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| • El pozo de Amarna • |


Rory Despard
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-¿Hija de Atenea? Ehhh... Nunca pensé que los dioses olímpicos del panteón griego existieran de verdad. Aún así me parece casi inverosímil, madre. El abuelo Andrew no... o sea, no creo que él haya querido tener una hija fuera del matrimonio... es obvio que esta divinidad lo debe de haber utilizado sin su consentimiento. Sólo espero y confío en que la abuela Lyla jamás se hubiese enterado de tal deshonra... pero bueno, esa historia ya es cosa del pasado... y tendremos que aprender a mentalizarnos con el tiempo. Lo que sí me parece curioso es que Talia no existe... en un futuro que cada día cambia más con mi presencia aquí... Tal vez sea hora de volv...- fue lo que alcanzó a decir el fenixiano, debido a que no quiso terminar su frase para no preocupar demasiado a la McKinnon. El paseo transcurría lentamente; aunque el viento poco a poco empezaba a soplar cada vez más fuerte, provocando que los cabellos de los dos pelirrojos se mecieran con insistencia, pero no la suficiente como para incomodarlos. -Tranquila, mamá. El tío Salazar está bien... Tú sabes que él es muy reacio a vivir en sociedad y bajo las normas de una civilización mágica cada vez más estructurada. Su rebeldía y ansias de libertad... son características que siento que heredé de él ¿O no, má? ¡JaJaJaJa! Cada vez que me miro al espejo... lo veo a través de mí- agregó el muchacho extrovertido, justo antes de coger la botella con refresco de calabaza que su madre estaba bebiendo; con el propósito de tomar un sorbo antes de devolvérselo junto a una sonrisa. -Comprendo lo que me dices, mamá... y también sé que tu amor por papá no tiene límites ni barreras... pero llegar a consentir a una "recién llegada" con algo tan delicado como lo es decir, "a viva voz", que ella es su "hija sanguínea" es... un tanto bizarro. Deberían platicar con ella y así expresarle... con sinceridad, lo que sucede. La pueden adoptar... no habría inconveniente, ni yo tampoco me opongo a tener una nueva "hermana-prima"... pero de ahí a tomar el título de "sanguínea"... es distinto y muy freak- explicó el jefe del CCU.


Elros tenía muchos cuestionamientos en base al arribo inesperado de Patricia, tanto así que su inquietud se podía ver reflejada a través de la reiteración con que éste se rascaba la nuca (gesto que tenía arraigado desde que era un nene de cuna) estando ahí sentado con su madre a orillas del lago de Amarna. Al percibir que Annick le daba un nuevo sorbo al jugo, su tranquilidad brotó como botón de rosa; debido a que dicho ademán le dio a saber que ésta no sentía recelo ni escrúpulos de su boca, claramente la Poulain confiaba en él. -¿Los elfos mandaron algo dulce o con chocolate? Tengo ganas de comer... ¿Panecillos de miel?- manifestó el medimago; buscando al interior de la canasta, para ver si su deseo se volvía realidad. -Hay que bajarle los humos a Patri... ¿Quizás está algo demente? Nadie lo puede saber... Ya con la esquizofrenia de Lunática me basta y me sobra. Y madre... ¿cómo van los preparativos para Navidad? Pronto empezará a caer la nieve... el invierno se avecina a pasos de gigante- dijo el adolescente antes de lanzarse una dónut (dona) a la boca, con el afán de calmar el apetito voraz que identificaba a su estómago sin fondo.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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  • 2 semanas más tarde...

Annick esbozó una leve sonrisa al escuchar la manera en que Thomas había tomado la historia de Talia y se refería a ella como una deshonra para Lyla McKinnon.

 

La verdad no podría decir lo que pasó por la mente de mis padres. Yo era muy pequeña cuando ellos murieron, así que en realidad no recuerdo nada sobre el tema de Talia y su origen –comentó manteniendo la mirada clavada hacia el otro extremo del estanque. Respiró profundamente antes de continuar.

 

»Patricia es un poco tímida… seria… –dijo titubeando– no sé cuál palabra es la más adecuada para describirla. Casi no habla cuando está en casa. Supongo que se debe a que aún no siente confianza. Pero si un día se presenta la oportunidad, te aseguro hablaré con ella.

 

Observó cómo el pelirrojo continuaba hurgando y extrayendo cosas de la cesta que reposaba justo entre ambos. La primera impresión de la ojiverde fue que su hijo comía demasiado, pero supuso que se debía a su edad.

 

Lunita no es esquizofrénica –dijo soltando una carcajada–. Es sólo muy parlanchina y efusiva –y controlando la risa, agregó–: No entiendo por qué a algunas personas no les agrada. La verdad es que a mí me encanta convivir con ella. Es auténtica, y además me hace reír.

 

»Cierto, la navidad está cada día más cerca. Tal vez podríamos hacer una cena familiar, aunque me temo que la mayoría de los Gryffindor han crecido demasiado y prefieren pasar esa fecha fuera de casa –agregó con una mueca–. O tal vez podríamos organizar un viaje para salir de la rutina –intentó pensar en un par de opciones para viajar en familia–. Si quieres puedes invitar a alguna chica –agregó mirando a Thomas con picardía–. Por cierto, ¿qué sucede entre Athena y tú?

 

Observó fijamente al fenixiano intentando pillar cualquier gesto que lo delatara. Su instinto le indicaba que el chico se había enamorado, y nadie podría quitarle esa idea de la mente.

 

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  • 2 meses más tarde...

Nathan sintió, por unos segundos, como su cuerpo se precipitaba en caída libre. Al principio, sólo veía oscuridad, una oscuridad tan impenetrable y extensa que bien le habría podido hacer pensar que estaba muerto. Gradualmente, sin embargo, la oscuridad se fue tiñendo de un violeta que dio paso a un azul, que a su vez se degradó en un celeste oscuro. No había rastros del sol en el cielo y a juzgar por las primeras estrellas que ya habían hecho acto de presencia, el atardecer había ocurrido apenas minutos atrás. Poco a poco el paisaje se fue formando a su derredor mientras seguía cayendo, hasta que finalmente la tierra apareció de la nada y su cuerpo impactó contra el suelo.

 

Fue un impacto suave que no le causó ningún daño, amortiguado por un encantamiento mágico que probablemente había sido conjurado en cuanto construyeron el pozo. Se puso de pie rápidamente y se sacudió las manos en sus pantalones para luego quedarse severamente impactado por el paisaje que lo rodeaba: un paisaje completamente distinto al que se esperaba según lo que le habían descrito como 'el paraíso'. No estaba en Amarna, definitivamente. O quizá si lo estaba, era difícil saberlo; había seguido todas las instrucciones para llegar allí pero... ¿qué había pasado con el lago? ¿y el césped verde? ¿y la fresca pero suave brisa que soplaba incesantemente?

 

Todo lo que Nathan veía a su alrededor era desolación: el césped estaba seco, muerto y teñido de un color amarillento intercalado con una que otra maleza que también había perdido su coloración. En el lugar donde supuso había habido un lago tiempo atrás, no quedaba más que una vasta extensión de tierra seca que describía una pendiente descendiente y convergente hacia su propio centro, donde seguramente había estado el centro del lago. A pesar de la ausencia del sol, hacía un calor insoportable y, para zanjar el asunto, no parecía haber nadie más en aquellos terrenos. No tenía ni idea de qué hacía allí o cuál era su propósito, pero quería salir de allí cuanto antes y volver a su vida en el mundo normal. Algo le llamó la atención a sus pies donde, tras bajar la mirada, encontró dos discos de vinilo.

 

- ¿Qué ca.... es esto?

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Siente que cae. No sabe por cuánto tiempo, o hacia donde, pero cae sin control, con los brazos estáticos a cada lado y una de sus manos empuñando la varita mágica. Tiene un colgante que sirve para aligerar caídas, pero no lo utiliza. No sabe por qué, pero siente que no sería muy digno de su parte hacerlo. Tampoco cree que deba usar magia para detenerse, o en todo caso, iluminar algo en aquel trayecto tan oscuro. Ni siquiera sabe si es lo suficientemente digna para haberse lanzado al pozo.

 

Tiene los ojos cerrados, lo que evita que vea el paisaje que poco a poco aparece, y solo los abre cuando siente que la punta de sus pies tocan tierra firme. Frunce un poco las cejas mirando a todas partes, mientras se pregunta en dónde está y por qué no fue acompañada de alguien para aventurarse a un lugar que no conoce. Y que no es lo que le prometieron: la vegetación no estaba fresca, el aire no era fresco, la vida parecía no tener lugar.

 

Mientras camina para encontrarse con alguien, busca entre sus bolsillos su monedero de piel de moke para sacar una botella de agua, pero al bajar la mirada se sorprende al no tener la capa puesta, sin entender en qué momento había desaparecido. Al menos, se dice, el vestido que lleva le ayudará a soportar el calor.

 

Cuando camina lo que para ella se siente como toda una vida, ve una figura masculina de espaldas, mirando algo en el suelo. Emily corre hasta él, sin medir realmente si es una buena idea o no. Quiere salir de allí, quiere regresar.

 

¡Eh, tú! ―brama, quizás de una forma más brusca de la que Emily generalmente utilizaba ―¿Qué... ―titubea al ver el rostro del hombre ― ...sabes dónde estamos?

 

Se dobla sobre sus rodillas recobrando el aliento, lo pesado y caluroso del ambiente hacen que cada paso que da sea una tortura. Se fija en los discos de vinilo a los pies del hombre y vuelve a preguntarse qué hace en ese lugar.

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No sabía que le pasaba; ni siquiera era capaz de entender porque se sentía tan relajada si era evidente que se de alguna forma se había caído dentro de lo que parecía ser un pozo, uno eterno y sin final. Por unos instantes pensó que se trataba de un sueño, pero descartó la idea tan rápido como apareció en su mente, ya que de tratarse de un sueño, lo más probable era despertar antes del impacto final con el suelo.


Le hubiese gustado saber si estaba loca o si simplemente había perdido la noción del tiempo, ya que en ningún momento se dio cuenta que ahora no solo percibía oscuridad a su alrededor, sino que un paisaje desconocido se había formado a su alrededor. Cerró los ojos con fuerza, ¿Dónde diablos estaba, qué se supone que iba a hacer y a dónde iría? Las preguntas aparecieron en su cabeza para sacarla quitarle todo rastro de tranquilidad en ella, por lo que se puso de pie tratando de tranquilizarse y pensar en positivo, quizás con un poco de suerte encontraría algún cartel o a alguna persona.


A lo lejos logró ver dos figuras, por lo que corrió hacia ellas sin importar lo que pasaría después, lo único que deseaba en ese momento era estar en compañía y no le importaba que fuera de algún extraño, aunque cualquiera que la conociera sabía que la joven prefería todo lo contrario.


—Buen…— se detuvo a pensar al tiempo que miraba a su alrededor y se sorprendió al no saber si era de día o de noche—Disculpen que los moleste, ¿Saben que es este sitio? ¿Son de por aquí?— preguntó con la esperanza de que alguno respondiera, por lo que esperaba que aquello no fuese solo producto de su imaginación a causa del calor que sintió al empezar su caminata.


—No sé ustedes, pero yo no recuerdo cómo ni porqué estoy aquí— comentó tras unos segundos de silencio.


Instantes después si vista se dirigió a lo que parecían ser dos discos, sinceramente no sabía que tenían que ver esos objetos tan raros con ese lugar, pero de momento era lo que menos la tenía preocupada.

Editado por Romina Black Lestrange

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  • 11 meses más tarde...
Es bastante tarde en el día, aunque no lo suficiente para que todavía los últimos lazos del sol golpee el rostro del hombre que, a pesar de estar a horas tan avanzadas de la tarde, se encuentra merodeando los terrenos de la universidad. Hacia tan solo unos días que el curso de herbología se anunciaba como terminado, Ollivander se sintió desencantado al respecto, después de todo, aunque aquella asignatura fuera bastante completa no fue lo suficiente para conseguir su objetivo, sin embargo, y tal como lo había mencionado alguna vez, eso solo habría servido como guía a la introducción al tema, ahora era turno del mago comenzar su conocimiento por cuenta propia.


Sin embargo aquella visita de regreso a los invernaderos de la universidad nunca tuvo este propósito tan docto y es que la verdad era que el mago habría de olvidar uno de los libros de pociones de su sanadora, uno que tanto consentía la mujer, pero que con la insistencia necesaria al fin habría cedido a prestarlo a Garry solo con la promesa de que esta vez todo regresaría completo y en una sola pieza a sus manos, era solo eso, y también que le llevara información de contrabando sobre que especímenes de plantas eran las que se estaban cuidando en los invernaderos de la universidad, incluso Bel había marcado algunas que se mencionaban en el libro de pociones, Garry entendía que eran las que se habían agotado en su alacena.


Entonces, Ollivander tuvo que fingirse enfermo durante algunos días para no tener que hablar con Evans hasta que tuviera oportunidad de volver a los invernaderos por el volumen de pociones. Para su suerte, la sanadora pasaría las siguientes dos semanas por los terrenos de su hogar con los Evans, eso, auque no locomplacía del todo, le estaba dando tiempo de sobra al mago para poder recuperar el libro, si es que aún podría encontrarlo. Lo aliviaba saber que al menos aún faltaban un par de semanas antes de dar comienzo a las nuevas clases de conocimientos.


Ha estado caminando rapidamente y distraído durante todo este tiempo, refunfuñando con los mechones que caen en su rostro y hablando consigo mismo de lo difícil que fue recuperar el libro de aquellas mandrágoras adolescentes, los zapatos llenos de fango, su capa y sus ropas están algo fuera de donde deberían estar por la misma agitación que ha hecho para poder salir, como un delincuente, a escondidas del invernadero cuando el guardabosques entraba de pronto a investigar el escándalo de esos vegetales. Algunas gotas de sudor se deslizan por su frente y la agitación que provoca el apresurado paso consigue empañar la parte mas baja de sus lentillas.


Solo cuando ya no escucha más el llanto de las mandrágoras ni aquel monstruoso can del guardabosques es que detiene el paso veloz que ha tratado de disimular todo este tiempo, solo para no parecer un verdadero malhechor, aunque siendo honestos salir a hurtadillas por la puerta trasera del invernadero y esconderse detrás de una gran roca que pareciera brotar del suelo no le está favoreciendo.


Sintiendo que le cuesta cada vez más respirar es que apenas piensa en qué tan lejos debe estar de los terrenos de la universidad para poder desaparecer. Ni siquiera lo ha intentado y es que sabe que, aunque pronto la noche caerá sobre él, y que no ha sido enviado oficialmente a estar ahí, no le apetece volver a casa todavía.


Debajo de su brazo lleva un par de libros, algunos de notas y aquel que le pertenece a la sanadora, con cuidado los guarda en el saco con aquel encantamiento que le permite llevar toda clase de cosas a pesar de su tamaño, para después guardarlo en uno de los bolsillos de su abrigo de donde saca un raro reloj que tiene mas de cuatro manecillas marcando nueros y figuras del mismo modo en que lo haría un reloj ordinario.


Finalmente levanta la vista, ya una vez sintiendo que se recupera de aquella agitación. Es ahí cuando sus ojos se topan con algo que consigue que el mago olvide el resto de su escape, un pozo se manifiesta a tan solo algunos metros de distancia, tan misterioso y repentino que Ollivander permanece ahí quieto como si estuviera congelado en el tiempo, tal como la escena que tiene ahora enfrente. Después de un largo minuto contemplando aquel marco es que gira su vista alrededor.


-El pozo de Amarna- dice volviendo a fijar con sus ojos de color dispares aquel claro solo perturbado por el viejo hoyo.


Conocía de el pozo su historia gracias a Bel, claro, ella le había contado un meloso cuento al respecto que, por supuesto, aunque la hubiera escuchado de principio a fin, la Evans jamás tuvo la completa atención del mago, porque algo le decía a Ollivander que era todo ese romanticismo con el que a Evans le gustaba narrar sus historias lo que convertía en algo falso aquel relato. Con un último suspiro de alivio es que se incorpora nuevamente, apoyándose de la peña a su espalda para no perder el equilibrio que de pronto cuesta por lo entretenido que parece con el pozo. Solo es capaz de avanzar un par de pasos en dirección a la mina antigua cuando los sensibles oídos pueden escuchar a alguien mas que merodea a sus espaldas.


-¿Quién esta ahí?- habló arrastrando dulzosamente las palabras sin perturbaciones, sonando tranquilo como siempre sin siquiera voltear a quien ahora lo acompañaba, pero tanteando con discreción si es posible hacer una desaparición desde ahí, aunque fuera a otro extremo de la universidad.


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Los ojos de Ellie se mantienen fijos sobre aquel pozo que se dibuja a la distancia, pero lo cierto es que, en realidad, no lo observa. Está sentada en una banca de piedra, a muchos metros, con la suave luz del final de la tarde cubriéndola como un manto tibio. Es consciente de que está en Inglaterra, pero todo es diferente. Por supuesto, sabe que aquello se debe a una precisa combinación de encantamientos meteorológicos y edafológicos, la cual traslada, por lo menos en cuanto a sensaciones, a cualquier persona que visite la Universidad a Egipto. A decir verdad, prefiere la atmósfera de Ottery St. Catchpole, pero ¿por qué no quedarse sólo un rato más? Nadie la está esperando, de todas formas.

 

Hace alrededor de una hora, se anotó en el Ateneo para un curso avanzado de Runas Antiguas. Aquella es una rama de la magia a la que no dedicó estudio en los últimos años, pero nunca es tarde. No, en realidad, ¡todavía le falta mucho por aprender! En su habitación, en la cabaña a las afueras de Ottery, hay una pila de libros y amuletos de una magia de la que nunca había oído ni leído. Pretende estudiarlos, no tanto por el uso que les pueda dar, sino simplemente para saciar esa sed de conocimiento y descubrimiento. Así es la magia, para ella. No poder, sino... la posibilidad de descubrir una cara de la moneda. En cuanto a los muggles, ellos estudian el otro. Ellie, en ocasiones, se imagina cómo sería el mundo si tan sólo ambas comunidades pudieran convivir juntas, sin ningún tipo de segregación ni secretos. ¡Las maravillas que podrían lograr juntos!

 

Pero se arruinaría. Somos humanos, al fin y al cabo.

 

Sin ser apenas consciente, se ha levantado y ha caminado hasta el pozo, con la Saeta de Fuego colgada de forma cruzada tras su espalda, gracias a una correa de cuero, y llenándose el ruedo de la túnica y las botas de charol negras de la arena dorada del desierto.

 

―¿Quién está allí?

 

Ellie parpadea, para despejar sus pensamientos y prestar atención a la realidad. Está a un par de metros del pozo. Apoyado en su borde, dándole la espalda, hay un sujeto alto. Se le hace muy extraño que comience una conversación con alguien a quien no ha visto de frente, sin un propósito en específico. Sin embargo, se siente forzada a responder.

 

―Ehm... ¿yo?

 

Curiosa, camina hacia el pozo. Cuando se acerca al borde, observa el rostro con aquellas tres llamativas cicatrices, producto de una especie de zarpazo. Ellie lo reconoce.

 

―Oh, eres tú ―no está muy segura de cual sea su nombre, sólo que es probable que sea un Ollivander, debido a la dirección que dejó en su tienda de antigüedades y restauraciones, en el Callejón Knockturn. No está acostumbrada a reconocer muchas caras, pero descubre que hay algo agradable en ello: un ligerísimo toque de familiaridad, algo que no siente desde hace un tiempo―. ¿Te gustó tu regalo de cumpleaños?

 

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(había mandado el post incompleto xD)

Editado por Eileen Moody

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Apenas ladea la cabeza a un costado observando con rostro malhumorado, por encima de su hombro, a la persona que le ha contestado de manera nada fructífera con aquel pronombre vacío de información, aunque, la verdad era que se hubiese quedado tan en blanco como si, quien fuera, se hubiera presentado con su verdadero nombre. A pesar de ser de ese modo, culpará a todas esas doctrinas con las que fue educado por encontrar la respuesta de la mujer como una de mal gusto y de la que solo puede reconocer que, por el tono de su voz que parece ausente o la respuesta tan sencilla, al menos no tendrá que dar una justificación ante las autoridades de la universidad por hacer un alboroto en los invernaderos.

 

Es solo cuando escucha a la otra persona acercársele que decide terminar por girarse para encontrarse con ella, su gesto se ablando un poco cuando tiene que bajar la mirada bastantes centímetros de su propio horizonte para encarar a la desconocida. Ollivander alza las cejas de modo extrañado, a esta persona de verdad le gustaba ser bastante obvia, ¡por supuesto que era “él” !, pero ¿Quién era ella? Hizo una venia cuando ella lo decía con frescura, fingiendo sonreírle, “simples cortesías”, sin embargo, no dice nada más cuando la mujer ya está casi junto al pozo.

 

Su repentina pregunta consiguió dejarlo perplejo ¿Un regalo? descolocado en un solo segundo, parpadea rápidamente en un intento por reacomodar las lentillas que se han movido dentro de sus ojos, consiguiendo enfocar de ese modo el rostro de una mujer joven. El mago no intenta parecer perdido en tratar de reconocerla de algún lugar donde Garry estuviera recientemente, sin embargo, retrocede de ella un par de pasos para tener una mejor visión de toda la joven, y sin mucho escrúpulo recorre con la vista todo el conjunto “compacto” que es, pero nada es de ayuda.

 

Finalmente decide prestar atención a ese acento al que ha pasado por alto hasta entonces, aquel nada londinense que traslada al mago a un sucio local de antigüedades en el callejón Knockturn ¿Cómo por qué había terminado el mago en ese lugar aquel día? Si Bernadette se enteraba de donde es que se había metido esa mañana seguro no estaría escabulléndose ahora por los terrenos de la universidad sin compañía.

 

-Señorita Knockturn- se llevó las manos a los bolsillos del pantalón exhalando de alivio por al fin dar con algo, era solo poca la información que tiene de ella así que por ahora servirá para Ollivander -Recibiré, para mi festejo, una obra maestra ¿sabes? todo perfecto salvo, tal vez, por esa parte en la que la receta “apple crumble" se llevó el protagonismo- tal parecía que algunas hojas, que estaban sueltas aun, se colaron en el viejo libro que compraba en el local de la muchacha esa otra mañana -Es una verdadera pena de que no disfrute del pastel- Ollivander desvió cuidadosamente la mirada tratando de averiguar con discreción de donde es que la mujer había salido, no es que sospeche cualquier cosa de ella, pero consideraba sano para su mente saber cómo volver al camino que lo lleva fuera de esos terrenos.

 

Sin embargo, cuando devuelve la mirada a esa mujer se le ocurre entonces que no necesita dar tanta prisa a su escape por ahora -No puedo ir a devolver las páginas culinarias que no compré, porque al parecer el dueño de la tienda no está donde debería…- se encoge de hombros montando drama con rostro serio -Las tomare como un bonus- en lo que parece una sonrisa torcida fugaz le guiña a la mujer.

 

--¿Has venido a ver el pozo? - pregunta finalmente, girando sobre sí mismo para estar de nuevo frente al hoyo profundo del cual no se le distingue un final, Garry piensa que ha visto algo como aquello en algún otro lugar, pero al igual que con la muchacha se está tropezando a solo decir palabras -Si calleras ahí sería muy difícil sacarte- se inclina solo un poco más hacia adelante.

 

No cree saber qué tipo de gente es ella, no sabe absolutamente nada más que su posible origen y aun así se aventura a pensar en que no es esa mujer el tipo de personas a las que, leyendas como esta que contaba el pozo de Amarna, fueran de su interés, de cualquier forma él no tiene nada para garantizar lo contrario.

Editado por Sain M. Ollivander

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"Señorita Knockturn". Ellie se ríe por lo bajo, sacudiendo ligeramente la cabeza. El apodo es... interesante, ahora que conoce la reputación del callejón Knockturn, la cual sin embargo no le molesta mucho. Aquella risa, no obstante, no es sólo de despreocupada diversión. Le agrada aquella sensación de ser familiar para alguien que no sea un familiar o un compañero de trabajo. A pesar de que por un lado su vida allí no sea lo que había imaginado, lo cierto es que le agrada mucho estar allí y pretende asentarse permanentemente (lo cual, obviamente, sólo dirá a sus padres en el momento adecuado). Incluso una persona de carácter introvertido como ella tiene la esperanza de tener amigos.

 

Si bien su fracaso restaurando el libro de cuentos la dejó con un mal sabor de boca por un par de días, ahora ya no es algo que le afecte. A pesar de que su negocio tarda en prosperar, lo cual es entendible debido al poco tiempo que le dedica, ha logrado realizar aunque sea un par de trabajos exitosos: entre ellos, está la restauración del retrato de una bisabuela, la cual no podía hablar con sus descendientes debido a las capas de polvo y telarañas ni tampoco podía ser limpiada por cualquiera, debido a la fragilidad del lienzo. Esas monedas de oro, de hecho, son las que pagarán su curso de Runas Avanzadas, puesto que todavía no ha recibido su sueldo mensual (aunque, antes de que tenga las monedas en su cuenta, ya puede ir viendo cómo desaparecerán entre gastos básicos y un par de antojos). También está el asunto de que la investigación de la Cámara de los Sueños ha sido muy fructífera, lo cual añade un par de puntos a su buen humor.

 

Así que, si el muchacho hace aquel comentario sobre las páginas de crujiente de manzana entremezcladas con su cuento sólo para molestarla, no lo logra. Incluso le parece bastante divertido el asunto.

 

―Bueno, suena como que, al fin y al cabo, te gustó el crossover ―replica Ellie, quien se sienta cuidadosamente al borde de la fuente. Con cuidado, sosteniéndose con firmeza, se inclina ligeramente hacia adelante para observar el fondo de la fuente... Nada interesante, sólo oscuridad. Vacilante, saca de un bolsillo de su túnica una moneda cobriza, cubierta por un par de pelusas. La deja caer, agudizando el oído, pero pasan los segundos y no oye el golpe o el chapoteo.

 

>>¿Es que hay algo especial con este pozo? ―suelta de inmediato, pues, ¿por qué habría de preguntar si vino a ver un simple pozo, teniendo aquel paisaje exótico?― No tengo planes de lanzarme, así que no te preocupes...

 

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  • 2 semanas más tarde...

Es una larga y torcida sonrisa lo que esta vez hace que su rostro se arrugue “así que ¿un crossover?” Si, es muy divertido para él que se diga algo como aquello con tanta frescura, quizá porque es un término poco común el que ella usa o por el simple hecho de que encuentra simpático como es que su libro incompleto no es más un problema para ella. Entonces asiente en un solo y firme movimiento para contestar positivamente que quizá volverá a leerlo incluyendo el postre de manzanas.

 

No se molesta en fingir que encontrarse con ella en un lugar como este lo alegra o lo sorprende, ya aprendió del Ottery St. Catchpole, y sus alrededores tierras mágicas, que entre más tiempo pasa uno merodeando por sus calles más chico se vuelve el lugar. Reconocer rostros de algún sitio u otro es algo menos complejo cada vez y sin haber pasado mucho tiempo Ollivander dejó de sentirse sorprendido por ese tipo de situaciones.

 

Es curioso, sin embargo, aquel pensamiento no lo perturba tanto como podría haberlo hecho tan solo un año antes, él no se molesta en fingir que encontrarse con ella lo sorprende, pero se siente boyante cuando responde no negativamente a su apodo improvisado. Justo después de eso divaga en pensamientos, ¿era por este tipo de cosas que debe siempre comportarse en todas partes? “uno nunca sabe con qué clase de desconocidos se puede estar hablando” en algún rincón de los callejones había escuchado algo como eso, pero ¿no era eso lo sugestivo cuando no conoces a alguien? Los ingleses tienen manías que, aunque las leyera todas en libros, Garry jamás terminará de entender.

 

-¿Vendrías aquí solo por el paisaje? ¿Qué hay de especial en él? - pregunta divertido.

 

La verdad es que, viéndolo con detenimiento y sin las prisas de ser atrapado por el guardabosque por alborotar los invernaderos, si es un lugar atractivo para estar. Aun así, ir a "solo estar" ahí para contemplarlo tiene la misma relevancia que "solo ver" un pozo, piensa él, porque cree que en toda la universidad puede haber parajes más antójable para “solo ver y estar”.

 

Se inclina solo un poco más hacia adelante con la pura intención de también escuchar el final de aquella moneda, pero no importa que tan entrenado esté su oído canino, él no fue capaz de escuchar nada. Frunciendo el entrecejo extrañado se pregunta si su acompañante se ha percatado también de ello.

 

-¿Me prometes que no te lanzaras? De verdad me sorprende que tengas permiso de estar aquí sin acompañamiento de un adulto, aunque pensando en el lugar donde nos conocimos…- Ollivander hace un esfuerzo por recordar bien las circunstancias de aquella vez -Supongo que la universidad no es un lugar nada peligroso para que vaguees- se encuentra bastante animado cuando platica con ella, su mal humor se ha ido después de un rato, aunque aún puede sentir alterados sus nervios.

 

--Espero que no pidieras un deseo- vuelve entonces su mirada a la oscura profundidad del pozo -Tendrás que ir a buscar tu moneda y hacerla salpicar si quieres que se cumpla- como si fuera peligroso (o desagradable) tocarla, él apenas ejerce un pequeño empujón con su dedo índice sobre la pequeña espalda de la mujer -¿Qué deseo es el que has pedido, Knockturn?- preguntó casi completamente distraído, con la mirada perdida en la oscuridad y empujando nuevamente a la mujer.

 

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