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Oclumancia


Aailyah Sauda
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La respuesta de la arcana le llegó muy distinta a como se la había esperado. La vio a su lado, físicamente, sin que hubiese visto de dónde salía o cuándo. ¿Había estado más tiempo allí y no se había percatado de su presencia? Sacudió la cabeza, comprendiendo que no estaba todo lo alerta que debía. Asintió suavemente cuando le preguntó si se encontraba bien, aunque realmente se sentía bastante débil. Sugirió tomar una taza de té, a lo que Anne iba a responderle que no le agradaba demasiado pero decidió guardar silencio, no quería sonar descortés después de la falta de tacto que había tenido en su primer encuentro con la anciana.

 

Las siguientes palabras de Sauda la dejaron anonadada.

 

¿Ayudarla... yo a usted? Pero... pero si usted es muy poderosa, no creo que me necesite a mí para nada —murmuró, con poca convicción. Estaba segura de que sería una prueba, o la introducción a alguna tarea posterior que posiblemente le resultaría difícil de realizar. Y aunque se sentía débil, sabía que debía hacerle frente si quería conseguir el anillo de oclumancia. Tras aquella duda inicial, asintió con la cabeza en dirección a la arcana y luego le hizo una señal con la cabeza para indicarle que comenzaría a caminar si ella no se negaba a ello. El hogar de la centenaria no estaba muy lejos, si no le fallaba la memoria.

 

No había dado ni diez pasos cuando un escalofrío le recorrió la espalda y provocó que se le erizara el vello del cuerpo. ¿Qué era aquello que se había movido entre los arbustos? Fijó un poco más la mirada pero las hojas estaban quietas. ¿Lo habría imaginado? Miró hacia atrás para cer si Sauda la seguía y, al comprobar que así era, continuó caminando guardando silencio respecto a lo que le había parecido ver. De repente, algo cruzó el camino que seguían de lado a lado y pareció rozarle las piernas.

 

¡¡¡Ahhhhhh!!!

 

El grito cortó la quietud del bosque como unas tijeras que rasgan un tejido sin esfuerzo. Varios pájaros salieron volando de las ramas en las que habían estado descansando y Anne había estado a punto de echar a correr, aunque había mantenido la compostura en el último momento... más o menos.

 

¿Qué ha sido eso? ¿Lo ha visto? —preguntó, pero enseguida guardó silencio. Le había parecido que pasaba por su lado... pero no había sentido nada. ¿Se lo habría imaginado de nuevo? Tragó saliva, visiblemente incómoda, y decidió que debía continuar.

 

Le pareció ver sombras y ojos resplandecientes que la observaban en todo momento mientras caminaba, e incluso tenía la impresión de que no hacía más que andar en círculos. Había visto un árbol de tronco extremadamente nudoso varias veces, siempre situado en el mismo sitio y posición. Le resultaba muy extraño pensar que hubiera muchos de esos, con tan extrañas características, así que empezaba a pensar que su mente le estaba jugando una mala pasada.

 

Algo le rozó el hombro y alzó la mirada creyendo que se encontraría con los ojos de Sauda pero, en su lugar, solo vio una especie de sombra que se desvaneció repentinamente cuando ella movía la cabeza. Dio un grito y se alejó un par de pasos, con el corazón latiéndole tan fuerte en el pecho que sentía que se le saldría del cuerpo en cualquier momento. «Es todo mental», se dijo, de repente. «Sauda manipula mis pensamientos, no hay nada real en todo esto». Aquella autoafirmación hizo que se quedase inmóvil en mitad del bosque, aún observando lo que la rodeaba. Seguía pareciéndole ver ojos por todas partes, y sintió que algo se movía hacia ella utilizando la espesura que rodeaba a ambas mujeres. Pero esta vez estaba segura de que no había nada en el bosque más que la arcana y ella misma, y no se movió ni un milímetro mientras veía que la sombra estaba cada vez más cerca. «No es nada», se dijo. Su mente se había preparado automáticamente para rechazar aquella ilusión. «Nada me tocará si me quedo inmóvil», añadió, muy segura de sí misma. El movimiento entre los arbustos creció peligrosamente, pero la mente de la Gaunt estaba lista para afrontar todo aquello.

 

Y de repente, todo quedó inmóvil. Nada salió de entre la espesura, y los ojos que la habían perseguido buena parte del camino habían desaparecido. Incluso le pareció ver algo de luz un poco más adelante, quizás fuera el hogar de la arcana.

 

Es... ¿es por aquí? —le preguntó, no muy segura de si habría actuado tal y como esperaba Sauda.

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—Sí, aquí es.

 

Sauda decide darle un momento de descanso a Anne, pero sólo porque parece haber acudido mucho más alerta que en la última ocasión. Sin embargo, la Arcana es consciente de que la aprendiz sólo fue capaz de descubrir el juego mental por la certeza de que haría algo por el estilo, no porque en realidad hubiese percibido algo extraño en aquello. Por supuesto, se aseguraría de darle esa lección más adelante, pues es de la más importantes; así, podría saber cuando un recuerdo está modificado, e incluso cuando algún Legilimago está "jugando" en su cabeza. No niega que fue un buen, comienzo, de todas formas. Ya sin extraños movimientos entre el follaje ni ojos acosando a la joven, la choza aparece frente a ellas, una vez que atraviesan los árboles. El sol ya se oculta, de modo que el lago frente a su vivienda se tiñe de tonos naranjas y rosados.

 

La Arcana no suele llevar a sus estudiantes a su hogar, y duda bastante que Anne sepa lo especial que es aquello.

 

—Toma asiento, querida —le dice a la muchacha. Al mismo tiempo, Sauda se sienta en una de las sillas en torno a la mesita redonda del pequeño y humilde porche de la choza. En las vigas de madera esferas de luz iluminan tenuamente la vivienda—. Debes descansar y reponerte —la anciana agita ligeramente su vara de madera, que es más alta que ella, y hace que una tetera flote hasta la mesa. Levita por encima de la madera con una llama de fuego bajo ella; en su interior hay una mezcla de hierbas creada por la Arcana, una infusión muy saludable pero que en realidad no tiene ningún efecto notable sobre las personas, más que relajarlas y reconfortarlas por su calor—. ¿Podrías servir el té, por favor?

 

>>Ahora... —musita la Arcana, mientras aguarda a que Anne sirva (o no) la bebida para ambas— Me alegra mucho verte de nuevo por aquí. Veo que estás decidida a dominar la Oclumancia, así como a aprender con humildad, y eso me enorgullece. Pero dime, querida, ¿por qué crees que debería seguir con tu entrenamiento? ¿Estás segura de que no tienes dudas?

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Finalmente habían encontrado el hogar de Sauda, tal y como había reconocido unos instantes antes. Siguió a la anciana y tomó asiento junto a ella en el modesto porche de su choza. Era un lugar acogedor, tranquilo: Anne se sentía inusualmente cómoda allí. Además, Sauda le inspiraba confianza a pesar de que no habían empezado con buen pie. Movió su vara e hizo que una tetera levitara ante ellas, y luego la invitó a servir la bebida. Anne asintió con la cabeza casi sin darse cuenta.

 

Claro —murmuró. Tomó la tetera y sirvió parte de su contenido en dos vasos que flotaban tras ella. Una vez terminó de hacerlo, soltó la tetera y la observó durante unos instantes mientras ésta levitaba alegremente frente a ambas mujeres, con una llamita obligándola a mantener el calor. Agarró uno de los vasos y se lo acercó a la nariz. Olía bastante bien. Bebió un trago con curiosidad y luego miró a la anciana—. Gracias.

 

Aguardó entonces en silencio, suponía que todo aquello tendría una finalidad posterior. Su sospecha quedó confirmada con la siguiente pregunta de Sauda, que la dejó anonadada. Tras unos instantes en los que prácticamente ni respiró, finalmente Anne se removió en su asiento y carraspeó con la garganta.

 

No soy quién para decirle si debe seguir con mi entrenamiento o no, yo sólo sé lo que yo misma deseo. Y, desde luego, es aprender Oclumancia. Lo deseo con todas mis fuerzas —hizo una pausa en la que aprovechó para beber otro sorbo de té—. No tengo ninguna duda al respecto, quiero aprender a dominar mi mente. Más de lo que sé ahora mismo, quiero decir. Como bruja legilimántica que soy, sé lo peligroso que es el hecho de que puedan leerte la mente... o peor aún, introducirse en ella para borrar o modificar recuerdos o incluso obligarme a hacer algo que no deba —aquellos pensamientos le provocaban auténtico pavor—. Así que quiero aprender a defenderme de todo eso. En general, quiero aprender... tanto como pueda y de cualquier cosa —añadió, aunque su voz se fue haciendo cada vez más débil como si aquellas últimas palabras hubieran sido más un pensamiento en voz alta que parte de la respuesta a la arcana.

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La Legilimancia es una habilidad peligrosa, y ella lo sabe de primera mano. Recuerda muy bien la batalla contra su propia mentora, y agradece haber sido bendecida el don de tener una mente impenetrable. De sólo imaginar cómo habría lo rota que hubiese terminado su mente de no haber tenido la Oclumancia de su lado... Si bien sus manos tiemblan ligeramente mientras alzan la taza de té, no deja que Anne lo vea; ante sus ojos, la anciana la observa, tranquila, con una sonrisa de comprensión. El té le entibia el pecho, reconfortándola. Hace mucho que enterró el pasado. Lo que importa ahora es ayudar a las nuevas generaciones. Ayudar a la joven (pues aunque tenga treinta y pico, para la centenaria es una joven) que le habla y pide consejo con temor, con la voz débil.

 

—Muchas veces el poder... —los ojos de la anciana, mientras le da breves sorbos a su infusión, se pierden un momento en la ya asentada noche, mientras busca en los recovecos de su mente la palabra que necesita— corrompe —decide finalmente—. Pero no me refiero a poder político o monetario, sino a la magia. Oh, hay habilidades muy peligrosa, mi querida aprendiz —suspira con una pena que no se molesta en ocultar, mientras sacude la cabeza—. Habilidades que someten, dañan e incluso matan. Me parece muy injusto que los magos y brujas bendecidos, usen sus poderes sobre las otras personas sin previo aviso. ¡Peor todavía! Que lo hagan con malas intenciones. Pero sé que, estos días son oscuros, y las personas cada vez más peligrosas.

 

»Te enseñaré todo lo que sé, mi querida. Te ayudaré en todo lo que pueda a usar tus poderes y habilidades —le dice con suavidad, una vez que le da el último trago a su té. La arcana observa a Anne durante unos momentos, sin dejar que ella advierta que la está analizando. Entonces añade con voz más firme—: Creo haberte mencionado que tengo una regla: no tolero a las personas que no respetan la vida, ya sea la de una persona o la de una pequeña criatura. Espero de ti, como mi aprendiz, que no uses tus poderes y habilidades como no te gustaría que los usaran sobre ti. Espero que no me deshonres, ni a mi ni a la habilidad que nos conecta —suspira, con los ojos cerrados.

 

Cuando vuelve a hablar lo hace normalmente, con su tenue voz de anciana.

 

—Estoy segura de que lo deseas de verdad. Eso es lo más importante. Querer es poder. Si lo quieres, entonces practicarás hasta estar lista de verdad. Así que comenzaremos de una vez, ¿sí?

 

»Voy a penetrar en tu mente, Anne —le explica lentamente, con la voz sólo un poco más alta que un susurro—. Te estoy avisando, porque atacar directamente sería peligroso, por ahora. Lo primero que harás será tratar de expulsarme, de la forma en que puedas. Una forma muy común y fácil de practicar y perfeccionar, es usar tus propios pensamientos y recuerdos en contra del atacante; al modificarlos (pero jamás, ¡jamás! creyéndote tu misma la mentira), los proteges también. Sólo cuando el atacante está fuera, es que evitas que entre... pero de la construcción de tu muralla mental, hablaremos en un rato. De momento, sólo trata de echarme: di "oclumens", y concéntrate lo que te dije.

 

Sauda le da unos momentos a la muchacha para terminar su té y prepararse. Al principio, no quiere ser muy brusca. Una vez que parece estar lista para la primera reacción, la anciana empuña con suavidad su vara de cristal, que está sobre sus rodillas, y fija la mirada en la de Anne.

 

¡Legeremens!

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  • 1 mes más tarde...
La primavera ya se había dejado caer en las diversas calles de Ottery St. Catchpole en Devon, Inglaterra. Por lo menos eso era lo que Elros creía tras vislumbrar hace unos días el florecer de decenas de árboles y arbustos que rodeaban la mansión de los Gryffindor, su hogar, y el sitio idóneo que había escogido para refugiarse luego de su funesto arribo a través del portal Uzza que le permitió volver al futuro por breves instantes; corroborando que muchas cosas habían cambiado con su luctuoso "nacimiento" en el mundo del pasado como Thomas. <<Estoy bien con haberle informado a La Trinidad que retomaré mis estudios en la Universidad antes de coger mis responsabilidades con La Orden... Debo sentirme igual de fuerte que antes o... o yo me terminaré volviendo un estorbo para el resto de mis compañeros de bando>> pensaba el pelirrojo mientras culminaba de empacar las pertenencias que llevaría hasta los terrenos de la institución académica. No era tan temprano ni tampoco demasiado tarde, debido a que los rayos del astro sol aún se conservaban firmes a través del firmamento despejado de nubes; por lo que el animago, sin pensarlo dos veces, descendió las escaleras hasta pisar el vestíbulo de la morada y, con un fuerte silbido, llamó a uno de los elfos de Elvis. -Tanis... avísale a mis padres que iré al "asunto" que les comenté anoche... ¡Ah! y dile a Rhaenya que cuide de "Brahmsy"... aún es muy demandante, y no quiero que entre en depresión por mi ausencia- dijo el fornido adolescente a la diminuta criatura de orbes celestes; sonriéndole justo antes de cruzar el umbral de la puerta de salida hacia los primeros peldaños que lo separaban de los jardines que tanto cuidaban sus hermanas mayores, sobretodo Lunática y Kytta; ya que Ley siempre gozaba de viajar.


Fue así que, en cuestión de segundos, una esfinge de colosales dimensiones físicas aterrizó en sus cercanías; batiendo sus enormes alas al ritmo del sutil y delicado viento que mecía las hojas de los alerces. -Has llegado justo a la hora que acordamos, Billy... ¿Tienes más acertijos para mí?- preguntó el ojiverde con curiosidad cuando ya estuvo encima del lomo del ser procedente de Egipto. -No, amo... Los enigmas tendrá que resolverlo usted cuando sus diamentes esmeraldas se fijen directos en las perlas azabaches de Sauda- contestó el animal mágico, instantes previos a alzar el vuelo rumbo a la Universidad. El viaje no fue molesto, y el clima ayudó considerablemente; por lo que ambos amigos tocaron superficie envueltos en la paz y armonía que sólo se podía obtener en ese lugar. -Ve a casa y aliméntate bien... Muchas gracias por traerme- exclamó Thomas con sencillez, acariciando la cabeza de la esfinge antes que ésta se marchase. Vestido con una sudadera azul y bermudas de jeans descolorida, el patriarca de los Granger avanzó a pasos cautelosos por el bosque; sintiendo el sonido del agua del lago y el cantar de los pájaros que ya recibían alegres a sus polluelos. -¿Arcana Aailyah?- vociferó, rompiendo con la tranquilidad del ambiente relajador y, a su vez, motivador; debido a que le parecía un entorno idóneo para aprender y olvidarse de las preocupaciones y pensamientos perturbadores que aún aquejaban su jovial e inmadura mente humana; dolores de cabeza que no se calmaban jamás, menos por las largas noches antes de dormir.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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¡Lege...!

 

—¿Arcana Aaliyah?

 

Aún sin ser un grito, aquella voz masculina, joven, logró atravesar el bosque que rodeaban su hogar (y que también lo era, de hecho), hasta llegar a sus oídos. Por la expresión de Anne, desconcertada, supo que ella también la escuchó. Inmediatamente, la arcana Aaliyah esbozó una sonrisa tranquilizadora en dirección a la aspirante a Oclumaga, que con su habilidad de convicción, de verdad infundió el sentimiento en el corazón de la joven. Se puso de pie con una dificultad que no permitió ver a Anne, apoyándose en su vara de cristal tan larga como una vara de pastoreo, para entonces comenzar a alejarse un par de pasos.

 

—Bebe tu té —le dijo, pero sin ordenárselo—, y prepara tus defensas. Cuando regrese, no te lo haré saber en un principio.

 

Cuando caía la noche, el bosque y el río estaban en paz. Al caminar entre los árboles, lo único que se oía, y sólo al prestar atención, era el de los sapos, los grillos, otros insectos mágicos... y, en el fondo, el correr del agua. Sauda, desde que se unió al gremio de la Universidad, pasó mucho tiempo paseando por ahí; aunque conozca perfectamente los terrenos, nunca deja de disfrutar aquello. La única diferencia con aquellas caminatas y la de esa oportunidad, era que ahora no dejaba que sus pies la conducieran, sino que su vara de cristal lo hacía. Guíame. Guíame hacia esa persona que quiere, de verdad, que yo la guíe. Si se hubiese tratado sólo de un llamado vacío, de alguien que no tenía la convicción de encontrar a la Arcana, simplemente habría terminado regresando a su cabaña; sin embargo, el extremo de la vara la condujo hasta un muchacho, que también caminaba por los bosques, tratando de a alguien... de encontrarla.

 

—Debes tener cuidado al caminar por este lugar.

 

Aunque Aaliyah Sauda ya era una centenaria, sabía muy bien qué sería lo que aquel muchacho, uno de los más jóvenes que alguna vez habían acudido a ella, vería: a una joven adulta, cuya piel negra hacía contraste con su blanca sonrisa y su kanga con flores rosas, naranjas y amarillas, con la que había confeccionado esa misma mañana un vestido de mangas largas y una especie de turbante. Mucho tiempo atrás, se había dado cuenta de que su apariencia inspiraba en los europeos, la mayoría pálidos, cierta admiración. En más de una ocasión la habían alabado por su "belleza exótica". Sin embargo, nunca había sido su intención, pues de haber sabido que en realidad había pasado los cien años, habrían pensando que lo hacía por vanidad. No era eso; nunca lo fue. Para ella, es la forma en la que se siente interiormente, aunque le duelan las articulaciones y su voz sea susurrante; como cuando era joven e inocente, antes de que su historia se oscureciera.

 

Cada ve que se encontraba a alguien, solía pensar, fugazmente, en ello. Esa ve no fue la excepción, más no permitió que el torrente de pensamientos mezclados con recuerdos la distrajera. Alguien había acudido a ella en busca de conocimiento, y sería una falta de respeto no prestarle atención.

 

—Soy la arcana Aaliyah Sauda —le dice al muchacho. Aunque su sonrisa es juvenil, en sus ojos, si se presta atención, hay cierto brillo templado y sabio, que sólo se obtiene con la experiencia—. Puedes llamarme Saka. Y tu, ¿quién eres? —y aunque sabía muy bien para qué el joven se había tomado la molestia de abandonar su zona de confort para adentrarse en un lugar desconocido y diferente, tenía que hacerle la pregunta, como si todavía no hubiera comenzado el aprendizaje... pero, por supuesto, ¡ya lo había hecho! Sin que se notara el esfuerzo en su rostro, creó varios pensamientos falsos que meter en la cabeza del muchacho, pensamientos vacíos y sin importancia, pero que servirían para distraerlo y confundirlo... y que, si se descuidaba, lo harían olvidar para qué había acudido al hogar de la Oclumaga—¿Qué haces aquí?

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Poco a poco el clima comenzó a cambiar en el bosque que rodeaba gran parte del terreno universitario; dando paso a una cálida noche primaveral que otorgaba una bienvenida colmada de serenidad, paz y armonía a aquellos que se aventuraban a cruzar más allá de los límites que un alumno novato tenía permitido por los directores. El croar de las ranas, el canto de los grillos y el brillo singular de alguna que otra luciérnaga; eran parte del panorama que acompañaba al pelirrojo en plena oscuridad, hasta que una voz muy tímida se escuchó en sus pensamientos. -Lo sé, y agradezco su advertencia. Tendré más precaución desde ahora- respondió en tono bajo mientras cerraba los ojos con afán de concentrarse; pues ése no era su primer encuentro con un Arcano, y sabía por experiencia propia que debía poner todos sus sentidos a disposición de su mentor y el aprendizaje que éste le brindaría con respeto y responsabilidad. -Su belleza no es un mito, maestra Saka... Mi nombre es Thom... o sea, Elros... sí... Soy Elros Gryffindor. Hijo de Annick y Elvis, el antiguo director de la Universidad... ¿Lo recuerda, no es así?- preguntó el animago justo cuando sus pies se encontraron a pocos metros de la alta figura morena de la bruja, quien vestía una túnica colorida muy llamativa que combinaba con el turbante que cubría sus cabellos. Dentro de sí, el adolescente sabía que había hecho lo correcto con la mujer; pues no podía empezar una plática tan importante y trascendental en su vida, mintiendo descaradamente en base a su verdadera identidad que para muchos era un misterio. Con los Arcanos debía ser transparente; eso lo había aprendido desde su primera cita con la Pereira.


-¿Qué hago aquí? Pues... yo he venido a... He venido a...- alcanzó a responder el chico de orbes esmeraldas; puesto a que justo cuando estaba dispuesto a contestarle a Sauda, una serie de pensamientos (o más bien "ilusiones") se conformaron en su mente, distrayéndole por completo de su objetivo central. La imagen de su enemigo tomando un helado de calabaza junto a Athena, el correr de sus pies a través de un laberinto tan gélido como el hielo mismo, y el zumbido de una colmena de avispas que se avecinaban a atacarlo; fueron las visiones que sudorizaron su piel nívea a tal punto de sentir cómo sus piernas flaqueaban y se alborotaban hacia los pastizales. Pero, en ese preciso instante, afloraron las fisonomías de Sajag, Suluk y también Rosália; lo que le ayudó a recordar que debía poner su mente en blanco para afrontar aquellos desafíos... y así lo hizo. -Estoy acá para hacerme su aprendiz, maestra. He venido a fortalecerme... Quiero ser mejor de lo que soy hoy en día, pero para eso... necesito de su ayuda- respondió con humildad, fijando su mirada en los ojos llenos de sabiduría y cansancio (incluso algo tristes) que Aailyah poseía.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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El hecho de que el joven hubiese sido capaz de sortear los obstáculos impuestos por Sauda, sólo podía significar que se había preparado, por chocante que fuera eso con su apariencia de joven despreocupado... o que había heredado un poquito de la habilidad de su padre. Ahora que comenzaba a recordar y atacar cabos, se daba cuenta de que aquella no era la primera vez que veía al joven (¿Thomas, no?) Elros Gryffindor. Lo había visto a través de los ojos de su padre, de Elvis Gryffindor, durante la prueba que le permitió vincularse al Aro de la Oclumancia. Sólo que entonces, en las ilusiones creadas por el Portal, era sólo un bebé.

 

—Oh, por supuesto —la arcana hablaba con la voz lenta, y sus labios se curvaban ligeramente hacia arriba, en una sonrisa tan cálida como el tono de su piel—. Elvis Gryffindor fue uno de mis últimos aprendices, joven Elros. Un mago muy hábil, y una mejor persona, sin duda. No soy Vidente, pero estoy segura de que le enorgullecerás —a pesar de que no lo conocía, por la forma tan natural y sencilla que había evadido su "ataque", Aaliyah se permitía tener esperanzas. Claro, todavía no sabía cuál era la naturaleza del poder y la habilidad del muchacho (si era algo innato, como en su caso, o era cuestión de práctica, como en la mayoría)... ya lo averiguaría. Lo innegable era que existía, lo cual sin duda facilitaría las cosas; sólo tendría que pulirlo un poco, hasta que estuviese listo para presentarse ante el Portal de las Siete Puertas.

 

>>Te ayudaré hasta donde pueda, y me lo permitas —le dijo con suavidad, mientras alzaba su vara de cristal, más alta que ella y que el propio muchacho, para señalar el camino que conducía a su hogar—. Sígueme, por favor. Y mantente centrado. De noche, este lugar es algo extraño.

 

Comenzó a andar entre los árboles, siguiendo un camino que sólo ella conocía. Incluso antes de que el muchacho dijera algo más, ella lo percibió; sus palabras tenían efecto. Por supuesto, en los bosques no había nada que la sorprendiera ya, pues todos esos terrenos eran su hogar desde hacía mucho tiempo, y los conocía ya perfectamente; sin embargo, él, que no había estado allí antes, no lo sabía. No, él había escuchado las palabras de la arcana. Y con su poder de convicción, ahora lo creía. Ella se lo había advertido, por supuesto. Mantente centrado. No era sólo por la oscuridad o el desconocimiento del lugar. Era por las ilusiones; los enemigos en las sombras, las voces en el viento, los caminos que no conducían a ningún lugar...

 

Mantente centrado.

 

Quizás era un comienzo muy brusco, pero la arcana lo consideraba listo. Y si no, bueno, así se mantendría alerta. Después de todo, ¿qué era la Oclumancia, sino un constante estado de alerta, aunque fuera inconsciente? Protege tu mente, le decía ella a cada uno de sus pupilos. Y nunca dejes de hacerlo, así como ella nunca bajaba la guardia.

 

—Entonces, ¿por qué quieres convertirte en un Oclumago, Elros? —le preguntó luego de haber caminado un rato, dándose la libertad de hacerlo pues se vería extraño que una muchacha tan cercana en edad a él, lo tratara de "usted" o de "joven". Además de conocer sus motivos, importantes para ella, quería saber si Thomas era capaz de hablar normalmente mientras protegía sus pensamientos de influencias externas. Quizás era algo pronto para eso, pero Sauda se encontraba especialmente optimista con aquel aprendiz.

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-Siempre la ayuda... mejor dicho, la guía de un hechicero experimentado es bienvenida, maestra. Así que mientras mi consciencia lo permita y mi mente esté dispuesta a aprender de tus enseñanzas; podrás contar conmigo, Saka- dijo el pelirrojo a modo de comentario mientras ambos, recién encontrados, se introducían cada vez más en el frondoso, y un poco perturbador, bosque que debía de englobar más de algún misterio sin resolver. La afirmación de Aailyah de que conocía a su padre, fue un hito que tranquilizó a Elros y le hizo adquirir mayor confianza consigo mismo y con la Arcana; pues si Elvis había sido capaz de sortear las barreras del mundo de la Oclumancia, también aquella sangre y valentía corría por sus joviales venas como todo un Gryffindor para afrontar el desafío que fuese, inclusive una habilidad que jamás había podido pulir en solitario. -Muy bien... Te seguiré a donde vayas- añadió el muchacho de mirada expresiva y curiosa; alzando sus orbes esmeraldas al cielo ennegrecido en el instante que la morena dejó entrever su vara de cristal, tan opaca como la tonalidad de sus ojos. <<Mantente centrado>> era la frase que no se detenía entremedio de sus pensamientos, bloqueando cada idea descabellada que surgía en él mientras esquivaba los árboles que, por escasos centímetros, no terminaban golpeándole la cara. Pero en el preciso santiamén en que más cándido se encontraba; culminó por convertirse, dicho momento de reflexión, en la piedra angular que le hizo pecar y caer en la ingenuidad. Poco a poco su atención dejaba de centrarse en los pies de Saka, y pasaba a fijarse en el instrumento mágico que ésta aprisionaba en sus manos. La vara de cristal, de un color rojizo como el carmesí más puro; comenzó a manifestar, en su interior, una serie de tormentas de arena que se batían feroces con ansias de querer salir al exterior. -E... espere- fue lo que alcanzó a pronunciar el aprendiz, al mismo tiempo que su mano derecha se afirmaba con fuerza del hombro ipsilateral de la Arcana, como queriendo que ésta no siguiera su ruta.


-Su... su vara, maestra... ¿Qué contiene?- preguntó con algo de sudor recorriendo su frente, sin dejar de mirar a la mujer directamente a los ojos. Pero no todo se quedaría ahí, debido a que ésta empezó a mutar hasta pasar a ser una serpiente que se enroscó en el antebrazo izquierdo de la tanzana. -¿Qué... ¿Qué está pasando aquí?- consultó un poco asustadizo, ya que dentro de sí temía fracasar y que sus creencias lo traicionaran. Sombras, voces y luces que no tenían explicación, dieron "riendas sueltas" al escenario propicio para que Thomas cayera en confusión; lo que se manifestó a través de sus manos al cubrir su rostro algo contrariado. <<Esto no es real, Elros... Déjate de niñerías y pone en práctica tus conocimientos>> se auto-regañaba el animago, justo cuando Saka le formuló otra de sus interrogantes que le ayudó a retomar su concentración. -Yo... yo, Arcana... Quiero sellar mi mente de forma completa. ¿Sabe lo que es una "Triforce"? Entre... Legilimancia, Videncia y Oclumancia... existe una conexión que no todos logran ver y que yo, desde pequeño, descubrí- susurró al compás del viento, esperando que Sauda dijera algo.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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—¿Una Trifuerza? —al escuchar la "solicitud" de Thomas, la Arcana detuvo su paso. Durante un momento, recordó fugazmente las cosas que había leído y había visto junto a su maestra, mientras recorría el mundo, mientras estaba en el lugar que ahora ocupa aquel muchacho. Una vez que fue capaz de relacionar aquel nombre que sus memorias, se volvió hacia él y lo observó con ojos atentos, aunque al igual que los demás, él no sería capaz de notar eso en sus ojos— Tampoco soy una erudita, Elros. Sólo he escuchado de "la" Trifuerza. Dicen que es, o era, una reliquia...

 

Sin embargo, ella sabía muy bien que él no podía referirse a ello. Se refería al significado literal de la palabra. Trifuerza. Tres fuerzas. Y en el caso del joven, se trataban de la Legilimancia, la Oclumancia y la Videncia, aquellas habilidades arcanas que no tenían que ver tanto con usar la varita o aprender nencantamientos, sino con interiorizar y canalizar la magia, enfocándose principalmente en la magia, ya fuese para atacar o defenderse, o para abrir un ojo interior... Podía imaginarse, vagamente, a lo que el muchacho se refería. Quería unir esas habilidades, pues estaba seguro de que funcionaría. Sin embargo, sonaba complicado, teniendo en cuenta esa conexión que mencionaba.

 

Sauda sabía que la Oclumancia y la Legilimancia se complementaban perfectamente. Como en ese símbolo asiático, de blanco y negro, representados como perfectos opuestos. Pero, ¿una conexión? ¿Con la Videncia, además?

 

—Te guiaré en lo que pueda, Elros —le dijo finalmente, sonriendo para aligerar el ambiente, repentinamente pesado. Decidió darle un descanso al muchacho; al tan sólo dejar de pensar en ello, las ilusiones se detuvieron—. Pero quiero saber cómo hacerlo. Háblame de esa conexión que descubriste.

 

Todavía no han llegado a su cabaña, pero de momento, no importa en qué lugar estén. La Arcana se sienta frente al tronco de un árbol, con cierta dificultad para sus extremidades tensas y poco flexibles, algo inadvertible para Elros, que observa a una joven y vivaz muchacha.

 

—He de suponer que manejas la Legilimancia y la Videncia —se aventura a decir Sauda—. Y, para completar tu Trifuerza, necesitas manejar la Oclumancia...

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