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| • El pozo de Amarna • |


Rory Despard
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- No realmente, esta es mi primera vez por aquí.. aunque he estado aquí por varias horas. - le dijo al extraño, notando sólo en ese momento que aún no sabía su nombre. Cerró los ojos y dejó que la brisa del mar que se deslizaba a sus pies le golpeara suavemente en el rostro, aspiró el olor salado y dejó que el ruido de las olas se perdiera entre sus pensamientos, la tranquilidad que aquel lugar le profería era tan imbatible como su sabiduría de que volvería pronto a aquel lugar. - He escuchado muchas veces sobre este lugar, no obstante. ¿Qué hay de tí, cómo llegaste hasta aquí?

 

Miró hacia su alrededor y contempló la escena, preguntándose donde diablos se había metido Sherlyn, dado que en un primer momento el había venido con ella. Quizá se había perdido en algún lado de aquel misterioso lugar, podría buscarla más tarde, o quizá un patronus bastaría para buscarla... No debía preocuparse demasiado, su amiga estaba excelsamente capacitada para cuidarse por sí misma y sabía que lo contactaría de tener algún problema. Además, lo cómodo que estaba hacía que la perspectiva de pararse a buscarla fuese algo que le daba flojera.

 

- Mi nombre es Nathan, por cierto, Nathan Weasley. ¿Cómo te llamas tú? - inquirió el initié segundos después, sacudiendo su cabello hacia un lado.

 

@@Syrius McGonagall

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El mago le contestó que también era su primera vez en aquel lugar, el pelinegro se pensó que posiblemente se viniera una sola vez aquel lugar, era demasiado maravilloso, demasiado tranquilo que podría extasiar a cualquiera que pasara mucho tiempo en el haciéndolo olvidar la vida que lleva del otro lado del pozo.

 

Un estremecimiento acarreado por aquel pensamiento mientras la cálida brisa de aquel lugar le removió el oscuro cabello. Recién comenzaba a comprender la magia y se daba cuenta de que podría ser tan bella como peligrosa. – Es el primer rumor que escuché cuando llegué a la Universidad Mágica – le contestó al mago que luego se presentó como Nathan Weasley.

-Soy Edward Smith, estoy hace poco tiempo en Inglaterra tengo un lazo de parentesco con la Familia Evans McGonagall – contestó a la ligera, la historia con aquella familia era muy compleja y el ojiazul recién comenzaba a descubrirla y podía asegura que existían cientos de temas que aún le permanecían escondidos.

 

Apenas terminó de decir eso un estruendoso trueno resonó por todo el lugar como una explosión tomando por sorpresa a Edward. La luz comenzó a bajar en intensidad al tiempo que unas oscuras nubes se arremolinaban sobre sus cabezas, un viento fuerte y frío se levantó desde la otra orilla del río y el agua turquesa del rio se tornó oscura mientras comenzaba agitarse con violencia.

 

- ¿Pero qué demonios? – se preguntó en alta voz el pelinegro totalmente confundido por el repentino cambio del clima, las centellas cruzaban en complejas bifurcaciones el cielo tormentoso, pero aún no llovía.

 

Estuvo a punto de preguntarle a Nathan si eran normales esos cambios repentinos del tiempo cuando recordó que el mago estaba como él, era su primera vez en el Pozo de Amarna. Los finos granos de arena comenzaban a molestar contra la piel por el viento – Sería buena idea movernos hacia la vegetación de allí – señaló la formación arbórea que se agitaba con el viento.

 

Pero un enorme rayó cayó con violencia metros delante de ellos encegueciéndolos por unos segundos y para cuando pasó el destello una figura con dos pares de alas se encontraba en su lugar.

 

 

 

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Editado por Valkyria Karkarov B.L
Actividad Orden del Fénix. Esconder Imagen.

 

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  • 4 meses más tarde...

En los pasillos de la Universidad corrían rumores de varios lugares que no estaban a la vista de cualquier persona, esto por supuesto no era nuevo, siempre los claustros académicos reservaban algo distinto y único para aquellos que se atrevían a explorar, que tenían sed de aventura y que rompían en ciertas ocasiones una que otra regla en pro de descubrimientos que terminaban por ser un secreto a voces entre alumnos, graduados y algunos docentes que eran apreciados por las mentes ávidas de conocimiento. Para los más antipáticos y odiados, aquellos rumores no existían como tampoco existían esas reliquias secretas del pasado y del futuro que tan celosamente habían sido borrados de cualquier mapa, exceptuando… aquel trozo de pergamino que recibían los elegidos donde gráficamente se les mostraba como llegar, aunque no decía a donde.

 

 

Por supuesto tanto @@Dylan Kyle Myrddin como Cye había sido invitados o convocados a presenciar el legendario “Pozo de Amarna” que se decía era en realidad un portal mágico a un mundo inimaginable, lo opuesto del mundo real donde los elementos tenían su propia fuerza y donde la pureza lograba impregnar el alma de sus osados visitantes.

 

Cye que estaba acostumbrada a lo poco creíble, a los portales y los mundos, aunque nunca dejaban de sorprenderle, sentía mariposas en el estomago, un sustito innegable y un montón de adrenalina recorriendo su torrente sanguíneo a medida que el atardecer perdía su luminosidad y los grises y negros se adueñaban de todo. El pergamino no decía hora, pero si no quería ser vista por nadie debía deslizarse cuando el velo de la noche la camuflara y los intereses de la mayor parte de los transeúntes estuviera en aéreas iluminadas o en los grandes salones para tertulia, lectura y comida.

 

 

Por eso cuando faltaba un cuarto para las ocho de la noche, la bruja se aproximo a las pilastras que se servían de barrera entre las edificaciones y la espesa alfombra de grama que daba paso a el área descubierta de los jardines, tanto su atuendo blanco como su cabellera rubia habían sido ocultados por una larga capa negra con capucha, y desde luego Belisama, su varita en la mano derecha que emitía vibraciones conectándose con el poder mágico de su dueña.

 

 

El rose de la tela con la grava producía un sonido casi imperceptible para la mayoría, excepto aquellos que como ella, buscaban la soledad para alcanzar su objetivo, ir hasta la parte más distante de aquel jardín para verificar con sus propios ojos la realidad de la leyenda. Cuando las luces de la universidad dejaron de percibirse y la vegetación se hizo un tanto espesa una luz fue invocada y surgió de la punta de su varita para iluminar el camino que aun faltaba por recorrer. Una última ojeada al trozo de pergamino le indicaba que ese era el camino correcto y que estaba cerca.

 

 

Consulto su reloj de pulsera en el cual las manecillas marcaban cinco minutos para las ocho, apresuro el paso hasta que vio a lo lejos la estructura del pozo, nada del otro mundo, de piedra y supuso que lleno de agua, bueno eso no lo sabía pues no se había asomado aun, entonces se quedo paralizada, un sonido le indicaba que no estaba sola, lo que no sabía es si se trataba de otro ser que como ella buscaba respuesta o las figuras inmortales del faraón sincero y su bellísima esposa, que decían merodeaban el lugar.

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El día del irlandés había sido largo pero relativamente normal hasta que llegó a su hogar. DK apenas si se había quitado el saco y despojado de la corbata cuando el elfo Vrin llegó con un mapa y una pequeña notita con ciertas instrucciones a seguir. El Myrddin sacó su reloj de bolsillo de su pantalón negro para revisar cuánto tiempo le quedaba.

 

Quince para las ocho, un pequeño suspiro cansado escapó los labios del irlandés. El rubio fue directamente a su armario, tomo una chaqueta de cuero oscuro y pasó su mano izquierda por sus cabellos antes de salir del Castillo Myrddin.

 

Para Dylan era sencillo llegar a la Universidad, cada persona que viva en Ottery conocía el instituto pero el lugar en ese establecimiento al cual se dirigía era otra historia completamente diferente. El rubio reviso por tercera vez que el mapa que ya se había memorizado nerviosamente, después de todo no quería perderse del Pozo de Amarna. El pedazo de pergamino fue leído y volvió ha ser doblado para terminar nuevamente en el bolsillo de la chaqueta de cuero del Myrddin.

 

El demonio no necesitaba mirar su reloj para saber que las ocho de la noche estaban cercas y aceleró su caminar, pasando por los jardines con grandes zancadas. No fueron muchos los minutos que pasaron hasta que el pozo llego estar en su rango de visión. Su madrina ya se encontraba en el lugar y la rubia mujer noto de su presencia casi inmediatamente que puso un pie en la pradera.

 

-Buenas noches Cye, un largo tiempo sin vernos - dijo el Myrddin con una sonrisa en el rostro -¿Todavía no ha comenzado, verdad? .

 

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Sus presentimientos sobre el hecho de no estar sola en aquellos terrenos fueron ciertas, casi en un pestañear de ojos la figura de un mago se coloco a su lado saludándola con lo cual la bruja no solo reconoció la voz, sino la fisonomía del mago a la luz de la luna, se trataba de su ahijado @@Dylan Kyle Myrddin que sonreía preguntándole si ya había comenzado. Ella negó con la cabeza y abrazo al mago liberando la tensión de su cuerpo.

 

--¡Me has dado un susto de muerte!-- asevero separándose del abrazo. --Creí que podía ser alguien que me estaba siguiendo y no tenia esto-- dijo mostrándole el trozo de pergamino en el que estaba dibujado el mapa para llegar al lugar. --Pero me complace que estés aquí, así podremos vivir esta aventura juntos, un buen comienzo ¿no crees? Después de habernos perdido el rastro-- lo contemplo con mucho cariño, antes había sido amigos, había presenciado el matrimonio del mago con Jay otra de las chicas a las que había conocido en la Casa de los Aethonans, además de eso los había unido sus ideales y el pertenecer a la Orden del Fénix, y ahora volvían a retomar esa bonita amistad con un nuevo ingrediente, el apadrinamiento para que Dylan pudiera volver a formar parte de la organización clandestina que defendía a los desvalidos, que luchaba por la justicia y que condenaba la maldad.

 

--¡Mira!-- dijo excitada, señalando hacia el pozo. Dos siluetas se habían materializado con la venia de la luna y tomados de la mano a orillas del pozo comenzaron a hablar, de tal forma que el silencio fue roto y sus palabras eran oídas por todos los que estaban en las cercanías. -Wuaooo que romántico y que triste- comento luego del relato que acababan de escuchar, esposo, amantes y seguramente amigos habían reinado en una tierra donde muchos envidiaban la pureza de ese amor, la sinceridad con que el faraón dirigía los destinos de aquel pueblo y los logros perpetuados a través de su reinado, pero como siempre la inconformidad la mezquindad y la envidia terminan por corroer cualquier precinto para salir a flote y hacer de las suyas.

 

--Acerquémonos quizás… podamos conversar con ellos, no todos los días se conoce a un faraón-- propuso al Myrddin la bruja cuya capucha había caído develando su dorada cabellera. Por su parte la luna haber sido cubierta de pronto por un espeso velo de nubes que dejaron a oscuras el lugar, pero las siluetas seguían allí unidos como en vida habían estado, esperando algo o quizás motivando a los presentes a que se acercaran, pero ¿qué pasaría cuando lo hicieran?

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<<Es que ya estamos cerca del mediodía>> caviló Elros aún algo dormido entre las sábanas de sus aposentos en la mansión Granger, despegando un ojo para coger el reloj de bolsillo que estaba sobre la cubierta de su velador y así ver qué hora era efectivamente. Pero, tras corroborar que las manecillas estaban próximas a tocar las doce, se levantó de un único disparo que lo lanzó abajo de la cama como si le hubiesen arrojado una cubeta con litros de agua helada del océano Glacial Ártico. -Mamá me regañará- masculló con nerviosismo, mientras se desprendía de su bóxer para ingresar completamente desnudo al cuarto de baño; con el objetivo de tomar una fugaz ducha que lo sacase de aquel estado somnoliento en el que estaba sumergido hace unas cuantas semanas desde que su trabajo se había intensificado con la ausencia de Kyttara y Groter. No tardó ni cinco minutos en salir muerto de frío de la bañera de puertas translúcidas; cogiendo una toalla de algodón que no dudó en cruzar en su cintura luego de secar rápidamente sus cabellos rojizos rebeldes que no fueron humectados con bálsamo aquel día. -Más rápido, bobo... pareces una nena con todas las vueltas que te das- se reclamaba a sí mismo cuando se vestía con ropas ligeras de verano; debido a que habían anunciado en el periódico que haría una excelente jornada soleada pese al cambio de estación. Fue así que culminó por cubrir su cuerpo con: una bermuda de jeans algo desgastada, una sudadera azul rey que dejaba entrever sus musculosos brazos, un par de deportivas níveas, y un jockey de visera curva que combinaba con el tono zafíreo de su prenda superior. -No se me puede olvidar mi varita- manifestó el fenixiano; buscando entre las frazadas y colchas lanudas de su lecho, el arma que siempre le acompañaba.


Ya estando listo para salir; posterior a divisar el reloj, sin querer, y percatarse de que llevaba más de media hora de retraso; el adolescente extrovertido recorrió a pasos veloces el pasillo que lo separaba de la puerta de salida del hogar de Sofía, hallándose en el trayecto con Polo, quien le miró con cara de "pocos amigos" al pensar que el muchacho una vez más salía con los minutos en contra hacia su lugar de trabajo. -No es lo que piensas, pequeño chismoso. Cuida bien de los gemelos, eh- le gritó a lo lejos, segundos previos a sumergirse en aquella desagradable sensación de succión que lo trasladó a los confines de la Universidad Mágica. Madre! Por favor, perdóname- exclamó al ver de espaldas a la figura femenina de la hija de Lyla y Andrew McKinnon, acercándose hasta ella justo donde estaba el mítico pozo de Amarna como una pieza inamovible en medio del jardín.

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La mirada de Annick se había quedado fija en un punto del pozo. La inescrutable oscuridad había actuado como estímulo para evocar algunos recuerdos, mezcla de alegría y dolor. Aunque las imágenes eran borrosas, aún podía visualizar algunas escenas de los juegos con sus hermanos Mark y Salazar; pero esas escenas siempre eran interrumpidas por el infortunio de haber visto morir al primogénito de los McKinnon.

 

―¡Madre! Por favor, perdóname –una voz familiar alejó de golpe los pensamientos de la pelirroja, quien tardó algunos segundos en salir del ensimismamiento.

 

No sé si te mimamos demasiado, pero tu padre y yo tendremos que hacer algo para inculcarte el hábito de la puntualidad –había perdido la noción del tiempo, pero estaba segura de que era más tarde de la hora acordada–. No hagas esperar así a alguien, mucho menos a una mujer, ¿quieres? –agregó esbozando una sonrisa.

 

No le resultaba fácil ser severa. Elvis no lo era y los Poulain siempre se habían mostrado flexibles, tal vez demasiado, en cuanto a la crianza de sus hijos se trataba; por eso no tenía otro modelo al cual imitar.

 

Había escuchado de este sitio, pero nunca he… ¿entrado? –murmuró sin saber cómo referirse a la acción que suponía debían realizar. Volvió a fijar la vista en el pozo, pero la desvió antes de verse nuevamente atrapada por el manto de oscuridad–. Tendrás que guiarme –agregó y luego señaló una pequeña cesta que había colocado a la orilla del pozo para evitar el cansancio–. Tuve que usar un hechizo de extensión. Prepararon comida como para un ejército –explicó refiriéndose a los elfos domésticos.

 

Aprovechó el momento para atar con más fuerza la coleta en la cual intentaba mantener a raya sus rebeldes rizos. El sol la deslumbró un poco y se arrepintió por no haber llevado un sombrero y por haber elegido aquella blusa sin mangas, pero el color turquesa simplemente le agradaba.

 

―¿Vamos ya?

 

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-Será la última vez, mamá... Te lo prometo, de verdad- respondió Elros con el rezagado aliento que le restaba en sus pulmones tras la fugaz carrera hacia donde le esperaba Annick a orillas del pozo; correspondiendo la sonrisa de la fenixiana al oír aquel comentario que enunciaba que jamás debía dejar esperando a alguien, menos a una mujer, otorgándole su habitual impuntualidad al exceso de confianza que ella con Elvis le brindaron con el transcurso de los años durante su crianza. -Tomaré tu palabra como consejo, . Me sirve muchísimo ahora que yo siento que me gusta una... ehh... mejor olvídalo ¿quieres? Estoy algo confundido con todo el oxígeno que le debe faltar a mi cerebro al haberme apresurado tras quedarme dormido en casa de la tía Sofía. Me disculpo, una vez más, si ya llevabas muchos minutos aquí- agregó el adolescente, recuperando en parte la tranquilidad de su ritmo cardíaco. -Papá, cuando niño, me relató la leyenda de Amarna... pero jamás había venido hasta acá, . Es una experiencia nueva, tanto para mí como para ti. Aunque, siendo franco, tendría que estar mal de la cabeza y algo desquiciado como para querer lanzarme a un pozo oscuro sin saber dónde tocaré fondo... así que no sé si te serviré mucho de ayuda... no más de la que tú me podrás entregar, - contestó, mientras desviaba su mirada de tonalidades esmeraldas hacia una cesta que yacía perfumada a comida a orillas del mítico manantial. -Eso me ha de gustar mucho, mamá. Le dije a Eneas que incentivara a Dido y a Rhaenya para que prepararan exquisiteces de variados sabores, tanto dulce como salado... ¿Enviaron cosas con miel, cierto?- preguntó con curiosidad el mago de habilidades videntes, al mismo tiempo que observaba a su progenitora atar la coleta que afirmaba su cabello carmesí, tan rizado como el suyo propio, con mayor fuerza. -Pues... sí, vamos- expresó no tan convencido el caballero templario de La Orden del Fénix.


Poco a poco; Elros se aproximó al pozo hasta asomarse definitivamente a través de la última capa de piedra que permitía distinguir el manto sombrío que envolvía las posibles aguas que se almacenaban allí desde tiempos que parecían ser inmemorables. Una atracción a lanzarse comenzó a apoderarse de él; era una sensación rara que no se podía explicar, pero que le cobijaba con cierta confianza que segundos antes ni siquiera brotaba de los más cerrados poros de su nívea piel. <<Es como si estuviese vivo>> caviló con intriga, analizando hasta el último detalle antes de coger de la mano a su madre, con la misma que llevaba afirmada la cesta a la altura del codo sin inconveniente alguno. Fue así que, sin dar pie a temores, ambos Gryffindor fueron absorbidos por el abismo; descendiendo por varios segundos en una caída que parecía no tener fin; hasta que sus cuerpos se sumergieron en una especie de sustancia de consistencia líquida, que fue el medio para traspasar el portal. -¿Do... dónde se supone que estamos? ¿Llegamos?- manifestó el medimago a la McKinnon tras abrir los ojos y verse tumbado (boca abajo) en un conglomerado de fardos de alfalfa, adentro de una construcción sólida de paredes agrietadas que parecía ser un viejo molino, o eso era lo que creía el paladín.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Cuando saludo a la ex-jefa de los Aethonans de Salem el Myrddin sintió cierta tensión cual fue desapareciendo poco a poco durante el abrazo que intercambiaron. El rubio agacho la cabeza por un breve momento apenado por haber asustado a su madrina.

-Disculpame por asustarte no fue mi intención.

Esas pocas palabras fueran las únicas que intercambio por un buen rato dejando que su madrina tomara la palabra y la iniciativa por un largo rato. Los ojos azules cerúleo de Dylan se clavaron en la dirección en la cual la Lockhart apuntaba sin mucha dificultad en encontrar lo que había llamado la atención de la rubio. Las siluetas realizaban su historia en una forma tan elocuente cuales callaron por varios segundos a todos los presentes a los alrededores de aquellos jardines.

El irlandés movió su cabeza en forma afirmativa mientras le ofrecía su brazo a Cye para ir a conocer al faraón y su amada. Ambos hicieron camino hasta el pozo. Cierto nerviosismo invadió al demonio, después de todo era una situación en la cual no tenia ningún control.

 

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El ambiente era realmente mágico, la figura de dos personajes de la historia egipcia allí frente a ellos y luego lo que lo hacía un momento único, la presencia de su ahijado junto a ella, compartiendo, indagando, experimentando y aventurándose juntos hacia lo desconocido, como antes, como debía ser de ahora en adelante. Las orbes celeste de la rubia detallaron al chico por un breve momento, quería que supiera que podía contar con ella, que no estaba solo, y que ella estaba dispuesta a dar los pasos que fueran necesarios para que alcanzara aquel objetivo deseado, formar parte de la Orden del Fénix.

Cuando el irlandés le ofreció el brazo para acercarse, Cye no dudo un solo instante en deslizar su nívea mano por el contorno del mismo y engancharse a él dejando que el guiara el desplazamiento hasta donde estaba la estructura del pozo, mientras se acercaban las dos figuras desaparecieron --Pero…¿Donde están?-- pregunto la Lockhart soltándose apresuradamente del brazo de @@Dylan Kyle Myrddin y corriendo hasta tocar los ladrillos que conformaban el aro del pozo --¿Crees que se….-- no hizo falta que pronunciara palabra alguna, sus orbes hablaban por si solos al contemplar la tranquila agua.

--Tienes que ver esto, es tan hermoso y tranquilo-- dijo con voz calma, mientras que aquella sensación de bienestar y paz se apoderaba de ella, no solo por ser una sacerdotisa en conexión con los elementos, sino por la magia propia de aquellas aguas y de la leyenda. --Parece hablarnos, ¿estará fría?-- agrego profundamente tentada de tocarla, Cye tomo la mano de Dylan para animarlo a emocionarse como ella, y entonces sus dedos incapaz de contenerse, tocaron el cálido liquido de forma suave haciendo que un casi imperceptible remolino se formara en la superficie, de a poco la bruja fue atraída más y más y sin darse cuenta su torso se iba metiendo más y más, hasta que por un lado su equilibrio fue precario y por el otro esa sensación de querer mojarse, de querer sentir sobre su piel las gotas de agua, aquella curiosidad por saber que tan profundo era, todo conjugado hicieron que cayera al agua

--Dylaaaaan-- grito un poco asustada al principio, cuando su cuerpo caía, pero no soltó la mano del muchacho quien a estas Alturas no se sabía si tocaba piso o había sido arrastrado con ella al pozo tanto por la gravedad de la atadura como por propio deseo, que en definitiva era lo que motivaba a cada persona a meterse dentro.

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