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La Taberna del Loro Tartamudo


Beltis
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Maekar miró por encima de su hombro izquierdo antes de entrar en la taberna. No se hallaba seguro si el cuerpo estudiantil tenía algún toque de queda para regresar al castillo, pero al entornar sus amarillos ojos en el interior del negocio pudo percibir que la mayoría allí eran estudiantes mayores de Hogwarts al igual que él. De cualquier forma, estaba resuelto a no quitarle demasiado tiempo a su vieja amiga, a quien había citado en aquél lugar para ponerse al día en persona.
Llevaba sobre sus hombros una emoción contenida por volver a ver a la rubia después de tanto tiempo. Aunque ella era un par de años mayor que él, eso no había sido impedimento alguno para que ambos hubiesen formado una sólida amistad durante sus estudios en Durmstrang, donde habían coincidido desde el primer año del chico. Él, ávido en los estudios y el deporte, se hizo inmediatamente de una gran popularidad que siempre disfrutó abiertamente, muy contrario a la Triviani que, no siendo menos popular que él, siempre pareció llevar la fama como una gran carga.
Según el Neerlandés, la popularidad era el precio que la bruja había tenido que pagar siempre por poseer tan deseables cualidades como su inteligencia y gran pericia con la magia, sin dejar de mencionar su increíble belleza. El pelirrojo no pudo evitar recordarse así mismo, mientras sus ojos enfocaban a la rubia en una mesa del fondo, cayendo rendido ante sus encantos igual que habían hecho muchos otros; aunque al final, corrió la misma suerte que todos ellos.
Se acercó, concediendo un poco de prisa a sus pasos mientras se pasaba una mano por su rebelde cabello rojo y mostraba su perfecta dentadura en una sonrisa cuando conectó con su mirada. Se deshizo de la capa que llevaba encima, colgándole sobre el respaldo de la silla vacía que había enfrente de ella; aquél día vestía pantalones oscuros, con unos zapatos pulcros y una camisa blanca con mangas que había remangado hasta sus codos, además de unos tirantes negros que le cruzaban verticalmente por los hombros, reemplazando el cinturón.
—Esperar no haber hecho esperar mucho tiempo —la saludó, con su imperfecto inglés, acercándose para depositar un beso en la mejilla de la Triviani antes de tomar su lugar en la mesa —Cuánto tiempo sin verte, Sinne, me alegra que aceptar mi invitación. ¿Cómo estar?

 

@@Frankie Triviani

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¡Si! Helga Hufflepuff. El gran amor de mi vida. Empezamos a flirtear en cuarto y en septimo ya eramos pareja formal. Significo tanto para mi como ahora vosotras. Yo fui su alumno, si, pero tambien fuimos amantes y muy apasionados. Nuestra relacion duro 35 años.
Supongo que te preguntaras que si amaba tanto a Helga como pude liarme con Valeria. La verdad es que no lo hice. Porque Valeria era...nuestra hija.
- Tenias razon estoy conmocionada. No me imaginaba eso. Jamas pense que fueses amigo de Salazar pero ¿liarte con Helga? Eso supera la imaginacion.
- Si, la ame. Con pasion, con locura, llamalo como quieras. Helga era para mi mas que todo lo que podia desear, pero lo nuestro termino debido a un acontecimiento terrible, la muerte de Helena Ravenclaw.
- Conozco la historia, Harry me la conto.
- Si. Pero Harry ignoraba un detalle crucial. Rowena siempre fue muy independiente, tanto que no consintio que su hija llevara los apellidos de su padre sino los suyos propios de los que estaba tan orgullosa.
- ¿Quien era el padre? Tu lo sabes...
- Si. Lo se. El padre era la pareja formal de Rowena, Godric Gryffindor.
- ¡Atiza! Pero ¿que me cuentas?
- La verdad. Helena era hija de Godric y Rowena. Su muerte mato de dolor a Rowena, de golpe vi envejecer a Godric 10 años. Solo musito unas palabras "primero Salazar y ahora esto..."
- ¿Salazar?
- Si. Fue despues de la gran pelea entre Salazar y Godric por el asunto de la "sangre limpia". Mucha gente piensa que llegaron a las manos y por eso Salazar se fue. Pero la verdad es que tanto Godric como Salazar no fueron responsables. El culpable fue otro.
- ¿Quien?
- Yo.


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Mi bebida estuvo en mi mesa un par de minutos después y, sin saber lo sedienta que estaba, me tomé medio vaso al primer sorbo. Notaba que más estudiantes entraban en la taberna, y mis ojos se alzaban cada vez que sentía abrirse la puerta principal ansiosa de ver al pelirrojo ingresar por ella; fue en una de esas ocasiones cuando alguien volvió a abrirla, dejando pasar una suave brisa que arrastró una fragancia muy familiar hasta mi mesa. En esa ocasión no tuve necesidad de levantar la mirada, pero seguí a Oliver con el rabillo del ojo hasta sentarse en una mesa a mi espalda.
¿Qué era lo que estaba haciendo allí? no tenía la más mínima idea, pero me percaté que se había subido la capucha en seña de no querer ser reconocido. Le resté importancia, dándome igual los asuntos que le llevaban a estar allí; ni siquiera supe si él me había visto. Por lo que me podía dar cuenta, aquélla pajarera estudiantil era más conocida y concurrida de lo que le había concedido al principio.
La puerta volvió a abrirse un par de veces antes de que el Peverell ingresara en la taberna; tan solo verlo mi mente se llenó de recuerdos que se me antojaban demasiado lejanos pese a que realmente no había sucedido tanto tiempo. Le notaba más alto, y su cabello color del fuego mas encendido pese a los años; se acercó a la mesa cuando aquellos inusuales ojos amarillos se encontraron con los míos, moviéndose con aquélla ligereza tan propia de un deportista nato. Le di la bienvenida con una sonrisa.
—Un poco, sí, pero ha sido mi culpa por llegar demasiado temprano, así que no te preocupes. No correrá ninguna sangre hoy —se acercó hasta mi, besándome la mejilla con tanta familiaridad que ni siquiera me inmuté. No pude evitar que mis labios volvieran a curvarse al escuchar el nombre por el que me llamaba, provocando que los recuerdos me inundaran de nuevo y me transportaran a nuestros años como estudiantes en Durmstrang —. Estoy bien, lo mejor que puedo estar aquí, en Inglaterra —entorné los ojos, resaltando la ironía.
—La verdad es que esperaba este encuentro desde que recibí tu primera lechuza, ni siquiera sé cómo te enteraste de que yo estaba en el país, así que no me culpes si espero que sacies mi curiosidad. Pero primero —hice una seña al camarero para que se acercara —, ¿deseas algo de tomar?.

 

 

 

@@Maekar Baelfire Peverell @@Oliver Gaunt

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- Si, yo. Yo compartia todas esas ideas de los prejuicios hacia la sangre. Godric nos estaba de acuerdo y estaba a punto de convencer a Salazar cuando yo intervine en la conversacion y...lo eche todo a rodar.
- ¿Por que?
- Porque Salazar creyo que yo estaba contra el y me lanzo un encantamiento, yo lance un Protego y el se enfurecio conmigo, dio media vuelta y se fue. Al dia siguiente cogio a su mujer y a sus hijos y abandono el castillo.
- ¡Vaya!
- Lo malo es que Helga y yo discutimos por ello y acabamos diciendonos cosas muy fuertes, ese dia dormi en el sofa y, al dia siguiente, vi que lo nuestro estaba acabado. Luego paso la tragedia de Helena y Helga temio que Valeria le pasase algo similar asi que me pidio que me marchara.
- ¿Y lo hiciste?
- Si. Al dia siguiente deje Hogwarts para siempre. O eso creia.


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Oliver pago la bebida mientras esperaba al invitado de Frances. No se imaginaba como seria aquel hombre, y que era lo que estaba buscando con ella. Quería consolarse pensando que era un encuentro de trabajo, pero algo de eso lo dejaba intranquilo por la vestimenta de la bruja. Se había puesto un vestido, estaba mostrando las largas y perfectas piernas que tenia, esmerándose por agradar. Esos detalles no podía pasarlos por alto. El invitado, seria alguien a quien ella ya conocía o con quien había tenido alguna clase de "relación".

 

-Estas al horno, muchacho -Murmuró al reflejo que le devolvía el vaso. Apenas podía dejar de mover la pierna de la impaciencia por delatar su presencia.

 

Cuando vió que un hombre con aspecto salvaje y cabello rojo con tonalidades vivas, se acercaba y plantaba un beso en la mejilla de su mujer, casi salta del asiento indignado. ¿Como se atrevía a tocarla? O peor... ¿Porque c*** se dejaba tocar? Oliver tuvo que empezar a respirar profundo entonando las razas de dragones mentalmente para continuar sentado y no provocar un escándalo. Aun no entendía de que iba el encuentro, pero ya había descartado el trabajo. Lamentaba no haberse comprado unas orejas extensibles, y mucho mas, no haberse sentado en una mesa mas cercana para pescar alguna que otra palabra.

 

El castaño llegaba a ver a la perfección al hombre y notar el cuerpo deportivo que poseía, también la forma de vestir descuidada y un poco variopinta, demostrando que era extranjero a todo momento. Ya le caía mal. Muy mal. Tan mal, que si sus ojos fueran rayos láser, seguro lo reduciria a polvo en aquel instante.

 

@@Frankie Triviani @@Maekar Baelfire Peverell

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Pero el mundo habia cambiado. Yo ya tenia 80 años y aunque los magos vivimos mucho sabia que me quedaban, como mucho, unos 50 años de vigor. Sali de Inglaterra rumbo a Alemania, en Alemania y mas concretamente en Bohemia habia practicantes de Alquimia y era una ciencia que me interesaba aprender.


Recale en Praga y alli conoci a un buen amigo, Ireneo Filaleteo, un alquimista y bueno. Estuve 3 años estudiando con el, aprendi mucho y, lo mas importante, aprendi la tecnica para obtener la Piedra Filosofal y para desarrollar la Gran Obra.


Mucha gente cree que para desarrollar la Gran Obra hacen falta 4 años, se equivocan, puede hacerse en 4 horas. Asi que segui la tecnica de Ireneo y acabe desarrollando la Piedra que reconoci de inmediato por su fuerte olor. Tenia 3 opciones, utilizarla para trasmutar metales, obtener la medicina universal o el Elixir de larga vida.


Opte por la tercera opcion, tenia el Elixir en la mano y, sin vacilaciones, lo bebi.

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Maekar esbozó una sonrisa ante la mención de la sangre por parte de su amiga, recordando que al tratarse de la Triviani uno jamás sabía si bromeaba o hablaba en serio, aunque no faltaba quien tomara sus expresiones de forma literal por simple precaución. Aquélla era parte de su fama escolar, y razón por la cual muchos solían no cruzarse en su camino pese a lo llamativa que fuese su compañía; pero él siempre se había mostrado temerario en ese aspecto, lo suficientemente confiado y tozudo como para insistir y hacerse de su amistad.
Sus amarillos ojos permanecieron clavados en la rubia mientras ella hablaba. La Triviani le aseguraba estar bien, y por lo que él mismo observaba, aquéllo no parecía estar lejos de la realidad. Seguía tan guapa como siempre, aunque notaba que la madurez había hecho lo suyo y le había moldeado mejor sus curvas; sus azules ojos eran un cielo despejado de dudas, igual de perspicaces que siempre.
—Quien haberlo dicho, ¿no es así? —respondió, entendiendo perfectamente la ironía —Tú y yo fijando residencia aquí —ella hizo un llamado al personal de la taberna para pedirle algo de beber, a lo que Maekar accedió con gusto dado que sentía una sed endemoniada por causa del calor de aquélla región del mundo al cual no estaba acostumbrado. —¿Apfelwein?... Ahmm ¿cómo conocerse aquí?... ¿sidra? —el mesero asintió —. Traer la botella, y comida... especial de hoy para dos, tankewol.
El Frisio se sentía un poco apenado por su imperfecto inglés, pero no había tenido mucho tiempo de practicarlo antes de emigrar a Inglaterra, y antes de ello no había tenido la necesidad de usarlo jamás. Dio una ojeada a su alrededor, sintiéndose observado de pronto lo que le ponía un poco en estado de alerta, pero nadie llamó su atención.
—Fue suerte —respondió, un poco avergonzado de darle aquélla respuesta cuando hubiese querido impresionarla con sus dotes de investigador privado —, cuando comenzar clases en Hogwarts, iio reconocer apellido Triviani en mis maestros. Así que probé suerte y mandar lechuza sin mucha esperanza... !pero tu responder! —sonrió, recordando el momento en que había llegado la respuesta de la rubia —Ser agradable ver una cara amiga. ¿Llevar mucho tiempo aquí?
El pelirrojo esperaba ponerse al día con la vida de la bruja hasta donde ella lo permitiera. Sinistra jamás resaltó por dar detalles de su vida privada, siéndole desconocidos muchos aspectos de ella, pero ahora que el destino les había reencontrado en la misma ciudad, podría atreverse a desear que se eso cambiara un poco.

 

 

 

@@Frankie Triviani @@Oliver Gaunt

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Fue ¿como describirlo? Como si mi cuerpo experimentara una transformacion. Mi pelo se cayo y en su lugar crecio una mata de pelo negro y fuerte. Mis dientes cayeron y fueron sustituidos por una dentadura perfecta, sin problemas. Notaba un vigor excepcional y que mis poderes se acrecentaban hasta el infinito. Oia una voz en mi interior que me preguntaba que edad deseaba mostrar y me decidi por los 35 años y esa es la edad que aparento desde entonces.
Ireneo me miro y asintio complacido, ya era su igual.
- ¿Cuando murio Ireneo?
- Vive aun, ahora reside en Estado Unidos.
- ¿Es mas viejo que tu?
- Un poco mas joven, creo que le saco unos 50 años.
- ¿Usaste las otras facultades?
- Por supuesto. ¿De donde crees que proceden nuestras reservas de oro? ¿Y como crees que mantenemos tan buena salud? Si, es muy buena la alquimia.
- ¿Y que fue de Valeria?
- Se caso en vida de su madre y tuvo hijos. Hay numerosos descendientes suyos, tu conoces algunos.
- ¿Yo...? ¡Anda ya! Lo sabria...
- La familia Greengrass, ya sabes...



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Mi viejo amigo del colegio tuvo la cortesía de pedir comida para ambos sin preguntarme siquiera si deseaba comer, o bien asegurarse de que el platillo del día fuera algo sabroso. La sidra se antojaba, y de pronto me vi amonestándome mentalmente por no haber pedido eso antes considerando que era una gran fanática de la bebida y no recordaba la última vez que la había tomado; solo por ello no cancelé la comida, y además me daba cuenta del esfuerzo que le tomaba a Baelfire hablar el idioma.


Esperé a que respondiera mi pregunta. No sabía que esperaba escuchar, pero me vi un poco decepcionada cuando me contó que nuestro encuentro no había sido mas que una simple coincidencia de apellidos; el pelirrojo mencionó "maestros" en plural, lo que podría significar que mis padres estaban ejerciendo de profesores en Hogwarts cuando antes a mi solo me había tocado como tutores. Mis pensamientos viajaron un momento a aquélla clase, y naturalmente me encontré pensando en mi hermano hasta que capté la pregunta que el pelirrojo había hecho.


—Lo suficiente como para correr al encuentro de un viejo amigo —respondí, sorprendida por mi propia franqueza. Si Bael lo estaba preguntando es porque seguramente no estaba informado de lo que había sucedido conmigo en Oslo, así que no había razón para mencionar tiempos o razones, al menos no en ese lugar —, por lo menos tú no has tenido que esperar mucho tiempo. —agregué, guiñando un ojo.


El mesero regresó a nuestra mesa con dos humeantes truchas asadas sobre un par de hojas de lechuga y una ensalada a su lado con portobelos y tomates cherry, con un poco de parmesano y aceite de oliva; dejó la botella de sidra en la mesa, junto a dos vasos nuevos y limpios, tras lo cual se alejó llevándose mi vaso vacío de soda. Me quedé mirando la comida un segundo, y al siguiente levanté la vista hacia sus peculiares ojos amarillos.


—Creo que debo visitar las tabernas mas seguido. —musité, en una clara implicación de estar complacida con la comida. Dejé que él abriera la botella y le acerqué mi vaso para que la llenara con bebida; entonces recordé que Oliver seguía en el mismo lugar que nosotros, o por lo menos yo no le había visto salir, así que al mirar por el rabillo del ojo lo volví a ubicar en la misma mesa de antes y seguía sin compañía alguna. Parecía ansioso y tenso, pero al estar encubierto no podía ver su expresión sin evidenciar mi mirada.


—Y bien —regresé mi atención hacia el pelirrojo, acercando el vaso a mis labios para tomar un sorbo de sidra —, ¿me contarás las razones que te trajeron a las vastas tierras insulsas de ésta gran isla que tanto asegurábamos jamás pisar... o tengo que sacarte la información a la vieja escuela? —pregunté, sonriendo y arqueando una ceja al final para invitarlo a que me contara o por lo menos me diera un indicio.


Estaba segura de que el Peverell no estaba en el país por simple casualidad, y eso despertaba mi curiosidad.




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Me fui de Alemania y viaje hasta Francia. Con el oro que llevaba y mis nuevos poderes todo fue facil. En Paris me uni a un grupo de peregrinos que iban a Santiago de Compostela. Viajamos hasta Castilla, pero la Castilla que conoci habia cambiado mucho, era mas extensa y no conocia a nadie. Mi familia estaba extinguida y me senti muy solo. Es el problema de los inmortales, tarde o temprano estas solo.

Asi que llegue hasta Santiago y alli contacte con otros magos. Nos reconocemos sin problemas ya lo sabes. En vez de quedarme alli me dirigi a Leon y luego descendi hasta Toledo.
Toledo era el paraiso de los magos en esa epoca. Habia barrios enteros de magos por toda la ciudad. Contacte con magos musulmanes que me hablaban de Egipto, de Oriente, pense en ir hacia Malaga y embarcar hacia alli.

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