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Nigromancia


Báleyr
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Era de entenderse que la muchacha comenzara a sentir el poderoso cúmulo de energía que guardaba el lugar. Al fin y al cabo, era una bruja muy poderosa, por lo que había leído en su legajo.

 

- No nos atacaran. Hace añares que visito este lugar, con menos perseverancia que antes, pero sigo haciéndolo. Muchas veces la cantidad de energía que hay aquí, puede llegar a desbordarse y romper los límites que separan nuestros mundos ... se necesita un equilibrio y eso es lo que intento mantener de vez en cuando.

 

Explicó. Quizás con aquellas palabras podía llegar a calmar a la Gaunt. Báleyr notaba las intenciones de las preguntas de la muchacha pero era de esperarse al chocarse con un sitio que guarda tanta historia y poder mágico.

 

- Las almas que están aquí no son peligrosas para nosotros. Es más, habrán algunas que, cuando ingresemos dentro por el pasadizo, nos acompañarán en el camino y comenzarán a contarte su historia y demás - comentó mientras le hacía una pequeña seña con su dedo huesudo para que lo siguiera - Te recomiendo que las escuches porque sus palabras guardan aquellos secretos que siempre quisieron dar a conocer pero que fueron acalladas por aquellos terribles crímenes.

 

De repente, el eco de la voz del Arcano se dejó de escuchar. El viejo se paró en seco frente a una pequeña puerta de madera con un gran picaporte de metal, que aún conservaba su perfecto acabado en plateado. Cualquiera que la viera pensaría que esa puerta es nueva y que no está desde los primeros años del castillo.

 

Colocó su bastón frente a él y dio tres golpecitos contra el suelo. Unos segundos bastaron para que la misma se abriera y diera a conocer un largo pasillo iluminado con antorchas. El camino los llevaría justo a la biblioteca para poder hacer uso del grimorio.

 

- Después de mi, Gaunt.

 

El viejo se adentró. Había convocado a su varita de cristal para poder iluminar un poco más el lugar.

 

A medida que se iban adentrando iba sintiendo como aumentaba el peso de la energía mágica que allí estaba. El Arcano ya estaba acostumbrado a ello pero quería saber como iba a reaccionar su pupilo.

 

No tuvieron que recorrer mucho camino hasta desembocar en el centro de la biblioteca. El viejo hizo una pequeña floritura para encender todas las antorchas del lugar.

 

El sitio era inmenso. En medio habían seis filas de estantes, que se prolongaban hacia atrás, lleno de libros viejos y polvorientos pero con muchos secretos mágicos y conocimiento. En las paredes, más estanterías empotradas en las paredes y, en varios sitios, algunas pequeñas mesas de madera con sillas para aquél que la visitaba. Sin olvidar el olor a humedad y papel que acompañaba el ambiente de lectura.

 

- Bienvenida a una de las bibliotecas más grandes de nuestro mundo.

 

Dijo haciendo retumbar su voz en todo el lugar. Se movió hasta la mesita más cercana, movió su varita e hizo aparecer el Grimorio dejándolo flotando en el aire.

 

- Todo tuyo, Gaunt. Ábrelo y veamos que es lo que el libro quiere enseñarte acerca de nuestra habilidad. Apenas lo hagas verás como tus antiguas ascendientes aparecerán para acompañarte en la demostración.

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  • 2 semanas más tarde...

Anne miró de reojo a su maestro mientras este satisfacía su curiosidad respecto a las almas que sentía en el lugar. Lo que escuchó no contribuyó a que se sintiera más relajada, sino que apretó los labios y comenzó a pensar que, quizás, no era tan buena idea estar allí. Pero estaba con un arcano... aquello era una ventaja. Si él iba eventualmente a preservar el orden en aquel lugar significaba que estaba a salvo con él, ¿no?

 

Comenzó a caminar a su lado mientras le explicaba que, posiblemente, algunas de aquellas almas quisieran acercarse a ellos para poder contarles sobre su origen y aventuras. O descubrimientos. O vivencias. O quizás desgracias. Instintivamente, la mujer optó por preparar su varita por si la necesitaba mientras seguía escuchando al anciano, que ahora la conducía hacia una puerta que parecía fuera del lugar respecto a la antigüedad de la edificación. Pero se notaba que simplemente estaba cuidada, y no puesta desde hacía poco como incitaba a pensar en primera instancia.

 

Con unos toques de bastón, la puerta se abrió y Báleyr le indicó que debía seguirle. Ella asintió. ¡Por nada del mundo le adelantaría sin su permiso!

 

Conforme avanzaban hacia el interior, Anne comenzó a sentir que la atmósfera se iba cargando peligrosamente. El arcano no parecía inmutarse ante este hecho, pero ella se removió en su caminar con inquietud, e incluso miró hacia atrás varias veces sintiendo que alguien ls observaba desde lejos. O quizás desde cerca.

 

Se pasó una mano por el pelo con incomodidad y estuvo a punto de chocarse con Báleyr, que se había detenido al entrar en una enorme sala que olía a pergamino viejo. Y a humedad, tanto que la licántropo se tocó disimuladamente la nariz con desagrado.

 

Por todos los demonios... —murmuró, mirando a su alrededor con asombro. Aún sentía a su alrededor que no debía confiarse en ningún momento, sentía el enorme poder mágico que emanaba de aquellos libros, y de los muros. Pero era inevitable dejar volar la vista aquí y allá ante semejante espectáculo. Siguió a su maestro hacia una mesita y observó de nuevo el grimorio del que ya habían hablado un rato antes, cuando seguían en la mazmorra del Ateneo—. ¿Mis... ascendientes? ¿En serio?

 

Miró el grimorio con respeto antes de decidirse a ponerle una mano encima. Se sentía indecisa, no porque no quisiera abrirlo, sino porque no sabía qué pasaría cuando lo hiciera. Posó la mano sobre su cubierta y la rozó suavemente, casi con deleite. Finalmente, la tomó y la abrió.

 

No pasó nada. Se fijó que aquella página era introductoria, no había apenas texto. Así que avanzó una más, no sin cierto temor y, en cuanto la movió, una especie de brisa cruzó la sala removiéndole el corto cabello. Tragó saliva, y avanzó una más, donde ahora sí había texto en una caligrafía elegante y apretada, con extrañas ilustraciones que le pusieron el vello de la nuca de punta. Aquella brisa cargó la sala aún más de una energía tan pesada que Anne tuvo que aferrarse al borde de la mesa. Quiso levantar la cabeza del grimorio pero le fue imposible, aquellas ilustraciones eran adictivas. Y el texto... Hablaba de las almas, de la energía de estas y de cómo perduraban en el universo una vez sus recipientes carnales morían. Hablaba de cómo conectar con ellas, de cómo interactuar con ellas. De lo que sucedía cuando un cuerpo perdía la vida y el alma se separaba de este... Anne sintió un escalofrío, sin poder parar de leer, y sin saber qué buscaba Báleyr en aquello.

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  • 4 semanas más tarde...

El Grimorio escondía muchos secretos. Secretos que sólo los verdaderos poseedores de la habilidad iban a llegar a ver a medida que avanzaban en el estudio del texto. Muchas de las páginas, por no decir la mayoría, habían sido escritas de la mano del Nigoramante. En cada una de las líneas había dejado plasmado todo lo que él había aprendido en sus años de estudio.

 

- No te apresures, Gaunt. Es un texto que no puede ser leído a la ligera.

 

Espetó a medida que sentía cómo el ambiente se ponía pesado.

 

Algo era de asegurar, no iba a permitir la interrupción del estudio ya que la muchacha tenía que continuar para poder acceder a la última fase del aprendizaje: la prueba. Era el momento que todos esperaban luego de un largo camino recorrido de diversos encuentros y neseñanzas.

 

- No dejes que nada te distraiga y sólo escucha mi voz. Recuerda que no puedes confiar en todo lo que las ánimas te digan porque muchas querrán llevarte por su camino y alejarte de tu objetivo.

 

Le recordó notando que se había distraído con aquella pequeña brisa que se había levantado dentro de la biblioteca. Ninguna de los enormes ventanales estaba abierto como para que se colase una brisa. Ambos sabían que se debía al cúmulo de energía que comenzaban a congregarse en la habitación.

 

Razna - Ánima de una bruja joven de cabellos rubios.

Nuevamente se había aparecido. Mucho tiempo había estado sin poder apreciar la presencia de Báleyr y sus pupilos. Razna había sido una joven bruja, muy habilidosa e inteligente. Pero, debido a la persecución que sufrieron durante la "caza de brujas", había sido condenada y ejecutada manos de los religiosos de la época.

 

Su alma aún vagaba por el casitllo junto a otras miles que buscaban la paz, para descansar, y poder compartir sus saberes. Y éste era el momento porpicio.

 

Razna se apareció frente a la Gaunt. Sabía, quizás, que la bruja se asustaría por lo que esperó a que la misma hiciera contacto.

 

- Has llegado a mi capítulo preferido: la interacción de ambos mundos, muertos y vivos.

 

Sentenció esperando que la Gaunt alzara la vista.

 

- Te recomiendo que leas muy bien esas líneas. Báleyr ha plasmado ideas maravillosas acerca de cómo interaccionan ambos mundos y cómo, nosotros los Nigromantes, podemos hacer de nexo entre ellos.

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No sabía cuánto tiempo llevaba mirando el grimorio pero, de repente, se percató de que le era sumamente difícil apartar la vista de él. Era magnético, aunque quizás no fuera exactamente ésa la palabra correcta para expresar lo que sentía en aquel instante. Lo que sí sabía era que cada vez se sentía más pequeña en un mundo inmenso, y que el ambiente se había cargado hasta resultar asfixiante.

 

Ufff.

 

Aquel suspiro en voz alto se le escapó cuando la voz de Báleyr la sacó de aquella especie de limbo en el que se había ido introduciendo lentamente. Estuvo a punto de tirarse a su cuello para abrazarlo al sentir una especie de alivio tanto físico como psicológico, como si algo la hubiese estado agarrando en contra de su voluntad sin que ella se hubiera dado cuenta.

 

¿Cómo que nada me distraiga? ¿Nada de qué? ¿Qué ánimas? Maestro....

 

No alcanzó a continuar, pues algo apareció delante de ella. Mejor dicho, alguien. Una mujer de cabellos claros la observaba con un extraño brillo en la mirada que erizó el vello de la nuca de la mortífaga. ¿Qué clase de aura irradiaba aquella mujer y de dónde provenía? ¿Cómo había aparecido delante de ella sin que la hubiese visto venir?

 

Que las... ¿que las lea?

 

Su voz había sonado como si fuera un susurro, un poco temerosa de lo que pudiera pasar. Por un momento, empezó a imaginar qué pasaría si aquella magia la atrayera hasta hacerla perder la razón, pero un pensamiento alentador detuvo aquella fantasía horrible. Báleyr no lo permitiría. O eso quería pensar ella.

 

Suponiendo que debía obedecer las palabras de aquella mujer, volvió a clavar la vista en el grimorio. Éste no estaba en la página donde lo había dejado, sino que se había movido hasta el capítulo del que había hablado ella. Leyó; sobre su mundo, sobre el de los muertos. Sobre lo que pasaba cuando un vivo entraba en el de los muertos, y viceversa. Y una ligera presión en el pecho empezó a atenazarla hasta que sintió que casi no podía respirar.

 

Las palabras de Báleyr resonaron en su mente. "No dejes que nada te distraiga y sólo escucha mi voz. Recuerda que no puedes confiar en todo lo que las ánimas te digan porque muchas querrán llevarte por su camino y alejarte de tu objetivo.". Alzó la vista de repente, cerrando el grimorio y con los ojos muy abiertos.

 

No, no voy a leer. No si mi maestro no me lo indica. ¿Quién eres tú y qué quieres de mí? Porque estoy segura de que no has venido solo a saludarme... ¿eres una antigua nigromante?

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  • 2 semanas más tarde...

Báleyr sintió aquella fuerte y poderosa presencia dentro de la habitación. Razna había aparecido nuevamente luego de años sin verla. Aquella antigua nigromante había sido el primer espíritu con el que el Arcano había tenido contacto cuando apenas era un pupilo en esta habilidad. Entre todas las ánimas que podían aparecer, la Gaunt había tenido suerte de que Razna se había aparecio ante ella.

 

El viejo la vigilaba de cerca sin que ella se diera cuenta. No iba a interferir en ese proceso porque su pupila tenía que comenzar a dominar el lazo comunicativo que tenía que desarrollar.

 

- No te inquietes. Entre todas las ánimas atrapadas aquí dentro, Razna, es benévola y una de las nigromantes más poderosas de la historia.

 

Aquél mensaje llegaría a la Gaunt en unos instantes. Uno de los tantos efectos que producía el abrir el grimorio, era la completa anulación del mundo que rodeaba al mago con el que entraba en contacto. Es por eso, que la Gaunt, no podía notar la presencia del arcano pero sí recibiría los mensajes que él le enviaría.

 

- Tienes que lograr fortalecer el lazo comunicativo hacia el otro mundo. Razna fue una especialista en ello y te podrá explicar mejor que nadie ese tema. Aprovecha el tiempo antes de que las energías se agoten dentro de la habitación.

 

Advirtió.

 

El tiempo era crucial. Y, con esto, Báleyr se daría cuenta si la bruja estaría o no lista para la prueba.

 

Razna - Nigromante clase 5

No pudo evitar reír ante las inseguridades de la muchacha. Razna habría esperado una reacción peor, como los demás pupilos que había visto, pero algo le decía que esta chica tenía un don especial.

 

- No te preocupes. Entiendo que desconfíes y, mucha más, cuando tu maestro es Báleyr. Siempre recuerdo lo que él le dice a todos sus pupilos acerca de no confiar en nosotros - ató su larga cabellera - Pero tiene mucha razón, muchos de los que andan por aquí buscan apoderarse de algún cuerpo y volver a la tierra. Pero otros, sólo buscamos compartir el conocimiento y hacer saber que aún estamos vivos ... de una manera distinta a la de ustedes - explicó con una sonrisa al final.

 

Se desplazó, flotando, por ecima de la mesa para colocarse al lado de la muchacha.

 

- Pues, entiendo si no quieres confiar en mi palabra. Pero he de advertirte que la energía del lugar se agotará pronto y no lograrás el objetivo por el que has venido. Es tu desición.

 

Inquirió.

 

Esperaría a que la muchacho le diera la respuesta. Dependeía de ella si Razna seguía y la guiaba o, de lo contrario, debía marcharse.

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  • 5 semanas más tarde...

No sabía desde cuándo pero Anne sentía un extraño temblor en las piernas, pero no lo suficientemente fuerte como para amenazara con hacerla caer al suelo. Pero se sentía inquieta ante aquella aparición que, según las palabras de Báleyr, era una antigua nigromante muy poderosa llamada Razna. Jamás había escuchado hablar de ella pero claro, tampoco nunca había investigado sobre nigromancia por su cuenta. Así que simplemente asintió ante las palabras de su maestro mientras la observaba, indecisa sobre lo que sentía al respecto. Ni siquiera se había percatado de que el anciano no estaba a su lado, o quizás sí, pero ella no podía verlo. Tenía la vista clavada en ella y, cuando desviaba los ojos, era para mirar de reojo el grimorio que había frente a sí.

 

La escuchó hablar y, sin saber porqué, ya no le parecía tan amenazadora. Quizás al verla recogerse el pelo con tanta naturalidad, o porque su voz no le causaba desconfianza. Pero cuando pasó por encima de la mesa para situarse a su lado, Anne dio un paso al costado para alejarse. Tampoco había que abusar en tan poco tiempo, pensó con cierta diversión para sí misma.

 

No, yo... lo siento, maestra Razna. Siento haber desconfiado pero el maestro Báleyr dijo... —vaciló durante un instante, buscándole con la mirada. ¿Dónde se había metido el viejo? ¿Y por qué la habitación era, de repente, ligeramente distinta a como estaba cuando llegaron?—. Me dijo que no confiara, pero luego dijo que sí podía hacerlo en usted.

 

Volvió a vacilar. ¿Y si sus palabras molestaban a aquel alma poderosa y sabedora de los misterios de la nigromancia? ¿Y si la encerraba en algún lugar remoto usando sus poderes y no tenía forma de salir de su prisión? Se estremeció involuntariamente.

 

¿Debo leer? —preguntó, alzando una mano para rozar el grimorio—. ¿O usted me explicará lo que debo saber? ¿Puedo hacerle preguntas? —hizo una pausa, sin saber bien si Razna había aparecido para explicarle algo concreto o, simplemente, para enseñarla—. ¿Para qué suele usarse la nigromancia y qué poderes confiere? Sé la respuesta general, pero quiero una más concreta. Quiero saber utilizarla, y saber para qué puedo usarla. ¿Puedo resucitar a un muerto? De ser así... ¿qué sucede después? ¿Y cómo se hace? ¿Hay consecuencias? Yo... no entiendo.

 

Miró de reojo el grimorio, que estaba en la página que hablaba de la conexión entre el mundo de los vivos y de los muertos. ¿Quizás podría, cuando supiera lo suficiente de nigromancia como para hacerlo, abrir un portal hasta el mundo de los muertos para hablar con sus antepasados? ¿Con sus amigos caídos en batalla? ¿Quizás traer de vuelta a alguien para experimentar? Era demasiada información, y no estaba segura de si debía pasar las páginas del grimorio para buscar la respuesta por sí misma. Prefería que se lo explicaran al natural, aquel libro le inspiraba temor.

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>> Nigromancia << pensó con picardía y se atrevió a dibujar una pequeña sonrisa mientras apartaba de su cabeza la capucha de la gabardina oscura.

 

Ante su llegada, el viento había dejado de andar con libertad y se sentía una tensión aguda en el ambiente. La densidad se apoderó de los alrededores mientras el mortífago se adentraba aún más a los predios del recinto, apoderándose de los pasillos y recovecos. Los más débiles no iban ni siquiera a tener la capacidad de volver a respirar.

 

El baile ondulado de la vestimenta negra que caía sobre sus tobillos era constante, petulante y exigente. Así como los taconeos que eran fieles a su paso. Nunca antes Patrick Colt esos pasillos, mucho menos las mazmorras donde su aura podría concentrarse y ser fatal.

 

No llevaba su máscara, y por ello iba recubierto su tatuaje, y aunque le ardiera toda la espalda el llamado de la Marca Tenebrosa siempre resultaba placentero. Sin embargo, la sensación en su tatuaje no se debía al bando, sino al poder que manaba de la habitación a donde se dirigía y el contraste que eso tenía referente a su pasado. Ya él conocía la magia nigromántica y mucho más allá, Satanás y Lyra Ryddleturn habían sido testigos de aquel pasaje oscuro.

 

Sonrió.

 

Logró vincularse a la habitación y apartó las cortinas. Estantes llenos de libros, pociones, y frascos vestían todas las paredes. El polvo y el olor a humedad en el ambiente eran el perfume perfecto para acompañar a una escena dantesca y putrefacta, que solo hacía alimentar las indecorosas prácticas de todo mago cuyos poderes se basaran en el arte de la nigromancia.

 

- Aquí no hay nadie y tengo ganas de jugar -, indicó lanzando su varita al aire y tras algunas vueltas volvió a atraparla – jugar.

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  • 2 semanas más tarde...

Razna con Anne

El fantasma sonrió de costado. Podía notar y sentir el miedo que la alumna tenía. Cuando le dijo que leyera los pasajes que tenía el capítulo, se quedó tiesa y comenzó a soltar varias preguntas. Razna las esuchó con detenimiento pero debía pensar la respuesta ya que no quería decir demás. Era el trabajo de la muchacha y de Báleyr, ayudarla a descubrir.

 

- Es normal y común que mucha gente diga "vi un espíritu" o "puedo comunicarme con las almas del más allá". Pero, detrás de esas frases que muchas veces son mentira, se esconde una de las grandes aptitudes de un nigromante pero, que va más allá de ello. El nigromante debe nacer con la conexión hacia el otro lado y, es imprescindible, que la desarrolle a lo largo de su vida porque puede que no se de cuenta de ello y no termine aprovechandola.

 

Explicó mientras se paseaba de un lado al otro flotando.

 

- Anne, debes descubrir ese momento en tu vida. Ese momento en que sentiste esa conexión y no supiste como explicarlo. La habilidad de Nigromancia, va más allá de poder entrar y salir del terreno de los muertos, de ir y venir entre un mundo y otro. Para un gran nigromante en formación es imperativo saber en qué momento de su vida sintió ese "hilo", cómo reaccionó al respecto y qué estaba pasando en ese momento que pudo percibir que algo "no estaba bien" - se detuvo frente a la mesa y se acercó a la bruja - Si te contara las historias de cómo muchos descubrieron la conexión, tendríamos que estar días encerradas aquí dentro.

 

Se separó de la bruja, tomando algo de distacia. El tiempo se estaba acabando y a ella no le quedaba mucho en este mundo. Podía sentir como la energía se disipaba.

 

- Cierra tus ojos e intenta conectarte con tu pasado. Como futura nigromante, debes lograrlo. Es como si tuvieses un propio pensadero dentro tuyo que puedes visitar a cada rato - le indicó - Debes encontrar el momento exacto de la conexión y, solo así, lograrás comprender tu don de la habilidad.

 

Báleyr con Patrick

El anciano estaba controlando todo para que nada se saliera de control. Solo faltaban unos pocos minutos para que Razna desapareciera y, Anne, volviera. Depende de lo que le dijera, el viejo sabría si estaba lista o no para la prueba final.

 

Mientras esperaba que terminara, una pequeña esfera de luz blanca se materializó al lado del viejo. La misma le mostraba a un nuevo pupilo dentro de las mazmorras. El nigromante arqueó una ceja al ver la escena ridìcula que estaba haciendo y, por unos momentos, dejó atrás la biblioteca y se apareció a espaldas del muchacho.

 

- Espero que sepa que si llega a romper algo de esta habitación, no hay magia que pueda traerlo del otro lado cuando yo mismo sea el que lo envíe hacia allá - soltó con tono serio.

 

Si había algo que ofuscaba a Báleyr, era el comportamiento que muchos tenían al enfrentar la habilidad; como si fuesen sabelotodo.

 

- Espero que sepa comportarse en lo que resta de todo el estudio que haremos pero, habiendo visto su comportamiento altanero, me temo que tendré que empezar por el principio: ¿Qué es lo que pretende de la habilidad y qué conoce de ésta?

 

Ahora la esfera le mostraba a la muchacha con Razna.

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La estancia era bastante fría, y atrapaba la atención del asesino que se paseaba dentro de ella con una sonrisa altanera en sus labios.

 

Era dueño de una varita de tejo negro que en ese momento cimbraba ante las fuerzas indelebles que retumbaban entre las paredes rocosas de la mazmorra. Nigromancia era un arte que se sentía, una habilidad que el poderoso mortífago era capaz de manejar sin necesidad de una clase como esa, sin embargo estaban en medio de una guerra en la que Patrick Colt debía participar.

 

Los pensamientos del mortífago fueron interrumpidos por un chasquido a su espalda, escasos metros detrás de él apareció un anciano, de cabellera desordenada, y cuerpo amorfo. El sonido lo detuvo, alzó su rostro al techo y respiró profundo cerrando sus ojos color oro. La sonrisa ahora gesticulaba una mueca de placer. Volvió a sonreír, y levantó su varita mientras giraba media vuelta para apreciar a Baélyr, a quien no conocía, pero que a simple viste le parecía un hombre frágil, de cuidado, y enternecedor.

 

- Me da igual lo suficientemente bien, como para preocuparme si se rompe algo - dibujó una pequeña cé en el aire, y de uno de los estantes de la pared a su izquierda saltaron unos pocos libros que fueron a parar sobre un jarrón que finalmente estalló contra el suelo -, uh, ¿eso qué fue?

 

El estallido interrumpió las palabras que el mago ancestral hubiese querido gesticularle a Patrick Colt, o bien no fueron audibles, ya que no fueron respondidas por él, ni por el eco del sonido de los pedazos del jarrón.

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¿Debía tener conexión previa para aprender nigromancia? Aquello la descolocó por completo. Ella jamás había experimentado algo así. ¿O quizás sí pero no era consciente? Intentó que las dudas no consumieran por completo su escasa paciencia y se esforzó al máximo por escuchar a Razna, que le hablaba amablemente como si se hubiera percatado de la numerosa cantidad de dudas que habían surgido en la Gaunt.

 

Pero... —vaciló por un momento, inquieta—. Yo no sé si he experimentado algo así en algún momento de mi vida. Porque hablar con un fantasma, o varios, no cuenta, ¿cierto? Hay uno en el castillo Gaunt que parece estar ligado de alguna forma a mí... pero ya estaba en el castillo cuando yo me instalé allí. ¿Eso tiene algo que ver?

 

Guardó silencio, pues ya Razna le había indicado cómo debía proceder y algo le decía que su relación con Jack, el fantasma de la Gaunt, no era la respuesta a lo que buscaba.

 

Cerró los ojos, obediente, y confiando en que tanto aquella nigromante como su maestro Báleyr no permitirían que le pasara nada malo en aquel inhóspito lugar. Que quizás no lo era, pero para ella se sentía así.

 

Se concentró intentando liberar su mente de cualquier cosa que no tuviera que ver con la nigromancia. Ella tenía muy entrenada su mente, ya había estudiado sobre eso con otros arcanos, pero ahora debía buscar en sus recuerdos algo que pudiera relacionarla con aquel conocimiento que ansiaba tener. ¿Había tenido ella alguna experiencia que pudiera ser una conexión con la nigromancia? ¿Una pista de que era apta para aprender sus misterios? Se rascó la frente, aún con los ojos cerrados, y se dio cuenta enseguida de que no había nada en su vida adulta que le sirviera para el caso. El único contacto que había tenido con el mundo de los muertos eran las veces que había arrebatado una vida, y estaba segura de que tampoco tenía que ver con eso.

 

Así que debía buscar más atrás. Recordó su adolescencia. Siempre estudiando, en Hogwarts durante el año escolar, y con los monjes de la abadía de Cork durante las vacaciones de verano. A su mente vino un recuerdo repentino: la única vez que había preguntado por aquel tipo de magia había sido a Shiro, su padre adoptivo. El sacerdote se había escandalizado hasta el punto de cortar su curiosidad de golpe, prohibiéndole hablar del tema en aquel lugar. Y ella simplemente había obedecido, dejando todo aquel tema a un lado. Frunció el ceño, sin abrir los ojos. ¿Quizás debía retroceder más en sus recuerdos? ¿Cómo supo ella de la nigromancia y por qué había preguntado a Shiro? Quizás por ahí encontraría lo que buscaba.

 

Pensó en lo que recordaba de los años anteriores, antes de entrar en Hogwarts. Había sido una niña relativamente feliz, sobre todo después de que el sacerdote la adoptara. Pero no conseguía dar con nada que le valiera para lo que Razna le había pedido. ¿Significaba eso que no podría aprender Nigromancia? Empezaba a desesperarse.

 

«Señor Shiro, ¿preguntó por mi amigo Dugan?», su propia voz, mucho más aguda e infantil, resonó en su cabeza como si hiciera eco. «No me llames así, querida. Shiro está bien. Y... sí, pregunté. Pero nadie ha oído hablar nunca de ningún Dugan». Ahora era la voz de Shiro, el sacerdote que la había rescatado de aquel orfanato y se había convertido en su padre con el paso del tiempo. «¡Pero él estaba allí, conmigo, siempre! Era un chico más alto que yo, de pelo y piel oscuros y ojos claros... así del color de este caramelo». Aún podía recordar los ojos preocupados del anciano que ocultaban aquel sentimiento con una sonrisa bonachona mientras miraba el caramelo color miel que la niña se sacaba de la boca para mostrarle. «Pequeña, jamás he visto a ese niño contigo en el centro... y cuando pregunto, nadie sabe quién es».

 

Poco a poco, los recuerdos comenzaban a arremolinarse en la mente de Anne y tomaban forma, devolviéndola a aquellos tiempos desdichados en los que aquel muchacho era su único apoyo. Junto con el sacerdote, que la visitaba a diario durante el rato que le permitía la directora. Pero Dugan jamás se mezclaba con los demás. Y nunca aparecía cuando Shiro estaba cerca... ni cuando había nadie alrededor. La mente de la mortífaga comenzó a atar cabos y enseguida comprendió porqué Shiro, en un determinado momento, había hecho como que aquel tema de conversación jamás había existido. Ella, cuando creció, había llegado a pensar que el muchacho había sido producto de su imaginación por la falta de compañía y cariño pero, ahora, comprendía que había sido algo mucho más serio. Dugan era un espíritu pero... ¿por qué solo ella había podido verle? No pensaba que aquello bastara para lo que Razna le había dicho.

 

Así que tuvo que buscar con más ahínco en sus recuerdos para ver en qué momento le había conocido. Había sido una tarde, después de jugar en el patio. Aquellos niños mayores, siempre agresivos y exigentes con los más pequeños, la habían amenazado para que les diera el único juguete que tenía y, aunque se había negado durante un rato, al final se lo habían quitado no sin antes darle un par de golpes. Ella había mordido a alguno, recordaba, y también le había tirado del pelo y arañado a otro. Lo siguiente que recordaba era que había despertado en la enfermería, con un tremendo golpe en la frente y un corte en el brazo.

 

El corte del brazo...

 

Un par de días después, recordaba que los habían sacado de la cama en mitad de la noche y los habían llevado al comedor, donde habían estado hasta el día siguiente. Y aquellos tres chicos mayores desaparecieron desde aquel día, aunque nunca les explicaron porqué. Y poco después había aparecido Dugan. Anne siempre había creído que, simplemente, le habían dejado allí abandonado como a ella pero ahora entendía que, en realidad, le habían traído de otra parte, muy posiblemente por error. ¿Y si aquellos chicos habían experimentado con una magia que no conocían utilizando su sangre? «Pero eran muggles...», pensó de repente, frunciendo de nuevo el ceño. No podía imaginar qué pensaría Báleyr cuando la viera hacer tantos gestos con la cara, manteniendo los ojos cerrados.

 

«¡Suelta esa tabla inmediatamente, Anne! ¡Suéltala te digo!», interrumpió la voz de Shiro en su mente de repente. Recordó el sobresalto ante aquel grito y cómo había dejado la tabla caer de golpe. Él jamás le había gritado, y nunca más volvió a hacerlo. «No es mía, la he encontrado en el dormitorio», le había dicho ella intentando esquivar la previsible regañina. «Pues déjala donde la encontraste y no vuelvas a acercarte a ella. Solo puede traerte problemas. Y si alguien la utiliza, no te acerques bajo ningún concepto. Y avísame», le había indicado él con evidente nerviosismo. Luego le había visto hablar con tono alterado con la señora Doherty que, como era su costumbre, había pasado de él y sus preocupaciones. Esa tabla se la habían robado los mayores a la niña que la tenía originalmente. Y luego había sucedido la desaparición.

 

«Ouija», era la palabra que Shiro había utilizado para referirse a la tabla mientras hablaba con aquella señora-demonio. Anne, años más tarde, había sabido algo más sobre esos tableros que los muggles usaban para conectarse con el mundo de los espíritus, pero jamás había relacionado aquel hecho con su infancia. Pero ahora todo era claro. Dugan seguramente era el espíritu de un niño fallecido que había sido atraído por aquella actividad de los chicos mayores, y de alguna manera, quizás, había sentido que podría quedarse un tiempo más en el mundo de los vivos cerca de ella y su poder mágico.

 

Abrió los ojos de repente, y miró a Razna sin saber si aquello sería suficiente.

 

Creo que lo tengo, maestra Razna. He recordado un momento de mi infancia en la que tuve... un encuentro con un espíritu cuando era niña. Pero no era un fantasma como tal, unos muggles... bueno, da igual. ¿O tengo que contártelo? Bueno, por si acaso... unos muggles la invocaron usando un método suyo, pero aquel espíritu se ligó a mí... quizás porque, creo, usaron mi sangre. Pero yo era muy pequeña, no recuerdo nada. Ni siquiera supe que no era un niño real hasta... pues hasta ahora mismo, que me he acordado de él. Creo que... mi padre tuvo que ver. Mi padre adoptivo. Era sacerdote. Bueno, lo es, aunque ahora es anciano y ya no ejerce como tal. Creo que él descubrió lo que había pasado y, quizás, bloqueó aquellos recuerdos en mi mente para alejarme de... bueno, de esa conexión. ¿Es eso posible, maestros?

 

Los miró a ambos, indecisa.

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