Jump to content

Nigromancia


Báleyr
 Compartir

Publicaciones recomendadas

Su grito reverberó con una resonancia impropia de una explanada tan grande.

 

En el segundo en que prestó atención a aquello, fue consciente de que las reglas del juego habían cambiado. De alguna manera, lo que antes estaba claro y nítido en su mente, ahora tenía los bordes desdibujados. No tenía por seguro cuánto tiempo había pasado desde que había comenzado a caminar en busca de Arya, y sin embargo sí era consciente de que su razón de ser allí era la muchacha de los cabellos rojos. Recordó, entonces, la advertencia de Báleyr acerca de una de las sendas: > ¿Acaso era eso lo que estaba ocurriendo? ¿Estaba perdiendo el nexo con la realidad a expensas de la influencia de los fantasmas allí presentes?

 

Pero no tenía tiempo para detenerse en aquello: el espíritu junto a Arya enseñaba su descontento cada vez más expresamente. Y sin embargo, no era aquello lo más perturbador, y tampoco era el hecho de que el fantasma llevaba un camisón blanco y una cuerda chamuscada en una mano; lo que más le hacía flanquear su estabilidad era la voz y la apariencia de Arya, ambas sumamente distintas de la belleza que normalmente las decoraba, y en cambio amenazadas y quebradas por una palidez que no les hacía juego. Sus pies comenzaron a moverse en dirección a ella incluso antes de que él pudiera darles la orden de hacerlo; la mano que asía la varita ya estaba en alto a la par que su mente pensaba mil y un estrategias para rescatarla.

 

¡Arya! ¡No la escuches! ¡Ya v.......! – su grito se perdió en el momento en que él perdió la estabilidad. Tan ensimismado estaba en su objetivo, que sus pies tropezaron con algo semi-sólido y no pudo sino trastabillarse hacia adelante. Por fortuna, sus reflejos actuaron rápidamente, y sus manos frenaron lo que de otra manera sería un impacto certero de su cabeza contra el suelo.

 

Esperaba que lo poco que había alcanzado a gritarle no se hubiese perdido entre el ruido que ahora parecía inundarlo todo: unos truenos retumbaban en la lejanía y el río a su derecha estaba ahora intempestivo, moviéndose con una agresividad que podía jurar minutos antes no había estado. Soltó un par de blasfemias, y miró por encima de su hombro mientras procuraba ponerse de pie a ver qué era lo que lo había hecho caer.

 

¿A donde crees que vas? – le soltó una voz, tan fina como el chirrido de una puerta mal aceitada. – Ella es nuestra.

 

Su corazón latió furiosamente víctima del miedo. A tan solo medio metro de él, había una criatura intermedia entre un elfo y un diablo, con un pelaje de color rojizo y unos ojos amarillo brillante.

 

Ella no pertenece aquí. – contestó, apresurándose a ponerse de pie. – Pertenece al mundo de los vivos.

 

No dejó que aquella criatura le respondiese, y volvió a echar a correr en dirección a Arya, prestando especial atención a donde ponía sus pies. Finalmente, llegó junto a la muchacha, quien parecía estar librando una batalla interna a la cuál el claramente no tenía acceso. Nathan la tomó por los hombros, y forzó sus ojos sobre los de la muchacha, más no vio reconocimiento en los de ella.

 

Arya... Arya, mírame. Soy yo, Nathan. – le dijo, pero aquello parecía inútil: ¿de verdad no lo reconocía? – Arya, tenemos que irnos de aquí, por favor.

 

@Arya Macnair

 

iByhMRF.giftA4DkbA.gif

nathan firma 1.png

trFd9O9.gif6UufUc5.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El Tártaro

 

 

—No lo escuches, él solo quiere tu alma...

 

Gwendolyn me susurró al oído, podía sentir su respiración cerca de la piel haciendo viajar las palabras hasta implantarlas en mi cerebro. Rosó mi hombro con su mentón, estaba fría, helada, como una persona muerta. Parpadeé y me encogí de pronto algo asustada, sobresaltada. El cielo que se extendía hasta fusionarse con las aguas del río Estigia se volvió aun más negro de lo que ya era, las sombras proyectaron monstruos de árboles y almas, éstas últimas se arrastraban fuera del río en dirección al mago; primero creí que se estaba desbordando, pero luego noté que no eran olas las que rompían con el suelo seco y resquebrajado, sino más bien personas, personas que sufrían.

 

Estaba cansada de tanto sufrimiento.

 

El fantasma de la mujer ahorcada me tomó por la muñeca derecha con fuerza y volvió a susurrar, ésta vez más cerca, con más fuerza, como si las palabras fuesen a incrustarse aun más profundo que la primera vez. Bajé la varita mágica dispuesta a irme con ella, Nathan había caído al suelo, reptaba para escapar de las manos que le jalaban por los tobillos, con una determinación de la que carecí al momento de llegar allí días atrás ¿Tanto había pasado? me sentí algo mal al verle de ese modo, físicamente humillado, pero las emociones no llegaron a mucho, pronto se desvanecieron como la debilidad de Weasley. El tropiezo quedó atrás, se lo veía tan seguro de sí mismo hablando por y para mi. Me pregunté, entonces, si era posible olvidar a una persona como él.

 

Alguien me asió, una vez más, por la muñeca para marcharnos. Las ánimas estaban dando tiempo a Gwendolyn para que ésta pudiese seguir camino hacia El Nigromante. Nunca voy a saber cómo fue posible que llegase a mi tan rápido, —nunca voy a saber cómo fue posible que volviese a mi, después de todo— , pero allí estaba, afincado a mis hombros con una dulce y desesperada violencia que se le notó en las palabras. Ancló sus ojos a los míos, se sumergió en pensamientos y recuerdos buscando la manera de hacerme volver. Trató de ubicar mi swich

 

Buscó.

 

Indagó.

 

Me miró una y otra vez y su rostro reflejó atardeceres.

 

Sonreí.

 

—¿Nath? ¿Qué estás haciendo aquí?— Una sombra se alzó detrás del mago. Alcé la varita por pura inercia y de mi boca brotaron curiosas palabras en latín.

 

"ergo audieritis vocem meam"

Me obedecerás, pensé. Lo dije alto, fuerte y claro. La sombra esquelética se quedó estática como una manta sobre los hombros de Nathan. Estaba utilizando por primera vez La Senda del Sepulcro, quizás de manera inconsciente. Jamás soportaría que algo le sucediera estando tan cerca. Aunque lleváramos demasiado tiempo sin vernos, cosa que resultaba sumamente curiosa, y que estuviéramos viéndonos las caras en pleno infierno. Pensar las cosas de ese modo me aterrorizó. —¿E-estás... muerto?— musité, la varita había desaparecido, la sombra nos servía de escudo y mis manos se aferraban a él como Rose a la única tabla que encontró tras el hundimiento del Titanic, fuertemente, de manera egoísta, agitada.

 

Gwendolyn casi enloquece al ver la escena. Más aun después de comprobar quién era, discípula de Báleyr, Arcano de Nigromancia. Y como un asesino inexperto se apresuró, actuó por impulso. Extendió su huesuda mano y atravesó mi espalda, las costillas y demás, se volvió intangible, lo suficiente como para apretarme el corazón y arrancármelo del cuerpo, o mejor dicho, mi alma.

 

Mucha gente solía decir que mis ojos eran bonitos, grandes y verdes, como todo Macnair, pero en ese momento, a tan solo centímetros de Nathan debieron de verse horribles. No tuve tiempo de quejarme, gritar o retorcerme de dolor, simplemente me habían desatado como un nudo de mi propio cuerpo, despojándome de toda posibilidad de salir de allí. Lo miré, el sentimiento de culpa se me atoró en la garganta justo cuando el envase de carne caía rendido al suelo. Parada junto a mi misma, aquello parecía un disparate, algo totalmente irreal. Pero no sabía qué hacer o cómo arreglarlo, al menos no yo, aunque posiblemente Báleyr sí lo supiera.

 

—Tienes que irte, por favor.

 

Le supliqué, él debía ser capaz de dominar alguna de las sendas para regresar sano y salvo al mundo de los vivos. Miré mi cuerpo con lástima, parecía dormida, cosa que me extrañó. Luego volteé, Gwendolyn estaba lista para llevarse su alma al Nigromante, aunque quizás sin cuerpo no le sirviera de mucho, si Weasley huía con mi cuerpo, tal vez, solo tal vez, desde un lugar seguro podrían salvarme.

 

@

nqOolSA.gif

xQB7Qk7_d.webp?maxwidth=640&shape=thumb&

uhmdsoi.gif

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El Tártaro

 

¿Muerto? – soltó, incrédulo, más su rostro se contorneó en una mueca de dolor al hacerle caso a sus manos, quienes buscaban advertirle sobre lo frío que estaba el cuerpo de la muchacha. – No, Arya... he venido a rescatarte. Estoy vivo, y tú... – jamás pudo terminar aquella frase. Ahora, el dolor que hasta entonces sólo había expresado su rostro, lo inundó por completo.

 

Ni siquiera habría podido explicar cómo era que lo sentía: no era su cuerpo el que estaba siendo perpetrado de la forma más violenta, más bien podría serlo. Tantos años habían pasado, y sin embargo el cuerpo de la mujer seguía siendo una extensión del suyo: la mano del fantasma que momentos atrás había luchado para llevársela con vida atravesó el cuerpo de Arya desgarrando a su paso estructuras que, de cualquier otra forma, quedaban intactas. Nathan no comprendía lo que estaba pasando: la pelirroja estaba fría, su voz estaba quebrada e ida y su mirada triste y ahora llena de una oscuridad que no podía verse más equívoca en su rostro.

 

- ¡ARYA, NO! – exclamó, a la par que sus brazos sostenían el cuerpo que ahora caía inerte víctima de la gravedad al perder el comando de su alma.

 

Por un segundo, pareció perder el nexo con la realidad que tenía delante. Un zumbido insoportable le llenó los oídos a la par que sus ojos se nublaban bajo la presencia de lágrimas que no parecía ser capaz de borrar. La totalidad de su piel parecía electrificada y entumecida, y su mente se veía incapaz de escapar de una sucesión de no, no, no, no, no, no que lo único que hacían era llenarlo de dolor. No podía sacarse de su mente la imagen de aquellos ojos, una vez tan hermosos, ahora tan opacos y desprovistos de dicha belleza. ¿Acaso la había perdido para siempre? ¿Qué sentido había tenido la misión de Báleyr, entonces? ¿Acaso había llegado demasiado tarde?

 

El pensar en el Arcano lo inundó de una nueva sensación que palideció por completo al dolor: furia. Tan viva y cruda como nunca la había experimentado, materializada en algo que parecía prender fuego sus instintos más primitivos y arrasar con cualquier base de raciocinio a la cual normalmente estuviese atado. Nathan salió de su estado de estupor, y alzó la mirada hacia la fantasma que aguardaba a metros de él, con una sonrisa victoriosa en el rostro mientras su mano jugueteaba provocativamente con la cuerda a merced de la cual ella había muerto. Había algo que le decía que aquel no era el resultado que la mujer esperaba, pero que gozaba de lo que había trascendido aún así. Él, por su parte, estaba sediento de venganza.

 

Devuélvesela, ahora mismo. – exclamó Nathan, con tanta furia que un hilo de saliva salió de su boca.

 

La fantasma soltó una risotada llena de sorna que infundió aún más ira en el Weasley.

 

Devuélvela, por favor. Llévame a mí, déjala vivir, pero llévame a mí.

 

La mujer arqueó las cejas, aparentemente intrigada por la propuesta.

 

Interesante propuesta, sí, sí. – aseveró, paseando la mirada entre él y el cuerpo inmóvil de Arya – ¿Por qué debería llevarte a tí y no a ella?

 

Por un segundo Nathan estaba a punto de confesarle que él no podía imaginarse una vida donde ella no estaba viva. Si bien en los últimos años apenas habían mantenido contacto, la realidad era que siempre había vivido esperando que ella estuviese bien y que la vida la tratase como correspondía. No podía concebir lo que la había llevado a tomar las decisiones que la trajeron hasta aquí, y sin embargo estaba convencido de que no necesitaba saberlo: el sacrificio era válido, y estaba dispuesto a hacerlo. Merlín, estaba dispuesto a criar el hijo en su vientre como propio de darse las circunstancias. Pero nada de aquello sería lo suficientemente convincente, puesto que de poco valor eran sus emociones para el espíritu.

 

Porque ella ya está muerta. Y yo no. Estoy seguro de que, a quien sea que le lleves su alma, te recompensará mejor si le llevas alguien que está vivo.

 

La mujer lo evaluó por un largo rato, y de pronto hizo un gesto tan súbito que Nathan se echó hacia atrás involuntariamente. Había estado tan enfrascado en la conversación que no había notado como una manada de las criaturas que momentos atrás lo habían hecho caer, ahora los había rodeado. Aparentemente, al mujer los había comandado a un alto. Eran más de veinte de ellos, y todos miraban con una sed inquietante al cuerpo de Arya, con un propósito tan obvio que Nathan no pudo sino aferrarse a su cuerpo con mayor firmeza en un vano intento de protección.

 

Tienes razón, sí. – confesó la espíritu, luego de un largo tiempo. La mujer abrió su puño, dentro del cual había una pequeña esfera que expedía una luz azul perlada. Con un movimiento igual de brusco que el que había hecho para extraerla, introdujo su mano en el tórax de Arya y depositó su alma devuelta en su lugar.

 

Nathan comprobó, con lágrimas en los ojos, que a pesar de mantenerse inconsciente su tórax volvía a moverse y podía sentir su corazón latir contra la palma de su mano. Estaba viva. Soltó una sonrisa a la par de un suspiro.

 

¿Alguien la acompañará y llegará sana y salva al mundo de los vivos? – inquirió Nathan. La mujer no dijo nada, más asintió.

 

Nathan suspiró, depositó el cuerpo de Arya en el suelo, y procedió a paso lento hasta la mujer. Y fue entonces, que como quien no quiere la cosa, recordó más de las palabras del Arcano, acerca de las sendas del Osario y del Sepulcro. ¿Cómo era que había llegado a esta instancia, sólo para entregarse a los deseos de un espíritu? Y aún peor, ¿cómo era que había entrado seguro de que volvería con vida, sólo para entregar su alma sin más remedio? Su alma, que a pesar de todo lo ocurrido, confiaba era un alma buena. Su alma, que habiendo sido fragmentada tras la vez que asesinó sin ser necesario, de alguna manera se mantenía cohesiva.

 

Y entonces, se le ocurrió.

 

Quizá, de alguna forma, pudiese encontrar un intermedio entre el Osario y el Sepulcro para salir de allí.

 

No tenía tiempo de analizar si su plan funcionaría, o cuales serían las consecuencias.

 

>
Pensó.
Y entonces, para su sorpresa, lo impensado pasó.
Su cuerpo se dividió en dos, y adelante y hacia la mujer caminó la parte de su alma que menos quería dejar ir pero que era el sacrificio justo a pagar por cumplir con el cometido que lo había llevado hasta allí: gran parte del Nathan que el estaba orgulloso de ser se marchó con la mujer, y en cambio atrás quedó la parte de él que más vergüenza le generaba: la parte llena de cobardía y de ira por lo injusto de su pasado, por el abandono de su madre, por la falta de aquella mujer por la cual aún sentía cosas y que ahora yacía viva a sus pies. Su parte buena caminó hacia adelante, guiada por pura nobleza, y se entregó a los brazos de la mujer quien lo encaminó hacia quien sabía donde.
Su otra parte, la parte mala, la mitad indeseada permaneció detrás. Invisible bajo el efecto de su magia nigromante, contempló su figura y la de la espíritu desvanecerse en la lejanía, mientras pensaba en lo que acababa de suceder. Con el tiempo, quizá, podría transformar lo que había quedado en lo que había dejado ir. En ese momento, tenía que convencerse de aquello, pues había asuntos más urgentes.
La fantasma le había mentido: las criaturas que habían estado ansiosas por devorarla antes, se acercaban sigilosamente hacia ella con una intención clara, dañar. Parecían asustadas de que la espíritu volviese y los comandase al alto nuevamente: incluso en el tártaro habían jerarquías. Nathan actuó una vez más por instinto, haciendo uso de la Senda de la Ceniza para comprarles a lo que quedaba de él y a Arya un pasaje fuera de allí.
Sed tunc non est ejus. Tolle eam ad ostium detractos in tartarum. Si vis habitare perpetuum remisit totum. – dijo. Quizá, si su parte mala seguía teniendo como propósito salvarla, había esperanza de volver a ser quien era. O bien podía ser que su parte mala estuviese obrando en pura auto-preservación. Aquello ahora no importaba.
> Había querido decir, pero de alguna manera el Tártaro lo asistía en comunicarse con aquellas criaturas, o quizá era la Nigromancia que a causa del sacrificio y de todo lo ocurrido estaba comenzando a cobrar vida dentro de él. Las criaturas demoníacas parecieron respetar su dictamen a pesar de no ver de quien provenía, puesto que una de ellas cargó el cuerpo de Arya en su lomo y a la par que el Weasley corría invisible detrás de ellas, se encaminaron hacia la entrada del tártaro. Nathan ya había escuchado de antemano, días antes de viajar a Mahoutokoro para tomar la clase, que la Nigromancia requería un precio que pagar. En su caso, parecía haber sido dejar la parte de sí que representaba todo lo que él quería ser. Aún no estaba seguro de cómo eso repercutiría en su vida diaria, ni si alguna vez podría volver a ser esa persona que una vez fue y que, para su triste sorpresa, ya no podía recordar tan nítidamente.
Soltadla. – comandó, finalmente, en cuanto estuvieron frente al portal que él mismo había tomado.
Las criaturas obedecieron, más lejos de irse permanecieron expectantes, como si quisieran asegurarse de que se cumpliría lo pactado. El portal estaba a tan sólo unos metros de quien sería el encargado de enjuiciar a Arya allí dentro, y si quería llevársela debería obrar rápidamente. Nathan caminó hacia la mujer, regodeándose en su invisibilidad, y pasó una mano debajo de sus piernas y la otra debajo de su torso. Con poco esfuerzo, la cargó en su fornido tórax y emprendió la marcha hacia, inicialmente, el enjuiciador. Las criaturas creerían que todo iba de acuerdo al plan.
Tres, dos, uno.
Con un gesto súbito, colocó a Arya contra su torso de manera que un solo brazo bastaba para cargarla. Su brazo ahora libre rebuscó en su bolsillo por su varita a la par que empezó a correr en dirección al portal. Una andanada de sonidos guturales, entre medio de aullidos y ladridos, resonó a la par que las criaturas demoníacas se echaron a la carga al notar la traición: al parecer aquello lo había hecho perder su estado de invisible, y ahora Nathan estaba expuesto. Con cuanta agilidad pudo, lanzó hechizos a diestra y siniestra al ser incapaz de hacer uso de la Senda de las Cenizas ahora que había ejecutado su traición: aquellas criaturas ya no les responderían.
Una de ellas estaba a punto de morderlo en el momento en que Nathan cruzó, de un salto, el portal con Arya en sus brazos.
Las criaturas desaparecieron, y el sótano en el que había estado antes de que todo ello comenzase se materializó a su derredor. El mundo de los vivos los rodeó nuevamente, y la entrada hacia el de los muertos se había cerrado con la misma rapidez con la que se abrió la última vez que el Weasley estuvo allí. Nathan se incorporó de rodillas y vió a Arya en el suelo, aún inconsciente, pero claramente viva. Inseguro de en base a qué obraba, pero sobrepasado por todo lo vivido, no dudó ni un segundo en apoyar sus labios contra los de ella aún si fuera por última vez, y en pos de los viejos tiempos.

iByhMRF.giftA4DkbA.gif

nathan firma 1.png

trFd9O9.gif6UufUc5.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web


Báleyr recibió la nota proveniente de los Directivos Londinenses antes de que Black Yaxley irrumpiera en su modesta morada. Estaba fuera, sabía que lo oiría llegar pero no se imaginaba que el mago careciera de educación, más no fuese ese diminuto detalle lo que le tomó por sorpresa. Caminó a sus espaldas, lento, calmado, haciendo susurrar su larga túnica mientras soltaba algunas nubes de humo, el olor a hierbas y tabaco antiguo inundó la habitación. El Arcano carraspeó para llamar su atención y aferró el bác.ulo que portaba en la mano derecha; estaba al tanto de las dos sanguijuelas a las que llamaban "bandos", por lo que solo tuvo que divisar el perfil de quien se encontraba manoseando sus pertenencias.

En las mazmorras no había una sola ventana, todo se encontraba iluminado por la flama de las antorchas. La luz que de éstas se desprendía acarició la máscara de Aaron. Con su ojo bueno trató de adivinar quién podría estar debajo del encanto plateado pero se dio por vencido golpeando el suelo con el bác.ulo dos veces, puesto que los sonidos de su garganta ni siquiera sirvieron para inmutar a su nuevo discípulo. Cuando por fin obtuvo su atención movió ávidamente el extenso objeto que portaba con orgullo y propinó un golpe seco, no muy duro, en el dorso de la mano de Black.

—¿Nadie le enseñó que no se deben tocar las cosas ajenas, señor...?

Hizo una pausa para que éste se presentase, o no, sería la primera vez que le enseñaba las artes de la Nigromancia a un Mortífago. Y luego chasqueó los dedos para que las llamas de las antorchas crecieran en volumen e iluminasen el resto de la estancia. Las paredes eran de roca, todo allí lo era, fría, húmeda. Si se miraba al frente con detenimiento podía verse el propio aliento condensarse.


—Podría caerle una maldición si sigue hurgando mi biblioteca, caballero.

Añadió para alejarlo de los libros, para que siguiera sus pasos hacia una zona más cómoda del recinto, allí donde los sillones parecían apagados, grises, pero la luz se enfocaba mejor. Donde podrían conversar, a menos que el Sr. Mortífago tuviese prisa.

Mientras eso ocurría notó que el extremo superior de su bác.ulo parpadeaba, el material del que estaba hecho vibró. Por un instante el Arcano contuvo la respiración, al parecer Nathan se acercaba al portal mediante el cual podría regresar a la tierra de los vivos ¡Y llevaba a Arya con él! chasqueó la lengua rozando su paladar, quizás había subestimado las decepciones en ojos de Weasley, de alguna extraña razón su perdida alumna le despertó la motivación que necesitaba para aprender la última de las sendas y enfrentarse a la prueba final.

Ambos.

nuRQYmF.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Tras mirar por mi hombro hacia atrás, no divisé a nadie. De hecho, el anillo detector de enemigos jamás brilló, ni siquiera una sola chispa. La iluminación de las antorchas parpadeó como si una ligera brisa hubiese invadido el lugar- pero todo estaba cerrado- mientras yo seguía hurgando los nombres de los libros que el anciano mantenía en la biblioteca del salón principal. No fue, sino hasta alcanzar a tocar el viejo diario de Tom en lo alto de un viejo estante, que algo golpeó el dorso de mi mano... se sintió como si me hubiesen despertado de un trance.

 

-El Nigromante...- murmuré en un tácito susurro audible y rimbombante, cuando el arrugado rostro de Baleyr se reflejó en la pulcritud rústica de la máscara que me identificaba como miembro de la casta tenebrosa. El vaho acompañó mis palabras en cuanto bajó la temperatura considerablemente al mismo tiempo que la iluminación vaga de las antorchas alcanzaba su máximo esplendor- nadie me ha enseñado muchas cosas, Baleyr... muchas que finalmente he tenido que aprender por mi cuenta. Sin embargo no puedo decir lo mismo del arte de la nigromancia; y a pesar de que intuyo, sabes quién soy bajo ésta identidad, me presentaré como Caelum Black...

 

>>Podría caerle una maldición si sigue hurgando mi biblioteca, caballero<< respondió el hombre, indiferente a mis palabras ante la sabiduría que seguramente superaba mis genuinas expectativas de conservar el poder de la magia en los que naturalmente la obtuviesen. Extendió nuevamente su cayado para alejarme de forma educada de sus libros y me invitó a seguirlo hacia otra ala de su estancia, un lugar donde decoraban un par de sillones, una cálida iluminación y unos maceteros con pequeñas plantas que se escondían en las esquinas. Detenido en el umbral, observé

 

-No mentiré. No estoy aquí por fines académicos, anciano. Y de poder aprender la mágica habilidad de los muertos, comprenderá que mis intenciones no serán vistas con buenos ojos ante la comunidad mágica... ¿aún sabiendo ésto, me enseñará?...

ISh3z7l.gif

1yVXGup.png
xV0xd.gifmdbNxIw.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Una proyección se materializó a metros más de las narices de Nathan. El mago estaba agitado, parecía agotado, como si llevase semanas sin dormir y lo cierto era que desde que atravesó el portal en busca de la bruja que yacía desvanecida a su lado, habían pasado ya cinco largos días. Báleyr pensó, por un instante, que los había perdido a los dos y debería dar serias explicaciones a los Directivos de Hogwarts. Pero no, allí estaban y él pudo exhalar nerviosismo, aunque Macnair no hubiese regresado entera; no existía forma de que un alma fuese devuelta al cuerpo una vez fuera, ni por propia voluntad de quien la perdió.

Más algo hacía ruido en aquella húmeda mazmorra. Weasley, ese hombre al que le brillaban los ojos y le ardía el pecho. Los estaban vacíos por dentro, el Arcano se alarmó, existía una curiosa conexión entre ambos personajes, y ni con toda la colaboración del universo hubiera podido impartir conocimiento como lo hacía entonces.

—De pie, joven Weasley. Vaya a casa, reponga sus energías, y luego de meditar si es lo que quiere, véame a las orillas del lago mañana.

Sus ojos viajaron hacia la figura pálida que comenzaba a respirar con debilidad.

—Hasta aquí llegó su labor, déjela en mis manos...

El Arcano se colocó entre medio del hombre y la fémina. No le permitiría el paso, renuente debería marchar. Lo que ambos habían vivido en El Tártaro les serviría para atravesar los retos que el portal ponía ante cada pupilo.

Segundos después parpadeó. Su ojo bueno, azul, ancló en Black Lestrange. Capturó en el aire las últimas palabras del Mortífago y con un nuevo ademán le invitó a pasar.

—Mi deber como Arcano, caballero, es impartir conocimiento a la posteridad. La responsabilidad moral de su emplear recaerá en usted, en un tercero, no en mi. Si al final de ésta travesía, el portal decide que es digno de vincularse con la habilidad, sucederá...

Cruzó sus piernas debajo del atuendo holgado que usaba. Se negaba a llamarle por el mote que le indicó, ese no era su nombre, estaba claro, y los antiguos eran demasiado correctos para andarse con sandeces. Suspiró ¿Qué clase de alumnos le mandaban aquellos días? necesitaba su pipa pero no podía encontrarla, fijamente mirando la máscara, se sentía hipnotizado por aquel plata.

—Si realmente el portal lo considera digno y usted empleada la mancia para fines egoístas, oscuros y macabros, algún día su alma se pudrirá... más sospecho que eso no le interesa verdad, dígame, joven ¿Qué desea?

nuRQYmF.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Estaba echada en el sofá de la sala de estar, no tenía ganas de ir a su dormitorio, de hecho había pasado más noches fuera de casa o dormida en ese mismo lugar que en su habitación. Hacía meses que no deseaba regresar por otros motivos y ahora… su mirada se opacó mientras su mano recorría el bordado de una camisa que aún estaba impregnada de su aroma. Había conseguido recuperar sus cosas y aunque su elfina la había ayudado a guardar algunas y a dar otras allí estaba ella, como un fantasma de una historia renacentista.

 

Respiró profundo, sentir los aromas de la noche quizás ayudara, pero no. De pronto una idea que había tenido tiempo atrás volvió a ella. Sí, era una buena idea. Iría a Mahoutokoro, aunque ya no recordaba cuándo había sido la última vez que había estado en aquel lugar, o a punto de ir más bien, se había retirado tiempo atrás. Con una floritura dobló y guardó todas las cosas que mantenía con ella en aquel lugar y luego fue en busca de su mochila… la de él.

 

Un par de mudas, unas botellas de agua y un tente en pie, no sabía bien para qué, si ella no tenía hambre, pero el agua siempre le había gustado beber a su lado. Los otros objetos eran algunos que solía llevar en sus viajes, pociones sanadoras, talismanes, un par de libretas y plumas para tomar nota y bien oculto, un retrato.

 

No era la ropa con la que un arcano esperar encontrar a una alumna, pero la camisa negra, el pantalón cargo y los borcegos se habían vuelto su atuendo cuando no parecía la dama gris. Recogió sus cabellos en una coleta, recordando como él acomodaba cada mechón fuera de lugar. Mordió su labio y tras indicar a sus elfos que cuidaran todo se desapareció rumbo al lugar en que sabía encontraría al hombre que le podría enseñar.


***************************

 

No podía negar que estar en la escuela japonesa le traía oscuros recuerdos de color rosa, había estado allí un San Valentín tan lejano que no recordaba el año, pero no le interesaba revolcarse tan abiertamente en sus recuerdos, llegar hasta allí no había sido difícil tras abrir un portal. Ahora recorría el camino hacia el filo del ala norte. Sentía una extraña sensación a cada paso que daba, un revoltijo en su estómago. Habían planeado ir juntos a animagia. Pero los tiempos nunca se les daban y ahora. Lanzó un bufido reprendiéndose a sí misma. No sabía lo que quería, eso era obvio.

 

Llegó a la puerta y dudo unos segundos. Golpeó la gruesa puerta de madera, que no le ocultó un susurró de voz al otro lado. El nigromante no estaba solo y eso le causó curiosidad, quizás por ello no esperó la respuesta tras el golpe o quizás por el deseo que sentía de zambullirse en aquella aventura antes de que se arrepintiera de ello.

 

—Buenas … —sus labios se mantuvieron abiertos y la sorpresa se materializó a la vista de lo que había frente a ella.

 

El cuarto atestado de libros era como un paraíso para ella, los aromas mezclados de pergaminos, tinta y papel, madera, una lejana humedad que se mantenía a raya y el fuego de las luminarias. Mezcla peligrosa si las hay, pensó la Potter Black, mientras sus ojos se centraban en lo que le podían enseñar aquellas maravillas cuyos lomos mostraban que no eran simples adornos del lugar.

 

Los libros siempre habían sido tesoros para ella, cuando leía sola Seba se reía, él podía estar hablándole una hora que ella no se enteraba de que la llamaba. Cuando leían juntos era su voz la que la embelesaba e imaginaba sus historias aunque no las vivía tan vívidamente como cuando ella sola se adentraba en la lectura. Quizás por eso olvidó por unos segundos al anciano arcano y la figura que a su lado se encontraba.

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El arcano había tomado asiento en uno de sus sillones, que a juzgar por una mancha negra en uno de los apoyabrazos, se notaba que era ese su favorito por las cenizas de su pipa. Me adentré en la estancia en cuanto habló, oyéndole con detención pero ignorando el observarnos mutuamente, pues me dediqué a observar los detalles en la habitación; hasta que finalmente reflejé su arrugado rostro en el tallado rústico de mi máscara.

 

- Debe estar al tanto de que he fisurado mi alma como otros antes de mí, pero así como aprendí del historial grandes magos, entre ellos el mismísimo Gellert Grindelwald, no pretendo cometer los mismos errores que Tom Riddle. No pretendo ser inexistente al resto, anciano...- sostuve al tiempo que me sentaba en un sillón cuyo respaldo daba la espalda a la entrada del lugar. Apoyé el antebrazo correspondiente a mi pierna derecha en la rodilla de la misma y me incliné hacia él, como quien tiene deseos de revelar un secreto, más no le contaría del todo- ...que ¿Qué deseo?...- bufé tras la máscara, dando una pequeña palmada a mi muslo para apoyarme en el respaldo y cruzar una pierna por sobre la otra en un pose varonil- ... lo deseo todo, Báleyr, sin embargo, soy consciente de que todo tiene su paso y su tiempo. Pretendo aprender de ti el arte de la nigromancia, para fines particulares más no egoístas. Soy un cincel para ésta generación de brujas y magos, los mismos que han perdido el respeto de nuestra más íntima esencia, procreando y conviviendo con seres no aptos para la magia...

 

De pronto, se sintieron unos cortitos pasos que llegaron hasta la estancia donde ambos nos encontrábamos. Sin conocer, sin saber, sin darme cuenta de quién nos acompañaba en ese mismo instante, me quedé con el mentón de la máscara en alto, sin voltearme a saludar, sino más bien, a esperar que el mismo arcano le diese la bienvenida antes de entrometerme en reuniones que quizás no eran mías.

 

@Báleyr @Darla Potter Black

ISh3z7l.gif

1yVXGup.png
xV0xd.gifmdbNxIw.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Se adentró en la habitación, embelesada por lo que veía, aún cuando no la habían invitado aún a ingresar y se detuvo de pronto, cuando dos aromas nuevos llegaron hasta ella. Hierbas y tabaco, el aroma era dulce y amargo a la vez, se giró hacia donde venía e inclinó la cabeza en un claro gesto, mezcla de saludo y disculpas.

 

—Maese Báleyr —había reconocido inmediatamente su rostro por las descripciones leídas en los periódicos mágicos en relación a los arcanos que habían venido a enseñarles y su rostro marcado y con un brillante ojo azul celeste era inconfundible —sepa disculpar mi intromisión, me habían informado que usted sabría de mi venida, no he querido interrumpir vuestra reunión, soy Darla Potter Black —se presentó, elevando su rostro y en ese momento una extraña sensación revolvió su espíritu.

 

Había reconocido dos mezclas de aromas, una había sido el de la pipa del arcano y la otra, papiro, metal y plata y por sobre todo ello una esencia doblemente familiar, no entendía por qué. Ella podía conocer alguien que tuviera aquella esencia pero que la mente de Scarlet en el fondo de la suya saltara reconociendo la misma no tenía sentido. En su caso era agradable, en el de la Akane era de odio.

 

Se mantuvo inquieta, esperando la respuesta del arcano e intentando descubrir con quién era que él mantenía aquella reunión. Sus ojos comenzaron a prestar atención al resto de los detalles, al igual que su piel, apenas era consciente del frío húmedo que inundaba el lugar, inentendible, pero el frío ayuda a conservar las cosas. Los reflejos de las antorchas no hacían mella en el espejo de plata cuya extraña característica llamó por breves instantes su atención.

 

Podía notar todo a su alrededor, pero ahora ya no eran los libros y la nigromancia la que atraían su curiosidad sino el arcano y su misterioso visitante. Darla esperaba que por aquella interrupción el hombre no se negara a hacerla su discípula, no justo ahora, pero no importaba. Ella estaba dispuesta a todo con tal de que él le enseñara y no pensaba ceder ni un céntimo de espacio a su decisión. Ella quería hacer aquello, ella lo necesitaba con todo su ser.

 

Se mantuvo de pie, esperando, con un gesto entre humilde y decidido a que el nigromante le dijera que sí y le aceptara enseñar.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Báleyr despegó sus labios de la pipa para acotar a lo que el Mortífago Caelum acababa de argumentar pero alguien les interrumpió. Con un ademán de irritabilidad se pasó la mano por el rostro, dejó su preciado objeto en el descanso de la silla e invitó a Darla a tomar asiento cerca del hombre que tenía en frente; los seguidores del Señor Tenebroso, como se hacían llamar, consideraban su magia poderosa por la de los demás, más el Arcano consideraba que quien allí estaba sería lo suficientemente inteligente como para no intentar movimiento alguno que pusiese en riesgo o incomodidad a su segunda alumna o conocería el verdadero poder de un Nigromante.

 

—Pase, por favor. De todos modos ya está aquí señorita Potter Black.

 

Sí, por supuesto que la esperaba y sabía quién era. A él no se le escapaba nada, salvo quizás el aun creer que alguien en aquella época guardaría decoro y no se aventuraría en las mazmorras sin aguardar su permiso.

 

—Le decía, caballero, si es eso lo que desea entonces, adelante, escoja de allí lo que quiera ¿Y usted señorita, qué es lo que desea? cualquier libro será portal al más primitivo conocimiento

 

Señaló la biblioteca abarrotada a sus espaldas, la misma donde Black estuvo husmeando antes de que él apareciera y sin consentimiento alguno. Ahora les permitiría escoger qué rama de la Nigromancia deseaban aprender, si la que tiene que ver netamente con los muertos y sus tres sendas, o tal vez la que tiene un apartado especial para las almas y su purificación, quizás la que permitía controlar la sangre de los seres vivos a piacere.

 

La antorchas que iluminaban la habitación temblaron haciendo danzar sus flamas. El frío de las paredes pareció condensarse y con cada exhalar el aire de sus pulmones se podría ver en forma de vaho. Todo allí abajo eran gris, tenue, gélido, como vacío. Pero a la vez poseía un dejo de curiosidad, de conocimiento absoluto en cada una de las rocas que conformaban la mazmorra completa. Con lo que escogieran sabría más o menos un poco sobre su personalidad y el cómo ahondar en la habilidad, Darla no parecía tan temeraria como el sujeto de la máscara, aunque no le preocupaba, esperaba no equivocarse.

nuRQYmF.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Unirse a la conversación

Puedes publicar ahora y registrarte más tarde. Si tienes una cuenta, conecta ahora para publicar con tu cuenta.

Guest
Responder a esta discusión...

×   Pegar como texto enriquecido.   Pegar como texto sin formato

  Sólo se permiten 75 emoji.

×   Tu enlace se ha incrustado automáticamente..   Mostrar como un enlace en su lugar

×   Se ha restaurado el contenido anterior.   Limpiar editor

×   No se pueden pegar imágenes directamente. Carga o inserta imágenes desde la URL.

Cargando...
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.