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Nigromancia


Báleyr
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―¿Báleyr? ―Volvió a preguntar al no recibir respuesta luego de pasado unos instantes pero solo obtuvo silencio nuevamente. ―¿Qué rayos tengo que hacer? Se supone que estoy aprendiendo, no vine sabiendo estas cosas.

 

Si cualquiera que pasara por ese camino en esos momentos la viese así pensaría que estaba hablando sola.

 

Observó un poco más el cuerpo de no-vivo que yacía en el suelo, en realidad se dio cuenta que no sabía que era exactamente lo que el arcano esperaba de ella, ese cuerpo ya había sido traído de vuelta con madera, uñas y metal y en ese caso era poco lo que Rouvás podía hacer por él. Tal vez "curarlo" un poco para que sus movimientos fueran más certeros cuando se desplazaba, pero alguien ya había hecho el trabajo, y no estaba segura si iba a resultar su idea.

 

Si ese fue el plan desde el principio, Báleyr no se dio a entender demasiado bien con el trabajo a realizar.

 

―De acuerdo, de acuerdo, lo voy a intentar de este modo... ―No le quedaba más que interpretar el silencio reinante como un vamos a llevar a cabo su idea. El problema era que no lograba recordar ningún ritual para traer a un no-vivo con ella. Los libros pueden ser muy certeros cuando se escriben desde la verdad y no desde suposiciones de otros estudiosos. ―Veamos, creo que era...

 

Volvió a extender las manos por sobre el cuerpo pero a bastante distancia hacia arriba, en toda la extensión de su altura con los brazos en línea recta, con Niké en la mano para canalizar del todo la magia. Cerró los ojos y se concentró; los elementos que le ayudarían seguían alrededor del sujeto esperando cumplir con su función en aquella escena. Medio una palabras, las que recordaba, eso no iba a terminar muy bien...

 

Abrió los ojos y algunos trozos de madera y algunas uñas estaban más desgastadas que al inicio ¿así funcionaba? Sin embargo, los ropajes del no-vivo seguían viéndose desgastadas y la piel demacrada, al menos a primera vista. ¿Sería que en unos instantes más se lograría poner de pie? Si fue otro quien lo trajo no podía serle "leal" a Rouvás. Tampoco recordaba como funcionaba esa parte... Ojalá a Thomas y a Jank les etuviera yendo mejor en sus tareas. De seguro ellos ya habían dado con el Arcano al final del trayecto, porque supuso con eso que todos los caminos conducían con el Nigromante y no hubieron chispas para dar aviso desde ningún sentido.

 

―Al menos ya no queman los pies...―Suspiró mientras se acomodaba mejor el abrigo que Gryffindor amablemente le cedió para que no pasara frío.

 

>>¡Báleyr! ¡Báleyr! ―Habló de la forma en que primero se comunicaron, con el pensamiento, tratando de que sus palabras llegaran a él. ―Dime al menos si me estoy equivocando. Él se mueve pero no se levanta, bueno... ya apenas se mueve de nuevo, es como si perdiera en dos segundos lo poco que consigo hacer que "cobre vida".

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-¿Solamente puedo revivir a uno de los dos? Pues... si me preguntan ahora ya... eh, no sé... ni sabría decidirme por cuál de los dos tiene mayores motivos para regresar a este mundo, caballeros. Nunca fui bueno para escoger entre una cosa u otra durante mi vida. A veces mis padres se cansaban de repetirme, una y otra vez, los consejos... sin embargo yo volvía a tropezar siempre con la misma piedra. Llámenme bobo o terco como una mula, y lo comprenderé- platicó el pelirrojo, desviando su mirada esmeralda desde la figura cabizbaja de Fred Weasley hacia Remus Lupin, casi tratando de lanzar al azar el destino de ambos magos fenixianos. Por un lado tenía a un joven con metas inconclusas, con aspiraciones no cumplidas debido a una muerte inesperada; Fred era un adolescente y tenía un gran futuro por delante de la mano de sus habilidades sociales y mágicas. Sin embargo, Remus quería regresar por su hijo, a quien dejó huérfano tras su deceso en la batalla final contra Voldemort. Claramente eran dos caminos muy distintos, pero no muy alejados de la realidad de muchas almas en pena que no migraban al otro lado al tener asuntos pendientes que los mantenían en un limbo eterno. <<¿Qué voy a hacer?>> pensaba Gryffindor, tratando de conectarse con Báleyr en búsqueda de una fuente de sabiduría mayor que le brindase seguridad; que lo alejase de la confusión.


Por un breve instante, la mente del paladín recordó a Athena y Jank... ¿Ellos también estarán enfrentando una toma de decisiones tan ardua como yo? Hasta ese entonces el cielo no se había manifestado con dichas chispas moradas o rojas; lo que le hacía concluir que ambos compañeros de bando estaban en situaciones similares y tal vez mucho más complejas. Todo era incertidumbre para Thomas; especialmente el hecho de no saber cómo volver tangible a un espíritu que llevaba veinte años vagando... ¿Acaso tendría que ir a buscar parte de su osamenta al cementerio? ¿Debía pagar con alguna ofrenda de carne o sangre para cumplir con la Ley de la Equivalencia entre el Más Allá y el mundo de los vivos? Eran varias las interrogantes que surgían en el subconsciente del animago, y aún el Arcano no se comunicaba con él con tal de brindarle una mano como el guía erudito que debía de ser... Se sentía un poco abandonado a su suerte, pero era paciente pese a su indisciplinada conducta.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Intentaba comprender lo que quería hacer Rouvás. Pero se rindió cuando escuchó ese dejo de desesperación en su voz. Baléyr no era un Arcano muy fácil, y casi nunca revelaba las intenciones de sus lecciones a menos que vea casos perdidos. Le gustaba jugar con la imaginación de sus aprendices y que fuesen éstos los que resolviesen todos sus enigmas. Ah, esa vil metodología de enseñanza. Quizás pretendía ser el alumno de los suyos. Negó un par de veces con la cabeza, para sí mismo, y se acomodó mejor al pie de aquel árbol.

 

― ¡Oh, ya veo! ―casi se emocionó, pero claro, era imposible. Era sólo la sorpresa.― Interesante el método, quizás yo no lo hubiese pensado mejor. ―era un cumplido, por supuesto, pero ese tono que le confería a su voz cuando lo hacía, podría hacer dudar si realmente hablaba en serio.― Aunque mi recomendación, primaria sería que, en lugar de querer devolverle la vida, quizás debas empezar sanando su cuerpo. Ya después veremos el tema de su alma, porque le hace falta un alma.

 

El Arcano lo notaba en su caminar pesado, en la mirada perdida que tenía cuando se había estado acercando a Athena y ese color pálido. Todo indicaba que, a pesar de estar "vivo", no podía existir sin un alma. ¿Y a dónde encontraría una? No es que le llovieran muchas en esa parte del camino.

 

― Y no podemos traer un alma, error del pseudo-nigromante anterior, en un cuerpo dañado. Verá, señorita Rouvás, si le diésemos el don de la vida a este individuo, en su actual condición, lo más seguro es que rechace todo tipo de intento por dejarlo entre los vivos. Quizás moriría, quizás aplicaría la violencia sumido en la ignorancia y en la inconsciencia. Mucho peor, tal vez otros seres vivos paguen las consecuencias. Y si llenas con agua una vasija rota, la perderás.

 

En ese momento dejó de prestarle atención a la muchacha. Con la certeza de que sabría manejar la situación. Aún le quedaba el obstáculo al Gryffindor y Dayne parecía haberse quedado absorto en sus pensamientos. Mucho temía haberle puesto una piedra del tamaño de un itinolito.

 

― Pero esa perspectiva suya, ¿sería la correcta? ¿Quién nos dice que nuestro juicio no se nubla cuando intervienen ciertos factores? ¿Y si, al tratar de remediar sucesos del pasado, impides el verdadero paso al futuro? La Nigromancia es una habilidad muy complicada de aprender, señor Gryffindor. Muchas veces no vamos a hacer lo que queremos, sino lo que creemos correcto que se debe hacer. Sí, la moral apunta mucho en esta parte del aprendizaje y no todos la siguen. Supongo que están listos, o son muy ignorantes, para recibir los cambios físicos y mentales que supone el "mal" uso de la habilidad.

 

Se detuvo al observar a las dos almas que se le habían presentado.

 

― Pero, de nuevo, es todo relativo, ¿verdad? ¿Cómo determinamos cuál de los dos es el más apto para regresar de entre los muertos? Si usted fuese hijo, hermano o padre, ¿cómo actuaría?.

 

Se quedó pensativo, imaginando también la misma situación para su caso. Incluso hasta a él le tocaba tomar decisiones difíciles, con la esperanza de que fuesen siempre las correctas. Se inclinaba por lo difícil, pues decían que siempre valía la pena.

Editado por Báleyr
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La respuesta por parte de dirección con respecto a su solicitud de poder vincularse con la habilidad de Nigromancia fue positiva, desde ese momento podía adentrarse por los caminos de las habilidades hasta encontrarse con la choza, casa, vivienda lo que sea que fuese donde seguramente se encontraría con el Arcano que le trasmitiría sus conocimientos. Por el momento desconocía el nombre de este, pero esperaba aprender de él al mismo tiempo que él le enseñaba al Arcano. No había nada más enriquecedor que una educación mutua.

El trayecto de la Mansión de los Ivashkov, donde había pasado la noche, hasta donde se hallaba el Arcano de nigromancia fue de los más largos a diferencia del trayecto que había realizado a las otras habilidades antes adquiridas y llena de recuerdos. Nigromancia era una de las habilidades que más complejo se le hacía. La posesión y comunicación de aquellos que habían dejado su cuerpo en el lugar terrenal pero su alma los había abandonado se le hacía que era atroz y durante mucho tiempo se negó aprender hasta ese momento.

Aries había dejado de temerle a la muerte, en su lugar le guardaba el bastante respeto como para poder vincularse sin llegar a perderse en sus propios intereses, o al menos era eso lo que él creía.

El lugar al que había llegado no era ni la mitad de parecido al que había estado con los otros Arcanos, eso sí sólo se miraba con los ojos, porque su cuerpo le indicaba que había estado en un lugar similar varias veces antes, ya que el poder que todos los arcanos emanaban de cierta manera era diferente al de los demás.

Golpeó la puerta. Una vez.

Otra vez

Una vez más

Hasta que esta se abrió dejándole pasar, ahora sólo le quedaba encontrarse con la persona que no solo le generaba respeto, si no también miedo.

Arcano Báleyr… ¿se encuentra en el lugar? —era el inicio de su nueva formación.

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- Varita, amuletos, anillos, libros ...

 

- ¿Libros?

 

Masculló sorprendido mientras hacía el recuento de las cosas que iba a llevar para el cursado de su actividad. Hace unos día su solicitud para cursar y hacerse con el anillo de la habilidad de Nigromacia, había sido aceptada por el Director y el mismísimo Arcano. ¿Quién demonios pensaría incursionar en el mundo de los muertos? Emmet por supuesto. Desde que había entrado como profesor de conocimiento, a la Universidad, siempre pasaba por la sección del Ateneo de Habilidades leyendo las listas una y otra vez sintiéndose atraído por Nigromancia.

 

Ahora era su momento.

 

No iba a llevar los libros, seguro que el Arcano no sería un viejo que se colocaría enfrente de la clase a repetir como un loro todos los conocimientos que tiene. Conocía por boca de los demás que estos magos, los Arcanos, poseían una magia muy pero muy avanzada y sus poderes eran capaz de retorcer los límites de toda realidad.

 

Apareció en los terrenos de la Universidad pero ahora no iba a los invernaderos si no que salí camino a la Sección de Habilidades. Era la primera vez que estaba allí. Se podía sentir la magia en el aire. Esa pesadez, que no era algo común percibir, pero que se expresaba como un gran peso sobre los hombros del vampiro. Sí que esa magia era bastante avanzada. Por un momento su vista se nubló, y eso que ni siquiera había empezado a introducirse en el lugar. Tomó una bocanada de aires, se sacudió un poco e ingresó por la puerta.

 

- Siento que voy a morir

 

Soltó, de manera chistosa, pero hacía alusión a la habilidad que estaba por cursar y de lo que se podía tratar.

 

Por conocidos mortífagos que ya poseían el anillo de la Nigromacia, sabía que el "hogar" del Arcano Báleyr, se encontraba en las mazmorras de aquella parte del Ateneo. Con paso firme, y el tintineo de los amuletos obtenidos de los libros y que iban colgados en su cuello, bajó las escaleras hacia aquél lugar. La humedad en las paredes le daban un toque tétrico; parecía que hubiese sido elegido a próposito por el Arcano para infundir miedo con todo el tema de los muertos y esas cosas.

 

Mientras terminaba de bajar los últimos peldaños una voz familiar sonó en su oído. ¿Abuela? Los ojos del vampiro giraron hacia todos lados pero no captaron a nada ni a nadie. Él sólo se encontraba en ese tramo pero la voz había sido tan clara que juraría que su abuela estaba con él en ese momento.

 

No podía creerlo. Por un momento había parecido tan real. Tan clara y firme esa voz que hizo mención al nombre del vampiro. ¿Será que el alma de su abuela estaba allí? Eso era imposible porque la occisa había fallecido hace años pero ... esa cantidad de magia acumulada en esas paredes ... ¿puede ser eso?

 

Intentó despejar la mente de aquél suceso para no mostrarse afectado. Siguió caminando hacia la puerta que estaba al final. Se encontraba abierta y podía notar que alguien estaba dentro.

 

- ¿Aries?

 

El pelirrojo, compañero y amigo del vampiro, estaba dentro del ... ¿despacho? ... del arcano.

 

- ¿No me digas que cursaremos Nigromancia juntos?

 

Era una pregunta tonto. Era obvio que si el pelirrojo estaba allí era porque iba a hacer la misma habilidad que el vampiro. Al menos no estaría solo con el Arcano ni tendría que enfrentar los peligros en soledad.

 

- ¿Como te encuentras?

 

Intentaba iniciar una charla para tapar la bola de nervios en la que se estaba transformando su cuerpo.

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Cada vez que Báleyr entraba en los pensamientos de Elros, sólo hacía que el joven se confundiera aún más. <<¿Es que acaso no logra comprender que necesito de su guía porque la habilidad no es innata en mí?>> se cuestionaba el chico utilizando la Oclumancia de por medio para que el viejo tuerto no leyera lo que su subconsciente anhelaba. Era muy cierto que la Nigromancia le estaba resultando fastidiosa y complicada; no porque el arte de revivir a los muertos así lo fuese, o porque estuviese ligado a las prácticas oscuras; sino porque el Arcano no estaba siendo muy amigable ni catedrático como sí lo fueron sus cuatro maestros antiguos. Algo le decía a Gryffindor que el noruego era mucho más egoísta en su erudición que los demás; incluso su actitud le hacía recordar bastante al pueblo Uzza y a aquel apego tan poderoso que los guerreros sienten por sus tradiciones al no querer enseñárselas a cualquiera. -Veo que tendré que ganarme su respeto, señor... pero antes de eso, me gustaría que viera lo que haré a continuación- fueron las palabras que Thomas alzó al viento invernal que azotaba con rencor a todo el escenario de aquel estrecho camino que lo separó de su compañero Jank, y del amor de su vida, la bella Athena Rouvás.


Fue así que, sin pensarlo demasiado, su mirada esmeralda se centró en la figura de Weasley; y tras una leve sonrisa, le realizó un gesto con su mano derecha con afán de que éste se aproximase a su ubicación. -Te escojo a ti, Fred. Por tu valentía y juventud... porque eres un adolescente, y de cierta forma me proyecto en ti. No sé qué sería de mí si hoy... yo muriese; pero sí me gustaría tener mis metas cumplidas y toda una vida por delante para errar y aprender de mis caídas... Lo siento mucho Remus- se explayó el paladín con honestidad, comprendiendo el pesar que el difunto licántropo sentiría al no poder retornar con su hijo.


Tan pronto como hubo expresado su parecer; el espíritu de Lupin se desvaneció a través de una bruma blanquecina que le envolvió por completo y lo transportó hacia el firmamento, quedando únicamente ambos pelirrojos. -No creo que esto sea algo de "aptitud" o merecimiento a la vida, Báleyr... Todos tenemos derecho a segundas oportunidades. No me guío por lo que puede ser o no ser correcto, sino que me fío de mi reflexión personal y mi juicio valórico. Hoy fue Fred, y quizás mañana pudo haber sido Remus... vaya a saber Merlín. ¡Es mi opción y no me arrepiento!- expresó con un poco de remordimiento en sus frases, debido a que le guardaba algo de descontento a la metodología radical de enseñar que estaba poniendo en marcha el Arcano desde un comienzo. -Ahora bien... ¿qué es lo que sigue?- susurró caminando por la senda a pies descalzos, hasta que finalmente su atención quedó plasmada en la silueta de un anciano de larga barba y sombrero ladeado que permanecía sentado a los pies de un árbol muy similar al kiri. -Maestro... Soy Thomas... He traído el alma del joven a quien quiero regresar a este mundo... Ahora... Dígame ¿qué hago?- recitó sin aproximarse demasiado al misterioso hombre de apariencia octagenaria.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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―Ese es precisamente el dilema, Báleyr. No se como se sana un cuerpo de un no-muerto, entre otras cosas, vine para aprender no para practicar cosas. La nigromancia no me es conocida ni familiar y no tengo conocimientos previos sobre el tema ¿cómo esperas que lo cure si ni siquiera he visto como se hace? No estás a mi lado viéndome, pero imagino que de alguna manera sabes los intentos que estoy haciendo. ―Respondió con sinceridad.

 

Probablemente al Arcano con regularidad le tocaban alumnos aventajados que tenían nociones de algo, pero este no era su caso. Tomaba materias en donde partía de cero y se demorara el tiempo que fuese las terminaba aprendiendo, después de todo de eso se trata ¿no? Aunque no le diga directamente lo que quiere es imposible realizar una acción que desconoce incluso desde la parte teórica. Le comienza a preocupar no ser considerada "digna" de cursar la habilidad mágica, pero no puede hacer más de lo que ya ha intentado.

 

El cuerpo a su lado ha perdido nuevamente la poca movilidad ganada quedando tendido definitivamente en el suelo.

 

―Además, tengo una duda ahora. ―Volvió a cuestionar. ― Si un nigromante cura o "trae a la vida" un cuerpo, ¿otro nigromante puede volver a hacer la tarea? Porque en este caso no habría sido yo quien inició el trabajo... No se si me explico bien. ―En otras ramas no se puede pasar por sobre el trabajo de otras personas y se corre el riesgo de que no suceda nada aunque vaya bien encaminada con el trabajo.

 

>>Haré lo que pueda, creo. Pensó, aunque sinceramente no tenía idea de que otras maneras intentar trabajar con ese no-muerto que no fuera con la varita y con las herramientas dadas, pero algo sucedía que no lograba concretar su idea. Supuestamente si era reparado debería moverse tal como estaba sucediendo instantes atrás solo que su forma no perduraba demasiado en el tiempo y ese era el problema, que el tipo no aguantaría llegar hasta Báleyr para que viese que resultaba lo echo. Porque claro, tampoco sabía cuánto aún le separaba del Arcano hasta el final del camino.

 

Al final logró realizar una acción parecida a la primera con los materiales que aún le quedaban y logró rescatar de cierta forma lo que ya iba quedando del cuerpo pero que no le quitó el color paliducho, ni el rostro demacrado, ni el olor nauseabundo que comenzaba a tener como materia en descomposición. Pero al menos se veía "reparado". Quedaba en el Arcano determinar si el trabajo estaba bien hecho o no, porque ella solo se guiaba por lo comprendido hasta el momento. Tomando eso en cuenta, y totalmente clara de que le iba a faltar un alma para hacerlo caminar, alzó la varita e hizo que el no-muerto flotara para llevarlo consigo el resto del camino.

 

Sin lo zapatos puestos para no volver a quemarse la planta de los pies, deambuló siguiendo el sendero con el cuerpo delante, donde pudiese maniobrar mejor con Niké. Espero que a Thomas le esté yendo mejor, también a Jank. Suspiró al pensar en el primero. Al cabo de unos segundos divisó un enorme árbol, al acercarse un poco más pudo identificar la figura de alguien recostado, ese debía ser el nigromante, y un poco más cercano había otra figura que identificó sin temor a equivocarse como la de Gryffindor.

 

―Es todo lo que pude conseguir, lo siento. ―Mencionó apenas estuvo frente a Báleyr e iba dejando que el cuerpo descendiera hasta el suelo con lentitud, para no maltratarlo. ―Siento la demora, pero tuve que probar las pocas cosas que conozco, aunque no estaba segura si eran ciertas o efectivas. De todas maneras conseguí sanarlo físicamente, o lo intenté al menos.

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En la mazmorra: Aries. , Emmet.

 

— Sí, estoy. —respondiendo saliendo de su pequeña biblioteca, aunque parecía más la habitación de las escobas— Todo depende de quién me busque.

 

Había escuchado una sola voz y se encontró con dos rostros. Soltó los libros que llevaba en brazos y los depositó sobre la larga mesa que tenía separádolos a él y a los muchachos. Luego fue hasta una de las estanterías que tenía al lado de la pequeña ventanilla, tenía la apariencia de un respiradero, y tomó dos diminutos recipientes de vidrio, que contenían un líquido marrón. Los puso sobre la mesa, al lado de los libros.

 

Se volvió a ambos jóvenes y los observó con una curiosidad que se reflejaba en su mirada, mas no en su gesto. Éste era más bien adusto, quizás con algo de recelo. Tenía el anillo de la habilidad girando entre sus dedos, ya se había quitado el enorme sobrero hacía mucho rato y se hubo quitado el calzado para estar más cómodo en su casa.

 

— ¿Y bien? —instó, con el gesto inmutable— He tenido la desdicha de ver pasar a muchos por aquí, pero hacen sólo eso, van de pasada. ¿Qué los trae por aquí?

 

 

En el bosque: Thomas, Athena, Jank.

 

— No debe ganarse mi respeto, señor Gryffindor. —su voz sonó tajante— Para que yo quiera enseñarle algo, primero debe querer aprender. —suavizó las notas de su voz, apenas.— Muchos llegan aquí con la idea de complementar sus estudios, dando por hecho que, lo que creen saber, es la verdad absoluta. No digo que usted haga lo mismo, por supuesto. Pero la muerte no es cosa fácil, bien lo sabe usted.

 

Por la mente de Baléyr, circularon muchas imágenes. Escenas de una vida que no era suya y con la cual, sin embargo, se estremecía en cada repetición en donde la Parca hacía su trabajo.

 

— Eso es. —asintió ante la determinación de su joven aprendiz, al elegir un alma— Lo primero que debe aprender es a confiar en su propio juicio. No hay lugar a dudas con los muertos, y hay que saber convivir con nuestras decisiones. Sin embargo, tenga en cuenta que no todas sus decisiones pueden ser las correctas para la Muerte. Ella puede girar el juego en contra suya y debe saber ser más inteligente. Repito, confianza en su poder y en su juicio.

 

Dejó de prestarle atención al camino, para fijarse en su otra alumna. Ésta tenía un poco más de problemas.

 

— Señorita Rouvás. —canturreó como si se tratase de un infante.— Creo haberle mencionado que, a su individuo, le hace falta un alma. Él es sólo el recipiente de lo que vendrá después. Es perfectamente normal el hecho de que no aguante más de cinco minutos en pie. De no tener una, sólo dará dos pasos y caerá. Dos pasos y atacará. Dos pasos... Y así sucesivamente. Debe curarlo como cura el cuerpo de un vivo. Sigue siendo un cuerpo, aunque la esencia sea otra. Estamos hablando de lo físico.

 

Se movió un poco en su sitio y recostó la espalda en el tronco del árbol.

 

— Respecto a su duda, yo no he dicho que nuestro no-vivo sea el trabajo de un Nigromante. Verá, un buen Nigromante, no comete errores en la devolución de la vida. Ésto ha sido el trabajo de un mago o bruja al que le gusta experimentar. Lamentablemente, nosotros, con ésta habilidad, nos vemos en la obligación de corregir un error cuando lo vemos. —se quedó pensativo unos segundos— Bueno, yo tengo esa necesidad. Me parece abominable que se haga este tipo de cosas con los cuerpos.

 

Espero, pues, a que Athena hiciese su trabajo. Sólo para encontrarse con ambos, Thomas y Athena, minutos después. Frunció el ceño al no ver aparecer a su tercer alumno. Estaba seguro de que había emprendido el viaje por sendero, al mismo tiempo que ellos. Quizás tendría que ir a su búsqueda, luego.

 

Se incorporó lentamente, viendo acercarse a los dos, y estiró los brazos y el cuello para deshacerse de la rigidez de su cuerpo que había adoptado, allí, sentado. Revisó el cuerpo que le entregaba Rouvás y contempló, de manera familiar, el alma que acompañaba al Gryffindor.

 

— Primero, —se dirigió a Fred.— Haz de saber que intentaremos conectarte a un cuerpo "vivo". —sintió en conjunto con el chico— Pero, te advierto, no será permanente. —fijó la mirada en el ánima y luego en el aprendiz que lo había llevado consigo— Y a usted, señor Gryffindor, he de advertirle una cosa. Tómelo como una lección que tuve que aprender, en mi tiempo, muy a las malas. Ya le he dicho que la Muerte juega sucio, tal es así, que cuando usted decida involucrar lo personal en sus acciones, tendrá que dejar ir algo. O alguien.

 

Temía no estar explicándose bien, por lo que agregó:

 

Por ejemplo, cuando su juicio se nuble por sus vivencias personales, para devolver a alguien del mundo de los muertos, tendrá que dejar ir a otra persona. Se cobra una vida por otra. Se cobra una vida, por su propia esencia. —clavó la mirada en Athena, para asegurarse de que ella también le prestaba atención.— Cuando tome una decisión de aplicar la Nigromancia, en base a juicios errados, estará despidiéndose, incluso, de una parte de su propia naturaleza. Una parte cada vez, hasta que sólo quede un ente. Sin forma, sin consciencia, sin moral.

 

Se quitó el sombrero y lo dejó en el suelo, para empezar a trabajar.

 

— Muy bien, llenemos el recipiente. —frotó sus manos y estiró el cuerpo, colocándose él, en la cabeza— Si el recipiente está bien sellado, podremos depositar el alma sin problema alguno. Repitan conmigo...

 

<<Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate>>

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Una fuerte presión se hizo presente en su pecho como si un elefante se sentara sobre él. Desde que había llegado a ese lugar del Ateneo, no dejaba de percibir cosas que, quizás a otros, no les había pasado: primero la voz de su abuela y ahora esta sensación de que su corazón se iba a salir.

 

En el mismo momento en que el Arcano hizo su acto de aparición frente a ellos, Emmet, pudo percibir el anillo que tenía girando en su mano. Una copia igual sería del vampiro si lograba hacerse con la habilidad al finalizar las pruebas que el anciano, seguramente, les pondría en el camino. El arcano tenía aspecto algo descuidado. La cicatriz que le cruzaba el ojo que no tenía se podía ver a simple vista. ¿Habrá sido producto de la guerra? Quizás de algún enfrentamiento con alguien o cientos ... eso no lo podía saber como tampoco la edad que poseía el occiso.

 

Él soltó una pregunta. Tanto para Aries como para el vampiro.

 

Eran tantas las cosas por las que quería adentrarse al mundo de los muertos y conocer, realmente, que es lo que hay del otro lado y "como se vive".

 

- Debo confesar, Arcano Báleyr, que cuando bajaba las escaleras hacia aquí pude escuchar, o al menos eso creo, la voz de mi difunta abuela pronunciando claramente mi nombre - comentó mirando al hombre - Juraría que era ella ... la claridad en la voz fue impresionante que me desconcertó un poco - continuó antes de responder la pregunta.

 

- Es por ello que ansío conocer todo, o lo que se pueda, del mundo de los no vivos ¿Cómo puede ser estén presentes y aún así no podamos verlos?

 

Dijo con soltura como si se tratara de un simple trámite ministerial.

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No.

Esa era la respuesta que había dado el Ángel Caído a su compañero de bando, el proceso que cada uno llevaba dentro de aquel lugar era propio y personalizado. Podían compartir espacio físico como quizás todos los otros que habían estado delate de él, pero hacerse dueños de desarrollar la habilidad era propia. Así que Aries estaría sólo en aquel proceso aun que le gustaba compartir dialogo con otra persona sólo para aclararse las dudas que tenía en su cabeza y no estaba del todo seguro que el Arcano pudiera quitarle la telaraña de la cabeza, al menos ninguno de los otros arcanos lo había hecho, por el contrario, le metieron más telarañas.

Me encuentro bien.

 

Listo para disfrutar de una nueva enseñanza por parte de los arcanos. —miro los cuatro anillos en sus manos. El anillo de videncia era al que más vueltas le daba de manera instintiva, como si el mover aquel anillo le ayudará a bloquear un poco lo que miraba más allá del presente. Si no era así, lo seguro era que aquel movimiento de su anillo en el dedo le causaba distracción.

El rubio no era de esas personas que se interesará por la vida de los demás, por lo que había olvidado preguntar sobre la vida del Gaunt. Cuando trato de ser cordial se encontró con la respuesta de Báleyr y su presencia frente a los dos individuos presentes. Sus ojos grises miraban el anillo que el Arcano giraba en su dedo, estaba listo para responder la pregunta acerca del por qué estaba ahí, cuando al escuchar la respuesta de Emmet hizo que girará la cabeza para verlo.

¿Era enserio? ¿Escuchar gente muerta fue lo que le hizo bajar hasta este lugar?

El Black Lestrange inclino la cabeza intentando de esa forma entender la respuesta, al mismo tiempo que esperaba una respuesta por parte del arcano de nigromancia. Al no haber respuesta de su parte, creyó que lo mejor era responder que hacía en aquel lugar. Él no había escuchado la voz de algún familiar muerto, estaba ahí porque era ambicioso así que trató de ser honesto.

Yo no escucho muertos, mucho menos los veo, «aún», estoy aquí para aprender a darle vida a aquellos que nos han abandonado. —se quedó callado por varios segundos y mirando a los presentes agregó —No vengo a jugar a ser el Dios de la muerte, vengo a que se me instruya para crear un puente entre los vivos y los muertos. «Abrir las puertas del inframundo.»

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