respuesta a sus interrogantes, permaneciendo en silencio de cualquier forma. Pasarían un par de minutos más y su interés sería redireccionado al objetivo viviente que siempre tenía en mente: Nadie.

 

La miró de arriba abajo buscando alguna curva peligrosa que por lo menos hiciera volar su imaginación en un par de segundos, pero negó con gracia en el rostro de inmediato, pues eso no era propio de su carácter y no lo sería nunca. Cada mujer con la que estaba buscaba los atributos en él, y al final de la noche decidía si tenía su aprobación o no, quizá con un gesto simple de levantamiento de mentón que llevaría todo al siguiente nivel, no más allá de una noche.

 

Sintió ganas de generar sus preguntas nuevamente, pero como entendía que no iban a salir con la misma euforia e interés rebosante, prefirió callar a sabiendas de que aún la mente de la chica estaba dando vueltas intentando responder de la mejor forma, lo suponía, lo entendía así, y seguramente eran certeras sus predicciones.

Editado por Eliot Akil

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