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Nigromancia


Báleyr
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Báleyr podía entender que aquellos alumnos pusieran pegas a destripar un animal, a pagar con su propio cuerpo el traer a alguien a la vida. Podía entenderlo pero no significa que estuviera de acuerdo con las expresiones de ellos cuando les tocó hacerlo. No lo habían entendido todavía. Los sacrificios eran propios, cuerpo propio, sangre propia, músculos, piel, ligamentos... Todo propio. Incluso el entendimiento podrían perder al iniciar una de estas ceremonias. Debían iniciar y acabarla. Era imprescindible si querían seguir cuerdos, o todo lo cuerdo que necesita un ser humano para resistir el día a día en estos tiempos difíciles...


Esperaba que las señoritas Moody y Evans McGonagall hubieran entendido eso y que lograran vencer esa obligación de perder algo. No se llega a ser un buen Nigromante con todo lo que tenías el día del nacimiento. Del Señor Blackner... O lo soportaba o se iría de aquel lugar para siempre, perdiendo la memoria de que lo había intentado siquiera...


El Arcano permanecía sentado en el Inframundo, rodeado de almas que paseaban a su lado, ignorando su presencia. Era uno de esos momentos en que el tiempo pesaba en sus espaldas y le hacía pensar en el futuro. ¿En realidad eran necesarios tantos Nigromantes vivos en el mundo? ¿Merecía la pena enseñar los rituales a aquellos alumnos, a los que estaban a punto de traspasar el portal y presentarse ante él y a los futuros que entrarían en sus dominios con el propósito de dominar la Muerte.


- Y la Muerte no se deja dominar por nadie, viejo amigo.


Las palabras iban dirigidas a un aire grisáceo que dominaba el espacio que había elegido para sentarse. Pocos (o nadie vivo al menos) notaría en aquel momento la figura amorfa (no masculina o tal vez sí; no femenina o tal vez lo fuera...) con la que hablaba. El viejo Arcano, sentado en aquel leve bancal de tierra caliza ennegrecida, observaba con su único ojo un lugar incierto mientras el alma se iba arremolinando y aposentándose a su lado.


Susurró...


El Arcano tocó el anillo que llevaba encima brilló levemente y la informe neblina de su piedra se hizo pálida frente a la negrura que emanaba del suelo y parecía ascender para cubrirle hasta las rodillas.


- Sí, seguramente morirán. No es requisito imprescindible seguir vivo para vincularse. Y tú eres un ejemplo de ello, viejo Amigo. - La voz de Báleyr era contundente en aquel espacio vacío de todo menos de las almas que parecían seguir un movimiento sinuoso en todas las direcciones y en ninguna concreta. Algunas se giraron para buscar al dueño de la voz pero, la mayoría, siguió su camino sin molestarse en hacerlo.


Había amargura en su voz que calló al instante que notó presencia humana viva cerca de él. El resto de Almas también lo notaron y se contorsionaron en un movimiento imposible para acercarse al Portal por el que aparecían.


Eran una, dos... ¡Tres...! No se esperaba que el muchacho, al final, hubiera decidido aparecer ante él. Supuso que conocía más a fondo aquel mundo de lo que confesaba en un principio. De los tres, era quien menos esperaba y en quien menos confiaba que saliera con vida de aquel lugar. Suspiró... Estaba decidido...


- La Muerte os acompañará en el camino, muchachos... - Su voz resonó grave mientras las brumas grisáceas se arremolinaban a su alrededor, rodeándoles. Los tres estaban allá, a punto para ser lamidos por la oscuridad. - Si estáis dispuestos a enfrentaros a Ella, podéis pasar a la prueba de la Pirámide, pero... Para ello...


Baléyr se levantó y su acompañante furtivo se desvaneció en una corriente de movimiento negruzco que pareció envolver a los tres, examinándolos, cotejando sus metas y sus conocimientos antes de desaparecer en algún sitio de aquel mundo de los Muertos.


- Debéis contestar a mi pregunta con total firmeza: ¿Queréis pasar la prueba de Vinculación con el Anillo de Nigromancia? Tanto digáis que sí o que no, para volver al mundo vivo, debéis salir sin arrastrar ninguna alma con vosotros. Un sacrificio de sangre propia debéis dejar aquí al Alma que no os deje atravesar el portal. La sangre humana es muy preciada aquí; su olor les vuelve locos. Darle la justa para distraerla y poder escaparos o quedaros aquí para siempre. Yo vengo a menudo y puedo haceros compañía si decidís quedaros dentro.


El Arcano estaba ya en la puerta y la negrura que una vez había envuelto sus piernas se desprendía ante la luz pálida que se vislumbraba por el portal de salida.


- Si decidís salir y hacer la prueba, os espero mañana en cuanto la primera estrella alumbre la noche, delante del muelle derruido que llevó en algún momento a la Isla de la Pirámide. Quién esté allá en ese momento, podrá empezar la prueba.


El Arcano desapareció con tanta rapidez que hasta las almas que susurraban su nombre pensaron que sólo había sido... ¿un sueño?

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Nasha Montpellier había alcanzado a Báleyr pero este una vez más, mostrando el amplio uso de sus poderes se mostraba todavía distante. Ella no tenía forma de saber que el arcano había estado sentado y rodeado de almas hablándole a algo que no terminaba de definirse, que no podía ser nombrado al desconocerse su naturaleza.

Todo lo que cargaba con ella era su férrea voluntad de seguir. Al fin y al cabo venía de experimentar la muerte en su propia piel por causa de la conexión que el ritual de sangre había establecido entre ella y el infeliz niño que no había hecho más que querer arrancarse la piel a tiras al sentir de nuevo el pulso en su cuerpo. Nasha había sentido en su propio interior perder algo para siempre (¿un pedazo de estómago? ¿de intestino?). Todavía seguía escupiendo sangre por la boca cada tanto, y a su alrededor las almas se congregaban como nubes de mosquitos ante el más apetitoso y dulce de los manjares.

Porque probablemente eso era a ojo de todos ellos.

"No hay un límite para esto ¿verdad Báleyr?" repetía en su mente la joven morena, con la vista puesta en el sendero sinuoso que iba y venía a veces plano y a veces escarpado, quizá recreando el propio sendero de la vida. El inframundo era la otra cara del mundo que había conocido, aunque a ella le gustaba, una vez más desde el plano de las enseñanzas de su familia que la habían moldeado desde niña, pensar que más que "otra cara" era un ondulado trazo paralelo. Por eso mismo, existía la posibilidad que en cierto punto alguien cruzara de un lado a otro. Solo que no era tan sencillo como solo saltar.

Había que hacer sacrificios, redimensionar el concepto de lo que podía o no hacerse con un humano,considerar que en realidad estaba muy pagado eso de ser uno.

Apenas es capaz de notar la presencia de los otros cuando Báleyr usa el plural al dirigirse a ella. Vagamente reconoce que ellos eran sus compañeros, y es que ahora mismo es como si hubieran transcurrido docenas de años desde el momento en que los tres estaban en las mazmorras. La gran lección del arcano, piensa entonces, es haber conseguido envejecerla en tan poco tiempo, retorcerla también, a ese punto donde en realidad todo lo que le importa es ella misma y los otros le dan más o menos lo mismo.

—Será un placer hacerle frente a la muerte, Báleyr. Es la mayor seductora que conozco.

Una negrura informe la rodeó, y ella alcanzó a notar que lo hacía también al muchacho y la mujer loca. Una extraña sensación de estar siendo observada se apoderó de ella en esos momentos pero cerró los ojos, sosegando la inquietud para que la explorara todo lo que quisiera...

Estaba segura que si se trataba de alguna clase de comprobación, encontraría que no había más rastros de escrúpulos en ella.

Pero entonces las siguientes palabras del arcano la descuadraron ¿a que se refería con que un sacrificio de sangre era todo lo que bastaba para salir? En las pruebas anteriores habían hecho ya cosas bastante peores ¿y ahora apenas les pedía eso? No parecía coherente y Nasha sospechó que quizá la verdadera prueba que el arcano les estaba haciendo era ver si realmente habían aprendido la lección de la magnitud de las cosas que se necesitaba hacer para conseguir el poder de la muerte.

Sí, debía ser eso. Quería ver si como en el sacrificio con los animales, volverían a caer en la trampa. Ella por supuesto no caería.

—No hubiera hecho todo el camino hasta aquí, si vincularme no fuera mi objetivo. Así que mi respuesta es SÍ. Deseo pasar la prueba de vinculación con el Anillo de Nigromancia.

Era consciente de que podía haber sonado redundante, pero no le importaba, si todo lo que debía hacer era atravesar el portal y estar en aquel muelle derruido a la hora señalada, lo haría. Así que en cuanto vio al tipo desaparecer, echando una mirada de reojo a sus compañeros, comenzó a avanzar. Nunca se había caracterizado por ser el tipo de persona que trabajara en equipo y dudaba que ello sirviera para ser Nigromante.

Nos vemos del otro lado —alcanzó a decir esbozando una cínica sonrisa antes de comenzar su recorrido.

Nunca había sido tan literal lo de seguir la luz. Pronto mientras avanzaba notó que la sangre que no dejaba de escupir cada tanto, iba haciendo que las almas que como una nube de avispas no habían parado de juntarse a su alrededor fueran quedándose en la vía. ¿Cómo iba aquel cuento que había escuchado de pequeña? Hansel y Gretel, y el ir dejando migas de pan que los pájaros iban comiendo...

Era extrañamente retorcido que eso iba haciendo con la sangre que manchaba el sendero por el que iba caminando, más lento de lo que hubiese querido.

Sospechaba que muchas fuerzas no le quedaban así que se apresuró a seguir, pero entonces, ya prácticamente frente al portal, el alma de su madre, volvió a aparecer. Más desaliñada que nunca y con los ojos casi saliendo de sus órbitas su voz se alzó como una clase de maldición y furibunda amenaza.

—No saldrás Nasha. no cumplí mi cometido estando viva, pero esta vez, NO VOY A FALLAR.

Y ella solo se limitó a sonreír. Como se notaba que esa mujer en realidad no la conocía, a pesar de haberle traído al mundo.

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Sabía que era el último en atravesar el portal, con la mano izquierda recien vendada gracias a un ferula para cortar la hemorragia en la mano a causa del corte que yo mismo me había hecho con la daga, mi pequeño sacrificio en la tarea, aunqeu sospechaba que ese repentino dolor en el brazo también tenía algo que ver.

 

debíamos hacer sacrificios para aprender la nigromancia, para utilizarla. En casa tenía un buen ejemplo de ello, y de su uso.

 

Observé a mis compañeras, escuché a nuestro maestro, y no me pasó desapercibida esa sombra a su lado, un alma difusa para nosotros, y de la cual solo su naturaleza parecía conocer Baelyr. Debíamos aceptar el desafío de la misma Muerte para terminar nuestro aprendizaje, aunqeu en realidad solo estaba empezando. Lo que no esperaba era que la sombra desapareciera, y de pronto sentí como algo nos rodeaba, como si le hubiera mandado...estudiarnos? para que?

 

Además, voces comenzaban a rondarnos, o al menos, yo escuchaba susurros. Tonto de mi, cuando nos dijo que deberíamos dejar un sacrificio y no salir llevando un alma apegada a nosotros, caí en la cuenta. Éramos un blanco fácil, seres vivios, almas vivas, sangre caliente. Una delicia poco vista en el mundo de los muertos.

 

Comencé a caminar, memorizando donde y cuando nos veríamos. "Mañana, cuando la primera estrella alumbre la noche, en el puente que antes llevaba a la pirámide"

- Si, Maestro, estoy dispuesto a afrontar a la muerte, a aprender sus secretos y a saludarla como una vieja amiga. - en realidad, no me era tan desconocida.

 

Pero debía salir, y el peso en mi pecho, el dolor qeu aumentaba en mi brazo me indicaba qeu las almas trataban de aferrarse. Asi que me quité la venda en mi mano, empapada en sangre, y a lancé con fuerza a mi espalda, alejándolos varios metros de mi. Noté el revuelo de las almas, pero no me quedé a mirar, sino que abandoné aquel espacio extraño donde el arcano nos había dado sus últimas instrucciones.

 

Ya fuera, abandoné el ateneo. Regresaría a casa, descansaría, y volvería al día siguiente para afrontar lo qeu nos preparase.

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  • 2 semanas más tarde...

Cuando está a punto de dirigirse hacia la luz, las almas la rodean. Es una sensación extraña: haber estado rodeada por ellas, escuchando sus voces apagadas sin llamar su atención si no hasta que las palabras de Báleyr la alcanzaron y cayó en cuenta de su mejilla sangrante. Sin embargo, no considera ni por un momento que el arcano esté hablando con transparencia. Había sacrificado ya parte de su alma en el proceso de llegar hasta allí: ¿Qué podía significar entonces un poco de sangre humana? Habría dado tranquilamente un órgano de habérselo pedido.

 

En su lugar, extrajo el fino cuchillo que había guardado de antes y se hizo un corte simple en la muñeca.

 

La sangre manó enseguida profusa y tibia y las almas se arremolinaron en torno a ella como un enjambre con la consistencia de la niebla. Catherine no prestaba atención a ellos si no a la figura que se encontraba parada poco más atrás, con los ojos como los tuviera antes, el cabello desordenado, la túnica desastrada. No pareció inquietarse ni por un momento ante la visión de la sangre como los demás ¿quizá porque en el pasado había sido una vampiro? No estaba segura. Catherine tan sólo intentó extraer la motivación de dichos pozos insondables, aquello que la había hecho venir hasta allí, pero no la halló. En su lugar, la mujer alzó un brazo con ademanes pausados y apuntó dos dedos a la altura de su sien.

 

Inquietud. Instalada en su pecho como una enfermedad hasta que se dio cuenta qué era aquello que le estaba diciendo: ya no necesitaba más cargar con esos viejos recuerdos. Aquellas memorias que Pandora le legara al morir, casi 500 años de vida de una vampiro, atosigando un cerebro mortal. Sentía las lágrimas agolparse en sus ojos pero no dejó que cayeran. Vio borroso por unos instantes antes de controlarse. Quería decir adiós con propiedad pero las circunstancias no se lo permitían. Las almas aún se agolpaban a su alrededor y la pérdida de sangre dentro de poco empezaría a afectarla. Así que avanzó hasta donde Pandora se encontraba y a pesar de no tener varita, cuando apuntó ambos dedos a su sien, notó cómo los recuerdos se desprendían para volver a su depositario original. Quizá fuese cosa de la voluntad o que simplemente nunca habían sido suyos pero en ningún momento se cuestionó cómo es que lo había logrado sin varita. Sólo lo hizo y entonces ya no quedaba más por hacer.

 

Estaba vacía. El paso sobre sus hombros, ligero. No había nada más que pudiese entregar y pronto empezaría a sentirse también mareada por la pérdida de sangre. Deseó decir algo importante, cargado de significado pero todo lo que escapó de sus labios fue una breve despedida. Pandora la observó y acompañó hasta que abandonó las sombras y la voz de Catherine, quebrada y cargada de cansancio, tan sólo rompió el silencio para decir:

 

—No queda ya otro camino para mí arcano—sus ojos intentaron ubicar a Pandora pero ella no se encontraba más allí—, vincularé mi existencia a los designios de la muerte —así que los cerró una última vez para dar el paso final, pensando en su único recuerdo de bodas, destruido, la maldición de Kaiser, parte de su alma y su sangre, todo lo que había dejado por el camino que ahora seguía con seguridad y ya no con la desquiciada necesidad de un inicio—. Así que tomaré la prueba que haya que tomar.

 

Sus últimas palabras quedaron flotando en el aire. El sangrado mermaba, sus latidos se estabilizaban y sus ojos se resintieron, todavía cerrados, ante el brillo de una luz. No una imaginaria o artificial, si no una tranquila, tenue.

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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—No fallarás, porque para empezar ni siquiera tendrás la oportunidad.
Esa mujer que había aborrecido la magia su vida entera. La que había despreciado a su propia raza, codiciando lo peor de la vida de los blancos, su nefasta religión, y la renuncia a la totalidad de sus creencias. Era increíble, como a pesar de la muerte, podía mantener esa esencia, en lugar de solo ser un alma errante más.
Ahora Nasha comprendía, gracias a las enseñanzas de Báleyr, porqué habían tenido que pasar por todo ese proceso de comprender lo que estaba en juego cuando se trataba de arrancar del mundo de los muertos a alguien, así como lo estoica que era la labor de un nigromante, y que no debía haber en ningún caso un juicio moral de por medio.
¿Cuánto de su humanidad se había perdido? No podía cuantificarlo, pero sabía que una vez regresara a Ottery, podría medir mucho más las consecuencias de los sacrificios que había realizado. Su madre, de aspecto traslúcido se atravesaba entre ella y el portal, y todavía vociferaba, pero ella no le escuchaba más. En su lugar, encomendándose a Papá Legba, comenzó a recitar los antiguos cánticos que en los ritos de vudú se dedicaban a los loas para que guiaran el camino de los sacerdotes.
Aquello conmocionó a su madre, que empezó a retroceder ¿sería que le traía las memorias que tanto se había esforzado en borrar? Aprovechando su conmoción, Nasha avanzó, con el enjambre de almas que se había agolpado en torno a ella, y apretando los dientes, se realizó un corte, y su sangre, cayó sobre el sendero, justo donde había dibujado una runa usada durante las ofrendas, y subió en un espiral potente, como un remolino, envolviendo a las almas deseosas de su sangre.
Sabía que era su última oportunidad así que con un esfuerzo gigantesco, mientras el remolino no cesaba, camino para atravesar el portal de luz, y del otro lado, exhausta, apenas reconoció las instalaciones del Ateneo y sonrió, cerrando los ojos.
Lo había conseguido.
Cuando volvió a prestar atención a su alrededor, comprobó que no había rastro de Blackner, pero recordando que lo había visto traspasar el portal, supuso que habría optado por retirarse. Stark por su parte, lucía taciturna en un rincón, y de seguro no tardaría en irse también. Debilitada por toda la sangre perdida, a duras penas alcanzó los viales de pociones que había dejado entre sus cosas, y comenzó a curarse con ellos. Y solo cuando detuvo del todo el sangrado, se sintió satisfecha y se atrevió a dirigir una mirada a la otra mujer presente.
— La prueba definitiva nos espera mañana.

 

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El Arcano observó, desde la lejanía de su aposento, la situación de sus pupilos y la forma como se enfrentaron al problema en que les había dejado. Estaba pensativo, con el ceño fruncido, sopensando las palabras que habían pronunciado. Una de las mujeres había dicho una frase terrible, al considerar a La Muerte como alguien seductora. No, Báleyr no pensaba igual y ahora lamentaba no haberle contestado cuando aún estaba con ella. Sin embargo, como no podía retroceder en el tiempo para hacerlo (o al menos, de forma legal en el mundo "civilizado" en el que se movían sus , era mejor que ella descubriera la barbaridad de pensar de esa manera. O no, ¿quién sabía lo que le deparaba el destino? Tal vez la seducción por esa amante sedienta de vidas que segar le llevara a convertirse en una Hannibal mágica...


Como había dicho que quería vincularse, él sólo asintió desde sus dominios aunque no pudiera verle; fuerte era su valor, firme su decisión. Si pasaba o no, el Portal lo decidiría...


El muchacho era más parco en palabras, más decidido a una acción directa que a perder el tiempo en discursos superfluos. Eso era del agrado del Arcano, a quien también le gustaba poco perder el tiempo en frases que se llevaba el viento del tiempo y desaparecía de la memoria de los Hombres. Báleyr era demasiado perfeccionista y no despreciaba el valor de la edad que tenía y la que le quedaba aún por vivir como para malgastarlo si no merecía la pena sacar algo de valor en ello. Sin embargo, valoraba el Honor, la Lealtad y el Valor, tres características que demostraba aquel licántropo.


Como también confesó en voz alta que quería vincularse, Báleyr asintió y dejó que se alejara en busca de consuelo y alivio en la familia que le esperaba en algún lugar de aquel pueblo. Suerte de él, que aún tenía una que le esperara cuando llegaba la hora del descanso...


La tercera muchacha tampoco era habladora, al menos hacia fuera. Su mente era un torbellino de palabras y sentimientos que se desarrollaban mientras se acercaba a la salida. El Arcano, con el único ojo que le quedaba, miraba al infinito en un gesto ambiguo para cualquiera que se atreviera a acceder a su habitación, que pensaría que estaba meditando en algo profundo. No era así, o no del todo. Con su frío ojo azul contemplaba la escena de aquella estudiante que luchaba más consigo misma que con las almas que le intentaban vetar el paso hacia la luz del mundo de los vivos. Parecía más resignada que decidida.


Pero como también afirmó su deseo de presentarse a la prueba de vinculación, el Arcano asintió por tercera vez y, al fin, abandonó la comodidad de su asiento y paseó hacia la ventana, para mirar a un exterior incierto.


Ser Nigromante era condenarse a ser un ente solitario de por vida, mientras ésta durara.


Pero si esos eran sus deseos..., que así fuera... Tenía que preparar una prueba.

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  • 1 mes más tarde...

Su carta de aceptación en la habilidad de Nigromancia descansaba sobre su cama junto a una Alessandra que tenía una mirada pérdida en la ventana de su cuarto en la mansión Potter. Su hijo menor se había ido con sus hermanos mayores al parque para que su madre pudiera estar tranquila.

 

Habia estudiado magia oscura hace muchos años, quien creyo que era su madre, Jay, le enseño desde que era una niña los sacrificios de meterse en eso, el uso constante de ella le había producido la pérdida de dos hijo por consecuencia la había vuelto una mujer sería y algo melancólica. El recuerdo de la morena le producía un gran dolor, había desaparecido siendo ella apenas una niña y gracias a eso había encontrado cobijo en los brazos de su madre adoptiva Laimi con eso le abrieron la puerta en la mansión Delacour.

 

Suspiro.

 

Últimamente su vida había dado un giro de 180 grados, cambios de mudanza, salidas de sus negocios y al final la verdad de su pasado. Apretó los labios y la magia dentro suyo le produjo un ligero picor en sus brazos. Pensar en eso la enojaba de un salto y decidida a aprender la magia de la Nigromancia, ella no era cómo su familia adoptiva porque cargaba con maldición familiar que estaba dispuesta a entender o al menos aprender cómo vivir con ella , se colocó sus jeans negros su blusa azul oscuro con sus zapatillas del mismo color, se ató el cabello rubio en una cola alta con su varita en mano desaparecio rumbo a la Universidad.

 

No conocía nada del Arcano de la habilidad, cómo cada vez que tomaba una los conocía mientras cursaba con ellos. Había pasado por Suluk quién fue muy amable y Amara, ahora sólo conocía el nombre de quién sería su maestro, Báleyr. Según le habían informado el Nigromante impartía su enseñanza en las mazmorras de la Universidad por lo que una vez en sus terrenos fue al encuntro con él Arcano.

 

La caminata le recordó la vez que sumplanto a una compañera en clases cuándo era profesora, el sentimiento de añoranza la hicieron suspirar al darse cuenta a todo lo que renunció, al llegar a la puerta llamó con tres golpes.

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Un destello oscuro comenzaba a descender rápidamente y esperaba que mis poderes me permitieran acercar lo más cerca posible, en efecto así fue, al llegar a los terrenos de la Universidad tomo rumbo para así buscar al famoso arcano de la nigromancia, la última vez no había ni comenzado las clases, pero a decir verdad, era parte y parte de mi vagancia, pero intentando recuperar el tiempo perdido opto por retornar la búsqueda de este conocimiento o habilidad mágica.

 

No evocaba si mi carta de aceptación había sido procesado o no, igual poseía la cantidad suficiente para cursar este poder ancestral y que anhelaba con toda mis fuerzas, era así como mirada se fijó para buscar la localidad de ese ser oscuro, esa emanación de energía que podía percibir por los libros de los Guerreros Uzza no me ayudaba del todo, pero de algo me servía.

 

Suspiro profundamente y comienzo a buscar, intento realizar encantamiento de localización e incluso llamo a mi escoba, a ver si desde el cielo podía visualizar algo y nada me había funcionado, en ello comienzo a descender y a ocultar mi escoba en mi túnica, algo curioso pero me servía para ocultar más de un objeto que en ella poseía.

 

No conocía nada del Arcano de la habilidad, ya que la última vez ni la mirada pude cruzar, pero eso no me importo. Ahora sólo conocía el nombre de quién mi mentor, @Báleyr. Así que lo comenzaba a buscar, quizás perdía el tiempo, pero no perdía nada en hacerlo.

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El tiempo se veía muy distinto cuando se era un viejo nigromante cansado de los detalles cotidianos de la vida. Quizás porque estaba acostumbrado a vivir entre los que habían perdido aquel preciado bien que tanto valoraba la humanidad y que tan a menudo se esforzaban en arriesgar en empresas sin verdadera importancia.

 

Se sentía viejo. Bueno, realmente lo era, y aquel pensamiento le arrancó una especie de sonrisa que disimuló sin esfuerzo alguno. No era un hombre dado a expresiones alegres. Su rostro, anciano y marcado por una profunda cicatriz que le cruzaba desde la ceja hasta el mentón, solía ser una máscara de seriedad y rectitud que solía amedrentar a quienes no lo conocían. Y también a los que sí lo conocían, ciertamente. Aunque él no entendía porqué, porque realmente no era una persona agresiva o desagradable. O quizás sí, pero él no lo veía del mismo modo.

 

Recordó que la dirección de la institución para la que ahora "trabajaba" le había notificado de la llegada de dos nuevos aspirantes a nigromantes. ¿Serían dos magos resueltos y decididos? ¿Poderosos, quizás? ¿O a lo mejor se trataba de un par de alcornoques sin sentido que iban a poner a prueba su paciencia? Chasqueó la lengua: solo podría saberlo si acudía a su encuentro.

 

Dirigió sus pasos hacia sus aposentos imaginando que les habrían dicho que le buscaran allí. Caminaba lento y silencioso, perdido en sus pensamientos y con su único ojo clavado en el techo, como si pudiera ver más allá de la edificación. Escuchó unos toques sobre madera: alguien tocaba a su puerta. Desvió la mirada para comprobar que se trataba de una muchacha cuyo rostro no pudo ver, pues estaba de espaldas. Se echó ambas manos a la espalda con la varita guardada en una de sus mangas y siguió caminando con sigilo, intentando que ella no se percatara de su presencia hasta que no estuviera a su lado. Y lo consiguió, por supuesto.

 

No creo que nadie pueda responderte ahí dentro —dijo entonces, en cuanto alcanzó la espalda de la joven. Suponía que se trataba de una de las muchachas anotadas para sus lecciones, pero ni siquiera la miró a la cara. Alzó una mano para que la puerta se abriera y ésta se movió sola, como permitiéndoles el paso a ambos. Hizo un gesto con la diestra indicándole que pasara—. Adelante, no me gusta dar clase en el pasillo.

 

No le cedió el paso. Él caminó hacia la pequeña sala que hacía de recepción de su vivienda en la Universidad. Era una sala pequeña y sobria en decoración, aunque con muchos libros colocados con esmero en estanterías con algunos sillones dispersos, posiblemente para atender visitas. Aunque no solía tener muchas. Frunció el ceño cuando echó un último vistazo hacia el pasillo y no vio a nadie más.

 

— ¿Vienes sola? Me avisaron de la llegada de un alumno más, pero parece que se demorará. No me gustan las tardanzas. Tampoco los desafíos innecesarios ni los aprendices que no sepan seguir las instrucciones sin cuestiones y remilgos. Sólo enseñaré a aquellos que quieran aprender de verdad. Dime, muchacha, ¿tú quieres aprender de mí? ¿Por qué nigromancia y no otra de las especialidades que enseñan mis compañeros arcanos? ¿Qué hay en esta magia que pueda interesar a alguien como tú? —la cuestionó mirando a Alessandra a la cara por primera vez.

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El tiempo del reloj seguía su curso y yo no podía conseguir al arcano correspondiente a mi clase, me encontraba perdido. Entonces fue que se me ocurrió intentar usar hechizos y encantamientos para localizar donde sería la clase, uno de estos me dio una pista y la seguí. Los minutos pasaban y apenas pude llegar a un sitio, del cual no conocía mucho, pero me pareció escuchar una voz y lo que parecía ser un recinto de un mago de las artes oscuras.

 

“¿Será este el lugar donde reposa el arcano de la nigromancia?” Pensaba y daba algunos pasos, mi respiración se encontraba agitada. “Al menos creo que puedo usar mis leves conocimientos para poder lograr algo, pero lo dudo.” Y tragando saliva, pronuncie con algo de timidez.

 

-¿Este es el lugar donde se enseña sobre la nigromancia?- Observe a la muchacha y me parecía reconocerla de algún lugar. –Si es así, pido disculpa por la demora.

 

Entre mis dedos comenzaba a juguetear en mi maga derecha donde ocultaba mi varita, estaba dispuesto aniquilar y luego intentar revivir alguien, en verdad mis escrúpulos no eran de alguien de una alta moral, apenas si tenía recuerdos de mi tiempo pasado en el ministerio de magia, al parecer sufría efectos colaterales de algún encantamiento poderoso, solo si tenia raro recuerdos de los últimos meses.

 

“Curioso me parece conocida ella ¿Pero quién es? En verdad detesto que mi memoria se vea tan afectada por algo, pero supongo que con nuevas habilidades poder liberar mis recuerdos, aunque, si es por algo que no recuerdo será mejor olvidar y comenzar de nuevo, pero no estoy seguro si deseo perderlo del todo.”

 

Suspire y esperando respuesta alguna, dado que me daba cierta preocupación no estar listo y más si me encontraba perdido nuevamente y no había dado con el lugar donde se encontraba el nigromante tan famoso en la Universidad, ya evocaba toparme con cierto arcano sobre algún caso del Ministerio de Magia.

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