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Metamorfomagia


Amara Majlis
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No, tu no tendrás que mirarte al espejo. En lugar de eso tendrás que concentrarte para conectarte al lugar de donde procede tu magia. El lugar donde aguarda el poder.

Amara había elegido ese lugar de su casa con cuidado, lo había liberado de muebles y cualquier objeto que pudiera distraer al aprendiz, dejándolo con lo esencial para que lo importante fuera la persona y no lo que la rodeaba.

El aprendizaje y la evolución en habilidades tan complejas va en función de cada uno. -dijo Amara- Hay veces que se tardan pocas horas en lograr un cambio, otros se van logrando a lo largo de los días. Más de uno se ha dado por vencido por no lograr apenas un avance después de un elevado número de días. Depende de ti ya que el concepto es subjetivo, se trata de conectar con nuestra propia fuente de magia y moldearla a nuestro antojo.

Con un simple pensamiento, el cabello de Amara pasó del rubio al negro azabache. Cogió un mechón entre los dedos índices y corazón y se lo mostró a Athena desde su posición. El cambio era mucho más visible que el realizado en sus ojos unos minutos atrás. Podría haber alterado la forma de sus labios o la forma de su nariz, pero quería que Rouvás empezara por algo mucho menos complejo.

¿Ves? Yo sólo he tenido que visualizar el cambio. El ser humano es como un lienzo en blanco. Aquel que descubre como hacerlo, puede poner las formas y colores a su antojo. Puedes ser un hombre corpulento un día y al siguiente una chiquilla pizpireta, la Metamorfomagia controla toda la amplia gama que puedas imaginar. Puedes tener unos labios más carnosos si así lo deseas, quizás algo casi imperceptible, mientras sigues siendo tú. Pero primero empezaremos por algo simple, luego iremos avanzando.

El color de cabello de la Arcana volvía a ser rubio nuevamente.

Quiero que cierres los ojos y respires, relájate. Deja tu mente en blanco. -su voz era suave y tranquila- Céntrate en ti, en estar conectada al núcleo de tu poder mágico. Visualiza cómo cambia de color tu melena por completo, eres un lienzo en blanco y tú la propia artista. Imagínate así.

No había prisas para el cambio así como no había relojes en la habitación que pudiesen molestar con su eterno tic tac. La Arcana observaba y daba pautas mientras esperaba que Athena fuese capaz de lograr llevar a cabo lo encomendado. Pequeños pasos antes de empezar a correr.

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Definitivamente es que, no aprendía. Las había pasado canutas con las pruebas de Videncia que al final, me apunté a la habilidad de metamorfomagia. Esperaba que fuese un poco más benévolo que su otro compañero. Por varios compañeros sabía que era una mujer, pero no tenía ni idea de cómo era su aspecto físico. Era lógico ella usaba ese poder en su propio beneficio y yo, estaba más que interesada en aprender ese arte, para aprovecharme de ello... Esperaba o rezaba a algún ser superior (?) que mi viejo mentor y vampiro, Lázarus no estuviese en ésta ocasión. No tenía ganas de volver a pasar por todo aquello.

 

Suspiraba mientras me cambiaba en el castillo Rambaldi. Me había puesto cómoda, cómo siempre; camiseta, cazadora, tejanos y botas de piel de dragón. Recogí el monedero de piel de moke, con todos los utensilios que me podrían servir además de, por supuesto, la varita. Llevaría la de álamo porque parecía que potenciaba todos los poderes que poseía y bueno, era la que utilizaba generalmente, para éstos quehaceres. Miraba el espejo y atándome el pelo con una cola de caballo alta, tomé mi arma mágica y me desaparecí del castillo...

 

Lo hice en las puertas del lugar mágico y me dirigí hasta la puerta principal. Cómo no sabía en qué lugar se encontraba la casa de la Arcana, pregunté a uno de los empleados y me indicó el lugar a dónde ir. Al parecer, estaba cerca de la entrada principal y para allá encaminé mis pasos. No sabía si en ésta ocasión, contaría con compañeros o con conocidos para hacer la habilidad... Era mucho más ameno y así aprenderíamos juntos un nuevo poder. Llevaba conmigo el anillo de la habilida de animagia.

 

Lo acaricié con cuidado, para relajarme, no sabía porqué estaba tan nerviosa. Giré hacia la izquierda a lo largo del río y crucé los jardines de la Universidad, hasta dar con la casa de la mujer. No sabía si llamar o esperar a que saliera. Así que, suspirando de nuevo ese día... vi como el sol brillaba intensamente. Negué con la cabeza.

 

Di tres toques a la puerta y esperé a que la arcana se asomara desde el interior o al menos esperaba que estuviese en casa.

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Sé que no queda bien desperezarse en público pero es que estaba muy cansada. Aún no había superado la dureza que había sido vincularme al Anillo de Videncia. Me hubiera gustado descansar un poco más pero el hecho que Heliké fuera a cursar aquella Habilidad, me hizo olvidar mi necesidad de recuperarme y corrí a apuntarme a las enseñanzas de aquella arcana. No conocía del todo a aquella mujer aunque sabía que era muy docta (como todos los Arcanos), que era mayor (algo que nunca le diría) y que le gustaban los festivales benéficos, algo que yo adoraba.

 

Sólo por eso, sabía que me iba a caer bien.

 

Acudí con ropa sencilla, un vestido largo de cuadros y unas sandalias simples con las que caminar rumbo a la vivienda de la Arcana. Ella estaba muy cerca de la entrada de la Academia, así que no me costaría encontrarla. Me perdí, pero no por desorientación sino porque observar aquel río me producía una sensación de calma y bienestar que hacía mucho tiempo que no sentía.

 

Y, hoy, lo necesitaba. Estaba algo alterada y no tenía muchos ánimos para nada. En realidad, ni para estudiar. Preferí quedarme un rato en aquel puente y observar sus aguas, alejándome mentalmente de aquellos chillones estudiantes que cruzaban rumbo a la Universidad. Preferí estar allá y disfrutar del fluir del líquido azulado y relajarme. Sabía que en cuanto cruzara la puerta de la Arcana de Metamorfomagia, perdería toda la paz que ahora gozaba.

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—Concentrarme en mí... —Se quedó con esas palabras de Amara.

 

Curvó bien las piernas y enderezó la espalda, en una clásica posición de meditación. Cerró los ojos e intentó concentrarse. No había sonidos que pudiesen distraerla pero al principio los sonidos estaban dentro de su cabeza; eran sus propios recuerdos que traían voces conocidas. Volvió a cuando era niña, a cuando conoció a Isabella, una bruja de los Estados Unidos que estaba visitando a su abuelita en Grecia, esa era la mujer que practicaba la metamorfomagia, aunque evidentemente no recordaba bien los detalles de su rostro. Quizás era muy pequeña, quizás no se fijó demasiados en ellos.

 

Pero si recordaba verla cambiar de color de ojos, de color de cabello, de facciones, de tamaños, no con el afán de presumir pero si con el de mostrar otra matiz de la magia, uno intrigante y poco conocido. Ella también había mencionado algo de ser un lienzo en blanco, pero no lograba recordar las palabras exactas.

 

Al final logró que ese recuerdo se fuera apagando y se fue quedando con lo que la Arcana le pedía, el silencio, el buscar dentro de sí misma. ¿Dónde era que concentraba su magia? ¿En la mano? No, allí solo la movía para luego canalizarla con ayuda de la varita, la magia viene de otros lugares, de muchos lugares a la vez. Viene de la cabeza, de los recuerdos, del corazón, del cariño a otros seres queridos. Viene de todo el cuerpo, la energía corre por cada poro...

 

Ahora...Soy un lienzo en blanco que debe ser pintado... Intenta imaginar su figura como la recuerda de mirarse en el espejo, lo que más siempre resalta, o que para ella más significa son el color de sus ojos y su cabello rizado, son iguales a los de su madre. Elige un color... No pretende cambiar ambas cosas, eso hubiese sido demasiado para una bruja novata en el tema, así que se centra en el cabello, a su juicio lo más accesible, y luego piensa en el color rojo, uno vivo aunque no demasiado chillón.

 

No sabe cuánto tiempo ha pasado pero de seguro va uno considerable.

 

Los colores van volviendo en su cabeza, ahora se ve así misma como siempre pero con un mechón de cabello rojo, más que nada las puntas de abajo. Decide que puede abrir los ojos para ver si lo ha conseguido.

 

—Bueno... no se si ha funcionado. —Habla bajito al principio para luego recuperar el tono habitual. —Creo que no. —Comenta un poco decepcionada al echar todo el cabello sobre un costado e ir revisando rulo por rulo. Rouvás no puede darse cuenta que ha conseguido cambiar algo a rojo solo que no era lo esperado. Su ojo izquierdo está colorado, necesita pensar mejor en la parte del cuerpo que desea cambiar.

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El ser una Animaga, no le limitaba en ningún aspecto mucho menos ahora poseer el anillo que le reconocía como Nigromante dentro del mundo mágico. Era una persona sumamente ambiciosa y codiciosa, jamas cesarían sus ganas por adquirir mas conocimientos y poseer todos los anillos que otorgaban cada una de las habilidades.

 

Era de esperarse o ¿no? chasqueaba la lengua con parsimonia. Acomodando la capa de viaje sobre sus hombros, varios hilillos adornaban la parte del pecho y la espalda, dibujando un basilisco que le recordaban de donde provenía y a donde la había llevado el poseer la sangre más pura que corría por sus venas. Una digna Malfoy, arrogante y elitista hasta la médula de los huesos, megalómana y controladora, astuta y manipuladora. Contrastando todo aquello con una fría mirada que era capaz de congelar el mismísimo averno de proponérselo, celosa de todo lo que poseía y anhelaba poseer.

 

Ha llegado la respuesta siseaba su elfo personal acomodando la varita de la bruja en la pretina de sus jeans. Le alegraba tenerle de vuelta, servirle como en los viejos tiempos y desvivirse por ella a toda costaActive el hechizo de su grimorio, junto con el resto de precauciones que me ha pedido tomar agregó quedándose en silencio un momento. Sabia que a la rubia le enfadaba escucharlo parlotear todo el día, que si esto, que si el otro, porque siempre acababa ganándose una mirada de reproche.

 

Perfecto, ya le has avisado a mi esposo Stephen que me ausentaré, ¿verdad?torciendo una media sonrisa le asesinaba con la mirada. Aquel cuestionamiento se podía asemejar a una daga afilada, surcando el viento peligrosamente, buscando una victima en la cual clavarse y arrancarle algo más que unos cuantos litros de sangre del cuerpo. Tal y como era ella, pura maldad que casi siempre causaba más de un destrozo por donde pasaba, compararla con un huracán o tormenta eléctrica, no siempre era dar en el clavo de como era realmente Juv.

 

Mantén todo en perfecto orden, no dejes que nada se te salga de las manos. Porque de ser así, ya sabes las consecuencias, no deseo tener que recordarte la ultima tortura a la cual te sometí y casi pierdes la vida por ello sus orbes azul oscuro eran un mar embravecido, pocas veces la serenidad reinaba en ella y eso era lo que le fascinaba de su personalidad. Siempre mostrarse como un ser puramente maquiavélico y desalmado a todas luces, si lograba cambiar su aspecto físico y mutarlo exitosamente, si que seria imposible descubrir las fechorías que cometería contra el mundo mágico.

 

Desapareciendo en medio de una espesa bruma, emprendía su viaje hacia el sitio donde habitaba la Arcana Amara. Su nueva tutora, la persona encargada de brindarle todos los conocimientos sobre la metamorfomagia y los pros y los contras de poseer tan peculiar don. El verse con el cabello castaño o ojos violetas, si que despertaba de forma irremediable la curiosidad de la inglesa, lograr mimetizarse con el ambiente y dejar de verse como lo hacia cotidianamente, no era algo que le agradará del todo. Le hastiaba la costumbre y haría lo que fuera necesario para desterrarla de su vida costará lo que costará.

Editado por Juv Malfoy Croft

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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El tiempo que permanecí en el puente se fue alargando, tal vez algo más de lo usual, teniendo en cuenta que yo había acudido allá para pedir una guía a la Arcana de Metamorfomagia sobre ciertas características individuales que me hacía dudar de mi cordura.

Todos quienes me conocen saben que estoy algo loca, sin dudarlo. Pero hacía tiempo que había notado cambios estructurales en mi cuerpo que en un principio había tomado como efectos secundarios de algún brebaje que suelo tomar en exceso. Cuando no es una herbovitalizante, es una pócima de sueño o un crecepelo, si no es una mugleosa taza de té. Gustaba de tomar mil tipos variados de tisanas y, porque soy algo temeraria, no me importaba probar los potingues de mi secretario Babila, cuyos ingredientes prefería no conocer. Por eso, al principio, pensaba que eran efectos colaterales de mi pasión excesiva por los tés y pociones dudosas.

También me había dado cuenta que, en el Circo, a veces me desmaquillaba de mi disfraz de payasa y que las cejas me seguían del mismo color blanco, aunque lo tildaba de ser un producto desmaquillante de mala calidad. Sin embargo, pronto empecé a sospechar que era yo la del problema.

Sentí la necesidad de poner los pies en el agua así que me quité las zapatillas y metí los pies dentro. Fue una sensación curiosa el sentir el agua entre mis dedos escurrirse como gotitas que hacían cosquillas al resbalar poco a poco hacia su lugar de origen. Disfrutaba del agua, qué duda cabe; por algo era una animaga que me convertía en un animal marino. Sentí un estremecimiento y un leve dolor de las falanges de los dedos y, para mi sorpresa, al sacar uno de los pies del agua, comprobé que tenía una membrana entre los dedos.

Ladeé levemente la cabeza, interrogativa. Sí, era totalmente necesario acudir ante la presencia de la Arcana, pensé cuando vi desaparecer la membrana entre los dedos y convertidas en mi del pie de siempre. Ya no podía demorarlo más.

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Un aviso entró de forma completamente silenciosa, llegando a las manos de Amara Majlis, la cual desenrolló el pergamino. Tendría un par de nuevas aprendices. Las cartas llegaban casi siempre con un par de horas de antelación, por lo que supuso de forma errónea que las mujeres tardarían en llegar. En pocos minutos la Arcana de Metamorfomagia tendría a una de ellas llamando a su puerta, aunque como no tenía el don de Sajag no podría saberlo, claro.

Mientras tanto, Amara observaba la silenciosa concentración de Rouvás, que intentaba canalizar poder tal y como ella le había aconsejado. Cuando la muchacha abrió los ojos, uno de ellos había cambiado de color, dándole una apariencia un tanto extraña como uno de esos adorables huskies aunque mucho más inquietante. Athena miraba a su pelo decepcionada sin ser consciente que lo que cambió fue otra parte de su cuerpo.

¿Estabas intentando alterar el color de tu cabello, querida? -Amara sonrió levemente- Sí lograste un cambio, lo único que necesitas es un poco más de práctica.

La Arcana le tendió el espejo de mano a la muchacha para que viera por ella misma lo que había ocurrido. Al ser la primera vez era difícil canalizar de forma correcta la corriente de poder. La muchacha debía sentirse orgullosa, era un gran paso el que había logrado dar aunque no fuese en la dirección que ella deseara en un principio.

¿Recuerdas la sensación? ¿Cómo te has concentrado? -preguntó Amara- Intenta poner el otro ojo del mismo color de rojo mirándote al espejo. Respira hondo y canaliza.

Tres toques. Unos nudillos contra la madera de la puerta principal. La Arcana miró en dirección al ruído y luego se levantó del suelo en un movimiento elegante y fluido. Había supuesto que las nuevas incorporaciones tardarían un poco más, al parecer alguien se encontraba impaciente por aprender.

Vuelvo en unos minutos, Athena. Ya sabes lo que tienes que hacer.

En ese preciso instante, la Arcana movió la varita y mientras ésta se dirigía a la puerta, los útiles de la mesa se iban acomodando de nuevo para recibir a un nuevo invitado. La tetera comenzó a calentar el té, lo mismo la cafetera. Abrió la puerta y descubrió tras esta a una mujer que vestía de forma sencilla y práctica. Los ojos azules de Amara la recorrieron de arriba a abajo y luego le sonrió con amabilidad.

Bienvenida. Soy Amara Majlis. ¿Y tú? -le ofreció pasar al interior de la cabaña con un movimiento de la mano- Me dijeron que llegarías, aunque no creía que fuese tan pronto. ¿Por qué no pasas y me cuentas qué te ha traído hasta aquí?

La tetera había empezado a silbar, por lo que fue a quitarla del fuego. Amara esperaba que Heliké no se quedara mucho tiempo en el borde de la puerta sin decidirse a pasar, se le enfriaría la bebida si era así.

Deja la puerta entreabierta estamos esperando a más personas.

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Tras decidir que debía buscar ayuda de un profesional que me ayudara a entender lo que me pasaba, me incorporé, me calcé y recorrí el poco espacio que había hasta la casa de la Arcana. No corrí pero llegué pronto. Me había parecido que estaba más lejos y, sin embargo, la vivienda de la Arcana estaba muy cerca del lado. Pasé al lado de varios estudiantes que irían a otras clases pero yo seguí, con paso firme, hacia la puerta de la entrada. Me pareció ver a mi alumna de Estudios Muggles, aunque no estaba segura y por eso no la saludé, no fuera que alguna desconocida se sintiera intimidada por mis "buenos días".

 

Cuando llegué, me encontré con una personas conocida: mi sobrina Heliké, esperando entrar. Yo la grité; me extrañaba que ella quisiera o tuviera los mismos problemas que yo de transformación y que necesitara el consejo sabio de la Arcana de Metamorfomagia. Cuando llegué a su lado, la puerta ya se había abierto y una mujer la invitaba a entrar.

 

-- ¡Yo...! Yo llego....

 

Aceleré el paso y entré por la puerta entreabierta que habían mandado dejar así para que llegaran los rezagados. Entonces... ¿Éramos más?

 

-- Ya estoy aquí -- dije, de prisa, por temor a que empezara una clase sin mí y me perdiera algo importante. -- Soy Sagitas E. Potter Blue, Arcana, tía de esta muchacha .

 

Di una ojeada a mi sobrina. ¿Por qué ella también se encontraba allá? ¿Es que también sabía poner hocico de cochinillo para divertir a los niños en las fiestas? ¿Es que... era... metamorfomaga...?

 

-- Perdone la tardanza. Me... entretuve por el camino.

 

Y eché una mirada de reojo a mis pies, ya humanos de nuevo.

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El tiempo se había detenido delante de sus ojos, oleadas de diversos recuerdos se agolparon en su memoria. Vivencias que consideraba extintas en su ser, remembranzas de lo que solía ser y lo que era actualmente. Nada cuadraba con lo que se presentaba ante los ojos de los que le rodeaban, no era la misma vampira de meses atrás y lo agradecía enormemente al cambio sufrido dentro del mundo de los muertos. Cicatrices se extendían a lo largo de su cuerpo, marcas de las batallas pasadas, muestra viviente de que se mantenla intacta esa vena asesina que palpitaba en lo mas profundo de su ser.

 

Bastaba sólo verlo desde otra perspectiva. Ya era hora, ¿no lo crees?. Se regañaba así misma, tal y como solía hacerlo en sus años de estudiante dentro de Slytherin. La escuela mágica se elevaba ante sus ojos como un majestuoso gigante, empuñando una inmensa porra que en cualquier momento lanzaría sobre Malfoy. Sus orbes cristalinos le lanzaban una miraba amenazante, retadora y cargada de ira descomunal que estaba a poco de estallar contra ese mezquino ser. El meterse con una persona como ella, sólo podía significar dos cosas, morir antes de siquiera ponerle un dedo encima o quedarse hecho pedazos tras adentrarse en las fauces de tan desalmada bestia.

 

La cola de un guepardo sobresalió sobre su clavícula izquierda, delineado esa zona con pequeñas manchitas que descendían por su espalda, dibujando con pulcritud la faz embravecida de tan peculiar felino, ojos azulados destellaban como gemas recién extraídas de una mina subterránea, joyas preciosas que dentro de poco serian rematadas al mejor postor. La Animagia había ofrecido un justo precio, pero la Nigromancia celosa no ceso en su afán por colarse en la vida de la Nigromante. Y ahora estaba a pocos pasos de la puerta de la vivienda de la Arcana de la Metamorfomagia, curiosa la sensación que comenzaba a recorrer toda su anatomía.

 

Vayamos, pues no deseo perder más tiempo.Desapareciendo en ella toda seña de desconfianza, avanzaba con pasos firmes y tajantes. El verse con otra cara era lo que esperaba desde hacia mucho tiempo, cambios grandes estaban por suceder dentro y fuera de su vida. ¿Por qué no recibirles con las puertas abiertas y dejar que le embriagarán con una malicia que hacia tiempo no afloraba en ella?. Cambiar de aspecto físico, no le desentonaba del todo y mutar esos detalles era lo que le faltaba sin lugar a dudas Mi nombre es Juv Malfoy, espero no haber llegado demasiado tarde a la citasiseó notando la presencia de Sagitas y otro par de brujas dentro de la vivienda.

 

Su cuerpo se soltaba lentamente, dejándola con una sombría sonrisa plasmada en sus labios. Gesto que no se atrevería a guardarse para ella, si era momento de comenzar a sacar lo que deseaba explotar en ella como un cambio definitivo, no podía andarse con secretismos que no le llevarían a nada bueno. Quizás tendrían que exponer sus verdaderas intenciones, mostrarse como un lienzo en blanco que esperaba ser pintado con colores oscuros que retrataran lo que verdaderamente era la inglesa.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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La paciencia ciertamente, no era una de mis grandes virtudes, tengo que reconocerlo. Pero la verdad es que me sorprendió no tener que esperar mucho más tiempo cuando, la presencia de alguien, me abrió la puerta. Sonreí y casi pude adivinar que sería mi maestra en esa nueva habilidad de la que estaba ansiosa por aprender. No dudaba en que tuviese ya alumnos dentro de esa casita, o incluso de que viniesen más conmigo para impartir las clases. Sentía cierta curiosidad por saber quiénes eran mis nuevos compañeros.

 

- Señora -asentí con la cabeza en señal de respeto -me llamo Heliké Rambaldi, me inscribí hace poco a sus clases mi señora -volví a asentir con la cabeza acompañada de una sonrisa- bueno, ciertamente estaba un poco ansiosa por aprender y bueno -carraspeé - quería llegar lo más prono posible, mis disculpas por eso... ¿Eh? Ah, sí sí -tenía ciertos nervios porque no sabía cómo sería esa mujer en carácter. Hice lo que me pidió y entré al lugar haciendo lo que me había pedido...

 

- Pues... -me quedé un momento pensativa ante su pregunta - las ganas de seguir aprendiendo y de adquirir nuevas habilidades. No sólo por eso sino que, descubrí que en mi árbol genealógico había algunos metamorfomagos... Así que, como la animagia, lo llevaré en los genes -reí por lo bajo. No sabía si se lo creería, pero también era cierto que bien podía demostrarle cuános de mis viejos parientes habían "obtenido" ese don de forma natural- además que, así por lo menos poder cambiar mi aspecto siempre que quiera sin usar pociones.

 

Una voz más asomó por la puerta, algo aturullada y me sorprendió sin poder evitar alzar las cejas, alucinando...

 

- Mi tía siempre incordiando -chasqueé la lengua. Aún recordaba todo lo que había pasado cuando habíamos hecho la habilidad de Videncia en lo que, los tres (Sagitas Matt y yo) nos habíamos metido en semejante barullo y que casi casi, nos habíamos quedado dentro del Portal. Lo extraño era que casi saliésemos de allí con vida. ¿Esa Arcana tan especial, conocería ya quiénes éramos nosotras dos, aparte de ser familiares cómo bien había dicho tía Sagitas? Seguro que nuestra fama nos predecía, algo lógico...

 

Y una nueva vozz me sorprendió porque no me la esperaba por allí.

 

- ¡Señora Juve! - sonreí a la mujer contenta de verla - me alegra verla por aquí. Vaya, así que, nosotras tres junto a ésta otra muchacha -señalé con la cabeza a Athena- impartiremos clases juntas... bien, bien, bien... ésto se está poniendo de lo más interesante -sonreí con cierto toque burlón...

 

- Déjeme decirle que no ha llegado tarde sino justo a tiempo. Aquí la señora Arcana me ha recibido al mismo tiempo que vosotras -le dije con una sonrisa conciliadora- cuando terminemos le invito a un vozka en el caldero, ¿le parece bien? -le pregunté a la bruja. Bien era conocedora de que, la mujer apreciaba mucho ese líquido en cuánto yo, lo era más con el whisky de fuego.

 

- Esperemos que ésto sea divertido -dije con una sonrisilla - la verdad tengo ganas de aprender -asentí de nuevo, con la cabeza.

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