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Biblioteca de Alejandría


Pik Macnair
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Se sorprendió ante el saludo de Maida. Había quedado embobado con la arquitectura del lugar. Odiaba admitirlo, pero la biblioteca sí que tenía un encanto especial. El tema del conocimiento, era que un grupo selecto de personas intentaban esa bohemia forma de pensar de que en una de estas instituciones, cada libro era un mundo. Sí, podían tener un poco de razón. Pero nunca había que olvidar que era uno mismo el que generaba este tipo de cosas. Eran las personas las que le otorgaban ese poder a las páginas. No viceversa.

 

- ¿Tienes alguna idea de dónde comenzar a buscar? Aún tenemos tiempo, tengo entendido que tres jóvenes promesas a la causa se unirán pronto.

 

- ¡Excelente! No hay ningún problema. No creo que se repita lo de la fiesta del año pasado. Tengo mi varita encima y estamos en terrenos “neutrales” –bromeó, mientras le daba un suave codazo a su sobrina adoptiva-. Creo que lo mejor es ir a los libros sobre las habilidades. Si estamos buscando un nigromante, lo ideal sería visitar a Baélyr, el arcano. Pero no sé si estará muy contento al recibirnos. No conozco cómo se maneja ese tipo de magos.

 

Creo que el raciocinio de Orión estaba siendo medianamente lógico. Tenía entendido que en la Universidad también se impartían este tipo de habilidades. Existían un grupo de magos, los Arcanos, que venían a ocupar una suerte de guardianes de ciertos rasgos atípicos que podían poseer los diferentes magos en la comunidad británica. Eso lo sabía de su pareja, Gatiux, que había pasado por un traumático proceso cuando la metamorfomagia abandonó su cuerpo.

 

- Deberíamos comenzar. No vi a nadie pasar por el lugar, creo que estaría bueno dejar marcas por donde vamos caminando, así tus invitados pueden guiarse hasta nosotros. O puedo ir a buscar los libros por mi cuenta y traerlos aquí.

 

Suspiró y puso un semblante más serio.

 

- Pero sabes que tarde o temprano, vamos a tener que movernos del lugar. Si vamos a buscar un tesoro, que es el conocimiento, de algo tan importante y serio que han mandado un equipo de nosotros para buscarlo, entonces tiene que estar medianamente asegurado.

 

Dio un par de vueltas por la mesa en la que se había apoyado anteriormente. Ojeaba los libros que se encontraban en las estanterías cercanas. Eran manuales, atlas y algunas cosas de conocimiento básico de geografía. Se le prendió una lamparita.

 

- ¡Lo tengo! Un mapa de la biblioteca nos serviría bien. Pero tengo entendido que son las estatuas de estos odiosos “dioses” –opresores– los que indican el camino. Me han comentado que hay otros pisos en donde es más difícil llegar. Capaz ahí está lo que buscamos.

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Realmente tío, ¿Cómo has logrado que una mujer como Gatiux se mantenga a tu lado si pareciera que has vivido debajo de pergaminos toda tu vida? —Oh si, lo había dicho.

 

Así, sin darse cuenta. Hasta a la propia Maida le parecía increíble como había cambiado su personalidad con las gentes que poco a poco comenzaban a llenar su día a día. A Orión lo tenía en la Marca Tenebrosa, en la familia, en el Ministerio. Era imposible no abrirse a él de la misma forma que lo hacía con Lyra, aunque fuera un hombre. Definitivamente, él le hacía extrañar menos a su padre. Eso claro, no impidió que se sintiera como una metiche en lo que acababa de mencionar. ¿Qué tenía que saber ella en todo caso de la relación que manejaban los mortífagos? Después de todo, y según tenía entendido, ella tampoco era una mortífaga cualquiera, tenía los mismo laureles oscuros que poseía Orión. Menos los aires de ratoncito de biblioteca, no, esos eran exclusivos de su tío.

 

Perdona, no quise ser entrometida —se disculpó encogiendo los hombros justo cuando él terminó de decirle lo del Arcano—. ¿Arcanos? Creo que ni siquiera puedo dirigirme a ninguno de ellos, no hasta que haya terminado ciertas maestrías en la Universidad. Seguir los pasos que quiero me plantean un camino largo e indeterminado. Necesito cursar His...si, volvamos al Nigromante.

 

Tenía que dejar la manía de tratarlo siempre como el mentor que iba a sugerirle los mejores pasos dentro de su vida mágica. O sea, lo había sido, y ella lo tendría así siempre, pero ahora estaban en casi la misma condición. Ambos eran mortífagos encargados de una misión dentro de la Universidad, y debía comportarse como tal, no como si aún fuera una Dama del Walpurgis. Utilizó el tiempo en retirarse de los hombros la capa y doblarla con cuidado entre sus manos. Escuchaba a la vez las palabras del Black, sus planes para el día, para lo que buscaban. Ella, tenía cierta información, pero no tenía forma de saber si era cierta o no.

 

— ¿Dejar rastro dices? No lo sé, eso podría atraer también a las personas equivocadas y no se supone que lo sepa medio Ottery —apuntó antes de encoger su capa mediante un hechizo sencillo y colocarla entre los pliegues de la túnica, bien amarrada. Necesitaba con urgencia un bolso de piel de moke—. ¿Un mapa de la biblioteca? ¿Existe algo así?

 

Claro que eso sería útil, quizá demasiado, pero para armarlo no tenían tiempo. Y la verdad, ella menos sabía de formas de realizar semejante cosa.

 

— ¿No hay algo como un hechizo rastreador? Es en el período del faraón Keops que apareció este personaje, pero no estoy segura del nombre, creo que era te**, pero vamos, ¿qué se yo de historia egipcia? Sólo te comento un poco de mi investigación previa. Ahora bien, ¿están seguro de que las personas que intentan hacer volver, están muertas?

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  • 2 semanas más tarde...

Tal vez por sentir un poco de nostalgia fue que llego de nueva cuenta a aquel lugar. De entre sus ropas busco, en uno de los bolsillos encontró aquella credencial, la que la bibliotecaria le tramitara para solicitar préstamo de algunos libros de la Biblioteca de Alejandría.

 

Pasaron ya algunos meses...¿seis? no estaba seguro, pero mejor ir a ver si aún estaba vigente, eso no recordaba si lo había mencionado la chica bibliotecaria, lo que recordaba era el otro asunto...si que le había hecho enfadar en ese entonces, pero ¿no acaso fue cuando todo comenzó a cambiar?

 

Se acomodo la capa, faltaba ir al interior y ver como continuaban las cosas por ahí...

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  • 5 meses más tarde...

La vieja biblioteca de la Universidad Mágica, traía consigo un importante recuerdo para Maida, el primer encuentro con su tío Orión. De aquello podía deducirse que ambos compartían algunas aficiones extrañas en cuanto a lugares de investigación, pero bueno, no era ese el tema que la traía en esta particular tarde al sitio. Hacía poco había recibido la confianza de tener bajo su tutela a una aspirante, una que había compartido el mismo título con ella en un pasado no tan lejano, incluso habían compartido juntas las clases en Hogwarts.

 

Era extraño tenerla ahora bajo esas condiciones. Cuando ambas eran estudiantes la percepción que ella tenía sobre Susan era muy particular, y cambió ligeramente cuando supo que su madrina Alyssa era su madre. Si, una escueta reunión en el Casino, le demostró lo perfectamente bien encaminada que estaba Susan en cuanto a las relaciones dentro del argot tenebroso. Algo importante, aunque no definitivo como lo mostraría luego, al desaparecer como lo había hecho.

 

Pero Susan no parecía de las personas que dan alguna puntada sin hilo. Algún motivo tenía que tener, y quizá descubrirlo ahora sería lo mejor, por si en su segundo intento de formar parte de ellos, existían dudas acerca de sus verdaderas intenciones. Poco probable, los Black Lestrange y los Triviani siempre habían llenado las filas mortífagas con excelentes miembros, dudaba que ella fuera la que rompiese la racha.

 

La ojiazul esperaba sentada en uno de los muchos estantes caídos, pasando rápidamente las hojas de un texto de Calderón de la Barca. No iba a leerlo por supuesto pero había que matar el tiempo. No se puede abarcar a alguien tan filosófico con tan poco tiempo para dedicarle. Movía las piernas que le colgaban dándole una refrescante brisa a sus descalzos pies. Aunque para esta ocasión especial si tenía unas alpargatas esperando en el suelo.

 

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Había leído de las historias y leyendas de esta biblioteca, tan grande y prometedora de conocimientos. Los muggles antes de Cristo habían creado la primera y los mismos muggles la destruyeron varios años después, como todo lo que crean. Era un paraíso para mí pero no estaba aquí por los viejos manuscritos, tenía programado un encuentro con Maida en donde de seguro tenía que hablar sobre el hecho de mi desaparición. Mis ganas de hablar sobre ese tema habían finado hace mucho pero es imposible huir del Señor Tenebroso cuando ya estás en sus manos, debía rendir cuentas y demostrar que ahora sí era de fiar.

 

A ella la recordaba vivaz e inteligente, era digna de un perfil mortífago en aquel entonces. Su ambición era letal y sabiendo que ahora es mi tutora puedo suponer que nadie se interpuso en su camino. Las cosas habían cambiado tanto desde la ultima vez que la vi que había olvidado varios de sus rasgos, no era para menos, muchos años habían pasado desde la vez en el casino apocalipsis. A espaldas de Jessie, Alyssa era mi mentora y madre al mismo tiempo para luego ser la madrina de Maida. Y aún así nunca fuimos tan unidas.

 

Divagué entre los estantes, deleitándome con los nombres y figuras en ellos. Tenía puesto un vestido que rosaba mis rodillas, lila al igual que mis ojos y con bordes negros en las mangas y falda.Sabía que ella ya estaba aquí pero estaba buscando una excusa para retrasar el momento incomodo de mi llegada, con suerte me perdería en la biblioteca y me volvería una de esas leyendas que habitan entre tanto polvo.

 

Mis plegarías no fueron escuchadas esta vez, Maida estaba sentada en uno de los viejos estantes caídos leyendo sobre Calderón de la Barca. Había poca luz desde donde yo estaba, podía escoger irme y librarme de toda la pesadez de las explicaciones cuando ella aún no se percataba de mí. Lo hubiera hecho si no tuviera sentido de responsabilidad y si ella no estuviera en algo de lo que estoy comprometida. Pude haber pertenecido a cualquier otra familia, pero mi genealogía provenía de familias mortífagas reconocidas, se enterarían de toda mi rebeldía si no cumplo con mi deber. Deber que estaba complacida en cumplir.

 

Salí de mi escondite y le sonreí—Maida.

 

Me senté a su lado y miré la hojas del libro—No sabía que te gustaba la literatura española. A mi juicio, Cervantes y Góngora fueron los mejores.

 

 

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¡Góngora! El hombre que vivía a una nariz pegado —se burló recordando el poema de Quevedo en honor a su eterno contrincante literario, le sonrió—, no, no me gusta particularmente la literatura española, pero es lo único que encontré que me resultó familiar, al menos esta vez.

 

Muchas lunas habían pasado desde aquella noche en el Casino Apocalipsis, se habían graduado, con honores había que decirlo. Aquella generación fue un grupo pequeño pero bastante prometedor. Aún en el interior le carcomía la duda acerca de las preferencias de Alexander, era un amigo al que había mantenido a su lado, pero que jamás había mostrado privilegios a la sangre limpia. Sacudió la melena, forzándose a disipar todos los pensamientos que no tuvieran que ver con Susan.

 

— Prefiero a Austen, siempre la he preferido —musitó recordando el sinfín de veces que había comparado al pelinaranja con el Capitán Wenworth—, pero no hablemos de muggles sospechosos, porque aquí entre nos, tengo la duda de que realmente fueran muggles. Tanta genialidad no puede estar en gente de semejante...calibre?

 

Se bajó del estante de un salto y se calzó las alpargatas. Era un poco más pequeña que Susan, pero ambas eran jóvenes así que las diferencias eran mínimas. Flexionó los dedos en un intento de sacarse "conejos" de las articulaciones para disipar los pensamientos. Hacía casi nada, Susan había sido por fin admitida al bando y aún cuando ya no era su obligación velar por su seguridad y los buenos modos, lo seguiría haciendo, hasta que ella se sienta pisando terreno firme. Algo que a la Yaxley no le había sido sencillo en sus inicios.

 

Me alegra que por fin ambas estemos en el mismo barco —dijo a modo de felicitación, la Biblioteca de Alejandría podía parecer desolada pero siempre era mejor prevenir que lamentar—, lo que me entristece es pensar, inevitablemente, en el "hubiera", pudimos tomar el camino juntas. Con Nox, incluso. ¿Por qué no se dio así? Lo tenías todo, justo como ahora.

 

Caminó hacia el centro de la Biblioteca, asegurándose cada tanto que Susan iba detrás de ella, esperándola a veces y caminando a su lado.

 

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  • 5 meses más tarde...

Candela se había quedado en la puerta de aquel enorme edificio a la espera de la compañía que, se suponía, tendría que haber llegado antes que ella. Lo que le hizo dudar de si de verdad tendría que estar allí y no en otro lado. No sería la primera vez, después de todo, que hubiese malinterpretado el mensaje y haberse presentado en un lugar diferente. Y el hecho de que estuviese allí, sola, sólo hacía acrecentar sus sospechas.

 

Se cruzó de brazos y se apoyó al pie de una de las estatuas. El clima era agradable, así que no tendría problema en esperar un poco. Además, siempre podría usar un Patronus para enviar a preguntar a Orión dónde rayos se había metido (?). Él y las muchachas que, se suponía, los acompañarían. Se alegró de no tener que llevar encima ninguna túnica, la tela le pesaba en los hombros y le molestaba.

 

― Ah, ahí estás. ―se enderezó y descruzó los brazos al ver a alguien acercarse.

 

No había tenido que esperar mucho, lo cual le vino al pelo pues no tenía ganas de estar como una planta allí parada. Caminó un par de pasos para acercarse.

 

― ¿Venía alguien más contigo?

 

@@Rachel Ravenclaw @ @Orión Yaxley

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~ Mosquito ~          Ianello 

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¿Estaba preparada? No estaba segura; quizá no. Pero aquello no era cuestión de querer o no querer, o si incluso se tratara de poder o no, era algo que debía hacer. La habían citado y tenía que responder al llamado y no abandonar a sus compañeras.

 

Ellos no lo sabían, pero la biblioteca de Alejandría representaba un papel muy importante en su vida y en su decisión de unirse a la Marca Tenebrosa. Entre otras cosas, porque la biblioteca había sido uno de sus más crecientes “enemigos”. Como Jacques de Molay había intentado tomarla por la fuerza y había perdido brutalmente.

 

¿Exceso de confianza, quizá?

 

No sabía qué le pasaría por la mente a ella por aquellas épocas ya que eso era incapaz de recordarlo. Tan solo sabía de lo sucedido como si de una historia se tratara, con recuerdos perdidos en su cabeza como material extra. Tenía que pensar que lo que iban a hacer, poco tenía que ver con viejas cruzadas y hechizos antiguos.

 

Rachel llevaba una túnica de seda negra muy larga que la cubría completamente teniendo además unas mangas de boca abierta. En la cabeza llevaba un hiyab de color granate apenas dejando relucir algún mechón castaño rebelde. Seguramente la verían rara pensando que se moriría de calor. Ella lo prefería así, mantenerse alejada lo mejor posible de los rayos solares y en sintonía con su civilización.

 

Caminaba con cautela asegurándose de que nadie la hubiera seguido desde el Refugio, en parte, la desventaja de no tener aún su carné de aparición, la burocracia del ministerio era algo tediosa de vez en cuando. Como siempre, hacía un calor levemente abrazador y una gran afluencia de turistas por el camino.

 

No le es difícil encontrar la enorme construcción a lo lejos y tras echar un par de miradas sigilosas a su alrededor se acerca a las puertas donde había dos enormes estatuas de oro. Allí encuentra inmediatamente a la Triviani.

 

—Me he asegurado de venir sola. Creo que el resto vendrá en cualquier momento. –le dice tranquila.

 

Andaba nerviosa aunque su actitud reflejara tranquilidad. Aún necesitaba tiempo para acostumbrarse a la adrenalina de las actividades en las que se veía desenvuelta.

 

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Editado por Rachel Ravenclaw

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Una pequeña sonrisa apareció en los rojos labios de la Triviani al ver la prominente edificación por primera vez. Nunca había visitado la biblioteca de Alejandría, pero había escuchado varias cosas acerca del lugar: a los magos de las calles del callejón Diagón les gustaba conversar especialmente acerca de las rumoreadas secciones prohibidas de la biblioteca, difíciles de encontrar y altamente protegidas, entre otras cosas interesantes. Bastaba una sola mirada para darse cuenta que aquel era un lugar interesante y misterioso.

 

Tenia ambas manos guardadas en los suaves bolsillos de su túnica, y el largo cabello rubio recogido en una simple cola de caballo, la cual se movía de lado a lado gracias a los rápidos pasos que daba en dirección a las puertas de la biblioteca. La demonio no estaba nerviosa, al contrario, se encontraba algo emocionada por lo que podría llegar a suceder allí.

 

Una vez llego a las puertas de la biblioteca, le dirigió un ligero asentimiento de cabeza a Candela y una sonrisa reconfortante a Rachel.

 

Con el ceño fruncido, noto la ausencia de Orión. Probablemente ya estuviera adentro.

 

-¿Comenzamos?.

 

@@Candela Triviani @@Rachel Ravenclaw @Orión Yaxley

Editado por Rhaella

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  • 3 meses más tarde...

Exhala largamente.

 

Tiene un rato de pie frente a aquel estante, con una de las lámparas de esas cambiantes sobre su cabeza, lleva tanto tiempo ahí que la luz, aunque artificial, le ha dado el calor que ha perdido después del largo camino que lo lleva hasta ahí. Su mirada de colores distintos se encuentra perdida en aquellos tomos guardados en la segunda planta de la biblioteca, y aunque no lo está intentando, seguro son difíciles de alcanzar a pesar de la altura del licántropo. Él en realidad no ha hecho un esfuerzo por intentarlo, por alcanzar los tomos que están en lo alto, y aunque ha descifrado el acertijo de las estatuas, parece desconfiado por solo tratar de tomarlo.

 

La biblioteca de Alejandría, siempre tan abandonada a pesar de los tesoros que guarda ahí dentro, él a menudo se pregunta el porqué, pero nunca se lo piensa demasiado, después de todo, no le importa, y la tranquilidad de este sitio es agradable, sin contar la infinidad de temas que se pueden encontrar, perfecto para encontrar la inspiración y un nuevo reto para los muchachos del quinto curso de Hogwarts. Porque a pesar de lo nuevo que es en el puesto, prepararse para dar la clase del quinto curso siempre era divertido.

 

Sin embargo, aunque ha llegado aquí con intensiones desinteresadas, lo ha visto, en la primera sección del segundo nivel, un libro que, aunque permanece guardado entre un tomo de hongos y plantas venenosas, y un cuento mágico infantil, lo ha escuchado hablarle, es un ruido como el de un susurro que no se entiende, pero sabes que sus palabras nadie más las puede escuchar, o eso es lo que piensa.

 

Exhala una vez más, con un rostro de resignación.

 

Wingardum Leviosa-, conjura finalmente, y el libro hábilmente termina en sus manos. Salir del pasillo es más sencillo, y con el tomo escuchándolo murmurar bajo su brazo, entre “mil encantamientos no verbales” y “Artefactos Muggles”, se encamina hasta un lugar donde comenzar con lo suyo. Ollivander camina hasta donde se encuentran las sillas usualmente ocupadas por los alumnos de los libros de hechizos. ―Buen día-, a pesar de lo solitario del sitio, entre todos aquellos estantes llenos de libros, ha encontrado una persona en una de las salas. ―Una biblioteca no es necesariamente un sitio para platicar, ¿verdad? -, el muchacho está siendo habitualmente tranquilo cuando habla con ella y toma un lugar frente a ella. ― ¿Qué lees? -, ha soltado eso, con voz suave, pero no es un susurro.

 

@@Li Xue Liu

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