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Oclumancia


Aailyah Sauda
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Aailyah Sauda

 

ARCANA DE OCLUMANCIA

____________________

 

 

 

Aquella era una mañana normal en la vida de Sauda desde su llegaba a la Universidad, un día en el que lo primero que hacía era dirigirse al río que quedaba frente a su casa para darse un baño y beber de el, claro que nunca se quitaba las ropas cuando estaba al aire libre y tampoco se bañaba propiamente dentro del río, ella prefería respetarlo y en cambio con ayuda de un recipiente oblicuo sacaba la justa cantidad de agua que necesitara, sin desperdiciar nunca una gota de ella. Y así era básicamente todo cuanto hacía, pues valoraba la naturaleza, quizás, más que ninguna otra persona y se aseguraba de protegerla.

 

En ocasiones se podría asegurar que Sauda cargaba con una profunda melancolía, porque si había algo que la delatara a pesar de estar empleando todo el poder de su anillo, eran sus ojos y estos parecían estar siempre tristes, como si nunca hubiese sido feliz en su vida, pero lo cierto es que ella revivía lo que sentía la propia naturaleza y sabía que el tiempo que le quedaba era muy poco y eso la entristecía. Sin embargo, no odiaba a las personas, a nadie en realidad, pero sí era muy severa con todos por esta misma razón y esto también lo reflejaba en su mirada y era entonces cuando sabías que tan en serio iba y que lo mejor era no jugar con ella. De hecho, este era otro de los motivos por el cual había aceptado dar clases en la Universidad, porque creía que podía hacer una diferencia en sus alumnos.

 

Una vez hubo terminado con todos los quehaceres y rituales matutinos, siempre pidiendo dirección a sus ancestros más sabios, Sauda se dispuso a emprender la caminata que la llevaría directo hacia donde recibiría a sus primeros alumnos. El sitio era de muy fácil acceso, a diferencia de su muy discreta vivienda, que por el momento no le interesaba que nadie supiera donde quedaba, porque para reuniones y demás, usaba la residencia destinada a cada Arcano que sólo visitaba muy de vez en cuando; los lujos no eran su prioridad, le bastaba con tener lo necesario para vivir. Además, estarían rodeados de enormes árboles frondosos, con vegetación doquiera que se mirara, el color verde predominante y abundante, un ambiente motivador y relajante, con una magia particular que lo hacía idóneo para que la persona se olvidara de cualquier preocupación o pensamiento perturbador. Cada una de estas cosas ayudarían a Sauda a violar fácilmente la mente de sus inexpertos alumnos.

 

¿Cual sería su primer juego mental? Si bien podía crear varias visiones al tiempo, diferentes para cada uno de ellos, prefería que interactuaran entre sí, de todos modos ellos estarían viendo en todo momento a una mujer en la flor de su juventud, de belleza exótica, que probablemente les haría pensar que se trataba de una alumna más y eso era precisamente lo que quería que pensaran. Se ocultaría entre la vegetación y cuando la mayoría estuvieran reunidos, aparecería de manera inocente para sumarse al grupo y así esperar a la ancestral profesora de la que tanto habían escuchado hablar.

 

 

 

 

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  • 1 mes más tarde...

La lechuza había llegado y la Potter Black le había contado sobre su ansiedad a Seba, su novio, mientras desayunaban, como siempre él la había respaldado y le había dicho que dodo iba a estar bien. Tras desayunar él la había acompañado hasta la entrada de la Universidad, deseándole la mejor de las suertes. Ella había sonreído y se habían despedido con un beso.

La Potter Black revisó una vez más el pergamino en el que le daban las indicaciones para llegar al lugar de la clase y quién sería su profesora. Se trataba de un lugar de fácil acceso en esa área de la universidad y por lo que había logrado saber era un lugar en donde el verde y los árboles predominaban. A ella le encantaba la naturaleza y por eso sentía que podría estar cómoda, eso siempre y cuando le cayera bien a la famosa Arcana, Aailyah Sauda, decía la nota que se llamaba.

Un poco pensando en eso y un poco pensando en el lugar es que había elegido la vestimenta de ese día, una blusa hindú de bordados azules sobre la fresca tela blanca, con un lazo en la cintura y un pantalón beige, tipo cargo, cómodo y elegante a la vez. Como pocas veces sus pies lucían unas sandalias de taco bajo, acordonadas en los tobillos, en realidad llegaban a media pierna pero como estaba con pantalón y no túnica las había atado así. Lo último había sido recoger sus rizos en una media cola sobre su nuca.

Avanzó despacio y con algo de ansiedad, preguntándose quién más cursaría junto con ella Oclumancia. La nota no decía nada y ella, con el ajetreo de las fiestas y del Cuartel no se había podido tomar el tiempo de averiguar. Además, no podía negar que las tareas de su bando también la habían tenido algo ocupada. Suspiró, quería recuperar con todas las letras su habilidad y esperaba que la Arcana la encontrara digna de recibir su instrucción en totalidad. Por un momento se arrepintió de no haber escuchado con más atención al Señor Pippin, o al menos haber metido varias preguntas para conocer más sobre aquellos ancestrales magos de la antigüedad.

Se detuvo mirando a su alrededor, aquel parecía ser el lugar, respiró profundo y miró para todos lados llamando en voz baja.

--Hola, ¿hay alguien? --espero un rato por una respuesta, luego se presentaría y explicaría a quién apareciera el por qué estaba allí, aunque eso debía ser obvio ¿o no? No quería que la confundiera con una intrusa.

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Sauda esperaba pacientemente, no tenía prisa alguna y poco le interesaba si llegaban de noche o en plena madrugada, cualquier hora del día era idónea para el aprendizaje, pero esperaba que al menos, si llegaban a ser más de uno, se pusieran de acuerdo para llegar a una hora puntual. Para alivio de la Arcana, su primera alumna no se hizo esperar y se presentó más temprano de lo que hubiese esperado, pero todavía no se revelaría ante ella, primero la observaría allí, oculta tras la vegetación, pendiente de sus movimientos, de sus gestos, de cualquier comentario que pudiera lanzar y cuando lo creyera necesario, se presentaría ante ella. Pero primero, a jugar.

Como si se tratara de una alumna más, Sauda adaptó la apariencia de una joven hermosa y esbelta, con expresión inocente y rasgos de una estudiante extranjera, de esos rostros que no acostumbras a ver a menos que salgas a conocer el mundo. La joven se aproximó hacia Darla, con paso inseguro, propio de alguien que se siente perdido en una tierra extraña y de la que no sabe absolutamente nada.

 

— Disculpa, ¿también te apuntaste a la clase? —preguntó de manera tímida. Aunque Darla no lo supiera, su clase había dado inicio desde el instante en que vio en ella a una joven de no más de veinticuatro años en lugar de a una anciana de más de cien. En eso consistía parte de la habilidad de Sauda — Mi nombre es Saka —se presentó, utilizando aquel nombre que sólo los de su tribu conocían.

 

Era tan fácil jugar con las mentes de los magos y no dudaba de que Darla pudiera caer fácilmente en cualquier de sus ilusiones o lo que la hiciera creer.

 

— Sean bienvenidas —una voz femenina resonó en todo el bosque, provocando que varios pájaros revolotearan ansiosos y varias hojas cayeran de los árboles — Mi nombre es Aailyah Sauda y por ahora permaneceré así, oculta, guiándolas únicamente con mi voz. De momento quiero que se adapten al entorno, que aprendan a escuchar la naturaleza, que se ganen el respeto de esta y de los animales que aquí conviven, de no hacerlo deberán marcharse de inmediato. Si no respetan la naturaleza, no tienen el derecho de aprender, al menos no conmigo.

 

En eso era muy clara como Arcana, no le interesaba enseñar a ningún insensato que despreciara todo cuanto le rodeara, tampoco es que necesitara de un alma pura, era un absurdo pensar que existía alguien que fuese completamente ''bueno'', pero eso era lo mínimo que exigía.

 

— Sé que tienen sed —tras haber dicho aquello Darla creería que de verdad tenía sed, aunque apenas hasta hace pocos segundos su mente estuviera ocupada en tratar de encontrar el lugar de donde provenía aquella voz, tanto que ni siquiera notó que ''Saka'' ya no estaba a su lado, sino que se encontraba recostada de espaldas a un árbol — A unos pocos metros de aquí encontrarán un pequeño lago, beban agua de allí y regresen.

 

La empresa parecía ser muy fácil de cumplir, realmente había un lago, oculto tras muchos árboles y arbustos pero existían, el cómo harían para encontrarlo... pues bueno, tendrían que ingeniárselas y una vez allí, Sauda se daría cuenta de si verdad respetaban la naturaleza que tan celosamente cuidaba.

 

— Yo iré por este lado dijo Saka, señalando la parte de atrás del árbol desde donde la observaba.

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La vampiresa había estado segura de una presencia, pero por primera vez en su vida no podía identificar el aura con certeza. Una extraña sensación de que alguien estaba o la observaba en algún lado la inundaba pero se negó a aceptar ese hecho. Estaba segura que era o un producto de su imaginación o del propio aura que parecía mezclarse con la esencia misma de la tierra a su alrededor. Es extraño, susurró Scarlet en su interior antes de que una voz sonara tras Darla.

 

La pelirroja se volvió y sonrió mientras asentía, una joven que no aparentaba más de veinticinco años, era alta, más que ella incluso y la Potter Black sabía no era del promedio habitual. Se notaba que era extranjera, su piel tenía el color cálido de los moros y sin embargo sus carnosos labios, su fina nariz y facciones delicadas, así como su mirada oscura pero expresiva mostraban una chica cálida y probablemente de origen africano, cosa que parecía confirmar su nombre, Saka.

 

Hay algo, susurró Scarlet siendo silenciada mentalmente por la Potter Black.

 

--Hola, así es, estoy para cursar oclumancia y mi nombre es Darla, encantada de conocerte --la mirada castaña de la Potter Black se posó en los ojos de la joven frente a ella, preguntándose si sería hija de algunos de los magos y arcanos que habían ayudado a fundar la nueva Universidad.

 

No creía que se tratara de una alumna de intercambio pero no sería extraño, había acuerdos que a los que el Ministro había llegado y estaba segura estaban fuera del alcance del resto del pueblo. Pero no pudo seguir ahondando en esos pensamientos, una voz, surgida de la nada y de todas partes les daba la bienvenida. Aunque el sonido era armonioso e invitador, había sobresaltado el silencio en que la naturaleza parecía estar. Silencio aparente, ya que las aves habían estado cantando, se podía sentir el sonido de la brisa entre las hojas de los árboles y hasta, a lo lejos, con una carencia mágica, se podía sentir el sonido de todo el bosque cantando en armonía.

 

Darla en cierto modo se sorprendió, pensó que quizás para obtener una mente más concentrada necesitaba ese silencio especial, esa calma que se lograban en un lugar cómo este. Pero no esperaba y eso lo tenía que admitir, que le pidieran que ganaran el respeto de la naturaleza y los animales la dejaba un poco, como decían por ahí, en off side.

 

La vampiresa amaba estar en la naturaleza pero desde que había sido convertida, acaricio despacio el anillo que ahora sabía le había sido hecho llegar por su madre. Su mente vagó por unos segundos hacia los entrenamientos con la que había creído su tía.

 

--Mira Darla, si quieres sobrevivir, si no te quieres dejar dominar por Scarlet deberás aprender a dominar no solo tu sed, sino tus instintos, tu temperamento.

 

--Pero tía...

 

--No hay peros que valgan, se que no te gusta la idea pero si vas a resistirte a alimentarte de humanos, solo la cacería puede ayudarte a salvar tu situación.

 

La pelirroja había hecho cara de asco entonces pero su tía con calma y paciencia le había indicado que era lo mejor, incluso le había enseñado a acechar, a cazar, a matar sin hacer sufrir y, cosa extraña, a dar las gracias por lo que se le brindaba, una vida a cambio de otra.

 

--De algo te tienes que alimentar y no queda más remedio que poner en la balanza, una vida humana o la de un animal. Dale gracias a la naturaleza por brindarte otra chance.

 

La voz de Aailyah la trajo de nuevo al presente y por un momento se preguntó si acababa de reprobar la primera prueba. El que le viniera a la mente aquel recuerdo, suspiró y asintió. Sed, claro. ¿Desde cuándo tenemos sed? preguntó Scarlet en su mente. La verdad no lo sé, gruñó ella y giró para decirle algo a Saka pero la joven ya no estaba en el mismo lugar. Darla buscó a su alrededor mientras la Arcana les indicaba donde encontrar un lago.

 

Saka estaba allí, junto a un árbol y le indicaba que iría por aquel lado ¿había pasado de la timidez al descaro? No, en realidad quizás era la misma timidez que había mostrado al presentarse la que la llevaba a alejarse e ir por su lado.

 

--Ok y yo por allá, supongo --agregó en voz más baja. Fantástico, un lago tras los árboles. O eso había imaginado que había dicho la Arcana.

 

Con tranquilidad comenzó a caminar hacia el lugar indicado, aquel bosque parecía cerrarse por momentos, pero la vampiresa sabía encontrar los pasajes, las huellas entre los arbustos. Estaba acostumbrada a encontrar las huellas y seguir pistas cuando salía de cacería. Aprende a reconocer las pistas, todo deja una huella, tú solo debes saber verla, había dicho su tía en aquella época. Darla se tensó, si debía reconocer las pistas debía decir que sentía que aquellos arbustos se cerraba adrede a su paso, ya tenía un par de arañazos no previstos en sus brazos. Molesta empujó hacia un lado las ramas pero sin llegar a quebrarlas, eran jóvenes y flexibles, o más bien parecían añosas y dispuestas a darle otro golpe, como en los dibujitos animados que alguna vez viera, era un rebote al latigazo y un insulto escapó de Darla mientras lo esquivaba y se abría paso ¿dónde estaba ese famoso lago?

 

¿Cuánto había caminado? Parecía que esquivar arbustos y árboles había sido una tarea titánica, como recorrer mil kilómetros, pero allí delante, en un claro, estaba el lago. Darla se preguntó por qué había sentido esa sed tan repentina y esa necesidad de llegar hasta allí. Se detuvo, pensativa, apoyando su diestra en el tronco de uno de los árboles y cerró su mente, pero no, mejor la abrió, la abrió a la naturaleza, sintiendo cada palpitar de vida a su alrededor, hasta el revoloteo de las alas de los insectos sobre las aguas del lago llegaban hasta su ser. Se estremeció, hacía años que no se permitía dejar llegar algo o a alguien hasta ella, solo a su Seba y él lograba despertar cosas en ella que se suponían hacía añares estaban muertas por eso él era tan especial y todo para ella.

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  • 3 semanas más tarde...
No necesitaba estar viendo a su alumna para conocer cada uno de sus movimientos. La seguía dentro de su mente y alrededor de su ser. Aquel bosque parecía una extensión del cuerpo de la Arcana pues su hermandad que vivía con el natural entorno era plena. Conocía cada árbol, cada roca, cada irregularidad en el terreno.
Con los ojos cerrados, se movió fingiendo que tomaba un camino diferente al de Darla. Aunque realmente esperaba que inicialmente ella escogiese seguirla. Se desplazó con silenciosos pasos, inventando una nueva ruta hacia el lago que a diario saciaba su propia sed. Algo en Darla le inquietaba, sabía que no estaba tratando con una bruja cualquiera, mas solo tras lograr meterse en su mente podría descubrir qué en ella la alarmaba.

A su mente llegaban todo el tiempo recuerdos que no eran propios, no sabía por qué la cabeza de la dama iba a un y otro sitio casi sin darle un sentido a la marea de pensamientos. Supuso que el nuevo aprendizaje que estaba por emprender generaba más cosas de las que Sauda esperaba. Eso era bueno, pero no todo era bueno todavía.
En su piel percibía los latigazos de las ramas que Darla apartaba sin cuidado al moverse, al tiempo que sus pasos cambiaban el sentido para seguir el recorrido que la mujer había emprendido. Le dolía que la dama no supiera que todo aquello que la rodeaba sentía y sufría a su modo, que estaba en un sitio que pertenecía a la naturaleza y debería aprender a respetarla. La seguiría para sorprenderla prontamente, por el momento la haría creer que se había quedado sola o, más bien, desconocer la ubicación de quien creía su compañera de clase.
Oculta, contempló como Darla encontraba el lago. Supo que Darla se cuestionaba sobre su repentina sed, era algo normal pero no sería la única cosa extraña que experimentaría mientras estuviese bajo su tutela, así que debía aprender a confiar y dejarse llevar. Notó un intento rudimentario por cerrar su mente, aunque realmente fue intentar poner “la mente en blanco”. Tenía mucho por aprender y bloquearse a su maestra antes de que ella lo pidiese no era la mejor alternativa.
Supo que algo cambió en la travesía de la mujer, intentaba a abrirse a la naturaleza que la rodeaba. Ese sí era un buen primer paso, aunque los dados anteriormente la habían distanciado un poco de sus objetivos. El lago estaba allí en frente y su sed no hacía más que incrementarse más y más. Pronto sería el único pensamiento en la mente de la vampiresa. Solo el agua frente a sus ojos y la resequedad en su garganta que no le permitiría concentrarse en nada más.
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Darla quito la mano del árbol y abrió los ojos ¿quién estaba allí? Giró mirando a su alrededor, no había señales de Saka por ningún lado, lo que era extraño, aunque en realidad ella no podía saber qué tan grande era el lugar. Optar ir cada una por su lado quizás no había sido tan buena idea, la pelirroja se preguntó si la muchacha se habría perdido.

 

Pasó su lengua por los labios, sintiendo cada vez más sed, incluso era más penetrante e insistente que la sed de sangre cuando había pasado mucho tiempo sin cazar. Se acluclilló y descalzó sus pies, dejando las sandalias contra el árbol y arremangó sus pantalones, quizás hubiera sido mejor un vestido se dijo a si misma con gesto pensativo mientras avanzaba hacia el lago.

 

Seguía sintiendo esa presencia, era extraño, no podía identificarla con seguridad, pero no le importaba mucho, no percibía un verdadero peligro y el lago se veía tan fresco. Se acercó a él y se adentró unos pocos pasos, hasta cubrir sus pies con el agua fresca, fue como un alivio y una necesidad a la vez. Gruñó pero de satisfacción, se inclinó y juntó entre sus manos un poco del agua del lago, llevándola a sus labios, estaba fresca.

 

Cerró los ojos, sintiendo la brisa sobre su piel y se puso de nuevo en pie, dejando aflorar sus sentimientos. ¿Qué había allí? Se inclinó de nuevo y bebió un poco más, el calor del sol tocaba su rostro y hacia que hasta la blusa pareciera algo pesada. Caminó un poco más, sin importarle demasiado que su ropa se mojara, ni se preocupó en hacer un impervius. Deseaba nadar y tomar agua, aquella agua tan fresca que parecía calmar su sed y a la vez elevarla.

 

Se lanzó suavemente hacia adelante y comenzó a nadar en el lago, sintiendo como la blusa se pegaba a su piel y sorbiendo cada tanto un poco del agua del lugar. En su mente solo estaba el lago, el agua que el contenía y la necesidad que sentía de ella. Pero en realidad no era lo único, en el fondo de su mente Scarlet se sentía inquieta.

 

Podía sentir esa misma necesidad que Darla de beber, pero mucho más apagada, como si fuera solo un reflejo de lo que a ella le pasaba. La parte del alma de su creadora que ocupaba el centro de su ser en ese momento intentaba controlar su cuerpo inútilmente. Podía sentir la fuerza que invadía a su anfitriona y horrocrux. Algo había en aquel lugar, así como algo había sentido en aquella extranjera, y hablando de ella, Scarlet intentó inútilmente comunicarse con Darla para volver su mente a recordarla. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué impedía que las dos brujas se comunicaran en su interior?

 

Darla continuaba nadando, satisfaciendo su sed con el agua y disfrutando de la frescura del lago, sin pensar en nada en realidad, solo sintiendo ese deseo extraño, aunque aún no era consciente de que aquel deseo fuera ajeno a ella misma.

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Aguardó a que Darla saliese de entre la vegetación para acercarse al mismo árbol bajo el cual había dejado sus sandalias. Miró un segundo el calzado y luego la miró a ella, quien entraba poco a poco en el lago. Siguió sus movimientos mientras bebía, casi sintiendo en su propia boca el agua que traspasaba los labios de su aprendiz. En su propia mente el deseo por meterse en las calmas aguas crecía, pero sabía que no era su deseo sino el de ella.


Desde el momento en que entró en contacto con las aguas de aquel preciado lago, había quedado a su merced. Si bien no era consciente, ahora Sauda podía leer su mente cono si se tratase de una nota de letra prolija y clara. O, más bien, podía vivir lo que Darla y repasar sus recuerdos como si fuesen propios. Estaban unidas, aunque gracias a su natural habilidad para la Oclumancia solo Sauda lo sabría hasta que quisiese hacerlo notar.


No se sorprendió por el impulso de la dama en arrojarse a las aguas y nadar, pues era la necesidad que le estaba generando. Notó sin embargo que en su mente había algo o alguien más. No pudo evitar fruncir el ceño, era alguien, definitivamente. No esperaba eso, estaba intentando pujar con ese ser desconocido para poder apaciguarlo. Sentía sus impulsos de lanzarse a cazar, impulsos que no iban dirigidos a su persona.


Si había algo que no permitiría era que durante su entrenamiento aquel ser lastimase a alguien o a alguna criatura que pudiese llegar. Aquel sería motivo de finalización de cualquier aprendizaje, no le importaría expulsar a la portadora de aquella concurrida mente del lugar. Ahora que estaban vinculadas notaba el peligro que constantemente debería enfrentar la que ahora solo nadaba en la paz de las aguas que tenía a su frente.


-Ahora no- le dijo a quien supo que se llamaba Scarlet, evitando que se comunicase con Darla en el pacífico trance que atravesaba. Le habló con voz firme y que no le permitió réplicas, la presencia se contuvo aunque bien sabía que continuaría allí observando.


Era momento de comenzar realmente los aprendizajes para Darla. Cerró los ojos y empezó a nadar como ella lo hacía en sus aguas, pero en su mente, entre sus recuerdos. Para empezar quiso ver sus momentos cotidianos, explorando, su vida actual. Buscaba aún mayor conexión, saber cuanto necesitaba…
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Scarlet se tensionó sintiendo la presencia extraña, no estaban solas, era consciente de que Darla no podía sentirla pero ella si. La guerrera rumana se preparó a levantar las barreras que su alter ego parecía no pensar necesarias levantar pero se detuvo. Era como si la presencia ancestral fuera más de lo que aparentaba.

 

 

“Ahora no”, la voz sonó firme y autoritaria y la vampiresa rugió en el interior de la mente, no estaba acostumbrada a que le dieran órdenes y sin embargo. Dejó que su espíritu se desplazara libre y de pronto lo sintió, allí estaba, tenue pero indudablemente en el aire estaba la presencia de Aailyah Sauda. Presencia que había logrado apenas vislumbrar en la choza que habitaba pero que ahora sentía más clara fundida con el ambiene del lugar pero ahora que lo comprendía, era la misma voz que las había lanzado desde la inmensidad del bosque hacia aquel lugar en el agua.

 

 

La vampiresa bufó, pero obedeció, ya no a regañadientes sino entendiendo que lo que ocurría era la enseñanza de oclumancia a Darla. Cedió, no era grato hacerlo pero era necesario, después de todo, ella misma quedaría protegida contra cualquier intruso ajeno a ambas. Los recuerdos de la Akane eran más peligrosos aún que los de la Potter Black y era mejor que se mantuvieran separados como hasta ahora e incluso más.

 

 

Darla seguía nadando y bebiendo cada tanto los sorbos de agua de aquel lago, de pronto giró y comenzó a flotar, boca arriba, con los ojos cerrados y los brazos apenas extendidos hacia los lados, en un ángulo agudo respecto a su cuerpo. Sentía una extraña paz y serenidad que la inundaba y a su mente venían los recuerdos cotidianos de su vida en House of Books.

 

 

Se vió a sí misma, como si de en una pantalla se tratara, despertando junto a Seba, abrazados y con sus piernas entrelazadas. Con lo inquietos que a veces eran y con las salidas que ella tenía a veces para cumplir sus obligaciones en la Marca era curioso que siempre terminaran abrazados. Claro que algunas mañanas que ella salía de caza o que debía tramitar otros temas ella se escabullía discretamente de los brazos que le transmitían aquel amor, esa paz que antes nunca encontrara y sobre todo aquella calidez que su vida recuperaba extrañamente con él cada mañana.

 

 

Rió ante el desayuno gruñido por Nana y servido algunas veces por Leto en la sala o el comedor del hogar de la pareja en el nivel más alto de la librería que ocupaban. Se acercaba San Valentín y por ello, imaginó, que vino a su mente cuando Leto, Lualú, Dash, Tommy e incluso Eros prepararon la sorpresa con pétalos y ramos de rosas por toda la casa.

 

 

Se vio ante el Ministerio, llegando con Seba para luego despedirse a desgano al salir del ascensor y enfrentar cada uno la rutina de su Departamento, ambos en el mismo segundo nivel, pero enfrentados ediliciamente e incluso en ideales. Suspiró preocupada por lo ocurrido con Elizabeth y Sofía, su respiración se agitó al recordar el enfrentamiento con uno de sus empleados y la partida intespestiva de él y del otro varón en la oficina. Todo eso sumado a las extrañas actitudes de los aprendices que ahora habían renunciado y la llegada de Otto convirtiendo el momento en una situación tragicómica. Al menos Gatiux era coherente y había cruzado con ella miradas de entendimiento. Féminas, o más bien banshees, en ellas se podía confiar, a veces.

 

 

A su mente vino el ataque en la Mansión de Sofía, fenixianas, dos rostros desconocidos escondidos tras una luz que no solo distorsionaba rostros sino también voces. Casi la misma función que la máscara mortífaga. Una suave punzada de nostalgia y el recuerdo de su scythe guardada la hicieron temblar en el agua, pero fue solo unos segundos mientras volvía a la noche del ataque y como los mortífagos la habían ayudado contra aquellas almas. Recordó la nada grata salida del lugar tras el golpe propinada por el mago que había llegado en primer lugar, una charada, o no, si se ponía a pensar en lo que le había espetado tras su nombramiento como Directora del Cuartel Inquisidor.

 

 

Volvió a suspirar y giró, volviendo a nadar, esta vez hacia la orilla, algo extrañada del silencio del lugar y recordando de repente que aún no aparecía su compañera Saka. Se preguntó dónde podría estar, al igual que la arcana, solo había oído su voz, indicándole que se dirigiera hacia allá. Era mejor regresar, como ella les había indicado hicieran tras beber. Se preguntó si Saka no habría ya bebido y estaría, tal como Aailyah Sauda lo indicara, de regreso en la cabaña. Era mejor que se apurara. ¿Cuánto tiempo había pasado ya?

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  • 2 semanas más tarde...

Era hora de empezar a poner a prueba a su alumna. Sabía que ella lograría adquirir el deseado conocimiento desde el primer momento en que la vio, sin embargo no podía dejarle las cosas fáciles. La sabiduría que estaba traspasando a aquellos magos y brujas era de un valor que pocas veces ellos lograrían reconocer. Solo esperaba que aquella dama pudiese valorarlas con la seriedad que sus enseñanzas merecían, de lo contrario no dudaría en echarla de su clase y no darle nunca más la posibilidad de intentar hacerse con la habilidad.

La Arcana pudo así conocerla mejor. Frunció los labios a sabiendas de que en su vida había más oscuridad de la que parecía, que su respeto por los seres que la naturaleza creaba no era digno a su parecer. Aunque ¿Quién podía juzgarla por su propia naturaleza? Suspiró. Había dualidades en el mundo que pocos podían responder, y ni siquiera ella con su añeja sabiduría podría hacerlo.

 

Lo que sí podía cuestionarle y lo haría, era su poco respeto por aquellas aguas que día a día saciaban su propia sed. No eran aguas que pudiesen contaminarse de aquel modo con la presencia de cualquier humano. Si bien era paciente en la mayor parte de sus actitudes, aquella falta no la dejaría pasar. Si la mujer quería adquirir la habilidad que intentaba brindarle, primero debería pagar por su falta y luego demostrar que realmente podría respetar como ella los sitios que con tanta hospitalidad la recibían.

 

Había que entrar en juego. La figura de la joven de tes negra se acercó a la orilla del lago y puso las manos en forma de cuenco para beber sorbo a sorbo del natural espejo de agua. Frente a sus ojos Darla seguía nadando con delicadeza, dejándose llevar por todos aquellos recuerdos agradables y cotidianos. Se los permitió otro momento, dejándola sentirse a salvo. La confianza que lograra adquirir en aquella primera instancia sería crucial para lo que estaba por venir.

Notó que ella empezaba a salir del agua y aguardó en la orilla. Su rostro mostraba una sonrisa juvenil que ocultaba más de lo que su “compañera” podría imaginar. Conocía parte de su vida, pero a ella le sería imposible saber algo más de la suya. No iba a sacar barata su intromisión, claro que no.

 

-¿A eso le llamas beber agua?- dijo bromista- Dudo que a nuestra profesora le agrade lo que acabas de hacer- agregó, esta vez en su voz evidenciaba cierta disconformidad y su sonrisa en algún momento se había borrado por completo. -De seguro lo pagarás...- su tono se había vuelto sombrío y su mirada parecía desorbitada.

La mente de Darla volvió entonces a moverse, pero esta vez llevándola a sus peores recuerdos. Frente a sus ojos Zaka volvía a reír, regocijándose ahora por la visión que generaba ¿o las estaba generando la Sauda desde algún sitio al rededor?

Editado por Aailyah Sauda
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Se había acercado a la orilla justo en el momento en que aparecía Saka, lo cual en cierta forma no le sorprendió. Salió del agua y sacudió sus ropas y sus cabellos, para luego buscar su varita y aplicarse unos tergeos. El tono bromista de la morena la hizo sonreír mientras negaba a la vez.

 

--A mí tampoco, no sé por qué ha sido eso --y era la verdad, no tenía idea de por qué el arranque de arrojarse al agua, caminó despacio hacia donde había dejado las sandalias, podría haberlas atraído con un accio, pero por algún motivo que no lograba comprender sentía la imperiosa necesidad de alejarse de la joven estudiante de intercambio.

 

Las palabras con que había terminado su breve alocución la joven bruja la había hecho estremecer, el silencio que sentía en su interior era muy extraño y mientras se sentaba bajo el árbol a atar sus sandalias observó la espalda de la morena.

 

--Todos tenemos algo que pagar en nuestras vidas --pronunció con un extraño tono de resignación mientras se ponía de pie y cruzaba sus brazos. Una serie de recuerdos habían invadido su mente.

 

- Lo siento, no pudimos hacer nada para salvarlos, el accidente fue muy grave, el camión que los arrolló…

Los ojos de la joven se cerraron con fuerza, tenía 17 años, sus padres adoptivos habían muerto en un accidente automovilístico y ella ahora estaba sola, siempre se negaba a seguir escuchando al hombre que le había dado la noticia. No quería esos recuerdos, no los quería…

Las lápidas de color miel se veían brillantes en medio del pasto verde fresco de la primavera, un ramo de flores lucía sencillo junto a ellas. Ella había querido ir sola esa tarde, no se sentía con ánimos de más consuelos… No supo cuánto tiempo estuvo, pero cuando se decidió a irse ya era de noche. Esperaba no haber perdido el último bus. Caminaba rápido por el estrecho sendero entre el bosquecillo circundante del cementerio. Los ruidos nocturnos empezaban a ponerla nerviosa, juraría que había escuchado unos pasos, debía ser su imaginación, no creía que nadie siguiese allí… de pronto el sonido no era ya tras ella sino al frente… solo vio la sombra que se abalanzó sobre ella y el dolor en su cuello, un alarido se escapó de sus labios.

Darla retrocedió un paso, sintiendo la risa de Saka ¿o era de los árboles? Precisamente el árbol tras ella le sirvió de apoyo, su espalda quedó contra él mientras intentaba en vano borrar el recuerdo de la muerte de sus padres y extrañamente revivía el momento en que había sido transformada en vampiro.

 

Tomó una bocanada de aire, como si la necesitara, e intentó recuperar el hilo de sus pensamientos pero solo vino otro recuerdo de muerte a su mente.

 

La pareja estaba frente a ella y ambos negaban con la cabeza a las palabras que ella acababa de decir. La pelirroja emitió un suave suspiro, tomando el puñal con la mano izquierda y la varita con la derecha.

--Engorgio… será rápido… --Antes de que ambos jóvenes pudieran responder había cambiado de manos las armas y con dos ágiles estocadas había atravesado el corazón de ambos. Un arma de plata…

--Finite incantatem --susurró mientras los cuerpos de la pareja caían al océano o lo que fuera que los rodeaba. A sus pies quedaba la varita de Zahil. Algo gritó en su interior, fue como el rugido de un león herido, mientras caía de rodillas junto a la varita de su amiga.

 

--Rídiculo --susurró mientras se enderezaba intentando olvidar aquel asesinato, levantó la vista y la clavó en la morena, buscando entender lo que le pasaba.

 

Un dolor muy grande se apoderó de su alma mientras recordaba los viajes de Seba, el mago había tenido que partir varias veces, por un tiempo que a ella se le hacía eterno. ¿Cómo podían ser eternos unos meses para una vampiresa? No lo sabía, pero sentía ese dolor, ese vacío que se producía en su alma ¿tenía alma? Cada vez que él partía y no sabía cuándo regresaría. Un terror ilógico la sacudía cada vez, pesadillas pensando que él no regresaría.

 

--Basta --gruñó de repente enderezándose y avanzando un paso con las manos apretadas, clavando las uñas en una de sus palmas y sintiendo la pureza de la madera blanca de su varita en la otra, casi podía sentir el latido de la fibra de corazón de dragón que latía en su interior.

 

--¿Qué está pasando acá? --preguntó buscando una respuesta en la silenciosa Scarlet que sin embargo parecía vibrar con el recuerdo de cada oportunidad en que ella se había podido liberar y ocupar el cuerpo de la Potter Black.

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