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Oclumancia


Aailyah Sauda
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¿Qué demonios?


La duda surcaba su mente como una hoja afilada traspasa el cuerpo del enemigo, cortando limpiamante la piel causando una herida que sin remedió arranca varios hilos de sangre. Su cuerpo y su mente eran un mismo ente, protegidos por años y años de secretos y lealtad a su bando. Nació de la más profunda y nociva oscuridad, siendo concebida para causar dolor y sufrimiento a sus enemigos, aunado a eso infinidad de misiones recayeron en sus manos siendo acatadas con la más ferviente y devota fildelidad hacia sus ideales y lideres. Pero, ahora Sauda amenazaba la parte más secreta y sensible de su existencia, ¿cómo se atrevió a meterse en terreno escabroso?. Si era la mentora de Malfoy, pero tal y como ella, supo imponer sus limites aplicaba en el mismo caso con la rubia.


Jamás permitiría que se conociera la identidad de ninguno de los miembros de su bando, no sería capaz de traicionarlos, aunque la vida se le fuera en ello defendería a capa y espada a la que era su familia sin lugar a dudas. Una pared blanca rodeó la mente de Malfoy, fuerte como el acero mismo reflejaba el rostro de su mejor amigo Aryma, quizás el contacto con el, vagamente le recordaba sus inicios dentro de la magia. Pero no había nada más de momento, sólo un grupo de jóvenes lanzando hechizos dentro del campo de quiddtich, aferrando sus varitas dibujando con la punta de estás algunas runas antiguas en el firmamento.


—Oclumens—siseó iniciando de ese modo el proceso. Sauda entraría en su mente sin previo aviso, causándole un escozor que se extendió por su sien quemando parte de su cuello, ascendiendo hacia la cresta intensificando el malestar. Esta vez, no cedería tan fácilmente, volviendo a ver los ojos verdes de Aryma, acariciaba con las yemas de sus dedos la túnica de Slytherin que portaba, deslizando con suavidad su indice sobre el escudo de la serpiente, recordaba haberla visto en una pintura dentro de la mansión Malfoy. Su hogar, el recinto donde pasaba largos lapsos de tiempo, tras abandonar la escuela de magos. Su madre era la imagen recurrente que aparecía en sus pensamientos, pero no era la misma mujer que le trajo al mundo, sino alguien que le daba ordenes que serían cuestionadas por un ser muggle, pero no por ella. La palabra madre era demasiado fuerte y rara vez salia de sus labios, prefería llamarla por su nombre de pila o como solía llamarle su padre “Pequeña oveja”.


Pequeña oveja siempre pasaba tiempo cerca de Malfoy, pero no para cuidarla de peligros, sino para enseñarle como manejarse dentro del mundo que poco a poco le daba cobijo. Sus amistades eran un grupo selecto, magos y brujas de sangre pura, ningún sangre sucia formaba parte de la sociedad que rodeaba a los Malfoy. Otra mujer era cercana al par de féminas, pero algo le decía que su hermana se escondía detrás de esa angelical faz de cabellos oscuros, indefinidos para ser descritos de una tonalidad en particular. Hatsune Miku era el nombre que le dio por defecto, no recordaba otra forma de referirse a ella y ella lo mejor, pequeña coincidencia que compartía con un personaje japones de anime muggle. Otros rostros se proyectaron en la mente de Juv, Doctor Who era el más presente en ese momento, tal vez le recordaba a su compañero de andanzas dentro de la mansión Macnair.


Vagamente otro nombre se hizo presente, Ian Somerhalder el actor muggle que era conocido por protagonizar una serie de vampiros. Justamente tocaba un tema que estaba íntimamente ligado con la Nigromante, no por nada la sangre que corría por sus venas estaba alimentada por la de otros seres que perdieron la vida por saciar el hambre que aquejaba a la rubia de una forma por demás demandante. Uno a uno los miembros que formaban parte de esa agrupación se reunieron dentro de una vieja cafetería ubicada dentro de Nueva Zelanda. Nada extraño saltaba a la vista, salvo un grupo de hombres y mujeres que iban ataviados con lujosas túnicas para celebrar el fin de año, recibiendo el mismo por todo lo alto. Varias mesas estaban acondicionadas para la ocasión, adornadas con pequeñas nochebuenas que estaban rodeadas por muérdago y algunos moños de un rojo intenso que hacia destacar mucho más a las plantas.


—Conseguiste que todos vinieran, no lo puedo creer—Malfoy sonreía como nunca antes, iluminando con ese gesto su marmórea faz. Sus orbes lapislázulis destellaban de una forma peculiar y poco conocida en ella, destacando en su cuello el pequeño tatuaje de la marca de Caín. Su mayor condena, no empañaría por nada del mundo el momento que estaba viviendo, ya había terminado su último año dentro de Hogwarts y ahora se dedicaría atender los negocios de su padre. Pain era un hombre sumamente celoso de sus asuntos personales y financieros, solamente sus hijos y esposa, podía tener contacto con todo lo que manejaba. La plantilla era demasiado extensa para contabilizarla con los dedos, pero la Vidente conocía a la perfección a cada uno de los colaboradores de su progenitor. Magos reconocidos a través de la historia, eminencias vivientes que dejaron un precedente plasmado en una honda huella que seria muy difícil de borrar de los anales de la historia que ahora vivían a plenitud los descendientes de cada uno de ellos.


Su mente se mantuvo en la misma postura, Aryma, Pequeña Oveja, Hatsune Miku, Doctor Who y Pain, no eran nada más que personas que le habían brindando su amistad y afecto. Transformándose en una familia irreemplazable para la vampira, no existía rastro alguno de lo que Sauda, le insinuará instantes antes. Ella formaba parte de un grupo de magos y brujas, reconocidos por su labor dentro del ministerio de magia y nada más, no ocultaba nada detrás de una pantalla de humo y su mente se mantenía firme en su defensa aplicaba por la rubia. Tal vez estaba lista para presentar la prueba, pero la decisión final estaba en manos de la Arcana, ya Malfoy había respondido a la petición de la mujer y no haría nada más que eso. Estaba segura de que su mente y los secretos sobre su bando, permanecían bajo la más estricta protección aunque eso le costará creer a su mentora.

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  • 2 semanas más tarde...

Hades resultó ser parco en palabras, aunque aquello no desagradaba a la mujer. Mientras hurgaba en la mente de Juv para que ésta se esforzase en demostrar que estaba lista para afrontar la prueba del Portal, vio cómo el vampiro comenzaba a internarse en el bosque para seguir las instrucciones que le había dado un poco antes.

 

De repente, los cuervos empezaron a molestarle y Sauda esperó la reacción del Ragnarok con impaciencia. Era su primera toma de contacto con él, quería ver de qué pasta estaba hecho. Y en seguida pudo comprobarlo. «¡Magia de los guerreros! ¡Malditos sean!», pensó, sintiéndose ofendida de repente. Tuvo que respirar hondo un par de veces antes de poder volver a contactar con Hades al ver que había superado su prueba... aunque utilizando unos recursos inesperados.

 

Cuando reunió suficiente paciencia para retomar la clase, hizo que su voz resonara en la cabeza de Hades. «Interesante movimiento para librarte de mi obstáculo, querido. No entiendo de dónde has sacado el valor para utilizar magia de los guerreros Uzzas en mis dominios, pero solo te advertiré al respecto una sola vez: no quiero varitas aquí, como te dije. Pero tampoco quiero esa magia. No vuelvas a atreverte a usarla en mi bosque, Hades Ragnarok, o te juro que te arrepentirás de haberte atrevido a acercarte hasta mí. Esos ladrones... traidores... demonios del desierto que se atrevieron a mancillar nuestro conocimiento con ese traidor de Merlín... no vuelvas a usar esa magia cerca de mí, Hades, te lo advierto».

 

Guardó un dramático silencio que utilizó para calmarse a sí misma. Sabía que aquellos magos no tenían porqué saber absolutamente nada de aquella guerra que les enfrentaba a los uzzas, pero no iba a consentir semejante acto. «Bien, continuemos con tu aprendizaje. Quiero que te concentres ahora en tu mente, es lo único que necesitarás para aprender oclumancia. Como sabes, se califica como magia oscura defensiva para evitar que puedan manipular lo más íntimo que tenemos los seres vivos: nuestra mente. Hay varios recursos a la hora de defendernos: dejar la mente en blanco, por ejemplo, alterar los recuerdos o información que quieren obtener de nosotros o rodear nuestra mente o recuerdo que queramos proteger con algo que nos dé la suficiente fortaleza para hacerlo: puede ser un olor, un sabor, un sonido... un ser querido... las posibilidades son infinitas, pues se ajustan a uno mismo. ¿Dudas al respecto?

 

«Si no las tienes, quiero que te concentres en lo último que te he dicho. Quiero que pienses en algo que te haga sentir paz interior: una persona, un olor, un sonido... lo que sea, y quiero que te concentres tanto en esto que me sea imposible hurgar en tu mente. En concreto, buscaré a qué te dedicas en tu vida, es decir, cuál es tu trabajo. ¿Estás listo? Defiénte...».

 

Se introdujo en la mente de Hades suavemente, pues sabía que era la primera práctica y aún no tenía suficiente autonomía en aquella materia como para defenderse. Pero aquel era el mejor método de aprendizaje, y su favorito.

 

 

Mientras él comenzaba a enfrentarse a aquellas primeras prácticas, se centró en el trabajo que estaba haciendo Juv. Era prácticamente impecable. En cuanto comprobó que aquella defensa no tenía ningún resquicio porque el que pudiera colarse, salió de la mente de la vampiresa con suavidad para evitar volver a hacerle daño. Luego alzó ambas manos para tomar las de la Malfoy sin pararse a pensar en si aquel gesto la molestaría o no.

 

Estoy... yo... —no sabía cómo expresar lo que sentía, pero una amplia sonrisa adornada sus bellas y ancianas facciones—. ¡Estoy tan orgullosa de ti, Juv! Has hecho un trabajo perfecto esta vez, querida, tanto que no voy a pensarlo más. Mírame, querida pupila: no voy a preguntártelo porque sé que si estás aquí después de todo es porque ansías alcanzar una meta concreta. Mi trabajo era prepararte para ello y... creo que lo he conseguido con creces. Así que escúchame bien: mañana al amanecer te estaré esperando en la Pirámide que custodia el Portal de las Siete Puertas. Como ya sabes, tendrás que superar algunos obstáculos para alcanzarla, pero sé que nada te impedirá reunirte allí conmigo. De todas formas te dejaré instrucciones. Ah, por cierto, toma —añadió. Hizo una floritura con la mano y, al instante, un frasquito metálico apareció en su mano. Se lo tendió a la rubia sin perder la sonrisa—. Vete a casa y descansa, querida. Date una ducha y prepárate para el Portal. Y antes de dormir o de descansar de la forma que desees, bébete esto. Es una especie de revitalizante para la mente. Mañana necesitas estar al máximo, y yo conozco el cansancio que ahora mismo sientes mejor que nadie. Ve, querida, y descansa... te espero al amanecer, si te sientes preparada.

 

Dicho esto la soltó sin dejar de sonreirle y le dio la espalda para indicarle que podía marcharse cuando quisiera. Ahora acudiría hasta Hades para vigilar su entrenamiento, pero no lo haría hasta que Juv se fuera del bosque. Les había costado pero, al final, se sentía muy orgullosa de la Malfoy. Algo le decía que no le quedaba demasiado tiempo para obtener su propio anillo de habilidad y eso la hacía sentir, cuanto menos, feliz.

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—Gracia por todos, mentora Sauda— comentó sintiendo las manos de la mujer tomar las suyas, percibiendo una conexión mental con la Arcana—Finalmente logré crear una defensa, digna de una bruja que desea obtener el anillo que le ligará, por siempre a la habilidad de la Oclumancia. Agradezco cada una de las lecciones que me ha compartido y enseñado, además de la paciencia que me brindó a pesar de mis constantes fallos—confesó sintiendo su mente fatigada de un momento a otro. Las manos de la anciana aún cobijaban las de la rubia, inclinando ligeramente su cabeza delante de estás, le obsequiaba esa reverencia con sumo respeto. Escuchando con atención sus instrucciones, abrazaba con su surda el pequeño frasco de metal, asentándose poco a poco su mente se relajaba con cada profunda respiración que daba.


—Para mi es grato haberle provocado tal orgullo, no sabe el impactó que sus palabras causan en mi—soltaba sintiendo una descarga de adrenalina apoderarse de su cuerpo. Uno a uno sus esfuerzos dieron los frutos que tanto anhelaba cosechar, ahora estaba a unos cuantos pasos de obtener lo que tanto deseaba. Las habilidades para ella, no sólo eran sortijas que llevaba en sus dedos como un accesorio, para su buena suerte supo captar cada uno de los mensajes, que le enviaban los Arcanos que fueron sus anteriores mentores. El inframundo fue el sitio más placentero que pudo visitar, el verse rodeada por almas que purgaban condenas interminables y que decir de la prueba que Suluk, ideó para la vampiresa. El frió que se colaba por sus huesos fue la punta de iceberg, que detono su animal interior, viéndose transformada en un guepardo adulto con garras y afilados colmillos que eran capaces de desgarrar la piel de cualquier ser viviente y la Hidra que arrasará con el Ateneo completo, obligándola a probarse a si misma que cada una de las visiones que tenía eran parte de su presente y futuro, algunas de ellas le recordaban el pasado glorioso que vivió y que le dio incontables.


Era una inmortal sumamente afortunada sin lugar a dudas—Descansaré todo lo que sea necesario, no tenga la menor duda de que llegaré fortalecida y más que preparada a la Piramide. Ya me he topado con ella en el pasado, no ha sido nada benevolente conmigo y no espero que lo sea en esta ocasión—recordaba las lecciones impartidas por Báleyr, Sagaj y Suluk Akku. Cada uno de ellos, le enseño el valor de la habilidad que ahora llevaba con sigo, al potar los anillos de Nigromancia, Videncia y Animagia. El poder que brotaba de ellos, siempre le dejaba una experiencia enriquecedora que plasmaba una profunda huella en su ser y memoria. Mirando fijamente los ojos de su mentora, no le quedaba nada más que abandonar ese bosque que le brindará gratos momentos de paz y tranquilidad. El viento soplaba agitando su rubia cabellera, observando como la ardilla aparecía delante de Malfoy.


—Gracias también a ti, pequeña—esbozando una lóbrega sonrisa en sus labios, emprendía su caminata hacia la salida del recinto. Extrañaría el aroma de cada uno de los arboles, la frescura que emanaba del río y todos y cada uno de los animales que moraban sin peligro alguno que amenazará sus vidas. Desapareciendo en medio de una bruma espesa, iniciaba el viaje hacia la mansión Malfoy. Se merecía una deliciosa cena y y un baño caliente, todo aquello sin lugar a dudas le devolvería la fuerza mental y física. Una mullida cama le brindaría un sueño reparador, para despertar por la mañana y prepararse para ir en busca de la pirámide por una cuarta ocasión sin olvidar beberse el contenido del frasco que le entregará Sauda. La seguridad inundaba por completo a la Vidente, haciendo que experimentará de nueva cuenta esa emoción por verse sumida en una nueva aventura sin imaginarse siquiera lo que Sauda, le tenía preparado como prueba final y al sortear está con pericia y astucia finalmente tendría en su dedo en Anillo que le reconocía como una verdadera Oclumante.

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Keaton escuchó en su mente las palabras de la Arcana. Aquello de que pensara en algo de su infancia, no le era de mucho agrado, era algo que de verdad le incomodaba y prefería enormemente que alguien pudiese ver, era por ello que buscaba aprender la habilidad, pero bueno, la verdad era que no quería fallar ya en aquella ocasión, se estaba retrasando demasiado en su aprendizaje y se dijo a sí mismo que nada malo podría pasar si Sauda se enteraba de aquellos secretos que tanto le costaba ocultar, a final de cuentas, ¿qué podría hacer ella con esa información? Sabía que al ser el primer intento no sería capaz de bloquearlo todo por completo, pero bueno, de que intentaría lo intentaría.

 

—Que sepa, Arcana Sauda, que no es de mi agrado recordar mi infancia, pero mientras sea preciso que lo haga para adquirir la habilidad... bueno, tampoco me negaré. No fue una niñez sencilla, aunque dudo que tan dramática como lo que se cuenta de usted —Dijo el vampiro.

 

Sin más, su mente se transportó a aquellos días en los que vivía en Italia, en aquellos días donde el Renacimiento invadía el aire, el arte estaba en boga, las ideas progresistas, el ideario de un mundo mejor... ¿pero era así para el mundo de la magia de aquella época? No, la verdad era que los magos estaba sumidos aún en varios baches, era por ello que Keaton odiaba a la comunidad mágica, su retraso, su notable retraso era lo que impedía que los magos y brujas se impusieran sobre esas bestias que eran los muggles, una bestias que estaban robando conocimiento de la comunidad a la que él pertenecía...

 

Se vio así mismo, de niño, a lado de su padre, Giorgio Vasari, el primer gran historiador del arte, haciendo una de sus visitas habituales a las Academias del pensamiento de la época. El ojiverde admiraba a su padre, y el recuerdo en concreto, fue cuando éste le inculcó que, a veces, era bueno manipular a los muggles con un imperius. Era fascinante como funcionaba la magia, cómo un ser de inteligencia superior, como lo era su padre, la utilizaba para que sus ideas traspasaran barreras, y pese a tener que aguantar la pestilencia muggle, jamás demostró su superioridad, al contrario, les demostraba que todos podían ser iguales, pero claro, con aquella maldición de por medio.

 

De pronto, con el recuerdo en la mente, sintió que Sauda trataba de entrar y su mente viajó al aroma de la sangre, aquel dulce aroma que tanto le embriagaba. Sus colmillos se salieron un poco de sus cuencas normales, sus veas comenzaron a sobresaltarse y sus pupilas se dilataron. El antojo de volver contra alguno de sus compañeros o de la misma Arcana para robarles algo de sangre, era tentador, pero se contuvo, pero manteniendo aquel frenesí para obstaculizar a la Arcana... sin embargo no duró mucho tiempo, al final los poderes de la mujer fueron mayores y el recuerdo quedó expuesto.

 

—Uff, vaya, esto no es tan sencillo. Espero al menos el intento haya sido bueno —Comentó el italiano y se secó una gota de sudor que le resbalaba por la frente. Aquello iba a implicar también un desgaste atroz de energía.

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La voz de la arcana retumbo fuertemente en mi cabeza. Podía escucharla como si estuviera a mi lado, como si un howler estuviera dentro de mi mente. Aquello no me lo esperaba, había seguido sus instrucciones, no había atetado contra los cuervos ni ninguna otra vida y aun así salía reprendido. Maldije por lo bajo. Era injusto aquello, esperaba una felicitación y salía regañado. Respire profundamente para calmarme.

 

-<<Lo siento maestra, pensé que era la mejor forma de cumplir sus instrucciones, pero no se preocupe, ese error no lo volveré a cometer>> -pensé reconociendo mi equivocación sabiendo que la Sauda podría escucharme.

 

Guarde silencio, mi instinto me decía que debía soportar todo aquello callado, aquello sería lo mejor si quería continuar con el aprendizaje, con el pasar del tiempo había entendido y aprendido que no debía hacer enojar a mis maestras, tal como había hecho alguna vez con mi sensei, quien seguramente querría mi cabeza para así demostrarle a sus futuros alumnos y aprendices lo que sucedía si la desobedecían. Cerré los ojos para abrirlos en unos segundos. Seguía habiendo paz, los cuervos habían desaparecido y el silencio de aquella zona era impactante, tanto así que cuando Aailyah hablo me sorprendió y tomo con la guardia baja. Las palabras que me dirigía y la explicación que me deba estaba clara, aunque había algo mas, sopese las consecuencias y estudie todas las posibilidades de aquellas que había dicho.

 

-<<puedo poner la mente en blanco, creo que es una de mis especialidades>> -pensé- <<pero tengo una duda, quizás es algo tonta, quizás ya sepa la respuesta, pero ¿Cómo puedo alterar los recuerdos o información que quieren obtener de mi?, ¿hay algún tipo de palabra o encantamiento o simplemente debo pensar en el recuerdo o en la información y modificarla en mi mente, algo así como crear una mentira dentro del recuerdo>> -pregunte esperando que no se molestara por aquella pregunta tan insignificante- <<¿Cuándo me dice que debo rodear la mente o recuerdo que quiero proteger con algo como un olor, un sabor, un sonido, un ser querido o que las posibilidades son infinitas ¿quiere decir que debo pensar en esa persona para evitar que entren a mi mente?>> -ladee la cabeza pensando en algo mas, algo que me intrigaba quizás un poco- <<dijo que en esta clase no se podía usar la varita y no pienso hacerlo pero tengo otra pregunta, ¿se puede guardar un recuerdo dentro de un encantamiento fidelio en cualquier caso?, aunque eso ultimo lo veo poco probable>>

 

Guardo silencio esperando una respuesta, claro estaba, no pensé que la practica comenzaría tan rápido en aquel momento ya que la arcana comenzaría a entrar en mi mente de un momento a otro, sin embargo, esperaba que me respondiera antes de que intentara saber la información que deseaba obtener.

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  • 2 semanas más tarde...

Después de un parón que más bien pareció media vida, Keaton volvió a dar señales de vida. Sauda, que paseaba por el bosque después de haberse despedido de Juv, frunció el ceño al sentir la conciencia del vampiro removerse. ¿Sería constante en su aprendizaje en algún momento? No podía saberlo... o quizás sí, pero no quería adelantarse a los acontecimientos. No entendía cómo Sajag podía pasarse el día viendo.

 

«Ah, querido aprendiz, desgraciadamente hay muchas infancias que se ven truncadas por las sorpresas de la vida. Lamento que la tuya fuera una de esas. Respecto a la mía, después de tantos años... creo que no la cambiaría por otra, pues es lo que me ha hecho llegar al lugar que ocupo ahora. Y no quisiera otra cosa en la vida. Eso es lo que debes de plantearte cada vez que eches la vista atrás, si todo lo que has pasado ha merecido la pena para alcanzar lo que tienes». Dejó aquella reflexión en el aire mientras exploraba la cabeza del Ravenclaw e intentaba adivinar el tipo de defensa que éste emplearía para intentar detenerla.

 

Sintió su intento de protección, camuflado entre el olor de la sangre. Aquello desagradó a Sauda hasta el punto de hacerla arrugar la nariz, aunque todavía estaba a suficiente distancia de Keaton como para que éste no pudiera verla. ¿Por qué aquella raza dependía tanto de la sangre? Jamás podría entenderlo... y eso que había tratado muchos en su vida y había investigado sobre la mutación que los hacía ser lo que eran. La idea la estremecía, pero procuraba mantener aquelos pensamientos bien guardados en su mente para evitar herir sensibilidades.

 

Finalmente Keaton comentó lo difícil que era aquello que Sauda le había pedido y ésta terminó de ver el recuerdo que debía proteger. Torció el gesto ligeramente, caminando con lentitud sin rumbo fijo. «Bueno, no ha estado mal para ser tu primer intento, Keaton. Pero hay que mejorarlo un poco. Como consejo, creo que escogiste una defensa frágil... ¿sangre? Por mucho que te guste, ese gusto se debe a la necesidad que tienes de ella por tu raza, no por verdadero gusto como tal. Intenta pensar en otra cosa. Quizás la brisa del mar, el olor del césped recién cortado... ¿qué tal el aroma del café? Suelen ser cosas un poco más útiles, pero cada cual encuentra su punto fuerte en una cosa distinta. Por otra parte, también puedes recurrir a recuerdos de personas, o melodías. Inténtalo ahora, voy a intentar averiguar tu situación sentimental... protege tu mente, Keaton, voy en 3, 2... ».

 

No terminó la cuenta atrás, sino que se introdujo en la mente del vampiro con algo más de fuerza que en el anterior intento. La idea era que Keaton comenzara a acostumbrarse a la sensación para poder trabajar la mente con más soltura.

 

Mientras éste combatía ahora con aquella nueva tarea, Sauda se percató de que Hades tenía muchas preguntas y se centró en él para podérselas aclarar.

 

«Vayamos por partes. Para alterar un recuerdo o pensamiento, basta con alterarlo en tu mente cuando sientas que quieren obtenerlo a la fuerza. Por ejemplo, si antes de ayer me leí un libro de aventuras y no quiero que lo sepas, pensaré que estuve toda la tarce haciendo pasteles cuando intentes leerme la mente. Así, mi recuerdo está a salvo y tú obtienes una información errónea cuya veracidad no pondrás en duda porque no te percatarás del engaño. ¿Me explico?», guardó silencio, dejándole asimilar aquellas palabras. «Sí, estás en lo cierto. Cuando te digo que puedes protegerte recurriendo a algo concreto me refiero exactamente a eso, a que consiste en opacar todo lo demás tras ese pensamiento único. Por ejemplo, si me concentro en el olor del mar hasta el punto de poderlo sentir aunque aquí no esté... consigo que éste invada mi mente y no te permita leer nada de lo que guardo en ella. Lo mismo pasa con un sabor, un color, o una persona. Hay infinitas posibilidades, todo depende de cada mago. Respecto al encantamiento Fidelio, no sería posible guardar un pensamiento porque éste se realiza entre personas y... ¿cómo puedes guardar algo para ti con alguien? Es posible pero no práctico. La Oclumancia es la respuesta en cualquier caso que implique nuestra mente, no lo olvides. Por otra parte, sí que existe un hechizo que potencia los efectos de la oclumancia en aquellos magos que aún no dominan esta disciplina debidamente, pero yo no suelo aconsejarlo a mis alumnos. No obstante, por si quieres probar, te diré que éste es "Oclumens". Pero quisiera que no lo usárais hasta que avancemos un poco más en las lecciones. Si tienes más preguntas, házmelas saber. Si no, prepárate para defenderte porque voy a averiguar a qué te dedicas en tu vida laboral. Adelante, Hades, protege tu mente.

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Aguardé en silencio esperando la respuesta de la Sauda. Mis dudas podrían ser tontas pero no quería cometer ningún error, más cuando mi vida, mi mundo, todo era un completo secreto poco revelado. No tardo mucho la respuesta de la Arcana quien me instruía en cada una de las preguntas que había formulado. Asentí entendiendo lo que ella había querido decir, o al menos, eso esperaba.

 

No estaba seguro de lo que podría suceder a continuación, pero al menos sabía que si pensaba en otra cosa podía cambiar el recuerdo, modificarlo lo suficiente como para evitar que quien intentara entrar en mi mente viera algo que no era real. Aquella era una buena opción. Pensé en que aroma, podría ayudarme a bloquear mis pensamientos, la sangre sería la respuesta obvia pero aquello sería demasiado común por lo que deseche la idea, más que nada porque aquellos que me conocieran sabía que yo era un vampiro diferente y no estaba obsesionado con la idea, así que sería algo demasiado débil y seria un blanco fácil para adentrarse en mi mente. Busqué en mi mente algo que me pudiera ayudar, mi vida muggle antes de ser vampiro, mi antigua Grecia, algo que fuera lo suficientemente efectivo como para no fallar en aquel momento cuando más necesario era ocultar mis recuerdos.

 

-<<está bien, no usare esa palabra hasta que usted lo ordene>> -pensé seguro de aquello sabiendo que lo mejor era seguir las instrucciones, ya había cometido un error anteriormente cuando use el salvaguarda para escapar de los cuervos, ahora no quería cometer otro error y que Aailyah se volviera a molestar ya que parecía una persona que no aceptaría más excusas de mi parte y muchos más errores tontos como aquel- <<y por el momento no tengo más inquietudes, así que estoy preparado>>

 

Sabía que con eso había firmado la primera parte de mi sentencia, con aquello le había dado permiso a mi nueva instructora de entrar en lo mas valioso que tenia, mi mente. Aunque claro estaba, ahora era consciente de ello, quizás cuando alguien intentara encontrar alguna información de manera furtiva no iba a ser tan “agradable” o “cortes” para pedirme permiso. “Respiré” y me prepare para lo que fuera a pasar…

 

Coloque en mi mente una imagen que me daba mucha paz, una imagen que me ayudaba a centrarme un poco y a calmarme. La imagen era vivida y podía asegurar que estaba en aquel sitio. Podía sentir que estaba flotando boca arriba en un rio al que solía ir cuando era pequeño. Amaba nadar, amaba ir a ese lugar con mi familia. Allí era feliz. Podía ver mientras flotaba los arboles a los lados en las orillas y un hermoso cielo azul con algunas nubes blancas que pasaban muy lentamente gracias al viento y a la brisa fresca que hacía que se movieran. Estaba en paz…

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Cuando Suada le mencionó a Keaton que la sangre había sido una mala elección, éste se quedó un poco ofuscado, pero al escuchar el motivo, debió aceptar que la Arcana tenía razón. La sangre era una necesidad en él, y por mucho que le gustara ahora, si él pudiera elegir, dejaría de ser un vampiro. Lo odiaba, era de las peores cosas que le había pasado en su vida, pero con el tiempo se había acostumbrado e incluso había aprendido a disfrutar la cacería, pero todo lo dicho por la Arcana era real.

 

—¿Mi situación sentimental actual? —Se espantó el Ravenclaw tras escuchar las palabras después de la reflexión de la Arcana.

 

Pero había sido demasiado tarde, la mujer se había metido a hurgar de nuevo en su mente y Keaton tuvo que actuar con rapidez. De los sentimientos que más vanos le parecían al italiano, el amor estaba a la cabeza, sin embargo, tras una ardua pelea entre su corazón y su cerebro, un Triviani había logrado metérsele en lo más profundo de las entrañas, y eso estaba dispuesto a no dejárselo ver a la Arcana, porque solo su familia y los mortífagos se enterarían de aquello, porque no quería mostrarse débil ante sus enemigos.

 

—¡NO! A esto si no la dejaré entrar —Dijo con firmeza y pensó con todo su ser en el aroma del taller donde su padre se dedicaba por horas y horas a pintar bellos lienzos que después serían expuestos en importantes galerías. De inmediato el aroma del óleo, de las estopas, de la fina tela de lana que era los lienzos, de aquellos alcoholes que se empleaban para limpiar los pinceles y las manchas en el suelo provocadas por la caída de pintura le llenó cada una de sus glándulas olfativas.

 

Su cara reflejó la felicidad que sentía por recordar ese aroma, y era algo tan fuerte, que esta vez si impidió a Sauda poder ver lo que buscaba, que en ese momento, era su relación con @@Matthew B. Triviani. Aquel hombre al que le había entregado su corazón, aquel hombre al que le había abierto de par en par cada uno de sus sentimientos y con el que, de ser posible, quería pasar cada uno de sus días. Le alegró que la Arcana no pudiera entrar, pero la fuerza que aquello supuso, ese desvió mental para impedir que la mujer entrara en ese pensamiento, agotó a Keaton, el cual, cayó desmayado en medio de aquel bosque.

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  • 4 semanas más tarde...

Hades pareció conforme con su explicación, por lo que Sauda se sintió satisfecha y se preparó para iniciar con su aprendizaje. Se introdujo en la mente del vampiro con suavidad para no sobresaltarle, no era del todo agradable que se introdujeran en la mente de uno. Aunque ella no lo había experimentado nunca de forma indebida, pues el don de la Oclumancia estaba presente en ella desde que era pequeña y jamás habían podido invadirla sin su previo consentimiento.

 

Hades no tardó demasiado en reaccionar mientras Sauda exploraba. Por supuesto, había conseguido la información que le había pedido que protegiese, pero no iba a revelárselo, ni a él ni a nadie. En realidad a ella lo que le interesaba era ver el intento que hacía el Ragnarok por cumplir con la misión que ella le había encomendado. De repente, la mente de Hades experimentó un cambio drástico que pilló fuera de juego a Saka, que detuvo su exploración durante un instante. ¡Había conseguido concentrarse en una imagen para evitar que ella viera los recuerdos relativos a su trabajo! La arcana sonrió: la imagen era débil, sí, pero estaba ahí. Podía darse por satisfecha por el momento. Se retiró de la intimidad del vampiro y dejó que su mente solo quedara conectada a la de él por un suave hilo, el que usaba para comunicarse con él.

 

«Bravo, Hades, buen primer intento. Te has concentrado muy bien, era un lugar muy bonito. Pero recuerda que no será suficiente si el mago legilimántico que te ataque te supera en poder. Así que vamos a practicar un poco más antes de avanzar en tu aprendizaje, ¿estás de acuerdo? Concéntrate ahora en algún recuerdo de tu juventud, algo que nadie sepa ni desees que sea revelado. Normalmente estos recuerdos son los mejores para potenciar el aprendizaje de la Oclumancia. Bien, cuando tengas ese recuerdo... quiero que lo transformes en algo similar pero que cambie los datos importantes. Es decir, modifícalo para que no me sirva para nada, ¿me explico? Por ejemplo, si intentas robarme la información relativa a mi vida antes de ser arcana... yo puedo modificar esos recuerdos transformándolos en una realidad falsa, como que me dedicaba a la herbología antes de presentarme ante el Portal. Así, el atacante ve un recuerdo creyendo que es el que busca pero tú realmente se lo estás regalando a cambio del verdadero. ¿Alguna duda? Si no... concéntrate, porque procedemos a la práctica».

 

Aguardó un poco por si el vampiro tenía preguntas antes de iniciar su avance por la mente del Ragnarok en busca de algún detalle de su juventud que pudiera serle útil para el caso. Normalmente todos reaccionaban tan rápidamente que ella era capaz de encontrar la información en pocos segundos, a pesar de que jamás lo reconocía ante ellos. Ahora quería ver cómo reaccionaba aquel mago mientras pensaba en Keaton y su avance, el cual no debía descuidar.

 

Se había protegido bien de su incursión, aunque la barrera aún no era lo suficientemente fuerte como para que Sauda no pudiera derribarla. No obstante, aprobaba el intento de su pupilo y se sintió satisfecha con aquel segundo intento. Iba a decírselo cuando, de repente, vio que la mente del hombre colapsaba y luego... nada.

 

Sintió que su anciano corazón se detenía de golpe a causa del sobresalto. Como si de una montaña de polvo se tratara, desapareció del lugar que ocupaba hasta aquel momento y reapareció junto al vampiro, que yacía desvanecido a sus pies. Ella, con su apariencia de muchos años atrás cuando era una jovenzuela poderosa e inexperta, se inclinó en el suelo y colocó una de sus manos sobre la frente del vampiro mientras con la otra tomaba la diestra del caído. Era agotamiento, nada más. Suspiró y solo necesitó mover una mano para que su cuerpo levitara ante ella, el cual condujo hasta la orilla del río.

 

Lo depositó allí y usó ambas manos para tomar un poco de agua y dejarla caer sobre el vampiro. Aquello la ayudaría a reanimarle, aunque sabía que lo mejor sería usar un poco de magia también para acelerar el proceso. Pronunció algunas palabras antiguas de su tribu con una extraña entonación y luego echó un poco más de agua sobre su cara. A continuación, extrajó de su túnica un frasco diminuto con un líquido dorado y vertió un par de gotas en los labios de Keaton, que reaccionaría pronto... esperaba.

 

Vamos, Keaton. Prometiste trabajar duro esta vez, aún no puedes darte por vencido. ¡No imaginas lo que te queda por aprender...!

 

@@Hades Ragnarok @@Keaton Ravenclaw

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Para cuando Keaton reaccionó de nuevo, se encontraba en otro lugar del bosque diferente al cual había perdido el conocimiento. De alguna manera, Sauda había hecho para moverlo hasta allí y echar un poco de agua sobre su cara para reanimarle, y tras decir también algunos hechizos, el Ravenclaw volvió en sí, aunque con notable vergüenza en su rostro. Era imperdonable, había dejado que aquello le afectara demasiado, y al parecer su fuerza de voluntad no había sido suficiente. Se incorporó entonces sin más y se sobó la cabeza, pues al aprecer al caer se había golpeado.

 

—Lo... lo siento, no debió de afectarme tanto —Se disculpó y su mente retornó a los minutos anteriores, donde recordó que la Arcana había querido averiguar su estado sentimental actual —Supongo que empleé demasiado de mi para evitar que viera ese aspecto de mi vida. Debí hacerlo con más precaución —Dijo con notable pena.

 

Si no fuera por su vampirismo, seguramente la sangre le habría corrido hasta la cara y lo habría hecho ponerse rojo como jitomate, pero por desgracia había otras maneras de demostrar la vergüenza, y es que Keaton comenzó a sudar de la frente y a mover las manos de una manera poco habitual en cualquier ser tranquilo. Estaba incómodo, no sabía como actuar, no sabía si Sauda tomaría aquello como una debilidad y no lo considerara lo suficientemente apto para continuar su aprendizaje.

 

—Espero que aún cuente con lo necesario para continuar con esto, realmente no sé cómo fue que sucedió ésto, de nuevo una disculpa, Arcana Sauda —Añadió ya solo para romper el silencio y ver que decía la mujer de aquello, esperar que fuera benévola y tal.

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