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Nigromancia


Báleyr
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- Sí, lo sé, señor - dije, asintiendo con la cabeza- y ahí siguen esos monumentos. Otra gente prefiere que los recuerden con mausoleos mucho más sencillos, como hacen los muggles. Y otros lo que quieren es que su estirpe, recueden su nombre. El inicio de su ascendencia. Siempre ha sido así y siempre lo será -comenté elevando los hombros con cara de circunstancias.

 

Nuevamente unas imágenes vinieron a mi cabeza. Parecía cómo estuviese viendo una visión del pasado. Una mujer muy guapa parecía hablar en cierto acento italiano y dando órdenes a alguien para que trajera un cuerpo. Sobre el suelo, había un pentagrama de cinco puntas y en cada extremo unas velas negras. Se me revolvió algo el estómago al ver que estaba realizado con sangre. Era irónico sentir de alguna manera ese sentimiento, pero no dejaba que fuese desagradable, yo lo hacía para alimentarme pero el matar un hombre porque sí...

 

Sacudí la cabeza para obviar esas imágenes. Ahora no podía distraerme con nada así que, para evitar "interrupciones" molestas, guardé el anillo de la habilidad de Videncia dentro del monedero de piel de moke. ¿Sería una especie de aviso, o para recordar algo? No tenía ni la más remota idea, pero tampoco es que quisiera saberlo en esos momentos. Ya me había sorprendido aquella imagen cuando estaba en el castillo Rambaldi. Inconscientemente chasqueé la lengua.

 

- Claro, claro, pero tenía entendido que ese era otro arte, los muggles lo llaman espiritismo. Comunicación mediante una tabla, o sesión con varias personas, el comunicarse con el otro lado. Cierto que hay gente que dice que son médiums, pero pocos son los que tienen el don verdadero y no charlatanes para robarles el dinero a la gente y darles falsas esperanzas sobre sus fallecidos. Eso sí me parece una total falta de respeto... Aunque tampoco me importaría ir más allá. Creo que sería bastante interesante, por supuesto respetando todas las normas.

 

Había tenido cierta inquietud en cuánto me había inscrito a esa habilidad. No quería parecer una melodramática pero, también era cierto que tenía algunas esperanzas de hablar con mis padres. No sabía siquiera que mi abuela había sobrevivido al ataque pero eso era ya, otra historia. No, lo interesante sería el contactar con ella y eso que ya había pasado más de trescientos años de aquello. Pero lo que me dejó un poco anonadada fue lo que me soltó...

 

- ¿Diferencias? - miraba al arcano y al difunto, y de nuevo miré mi vista hacia el viejo sabio - no tiene ninguna gracia -le reproché- a las claras están las diferencias. Se supone que un muerto es eso, el cerebro muere por falta de oxígeno y las células poco a poco van pareciendo por falta de nutrientes y demás cosas. En mi caso - tragué saliva. Algo me olía que el viejo podía notar otras cosas, pero, ¿lo qué? Lo desconocía. Los siete arcanos parecían tener una visión más allá que los simples magos y brujas que asistían a sus clases.

 

<< En mi caso - volví a decir con una voz más fuerte y serena- fue por un veneno inyectado por un vampiro. Aunque... tengo que decir que ya era media vampira en vida. Los no muertos pueden aparearse y obviando la palabra desagradable, con un ser humano. Los nacidos de ésta unión tienen otras cosas que los diferencian de los bebés normales. Crecen mucho más rápido y se desarrollan antes. Por mi propia experiencia se terminó cuando un ser de la noche, que no pienso ni mencionar, me mordió en un ataque. Pero creo que eso usted, ya lo sabía, ¿verdad? -le dije, alzando una ceja, con una sonrisa desagradable...

 

- Además, que no todo el mundo puede resistir el veneno, por ejemplo, las sacerdotisas, éstas son tan puras que pueden morir en poco tiempo. Es cómo si fuese un gas tóxico para ellas... no sabría decirle. En nuestro caso, nosotros nos alimentamos de sangre para vivir. Los mortales nos temen y los magos y brujas, bueno, nos consideran un poco más que a los hombres lobo... Somos otra raza distinta, diferente - ahora sí podía divisar el anciano mis colmillos, en cuánto abrí la boca al sonreír más abiertamente- la diferencia claro está, es que éste sujeto no fue mordido ni siquiera es neófito o en tal caso, tuvo tal veneno en el cuerpo, que su corazón no lo ha resistido y murió a las pocas horas...

 

Me sorprendió su última pregunta, lo miré de nuevo, parecía un poco gilis, pero me sorprendía. No sabía qué pretendía Báleyr con eso. Aunque en cierta medida me dio mala espina y más sus sonrisas.

 

- Es de lo más sencillo. Si el muerto murió hace tiempo, estaría en los huesos y si fue poco, tendría moscas y gusanos devorando su cuerpo. La datación horaria es para saber más o menos el tiempo trascurrido en su deceso -aunque me daba la sensación que no se refería a eso, precisamente, quizá buscara una respuesta más aproximada- quiero decir, que alguien lo mató a sangre fría y sin miramientos. Sobre todo, para enseñarme ésto... ¿Acaso no ha sido usted, Arcano? Me sorprende que pueda conseguir cadáveres. A no ser claro, que profane un cementerio muggle y los policías digan nada más, que fue un acto vandálico. Ustedes los sabios tienen unas maneras muy raras de enseñarnos las cosas a sus pupilos... Pues, viendo la hora - saqué un reloj de bolsillo, abrí la tapa y calculé - fue ayer a eso de las nueve de la noche aproximadamente... Y básicamente no más de doce porque entonces, el olor sería mucho más desagrable... ¿Contento?

 

Quizá lo estuviera provocando intentando sacarme más cosas, o incluso hasta podía decir que, ¿probarme? No tenía ni la menor idea. Sólo lo seguiría más allá hasta ver qué era lo que pretendía. Y como decía, me daba mala espina ese viejo. Y quizás ambos, nos mirábamos un tanto con recelo. Yo intentando ocultar cosas, él sabiendo que yo, sabía que él conocería cosas de mí que debían estar ocultas. Pero al menos, yo tenía la conciencia tranquila, en mi caso, no había provocado la muerte de ese desconocido que aún reposaba encima de la mesa.

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― Diría, más bien, satisfecho. ―Baléyr le dio la espalda y se acercó a una de las estanterías y tomó una bandeja de plata que contenía tres tipos de dagas y bisturí― Elige la que mejor creas que se adapte a tu mano.

 

A la edad de Baléyr era difícil sentirse avasallado por algo o por alguien y con la infinidad de sucesos en su larga vida, le resultaba agotador encontrar nuevos pasatiempos. Disfrutaba de una buena lectura, y de investigar más hechos referidos a la magia en la que se creía dueño y señor, pero también solía deleitarse con el mal genio de sus aprendices. Al fin y al cabo, todos tenían las mismas reacciones.

 

― Espiritismo, mediums... Puede llamarlo como le guste, es todo parte de la Nigromancia y en función a ésta. Tu principal tarea, como futura Nigromante, será de actuar como nexo entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Mi tarea hoy, es ayudarte a diferenciar ambos. La muerte es siniestra, traicionera y muy ambiciosa. No hay forma de escapar de ella, y aunque creas que lo has logrado, estará siempre persiguiéndote para cobrar esa cuota que debió cobrarte y que sorteaste con "efectividad".

 

Sin embargo, primero a lo primero. Intentaremos darle un alma a este cuerpo, pero para ello necesitamos encontrar lo que está mal en él y solucionarlo. ―se detuvo un momento y se dio cuenta de que estaba hablando demasiado al azar― Encontrar la cura, reparar el daño que hay en él. ¿Por qué? Porque el alma no puede regresar a un cuerpo tan dañado. En este caso llevamos ventaja porque no son muchas horas desde su muerte, ¿cierto? Y mientras menos daño tenga el cuerpo, menos se resistirá su alma a volver.

 

Eso sí, la decisión de devolverle a un cuerpo su alma, siempre era la del Nigromante. Pero claro, Baléyr sólo debía enseñarle cómo, por ahora.

 

― Hay un dato muy curioso que ha obviado usted, señorita Rambaldi. Y es que usted también está muerta. La diferencia entre usted y este cadáver, es que él ha perdido la totalidad de su alma. Usted sólo la tiene fraccionado y ha conservado, para mí, la parte más importante: la del cerebro. El alma, como debe saber, es lo que determina cuando un ser está vivo o muerto. En el caso de los vampiros, como el suyo, es natural que, una vez procesado el veneno en el organismo, el humano ser convierta en uno de ellos. Mas su alma queda fraccionada y, justamente la de su corazón, queda inerte, muerta o desaparece.

 

Respiró profundamente.

 

― Aunque claro, imagino que eso también ya lo sabía.

 

La observó con curiosidad unos instantes, luego le dedicó una mirada que indicaba que debía apresurarse con el cuerpo que tenían frente a sí.

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*haber si para la próxima, no tardamos más de 4 días en contestar, por favor!*

 

On:

 

Escuché atentamente todo lo que me decía el Arcano. Era cierto que había obviado una parte fundamental, pero daba lo mismo, porque él había dado con la respuesta. Asentí con la cabeza ante sus últimas palabras... Sí, claro que lo sabía lo sabía de sobras y bien cierto que no me gustaba. Pero no quedaba otro remedio. Esa sería una parte de una "vida" que me habían truncado hacía ya, muchísimo tiempo. En el primer siglo, había sido duro, pero después lo acabé aceptando. No me quedaba otra.

 

- Sí - dije al final, pensando en todo y a la vez en nada. Había visto cómo sacaba varios objetos. Me decanté por una de las dagas que había sacado del armario. Más que nada, porque estaba acostumbrada a usarlas en los ingredientes a la hora de realizar pociones, ya que esa era una de mis especialidades, eso y las Artes Oscuras, por supuesto. Recogí el objeto con la mano derecha. Vi que era bastante bonita, de doble filo y de plata. Yo había tenido una y que aún conservaba de mi madre y que usaba en contadas ocasiones y especiales.

 

Suspiré. No me gustaba para nada deberle algo a la "Muerte" como decía el viejo, pero así era. El trabajo de la nigromancia suponía que siempre tendría que mirar en no fallar en la tarea de devolver las almas a los cadáveres y que éstos no se volvieran en contra mía. Pero ahí estaba, aprendiendo del maestro y esperando sus indicaciones, ¿o tendría que improvisar? No estaba del todo segura. Yo podía hacer algo, gracias en parte, a mis conocimientos de magia oscura, pero sabía que no era lo mismo...

 

- Po... podemos -titubeé- hacer una pequeña especie de altar. No sé, algo para atraer el alma de éste pobre infeliz y más que nada, estaría a bien protegernos de los demonios o espíritus que quieran destrozarnos la llamada. Si me lo permite sugerírselo. No sé cómo lo hará usted, sir. Aunque no es la primera vez que destierro a un fantasma - aún recordaba lo que había pasado en el bufete. Las habíamos pasado canutas y al final, había recibido un ataque de unos fenixianos que creyeron que estaba haciendo otras cosas. Ilusos e ignorantes. No tenían idea de nada.

 

- Si me concede permiso, tenía pensado hacer con la sangre de éste inocente hacer una estrella de cinco puntas, en cada extremo, colocar cinco velas blancas para atraer su alma hacia la luz. Yo conozco algunos cánticos en un viejo idioma, el arameo. Para atraer el ente a éste sitio y usted sería el que decidiría si lo ingresa en el cuerpo o no. Podríamos usar magia vudú pero es peligrosa e impredecible. Sólo lo realicé una vez y tuve suerte de que saliera bien -no tenía porqué saber todos los detalles, a fin de cuentas no era lo mismo que en esa ocasión, en la casa de Báleyr.

 

- Con una poción y su sangre podríamos hacer la llamada si usted lo desea, sir -le dije con un cabeceo en señal de respeto - pero seguramente tiene otras fórmulas mucho más sencillas para todo ésto. En mi monedero tengo varias piedras de cuarzo para protegernos de cualquier cosa que intente atacarnos, por si abrimos la puerta del otro lado. Éstas brillarían si así fuese y podríamos detener el proceso en cualquier momento, pero como digo, usted elige. Yo también he investigado y bueno. Cualquier forma serviría...

 

<< Dice de encontrar la cura. Puedo hacer una poción lo suficientemente potente para cicatrizar las heridas que tenga en su cuerpo. Sus células y con un poco de magia, podrían revivir y así que fuese más sencillo todo. Pero tampoco puedo hacer gran cosa si no me enseña el método. Pero aquí estoy, soy su humilde aprendiz para lo que tenga a bien enseñarme. Como le digo, tengo respeto por éste arte y por la Dama de la Muerte. Recuerde la historia de los hermanos Peverell ellos consiguieron burlarla y su historia ha trascendido hasta hoy. Aunque sea una leyenda.

 

Ahora tocaba esperar y dejar que Báleyr moviera su ficha. Cómo una partida de ajedrez. Ahora estábamos en un momento aunque por mi parte, yo había decidido que sí, hacer ese trabajillo no siempre sería fácil o cómodo. Ya me hubiese gustado que, Lázarus me enseñara algo de eso, para atraer a la vida, a viejos compañeros de batalla. Pero suponía que mi 'Maestro' no tenía tantos conocimientos cómo me hubiese enseñado en un principio. O cómo el caso del mago africano, como cuando había sido de Animagia. Claro que esas cosas eran diferentes.

 

¿Obtendríamos lo que buscábamos? No lo sabía, pero yo estaba decidida a seguir hacia adelante. Seguro que tendría riesgos, pero, ¿qué era la vida sin ellos? Puro aburrimiento y falta de emoción. Pero esperaba poder cambiarla con más conocimiento y poder del que ya poseía.

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A Baléyr le costaba un poco entender lo que su aprendiz se traía entre manos. A momentos le parecía una muchacha bastante determinada, con espíritu de decisión inquebrantable, y al momento siguiente resultaba comportarse de manera insegura, indecisa, sin carácter. No le gustaba. Tenía la sensación de que, si la ponía cara a cara con la Muerte, titubearía y no por el respeto que decía sentir por ella, sino más bien por ese peculiar cambio de ideas que tenía. El anciano acarició el anillo en su anular una vez, mientras observaba a su alumna con una creciente curiosidad.

 

― La tarea de un Nigromante, ―empezó el viejo Arcano― es saber tomar decisiones sobre la marcha, analizar los factores que tenemos a nuestro alcance y los que no, y accionar conforme a ellas. Las variables existirán siempre, señorita Rambaldi, pero debe confiar siempre el poder que tiene y en el alcance de éste.

 

Con una mano le indicó que debía empezar con el escrutinio y la reparación del cuerpo. Era esencial que la joven entendiera el proceso, mas el método corría por cuenta de ella misma.

 

― Quiero que sea usted quien elija el método de cura para nuestro amigo y quiero que usted quien elija si el alma a la que convocará es la adecuada. Vamos, sin miedo. ―Baléyr hizo un leve asentimiento con la cabeza y la instó a ponerse manos a la obra― Sólo debe recordar que, mientras más dañado esté el cuerpo... Más se resistirá el alma a volver.

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  • 2 semanas más tarde...

Saqué la chaqueta que aún tenía puesta. Si quería hacer las cosas bien, era mejor estar cómodos. Esperaba no mancharme la camisa que además, me había costado un ojo de la cara. Coloqué la prenda en uno de los sofás de la estancia. Suspiré y empecé a trabajar. Dejé mi varita mágica encima de la mesa. Para hacer magia también estaban el tema de las pociones sin falta de dar aireos de varita para impresionar, la verdad. Así que la dejé a un lado.

 

Recordé los instrumentos que había sacado. Escogí varias hierbas necesarias y las pesé en la balanza. Añadí agua al caldero y el ingrediente principal de todos, agua del río Lethe. Decían que venían del inframundo, así que, sería una buena oportunidad para realizar ese potingue y curar las heridas mortales del muerto. Para que tuviese la consistencia necesaria, saqué una piedra de bezoar, machaqué la piedra en el mortero que había sacado y lo metí dentro del caldero. Poco a poco, iba teniendo lo que quería. Era parecido a la esencia de murlap. Pero más oscuro.

 

Al cabo de diez minutos ya estaba preparada la crema. Vacié la crema en un cuenco de madero que había sacado del monedero para que se fuera enfriando y recogiendo de nuevo la varita, con mi mano derecha, hice desvanecer las prendas del muerto. Tal y cómo había pensado, tenía una herida bastante fea en la mitad de la barriga. No es que fuera escandalosa pero, tenía cómo una especie de orificio de disparo. Un hilo de sangre me indicaba que por ahí era lo que le había provocado la muerte. Debía ser bastante doloroso morir de esa forma. Negué con la cabeza y seguí con mi trabajo.

 

Con la daga que me había proporcionado el arcano, recogí unas pequeñas gotas y las eché a la poción. Se escuchó un pequeño silbido y un humo negro y algo pestilente, se notó en el ambiente. Bufé, revolví con la punta de la daga todo bien, para que se mezclaran todos los ingredientes. Sabía que había dicho que, la sangre era necesaria para hacer el ritual, pero no quería que fuese tan macabro, así que, con una tiza que había sacado del morral y con otro toque de mi varita, hice que ésta, dibujara un pentagrama de color blanco. Resaltaba bastante con la diferencia de color. Nuevamente otro movimiento de mi arma mágica y coloqué cinco velas blancas en cada punta del pentagrama.

 

Miré que estuviese todo bien mezclado y con el cuchillo fui colocando el potingue para que, con la magia, se fuese cerrando. Vacié el resto de las cosas y las guardé en el morral de cuero. Con la fuerza de mis brazos, recogí el cadáver y, con delicadeza, lo coloqué en el centro del dibujo que había realizado con la tiza. Encendí las velas y para protegernos al arcano y a mí, de malas influencias o espíritus, coloqué varias piedras de cuarzo blancas, hechizadas para repeler cualquier magia oscura o ente. Estaban dispuestas en círculo a un metro de distancia.

 

- Le sugiero que se coloque dentro, por si acaso -le dije con una sonrisa al Arcano. Más valía prevenir que curar. Aunque él fuese el maestro, no quería arriesgarme a que todo saliera mal. Lo último que necesitaba es que, el muerto, se convirtiese en un zombie, con ganas de morder y no tenía ganas de pelearme con esas cosas. Suspiré nuevamente. Cerré los ojos y fui llamando mentalmente y en arameo, al alma que tenía que venir desde el otro lado. Por si acaso, abrí un portal con 'Maat' susurrando un 'fulgura nox' para facilitar la entrada...

 

No sabía si el mago me entendería lo que estaba diciendo pero, llamaba el ánima con energía, con sentimiento, invitándolo a venir a nuestro mundo. Sólo esperaba que las cosas no se desmadraran. Para facilitar más aún la avenida, recogí una vela pequeña y la coloqué en la palma de la mano, encendiéndola ayudada con una de las velas blancas. Saqué un instrumento sonoro. Unos crótalos antiguos de oro. Los coloqué en mi mano derecha con los dedos índice y pulgar, para ir llamando al alma.

 

¿Cuánto tardaría en venir? Imaginaba que el ambiente se enfriaría en caso de que viniese algún fantasma, o algo del otro lado con el portal que había creado hacía tan sólo unos instantes. Esperaba, sinceramente, no tener muchos problemas.

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Inusual. Esa podría ser la palabra que Baléyr tenía en mente mientras observaba a su alumna mientras se acariciaba la barba. Había visto a muchos magos y brujas pasar por esa vieja cabaña suya y ninguno de ellos había utilizado tal método para llamar la atención de las almas que dormitaban en el limbo, aquel puente que conectaba el mundo de los muertos con el de los vivos.

 

Le sorprendió, aunque lo disimuló bastante bien, la facilidad con la que hacia uso de elementos bastante poco comunes en la comunidad londinense; mas sonrió, casi con satisfacción, al escuchar la sugerencia de la bruja. De alguna forma, el viejo Arcano estaba disfrutando esa clase y se permitió crearse un poco de expectativa sobre la futura nigromante.

 

Sin embargo, su rostro se puso de piedra cuando empezó una inusitada actividad en el portal que había abierto la Rambaldi. No apareció un alma, la que ella quería convocar, sino un grupo de ellas que observaban con ojos de gran fascinación. Dos de ellas se adelantaron un paso más cerca y se detuvieron al ver la figura del Arcano a muy corta distancia.

 

― Hemos sido llamados... ―sonó el grupo de voces, aunque parecía que sólo hablaba uno.

 

Baléyr observó a Helike y esperó, de forma calmada, a que ella se hiciera cargo de la situación. Después de todo, estaba a punto de tener que continuar haciendo elecciones. Sí, aveces para un principiante, podría ser un poco difícil decidir lo bueno, lo malo o lo peor. Y aquellas almas representaban eso. La aprendiz tendría que decidir cuál de todos esos entes sería el más apto para el cuerpo que se había reconstruido.

 

Y la pregunta crucial, ¿por qué?

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  • 2 semanas más tarde...

off: sé que está prohibido ésto, pero es para aclararlo. Te pido disculpas por mi tardanza, cogí un catarro tremendo y hasta hoy, uff, además, que no me he pasado por ningún lado. Reitero mi perdón por tanta tardanza. Espero que ésto no sea demasiado molesto para la persona que lleve el arcano o.o (ésto es una aclaración)

 

On:

 

Presentí que empezaba a haber actividad. Lo notaba en la pequeña velita que tenía en la palma de la mano y en los velones situados estratégicamente en cada punta de la estrella. Éstas empezaban a moverse de un lado a otro y un suave viendo, frío y sin humedad, entró dentro de la humedad en la que estábamos. Sabía que la llamada estaba siendo bastante efectiva. Yo seguía usando las viejas palabras en arameo, cómo así el crótalo para que vinieran esas almas... Bueno, con una me bastaba, pero me sorprendió...

 

Miré al Arcano. Detuve el llamado. No era lo que esperaba, pero parecía que en parte había funcionado. Los entes hablaron, me sorprendió la voz de un hombre, un hombre al que había conocido ya, hacía más de doscientos años.

 

- ¡Jean François!

 

Me miró un poco desconcertado y luego, tras mirarme unos segundos, pareció que su mirada se iluminaba.

 

- ¡Señorita! Vaya, ésto es...

 

- Lo sé... muy extraño... Jamás hubieses pensado en volver a verme, ¿verdad? Y más en éstas condiciones -me sorprendía que dominase también el idioma londinense, pero suponía que era uno de los "dones" de estar en el más allá.

 

- Sin duda, cómo verás, hemos venido a tu llamado -asentí con la cabeza- así que, tú dirás - dijo con una sonrisa...

 

- ésto... necesito el alma de éste hombre, supongo que, lo habréis visto...

 

El espíritu asintio con la cabeza.

 

- Sí, entró hace unas horas atrás a nuestro mundo... Pero tendrás que tener cuidado - me dijo y yo me sorprendí. ¿Porqué debería de tener cuidado? No supe porqué pero me puse nerviosa. Miré de nuevo al maestro, supuse que él se imaginaba que yo debía de decidir qué ente espiritual debía de ser el óptimo para que ocupase el cadáver que estaba en el suelo.

 

- No entiendo - comenté.

 

- Muy fácil, cualquiera de nosotros ansía de nuevo volver a ser mortales. Cualquiera de nosotros, estamos decididos a ir a por todas por poseer un cuerpo -negué con la cabeza.

 

- No, eso no lo puedo aceptar. Vuestra vida ya ha acabado, mi señor... No -negué de nuevo.

 

- Él fue el capitán de mi guardia, de la guardia real de Su Majestad - dije al arcano, para informarle- pero no podréis pasar, éstas piedras están encantadas, de tal forma, que sólo pueda entrar el alma buena de ésta persona fallecida -le dije, mirándole a sus ojos fríos, éste me miró con cierto desdén y burla en su rostro.

 

- Ya lo veremos niña, ya lo veremos...

 

- Ah no - volví a decir, con terquedad. Volví a hacer la llamada en arameo y otra "alma" pareció que se asomaba por el portal que yo, había creado. Me miraba entre temeroso y dubitativo. Asentí con la cabeza y le indiqué con el gesto que, tenía permiso para entrar. El grupo de fantasmas pareció rodear al bueno.

 

- ¡No! - grité yo. Dejé la vela en el suelo, conjuntamente con el crótalo. Dí una palmada fuerte, y me prestaron atención.

 

- No voy a deshacer ésta seguridad -les aclaré- sólo él podrá entrar. Lo sé. Siento su energía. Es una buena alma, decente. Que fue asesinado y no sé el motivo - no sabía si lo estaba haciendo bien y miré de reojo a Báleyr pero debía convencerles - vuestra hora ya ha pasado. No tenéis derecho alguno sobre el cuerpo. Dejarles pasar, ¡ahora!

 

- Chiquilla...

 

Renegué de nuevo. Me conocía lo suficiente sabía que no conseguiría nada de mí. Pareció bufar y con un movimiento de su cabeza el resto de almas se separaron para dejar paso a la que estaba detrás de ellos. Ésta parecía más blanquecina que las demás.

 

- Venga, puedes pasar -le dije con una sonrisa. Me miró confundido y con la palma de mi mano abierta, le indiqué que viniese. Así lo hizo, traspasó la barrera protectora. Ésta brilló al contacto pero no echó al ente. Suspiré, alegre. Al menos, parecía que lo había conseguido. Vi cómo poco a poco, se iba integrando en su cuerpo y tras unos segundos, una voz humana se escuchó en la habitación.

 

- Gracias niña - me dijo, sonriente.

 

- No hay de qué, ahora - me dirigí al grupo fantasmal- os ruego que os vayáis, no pertenecéis a éste mundo.

 

- Nos iremos, pero, volveremos a encontrarnos - me dijo Jean François con una sonrisa un tanto, ¿maligna? me quedé sorprendida y vi cómo se marchaban de nuevo por el agujero creado por mi hechizo. Éste parpadeó durante un momento y desapareció. Todas las velas se apagaron en ese instante y de nuevo el aire frío y sin humedad se notó en el ambiente. Parecía que, de momento, todo había acabado.

 

- Lo lamento señor, no tengo su ropa, o sí... -cogí la varita y me fijé en que, dentro del monedero de piel de moke, tenía varias prendas viejas de mi padre Deiwan. De casualidad las había cogido para lavar - póngaselo, no sé si se le quedará muy bien -elevé mis hombros y cerré los ojos para que se pudiese cambiar con más intimidad y me di la vuelta, miré ahora al arcano.

 

- ¿Qué tal lo hice, señor? -pregunté, con una risilla nerviosa. Ahora estaba en su mano, ver si estaba preparada o no, para seguir adelante con mis enseñanzas en la nigromancia y lo más importante, para ver si me consideraba apta para hacer la prueba de la nigromancia y hacer mi valía para con el anillo de unión con la habilidad que más ansiaba tener.

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  • 2 semanas más tarde...

El viejo Arcano observó la situación que estaba viviendo su alumna, como si tratase de un ente más. Pero no se sentía un intruso, no. Más bien sentía que había sido convidado a una reunión de viejos amigos, únicamente como un invitado más. Claro que no diría una palabra a menos que fuese estrictamente necesario y, aunque creía estar viendo la debilidad con la que se habían disfrazado aquellos fantasmas, no bajó la guardia ni un solo momento.

 

Giró el anillo en el dedo corazón y acarició su espesa barba, quizás se había equivocado con su aprendiz, tal vez sus pensamientos la juzgaron demasiado pronto antes de que actuase siquiera. Por supuesto, eso era algo que mantendría para sí mismo, como un pequeño secreto interno entre él y su propia conciencia.

 

― ¿Qué tal lo hice, señor? ―la pregunta de Helike lo privó de ese desliz momentáneo en el hilo de su pensamiento.

 

Baléyr se limitó a estudiar silenciosamente al nuevo no muerto e hizo una mueca, que podría haberse confundido como desaprobatoria.

 

― Yo diría, señorita Rambaldi, que es hora.

 

Sacó ambos pies de la estrella que la aprendiz había hecho, ritual terminado, y estiró los brazos, como desperezándose.

 

― Una prueba se está armando, ¿cree estar lista para superarla?

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El arcano parecía que estaba sumido en sus propios pensamientos cuando le había hablado. Me fijé en su mirada y vi que tenía una cierta mueca, cómo si no le gustara. Quizá esperaba algo espectacular. No lo entendía. Así que, después de mi pregunta, esperé un poco impaciente, su respuesta. Me sorprendió, la verdad. Asentí con alegría, a su respuesta.

 

- Cómo usted diga, señor - volví a agitar la cabeza.

 

- ¿Me recomienda alguna sugerencia, dentro de la prueba, señor? -pregunté y la verdad que un poco temerosa. No sabía lo que me podía encontrar en ella. A lo mejor tendría que tener ciertas pruebas que evaluasen mi carácter en momentos de cierta tensión. O en tal caso, en una presión en dónde tuviese que actuar rápido. No lo sabía. Por eso había preguntado. En cierta manera, me había enseñado cosas, pero sentía que quizás, dentro del portal, aprendería grandes cosas sobre la nigromancia.

 

- Sí, por supuesto -dije con un tono firme- estoy dispuesta a lo que tenga a bien enseñarme, profesor - comenté con total respeto hacia el viejo Arcano.

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― La muerte puede jugar muy sucio, señorita Rambaldi.

 

Baléyr habló pausado, como si tuviesen una eternidad para charlar. Pero lo cierto era que el tiempo apremiaba y, mientras más se tardase, menos posibilidades tendría su aprendiz de tener una prueba fácil.

 

― Debe tener en cuenta que, una vez inicie su prueba, le parecerá un camino largo y escabroso. Pero me remitiré a mis propias palabras, la confianza en nuestro poder y en lo que somos, puede hacer una enorme diferencia.

 

El Arcano caminó hasta la puerta y tiró de la perilla de ésta. Afuera se había llenado de niebla, el cielo oscuro y plagado de nubes por las que se avistaban relámpagos acompañados de estruendos que amenazaban con una inminente tormenta.

 

Así pues, se quedó bajo el marco de ésta y señaló la dirección por la que debía ir, con una de sus manos.

 

― Recuerde: Sólo puede confiar en usted y en su juicio.

 

Y con sus últimas palabras, desapareció. Quizás a otro árbol cercano, uno que le brindara la comodidad que estaba buscando desde hacía varios días y que, por la contínua llegada de sus estudiantes, no lograba encontrar.

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