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Nigromancia


Báleyr
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A las brujas les gustaba preguntar mucho. Eso le gustaba. Había llegado a tener aprendices de lo más variopintos. Algunos eran atentos, otros irrespetuosos, unos tantos irradiaban sus deseos de poder. Habían algunos que tenían miedo de preguntar, y no precisamente porque Báleyr tuviera fama de tratar mal a sus alumnos o que estos desaparecieran misteriosamente. Todos los que temían a preguntar era porque sabían que muchas de las respuestas que no serían agradable, que posiblemente el precio a pagar por el saber sería demasiado grande. De nuevo hizo un además de pasar la mano por su ojo izquierdo.

 

—Responderé a las cosas que están preparadas a conocer. Hay verdades que no comprenderán si son dichas demasiado pronto. Saberes que las destruirán si las conocen antes de hora. Mistify, se debe evitar romper los enlaces ya que la reconstrucción de los nervios es dolorosa. Así que eviten extirpar los órganos.

 

Aquella era una pregunta fácil. Extraer un órgano era dañar mucho al cuerpo humano, eran más cosas por reparar, más tiempo de sufrimiento: más dolor. El dolor era bueno, si, pero poco recomendable cuando apenas estabas unido a la vida. Aunque claro, eran lecciones que se aprendían con el paso de los años, con los experimentos fallidos. Pero él podía hacer que sus alumnas pagaran un precio no tan alto por el conocimiento.

 

—Hay algo que debes saber de la muerte. Hay historias muy recientes que dicen que los muertos no sufren, que no quieren regresar al mundo de los vivos. Lo dijo Albus Dumbledore cuando destruyó la piedra del hechicero, lo dijo Harry Potter cuando usó las Reliquias de la Muerte para ver a sus padres. Y estas historias han sido reforzadas con aquella antigua historia en la que el dueño original de la piedra de la Resurrección se suicidó porque su prometida no quiso. Pero te digo, Sagitas, que nadie te odiará si es que le permites caminar de nuevo entre los vivos. Si, te agradecerá. Posiblemente por poco tiempo, pero lo hará.

 

Aquella había sido una de las primeras lecciones que aprendió: todas las almas desean vivir. Nadie te odiará por darle vida. Tampoco te amarán, simplemente sentirán gratitud (en diferentes grados) aunque posiblemente querrán estar muy lejos de ti.

 

—Regresamos de nuevo a cuestionamientos morales. Se dice que Dumbledore murió con anticipación. Que tenía una maldición que tarde o temprano acabaría con su vida debido a que esta estaba destruyendo su cuerpo. Hay males que no podemos reparar. Si tu cuerpo tiene algo incurable, algo que no se puede arreglar ¿Merece la pena traerlo de vuelta para verlo morir en poco tiempo? Eso depende del nigromante y de quien solicite su ayuda.

 

Se alejó de las brujas viendo que estaban, o al menos intentaban, cooperar con la labor que realizaban. Tomó un viejo libro cuyas páginas parecían que iban a caerse con la menor fuerza ejercida sobre ellas. Se trataba de un antiguo grimorio en el que se habían escrito un sin fin de saberes sobre la muerte. Había pasado de nigromante en nigromante, de maestro a aprendiz, por hurto o por asesinato. Regresó hacia el sitio en que se encontraban sus aprendices. Abrió el libro.

 

—Las palabras del grimorio contienen más que información mucha magia. Podría recitarlas de memoria, pero prefiero siempre leerlas. Es mucho más místico. "De entre los lugares frecuentados por las almas el más frecuente es el lugar en donde esta murió. El siguiente lugar en el que debes buscar es donde descansan sus restos terrenales. Si no están en esos lugares entonces es improbable que esté en otro sitio. Es casi seguro que sea un fantasma o que su alma haya sido consumida por algún ser de las tinieblas"

 

Cerró el libro con fuerza. Un libro normal de esa antigüedad se normalmente se hubiera convertido en polvo. Pero el Grimorio del Nigromante estaba lleno de magia. Él encontró el libro en la Biblioteca de Alejandría en cuanto asumió como Arcano. Lo reclamó como suyo, no era seguro que cualquier persona lo leyera.

 

—Hay otra frase que si la diré de memoria, pues jamás debe ser leída en voz alta directamente de Grimorio. "Pues las almas en pena de este mundo son atraídas por lugares de muerte y pueden propinar muerte. Son controlables por nigromantes que conozcan el cántico adecuado. Pues las almas en pena son peligrosas. Pues no debes jugar con ellas. Pues estas no pueden volver a la vida"

 

Movió su varita y el libro brilló. Se transportó en un segundo hacia su lugar en las estanterías. El libro estaba protegido con maldiciones que el Arcano mismo había inventado. Maldiciones relacionadas con el alma, con el dolor, con la muerte. Solamente él, su dueño, podía acceder a todos los secretos del Grimorio.

 

—Cuando terminen con este cadáver inservible iremos pues a buscar el alma de alguien que merezca acompañarnos en el mundo de los vivos. No tarden.

 

Se retiró a una de las zonas oscuras en donde comenzó a llenar una valija con varias pociones, con tintas y pinturas y varios pergaminos.

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LA frase del Arcano resonó en mis oídos mientras ayudaba a Misty con su tarea de tocar aquel órgano. Ciertamente, tal como se había puesto por ensuciarse la túnica, me pareció que estaba haciendo un gran esfuerzo por toquetear los órganos internos de aquel cuerpo inerte. Ya no sentía el olor; o había dejado de importarme o es que el cadáver había lanzado todo sus olores internos viciados al ser abierto. Me era igual, nunca me había importado los olores digamos peculiares, viviendo tanto tiempo en un circo junto a los animales.

 

Pero esa frase me hizo estremecerme y mis manos temblaron, soltando el hueco que mantenía abierto. No lo había hecho queriendo y temí que Mistify se enfadada al ver que la herida incisiva le cubría sus propias extremidades.

 

-- Perdón... -- murmuré en voz baja, aún afectada por lo que había dicho el arcano.

 

Las palabras de Báleyr habían sido: "Responderé a las cosas que están preparadas a conocer. Hay verdades que no comprenderán si son dichas demasiado pronto." Me volví a estremecer pero esta vez mantuve la compostura para no entorpecer la labor de mi compañera. El Arcano siguió hablando y casi salté sobre mis pies cuando dijo mi nombre. Me explicaba que el muerto no me reprocharía la posibilidad de volver a la vida, sino que me lo agradecería.

 

Pensé en eso mientras veía maniobrar a mi compañera. Además, Báleyr introducía otro aspecto moral a la Habilidad de la Nigromancia que me preocupó. Giré mi cara hacia él; la visión de su ojo único me enturbió un poco y mi mandíbula tembló antes de hacer la pregunta.

 

-- Entonces... Si la persona muerta tiene una maldición que terminará matándole de nuevo... ¿Traerlo a la vida para qué puede servir? He visto muggles que pedían a videntes que les preguntaran a sus maridos donde habían dejado tal o cual póliza de seguro. Sé que es un ejemplo indigno pero... ¿Merece la pena traer a la vida, por ejemplo, a un Maestro si puede enseñar algo más de su ciencia aunque la duración de su nueva vida sea corta? Es decir, ¿podemos traer a la vida a alguien por motivos egoístas, hacerle pasar por ese dolor y condenarle de nuevo a la muerte que no podemos curar?

 

¿Por qué lo preguntaba, si él ya había respondido a eso? Había sido claro, dependía del Nigromante y de quien solicitaba la ayuda. Era mucha responsabilidad esta Habilidad, me estaba dando cuenta. Su uso parecía más indicado hacia un lado oscuro que yo, como Sacerdotisa, no quería usar pero, a la vez, sentía que, tal vez, podría sacar algo bueno de estos conocimientos.

 

Por eso, sentí mucha curiosidad por las palabras que leía. ¿Encontrar el alma de alguien cerca de su cuerpo? Era lo más lógico. Sin embargo...

 

-- Perdone, Maese... digo Báleyr. ¿Qué sucede cuándo...? -- ¿qué es lo que iba a explicar? Era demasiado íntimo y, tal vez, demasiado obvio... Pero estaba allá para aprender y para preguntar lo que no entendía... -- Maestro, mi marido no encuentra su cuerpo. Sencillamente, no recuerdo ni cuándo ni dónde murió. Hemos buscado por muchos sitios pero no hemos encontrado sus restos. Así que... Hum... ¿Hay alguna posibilidad de que su alma no aparezca hasta que demos con... con él? ¿O si la encuentro, podría ponerla en otro cuerpo que no le pertenecería?

 

Cerré los ojos ante sus últimas palabras. Otro estremecimiento. Era, en verdad, una Habilidad con mucha responsabilidad. Demasiada, tal vez...

 

-- ¿Podemos hacer lo contrario, Maestro?

 

En mi cara se reflejó un odio que no me esperaba. ¿Era incapaz de olvidar, después de tanto tiempo? Apreté la mandíbula con rabia y aspiré aire para acabar la pregunta.

 

-- ¿Podemos impedir que un cuerpo pueda recuperar su alma? ¿Podemos castigar a alguien para que nunca, jamás de los jamases, sea revivido? ¿Podemos ser tan...-- iba a decir cruel pero después lo repensé. -- ... tan justos que no dejemos que alguien que no se merecía estar vivo, regrese a nuestro mundo? ¿Podemos ser Jueces y Señores de la Muerte?

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Mistify apretó los labios, aquello estaba yendo demasiado lejos ¿Hasta cuándo tendría que hurgar entre tanta mugre?

 

 

- No lo muevas - le dijo a Sagitas cuando ella realizó su última pregunta.

 

La bruja de cabellera rubia cerró los ojos como si no quisiera ver lo que estaba haciendo, como si su piel no se diera cuenta que estaba completamente cubierta de una viscosidad putrefacta. Se obligó a abrirlos, había encontrado los restos de metal en el corazón y se aprestó a quitarlos.

 

Su mano derecha abandonó el cuerpo sin vida y al hacerlo se escuchó un ruido similar a una ventosa. Era demasiado asqueroso, tendría que entrenar a Chávez para que realizara por ella aquel tipo de tarea. No sería dificil convencer al elfo doméstico familiar que no era tarea propia de su Ama realizar aquello y si le agregaba el pequeño aliciente de que era para un bien mayor, el problema estaría resuelto. Solo iba a ser por esta vez que tendría que ensuciarse tanto.

 

Tomó un herramienta en forma de pinza.

 

- Mantén abierto - ordenó como si en aquella clase ella fuera la instructora. Sin embargo la gota de sudor que lentamente resbalaba de su sien revelaba lo que sucedía en el interior de la mortífaga. La lucha constante entre lo que quería aparentar en su exterior y lo que realmente era por dentro.

 

La punta del instrumento se cerró con certeza en torno a un pequeño trozo de metal amarillento y el sonido al soltarlo sobre la bandeja quirúrgica fue para ella, liberador. Ya había cuatro, tal vez cinco trozos de tamaños similares que lo acompañaban. Expulsó el aire con fuerza, como si lo hubiese estado reteniendo todo ese tiempo.

 

- Creo que eso es todo - le dijo tomando inmediatamente uno de los trozos de sábana con los que había estado recubierto el cadáver, limpiando minuciosamente sus manos. No quería tocar su varita antes de lograr ese cometido. No preguntó nada más, no porque no tuviera un millar de cosas en su mente que necesitaban urgente respuesta, sino porque estaba mentalmente agotada. El esfuerzo por mantener su manía bajo control mientras realizaba aquella tarea, la había superado con creces. Después de todo, el Arcano necesitaría los próximos veinte minutos para resolver todas las dudas de la bruja frente a ella.

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Escuchó las preguntas desde el oscuro rincón en el que se encontraba. Eran demasiadas preguntas delicadas, algunas que estaban justo entra la pequeña línea que separaba lo que las dos brujas podían conocer y aquello que posiblemente las destruiría. Iba a confiar en el control que habían demostrado, estaban preparadas para conocer todo lo que en ese preciso momento querían saber. Soltó la valija no sin antes agregar algunos artilugios metálicos con forma desconocida. La cerró con magia. Ya sería otro día, habían tardado demasiado tiempo en aquella pequeña práctica y él necesitaba ir... ir a pagar el precio del saber.

 

Se acercó nuevamente a la mesa en donde habían estado diseccionando al cadáver. Un ser sin posibilidad alguna de volver a la vida, cuya alma (casi en su totalidad) descasaba en el interior de un dementor consumiéndose poco a poco con el pasar del tiempo. Suspiró. Báleyr había trabajado por varios años en lograr precisamente eso: arrancar las almas consumidas por un dementor y devolverlas al cuerpo de sus víctimas.

 

—Veo que han logrado culminar la primera asignación.

 

Movió la varita mágica y el cuerpo se perdió tras una explosión de luz que lo encandiló por un segundo.

 

—No te disculpes por querer conocer, arrepiéntete por no quererlo y por insistir en conocer cosas para las que no estás preparadas pues el precio a pagar será mucho más alto que lo normal.

 

Quizá fuera un tanto anticuado, pero le gustaba tomar el grimorio sin utilizar magia. Caminó varios pasos y tomó aquel viejo libro. Lo abrió en una página. Aunque pareciera que lo hizo al azar no fue así. Conocía tan bien el libro que sabía exactamente como abrir la página que buscaba.

 

—Puedes traerlo por los motivos que desees. Depende de ti decidir si estás dispuesta a soportar los remordimientos causados por ir en contra de tus propias convicciones. Yo, en lo personal, creo que el conocimiento merece cualquier precio a pagar

 

En efecto, así era. ¿Qué podía ser peor que haber quedado tuerto? ¿Perder su otro ojo quizá? Eso era lo único que no estaba dispuesto a perder. Él necesitaba todos sus sentidos, un ojo perdido era suficiente. No se corrigió, sin embargo.

 

—Hablas de tu marido muerto como si habitara el mundo terrenal. Y estoy seguro que así es. Ves la muerte de forma diferente, no has sido capaz de encontrar aquella línea que separa lo vivo a lo que aparenta estar vivo. Un fantasma es la propia alma de la persona que ha decido no perderse, que se aferra al mundo de los vivos. No busques una alma cuando debes centrarte en encontrar el cuerpo. No hay registros de fantasmas que hayan logrado volverse uno con su cuerpo. Hay rumores, historias antiguas que no se han registrado en el grimorio durante los siglos que lleva con nosotros. Pero se dice que si que es posible pero muy complicado. Un fantasma tiene voluntad propia, es una impresión del alma y de la personalidad de la persona viva

 

Estuvo tentado a no responder directamente aquella palabra de un cuerpo suplente. Creyó haberlo dicho implícitamente. Pero era mejor ser claro ¿Para que darle falsas esperanzas si no había pillado la referencia?

 

—El cuerpo y el alma están demasiado relacionados como para que esta pueda ser aceptada por otro cuerpo. Los horrocrux podrían ser la excepción, solamente que para ello se utilizan partes vivas del alma. Por lo que no es precisamente un acto de nigromancia. Y sobre la última pregunta. Puedes crear bloqueos. Construir murallas nigromáticas con variaciones que solo tú conocer. Pero un nigromante habilidoso podría sortearlas ¿Recuerdas lo que dije sobre porque se creó el avada kedavra? Estos nigromantes creaban esos bloqueos, pero otros nigromantes podían romperlos. Destruye el alma en pedazos tan pequeños que se imposible unirlos y ese cuerpo jamás podría ser habitado.

 

Otro movimiento de la varita y toda la mugre desapareció. Las dos brujas estaban preparadas para la siguiente etapa. Visitarían un sitio de muerte, conocerían el lugar en donde penaban muchas almas muy cerca de sus decrépitos cuerpos que día con día iban perdiendo solides. Pero debían descansar. Sagitas había mostrado la convicción para dejar de lados algunos aspectos morales de su orden; Mistify había mostrado un gran nivel de control al seguir trabajando inclusive con su aparente fobia a toda la suciedad que la muerte representaba.

 

—Ha sido demasiado por hoy. Vayan a descansar. Piensen en todo lo que hoy les he dicho pero sin obsesionarse. Descansen. Las espero mañana en cuanto el sol se ponga. Los espíritus, las almas y los seres de la muerte están mucho más activos cuando tienen tinieblas en donde esconderse.

 

Hizo un conjuro y la puerta de la mazmorra se abrió estrepitosamente.

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Chávez tenía en la mano una toalla blanca y se la ofreció a Mistify en cuanto salió de la ducha.

 

- Te he dicho un millón de veces que no entres cuando me estoy duchando - le espetó ella tomando lo que le ofrecía para envolverlo en torno a su cuerpo.

 

- Chávez lo siente - dijo el elfo. No lo sentía en absoluto, lo que sentía es que su Ama se rodeara de todos esos impuros y que no le dejase hacer el trabajo sucio por ella. ¡Él estaba perfectamente entrenado para hacerlo! Agachó las orejas y entornó los ojos oscuros, dio media vuelta y camino como anadeando en dirección a la habitación de Mistity.

 

La bruja secó la larga cabellera rubia después de su cuerpo. Había estado inmersa en el agua hasta que se enfrió por completo intentando quitar todo rastro de lo que había estado haciendo las últimas horas en la Universidad. Cuando se vistió y si tiró a la cama, el cansancio la venció, ni siquiera escuchó cuando el elfo doméstico terminó por limpiar la habitación en medio de una sarta de protestas y los permanentes picotazos de Jazil, el ave oscura que siempre la acompañaba, hacia la anciana criatura en la que tanto confiaba la Malfoy.

 

 

*****

 

El sol comenzaba a teñir el horizonte con sus colores rojizos cuando Mistify tomó el mismo camino que el día anterior en los recovecos de la Universidad. Se sentía renovada, nada podía ser peor de lo que había pasado ayer. Vestía de la misma manera, a excepción de que la túnica blanca estaba bordada con intrincados detalles en hilos esmeraldas. Rodeaban el cuello, el borde de las mangas y estrechaban la cintura hasta llegar a la falda. El pelo estaba recogido, supuso que no había sido inteligente de su parte llevarlo suelto, pues podría incomodarle si tenía que realizar otra inspección de un cadávez maloliente. Aunque dudaba mucho que pasaran otro día en ello.

 

Sus pasos bajaron las escalinatas en dirección a las mazmorras y el eco la acompañaba a través del largo corredor, en donde al final podía verse la puerta de madera de la que el Arcano había colgado unos cuantos amuletos que cualquiera hubiera juzgado amenazantes.

 

¿Qué pensaba de aquel viejo? Aún no lo tenía del todo claro. Si se había presionado a si misma para lograr lo que el viejo mago les pedía, no era por mérito de Báleyr, sino de ella misma. Siempre lograba sus objetivos y aquella vez no sería la excepción. Cierto era que algunos puntos se habían clarificado para ella y que le proporcionó ciertos datos que quizás tardase demasiado en conocer. Pero hasta ahora nada era extraordinario, nada la había sorprendido y esperaba con ansias que lo hiciera. Hasta entonces, no podía decir que aquella era una habilidad difícil de aprender.

 

- Buenas tardes - esta vez simplemente había empujado la puerta que giró sobre sus goznes sin oponer resistencia. Entornó la mirada, verde como el mar, intentando encontrarle en la semipenumbra de la estancia ¿Estaba allí? - Espero que los espíritus estén despiertos esta noche, no quisiéramos que se queden dormidos - hubiera agregado "como usted el día anterior", puesto que el anciano en un primer momento parecía sumido en alguna especie de sueño que no le permitía despertar y sus tres alumnas habían esperado largo rato a que lo hiciera, pero no le pareció tener aún la suficiente confianza para hacerlo. Tampoco creía tenerla alguna vez.

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Tragué saliva. El paisaje de la Academia era precioso en aquellas horas de la tarde. No tardaría en oscurecer pero había llegado temprano para sentarme a la sombra de aquel sauce llorón y pensar, filosofear un poco, dejar pasar el tiempo en recordar todo lo que había sucedido en la clase anterior.

 

Lo necesitaba.

 

La despedida del Arcano había sido abrupta. En un instante, las puertas de la mazmorra donde compartía sus conocimientos con nosotras, se habían abierto en una clara invitación a desalojar la sala. Sin embargo, la esperanza de que aún nos consideraba aptas se vio en la invitación de volver hoy, cuando el sol se pusiera. Miré hacia el horizonte, con la espalda pegada al árbol, para sentir la vida que fluía desde las raíces hasta las hojas del árbol; solté un suspiro de ahogo. Aún quedaba tiempo.

 

¿Pero tiempo para qué?

 

Eso es lo que hacía allá. Decidir... Ansiaba esta habilidad, la había deseado desde siempre, desde que había empezado a llorar por la muerte de las palomas en los parques o de niños en los hospitales, desde que empezaron los ataques en el pueblo, desde... desde que mi marido apareció como fantasma de nuevo en mi vida... Esa Habilidad... La Nigromancia era peligrosa, más de lo que había supuesto nunca, más de lo que me había planteado. La Nigromancia era poderosa, el poder que te daba era casi como ser La Reina Del Mundo, pero... ¿Tenía derecho un ser humano en tener tanto poder en sus manos?

 

Y, además, sus últimas palabras habían hecho mella en mí. Destruir el alma en pedazos tan pequeños que nunca más podrá habitar su cuerpo.

 

Media sonrisa apareció en mi cara, sustituida inmediatamente por un ceño fruncido. ¿Sería capaz, alguna vez, de vengarme de esa manera? ¿Merecía conocer Nigromancia sabiendo que ni yo misma confiaba en mí misma para hacer lo correcto? ¿Podría resistir la tentación de saber, poder, querer, por encima del deber moral y ético que me obligaba mi Orden de no usar los conocimientos de forma abusiva y para beneficio propio?

 

Me di cuenta que el sol se iba y que una lágrima solitaria que caía por mi mejilla lo despedía. Hoy decía adiós a muchas cosas, al igual que saludaba a otras nuevas. Iba a adquirir conocimientos, eso no lo había dudado en ningún momento; sólo era saber que perdía mucho en el camino al adquirirlo.

 

Pero lo superaría...

 

Me alcé, orgullosa, y contemplé la puesta de sol, su agonizante caída hacia las tinieblas. Me estremecí pero mis pasos me guiaron hacia el encuentro del Arcano.

 

Iba a Saber.

 

Y pagaría el precio por Saber.

 

Sin remordimientos.

 

-- Buenas noches -- dije desde la puerta. Aspiré aquel aire concentrado y casi desagradable y adelanté un pie. Crucé el dintel y me adentré en la habitación, con mirada decidida.

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A Tauro le estaba costando unirse a la clase, de una forma que no recordaba haber pasado hacía mucho tiempo. Quizás había sido la distracción inicial, con la pelea que habían tenido sus compañeras, lo que la había impulsado a mantenerse cada vez más lejos de ellas y el Arcano. Había ido para aprender, no para enlazar ningún lazo social y aunque había intentado llamar la atención del viejo hombre, éste había pasado de ella ligeramente por reprender la actitud infantil ante la muerte. Se cruzó de brazos, pues, dispuesta a mirar de lejos mientras pudiera hacerlo.

No tomó un cuchillo, ni hizo más comentarios al respecto, limitó sus acciones a mantenerse rígida e inmóvil ahí donde podía ver qué sucedía, además de escuchar lo que Báleyr tenía para decir. Las incógnitas que había tenido hasta el momento habían sido disueltas con cada pregunta que Misty o Sagitas realizaba, sus teorías se fueron fortaleciendo o disipando con el paso de los minutos y sus conocimientos incrementando. Hasta el momento, era lo único que necesitaba para seguir enamorada de la habilidad que había elegido aprender.

Y eso incluía el olor. El tiempo ayudó a que su olfato se acostumbrara a la putrefacción del cadáver, poco a poco su nariz había dejado de estar arrugada y con tanto protocolo, había olvidado incluso que la peste rondaba por todo el lugar. Claro que, necesitaría años de práctica para volverse totalmente inmune, como su profesor, cada tanto volvía a captar cierto olor que era capaz de erizar hasta al propio muerto y no era algo que pudieran reclamarle al pobre; cada corte dejaba expuesto su estado y alertaba a la curiosidad de la mortífaga, que se inclinaba para ver cada vez que un cuerpo tapaba el proceso.

La tarea era difícil, si la veía desde el punto de vista de un espectador. Ver a sus compañeras moverse con cuidado sobre el magullado hombre se lo confirmaba, sobre todo por parte de la Malfoy, que como compañera de bando debía tener el mismo impulso de usar la varita para todo que ella tenía, incluso desde ahí. Sagitas parecía nerviosa, por otro lado, aún seguía pensando en el bienestar de su improvisado muñeco vudú. ¿Y ella? Sólo cuando vio que empezaban a llegar a su meta, la Crouchs movió los pies lentamente, dirigiéndose hasta donde estaba el mago.

—Quisiera intentarlo yo en esta ocasión —anunció, cuando ya ambas brujas habían abandonado la sala—. Tal vez no ahora, en vista de las circunstancias.

Con un movimiento de cabeza, señaló la camilla donde antes había estado el difunto.

—Pero me gustaría hacerlo. ¿Puedo volver mañana y ocupar un momento de su clase antes de seguirlo a la siguiente etapa? He prestado atención a todo lo que ha ocurrido e incluso me ofrecí en un principio a hacerlo, sólo que no ha podido ser. Le aseguro que no le haré perder el tiempo.

Y estaba segura de ello. Esperaría la respuesta, entonces, porque confiaba en sí misma, en sus conocimientos previos a lo que había aprendido hasta el momento y que podría cambiar las cosas en adelante. Se había comprometido con la Nigromancia y cuando culminara la clase, ella sería capaz de traer a los muertos a la vida y, quizás, haría que el viejo se sintiera ligeramente orgulloso.

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Báleyr sacudió la cabeza de forma negativa. No precisamente porque le pareciera negativo que una de las alumnas se quedara atrás. Era normal, muchas veces sucedía. Sino que siempre que eso pasaba no hacía el más mínimo esfuerzo para que los rezagados se unieran al grupo. Estaba en su naturaleza. Él iba a insistir siempre solamente lo justo, ni más ni menos. Era algo que quizá debía cambiar, pero aveces los años podían más que la razón. Era un viejo de costumbres ¿Cómo se cambiaba eso de un día para el otro? Era casi imposible. Las otras dos mujeres salieron de la estancia en cuanto la puerta se abrió.

 

—Claro que puedes intentarlo, Tauro. No me gusta presionar más de la cuenta. Son ustedes quienes deben presionarse y exigirse más cada día. Pero lo harás hoy mismo, no mañana.

 

Agitó la varita mágica nuevamente. El mismo cadáver se hizo presente sobre la vieja mesa. Parar sorpresa, seguramente, de la bruja el corazón del que habían quitado la metralla estaba como nuevo. Lleno de metralla, si, pero sin heridas aparentes. Ya sabrían, quizá en un futuro, como dejar un cuerpo en perfectas condiciones para que este sufriera mucho menos.

 

—Tendrás que hacerlo sola. Sacar la metralla. Las preguntas que tengas no te las puedo responder ahora. Puedes hacerlas, si. Pero las contestaré cuando estén las tres presentes. No me gusta tener que repetirme.

 

Se quedó de pie, a la espera de que la bruja hiciera lo suyo. Cuando hubo terminado, observó el trabajo y la despidió con una seña sin comentar nada al respecto.

 

 

***

 

Le gustaron los resultados de sus tres aprendices. Todas estaban listas, al menos en lo que cabía, para la experiencia que tendrían aquella noche. Pasó toda la mañana revisando los artilugios que guardó en la valija el día anterior. Fue ese el motivo por el que decidió aplazar la visita al lugar de muerte porque sintió una presencia desconocida rondando en los instrumentos o quizá en la misma valija. Desmembró a aquella alma en pena y solamente se estaba asegurando de que no hubiera quedado rastro en los materiales que iban a utilizar.

 

Esperó sentado, con su único ojo abierto enfocado en la puerta de entrada a las mazmorras. Irían a un sitio que, por su historia y perversidad, solía atraer muchas almas en pena. Por eso ese día había convertido su varita en un báculo de cristal que potenciaba sus poderes. Lo sostenía con firmeza en la mano izquierda. Negruzco como la noche, como las almas, y como el arte que se dedicaba a enseñar. Coronado simplemente con lo que parecía ser una punta de lanza con brochazos color sangre.

 

Golpeó la vara contra el suelo y la puerta de la mazmorra se cerró de golpe.

 

—Antes de que emprendamos este enriquecedor viaje haremos una pequeña ronda de preguntas. No deben tener dudas, las dudas son malas si pretender atrapar a una alma. Si alguna cree no estar lista, puede quedarse aquí comprendiendo de mejor forma a la muerte.

 

Golpeó el suelo nuevamente con la vara, el mismo cadáver del día anterior apareció sobre la mesa. No tenía rastro de las heridas que le habían propinado.

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Para su suerte el Arcano había accedido a darle una oportunidad y mejor todavía, lo haría sola, sin ninguna de las dos mujeres observándola, tal como lo hubiese esperado desde el inicio de la clase solamente serían ella y el Arcano. Y después de prometerle que no quedaría rezagada una vez más, Tauro se dispuso a hacer lo que le correspondía. No le incomodaba estar con un cuerpo muerto, ni el olor, ni la suciedad, ni el ensuciarse a sí misma, pues dentro de la Fortaleza Oscura había presenciado más que una sesión de tortura y lo normal además de los gritos y quejas, era la sangre esparcida incluso hasta por las paredes.

Tener un cuerpo abierto inerte frente a sus ojos le causaba fascinación, el poder explorarlo, cortarlo, sin la intención de repararlo era motivo suficiente para que Tauro hubiese decidido no marcharse, pero claro, también tenía otra motivación aun mayor que consistía en el poder traer los muertos a la vida. ¿Qué le importaba si al hacerlo tenían poco tiempo de vida? Ella claramente usaría aquella habilidad para conseguir cosas, no porque quisiera revivir a sus antepasados que sabía habían cumplido su ciclo y no tenía interés alguno en que vivieran para siempre. Había escuchado las preguntas de Sagitas y era claro que no tenía nada en común con ella, al menos en ese aspecto. En cuanto a Mistify, aun no lo sabía.

Tomó una pinza de las grandes, de esas separadoras, para abrir el pecho del muerto lo suficiente para tener una visión de sus órganos. Hizo una pequeña incisión al corazón en el medio y ni la sangre la hizo retroceder o sentir pena, después de todo estaba muerto, pero tampoco quería estropear su corazón, así no le serviría. Limpió un poco la sangre con una tela blanca que cogió de la mesa y con dificultad empezó a extraer la metralla con la ayuda de otra pinza mucho más larga y de puntas muy finas. Terminó antes de lo previsto para no hacer perder más el tiempo del Arcano y una vez hubo finalizado, también sin decir una palabra, se marchó. Sabía que aun le quedaba mucho por aprender, pero mañana sería un nuevo día.

La Crouchs se presentó muy temprano en la entrada de la Mazmorra donde Báleyr las esperaba, ella fue la primera en llegar y las dos brujas no tardaron en hacer presencia. Estaba emocionada por conocer el sitio a donde serían llevadas, allí seguramente la magia negra estaría potenciada, alcanzando niveles que sólo alguien como el Arcano sería capaz de controlar en su totalidad y de cierto modo ansiaba verlo en acción.

El día anterior no había tenido oportunidad de hablar, pero tenía un par de preguntas que rondaban su cabeza.

— Disculpe, Báleyr, yo sólo tengo una incógnita de momento y me gustaría saber ¿cuantas veces se puede traer a una persona a la vida? ¿Existe un límite? ¿Qué lo determina? En caso tal de que no exista un límite como tal, supongo que el cuerpo también se puede ir desgastando.

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¿Qué es lo que hace que te cuestiones toda la vida que has llevado y preguntarte si merece la pena seguir adelante? La Determinación. Eso supongo que fue lo que me hizo asentir ante la pregunta del Arcano.

 

En el interior de la habitación ya estaba Mistify y Tauro, a quien me alegré de verla por allá, llegó también casi a la par que yo. El Arcano nos había mirado con su único ojo y me sentir "inspeccionada". Aquel bácul0... Por unos instantes sentí que había sangre en él, aunque después me di cuenta que era una decoración muy lograda. No quería pensar que fuera sangre de verdad.

 

-- ¡Aaag!

 

El golpe del bastón contra el suelo me hizo dar un salto hacia atrás. ¿Era miedo? No, más bien la Impresión de que ya no había vuelta atrás, que ya nada volvería a ser como antes. Apreté los dientes, con rabia, porque no sabía qué pensarían de mi reacción, pero eso me hizo sentirme más decidida que antes.

 

-- No tengo preguntas, Maese Báleyr, excepto... cuando domine esta habilidad, ¿puedo enseñar a alguien para que me devuelva a la vida siempre que sea necesario?

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