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Nigromancia


Báleyr
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¡Claro que estoy listo, maestro Arcano! —comenté al ver que el viejo me daba la bienvenida al llegar a donde había empezado. Tenía que decir que era increíble no sentir un calor agradable. El paso de “allá abajo” al sitio donde se encontraba el maestro, suponía que iba a ser diferente, pero parecía que continuaba donde había dejado la silueta de mis dos padres. Tal vez confundía a la Arcana de la Animagia que su cabaña había sido la más agradable de todas.

 

Estoy seguro que me deparará un gran camino que puedo recorrer. Quiero vincularme porque es una oportunidad que se abrió ante mi y la tomé sin dudarlo. Creo que tengo el equilibrio necesario para hacer uso de la mancia —claramente que el Arcano tal vez preguntaba a modo de incentivo. Pero mi intención verbal se la había dado a entender al principio de la charla. Y esperaba que la otra intención que guardaba para mi sea eso, un secreto.

 

Prefiero ir a descansar y encontrarme con usted a medianoche. Tiene mucho trabajo que hacer y debo admitir que ya vi muchos muertos debajo. Estoy listo para la prueba @@Báleyr —miré al anciano Nigromante pero sabía que aquellas palabras iban a ser nuestro hasta luego. La prueba iba a ser más comprometida pero realmente no tenía miedo. De hecho, lo usaba como incentivo porque estaba seguro que al menos sabía cómo empezar y para dónde encaminarme.

Editado por Elvis F. Gryffindor

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Báleyr se había acostumbrado a la impertinencia de aquellos magos londinenses que pensaban que eran superiores a los Arcanos, muchos centenarios, sin recordar que debiera ser un honor recibir enseñanzas a los que nunca tendrían acceso si ellos no estuvieran allá, a su disposición. Tampoco le importó mucho la actitud de aquella jovenzuela. La vida, y la Muerte, le había enseñado que no debía dejarse perturbar por las trivialidades de los que pensaban que la magia se usaba de cualquier manera.

 

Por ello, ni se inmutó cuando la mujer escondió su daga con un gesto airado. A él no le interesaba su comportamiento sino que saliera viva de aquella experiencia, al menos que quisiera que practicaran con ella. Sólo cuando pareció alegrarse por la nueva excursión, el Arcano se sorprendió un poco por aquel interés. En cierta manera, aquel ligero cambio en su interés le hizo tener esperanzas en que aún podría enseñarle algo de aquella Habilidad. El muchacho, sin embargo, daba trazas de ser un gran aprendiz que sabría desarrollar la Nigromancia sin más problemas. De los dos, era del que más seguro estaba que pasaría la prueba.

 

- Estoy seguro que se sabrá los conjuros de maravilla, Señorita Snape, pero no todo es recitar como loro lo que aprenda en los libros. Se necesita adaptación y aprendizaje. Sobre todo, mucha experiencia. Lo importante es que recuerde las ideas básicas que se resumen en 2: no puede levantar a un muerto sin curar lo que le produjo su deceso; no puede pedir a un muerto que haga algo si no tiene un cuerpo en condiciones para que lo cumpla. Así que, lo mejor, cuerpos frescos y lo más enteros posibles. Como éstos. Seguro que aquí encontraremos ejemplares útiles.

 

Miró a los dos pupilos y, para ello, tuvo que ladear un poco más la cabeza para abarcarles. La pérdida de visión periférica era algo que le perjudicaba a veces, pero no por ello perdía sagacidad en los detalles. Por ejemplo, el Señor Griffindor aún no se había decidido a entrar o irse a la prueba. Prefirió no presionarle, era una decisión difícil. Aunque no tardó en decir que prefería irse a descansar para encarar la prueba. Baléyr le saludó con un leve gesto de cabeza. Sabia decisión; mortal decisión, de todas maneras. Le vería pronto.

 

- Señor Triviani. Su pregunta ha sido muy interesante. Me demuestra que tiene las ideas claras sobre lo que quiere encontrar. Mientras examinan el cuerpo de sus víctimas y evalúan daños y lo que han de arreglar antes de rescatarlos momentáneamente del mundo de los Muertos, intentaré dejarle claros algunos conceptos.

 

El Arcano abrió uno de los cajones y examinó un cuerpo tapado con una sábana blanca.

 

- Mujer caucásica, disparos en el pecho, desgarros en la caja torácica que afectó a pulmones y corazón. A simple vista, necesitará un gran de recomposición antes de despertarla. ¿Y los suyos? ¿A qué esperan para sanar esos cuerpos?

 

El Arcano esperó la evaluación de sus alumnos. Frunció el ceño al recordar que había prometido al hombre contestarle sus preguntas.

 

- Las Almas pueden encerrarse en tinajas de barro purificado o vidrio tratado para evitar porosidades. Pero eso entra más dentro del campo de la demonología y Artes oscuras que en la Nigromancia. Las Almas sufren. Y usted no querrá maltratar ningún alma. Recuerde que algún día usted estará allá abajo con ellas y... - El Arcano sonrió con cierta mueca que le dio fiereza a su rostro tuerto - ... y las almas tienen toda una eternidad para esperarle y vengarse.

 

Guardó un momento de silencio mientras los alumnos trasteaban aquellos cuerpos en busca del más idóneo para sus prácticas.

 

- De todas maneras le contestaré que sí. Puede unir esas almas a un cuerpo, si utiliza un sencillo hechizo de anclaje. Es muy frágil y volátil pero, durante un tiempo, esa alma estará ahí dentro y podrá hablarle, si ella quiere. Por mucho que intente esclavizarlos, es mucho más difícil que le obedezcan. Hay almas que, por mucho que se insista, no son nada cooperativas. Si fueron díscolas en vida, eso no lo olvidan de muertos. No crea que le van a agradecer que les ate a un cuerpo que no es el suyo para contestar sus preguntas. He aquí un gran dilema de la Nigromancia: cuanto más sencillo es levantar un muerto sin alma, más dóciles y obedientes son. Cuantos más complicados es levantarlos con alma, más autónomos e independientes pueden ser. Muchos nigromantes han muerto a manos de sus creacciones. Tienen, digámoslo así, "vida propia".

 

Miró hacia la puerta. En aquella morgue había vida y, por tanto, podrían ser pillados en cualquier momento, aunque el Arcano ya había tomado medidas para evitarlo.

 

- Venga, la Muerte no espera, así que empiecen. Y, por cierto, amenazar a un muerto de matarlo es tan inútil como querer ahogar a un pez en una pecera con agua. Es más efectivo con amenazarle con no dejarle morir nunca y volver a la tranquilidad de su estado natural. Espero más de usted, Señor Triviani.

Editado por Báleyr
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Con el Arcano

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Y ahí iba... AHÍ IBA!!

 

Nuevamente, quitándole el poco gusto que finalmente había encontrado en la clase para reemplazarle aquello con las ganas que ahora le daban de utilizar nuevamente uno de los bisturís de aquella sala en el profesor para utilizarlo como parte de la parte práctica de la clase; pero no, no podía permitirse hacer aquello, quería solamente conseguir ese certificado y eso era todo, conseguir el bendito papel que el Ministerio le pedía y ya.... seguir adelante y olvidarse de que se las había tenido que ver con aquel anciano

 

Ya se divertiría y haría prácticas en la morgue de su propia clínica, por ahora.... solo era de sonreír est****amente y asentir a las palabras de aquel sujeto que se metía con ella solo porque le salía de los pliegues de la capa... a ese paso, debería comenzar a recomendar el convertir en deporte anual el ver qué tan rápido eran capaces los profesores de tocarle la nariz

 

Pero estaba bien... todo bien... respirar profundo... contar hasta el millón y de reversa... seguir sonriendo...

 

Revisó el cuerpo que tenía delante y sacó la varita para darle un par de golpecitos con esta para luego, pasarla por encima. Realmente el cadáver que le había tocado no era de lo más interesante del mundo, un jovencito tonto que se había dejado llevar por el alcohol y las drogas y que había terminado muerto por una sobredosis.

Nada complicado de limpiar en realidad pero tampoco a esas alturas se sentía precisamente con ganas de buscarse algo más interesante

El pase y de ahí, a hablar con las serpientes, que ya le hacía falta para que su basilisco no volviera a meter la cabeza en los retretes ajenos; todavía no olvidaba todo el barullo que había armado por andar tratando de escaparse del piso de accidentes mientras terminaba petrificando a todos los elfos del edificio

 

En fin

Hizo una pequeña mueca para luego, buscarse entre los bolsillos de la capa unas pocas pociones para comenzar con la limpieza del cuerpo que tenía delante pero eso no evitó que por unos momentos escuchara con un poco más de interés al arcano; así que almas queriendo vengarse, eh?... je... vaya momento para pensar en eso cuando muchos de los vampiros justamente estaban en ese estado por aquellas emociones e ideas que los arrastraban de regreso al mundo de los vivos

Quizá de forma algo brusca torció la cabeza de su cadaver hacia atrás para comenzar a vertir la pócima que llevaba consigo y que ingresara de poco en poco en su sistema, volviendo a usar la varita por encima para tal motivo

 

-Entonces... a estos los quiere con o sin alma? -preguntó resignada la Snape a que no iba a obtener nada amable de aquel hombre mientras que seguía acomodando al suyo, volviendo a sacar su daga mientras iba haciendo pequeñas marcas que no fueran a ser demasiado dolorosas en la piel de aquel chiquillo -es para obtener información de ellos o para experimentar lo que sería tener a nuestro servicio algo similar a los inferi pero sin terminar rompiendo toda ley que el Ministerio tenga como excusa para arrestarnos?

 

Terminó de preguntar sin voltear

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Seguía con cautela cada uno de los movimientos y vivencias de su compañera en lo que parecía ser su último retazo de la fase preparativo de la clase: si todo culminaba de manera satisfactoria, estaba dispuesto a ofrecerle formar parte de lo que el Rumani tenía planeado. De ahí en más, todo quedaría claramente liberado a la capacidad de la muchacha, siendo que el Arcano tenía poca inferencia sobre los alumnos y lo que decidían hacer allí. Mientras tanto, se degustaba al descubrir una faceta de su personalidad que hasta entonces solo habia raspado: una determinación inamovible que parecía ser capaz de llevarlo hasta el fin del mundo si de ello se tratase.

Silenciosamente, y sin que nadie lo notase, observó su fino rostro reflejado en una de las compuertas del depósito de cadáveres, una sonrisa maniática se figuró en ella y con su diestra abrió, para estirar la gélida placa de metal donde reposaba aquel cuerpo sin vida, cubierto por una sábana de color blanca que se encontraba manchada con los fluidos que aquel cuerpo despedia, inspiró y suspiró: el deceso podría ser algo tan frívolo y desvalorado, muchas veces aquello podía ser una bendición, el caminar sobre un sendero repleto de oscuridad sin un rumbo predeterminado, sin saber que clase de misterios pueden existir luego de que la luz de los ojos se consuma.

Sacudió su cabeza al escuchar las palabras de Báleyr, se había perdido en sus pensamientos.

Creo que nuestros nortes son diferentes, Báleyr. respondió en su idioma primario, el Rumaní, ante su recomendación.

Flaqueo momentáneamente y no pedo sino esbozar una media sonrisa -qué más que tranquilizar, atemorizaria a cualquiera- al verlo avanzar prudentemente y correctamente. Contrario de lo que muchos pensaban, el dudar y el verse intimidado por la adversidad no era sino lo más natural y propio del ser humano; la valía no estaba en no temer, sino en actuar a pesar de los temores y saber cómo salir victorioso independientemente de las presiones externas.

Aquellas almas que he coleccionado, son personas que lo merecían... Estoy seguro de que otras me lo agradecerian. contestó ahora hablando ingles para que el Arcano comprendiera lo anterior mencionado, y volvió su negra mirada hacia el cuerpo.

Esperaba que la connotación de sus palabras fuera más que evidente, no tenía mucho ánimo de revelar detalles sobre ellas, al Arcano era un detalle que no le importaría saber, simplemente podría consultar a la muerte el por qué y listo.

Bien, lo haré.

Masculino, unos cuarenta y cinco años de edad, estatura aproximada de un metro ochenta y cinco, rigidez cadavérica completa, sus extremidades se encuentran violáceas y entumecidas por el avance de su descomposición iba recitando como si fuera un libro, mientras giró el cuerpo para observar su espalda , causa de muerte... abrió sus ojos sorprendido por la cantidad Difícil de saber, pero... Más de treinta marcas con un elemento punzo cortante. observó a Báleyr y a su compañera en el camino que sus ojos hicieron del cadáver hacia él.

En esa inmensidad, se concentró solo en hacer contacto con la muerte. Un solo pensamiento, una dirección y toda su energía puesta en abrirse paso hasta ella. Hasta que la rodeó. No podria decir cuanto tardo hasta llegar a establecer un enlace, para él solo había sido un instante. La muerte se presentó ante él de forma inusual. No era una figura o un cuerpo reconocible, no tenía forma, solo era una presencia, algo muy diferente a las leyendas que se contaban sobre ella. Una presencia de calma, de paz, hasta de naturalidad. Se reconocían mutuamente como si fueran parte de lo mismo.

Tomo de su monedero de piel de moke una poción que haría que las heridas del hombre se cerrarán al instante, con unos cuantos encantamientos en una lengua muerta -latin- su cuerpo en avanzada descomposición volvió a la normalidad, dentro de los parámetros que éstos conjuros le permitían. El alrededor se tornó frío, como si el bosque níveo de Siberia se hubiera posado sobre sus hombros y susurro, audible solo para ella, y tal vez el tuerto.

Transformó su uñas en afiladas garras y atravesó su pecho, del lado izquierdo, haciendo contacto con su corazón.

Apretó, y recito nuevamente, apretando constantemente como para que éste volviera a latir... Abrió sus ojos, tan vacíos y sin luz. La muerte le sonrió al ver que fue un resultado satisfactorio, pero no lo hubiera logrado sin ella, un pacto... Ella reclamara el alma de un querido, y tenía nombre... Isabella Ravenclaw. Báleyr le advirtió, la nigromancia tiene un precio, caro... Matthew debía ser quien arrebatase la vida de la bruja de cabello platinado, para que la muerte reclamase su alma como suya.

 

Lo tomó del cuello, apretando con fuerza su yugular para que no se moviera.

 

¿Ahora le pedimos que asesinen a quienes trabajan aquí? o solo era una demostración de que debemos sacrificar algo que nos importa.

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El Arcano no había permanecido quieto; a la vez que sus alumnos, él también había manipulado aquel cadáver por el mero placer de hacer algo mientras esperaba las acciones de ellos. Por supuesto, la mujer fue brusca, impaciente y malhumorada y su creación fue algo inexacta, aunque lo consiguió. El hombre, sin embargo, fue todo lo contrario, meticuloso, buscando casi la perfección en su obra, cauto y pausado. Sin lugar a dudas, aquel muchacho conseguiría todo lo que se proponía y la Habilidad no sería un impedimento a superar.

 

Los dos, desde posiciones muy distintas, lo habían conseguido. Aún así, el rostro de Báleyr permaneció inalterable. Sabía que él era muy consciente del trato con la Muerte pero no era una amiga y notaba que ella aún se burlaba de lo que la Muerte podía suponerle.

 

- La Muerte nunca será una amiga en la que confiar, sólo una compañera de camino si consiguen ser buenos Nigromantes. Al fin y al cabo, Ella sabe que nunca podrán burlarle y serán suyos, al final, tarden lo que tarden, hagan los pactos que hagan. Bien... Pasemos a algo práctico.

 

Miro a la descarada mujer sin alterar su semblante, estudiándola con detenimiento. Al Arcano le hizo algo de gracia su carácter obstinado con el que encaraba lo que estaba haciendo. Singular mujer, que obtenía resultados con un carácter tan irascible.

 

- El Ministerio les tendrá como objetivo en cuanto sepan que son Nigromantes, si es que lo consiguen. - Lanzó una sonrisa que afeó su rostro tuerto, por incierta. - Dudo que a estas alturas, necesiten excusas para arrestarla. Pero lo mío no es la política ni la Ley de los Hombres. Esta cambia por cada sucesión de nuevos gobiernos inciertos que creen que pueden dominar la vida y olvidan lo que hay más allá de ella. Ni tampoco quiero asesinar a nadie sin motivo, así que dejemos de lado a los habitantes de esta morgue que tan amablemente nos han cedido estos tres cuerpos.

 

El Arcano puso las manos a la espalda y avanzó hacia la puerta, seguido del cadáver de la mujer que se había levantado, desnuda, con rastros de sangre seca en la piel y el pelo apeltrazado, caminando detrás de él arrastrando aún la etiqueta con su nombre enganchado en el dedo gordo de su pie izquierdo. Una puerta se abrió antes de que él llegara al muro y mostró la conocida habitación de Báleyr.

 

- Venga, muchachos. Traigan a sus revividos. Han de bajar con ellos al Tártaro y traer lo más preciado que encuentren allá. Nadie lo puede tocar ni sacar al mundo exterior. Ya sabe para qué necesitaba cuerpos, señorita Snape. Mi compañera les guiará. Será mis ojos mientras yo me quedo aquí, esperando, tomando un té intenso. Espero uno de cada uno, seguro que sabrán encontrarlo.

 

La otra puerta, por la que había salido el Señor Gryffindor, a la que se accedía con tres escalones de bajada, tembló un poco antes de semi-abrirse y dejar escapar un vaho oscuro y frío.

 

- Les sugiero que se den prisa. Esos cuerpos no durarán en pie más de 6 horas y allá abajo parece que no pasa el tiempo.

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En el Tártaro

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Realmente no estaba muy segura de qué era lo que tenían que buscar y aquello tan solo la hizo fruncir el ceño suavemente. Ir al tártaro para encontrar algo personal de aquel cadáver del jovencito que iba caminando a su lado con una expresión perdida y de sueño, como si no entendiera mucho el porqué se encontraba en aquel lugar o qué era lo que quería de él; suponía que no estaba tan agresiva con ella porque ella también lucía joven y se sentía fría como un cadáver.

Suponía que eran las ventajas de los muertos como ella... otros muertos podían no sentirse agredidos o con poca confianza si se sentían como que estaban entre los suyos

El ambiente de aquel sitio no le resultaba tan antinatural y en cierta manera le hacía recordar algunos otros lugares de su pasado a los que en esos momentos no podía ponerles nombre: cavernas y grutas enormes, zonas calientes y frías, repentinas luces ardientes de rojo y naranja y a veces, tonos azules y blancos de frío que reflejaban una heladez que estaba perfectamente relacionada con los espíritus y los muertos que vivían en aquel lugar

El joven le miró con un gesto inquisitivo y la Snape asintió un poco conforme andaban por entre un suelo negro de roca que les reflejaba de una forma casi deprimente

"Qué hacemos aquí?"

-Me dijeron que tenías que traer de regreso algo que fuera muy preciado para tí -explicó con un tono bajo la vampiro mientras que algunos lamentos por una de las cavernas parecía extenderse como si se tratasen de los cantos en el interior de una iglesia

Y es que si no recordaba mal, la vida en aquel lugar se delimitaba de acuerdo a que tan bien o mal las personas hubiesen llevado sus vidas durante su recorrido por la existencia así que tenía que ser aquello; los sonidos guturales y similares a cantos provenían de la zona del tártaro donde los muertos sufrían por todas las cosas que hicieron y que habían herido a otros mientras que las zonas más susurrantes debían de pertenecer a quienes no tenían nada que cobrarles de la vida

Por alún motivo le pareció a la pelirroja que el muchacho no era de los que tenían que haber estado sufriendo en aquel sitio por lo que señaló hacia una de aquellas zonas y comenzaron a andar por esta; a decir verdad, se notaba que se había delimitado según la región donde viviera cada una de las almas que ahora lo habitaban ya que tanto podía ver viviendas de aspecto oriental como algunas más bien del estilo de los antiguos incas, con construcciones de roca que sobresalían de los muros y que no por eso, dejaban de ser finas y elegantes

Se merecían la felicidad en su último hogar

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-Seguro que es eso??

Cuando habían llegado a la zona que se notaba con una urbanización más del estilo norteamericano, el muchacho parecía haber iluminado sus ojos para andar de forma más rápida hasta llegar a lo que probablemente sería el hogar que le correspondía entre los muertos; incluso casi le había parecido a la mujer que lo veía sonreír mientras asentía y señalaba lo que estaba estacionado en el exterior.

La Snape dejó salir un silbido bajo mientras que sacaba la varita y se encogía dehombros, resignada a aquello

-Pues el arcano dijo que teníamos que llevarlo, así que...

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Con el Arcano

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-Regresamos!!

Anunció la bruja mientras volvía a un paso tranquilo con el cuerpo blanco a su lado pero que parecía sonreír de cierta manera, como si el hecho de que hubiesen recobrado aquello le hubiera dado un poco de vida que quizá extrañaba; aunque la verdad, suponía, que en cierta forma había sido la única ancla que lo había mantenido hasta su trágica muerte en sus propias manos.

Eso de alguna forma dolía a pesar de todo

Se sorprendió un poco al ver como si la entrada a aquel sitio casi hubiera sido cerrada por lo que parpadeó y apretó el paso antes de agitar la varita y hacer pasar algo a través de aquella entrada: una moto de color rojo cereza, que en cierta forma parecía abandonada por el tiempo que había estado muerto el chico pero que de todas maneras se notaba que era lo que más amaba este mientras estuviera vivo. Incluso había un nombre escrito con cuidado y casi de forma elegante en uno de sus costados, evidentemente, le había puesto nombre a la moto y se notaba que le había dado todos los cuidados posibles a la máquina muggle.

Probablemente, todos los que él mismo no había recibido en vida y ahora entendía, por qué el chico técnicamente se había dejado morir o más bien... había hecho todo lo posible para morir.

Le dió un leve vistazo al arcano y dejó el vehículo a un lado mientras el cuerpo del muggle joven se acercaba a este y comenzaba a acariciarlo, hablándole bajito y casi abrazándolo a pesar de que el cuerpo ya no podía sentir calor o frío; la Snape suponía que dentro de su mente, el muchacho todavía se imaginaba que sentía el calor del motor y el aroma de la gasolina y la grasa

-Eso significa que al morir... algo que hayamos amado mucho también estará con nosotros? -preguntó con curiosidad- si termino en el tártaro, me encontraré en un hogar que posea mi amado caldero para pociones? -sonrió un poco con algo de diversión

Editado por Hayame Snape Potter Black

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Báleyr estaba sentado en la mesa de madera, completamente restaurada, así como la puerta de acceso a sus mazmorras. El Arcano había aprovechado el tiempo para no dejar señales de la entrada de aquel ser en ellas, devolviendo todo a su estado anterior. Tampoco había rastros del muerto que había servido de primer ejercicio con los muertos de los últimos pupilos.

 

Cuando la puerta se abrió y salieron la mujer y el cadáver del muerto muggle, acompañados de una terrible escultura roja con ruedas, el Arcano dejo de leer una carta en la que le avisaban que pronto llegaría un alumno nuevo, Nathan A. Weasley. Se giró para recibirles, con el rostro serio.

 

- Parece que ha aprendido algo, por fin, Señorita Snape. Los muertos se apegan a cosas materiales, a amores perdidos, a afectos tal vez sinceros por personas, animales o cosas y se sienten felices a su lado. Es un buen método de conseguir que te hagan caso, el Amor, no el Dolor. De eso, tenemos demasiado estos días.

 

Tal vez era la primera vez que el Arcano parecía volverse melancólico, perdido durante unos instantes en algún recuerdo que nadie debía conocer más que él. Tal vez, el origen de su deseo de convertirse en el gran Sabio entre los sabios en Nigromancia podría estar en esos pensamientos que ahora le mantenían quieto, mirando a un lugar indeterminado de la mazmorra.

 

Pero enseguida se repuso. Tomó la varita y redujo la moto que había traído su pupila. La metió con cuidado en una cajita de cristal y la puso en un estante, junto a otros objetos inverosímiles encerrados también en idénticas urnas. El hombre que le acompañaba desapareció, como atraído por la bruma que aún salía de la puerta abierta, que se cerró con violencia tras él.

 

- Bien, señorita Snape. Es todo por hoy. Si se encuentra con fuerzas, la espero mañana en la puerta de Hillsong Church. Su cementerio es lo suficientemente antiguo para que pueda iniciar su prueba, si es que decide hacerla. Si es que sí, quiero que lo diga expresamente para que estas paredes sean testimonio de que sí quiere empezar su prueba de vinculación a la Habilidad de Nigromancia. De lo contrario, puede volver por aquí cuando quiera para seguir recibiendo lecciones de cómo comportarse ante los muertos.

 

El Arcano esperó su respuesta con cierta acritud. No le gustaban las esperas.

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Con el Arcano

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Los ojos rojos de la bruja parecieron abrirse hasta formar un par de círculos brillantes y carmesí de la sorpresa ante lo que el arcano le acababa de informar; se imaginaba que el guardar aquel objeto tan preciado para el muchacho era una forma de guardarle respeto y hacerle sentir al espíritu que este se encontraría a buen resguardo pero, una vez que este se había retirado de su lado, el haber recibido por primera vez (muy a su manera) un comentario positivo de su profesor le había sacudido con la fuerza de un volcán

Separó los labios, sabiendo que el hombre que se encontraba delante suyo empezaba a irritarse de poco en poco pero la verdad era que estaba más que sorprendida

Pero no pensaba desaprovechar esa oportunidad, eso significaba que ya podía cumplir con el total del papeleo que la había llevado hasta ese punto tan solo para obtener esa certificación; así que asintió con firmeza y una fuerte expresión de decisión en la mirada, sabiendo que era el momento no solo para que ella misma siguiese adelante sino para que el mismo arcano diese un suspiro de alivio, al finalmente librarse de ella

-Deseo comenzar mi prueba de Vinculación con la Habilidad de Nigromancia

Dijo con firmeza alzando la barbilla, tragandose las ganas que tenía en aquellos momentos de preguntar por su compañero al que no había observado regresar desde el tártaro; de alguna forma se sentía preocupada por el hecho de que a él se le hubiese ido el tiempo como les había advertido el arcano pero estaba segura de que de alguna manera, aquel maestro no dejaría que nada malo sucediese, después de todo, tenían al Ministerio encima

-Muy bien entonces. Cementerio de Hillsong Church -repitió para finalmente, inclinarse suavemente hacia delante con un gesto algo firme

Después de todo... era similar a una despedida y tenía que aditir también, que finalmente los habían puesto a hacer cosas... generalmente los maestros solo les explicaban cosas y no los tenían participando de forma activa así que... suponía que podía darle puntos por ello; y aunque no le gustase admitirlo, les había estado enseñando de algo cosa de lo que solía quejarse al faltarle instrucción (o sentirlo así)

Realmente, no sabía que pensar de aquel personaje y le dirigió una mirada inquisitiva pero seria antes de finalmente darse la media vuelta y retirarse por donde había llegado

Algo le decía que con todo... lo más duro estaba por llegar...

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Difíciles eran aquellos tiempos en los que la virtud debía pedirle perdón al ocio.

 

Aquel pensamiento atormentó al Weasley desde el momento en que abrió los ojos aquel día, mucho antes de que el sol se apareciera en el horizonte y marcara el verdadero inicio de la jornada. La noche brillaba con un tinte característico del cielo veraniego a través de su ventana, por la cual entraba una suave brisa que poco hacía para menguar el sofocante calor que azotaba Ottery St. Catchpole aquella semana. Giró sobre sí mismo en el colchón, bufando al sentir como las sábanas se resistían a separarse de su piel gracias a la fina capa de sudor que se había adosado sobre su torso desnudo. Probó una, dos y hasta tres veces... los segundos se transformaron en minutos, y al cabo de un rato se resignó a conciliar el sueño nuevamente: ¿cuándo volvería a dormir como una persona normal?

 

Tenía la garganta seca, por lo cual se incorporó sobre su codo para tomar el vaso de agua que yacía en su mesa de luz y vaciarlo de un sólo trago. En esa posición, podía ver la botella vacía de tequila en el suelo, y de pronto recordó los sucesos que habían llevado al furioso dolor de cabeza que de pronto lo atormentaba. El resto de su habitación no ofrecía una mejor perspectiva del individuo que la ocupaba: ropa desperdigada sobre el sillón, varios libros abiertos sobre el escritorio, la jaula de su lechuza ya sin limpiar hacía varios días. Y allí, al borde de la cama, la nota que había recibido hacía varios días: su aceptación al curso de Nigromancia. Resopló, recordando aquella obligación que tenía pendiente hacía ya varios días, preguntándose una vez más qué lo había llevado a aplicar a la clase en un principio.

 

¿Un cambio, tal vez? — dijo una voz dentro de su cabeza.

 

Instintivamente arqueó las cejas, sorprendido de sí mismo. Quizá fuese el alcohol que aún fluía concentrado por sus venas, o el hecho de que recién se levantaba, o el húmedo calor que siempre parecía atontarlo, pero no se esperaba aquel comentario en lo absoluto. Y aún menos se esperaba el hecho de que no encontró un argumento que sugiriese lo contrario; de hecho, un cambio no sonaba nada mal... Merlín sabía que lo necesitaba. Los sucesos de los últimos meses habían terminado por menguar sus últimas reservas de energía, y últimamente se paseaba por la vida entre estados de insomnio y estupor, de ebriedad, abstinencia y resaca. Ya ni siquiera tenía aprecio por su propio cuerpo, en el que una barba de varias semanas había crecido sobre su rostro y las puntas de su cabello, además de largas, estaban desalineadas.

 

Pasaron varios segundos hasta que el Weasley finalmente se movió: segundos durante los cuales libró una discusión interna respecto de si aquel era el día en el que se aparecería ante el Arcano. Había escuchado muchos rumores sobre él, la mayoría de los cuales hablaban sobre lo largo de sus clases y lo extenuante de sus actividades. No había que ser un genio para dilucidar que quizá en su estado de pos-ebriedad y pésimos hábitos de sueño no era el mejor candidato para presentarse a una clase de tales características; más algo dentro de sí le decía que aquello era lo que debía hacer. De alguna forma, sabía que al final de la clase lo esperaba aquello que tanto había estado buscando en las últimas semanas.

 

Y, sin embargo.... ¿cómo era posible que intentar dominar los menesteres de la muerte lo ayudase en aquel momento? — pensó momentos después, en cuanto el agua helada de la ducha comenzó a golpear contra su cuerpo mientras tomaba una ducha en busca de la más mínima claridad. ¿Cómo era posible que, someterse a sí mismo a aún más exigencia, le diera paz? Recordó por unos segundos todas sus aventuras anteriores en las clases de habilidades: todas habían sido por demás exigentes y agotadoras, pero también todas le habían dado herramientas invaluables que utilizaba en su día a día. Todas le habían ayudado a forjar su carácter y a afrontar los obstáculos de la vida, quizá no menos dolorosamente, pero con mayor altura y una resiliencia que lo había llevado hasta donde estaba.

 

La Oclumancia le había dado los momentos de paz y privacidad que necesitaba; había mantenido su presencia inadvertida en momentos donde sus enemigos estaban a su acecho. Su mente era suya, y suya sola gracias a ella.

 

Pensó, mientras salía de la ducha y comenzaba a vestirse.

 

La Legilimancia le había permitido invadir las mentes de sus enemigos en la búsqueda de las memorias y secretos que hubo de obtener en pos de la seguridad de la sociedad mágica. Ya casi nadie podía mentirle; ya no más. Las mentes hablaban lo que las personas no.

 

Agregó, momentos después, mientras se ajustaba su túnica de viaje y bebía su última reserva de poción herbovitalizante. Tendría que comprar más en el Magic Mall.

 

La Metamorfomagia le había permitido esconderse y disfrazarse; pasar desapercibido en momentos en que su integridad peligraba. Toda su entereza era dinámica, sujeta a la mayor constante de la naturaleza: el cambio.

 

Agarró su varita, y se deslizó fuera de la Mansión Weasley, listo para desaparecerse en cualquier momento.

 

Y la Animagia le había provisto un refugio: un estado de la existencia en el que podía ser él mismo, sin ser él mismo. Podía escapar de compañías indeseadas y escabullirse en sus pensamientos por cuanto tiempo precisase sin temor a interrupciones.

 

Finalmente, su cuerpo se desvaneció en un sólo movimiento. La familiar sensación de nadar en lo profundo del océano, dónde la oscuridad era absoluta y los pulmones parecían estar llenos de hierro, lo abrazó por unos segundos hasta que finalmente los confines de Mahoutokoro se aparecieron frente a él.

 

¿Y la Nigromancia? — Pues no había razón para pensar que fuese algo distinto.

 

Minutos más tarde, se encontró a sí mismo frente a la puerta de la estancia donde el Arcano Báleyr residía. No dudó un segundo: sus energías renovadas por sus introspecciones (con deliberada ayuda de la ducha helada y su poción vitalizante) recientes. Alzó la mano, y golpeó la puerta con sus nudillos: esperaba que aquello bastase para anunciar su presencia para con el Arcano.

 

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¡Malditos vivos!

Apenas había terminado de dar clase con una, que había creado una tensión innecesaria de animadversión en el ambiente, mostrándose resistente a sus continuos intentos de mostrarle algo que fuera más allá de las limitaciones que evidentemente tenía, como todos los alumnos que llegaban ante él, cuando uno más hacía aparición en su territorio, percibiendo sus energías en cuanto se había acercado unos metros al límite donde la Muerte otorgaba su permiso para que el propio Arcano dictase las pautas de las reglas a seguir hasta donde su magia y sus estudios atemporales le dictasen.

Todavía quedaba un alumno pendiente de responder y de actuar si salía vivo de las mazmorras. Báleyr entrecerró los ojos por unos momentos dándose cuenta de que si no le obligasen a llevar a cabo aquel tipo de eenseñanzas, si no debiese tanto de su propio existir, si no hubiesen aceptado aquel contrato que les había vendido a los Arcanos a depender de las autoridades del Ministerio Mágico , quizás no se vería en estas obligaciones.

Pero el tiempo le había enseñado que hasta para las personas eruditas como él aquello era una utopía inalcanzable y por lo pronto lo máximo que podía aspirar era a no terminar en un accidente provocado por la torpeza y la inexperiencia de aquellos que se atrevían a llegar con alardes de valor y de una inteligencia a la que todavía les faltaban milenios para siquiera rozar. Movió la cabeza con aire negativo un par de veces, decidiendo que lo mejor sería dejar que aquel alumno silencioso tomase aire y un buen tiempo de meditación; no querría comenzar con la prueba sin que tuviera las fuerzas necesarias para oponerse a lo que deseaba su vida con intensidad desesperada, el tener que hacer un largo informe para aquellos políticos infernales tampoco le hacía sentir exultante.

Por lo tanto y quizá con un poco más de brusquedad de la necesaria, se giró haciendo que sus antiguos y pesados ropajes hiciesen un sonido seco sobre el suelo y, sin más, agitó vagamente una mano, casi cansino, lo que hizo que la pesada puerta de madera antigua que había sustituido a la destrozada por el ente oscuro hacia horas, se abriese de golpe, resonando en los muros de roca como un reflejo del grosor y del poder con el que había sido apartada del camino del mago recién llegado que ahora era inspeccionado por los brillantes y fríos ojos del arcano.

- Espero que venga con una actitud mucho más humilde y dispuesta a la corrección que la mayoría de los magos que suelen llegar últimamente hasta mis moradas, joven, - dijo con firmeza. pero con una entonación baja y grave sin moverse ni parpadear, de alguna manera proyectando la energía que había quedado como residuo irritante por lo que había tenido que sobrellevar en las últimas horas. - Así que vayamos al grano. No es de mi agrado que los magos tengan la creencia de que la Nigromancia es… como vulgarmente he escuchado decir en magos y brujas de poca sesera, “coser y cantar”

La evidente frialdad que usó al decir aquello con un timbre levemente más alto de voz, era casi lo suficientemente poderosa como para hacer descender la temperatura de la habitación.

- ¿Qué pretende aprender de mí? ¿Para qué va a utilizar la habilidad de la Nigromancia en su vida diaria, señor...?

Su voz reflejaba que no aceptaría que le diera vueltas al asunto ni que permitiría más faltas de respeto a lo que él sabía se trataba de un poder por el que muchos habían perdido todo en un intento por forzar un control sobre la Vida y la Muerte que no existía. Así que lo mejor sería tener en claros todos los puntos y esperaba, de una forma casi idílica, que aquel hombre joven (para él, todos eran siempre jóvenes) en verdad le diese un razonamiento con un poco más de sentido que toda ese tópico de tonterías y sinsentidos que se había visto obligado a escuchar de cada uno de los que habían cruzado el umbral de sus dominios.

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