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Una fiesta diferente


Spectum Crouchs
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Furia.

 

Pensó que la cegaba, en el mismo momento que cayó de bruces. Luego, el tedio, que hizo que pensara un "finite incantatem" para deshacerse del lazo invisible que le había atado los pies. Su rostro se crispó en una mueca de asco pero antes de que pudiera incorporarse, algo la aprisionó. Intentó volverse para ver qué demonios era aquello, evaluar la situación mientras sus manos con las palmas abiertas hacia el suelo intentaban sujetar su peso. Seguidamente, el dolor. Su cuerpo se tensó como un arco y sintió la imperiosa necesidad de castigar al mocoso atrevido que acababa de tomarla por el cabello.

 

Sus pies intentaron inútilmente sostenerla, resbalando cada vez mientras el muchacho soltaba su discurso. El mocoso no era quién para darle órdenes, eso era más que obvio, pero vaya ínfulas que tenía para sostener lo contrario. Pocas veces en su vida había conocido a alguien tan inflado por su ego como una vaca. Intentó zafarse sosteniendo su cabello de forma que le doliese menos, hasta que finalmente el predicamento finalizó y ella se vio libre de su agarre. Se incorporó al instante. Tenía el cabello enmarañado y unas terribles ganas de vomitar. Se sobó la oreja como si intentase librarse de algún germen mayor y se acercó nuevamente a éste. Ni siquiera se molestó en sacar su varita.

 

No, el muchacho no la conocía sin duda. Pero iba a conocerla, quisiese o no. Ya era hora de que aprendiera algo que no le habían enseñado sus papis.

 

Sabiendo que éste estaría preparado, a diferencia de la primera vez, no se detuvo a mediar palabra y le encajó una patada en la boca del estómago con todas sus fuerzas, para luego bajar la pierna y tomarlo del cabello como momentos antes había hecho él con ella, teniéndolo de rodillas puesto que la reacción natural, le provocaría una pérdida de la respiración insoportable, que bien sabía Catherine por las situaciones que había atravesado a lo largo de su vida, para un mago de su nivel sería el estar incapacitado de hechizos verbales. El resultado era bastante previsible: estaría despojado de sus poderes más útiles. Le volvió el rostro hacia arriba y ella se inclinó apenas lo suficiente como para mirarlo directamente, clavando los ojos en los suyos con gesto adusto.

 

-Teatrito mis ovarios -fue lo primero que dijo. Su voz, a diferencia de la primera vez, estaba cargada de ira aunque a diferencia de otras oportunidades en las que su enojo era casi explosivo, en aquellos momentos susurraba- ¿Te crees muy fuerte? ¿Piensas que puedes pasar por encima de cualquiera porque no sabes lo que es el miedo? Entonces no eres más que un est****o.

 

Mientras hablaba, había tomado su varita y con un movimiento de ésta lo petrificó allí, postrado en el suelo. Había sido algo rápido, debido a la proximidad de ambos, por lo que había tenido suerte de que no hubiese podido detenerlo. Sabía que el hechizo no duraría mucho, así que se apresuró a decirle lo que tenía que decirle porque aquel hechizo era, probablemente, la única forma de obligarlo. Probablemente no tendría una oportunidad parecida otra vez.

 

-¿Crees que me importa lo que te caracteriza? ¿Que a alguien le importa? -soltó otra carcajada. Había empezado a elevar la voz hasta casi gritar- ¿Qué me importa lo que puedan pensar? ¿Cómo debo comportarme dijiste? ¿Qué acaso no tienes ojos para ver el tipo de persona que soy? Y yo que me consideraba transparente pero habría que ver si eso lo capta un mocoso insulso unineuronal...

 

Ni siquiera estaba segura de que hubiese entendido sus insultos. Parecía ser el tipo de mago que no tenía ni un solo conocimiento muggle. Volvió a alzar el brazo para encajarle otro golpe mas una mano la sujetó con firmeza y la obligó a apartarse. Catherine, hecha una furia, se volvió dispuesta a maldecir al i****** que se había atrevido a interrumpirla y se sorprendió al notar que era su hermano. Richard Stark estaba enfundado en una túnica negra como ala de cuervo y unas botas de hebillas plateadas. Su aspecto, era como el de cualquier mago allí presente, aunque el brujo no podía haber aparecido allí nada más porque sí ¿Cómo había llegado?

 

-Es suficiente.

 

Su voz era serena, su porte serio. Catherine había estado tan enfrascada en "aleccionar" al chiquillo que no había notado que había empezado a montar un numerito. Tampoco le importaba claro, pero a su hermano sí. Se soltó con fastidio. Sus ojos se estrecharon en una expresión de desprecio.

 

-Tienes suerte, mocoso.

 

-¡Es suficiente, demonios!

 

Richard le pegó un golpe seco y directo en la parte posterior del cuello a su hermana. Ésta, se desvaneció entonces, como si le hubiese dado un repentino mareo, cayendo en los brazos de su hermano. Él era sumamente delgado, pero consiguió cargarla en su hombro como si fuese un saco liviano y se volvió entonces hacia el muchacho que, como era obvio, ya había recuperado la movilidad.

 

-Te ruego la disculpes -expresó con correcta modulación, haciendo una venia a pesar del peso que llevaba encima, lo que indicaba a las claras que era más fuerte de lo que parecía-. A veces tiene ciertos... exabruptos. Me la llevaré ahora para que no cause más inconvenientes -añadió, como si fuese la consecución natural de las cosas. Lo que sí era natural era que Catherine iba a intentar descuartizarlo cuando reaccionara; aun podía recordar la vez que lo había perseguido con un hacha por el campo de entrenamiento en Winterfall. Simplemente, era violenta. De momento, trataba de no pensar en eso-. A usted también, señorita -añadió, esbozando una sonrisa en dirección a la muchacha (Ariadna) que había presenciado el deplorable espectáculo.

 

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Arranques de ira, intentos de golpes en los que posiblemente se hacía más daño ella misma, y algunos encantamientos inmovilizadores tuvieron lugar después de lo que parecía ser el final de aquel encuentro, habiéndose equivocado de cierta forma, pues siempre estuvo alerta.

 

Como era de esperarse la capacidad de análisis que el chico podía ejercer en los terceros, era digno de alguna titulación si así funcionara el sistema mágico entonces, no habiendo dejado lugar para las equivocaciones en cuanto a sus conclusiones para con la eufórica, pero excéntrica fémina objetivo de sus desquites egocentristas.

 

Cada golpe que recibía era como un toque, podría ser que Catherine tuviera su fuerza que no debía ser cuestionable, pero era que en temas de comparación el muchacho los resistiría con el doble de la habilidad. Soltaba una que otra risa con chispas de burla entre algunas de las arremetidas, previendo la poca energía empleada y llegando a pensar si la fémina estaba sumergida en la ebriedad sin hacerlo muy evidente. Negaba gracioso.

 

En un momento tomó una decisión, viendo como la mortífago estaba enceguecida por la furia y eso le parecía entretenido en verdad. Decidió no resistirse a los ataques, fueran mágicos o corporales; tan sólo escucharía lo que ella tendría para decirle y ni siquiera se daría cuenta si sus encantamientos estaban haciendo efecto o no, lo más seguro era lo segundo ya que la fiera en la que estaba convertida no le permitiría ni apuntar con acierto.

— La estupidez de los hombres no se me mide por la cantidad de miedo que los habita, se mide por la cantidad de miedos a los que se les da importancia —recitó en un tono apaciguado la frase de su propia autoría y aparecida como respuesta hacia la ofensa recibida.

 

La perorata que soltaba en medio de la rabieta la Stark, sólo tendría para los oídos del despreocupado muchacho algunos pocos porcentajes de interés. Haciendo notas mentales para ofrecerle respuesta en su propio estilo de hacerlo, sereno y gracioso ante reacciones que claramente eran el triunfo de su comportamiento hostil.

— Y supongo que tú si crees que a mí me pueden llegar a interesar tus opiniones respecto a mí, puedes pensar lo que te venga en gana. Quizás estás tan enfada porque no te presté un poco de atención, algo que quizás buscabas con mucha desesperación. No me importa. —no mentía, no le interesaban las carencias de atención que tuviera nadie en lo absoluto.

Se puso de pie lentamente, con la respiración totalmente normal y despreocupación genuina, Suponiendo certeramente que el berrinche había tenido un final. Era muy curioso que se le acusara de mocoso o cosas similares, cuando ese alguien responsable de tales adjetivos se comportaba peor que él, y en una línea que topaba en lo descabellado.

“Es suficiente” escuchó de parte de alguien con facciones que podría comparar con las de Catherine, sería su hermano seguramente o un pariente cercano a la fierecilla. Eliot, negó con los ojos en blanco ya que muy posiblemente no tendría que lidiar con uno sino con dos más; y estaba sumergido en una situación social poco habitual, no eran una ni dos personas sino tres.

El flacucho le desmayó con un golpe en el cuello y la vista del Black Lestrange no tuvo ninguna reacción, seguramente tendrían suficiente confianza como para arrebatarse el conocimiento cuando les provocase, no lo sabía ni le interesaba. La figura masculina con la femenina en el hombro se acercó a él, y ofreció algo parecido a una disculpa, cosa que el muchacho de oscuros cabellos no iba a saber identificar con facilidad.

— Sí, sí. Como sea... Aléjate. —articuló haciendo un gesto de desplazamiento con su mano.

Estando en el sitio en el que se había parado desde el principio, y recibiendo una dosis de pereza desde su cerebro, le quitó el trago de vodka de la mano de Ariadna, dándole un trago largo a éste y devolviéndoselo con un movimiento brusco que le llegó hasta la boca del estómago sin lastimarla. Mantuvo silencio, no quería otro reclamo porque sería el indicativo de que realmente debía desaparecer en la noche como lo acostumbraba.

 

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Ariadna Macnair Grindelwald

Ella solo quería socializar con las demás personas, no venia en ningún plan de estar peleando ni mucho menos, estaba claro que aquel chico era simplemente un irrespetuoso y con un muy mal sentido del humor. Después de haberle dicho las cosas a ella, estaba a punto de contestarle algo. Cuando otra chica vino y pidió unos cigarrillos, tomo un trago de su bebida antes de contestarle a aquel chico.

 

Pero por mucho que una persona fuera tan desagradable, aquel chico se ganaba el premio mayor a la persona mas insoportable en aquella fiesta. La bruja se preguntaba ¿porque venían a estas fiestas si solo iba a estarse peleando de aquella forma?

 

Había pensado que el problema se acabaría con la chica pegandole y contestándole a sus malos modos, pero no el chico la siguió y comenzaron a pelear un poco subido de tono el asunto. Su mente estaba un poco nebulosa, por lo que no supo muy bien lo que paso a continuación. Hasta que un chico se había llevado a la chava inconsciente y se disculpaba por el numerito que acababan de armar entre los dos mortifagos.

 

Su trago voló de sus manos y fue a parar a la boca de aquel desagradable mago, con un movimiento aun mas rápido que el anterior su bebida regreso a ella, ahora vacía. Si antes no había tenido la voz para hablarle, ahora era diferente; debido al desagrado que le había dejado aquella persona, su mente comenzó a despejarse. Segundos después de que su bebida le fue entregada, la vampira agarro su varita murmurando -Furnunculus- la cara del chico comenzó a llenarse de ampollas.

 

-Eso te enseñara a dejar de ser un completo idi*** con las mujeres. Nadie vino a molestarte a propósito- la chica se alejo con su vaso ahora vació, rumbo a donde estaba la mesa de bebidas y comenzo a servirse otra. Su humor estaba elevándose a la furia, simplemente no había venido a esta fiesta, para que la trataran de esa forma. Se estaba cansando de aquella fiesta en la que no conocía a nadie y si quería hacer amigos o conocidos, simplemente te saltaran encima.

 

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«¿Furnunculus?» Pensó el joven tras recibir el hechizo del cual no se quiso siquiera defender con un simple escucho, era tan patético aquel acto de inmadurez para sus ojos que ni siquiera se molestó en evitarlo, en vez de eso esperaba que viniera seguido por otra cosa para agregarle algo de sustento a su pobre arremetida. Después de esperar unos segundos, se dio cuenta que no sucedería y que era simplemente ese pequeño acto débil la respuesta que durante tanto tiempo había pensado Ariadna.

— Finite Incantatem —susurró acabando con el capricho poco razonable de la mortífago, poniendo la vista en blanco total por lo cansino de la situación.

Había sido mucho esfuerzo para nada, ¿No había valido la pena cada pizca de la energía empleada en aquella situación? Al parecer no. No había diferencia entre ninguna de las dos, ni la fierecilla ni la inmadura, ambas en extremos distintos pero con fines igual de incomprensibles frente a las opiniones de Eliot, eran dos seres más del montón que se sumaban a la lista de nombres que nunca recordaría.

Al parecer el encantamiento de las pústulas no iba a ser lo único, un pequeño discursillo cargado de nuevos juzgamientos se habrían paso entre el viento e iban directo a los oídos de Eliot, sin causar claramente ningún daño o remordimiento. A diferencia de las cosas que hacían los demás como impulso, las que él cometía no se veían empapadas jamás por cosas como el “Qué hubiera pasado si no…” Eso nunca ocurría.

— Y como era de suponerse, no había nada. —dijo claramente mientras la chica se volteaba en dirección a la barra.

Él conocía exactamente a lo que se refería, era a sus preguntas, cosa que era posible ya ésta hubiera olvidado. La situación lo empujó un poco más a la oscuridad de sus convicciones, viéndose duchas de dudas por unos instantes en los que quiso pisar suelos inexplorados, pero sin tener ningún éxito. Esos terrenos eran inhóspitos, vacíos y totalmente áridos como gran parte del suelo de la nación que lo había visto nacer.

Todo había ocurrido rápidamente, y para su total goce estaba solo nuevamente, observante de todo. Pendiente por si alguna reacción del pariente de Catherine se avecinaba, y expectante por si alguna nueva estampida de inmadurez venía hacia él por parte de Ariadna, sin olvidar que la inconsciente mujer poseída por alguna especie de felino salvaje podría despertar en cualquier momento. Todo pasaba por su mente al mismo tiempo, pero seguía sereno, cautivado por lo que podría comparar con una granja de hormigas habitada por danzantes y susurrantes.

 

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Ella no era así, simplemente su naturaleza nunca estaba en atacar. Pensaba de forma mas racional para poder explicar lo que había sucedido en aquel momento. Una rabia cegadora se había apoderado de ella y había atacado al mago sin escrúpulos con un hechizo muy infantil, estar sumida en la prisión de aquel bastardo la había llevado a hacer cosas que en su vida pasada jamas hubiera hecho.

 

Mientras estaba en la barra pidió dos bebidas, intentaría disculparse con el mago, por haber actuado de una forma tan infantil y sin ser totalmente ella. Mientras esperaba a que le sirvieran las bebidas, se tomo un instante para mirar a la gente que había a su alrededor. Muchos estaban simplemente en su rollo, ignorando a la gente o hablando entre si.

 

Su mirada se poso en el mago al cual le había hecho el hechizo y miro como deshacía el hechizo el mismo, si, definitivamente esa primera impresión de ella no era la que esperaba dar en esa fiesta. Su bebida estaba ligeramente cargada, así su mente no volvería a nublarse y procuraría tomársela con un poco mas de calma.

 

Agarro las dos bebidas y se fue caminando hacia Eliot, antes de poder llegar a el. La miro con una cara de total fastidio, si no estuviera calmada y un poco enojada, se hubiera ruborizado por lo mal que se había comportado. Llego hasta su encuentro y deposito en sus manos la bebida que le había traído.

 

-Disculpa mi rabieta de hace rato, normalmente no soy así- comento la bruja y lo miro atentamente -no creas que las preguntas se me han olvidado.

 

-¿Porque me considero especial? ¿que me hace diferente?- volvió a recordar las primeras preguntas que el le había dicho -no se porque debería contestarte esas preguntas a ti, pero supongo que te debo las respuestas debido a mi comportamiento anterior. Que me hace diferente de toda esta gente- se quedo pensando un instante en su vida y lo que le había llegado a la memoria, los meses atrás -la gente hace cosas malas y se comporta de tal manera dependiendo de algo que le hicieron. Pero yo no, simplemente me gusta hacer daño, disfruto haciéndolo- su voz empezó a apagarse un poco -creo que esa fue la razón por la que me torturaron- lo dijo sin pensar, y sacudió su cabeza para no seguir en aquella dirección.

 

-Y de que valga la pena, no se siquiera si tu vales la pena. Uno no puede decir con simples palabras si valen la pena, eso se demuestra- le tomo un trago corto a su bebida, estaba claro que no volvería a verse borracha y no volvería a llamarla de aquella forma.

 

-¿Que es lo que a ti te hace ser tan engreído con los demás?- pregunto de una forma calmada, sus ataques de ira no volverían a salir de aquella manera

 

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Richard se limitó a asentir en dirección al muchacho y se alejó de la pareja como si de una procesión se tratase, con Catherine en su hombro, ligeramente contrahecho. Su rostro, que mostraba una mueca de resignación, pronto se tornó en alivio al salir al exterior. El aire le pegó en la cara, revitalizante y Richard se permitió entonces tender a su hermana adoptiva en la hierba. Tenía los ojos cerrados y su rostro se mostraba sereno, como si no pudiese exaltarse de la forma en que lo había hecho. Un ángel.

 

-Despierta, Catherine

 

Movió su cuerpo con la punta de su bota y Catherine arrugó el ceño, revolviéndose un poco sobre la hierba antes de abrir los ojos. Las luces iluminaban poco allí afuera pero había luna por lo que pudo observar perfectamente su rostro a medida que éste pasaba del desconcierto a la ira.

 

-¡Me sacaste de allí! -exclamó, furibunda- ¡Cómo te atreves, tu...!

 

-¿Por qué viniste?

 

La pregunta tuvo la virtud de callarla unos instantes, que ella aprovechó para sentarse y él para cambiar el peso de su cuerpo de su pierna derecha a la izquierda, con los brazos cruzados sobre su pecho. Luego, Catherine se incorporó, limpiándose la brizna de la ropa.

 

-Vine porque tenía que venir -contestó lacónicamente-. De cualquier forma nunca pareció importarte ¿por qué es distinto ahora? Ese muchacho ¿sabes? -añadió cambiando de tema radicalmente y con descaro, en tono confidencial para evadir del todo la pregunta anterior- Dijo que no le daba importancia al miedo ¿puedes creerlo...?

 

-Desapareciste.

 

-Oh, cierra la boca y ahórrate el sermón.

 

Sabía perfectamente que había estado perdida por días antes de aquel encuentro. Su hermano no tenía que decírselo.

 

-Tuve que... hacer malabares para llegar aquí.

 

-Enhorabuena.

 

-No es un chiste Catherine -le reprendió Richard serenamente, con la expresión indiferente del patriarca- ¿por qué perdiste los estribos con ese muchacho?

 

-Dijo que no le temía al dolor -Catherine soltó una risotada que resonó en buena parte del campo abierto, se sentía como un títere, repitiendo la misma frase-. Que no le daba importancia, que era poco relevante...

 

-Él no es el que te enfureció -contestó a su vez Richard entonces, sonriendo, pues acababa de entender la situación- ¿Te reflejaste en él acaso?

 

-Me recordó a alguien que fui. Tan irreflexivo -respondió Catherine evasivamente, levantando su capa del suelo y poniéndosela sobre los hombros, sus ojos dejaban entrever un ápice de su dolor-. Nada muy importante. Sólo fue como si alguien me tirase todos mis defectos pasados a la cara.

 

-"El truco no es ser un ignorante acerca del dolor, si no el control sobre éste que puede ejercerse" ¿No me dijiste eso misma hace mucho tiempo?

 

-Así es -volvió a decir Catherine negándose a mirarlo-. No tiene importancia ya -al parecer Richard se había librado de su cólera, mas no así de aquella Catherine extrañamente sosegada-. Pero no mentía. Su perspectiva del mundo me enferma.

 

Richard suspiró.

 

-Estoy dispuesto a desaparecer a tu lado -le tendió la mano con su típica sonrisa ladeada-. Vamos, tendrás el lujo de ver a Richard Stark inclinado sobre la palangana, vomitando su cena por cinco minutos ¿qué puede ser más sublime?

 

Catherine curvó sus labios carnosos formando una sonrisa, para luego soltar la inevitable carcajada. Se había reído mucho aquella noche, si lo pensaba bien. Luego, tomó la mano de su hermano de una suavidad exquisita e inusitada y, en menos de un abrir y cerrar de ojos, desaparecieron en un remolino en medio de la noche, para aparecer nuevamente en la torre norte del Castillo Winterfall. No había sido el tipo de fiesta que había esperado pero ya había terminado y ella, bendito fuera su despertar, estaba una vez más en casa.

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