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Metamorfomagia


Amara Majlis
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Por supuesto, se me había olvidado decir que no se necesitaba el uso de algún artefcto mágico o una pócima para transformar el cuerpo, uno de los pilares de las habilidades mágicas, sobre todo de la metamorfomagia, por lo que asentí como respuesta, no me quedaba de otra al quedar a medias con mis palabras. Quise aprovechar la oportunidad para preguntarle por lo quehabía pasado al estar aocmodando las fotografías, pero me contuve, por alguna razón no me sentía cómodo con aquella bruja a pesar de que fuese mi guía en ese proceso.

 

Cuando había solicitado cursar aquel tipo de magia, los directivos y profesores de conocimientos me habían platicado acerca de Amara, como una de las brujas más nobles, solidarias y empáticas de todos los guerreros Uzza, por ello mi interés por investigar sobre ella y lo que había hecho, pero todo era diferente cuando se pasaba del libro a la realidad. Sin duda sus discursos estaban enfocados para utilizar la magia en un bien mayor, más allá de las necesidades personales, sin embargo su tono era plano, seco, sin vida... como si en algún momento hubiera perdido la intención de hacerlo. ¿Cansancio quizás?

 

- Importante... - comencé a hablar sin soltar el bonche de fotografías de entre mis manos - porque las pociones, la varita, anillos, amuleto, cualquier objeto externo es un canalizador del poder mágico, de la enegía que se necesita; el usar la magia sin esto, sin un canalizador, es un indicio de usar el mismo cuerpo como tal, como medio y resultado.

 

Hice una breve pausa al notar como en algunas imágenes algo se modificaba, aunque no confiaba mucho en mi persepción en esos momentos, sobre todo por las reaccioens que había tenido unos momentos antes. Sacudí ligeramente mi cabeza, intentando que Zack no lo notara al tenerlo más cerca, para proseguir.

 

- Como comunidad mágica, como sociedad, siempre podemos hacer algo. - Sentencié, hablando más seguro esta vez. - Pero la decisión conlleva muchas más cosas al momento de tomarla, tanto éticas como morales. ¿Quiere saber si yo lo haría? Si, por supuesto, si fuese meramente individual. ¿Quiere saber si lo haría conforme a los diferentes grupos sociales a los que pertenezco? No estoy tan seguro de mantener la afirmación, porque los procesos ministeriales conllevan más de por medio que solo el deseo de ayudar, sino el efecto a corto, mediano y largo plazo, en tantos aspectos...

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La varita. Zack se había olvidado por completo de mencionarla. Si bien no creyó fuera necesario destacar ese punto, ahora que Amara lo indicaba se lamentó no haberlo dicho solo por abarcar más en el tema. No usar varitas era una ventaja tremenda. Irguió su cuerpo sobre el asiento prestando atención al tema hasta que surgió una nueva interrogante. La mujer no pararía de hacerles preguntas, y ellos como buenos alumnos no debían parar de responder. Aunque él prefiriera que les fueran soltando información sin hacer uso de un “no sé”.


—Es importante porque mientras estemos en buen uso de nuestras facultades podremos hace ruso de la metamorfomagia sin depender de nada más que nosotros. Prácticamente podríamos utilizarla en cualquier momento, sin posibilidades de que se vea limitada o mermada. Desconozco si hay alguna poción o hechizo que cancele las habilidades, aunque pensándolo bien eso sería una atrocidad y seguro el ministerio ya fuera acabado con eso — Justo luego de su respuesta, la Arcana respondió a la anterior pregunta. Le saltaba cierto interés en el interior practicar esa parte de la habilidad, aunque no quería poner en riesgo su vida o la de alguien conocido solo por eso. Quizás lo intentara con algún fenixiano que capturase.


—¿Sirve tener alguna conexión con la persona en sí? — Preguntó — Es decir, ¿bastaría el hecho de ser familiares para aplicar metamorfomagia en otros? — La relación directa con la magia de otro le resultaba raro. ¿Acaso eso indicaba que podía hacerlo a otro mortífago que igualara su poder mágico? No había quedado del todo, pero no formularía la pregunta de nuevo, con el pasar del tiempo iría comprobando.


Se tocó el tema de la animagia en relación a la metamorfomagia y Zack recordó que esa podría ser la siguiente habilidad en estudiar. Luego de dominar bien la última, la primera resultaría un paseo, a pesar de que dijeran eran diferentes. En ese momento, bajó la mirada hacia sus imágenes chequeando una vez más que estuvieran en orden. Al posar sus ojos sobre el papel, algunas de ellas cambiaron. De no ser por estar mirando directamente hacia el alargado cabello de la fémina en una de ellas, no habría notado el cambio de color. Obviamente había sido obra de la Arcana.


—Sí, creo que son la misma persona — Aseguró — Podría tratarse de alguien que hace uso de la metamorfomagia para conservarse tan bien. Quizás por eso se nos ha hecho tan difícil ordenarlas adecuadamente — Hasta ahora creía él estaban en el orden correcto, podría equivocarse. Le restó importancia a las imágenes, centrándose en el nuevo y repentino tema que planteaba la mujer.


—Si los magos decidiéramos involucrarnos en asuntos muggles podríamos hacer muchas cosas y facilitarles la vida a más de un país, especialmente a los que están en apuros por un mal gobierno, o algunos que se encuentren en conflictos como el que menciona — Generalmente los magos no se relacionaban muchos con muggles o interferían en sus cosas, por lo que no era tan viable que sucediera aquello. — Desconozco sobre ese conflicto armado directamente. Pero a través de la magia es mucho lo que se puede hacer para ayudar. Ellos con su tecnología todavía no desarrollan algo que prolongue la vida del ser humano, o que la haga mejor durante toda su estadía en la tierra. Hasta que eso no ocurra la tecnología no estará en su punto máximo. Mientras que nosotros sí podemos trabajar más el tema de maneras más sencillas. — guardó silencio mientras tomaba aire.


—Respecto a reducir el número de personas dañadas, ya ahí tendríamos que idear una estrategia, y el tipo de magia a utilizarse para que esto sea posible. — Eso bastaría de momento.

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Amara estaba convencida de que había muggles a los que se podía ayudar, porque eran inocentes de toda culpa y merecían vivir, de la misma manera en que había acudido al llamado de San Mungo, para ayudar a una bruja que de no haber contado con la oportunida intervención de Cissy, habría muerto, llevándose consigo la vida del bebé. ¿Por qué ese par de magos no podían verlo? Se preguntaba una y otra vez, hasta que escuchó las palabras de los dos.

Podía leer entre entre las líneas de las palabras de los dos magos y se daba cuenta que no estaban realmente interesados en ayudarla en su causa. Sin embargo, tenían que colaborar, porque se disponían a partir a Palestina, uno de los países donde más afectados había por los conflictos armados contra los israelitas, así que tendrían que ponerse en marcha cuanto antes, porque recientemente una escuela había sido bombardeada.

—Vamos a ir a Palestina, pero... al atuendo que tienen, no es el más idóneo. Ha llegado el momento de que demuestren que poseen la habilidad, ¿creen poder? —cuestionó con una media sonrisa en los labios.

Mirando a aun a los dos magos, comenzó a cambiar su apariencia a la de una joven de cabellos negros, tez clara y ojos verdes, de la misma manera que con un par de movimientos, cambió su túnica por un sencillo vestido negro, poco escotado y un hiyab apareció sobre su rostro, cubriendo su nariz y labios, así como su cabellera. Estaba presentable para aparecer en ese sitio.

— Me parece bien que hablan de estrategias y papaleo, pero por el momento no tenemos tiempo para eso, debemos irnos cuanto antes, así que espero que puedan demostrar su habilidad de matamoformagia, ¿saben como producir los cambios que he realizado en mi misma? Espero que sí, pero les diré que es importante encontrar el punto de partida de su poder y hacer correr este por todo su cuerpo.

Hizo aparecer el has de la noche nuevamente, generando un poderoso portal que los llevaría hasta la escuela. Sin darles tiempo de modificar su apariencia y pidendo que dejarán sus varitas mágicas en su vivienda, los invito a traspasarlo.

Una vez que lo hicieron, aparecieron en lo que en otro tiempo había sido una escuela de niñas y que ahora se encontraba en escombros. Miles de fragmentos de concreto, madera y metal se esparcían por el lugar, a la vez que algunos cadáveres se podían ver, mientras que otras niñas lloraban por las fracturas y heridas que tenían en su cuertpo.

Amara al momento de llegar, se alejó de ellos y comenzó a identificar a las niñas vivas y ofrecerles ayuda, mientras los dos magos, se quedaban de pie, aparecieron los miembros del ejercito palestino, que les apuntaban con armas muggles por ver su apariencia diferente a la tradicional de la zona y sus rasgos extranjeros. Ellos tendrían que hacer algo, para evitar que los atacarán, porque sin varita... poco o nada podrían realizar, a pesar del vampírismo del Ivashkov.

Tenían que solucionar ese inconveniente, con la metamoforfomagia, porque era la habilidad que estaban estudiando en ese momento.

—Son palestinos... ayudarán. —susurró Amara a una de las niñas que tenía delante de ella.
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Y fue en ese momento en que dudé en serio de que me pudiera dar el certificado de que portara la habilidad de la metamorfomagia. Su mirada no hacia otra cosa que juzgarnos, habláramos o no, sintiéndose decepcionada solo por el hecho de estar en aquel lugar, en dicha situación; hablando de una forma monótona, dando ciertas órdenes con simples gestos y movimientos, por lo que tuve que morderme los labios antes de ponerme impertinente.

 

- ¿Acaso la metamorfomagia transforma las ropas que traemos? - Lancé mi pregunta sin obtener una respuesta, bruja ya había abierto el portal y mi varita había desaparecido, no la iba a dejar en cualquier lugar y mucho menos en la casa de aquella bruja por ignorar si alguna otra vez iba a tener el honor de estar presente.

 

En un instante un grupo de soldados muggles estaban frente a nosotros tres, apuntándonos con sus armas de fuego y hablando un idioma que poco conocía. Alcé mis manos al aire y sonreí mientras daba un pequeño paso hacia atrás, agarrando una sombra al ver que ellos estaban con los rayos de sol pegándoles en el rostro, de esta forma podía tener tiempo de modificar mi apariencia sin causar mayores intrigas por hacerlo en frente de ellos.

 

Pensaba que Amara tendría mayor cuidado con eso, el miedo que podría producir la magia a los muggles podía llegar a niveles poco imaginables.

 

Suspiré y comencé a sentir el poder en mi interior, el cómo las células de mi cuerpo, sobre todo las de la pigmentación y las facciones de mi rostro, comenzaban a transformarse. Era pura concentración, algo que la meditación a través de los años me había facilitado por se run paladín, miembro de la Orden de la Mano de Plata. Podía llegar a un nivel de consciencia bastante alto sin tener que perderme de mi realidad.

 

La piel más oscura, las facciones más toscas, una idea de lo que sería una persona del medio oriente se había vuelto realidad y aunque no veía mi cabello, sabía que su color y textura combinaba perfectamente con la raza que estaba cerca de mi. Solo quedaba un detalle, el habla. Lo único a lo que pude recurrir en esos momentos fue hacerme el mudo por la garganta lastimada del polvo que se había levantado y, bueno, mis ropajes eran tan tradicionales que mi túnica bien podía apsar por alguna extraña vestimenta de aquella región.

 

Ahora era momento de ayudar, que era lo que deseaba en esos momentos nuestra maestra y la forma en que podría aprender a modificar mi vestimenta, trasladar el poder a otro ser humano y controlar los cambios.

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La mirada inquisitiva de la Arcana los atravesaba con gran interés mientras se expresaban. Zack le respondía al gesto mirándola directamente a los ojos, evaluando la situación con su perspicacia intelectual. Aquella bruja no era fácil de soltarse, al menos no con ellos. Por más amable que fuera se le notaba posesiva con la habilidad, dispuesta a negar sus conocimientos a cualquiera que no le resultara digno de poseerlos. Él sólo esperaba tener la oportunidad de llegar a utilizarlos frente a ella, quizás así se diera cuenta que era bueno.


Al escuchar la noticia frunció el ceño, gesto que no duró mucho tras escuchar la segunda parte de la frase. Había llegado el momento de la práctica, más bien se habían tardado. Si bien palestina no era un país que visitara por elección propia, aquella oportunidad quedaba muy en claro que no haría lo que quisiera, estaba a cargo de otra persona y por lo tanto tendría que seguirla a donde quiera que fuera. Asintió a la pregunta de la fémina mientras la observaba cambiar su apariencia. Hacía mucho tiempo no observaba a alguien de cerca haciendo uso de la habilidad, lo cual le resultó embelesador.


—No exactamente, pero con magia simple sí es posible — Pensó sin tener oportunidad de responderle a Ishaya. Claramente la metamorfomagia servía sólo para cambiar el estado físico de una persona, la vestimenta Amara la había transformado gracias a conocimientos que se impartían en Hogwarts. Aquél hombre como que se había saltado unos cuantos días de estudios básicos. Finalmente, se dejó absorber por el portal mágico mientras desvanecía su varita. La envió directo a su habitación en el castillo Ivashkov, no podía dejarla en cualquier lugar, ni siquiera en el despacho de una poderosa y aparente confiable bruja.


Para cuando aparecieron en su destino, unos hombres alertados por el zumbido del portal les apuntaban con armas muggles que lucían bastante poderosas como para enviarlos al mundo de los muertos en un solo click. Sin embargo, había sido un simple impulso, pues los soldados lucían lo suficientemente hostiles como para ni siquiera notar que ya Zack estaba vestido con aquellas típicas prendas holgadas que usaban en los países árabes.


Su aspecto físico también era diferente. La anterior piel blanquecina adoptó un color bronceado. Su nariz se perfiló un poco más y la sombra de su barba dejó de ser eso para convertirse en realidad, aunque sus vellos estuvieran gradualmente cortos. Tanto su cabello como las cejas adoptaron un color oscuro manteniéndolo en la misma apariencia amenazante, pero esta vez con el toque palestino. Al menos eso quería creer, que lo había hecho bien.


En su cuerpo quedó la extraña y placentera sensación del cambio, una especie de corriente eléctrica que lo atravesaba desde los pies hasta la cabeza, aunque el cambio fuera iniciado curiosamente desde su pecho, extendiéndose hasta la parte superior e inferior y además, la trasera. Sus ahora ojos marrones quedaron expectantes ante la situación, prefiriendo callar antes de que su idioma natal lo delatara.


Dirigió una mirada a Amara hasta que por fin se dignó a hablar. Le explicó a una de las pequeñas que estaban ahí para prestar ayuda, lo cual debía servir para que los soldados escucharan y se apartaran. Fácilmente podía invocar algunos hechizos que no requerían varita y acabarlos, o permanecer tranquilo y dejarse golpear incluso. Optó por la segunda opción, aunque fuera la más molesta era la que su actual profesora esperaba de él.

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La ironía no era algo a lo que estaban acostumbrados aquellos dos magos o al menos eso fue lo que me hicieron notar al ver las expresiones de sus rostros, por lo que entendí que debía de manejarme con cuidado en el tiempo que quedaba en aquel aprendizaje, no quería seguir causando malos entendidos.

 

Miré con gusto a mi compañero Zack que también había realizado ya su transformación y, de esa forma, estar con el aspecto necesario para continuar con la ayuda que brindáramos. Sin bajar las manos, avancé un par de pasos a la luz tratando de no hacer ninguna provocación que motivara a los soldados a tomar alguna acción violenta hacie nosotros ya que, aunque el Ivashkov y yo no fuesemos amigos, no podía dejar de lado mi sentido de protección ahora que confrmábamos un grupo.

 

Seguí caminando al notar una respuesta positiva, o neutral para el mejor de los casos, hasta llegar a un grupo de niñas que estaban inconscientes o a medio despertar en un rincón. Me agaché lentamente y comencé a revisar sus heridas intentando hacer un par de hechizos de curación gracias al anillo que portaba en mi mano debido a que no requería varita. No estaba usando la habilidad, todavía, porque quería calmarles primero el dolor, tranquilizarlas, antes de intentar 'proyectar' la metamorfomagia en otro ser humano externo a mi.

 

Una vez que me vieron ayudando, los soldados comenzaron a relajarse en su posición aunque no bajaban las armas, todavía seguíamos viéndonos sospechosos. De entre mis ropajes saqué un par de frascos con pociones para untar en las heridas, aquellos que siempre cargaba por las constantes batallas en las que estaba involucrado casi a diario en contra de los mortífagos.

 

Ahora, intenta extender tu poder.

 

Sin decir una sola palabra, me imaginé el poder de la habilidad como si fuese una esfera de energía que crecía en mi interior, sintiendo la frma en que me había ayudado a cambiar de apariencia y, de algún modo, empujarla hacia afuera con el contacto de mi piel en la de otro ser humano. La primera niña con la que lo probaría era con la que veía más pequeña, de unos seis años de edad aproximadamente, que tenía algo parecido a una quemadura en su pierna derecha. Ese sería el punto donde dirigiría mi poder, al menos en teoría.

 

Inhala, exhala.

 

Usando de pretexto los hungüentos, comencé a sentir mi cuerpo vibrar de una forma bastante diferente, intentando que mi propio cuerpo no cambiara en el proceso, sumando el esfuerzo de modificar la apariencia de aquella jovencita; el contacto con su piel dañada a través de las yemas de mis dedos no parecía tener otro efecto más que el que provocaba la sanación normal. Fijé mi mirada en esa parte y no sentía más que la vibración natural que siempre sentía cada vez que aplicaba la habilidad mágica al querer cambiar una aprte de mi cuerpo, en esta ocasión mi propia pierna quería transformarse, pero la detenía, queriendo mover aquella esfera de energía hacia afuera.

 

Inhala, exhala.

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Habíamos vuelto del hospital a la oficina de Amara luego de que la bebé naciera sana y salva. Aún sentí mi corazón latiendo efusivamente dentro de mi y la sensación de cosquilleo en las manos que antes me había hecho dirigir la magia para poder salvar a la mujer parturienta. Lo que la Arcana me había dicho retumbaba en mi mente y aunque la seguía como autómata, ya no escuchaba lo que le preguntaba a mis compañeros de clase. Yo había pasado por eso hacía horas atrás y ahora estaba inquieta, esperando, expectante, a que algo pasara más allá de la conversación que estábamos manteniendo.

 

Nos hizo entrar en su despacho y nos entregó unas fotografías, algunas en blanco y negro, otras a color, que se movían. Parecía que era la misma mujer aunque no en todas. A veces su nariz era diferente o sus orejas... su sonrisa e incluso la forma de su rostro, el color de si piel. Pero había algo en ellas que nunca cambiaba y por eso mi mirada iba de cada una de las imágenes hacia la espalda de la Arcana, que estaba frente a la pecera donde descansaba la oruga que había visto al entrar al recinto la primera vez. Siempre era ella. Podía cambiar su aspecto físico, pero la cadencia de su mirada, sus gestos, el brillo en ellos no cambiaba por más que el resto de su cuerpo sí.

 

Entregué las fotografías a Ishaya y Zack, dirigiéndome hacia un sofá apartado y tomando los libros que Amara me había indicado antes, que era con los que iba a tener que trabajar. Ella ahora se iba a concentrar en los dos chicos, enseñándoles lo que antes me había enseñado a mi sobre la metamorfomagia. Yo seguía mirando mis manos, que temblaban, sosteniendo los libros. ¿Qué era lo que quería que viera en ellos? ¿De qué se trataba la prueba que quería preparar para mi? Todas las preguntas bullían en mi cabeza mientras pasaba página tras página un libro sobre transformación básica, algo que yo ya conocía. Pero no iba a rechazar la información ya que Amara me había mencionado que los cambios importantes estaban en las cosas pequeñas.

 

Alcé la vista y la vi hablar mientras caminaba alrededor nuestro. Los chicos la miraban, entre confusos y emocionados. Me parecía que a pesar de que ella tenía mucha paciencia, quizás la perdiera pronto, porque ambos estaban tan confundidos con lo que la Arcana decía como yo me había sentido al principio. Pero eran buenos magos, los dos. Estaba segura que iban a poder ayudarla.

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Inhala, exhala.

 

Extender la habilidad mágica hacia otra persona no resultaba tan fácil como lo esperaba, sí, cuando Amara nos había explicado algo del conocimiento especial podía imaginarme el trabajo que costaba y entendía a la perfección que no era un trabajo de un solo día sino de varios años para perfeccionarlo. ¿Cómo podía esperar, entonces, que lo lograra en una simple tarde bajo la supervisión de aquella bruja?

 

O tal vez solo era una prueba de la forma de actuar. Seguía huntando las cremas, dando pequeñas pociones y utilizando el amuleta de la curación para que las afectadas dejaran de sufrir y ayudarles en su mejora, intentando hacer que la metamorfomagia fuese parte importante de ese momento sin que regresara mi morfología natural, eso pondría en aprietos no solo a mi, sino a mis dos acompañantes y hasta a las niñas que intetábamos ayudar.

 

Inhala, exhala.

 

Todavía no alcanzaba a diferenciar lo que estaba haciendo la Arcana, solo la imaginaba detrás de mi, lejos, observando todo lo que hacía debido a su poca confianza en mi persona para merecerme la habilidad. Sin duda había sido una de las personas más difíciles de tratar, sobre todo por la forma tan protectora de cuidar el anillo especial de dicha antigua magia. Sí, había leído todo lo que podía de ella, todo lo que me ayudara a entender el reto en el que me había metido.

 

Había terminado de ayudar a cuatro niñas y alcé mi mirada, aquellos soldados seguían de pie alrededor nuestro vigilando nuestros movimientos. Perdí de vista a Zack y no quería buscarlo, no cuando había tanto en riesgo; tampoco veía a Amara, lo único que podía distinguir era a las niñas lesionadas que se acercaban hasta donde me encontraba como podían, buscando ayuda. ¿Habían confiado en mi? ¿Acaso notaban las mejoras de sus compañeras? Solo podía confiar en ello, en que estaban dispuestas a recibir los primeros auxilios que ofrecía.

 

Inhala, exhala. Debía de poder hacer algún tipo de avance con el pasar la habilidad hacia otras personas, debía de demostrar que era capaz... porque confiaba en que lo era... porque deseaba serlo.

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Aquellos tipos no dejaban de apuntarle por más que Zack los superara en tamaño y masa muscular. Ellos con sus poderosas armas muggles no se dejaban intimidar por la imponente figura del Mortífago camuflado en su disfraz natural. Se mantuvo inmóvil unos segundos esperando que Amara reaccionara, pero la bruja no lo hizo. Rodó los ojos. Ishaya se dispuso a caminar lentamente hacia un grupo de chicas heridas. Sus gritos reprimidos terminaban siendo solo quejas, trataban de hacerse las duras a pesar de la variedad de heridas en sus cuerpos.


Al ver que eso le funcionó al otro, el vampiro se animó a hacer lo mismo. Él no levantó sus manos, las mantenía a un costado de su cuerpo. Se desplazó con lentitud hasta una pequeña de más o menos tres años. De estar más consciente de sus daños, estuviera gritando por el dolor insoportable que debía atravesarla. Pero ya estaba en la etapa final de su vida, ésta pendía de un hilo.


Los hombres bajaron sus armas y abandonaron el lugar dejando solo dos de ellos a cargo de vigilar. Mientras tanto, por primera vez en mucho tiempo, una imagen conmovía al Ángel Caído. Frunció el ceño y se arrodilló frente a la niña. Sólo vaciló unos segundos, mientras evaluaba la herida en el rostro, antes de poner manos a la obra. Él no dudaría en proyectar su habilidad a otros, si era la única forma que conocía para hacerlo debía intentarlo.


Llevó una mano al daño en el rostro de la pequeña. La línea la atravesaba desde su mejilla hasta el mentón. Se veía que había perdido mucha sangre, la suficiente como para que le costara reponerse. Sus parpados caídos apenas dejaban ver los desorbitados ojos perdidos. Zack suspiró, frunció el ceño y una nueva corriente eléctrica lo atravesó. Canalizando el poder de la habilidad sentía como su extremidad temblaba sin querer. Pero estaba haciendo efecto. Poco a poco notó que la laceración se cerraba, aunque parte de la sangre todavía estuviera cubriendo la zona.


Entregar su “don” a otra persona por un instante era agotador, pues el hombre comenzó a sentir una pesadez en todo el cuerpo que lo obligaba a relajar sus músculos. Sin embargo, luchaba en contra de la sensación, hasta que ya no pudo más y se dejó caer sentado en el suelo. La herida en la pequeña se había cerrado, pero esta ya estaba desmayada, no tenía idea de lo que sucedía en su cuerpo ahora perfectamente sano.


Pensando en los familiares de la niña, Zack se impulsó poniéndose en cuclillas para atenderla nuevamente. Afuera debía haber una madre preocupada, junto a un padre desesperado por su pequeña, y él que la tenía ahí no podía simplemente dejarse abatir por el agotamiento. Hundió la mano en un bolsillo de su extraña prenda de vestir y alcanzó un pequeño frasco. Vació el contenido en la boca de su paciente y esperó. Para cuando volvió en sí otra de las chicas atendidas por Ishaya llegó llorando abrazándola. Debían tener algún tipo de parentesco.


Concluyendo en que su trabajo estaba hecho, se levantó del suelo cuidadosamente. A pesar de su lentitud un mareo repentino lo desestabilizó haciendo que por impulso preparara sus manos para el impacto, sin embargo no cayó. Llevó una mano a su cabeza y dirigió la mirada a Ishaya. Él no tenía muchas fuerzas para seguir adelante, acababan de llegar y ya deseaba irse. Un intercambio de miradas bastó para que el otro entendiera que lo mejor era que se hiciera cargo de las restantes.


Zack, por su parte, se apoyó en una pared con los ojos cerrados, sólo necesitaba unos minutos para volver al ruedo y atender la nueva actividad que Amara tuviera para ellos. Se fue deslizando poco a poco hasta caer al suelo.


************


No supo cuánto tiempo pasó desde su hundimiento en aquella laguna mental hasta el momento en que “despertó”. Lo cierto es que el lugar estaba plagado de aquellos hombres con sus armas. Uno de ellos lo golpeó tan fuerte con el extraño artilugio que Zack no pudo reprimir un grito. Así como tampoco la venganza. Desde su posición le propinó una patada a su atacante y lo envió a varios metros más atrás escuchando como en el proceso el estruendoso sonido de las balas aterrorizaba a las pocas chicas que quedaban, y además, las silenciaba con la muerte.


Estuvo creyendo en todo momento que eran los mismos tipos que los recibieron, pero al detallar el uniforme militar pudo notar que era totalmente diferente. Entonces fue cuando entendió que estaban al centro de un nuevo ataque.


—¡Sácanos de aquí! —Gritó en dirección a Amara, que les miraba desde el otro lado de la habitación con la misma expresión de sorpresa. Al ver que el hombre se recargaba, lo único que se le ocurrió fue utilizar la metamorfomagia para desorientarlo. Siendo muggle no entendería lo que estaba sucediendo, y por reflejo natural quedaría paralizado. Así fue. A penas Zack tornó toda su piel oscura, el atacante quedó estático, lo cual le dio al mago más tiempo para salir de la situación.


—Fuego Negro — El murmuro fue apenas audible. Una pequeña esfera de fuego apareció girando con velocidad sobre su mismo eje. El calor que emanaba de ella era tan insoportable que decidió enviarla de una vez en dirección al militar. Éste recibió el impacto en el rostro dominado por el pavor que le provocó observar como el Ivashkov cambió de apariencia. Al instante siguiente, ya su piel se había calcinado por completo.


—No esperes que vengan más de ellos. ¡Vámonos! — Insistió a la Arcana.

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Un ruido me distrajo en aquel momento y seguí la mirada de una de las niñas, dirigiéndome directamente al miembro de la Logia, Zack, que se acercaba para ayudar en la sanación de quienes estaban en dicho lugar. Le quité la mirada en seguida, no quería que viera como mi cuerpo se relajaba producto del alivio que sentía al verlo ya en acción, porque en sí jamás pudimos confiar completamente el uno con el otro, sobre todo por las situaciones en las que nos habíamos visto envueltos en nuestro trabajo.

 

Seguía atendiendo a todas las personas que podía, curando cada herida y procurando expandir el poder de la metamorfomagia fuera de mi cuerpo, pero no lo había logrado por completo. Fue en ese instante que volví a ver al Ivashkov. Algo estaba realizando, algo diferente a lo que haya visto antes, por lo que cayó en seco contra el suelo debajo de él y recibí, al mismo tiempo, a más niñas que llegaban a ser atendidas.

 

Crucé unos breves momentos mi mirada con la del mago, apenas perceptible, antes de que cerrara las ojos y se quedara inmóvil. Me hubiera preocupado de su salud, pero confiaba en que aquel caballero sería lo suficiente inteligente como para evitar realizar algún movimiento que pusiera en riesgo su seguridad.

 

Me concentré en la niña y entendí lo que sucedió: había logrado pasar la habilidad de alguna forma.

 

Antes de que pudiera preguntarle, una explosión se escuchó afuera del lugar y varias de las niñas salieron corriendo, a pesar de que les pedía con señas de que se quedaran conmigo para protegerlas. Los dos soldados que nos habían estado vigilando salieron hasta un pasillo con sus armas de fuego alzadas frente a sus cuerpos, listos para responder cualquier tipo de situación que se presentara en el lugar.

 

Unos cuantos disparos me trajeron a la realidad. No era una situación de juego. Decidí utilizar la poca magia que podía en ese momento, la de la Orden de la Mano de Plata que no requería varita y que podía aprovechar para distraer a los agresores desde el interior sin llamar su atención.

 

Me concentré rápidamente en implementar el Hammer of Justice para crear un par de ondas expansivas debajo de mi, de esta forma dejaría a nuestros agresores aturdidos por los dos pequeños temblores que iban en dichas direcciones. De la misma forma, active el Divine Intelect para agudizar mis sentidos y estar al pendiente de lo que sucedía a mi alrededor, de esta forma ninguno de los soldados me tomaría por sorpresa.

 

El hombre que estaba más lejos de mi posición, que defendía el lugar, cayó al suelo de inmediato cuando algo le atravezó las pierdas, tres balas que provocaron un enorme grito acompañado de un baño de sangre. Me moví de inmediato, casi por instinto, para curarlo ya que habían defendido durante todo el tiempo a las pobres niñas que estaban malheridas en ese sitio, no podía ignorarlo. Lo arrastré hasta un rincón justo antes de que los que disparaban llegaran al lugar.

 

Lo siguiente que sucedió, ni yo lo pude entender completamente. Tenía activada una de las funciones de los paladines, concentrando mi energía en agudizar mis sentidos y, con la metamorfomagia protegiendo mi identidad, simplemente puse mis manos en la pierna herida del hombre y sentí como la habilidad mágica salía de mi cuerpo para ayudar al otro. Así, sin pensarlo tanto. Sorprendido, el soldado se alejó de mi y salió corriendo del lugar, intenté detenerlo pero otra bala le atravesó la nuca.

 

Me moví rápidamente del lugar, evitando la vista de quienes seguían disparando, hasta llegar por el otro lado a la habitación donde se encontraba Zack justo cuando lo golpeaban. Estuve a nada de lanzarles un electroshock arduo, delatándome como mago, pero mi compañero respondió con una patada al instante. Amara estaba en posición diagonal de ambos observando lo que sucedía, viendo un fuego negro creado en medio de la habitación y que le quitaba la vida a otra persona.

 

¿Quién... quién de ellos había conjurado dicho hechizo? ¿Acaso fueron los labios de Zack los que dejaron escapar esas palabras? No podía pensar en otra cosa más que en salvar la vida de las niñas, las pocas que habían huido de la ráfaga de muerte.

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