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Oclumancia


Aailyah Sauda
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Sentía que palidecía a cada palabra que le decía la arcana así que, se apresuró a terminar el té que amablemente le había preparado la mujer.

 

- Pues si, sí, se ve que tendré que practicar mucho -murmuró al terminar de escuchar sus palabras después de hacer una segunda defensa. Me maldije a mí misma por dentro al darle más pistas de lo que había sido posible. De hecho, ahora me arrepentía bastante. Tendría que hacer la defensa directamente cómo un envoltorio de papel que guarda un regalo.

 

- ¿El poder sabio de los arcanos? -inquirí con una sonrisa amable, mirando a Sauda- pero imagino lo que quiere decirme. La mente puede ser como un libro abierto sino se protege como es debido y con un candado guardado dentro de un baúl de siete cerrojos - sonrió nuevamente - no dudo que sea complicado pero... con sus conocimientos supongo que sí, que podré lograrlo, ser una gran oclumante...

 

- Ya veo -murmuré al sentirme un poco decepcionada ante sus respuestas. Entendía lo que quería decir, no tenía nada que ver unas con las otras pero, bien valían para una ¿sólida defensa? Pero a decir verdad, según iba hablando la profesora confirmó una teoría de la que ya sabía. Dominaba el resto de habilidades y no era para nada extraño. Pertenecía a un clan de arcanos sólo que, su especialidad era el de cerrar su mente a todos los demás.

 

Asentí contenta a lo que me decía. Si pudiese multiplicar ese poder ya ahí, con las aventuras y desventuras que tenía con la familia podría ser de gran ayuda. Teníamos muchos enemigos a los que batir y, si había escogido oclumancia en vez de legeremancia, era precisamente por ese motivo. Si me apresaban podrían intentar adentrarse en mi mente para buscar recuerdos o debilidades que mi mente guardaba. Y, sinceramente, no estaba dispuesto a pasar por eso. Quería proteger a mi familia en la medida en que tuviese más posibilidades y si para eso tenía que ir a la Universidad, no me importaba tomar clases de nuevo.

 

- Sí, creo que me siento preparada - asentí fuertemente con la cabeza- es cierto que soy novata en ésto de la oclumancia, pero para eso he venido aquí, para aprender - esbocé una sonrisa amable- yo sólo espero que las pruebas no sean muy complicadas -dije ahora, riéndome con ganas - esperaré su respuesta señora arcana.

 

Ahora sabía que sólo tocaba esperar a su aviso, prepararme para ir al dichoso portal y enfrentarme a las duras pruebas que, seguramente Sauda tuviese preparadas en su mente, ¿sería capaz de llegar hasta el final? Esperaba que sí. Sólo rogaba que no tuviera desagradables sorpresas hasta el final del camino.

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No esperaba una respuesta distinta de la que Heliké le dio. Asintió, satisfecha, y le sonrió con cariño.

 

De acuerdo, pues. Mañana al amanecer te esperaré junto al lago que rodea la isla donde se encuentra la pirámide que alberga el Portal. Sé que conoces el lugar porque ya has pasado alguna vez por allí —añadió—. Procura aprovechar las horas que te quedan hasta entonces para descansar, querida. Necesitarás tener la mente despierta y descansada para lo que te espera mañana. Y no lo olvides, sé puntual —le dijo, antes de hacerle un gesto con la mano para indicarle que daba por finalizada su reunión—. ¡Ah! Espera un momento.

 

Se levantó y se excusó con un gesto para después entrar en su hogar cerrando la puerta tras de sí. Era celosa con su intimidad, no podía evitarlo, aunque en alguna ocasión había dejado a algún alumno acompañarla hasta el interior. Pero eran tan contadas las ocasiones que esos casos serían, como mucho, menos de una decena.

 

Volvió a salir para reunirse con Heliké con un frasquito en la mano que contenía una sustancia gelatinosa de color dorado. Sonrió a la mujer y se lo tendió.

 

Toma. Mézclalo esta noche con agua antes de dormir, con medio vasito bastará. Tómalo y descansa, te ayudará a dormir sin problemas y a recuperar tus energías el doble de rápido. Te vendrá bien para mañana, no todos los días se presentan ante el Portal una mujer encinta. No quiero que corras ningún riesgo, ¿de acuerdo? Ahora sí, puedes irte. Yo daré un paseo... tengo cosas que hacer.

 

Dicho esto, volvió a despedirse de Heliké pasando junto a ella y apretando con ternura su hombro para luego rodear el porche de su hogar y encaminarse de nuevo hacia el bosque, donde más le gustaba estar. Tan distinto de su tierra natal... un lugar libre... fresco... vivo.

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  • 1 mes más tarde...

Era la tercera noche en la que dormía en las inmediaciones de Shadowhunters sin su esposa en la misma cama, aún no podía ver a Kaori y dormir con ella por las cosas tan atroces que realizaba cada que salía de viaje. Temía que, en alguna de sus pesadillas, ella se diera cuenta de lo que se dedicaba su ahora esposo cuando este se iba de viaje de trabajo. Pero si sus pesadillas eran terribles, sus recuerdos cuando estaba despierto lo eran aún más, ya que todo era más vivido, los gritos en su cabeza de los niños a los que había hecho ver como sus padres fallecían, le taladraban de una forma inusual la cabeza, era por eso que apenas despertaba se hundía en el alcohol para tratar de olvidar un poco aquel pesar.

 

A la mañana siguiente de aquella tercera noche, sintió el calor de las manos de Kaori que acariciaba su rostro buscando que se despertara, Black Lestrange la miraba con una sonrisa mientras comenzaba a tratar de sentarse en el colchón y de esa forma quedar más cerca del rostro de Delacour para darle un pequeño y tierno beso en los labios de su esposa, a la que trató de hacerla quedar con él en la cama para poder almorzar algo juntos, pero la joven de ascendencia japonesa ya tenía otros planes por lo que no accedió a los planes del metamorfomago por lo que no le quedó de otra que levantarse de la cama para acompañar a su esposa a ver las decoraciones de su casa en la parte superior del Bar.

 

En la pequeña mesa que tenía a un lado de su colchón se encontraba la carta de la dirección de la universidad con su bienvenida a formar parte desde ese momento a la clase de la habilidad de Oclumancia, que la Arcana desde esa fecha lo iba a estar esperando en su morada. Fabricio, su elfo lo busco en una de las habitaciones del fondo, Aries se encontraba hablando con el decorador contratado por Kaori cuando el elfo le recordó que debía presentarse en las instalaciones de la universidad lo antes posible si no quería regalar cinco mil galeones por matricularse a una clase a la que no iba a asistir, por lo que se disculpó con el decorador y fue hasta la única mujer en el lugar y le tomó las manos.

 

—Mi amor, me matriculé en la habilidad de oclumancia y mi clase comienza hoy. —le notificó a su esposa y a los segundo se enteró que ella también estaba matriculada en la misma clase, por lo que lo mejor era llegar juntos a aquel lugar.

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Kaori.

 

Shadowhunters

 

A pesar de que la intención de Kaori no había sido despertar a su esposo de lo que parecía ser un placido sueño, lo hizo. El mago de cabellos dorados sonrió al verla, mientras se sentaba y se acercaba hacía ella para besarla e intentar persuadirla de que se quedara con él. La pelinegra estuvo muy tentada a hacerlo si no fuera porque ya tenía la mayor parte de su día planeado y tenía al encargado de la remodelación inspeccionando el lugar.

 

—Lo siento… cariño—dijo entre beso y beso —Pero no sabía que habías vuelto —añadió intentando ponerse en pie — ¿Por qué no me avisaste que llegabas antes? —preguntó al cabo de un rato de estar jugando con su esposo sobre el colchón, lo había extrañado mucho.

 

A la joven no le hubiese costado nada averiguar ese tipo de cosas usando la legeremancia, pero se había prometido a si misma no usarla en su esposo, aunque moría de curiosidad por saber cuál fue la razón para que él no fuera directo a verla ¿Sería acaso que no la echo de menos? Alejo al instante esa idea de su cabeza, debía ser algo más.

 

—Si lo sabía no hubiera traído a Peter y podíamos pasar el día juntos— hizo un puchero, observando como finalmente el Black Lestrange se ponía en pie y la ayudaba a hacer lo mismo. —Ven… vamos a librarnos de Peter rápido y ver si sacamos tiempo de almorzar —Dijo la pelinegra tomando de la mano a su esposo para que la acompañara a donde se encontraba el contratista. —¿Sabías lo enorme que es este lugar cuando lo compraste? —Preguntó.

 

Ese día no solo tenía que finiquitar lo de la remodelación para que ya empezaran a trabajar en ella y que todo estuviera lo antes posible, sino que también debía presentarse con la Arcana de Oclumancia, había recibido la confirmación de que fue aceptada y no podía darse el lujo de perder los galeones de la inscripción. Quizá antes no le hubiese importado, pero dadas las circunstancias actuales si que le importaba.

 

—De echo amor, yo también me anote en esa clase… —le contó minutos después —Acabemos con esto —dijo haciendo referencia a la remodelación — y vamos a casa para que te asees y te vistas… a mi me gusta verte deambular por ahí en boxers, pero no creo que la Arcana opine lo mismo — dijo bromeando, aun tenían tiempo para llegar al Ateneo.

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Yo creo que la Arcana va a dar las gracias al ver a un adonis como yo deambulando en sus aposentos. —respondió al comentario hecho por su mujer con una sonrisa pícara como si insinuara que era la propia Kaori la que no iba a disfrutar que otra mujer lo viera en paños menores. —¿Tú que piensas? —le preguntó para después agregar: —No vi que te molestara que estuviera en bóxer ante el señor Peter, no creo que te moleste si la Arcana disfruta un poco de tu marido. —soltó como no queriendo molestar a su esposa, pero le encantaba verla celosa y posesiva.

Los brazos de Aries se encontraban alrededor del cuerpo de la pelinegra para contenerla en cuanto se quisiera alejar de él por lo que acababa de decir, imaginaba que estaba un tanto enojada por aquellos comentarios que busco varias veces los labios de la Delacour para robarle un beso y de esa forma ver si estaba enojada con él por los comentarios que había soltado. Pero la fémina se había librado de él alegando que aún debían de ver algunas cosas con Peter en lo que era su nuevo hogar, por lo que él se fue a la ducha para estar aseado al momento de presentarse con Sauda.

Durante la ducha, el Black Lestrange volvió a traer al presente la tortura de un niño, no mayor a los 10 años, al cual lo tenían amarrado a una silla soportando un par de cruciatus hasta dejarlo inconsciente, eran los cortes que recibía a través del propio mago con ayuda de la daga del sacrificio lo que hacía despertar al niño de aquel estado de inconsciencia que le dejaba la tortura a la que estaba siendo sometido. Aries nunca preguntaba el porqué de aquellas acciones, ya que torturar a otras personas le generaba cierto placer que no podía describir.

La ducha se terminó y aquellos recuerdos le hicieron recordar que había dejado su ropa en el suelo, por lo que, al salir de la regadera, desapareció la ropa llena de sangre y hecha jirones que lo hacían responsable de la muerte de dos jóvenes muggles de 25 años que se le habían enfrentado al ver la tortura que estaba recibiendo el joven mago de 10 años. Al ver que su habitación se encontraba sin ningún rastro de algún delito cometido, camino hasta donde se encontraba Delacour y le dio un azote en el trasero para llamar su atención.

Epa Delacour, deberías ponerte aquel vestido que usaste en tu cita con Asturias.

Llevaba un traje gris humo con una camisa negra sin corbata, aquel atuendo lo hacía verse más galán de lo que el rubio era, ya que el traje lo usaba para llamar la atención de cualquier mujer que estuviera viéndolo, así que mientras la mujer de ascendencia nipona le miraba un tanto extrañada, este se acercó hasta ellas y sin que ella se lo esperara le mordió el labio hasta sacarle un poco de sangre mientras la besaba despacio, para después curar aquella herida con un episkey.

¿Te gusta cómo me veo? Me arregle para Sauda. —guiñó el ojo.

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Kaori.

— No juegues con tu suerte Black Lestrange… —dijo con una media sonrisa.

Estaba bien sujeta por los brazos de su esposo que intentaba robarle un beso, sin mucho éxito ya que la pelinegra se hacía hacia un lado, por lo que los besos iban a parar a sus mejillas, quijada, cuello, como si de un juego se tratara pues ella sabía que sus comentarios eran con toda la intención de ponerla celosa, la conocía bien y sabía que no le gustaba que otras mujeres miraran lo que era suyo, aunque fuera una mujer con muchos años en su haber.

—… puede ser que un día de estos se me de por andar en la Black Lestange en paños menores, tan solo para ver tu reacción si por accidente me cruzo con alguno de tus primos o tíos—añadió, aunque obviamente no lo iba a hacer. — Ve a cambiarte anda, que se nos hace tarde — dicho aquello se alejó.

Lo vio desaparecer en dirección a la ducha. Ella mientras tanto se quedó conversando con Peter para explicarle varias ideas que tenía. Aries había dicho que no reparara en gastos y por más que ella había insistido en una decoración más sencilla, él la convenció en que debía ser todo muy sofisticado. Luego de dar todas las indicaciones a Peter y de informarle que debían salir, este se marchó asegurándole que los trabajos empezarían al siguiente día.

Estaba esperándolo de pie apoyada en el barandal observando el paisaje cuando sintió un azote en el trasero que sin duda alguna llamó su atención, aunque no tanto como las palabras que le dijo. ¿Cómo se había enterado de su reunión con Asturias? porque ella no podía considerarlo una "cita" como su esposo había dicho. No recordaba haberse encontrado con nadie conocido, lo que la hizo suponer que quizá se trató de alguno de los elfos del local, luego lo investigaría.

Estaba por responderle, pero él no le dio tiempo a nada, le dio un beso en los labios y cuando menos se lo esperaba la mordió, dejándole claro que no le había hecho ni pizca de gracia su salida con Dj y que sus comentarios anteriores habían sido con toda la intención de molestarla, y hubiera seguido así si no fuera porque al parecer no pudo aguantar más las ganas de sacar el tema a flote.

Lo miró furiosa cuando se alejó pues le había lastimado el labio y aunque la curó enseguida eso no quitaba el hecho de que fue demasiado brusco con ella. No le dijo nada, tan solo se alejó para tomar el bolso que había dejado sobre la mesa, ahora sí estaba molesta. El labio aun le palpitaba y aquello solo intensificaba el malestar.

—Se nos hace tarde… luego hablamos —dijo, tomó la mano del Black Lestrange y desaparecieron rumbo al Ateneo.

Cada vivienda de los arcanos era diferente, la de Sauda quedaba cerca al lago, rodeada de vegetación que hacía soplar una suave y agradable brisa. Llegaban algo tarde a la cita por lo que Kaori cruzo los dedos para que los recibiera y los disculpara por haber tardado.

—Hola… Arcana Sauda…—llamó la pelinegra, esperando a que la que sería su maestra los recibiera. Hasta ese momento no había cruzado palabra con el Black Lestrange, su labio aun le latía.

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Una ligera brisa hizo que Sauda alzara la vista. Las hojas más altas de los árboles crujieron mientras se movían al compás del viento y ella entrecerró los ojos, guardando aquella calma natural en lo más profundo de su corazón. Su traje, de vivos colores y típido de su tierra natal, también se removió ligeramente haciendo que su figura pareciera un elemento más de aquel bosque que colindaba con su vivienda en el Ateneo.

 

Otro soplo de brisa la azotó con un poco más de fuerza y ella arqueó una ceja, extrañada. Cuando había iniciado su paseo matutino no había sentido que el tiempo fuese a estar revuelto. Había algo extraño en aquello. Y pronto entendió el porqué.

 

Había dos presencias extrañas cerca, concretamente junto a su cabaña. «Alumnos», pensó.

 

La última había terminado sus estudios con éxito unos días atrás, para su gran satisfacción. Así que volver a tener compañía no la desagradaba en absoluto. Para no perder la costumbre, la mujer procuró que su apariencia se correspondiera con la que lucía muchas décadas atrás, cuando era una joven esbelta y llamativa y caminó en dirección a la cabaña, aunque no tenía intención alguna en mostrarse... por el momento.

 

Había dos personas, y sentía que existía una unión entre ambas. Frunció los labios, era demasiado pronto para saber si eso sería positivo o negativo para ellos. A ella le era indiferente. Su mente se expandió hasta que alcanzó las de sus dos nuevos alumnos y se introdujo para que la escucharan hablar en sus pensamientos, como era su costumbre. El contacto fue suave y respetuoso.

 

«Buenos días, queridos pupilos. Permitid que me presente. Soy Aailyah Sauda, la arcana de la Oclumancia. Por ahora nos comunicaremos así, porque quiero que sepáis lo que es trabajar íntegramente con la mente. Un poco más adelante, si demostráis cierto avance en la destreza que habéis venido a aprender, nos reuniremos para avanzar en vuestra formación. Antes de nada, tras esta pequeña bienvenida, quiero dejaros clara una cosa. Mi alma está ligada a la de cualquier vida que haya a mi alrededor, y respeto cada existencia como si se tratara de la mía propia. Lo único que exijo a quienes venís a aprender de mí, por tanto, es que respetéis este sentimiento y lo compartáis en la medida de lo posible mientras estéis cerca de mí. En el momento en que un pupilo desobedezca esta norma y atente contra una vida, sea humana, animal o vegetal, perderá por completo mi favor y deberá abandonar mi territorio. Espero haberme explicado con suficiente claridad».

 

Dejó que el silencio se apoderara de las mentes de ambos durante unos instantes, deseosa de que comprendieran lo que acababa de decirles. Cuando creyó prudente continuar, lo hizo con una suave sonrisa en los labios que solo pudieron observar las ardillas y demás criaturas que curioseaban su paseo desde las ramas de los árboles.

 

«Una vez ha quedado esto claro... os vuelvo a dar la bienvenida, Aries y Kaori. ¿Qué os ha hecho venir hasta aquí para aprender Oclumancia? ¿Cuáles son vuestras inquietudes para recurrir a este tipo de magia? ¿Sabéis algo sobre ella? Y lo más importante... ¿qué buscáis en este poder? ¿Qué pensáis que obtendréis de ella? Necesito saber un poco sobre vuestras motivaciones... y sabré por dónde empezar en vuestro adiestramiento mental.

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  • 2 semanas más tarde...

Kaori.

Suspiró, se sentía algo frustrada pues se dio cuenta, apenas llegar a los terrenos en donde estaba la vivienda de Sauda, que quizá había actuado de una manera un poco extremista, analizó la situación y llegó a la conclusión de que últimamente su estado de ánimo era como una montaña rusa y ahora que tenía a su esposo cerca, él había pagado los platos rotos. No sabía porque se estaba comportando de aquella manera, lo único de lo que estaba consciente es de que había actuado como una niña pequeña y malcriada, que dejar con la palabra en la boca al ojigris fue muy grosero de su parte.

—Lo siento cariño…—dijo haciendo un puchero —No sé qué me pasa últimamente —le confesó mientras esperaban a que la Arcana los recibiera —Creo que visitaré San Mungo o un psiquiátrico para una consulta —intentó bromear.

De seguir sintiéndose así de rara, lo más probable es que si se daría el tiempo de visitar el hospital o como mínimo hacerle una consulta a Memi, después de todo su prima había estado a cargo del desaparecido CCU. Mientras pensaba en esa posibilidad sintió el contacto de alguien queriendo acceder a su mente, había experimentado esa sensación en otras ocasiones en su clase con Rosalia y el primer instinto de la pelinegra fue tratar de poner su mente en blanco y resguardar sus pensamientos, sus recuerdos.

La presencia no era agresiva, por el contrario, se sentía suave y pudo sentir que no se trataba de alguien que quisiera hacerle daño. Como si su mente se tratara de una gran casa, Kaori dejó que entrara, pero se aseguró de que tan solo se quedara en la superficie, en la sala de estar por así decirlo, ahí donde no había nada que pudiera usar en su contra.

La voz de la mujer que finalmente se presentó como Sauda, la arcana que sería su maestra, se sentía muy cercana. De inmediato empezó a darles instrucciones de como se llevaría a cabo la clase y hablar de la regla sobre atentar contra la integridad de una vida, cosa que a Kaori no se le había pasado por la mente, lo único que deseaba es que le enseñara a fortalecer sus barreras, de hacerlas infranqueables.

> pensó estando segura que escucharía sus pensamientos > finalizó.


—Es raro hablar con la Arcana solo en nuestras mentes —comentó a su esposo, imaginaba que él también la había escuchado puesto que la arcana les había dado la bienvenida a los dos—¿Sigues molesto? —Preguntó.

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Aries no dejaba de ver a su esposa tras aparecer en los terrenos del ateneo de las habilidades. Se encontraba un tanto nervioso y ansioso por la forma de actuar de la Delacour, para él, ella jamás se había enojado con una broma tan inocente como la que le había hecho. Durante los minutos en silencio pensó que probablemente se había pasado con la mordida de labio, es más aún tenía el sabor de la sangre en su boca, estaba por disculparse con Kaori por aquella acción cuando escucho la voz de su amada disculparse antes que él.

 

—¿Me estas diciendo que tu mal humor se debe a cambios hormonales? —comenzó a preocuparse por el hecho de que su esposa al visitar San Mungo por estos síntomas, saliera de aquel lugar con un diagnóstico de alguna enfermedad grave.

 

Su cabeza se fue por unos instantes al futuro gracias a su habilidad de videncia. Kaori estaba saliendo del hospital con una gran sonrisa, en su mano derecha llevaba un sobre de color manila y al centro el logo de San Mungo. Tenía la necesidad de acercarse, de correr hasta donde ella se encontraba y saber el contenido de aquel sobre pero estaba sin poder mover un sólo pie. Fue hasta que volvió a escuchar a Kaori que regresó al presente.

 

–¿Hablar con la Arcana en nuestra cabeza? —preguntó mirando a todos lados, por su parte él no había logrado hacer contacto con Sauda, ¿era que él no era apto para aprender oclumancia? Se negaba a que eso fuese real, ni la habilidad más complicada por lo que representaba le había hecho dar un paso atrás.

 

—No estoy molesto, nunca lo estuve, sólo no quiero que te veas a solas con tu amigo. —sentenció sin mirar a los ojos a su amor, si ella en ese momento intentará meterse a ver en lo que él pensaba se toparía con una cita con Arya Macnair, la cual no había ocurrido, al menos no de aquella manera para provocarle celos a su esposa. Nadie en todo Londres podía negar que Aries tenía actitudes de un niño inmaduro cuando se trataba de amor, o relaciones personales.

 

—Explicame, lo de la Arcana, ¿por qué no puedo oírla?

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Kaori.

La conversación con la arcana había distraído de la que mantenía con el Black Lestrange, sin embargo, algo de lo que él le dijo se quedó en su mente. La verdad era que no sabía si sus cambios de humor se debían a sus hormonas o al estrés que lo provocaba saber que cierto mago estaba tras sus pasos y no con buenas intenciones. Al no saber realmente la causa de su malestar, prefirió no corregir a su esposo y dejar que pensara que eran sus hormonas las que estaban locas.

—No se si sean las hormonas amor, mejor sacare una cita en el hospital... no son solo los cambios de humor, me siento rara — dijo dando un suspiro. Aun sentía la presencia de Sauda en su mente, más ella permanecía en silenció así que por un momento supuso que estaba charlando con su esposo, más al ver la expresión de confusión en el rostro de su amado, seguido de la pregunta sobre hablar con la Arcana, la dejó igual de confundida que él, tanto que olvido por completo el hecho de que prácticamente le estaba prohibiendo verse con su amigo.

—Está usando legeremancia para comunicarse, ¿de verdad no puedes escucharla? —Dijo frunciendo el ceño. ¿Cómo era posible que no la escuchara? —En resumen, nos ha dado la bienvenida, nos a advertido que no podemos hacer daño a ningún ser viviente y si lo hacemos dejaremos de ser sus alumnos. —le explicó rápidamente —Además de que nos ha hecho varias preguntas ¿Qué nos ha hecho venir hasta aquí para aprender Oclumancia? ¿Cuáles son nuestras inquietudes para recurrir a este tipo de magia? Si sabemos algo de la habilidad, ¿qué buscamos en este poder y ¿Qué obtendremos de la habilidad?... Si, fueron muchas preguntas —añadió.

Se quedó pensando en porque su esposo no había podido escuchar a Sauda y entonces se le ocurrió una idea. Hace varias semanas atrás mientras estaban cursando la clase del libro del Caos ella había usado su habilidad con él y desde entonces sentía que había una barrera, si quisiera pudiera atravesarla obviamente, pero no sería una “visita” amigable ni suave como la de la Arcana.

—En el libro del caos… me sacaste de tu mente ¿recuerdas? —preguntó y luego añadió —Desde entonces a pesar de sentir tu mente muy familiar, hay algo que me impide acceder, al menos no sin hacerte daño. Creo que las barreras naturales, esas que todos tenemos, las has fortalecido y quizá por eso Sauda no puede hablarte… su presencia es muy suave…cálida —añadió tratando de explicar la sensación de tener a la Arcana dentro de su cabeza —Pero puedo estar equivocada amor…mejor le preguntamos a ella… o bueno le preguntare a ella —se corrigió sin poder evitar sonreír.

> pensó. Esperaba que además de lo que le había dicho, hubiera estado pendiente de la conversación con su esposo y supiera de lo que estaba hablando.

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