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Metamorfomagia


Amara Majlis
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Desde su forma infantil, la arcana observaba el cambio que la Vladimir acababa de lograr, al parecer el dejar en duda de que ella pudiera hacer algo le había herido el orgullo y con ello, lograr que ella que Helike demostrará todo el potencial que había guardado para que no fuera criticada. Pero a Amara no le parecía incorrecto de que la gente que era parte de una generación de metamorfomagos demostrara su talento.

Es más, muchas veces se preguntaba el ¿Por qué la gente no demostraba que tenía una habilidad desarrollada a la que quizás le hiciera falta tener control sobre ella? No lo entendía, pero no tuvo la oportunidad de tener una introspección por que la voz de la Vladimir se hizo escuchar sobre la de Sagitas que chillaba ser sacada de aquel lugar en el que la había enviado.

Así que en lo que pensaba a donde enviar a la mortifaga para que realizará una prueba que le demostrara a la Arcana que era capaz de lograr una dominación de la habilidad, antes de la gran prueba, sus ojos avellanados miraban las dificultades en las que se enfrentaba la Warlock, podía traerla de regreso a la cabaña con ello, pero igual le representaría un intento fallido en la habilidad, por lo que procuró ignorarla. Si lograba llevar a cabo con destreza su prueba, tanto ella como el joven Weasley iban a ser regresados a la cabaña pera escuchar la pregunta más deseada.

Señorita Vladimir, ¿entonces desea ser enviada a uno de los lugares a los que envié a sus compañeros? —sin esperar una respuesta por parte de la bruja le envió como apoyo con la Potter Black. El lugar era Corea, pero no la mismo corea en la que se encontraba la mujer de gran poder político y social, sino del otro lado, con el resto de la familia de aquella mujer que lloraba desesperada.

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La mujer que lloraba enfrente de Sagitas se calmó, para ella le era más que obvio que la Potter Black no era parte de la sociedad a la que pertenecía, por lo que podía contarle su situación. Hizo todo lo que pudo para lograr tener una comunicación con ella para que le ayudase a reunirse con su familia. Amara esperaba que Sagitas no rompiera con los estatutos de magia internacional, pero de la misma forma notará que el dinero no lo era todo para hacer una obra buena, así que con un poco de ayuda logro que tanto aquel par de mujeres se entendieran en una misma lengua, como Helike con la familia que se iba a encontrar al llegar a aquel lugar, al igual que Nathan con las personas con las que debía tratar para cumplir su tarea.

Mi señora, necesito su ayuda —fueron las primeras palabras que se escucharon de la fémina de cabellos negros que se hincaba suplicante a los pies de la mujer de cabellos rojizos. La angustia en su voz era notoria. —Fui separada de mi familia, necesito encontrarlos, ellos están en la otra Corea. —fueron sus últimas palabras antes de quedar en un silencio sepulcral.

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Paso de Sagitas a la llegada de Helike a Corea del Sur, donde se encontró con una gran familia de tres infantes y un joven de no más de 30 años que esperaban encontrarse con su mujer, en esta única oportunidad que tenían para reunirse. Amara esperaba grandes cosas por parte de la Vladimir, al final había confiado en que esta habilidad no iba a ser utilizada para algo malo así que lo debía demostrar de alguna forma.

Y así como paso de Sagitas a Helike, hizo lo mismo de Helike a Athena que al parecer el cambio de clima le había hecho desvanecerse, por lo que la llevo de regreso a la cabaña donde se encontraba Juv que aún seguía sin demostrar que estaba lista y tenía una idea de lo que quería. Por lo que esperó a que Athena estuviera consciente frente a ella y le dio una cálida sonrisa mientras chupaba un gran paletón.

Lo siento, me gusto tenerlas por aquí, pero no puedo seguir reteniendolas, regresen cuando estén preparadas para seguir con su instrucción. —dicho aquellas palabras les indicó la salida de su cabaña, para quedar sola en espera de que los tres chicos aparecieran.

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Desde los ojos de Amara, Nathan la tenía sencilla, lo primero era tomar la apariencia de alguien importante para lograr que la comunidad con desnutrición extrema pudiera recibir un poco de alimento, claro, también debía hacer uso de su habilidad de palabra para que aquella ayuda que él estaba realizando no fuera realizada sólo aquella vez, sino muchas más veces. Así que no interfirió en el proceso del joven, al final del día, él no había pedido ayuda.

 

El usar la habilidad de una forma que no fuera sólo de manera estética como cambiar su apariencia, o de forma egoísta como lo era para hacer negocios, era lo que Amara esperaba lograr al instruir a los magos y brujas londinenses, que esta habilidad fuese utilizada para crear consciencia y ayudar al otro.

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¿En serio no tenía ni un pañuelo de papel para darle a aquella mujer? Soy una mujer dura y fría (¡mentiraaaaaa!) pero no soporto que me lloren, no por nada, sólo porque queda feo y antisocial. Carraspeé y acabé por romper una manga de mi capa verde (¡demonios, la que me había dado mi hermana en mi graduación! Como no me la devolviera, a ver como reparaba aquel descosido) y se la di, con gestos tocándome la nariz y los ojos y señalándole a ella. Quedé sorprendida cuando noté cierta gratitud en su rostro y me soltó un "gracias".

 

-- ¡Ah! Hum... ¿De Londres? -- Sabía que no era londinense, por el acento, pero vamos, yo tampoco lo soy, que soy española con un inglés muy académico. --¿De... Ameri.... Haway?

 

Aún tenía la esperanza que la Arcana hubiera decidido regalarme con unas vacaciones en arenas blancas aunque aquello que me rodeaba no tenía mucho de centro vacacional...

 

-- Chosŏn'gŭl -- dijo la mujer mayor.

 

Lógicamente, yo contesté un muy serio vocablo:

 

-- ¿Lo cuálo?

 

Aquella mujer no parecía tan "paleta" como había pensado en un principio. Se limpió las lágrimas con un borde de la manga y después la dobló muy bien dobladita y me la devolvió, poniendo las dos manos por delante y con una inclinación que me hizo enarcar una ceja.

 

-- ¿Ja....pón?

 

-- Koría.. Koría del Norte.

 

Ahora puse una cara bien rara. ¡La Arcana estaba loca! ¿Me había metido en la zona ese del señor "fuertote" que lanzaba cohetes al cielo? Con el trabajo que nos daba a los magos, haciendo que no le salieran bien para evitar conflictos internacionales. Desde el Consejo de los Warlocks, unidos al Departamento de Cooperación Mágica Internacional, estábamos en continuo contacto con los países implicados, sobre todo Japón y su Gobierno Mágico, el Macusa y otros países limítrofes que se veían afectados por su ego creciente. Suspiré.

 

-- ¿Qué demonios hago yo en Korea del Norte? ¿Qué voy a aprender aquí para metamorfomagearme? -- chirrié. La mujer, sin embargo, creo que entendió que le decía algo agradable porque empezó a hablar como un loro y tan deprisa que me perdí la mitad de las cosas. No todas, sin embargo. Entendí que tenia algo o alguien perdido pero yo no soy un perro pastor, ¿cómo le iba a ayudar a encontrar lo que fuera?

 

Después entendí que eran personas que estaban al otro lado. Para mí, aquella expresión ambigua sólo significaba que aquella pobre mujer se había perdido y que, seguro, lo mejor era ir a la policía y dejarla allá, que le buscaran un familiar cercano y se la llevaran.

 

Ahora... Corea del Norte... El del loc... hem... ese presidente tan especial... ¿No era una especie de dictadura?¿Cómo iba a explicarles que no tenía papeles! ¡¡Por los Dioses, estaba allá ilegalmente!! No podía aparecerme en un lugar desconocido y acabar en medio de un cocotero (si es que hay árboles de esos en este lugar)

 

-- Delsud.

 

-- Sí, yo también estoy sudando, señora -- le contesté, algo enfadada por la interrupción. Tenía que pensar cómo irme de allá sin llamar mucho la atención, algo que empezaba a suceder. Algunas personas me miraban y no sé porqué, ni que fuera rara.

 

Lo era. Caucásica, delgadita (más o menos, llevaba unas semanas sin hacer mucho ejercicio), pelo violeta, ropaje europeo con una manga rasgada...... Tenía que largarme de aquel lugar y, lógicamente, sin romper la Ley del Estatuto del Secretísimo si no quería un conflicto internacional entre Inglaterra o Europa en conjunto y los estados asiáticos. Miré a los lados.

 

-- He de largarme de aquí -- ya hablaría después con la Arcana sobre su sentido del humor. -- ¿Sabe por dónde hay una frontera para salir del país?

 

Anda que yo... Hay ciertas preguntas que no se pueden hacer así como así. Mientras la mujer me empujaba hacia un patio interior y me daba una ropa más parecida a la suya (¡dioses, qué áspero! ¿Es que no saben allá que existe el suavizante?) noté que varios hombres con uniforme feo (sí, ponía algo raro pero, no sé porqué entendí que aquello era "Policía") me observaban, avisados por un chiquillo, y que se dirigían hacia nosotros.

 

Me estaba resultando fácil entenderles a todos; supongo que o tengo un don innato para los idiomas o es que alguien me había puesto un traductor simultáneo en la cabeza. El "Alto, no se mueva" lo entendí a la perfección, así que me cambié de ropa súer rápido (Por cierto, ¿dónde demonios me dejó mi varita, Arcana? Juraría que la llevaba encima cuando me hizo la mala jugada de llevarme al extranjero). Me giré justo a tiempo de ver pasar a los dos policías a mi lado. Les miré con algo de miedo (¿por qué no reconocerlo?) y después con sorpresa cuando pasaron de largo, corriendo, con la mano en la porra. Arqueé una ceja y después miré a la mujer mayor.

 

-- Tú Koríana.

 

Me enseñó un espejito y me sorprendí al ver mi reflejo. ¿Cuándo había hecho yo eso? Pelo oscuro, piel amarillo-problemasconelhígado y ojos marrones. Bueno, en esto no hay magia; mis ojos son marrones. Vayaaaaa, ahora era ellos... ¡Curioso...! Siempre he dicho que la presión me obliga a hacer cosas que ni me espero de mí misma. Sonreí.

 

-- Sí, yo koreana. Es un truquillo que me enseñó mi madre -- dije, en tono jocoso, porque no le iba a decir que era una hechicera, ¿no? ¿O sí? Pero la mujer volvió a llorar al sentirme hablar.

 

-- Mi yo madre también. Mi tres madres -- entendí que quería decir que era madre de tres hijos... hem... supongo... -- Mi marido fuera. Koría del otro lado. Koria del sur.

 

--¿Sabe ir hasta Korea del Sur? Oiga, si me acompaña al país vecino, yo le acompaño hasta el país vecino...

 

Sí, la elocuencia no es mi fuerte. Pero seguro que entendió lo que yo le decía: que le iba a ayudar a cruzar hacia el otro lado, donde estaban sus tres madres, o tres hijos, aún no estaba segura de lo que me había dicho. La sonrisa de oreja a oreja de la mujer me hizo ver que me había entendido. Vale... Sagitas haciendo promesas... A ver cómo salía de ésta. Sobre todo, que no se me cambiara el color del pelo o tendría problemas.

 

-- Todo fluye, todo fluye... -- repetí como un mantra. Debía conseguir que la transformación continuara el tiempo suficiente para burlar a la gente que caminaba por allá. -- Bueno, ¿dónde está la frontera esa?

 

Yo servía para ser espía. Seguro que a los dos minutos acababa tiesa en el suelo.

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Ya para cuando le faltaba poco menos de un kilómetro para llegar al pueblo, el Weasley tenía un plan en su mente. En un principio, y mientras descendía la colina, una leve arremetida de pánico lo había desestabilizado por lo aparentemente abrumador de la misión. Sin embargo, y tras razonar con un poco más de calma, cayó en la cuenta de que era un cometido bastante sencillo. No había que pensar demasiado para figurar que debía utilizar la metamorfomagia para lograrlo, y desde un principio se había planteado que con su apariencia pocas chances tenía de convencer a un pueblo entero de que él podía ayudarlos. Bastaron unos cuantos minutos de caminata para refrescarle la mente y que, de forma paulatina, el plan tomase forma en su consciencia.

 

Apenas comenzó a transitar las calles del pueblo (el sendero que lo trajo desde la colina lo depositó justo a las afueras del barrio más rico de la urbe, el cual tendría que atravesar para llegar a las calles más empobrecidas), Nathan clavó la mirada en varios de los transeúntes que pasaban a su lado, ya sea a pie o en auto, intentando hacerse una idea de la gente que vivía allí. La mayoría de ellos tenían tez morena y hábito longilíneo, con algún que otro asiático o hispano dando vueltas entre la muchedumbre. A medida que se fue internando en calles y callejones, reconoció a los más necesitados en distintas situaciones: algunos trataban de ganarse el pan vendiendo objetos o alimentos varios a la gente que pasaba por allí y que cruelmente los ignoraba, otros yacían recostados contra una pared con los ojos cerrados y el cuerpo cubierto por una manta. Todos tenían algo en común: la desesperación.

 

Bastó una media hora para hacerse una buena idea de quién necesitaría ser. Finalmente, se escondió en un callejón al que esperaba nadie ingresaría en los próximos minutos mientras el Weasley atravesaba su transformación. Tras asegurarse de que estaba solo, cerró los ojos y se concentró en quién quería llegar a ser. Decidió poner a prueba el consejo de la Arcana e intentar que los cambios fluyesen solos, sin tener que pensarlos demasiado. Además, se sentía bajo presión por el hecho de que cualquiera podía entrar al callejón y verlo a él en plena metamorfosis. Su instructora estaría atenta, de eso estaba seguro. Imaginó en su mente a una muchacha de tez color café con leche, con un cabello de color más oscuro que se curvaba en rizos diminutos recogidos en una cola de caballo que la hacía parecer como si de su cabeza colgaba una especie de escoba.

 

Su nariz puntiaguda dejaba que sus orbes verdes tomasen el protagonismo de los rasgos de su rostro, cediéndole el segundo papel a sus finos labios que escondían una cálida sonrisa con dientes tan blancos como la sal. Lo impoluto de su rostro sólo era mechado por la presencia de un lunar en su mejilla derecha que apenas alcanzaba a contrastar con su piel. La muchacha no medía más de un metro setenta, y llevaba unos pantalones color caqui con una remera blanca de mangas largas y un suéter amarillo mostaza por encima. Sus pies estaban separados del suelo por unos elegantes zapatos que recordaban a unas sandalias, y de su corto cuello colgaba un collar de plata con una larga cruz.

 

Nathan abrió los ojos de repente, sobresaltado por el ruido de una bocina en la lejanía que logró sacarlo de su ensimismamiento. Sin embargo, no fue la bocina lo que lo sorprendió tanto que casi exclamó en asombro: del otro lado del callejón descansaba un espejo partido a la mitad pero que aún podía reflejar su imagen. Espontáneamente, y sin siquiera hacer un esfuerzo desmedido, se había transformado en aquella muchacha. Ya no era más Nathan Weasley, aquella persona había quedado momentáneamente atrás, su nombre era Camille. Abrió los ojos como platos, sin poder creerse que de repente había sido capaz de transformar su imagen completamente, sonrió al espejo y se quedó ensimismado por lo encantador de su sonrisa: le sería sencillo convencer a la gente. Trató de empujar a lo más profundo de su consciencia el pensamiento que le inquiría si sería capaz de retomar su forma original: se ocuparía de ello más tarde.

 

Probó unos pasos con aquellos zapatos a cuyos tacones no estaba, obviamente, para nada acostumbrado. Al principio tambaleó un poco, y hasta casi se cae por distraerse con un muchacho que pasó frente al callejón, más rápidamente le agarró el truco y a los pocos minutos ya caminaba con aceptable naturaleza. Salió del callejón y evaluó la calle que tenía frente a él, un punto estratégico en función del cual había elegido el callejón del que había salido: en la vereda de en frente había una enorme tienda con verduras, frutas y alimentos varios. Se quedó unos cuantos minutos observando la fachada de aquella tienda y contando la cantidad de manzanas, zanahorias, cebollas, papas, bananas, kiwis, duraznos y naranjas. Cuando tuvo todo lo que necesitaba, volvió a sonreír con satisfacción y se marchó de allí, haciendo silencio para escuchar por primera vez el ruido de unos tacones resonar detrás de sí.

 

Su próximo destino: los suburbios de la ciudad.

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Amara había dejado su forma infantil para volver a la edad con la que les había dado la bienvenida, se encontraba sirviendo una taza de agua caliente para hacer una infusión mientras esperaba que los tres londinenses lograran su prueba, los resultados que mostraban la Potter Black y el Weasley, eran bastante buenos, estaban a solo unos pasos para ser presentados de nueva cuenta con ella y eso le hacía feliz, pero, le preocupaba la joven Vladimir, desde que la había enviado a la prueba no se había movido del lugar donde había aparecido. Sin embargo, Sagitas se encontraba ubicada en Panmunjeom, una de las ciudades fronterizas en Corea, a sólo 30 metros de una edificación azul, donde se llevaban a cabo los tratado de paz y la liberación de prisioneros. Aunque la mujer no era una prisionera, aquel lugar iba a ser útil para ambas brujas de lograr su prueba.

Vamos mi niña, estás a unos pasos de terminar tu prueba. —dijo en voz alta dentro de su cabaña mientras le daba un pequeño sorbo a su té. Sus palabras podía escucharlas Sagitas que seguramente sería la primera en llegar frente a ella y escuchar la pregunta que todos querían escuchar.

Y aunque ella se encontraba dentro de su hogar, su mente y más sentidos se hallaban con los chicos que querían lograr la habilidad, así que estaba al pendiente de la integridad de cada uno, su mente viajo de Sagitas a Nathan. El joven acababa de pasar de un chico a una fémina de tez morena sin problema alguno, Amara estaba feliz, una sonrisa apareció en su rostro, el chico era inteligente en apreciación de la mujer de tez blanca y ojos avellanados, ella intuía que él sabía que una mujer podía ser un poco más convincente que un hombre, pero también sufrían de no ser escuchadas, por lo que esperaba que lo tuviese en cuenta.


~ ° ~


Panmunjeom, Korea


La otra Korea, allá… ahí familia. Guardias crueles y malos.

La mujer de tez blanca señalo a lo que era un edificio azul, el cual estaba rodeado de varios guardias. Conforme se acordaba lo que había pasado en los últimos meses en aquel lugar le daba por llorar, pero trataba de no hacerlo muy fuerte para no llamar la atención de los guardias que se aseguraban que nadie cruzara a Korea del sur.

Uno pasar sin ver. —la frase estaba entrecortada entre el lloriqueo, el hipo y que por su forma de hablar no se le entendía. Lee Shong, nombre de la mujer que era ayudada por Sagitas, esperaba que la mujer que había cambiado su forma de ser, tuviera otro truco igual o mejor bajo la manga para lograr que ella se encontrara con sus tres hijos y su esposo, a los que echaba mucho de menos.

Pero no era capaz de decirle que, si podía cambiar a un chico o hacerse pasar por un guardia, ya que al ser descubiertas ambas podrían morir, ella no quería eso para la mujer que la estaba ayudando sin ninguna interesa, así que espero a la respuesta de ella para terminar de encontrarse con su familia.




~ ° ~


Por el lado contrario con Nathan, la gente que necesitaba ayudar, empezaba a hurgar comida de los botes, bolsas y recipientes de la basura que se encontraban entre los callejones o fuera de las casa y restaurantes que se encontraban en la zona de más solvencia económica. El hambre era tanta que habían llegado a pelearse con los perros callejeros que al igual que ellos buscaban también un poco de alimento, su vestimenta había perdido el color, pero había ganado un olor bastante desagradable y fétido.

Por su situación, los adultos no se acercaban a las personas que no fueran como ellos, pero los niños que deseaban comer algo diferente a lo que habían estado comiendo en los últimos días se acercaban a la mujer de tez morena y ojos verdes que caminaba con bolsas llenas, lo que ellos imaginaban que era comida. Así que corrieron para pedirle un poco de aquello.

Señorita, me regala algo de comer. —la voz de un pequeño niño de unos ocho años, tomó la tela del pantalón caqui y le dio varios tirones para llamar la atención de aquella mujer que desde sus ojos parecía llevar prisa. —tengo hambre… —lloriqueo un poco mientras las tripas que le gruñían se escuchaban. —Por favor, algo de lo que traigas.

~ ° ~

​Cuando Sagitas y Nathan estuvieron frente a ella después de lograr su pequeño reto, Amara los miro a los ojos, les acercó una taza de té mientras les daba una pequeña caricia en su rostro en señal de saludo. Estaba orgullosa de ellos, de lo que estaban logrando, de lo que eran capaces de hacer con aquella habilidad, así que consideraba que estaban listos para ser enviados a su gran prueba.

 

Nathan Weasley, Sagitas Potter Black, han mostrado su gran capacidad de actuar y su buen corazón, ambos están listos para la gran prueba. —la arcana les enseño la salida de su cabaña, a partir de ese momento, ambos tendrían 12 horas para descansar y alimentarse. La prueba a la que se enfrentarían era tan compleja o tan sencilla como la voluntad de cada uno.

 

Editado por Amara Majlis
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El nudo en su garganta se volvía cada vez más ostensible a medida que se adentraba en los barrios más carenciados. Las necesidades de la gente eran tan evidentes que hasta le daba un poco de rabia que la gente encargada de administrar aquella ciudad no fuese capaz de velar por al menos la satisfacción mínima de las mismas. La mujer se dibujó una cruz en su cuerpo y elevó una corta plegaria al cielo, rogando por que quienquiera que estuviese en lo más alto, quienquiera que los hubiese enviado a la tierra a sobrevivir, velase por aquellas personas.

 

Sintió que algo tiraba de su pantalón y pensó que sería uno de aquellos animales callejeros que había visto múltiples veces en su camino hasta allí. Sin embargo, bajó la mirada y se encontró con el rostro de un niño quien le rogaba por algo de comida. Camille se agachó junto al niño, quedando más o menos a su altura, y le sonrió. Escondió ambas manos detrás de su espalda y, para cuando las volvió a materializar delante del niño, tenía en ellas tres manzanas apiladas la una encima de la otra. No pudo evitar sonreír al observar la sonrisa de oreja a oreja que se apareció en la cara del chico.

 

Le dio las manzanas y le plantó un beso en la mejilla, susurrándole al oído un secreto que lo hizo volverse todavía más eufórico. EL niño se marchó pitando por la calle, frenando para avisarle a cada persona que conocía que había una mujer en la esquina que estaba dando comida gratis para los que más lo necesitaban. Después de todo, eso era lo que Camille le había ordenado que haga. De la nada materializó una enorme bolsa que contenía todas las manzanas, bananas, naranjas y peras que la verdulería que había visto unas cuadras atrás tenía en sus stands. Camille tenía la conciencia limpia: lo que estaba haciendo era por un bien mayor. Estaba haciendo uso de las leyes de Transfiguración Elemental de Gamp a su favor. No le importaba si algún ricachón salía mal parado ante ello.

 

Media hora después, seguía entregándole frutas a la gente que se acercaba, y no dudaba en darle otra a aquellos que venían por segunda, tercera o hasta cuarta vez. Sabía, sin embargo, que su labor no terminaría allí: debía encargarse de que aquella acción se perpetuase en el tiempo, y no de que fuese una simple acción esporádica en el tiempo.

 

* - * - *

 

Para cuando hubo cumplido con su cometido, y se encontró a sí mismo en el hogar de la Arcana, Nathan no podía evitar sonreír al respecto. Le agradeció personalmente a la Arcana por la misión que le había encomendado, siendo que no sólo lo había ayudado como metamorfomago sino también como persona. Asintió y agradeció una vez más ante la propuesta de realizar la prueba de la habilidad, y se marchó del hogar de la Arcana listo para volver al día siguiente a la Universidad a realizar su prueba.

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-- ¿Cómo ha dicho? -- le pregunté a la mujer koreana, la verdadera, porque yo de koreana no tenía nada aunque mi fisonomía hubiera cambiado. Es cierto que entendía su idioma bastante bien pero juraría que había usado una jerga totalmente inglesa y me había dicho que estaba a punto de terminar mi prueba. Mis labios se relamieron y juro que me pareció sentir un leve sabor a regaliz, como si estuviera tomando una tisana de las que me había Harpo, mi elfo doméstico. Suspiré levemente; de repente, deseaba acabar con todo y volver a casita, al lado cómodo de mi vida, y no estar allá, en medio de una Korea con unos Koreanos que no se parecían nada a mí. -- Náaa, déjelo...

 

Seguimos avanzando y ella hablaba de guardias crueles. Enarqué una ceja. Eso, por desgracia, lo tenemos en todas partes. La policía suele ser cruel y malvada en todos los países. Gruñí un poco porque, aunque no lo sabía, intuía que aquel edificio azul era importante. ¿Dónde había visto antes a un hombre con una gorra de ese color? A veces, mi mente sabía más detalles de los que yo conocía de forma consciente. La mujer seguía llorando y yo no quería arrancarme otra manga de la ropa que me había prestado. Hacía algo de frío.

 

-- Venga, venga, mujer... Que ya verá como pronto podemos llegar al otro lado... ¿Para qué sirve ese edificio? ¿Por qué está tan custodiado?

 

Era extraño porque lo vigilaban guardias koreanos pero, sin embargo, en una de las puertas, fumando, había un hombre claramente europeo con un casco tan azul como el color del edificio. Eso me dio algo de esperanzas, puesto que con un chico tan guapo europeo sabría entenderme mejor. El problema era llegar, claro.

 

-- ¿Cómo que uno pasa sin ver? ¿Quieres que me quede ciega ahora? ¿Cómo voy a pasar sin ver? -- vale, mi tono tuvo que ser algo agrio porque la mujer se puso a llorar, aunque muy flojito, como si temiera que le escucharan.

 

Suspiré. Difícil llegar allá. ¡Car...acoles...! ¿Cómo podía llegar allá? Si al menos pudiera ser... transparente...

 

Pudiera ser... Si un camaleón lo podía hacer, eso de camuflarse con el entorno... ¿Podría transformarme para que no se me viera? ¡Demonios! ¿Qué tonterías pensaba? Ni que fuera un Demiguise con cuya piel se hacían las capas de invisibilidad.

 

Invisibilidad... Hum...

 

Noté un cosquilleo en la cara y me la froté. Un mechón violeta caía sobre mi mano al hacerlo. Volvía a ser yo. Me pegué contra un árbol y la mujer se asustó al verme yo de nuevo.

 

-- No pasa nada... Mi mami me enseñó a hacer más cosas.

 

Ella quedó muda, no sé si es que me creía o es que la cercanía de la pareja de guardias que vigilaban el acceso a aquel edificio le imponía un silencio a sus lloros. Levanté una mano para agarrarla cuando me di cuenta que la ropa que llevaba me quedaba algo ancha. Eso me dio una idea. Sólo necesitaba una ropa algo más adecuada. Habría unos 30 metros hacia ese edificio y un par de guardias coreanos cerca. Hum....

 

-- A grandes males, grandes remedios -- dije, al ver que estábamos al lado de un almacén de abastecimiento. Ahí podría conseguir la ropa que necesitaba yo y la mujer a la que llevaría al otro lado. Treinta metros no eran tantos, ¿no?

 

La mujer no entendía porqué nos disfrazábamos, ella con ropa de guardia femenina y yo con pantalones masculinos. Le sonreí y miré a los lados en busca de una imagen en la que basarme para mi metamorfosis, no en mariposa precisamente. Cerré los ojos y recordé las palabras de la Arcana. Concentración, naturalidad... Sonreí ligeramente y abrí los ojos ante el suave chillido de la mujer. Dijo algo así que si no me hubiera visto cambiar, pensaría que estaba ante el mismísimo jefe de la brigada.

 

¿Había dicho brigada? Aún mascullaba sus palabras mientras avanzábamos hacia la edificación de color azul. Lógicamente, la patrulla nos interceptaría antes de llegar y nuestra única posibilidad era que yo distrajera a la patrulla mientras ella corría hacia allá, escondida, en el momento oportuno. Mi corazón iba a cien mientras me acercaba a ellos con una pose muy marcial. O vamos, lo que yo consideraba que tenía que ser mi actitud. La metamorfomagia me había salido a la perfección, tenía esa confianza plena en mí. Tal vez las ropas no fueran de la calidad apropiada que esperaba que, por la poca luz de la nocturnidad (y alevosía) pasará desapercibida. Así que llegué muy cerca cuando primero hicieron ademán de amenarme con sus fifles que llevaban en la espalda y después murmuraron el nombre de la persona a la que suplantaba y se cuadraron.

 

-- ¡¡Kim Jong-un!!

 

¡Eso! Jefe de la Nación, eso había dicho la mujer. Arrugué el ceño y no sonreí, supuse que eso era lo que había aquel buen (?) hombre y después saludé con un apretón de manos a los guardas. Creo que lo hice bien, sujetando con una mano la mano de ellos y con la otra apoyando el gesto... Lo había visto hacer una vez en la tele muggle, aunque no estaba segura de si era un saludo oriental o Ruso. ¡Dios, qué complicados son los muggles! De todas maneras, si hice algo mal, no les dio tiempo a mostrarlo porque usé un "truquillo" que había aprendido con el Uzza de la Sangre: puse una marca de sangre en el segundo guardia al apretarle la mano. El pobre no tuvo nada que hacer cuando su Emperador, Jefe, Presidente o como fuera el cargo que usaba a quien suplía le ordenó, de forma mental, que atacara a su compañero.

 

Se lió, ¡claro que se lió! Me dio tiempo de ver de reojo como aquel europeo con un casco azul le hacía ademanes de que entrara y la metía dentro y cerraban la puerta. ¡Eh, cerraban la puerta! ¿Cómo iba a entrar yo? Había movimiento. Más guardias aparecían ante los disparos y los gritos así que hice lo único que podía hacer y se me da muy bien: huir. Corrí hacia aquel maldito edificio cerrado y me tiré al suelo. Los últimos metros los hice arrastrándome cual culebra para que no me diera ningún balíni de esos que disparan los fifles y, al final, llegué contra la pared.

 

Era un blanco fácil y... ¿es qué están locos estos korianos? Tenía que llegar a la puerta, así que me desnudé. (Quién se chive a mi marido, le lanzo una maldición, que lo sepa). Sentí que tenía que camuflarme y cerré los ojos, rogando a la Diosa Madre que me diera fuerzas para que no me vieran.

 

No me vieron. Tal vez porque mi piel desnuda se había convertido en un azul oscuro como la pared en la que me apoyaba, aunque creo que el pelo no me salió del todo. Seguro que fueron los nervios y las prisas. Aún así, toqué la puerta con una mano mientras seguía azul y comprobaba que nadie se daba cuenta de mi presencia. Incluso el joven con un casco azul que abrió la puerta, primero levemente y después un poco más, pareció sorprenderse de verme así.

 

-- Buenas noches, joven... Ya sé que soy una pitufa pero... ¿puedo pedir asilo paleolítico y ropa de abrigo? Me muero de frío -- y era cierto. El color azul lucía con piel de gallina.

 

 

 

 

Seguía con frío cuando aparecí en la mansión de la Arcana. Todo lo que había pensado decirle y echarle en cara desapareció en cuanto vi la taza que nos ofrecía, a Nathan y a mí, puesto que él también estaba con ella. La saboreé. Tonificante... Tan tonificantes como sus palabras que nos ofrecieron pasar la prueba del Portal.

 

-- ¿En serioooo? -- exclamé, feliz porque al menos todo aquello no hubiera sido en vano.

 

Salimos, yo al menos, canturreando y divertida. La Arcana no se había dado cuenta que las palmas de mis manos aún mantenían un cierto color azulón que debía conseguir que se fuera antes de volver al día siguiente para efectuar la Gran Prueba.

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  • 1 mes más tarde...

Era extraño no poder aparecerme en cualquier punto de la Universidad que quisiera pero ahora las cosas habían cambiado, y tenía que amoldarme a ellas. Por ejemplo, con el no saber dónde se encontraba cada Arcano. Antes tal vez, en un abrir y cerrar de ojos, sabría dónde estaban pero ahora tenía que buscar y rebuscármelas por mi cuenta. Por eso que ante los primeros rayos del sol, luego de algunas horas de descanso, ya me había presentado a esos terrenos.

Había algunas personas por allí pero no tanto como de costumbre. Aquellas fechas eran especiales porque se acercaban a la navidad, y por ésa razón, muchos decidían viajar o pasarla junto a su familia. Los senderos de la Universidad eran muchísimos, y cada uno llevaba a un destino diferente. Me alejé bastante, porque lo que si sabía era que éstos habían decidido tener su lugar lo más lejos posible.

Caminando volví a encontrar la respuesta desde los directores con el “aceptado” asi que ya con todos los trámites realizados y el descuento desde Gringotts hecho, solamente tenía que empezar mi entrenamiento. Estaba nervioso porque sabía que los Arcanos eran sabios, inteligentes y que siempre buscaban más conocidos. ¿Quiénes sabían de eso? Eran pocos. Pocos sabían que los Arcanos se volvían más poderosos cuantas más personas compartieran su habilidad. ¿O por qué pensaban que éstos habían aceptado?

Guardé el pergamino y busqué pero mi memoria me estaba jugando una mala pasada. Además ¿La Arcana ya estaba enterado de eso? No sabía, así que usé ese mismo papel, y con un movimiento de mi varita escribí algunas palabras. Los trazos habían quedado apresurados pero lo más delicados posibles. Solamente decía: “¿Dónde puedo encontrarme con usted, Arcana Amara? Elvis

Con un segundo movimiento, el pedazo de papel desapareció dejando como una voluta de humo como rastro, que se disipó rápidamente. Sabia muy bien que iba a encontrar a su destinataria. Guarde mi varita y avancé en círculos, recordando algunos rincones de la Universidad. Aquella era la cuarta habilidad que iba a aprender, era la cuarta puerta que iba a cruzar desde aquellos portales. Miré mis anillos anteriores. Había avanzado mucho y eso me incentivaba a continuar haciéndolo.

 

@@Amara Majlis

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Los días habían pasado desde que había recibido por parte de la dirección del Ateneo de Habilidades la información de que tenía un nuevo alumno en su habilidad, pero ninguna persona llegaba a su choza, lo que le hizo pensar que seguramente aquel alumno se habría extraviado en el camino, pero aun cuando habían pasado un par de días, ella lo estaría esperando.

Amara preparaba una nueva tetera con agua, para recibir a su alumno con una taza de té de naranja. Ella vio la nota que le había enviado Elvis algunos minutos antes, ésta había aparecido en su mesa circular donde dejaba la taza de té cuando terminaba de beberlo.Pero aquella semana las bajas temperaturas le hacían que llevará su taza de un lado a otro esperando al Gryffindor, dejándolas en diferentes partes, fue hasta que tuvo la necesidad de quedarse quieta por un momento que vio la fina escritura del ex director de la Academia en un trozo de pergamino.

La respuesta por parte de Amara fue de inmediata, un par de rasgos en un trozo de pergamino invitaban al castaño a su hogar, la Arcana pensaba en cómo tratar al nuevo pupilo. Ella era muy consciente de que la forma en que cada pupilo aprendía era diferente manera, así que esperaba a ver como avanzaba en las primeras horas para tomar un plan de acción.

 

Para cuando el auror apareció en su cabaña, Majlis tenía el aspecto de una joven de 35 años, con una larga cabellera rubia y unos ojos azules que miraban al joven como si lo analizará desde que había puesto el primer pie dentro de aquel lugar, en ese momento se preguntaba si había algo en él de metamorfomagia y aunque no estaba ahi para dudar de las capacidades de cada alumno deseaba ver una chispa de su habilidad.

 

Lo estaba esperando desde hace un tiempo. ¿Cómo se encuentra el día de hoy?

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Avancé hasta la choza que me había indicado la Arcana Amara. Estaba más ansioso que nervioso, así que era entendible que por un momento me había olvidado de cómo encontrarla. Meses atrás mi cabeza recordaba cada uno de esos detalles, porque yo mismo había tenido que arreglar con ellos por su ubicación, pero ahora todo eso se encontraba confuso.

Lo que no se encontraba confuso, aunque no me sorprendió, era la apariencia de la Arcana. La mayoría de veces la había visto como una mujer anciana, de tez y cabello muchos más oscuros que los de ahora. Pero tampoco podía garantizar que ésa apariencia fuera la verdadera. Le dirigí una reverencia con la mitad del cuerpo y una gran sonrisa. El calor que despedía la choza era mucho más placentero que el exterior.

Lo siento, Arcana Amara. ¿Puedo llamarla así, no es cierto? —avancé algunos pasos. El interior era muy agradable. Y no pude dejar de notar que había estado bebiendo un poco de té. Hice una mueca al escuchar que me había estado esperando de hacía rato—. El trabajo y la familia me detuvieron más de la cuenta. Pero ya estoy aquí.

No me senté por ése momento, sino que me detuve a observar algunos rincones. En mi cabeza siempre me había imaginado a los Arcanos de una manera mucho más lujosa, pero lo poco que los había conocido, me habían demostrado que se valían de otras cosas. También conocía un poco sus costumbres y sabía que se aburrirían solamente de dar órdenes y entrenarnos, así que le saqué tema de conversación.

Debo admitir que estoy un poco más emocionado —me giré hacia ella. Y noté sus ojos azules. Era increíble, aun sabiendo sobre su habilidad, los ojos no se alteraban en cuanto a su naturaleza, fuera el color que fuera, era verdaderos—. Creo que lo que más admiro de ésta habilidad es la utilidad que se le puede dar. Siendo un Auror, protegiendo al pueblo, realizando otros trabajos ¿Me entiende?

Claramente que no iba a hablarle libremente de la Orden del Fénix pero sabía que no habría problema, los Arcanos y los Guerreros Uzza estaban más ocupados de pelear entre ellos que en la comunidad mágica británica. Mis pensamientos siempre eran protegidos, asi que tampoco aquello me preocupaba. »El no portar pociones y lanzar hechizos que nos ayuden con la apariencia es un punto a favor« le comenté esperando a ver que me decía.

 

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Director Gryffindor, puede llamarme Amara, si es que usted gusta. —dijo la mujer de cabellera rubia castaña que miraba el líquido ámbar contenido en la taza de porcelana blanca que sostenía en sus manos. Aún parecía estar en buena forma para ser bebido, así que se lo extendió, para que Elvis pudiera tomarlo con sus manos.

Tome, beba un poco y pase a ponerse cómodo.

Dentro de la cabaña de Amara había una mesa con varias sillas, todas del mismo tamaño y color, habían sido fabricadas del mismo material, pero el diseño de cada una de las sillas era diferente. Ella tomo una de las sillas y se sentó mirando al que ahora era su pupilo mientras este indagaba el lugar.

El camino de la metamorfomagia es tan extenso como uno quiere que sea. —dijo más para ella que para el mismo Gryffindor, pero no iba a mentir la forma de pensar del Auror le causaba cierta confianza. —Usted, mi querido niño, es un maravilloso Auror, aun sin la habilidad. ¿Qué le motiva realmente?

Amara, como sus otros compañeros Arcanos, compartía la habilidad de los demás, así que gracias a la videncia Majlis ya lo había visto llegar desde hace meses y era a él al que esperaba con muchas ansias. Tener una persona como él que se preocupaba más por el entorno que por él mismo era una de las razones que Amara consideraba que debía tener un metamorfomago.

Amara sonrió ante la respuesta que él joven miembro de la Orden del Fénix le había dado, acerca de lo que a él le motivaba.

No perdamos más el tiempo. Hagamos un cambio sencillo, necesito que se visualice tal y como se vio en el espejo esta mañana. —empezó a decir mientras lo miraba de arriba abajo, cómo si ella también grabará aquel aspecto en su cabeza.

Empezaremos de un cambio pequeño y quizás poco notorio hasta un gran cambio. —hizo una pausa y continuó —Va a cambiar de color un cabello el que quiera, y si es que puede, toda la cabellera.

Majlis esperaba grandes proezas del patriarca de los Gryffindor, aun recordaba a su melliza, era tan parecido a ella en su forma de verse, por lo que esperaba que al igual que Mica Gryffindor, él le demostrará que era capaz de cambiar su aspecto sin la necesidad de emplear una varita o un hechizo.

¿Lanzar hechizos, mi querido niños? No, que horrible situación.” Pensó horrorizada mientras no le despegaba la mirada de lo que le había puesto a practicar, para Amara el hecho de lanzar hechizos para cambiar la apariencia le parecía abominable.

­—Siempre he creído que las personas que se esconden bajo una luz, mascara o aspecto de otra persona que no son en realidad, con tal de dañar son unos cobardes, ellos no deberían aprender a usar las habilidades que hemos venido a enseñarles a controlar, desarrollar, potencializar.

Al terminar de expresar su repudio ante ambos grupos que al parecer regían y comandaban la zona agrego:

Confió que no solo busca beneficiarse con la metamorfomagia, ni que tampoco espera realizar la guerra usando otro aspecto, las batallas se ganan o se pierden con nuestra propia apariencia física.

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