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Oclumancia


Aailyah Sauda
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Sentí algo. No sé el qué. Pero quedé sorprendida.

 

Durante unos instantes, menos aún, milésimas de segundos, o menos siquiera..., sentí... Sentí como si el animal estuviera agradecido. ¿Agradecido? Bueno, como Sacerdotisa sé que todo ser vivo tiene esencia y, por tanto, capacidad de pensar o tener una sensibilidad mínima de pensamiento o de acción. Pero... ¿Aquel animal podría sentirse agradecido? No era eso lo que me sorprendía. Lo que me había chocado era... Era como si alguien hubiera sentido esa sensación y me la hubiera transmitido, como si yo hubiera "sentido" el eco de su reacción de una tercera persona.

 

Eso me descentró un momento y paré mis pasos, mirando alrededor. Durante un momento había olvidado que yo estaba en clase y que iba a buscar a una Arcana. ¿Era posible que la clase ya hubiera comenzado y me estuviera poniendo a prueba? ¿Qué ya estuviera recibiendo clases? Fruncí el morro en un gesto de desagrado. ¿Había alguien realmente controlándome "por dentro"?

 

Tal vez debiera haberme puesto un sombrero de papel de aluminio, como decían algunos muggles que funcionaba para evitar que te leyeran la mente. Aunque esos solían estar internados en manicomios...

 

-- ¡Demonios desdentados! -- grité. Un grupo de pájaros reaccionó escapándose al vuelo y soltando chillidos estridentes. Les miré alejarse como excusa para recuperar la calma que había perdido al sentir la voz dentro de mi cabeza.

 

No era la primera vez que sentía una voz inquisitiva. Entre las Hermanas Mayores durante mi sacerdocio, había sentido la voz de ellas cuando nos ponían a prueba de algún modo. La Telepatía no era exclusiva de la Arcana.

 

Pero nunca había sentido el desasosiego de notar los lazos invisibles de una mente que ojeaba la mía. Aquello era... Incómodo.

 

-- No... No esperaba esto...

 

¿Pero entonces qué esperaba, tonta de mí? ¿Cómo se suponía que iba a enseñarme a bloquear mi mente si no la allanaba primero? Pero al menos, esperaba un poco de ética, un aviso de que iba a entrar y una sugerencia de cómo intentar bloquear su violación. Gruñí, algo alterada.

 

-- Gracias por el aviso, pero existen medios menos invasivos, ¿sabe? -- le contesté en voz alta. Después, algo me dijo que eso no era la forma correcta. Si ella sabía leerme, o como se llamara a lo que estaba haciendo, mejor moverme en su campo. Así que lo pensé, sin mover los labios : -- Me gusta que me pidan por favor si pueden entrar a hurgar en mi cabeza, Mentora Arcana.

 

Esperaba que no se lo tomara a mal. No sabía como era pero sí sabía que si hubiera tenido tal atrevimiento con el Arcano Nigromante, su reacción hubiera sido, como mínimo, violenta. Carraspeé y seguí el camino. Izquierda y recto... Intenté tararear, un intento burdo de evitar que leyera mi desconcierto o, peor, mis recuerdos. Eran míos. ¿No se me había ocurrido que tendría que compartirlos mientras me enseñaba a encerrarlos en un muro infranqueable? No estaba segura de querer compartir aquello que debía ser escondido... Permanecí en silencio mientras silbaba entre dientes.

 

Intento vano. Silbar, tararear... Sólo servía para distraerme yo y ser más vulnerable. Aquella Arcana entraba en mis recuerdos y parecía saborear ciertas imágenes. Bufé cuando la sentí hablar de la Potter Black.

 

-- Excalibur está bien resguardada. Dudo que sepas encontrar tú la forma de superar las medidas de seguridad para encontrarla, porque ni yo misma las conozco -- repliqué, algo escamada porque hubiera visto la espada. No era un secreto. En el pueblo, cualquier podía saber que esa reliquia permanecía en el pueblo si sabía buscar la documentación precisa en el lugar concreto de los archivos públicos del Ministerio. Pero era algo que permanecía oculto entre tantos papeles que casi nadie se acordaba siquiera que existía. -- ¿Por qué te interesa Antara?

 

Me sentí débil y creo que los frutos que me había comido por el camino me habían sentado mal. Sentía el estómago revuelto. Aunque también podían ser nervios...

 

-- Antara Black es mi madre. Y digo ES aunque esté muerta, porque vive en ese plano donde las leyendas están vivas y muertas a la vez. -- Hablaba con orgullo y con cierta rapidez, intentando atraer su atención a mis palabras y no a... a la parte del cerebro donde se guarden los recuerdos. Eran míos. -- Mi madre era La Dama del Lago y ella era la custodia de Excalibur. En algún momento, que no me explicó, terminó sacándola de Avalon y guardándola en la Potter Black. Nadie sabe dónde está, excepto ella. Sólo...

 

Tragué saliva porque no quería decirlo pero lo acababa de ver pasar por mi mente y supe, estaba segura, que ella ya sabía lo que yo iba a decir antes de que salieran mis palabras. Debería aprender a frenarme la lengua y las imágenes de mi cerebelo. Al final iba a resultar una Habilidad difícil de adquirir, no parecía tan hábil como siempre me había creído.

 

-- La Espada sólo se aparece a los patriarcas en casos de suma necesidad y deseo. Pero eso es algo que sólo mi hijo Matt ha conseguido. Yo nunca he podido hacerla aparecer en mis manos.

 

Suspiré, desganada por haber confesado y dolida por tener la mente abierta ante la Arcana. Era consciente de mi vulnerabilidad y del duro trabajo que tendría que superar si quería conseguir cerrar mi mente a extraños. Ahora mismo, aquella mujer podía estar enterándose de mil cosas que hubiera preferido matar antes de que nadie las supiera.

 

Me arrodillé en el claro que, por fin, había aparecido. Puse las manos cruzadas sobre el hombro contrario y cerré los ojos, en una posición oratoria.

 

-- Mis respetos, Arcana Aailyah Sauda. Reconozco humildemente que fui una engreída al pensar que podría superar sin problemas esta Habilidad y conseguir el Anillo sin ningún esfuerzo por mi parte. No sé si merezco este don pero le pido ayuda para aprender. Seguro que ha visto que tengo muchos secretos que no quiero compartir y que... me gustaría poder guardar para mis adentros. Pido perdón por mi orgullo y solicito que me acepte como pupila para aprender desde cero a comportarme y conseguir llegar a ser una buena Oclumante.

 

Pocas veces era capaz de reconocer mis debilidades ante nadie. Pero también estaba aprendiendo algo: a esta mujer no se le podía escapar nada de lo que pensara, así que mejor ir con la verdad por delante.

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Y por fin, Sagitas fue consciente de que la clase no estaba por empezar: la clase había comenzado desde hacía ya mucho rato. Aquello parecía haberla trastornado al principio, e incluso pareció molestarse. Y lo comprendía, por supuesto, aunque era lo que Sauda pensaba que necesitaba para darse cuenta de la seriedad que tenía aquella clase que estaba tomando. Escondida aún tras los árboles y frondosos arbustos, la arcana no pudo evitar sonreir al escuchar las palabras de la pelimalva. El gesto se amplió cuando Sagitas dejó de hablar y comenzó simplemente a pensar. Tal y como había previsto, ahora sabía que estaba en su mente.

 

«Disculpa si mis métodos no te resultan ortodoxos, querida. Pero permíteme una pregunta. ¿Crees que alguien que busque hacerte daño pedirá permiso para invadir y controlar tu mente a voluntad?». Aquella pregunta, lanzada directamente hacia la mente de la Potter Blue, pareció quedar en el aire como si de un vapor se tratase, flotando sobre la bruja. Ahora Sauda ya no ojeaba en los recuerdos de su pupila, sino que permanecía fija en lo que ésta pensaba y sentía, sabiendo que lo que necesitaba ahora era reflexionar sobre el porqué de su intrusión. No podía esperar que la gente le consultara antes de violar su privacidad; la mente era la caja fuerte que la naturaleza le daba a las personas, y por eso debían cuidarla y protegerla como un tesoro. Ése era su cometido en la vida, enseñar a aquellos magos que de verdad valorasen la protección de sus mentes para convertirles en los mejores en el noble arte de la Oclumancia.

 

Entonces comenzaron a llegar explicaciones de Sagitas, respondiendo a las preguntas que le había realizado anteriormente basadas en los recuerdos que había estado viendo en su mente. Prácticamente había visto todo aquello en sus recuerdos, pero no estaba de más que ella misma se lo contara para demostrarle que confiaba en su maestra. Así el vínculo entre ambas se iría haciendo más fuerte, aunque Sagitas aún se mostrara recelosa. Sauda no sintió remordimientos en ningún momento por hurgar en sus recuerdos, pero la situación dio un vuelco cuando notó el dolor en su alumna ante todo lo que había confesado. Había llegado el momento de relajar un poco el ambiente.

 

Pero no tuvo tiempo de hacerlo, pues Sagitas había seguido caminando mientras relataba en su mente todos aquellos detalles de su vida y finalmente había encontrado el claro al que la había mandado Sauda la primera vez que se habían visto. Para la sorpresa de la arcana, la mujer se había arrodillado y ahora mostraba una actitud muy distinta. Esta vez, la sonrisa en Sauda se amplió aún más.

 

Salió de entre los árboles y esta vez no se molestó en ocultar su identidad ante Sagitas. Había querido mantener su tapadera durante más tiempo, al igual que había hecho con otros alumnos anteriormente, pero debía reconocer que no todas las situaciones eran iguales y no quería caer en rutinas durante sus clases. Caminó hacia ella con paso lento, aún en su apariencia joven pero sin molestarse en aparentar que era una alumna más.

 

Te acepté desde el momento en que te acercaste al lugar en el que nos vimos por primera vez, querida alumna. No hay nada de lo que disculparse, yo también sé lo que es ser joven y tener ansias de conocimiento y poder. También podría decirte que sé lo que es tener miedo por la privacidad de mi mente, pero no es así porque la Oclumancia es algo con lo que convivo desde que tengo uso de razón. Es por eso que ahora me dedico a enseñar a quienes quieren aprender, y es lo que haré contigo después de tus sinceras palabras le dijo a viva voz, con el tono enérgico de una joven de no más de un cuarto de siglo de edad. La centenaria volvió a sonreir con dulzura. Lo que sí debes tener claro es que, si quieres proteger tus recuerdos y secretos, deberás aprender rápido porque la única forma que tengo de enseñarte... es hacer que te enfrentes a mí. Sólo así conseguirás pasar la Prueba. Para comenzar a forjar la muralla alrededor de tu mente, sólo has de pronunciar "Oclumens" y luego... bueno, concéntrate para echarme de tus recuerdos. ¿Estás lista, querida? Cuanto más lo pienses, peor será. ¡Legeremens!

 

Y no le dio ni un segundo de respiro para prepararse, pues nadie le daría esa oportunidad si de verdad quería dañarla. Entró como un ciclón en la mente de la pelimalva, sin pedir permiso y sin molestarse en escoger qué parte de los recuerdos de la mujer iba a observar. Se topó de repente con una figura, Hayame. ¿Qué encontraría sobre esa mujer en la mente de Sagitas? Sólo ella sabía hasta dónde le dejaría ver.

Editado por Aailyah Sauda
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Tenía mucho que asimilar allá, arrodillada en el claro del bosque en el que había, por fin, conocido a la Arcana.

 

La primera lección aprendida era la que más chocaba y la que más dolía: nadie pide permiso para violar tu mente, entra sin más y destruye tus defensas, lee tus más recónditos pensamientos... Ahora entendía y disculpaba a la Arcana de nombre difícil, había entrado en mi mente porque, sencillamente, eso es lo que se espera de quien quiera atacarte con esa habilidad. Suspiré, aliviada por su explicación pero algo más espantada. A mí, el peligro de cara, no me gusta que me ataquen de espaldas.

 

Así que esa lección aprendida, con todo lo que significaba: tenía que estar al tanto y con las defensas preparadas para prevenir. Aunque tal vez no había sido la primera, sino la segunda. La primera, tal vez, había sido cualquiera y todos pueden engañarte. Cuando vi a la joven que llegaba pensé en saludarla con cierta reticencia, pues me había pillado confesando mis errores en público y no quería que nadie lo supiera, y menos aquella chiquilla que parecía tan agradable. La postura podía ser honrosa para la Arcana, pero no para una alumna. ¿Y si se burlaba de mí? ¿Y si se reía? Me levanté lentamente, escuchándola de forma incrédula. ¿Ella era... ELLA?

 

No me esperaba que ELLA fuera la Arcana de Oclumancia. Aún así, la sonreí porque su capacidad de atracción y de sincerarse con ella era demasiado fuerte. Entendí enseguida que su imagen no era importante. Todos sabían, sabíamos, que los arcanos eran ancianos, en mayor o menos grado, pero sus conocimientos eran muy grandes y poderosos. Y para alguien que sabe entrar y leer la mente de otros le puede ser muy fácil tener la imagen que se desee. Me pregunté si yo llegaría algún día a poseer esa fuerza para simular ser una Sagitas de pelo violeta, sin arrugas ni canas, con la misma energía que presentaba ahora, con poco más de veinte años, por aquella época en la que ya debiera estar en una mecedora, contando historias a la descendencia de mi descendencia...

 

Volví a relajarme. Eso no estaba bien. Y no era justo que me perdiera en pensamientos inciertos de futuro cuando aún no sabía si llegaría algún día a poseer esta habilidad, no en medio de la clase, no cuando Aailyah Sauda me estaba hablando y enseñando.

 

La noté. Esta vez la noté entrar aunque aún estaba digiriendo sus palabras sobre que tenía que enfrentarme a ella.

 

-- ¡Hey, espere! -- dije, retrocediendo un paso como si con ello pudiera evitar que se colara en la mente, como si un paso de distancia fuera más que suficiente para interponer la barrera que necesitaba. -- ¿Cómo era la palabra...?

 

El hechizo... Mi mente empezó a girar en imágenes vertiginosas. Sentí rabia, pues la sentí escoger, elegir entre mi privacidad. Me concentré en buscar la palabra mientras con la cabeza negaba una y otra vez, con un movimiento inútil. ¿Cuál era el hechizo que tenía que usar?

 

Hayame...

 

Mi hermana pelirroja se rió de mí. Parpadeé para borrar su imagen, a pesar de saber que era algo interior, que no la estaba viendo de verdad. Me entraron ganas de llorar. De rabia, sobre todo por eso, ya que soy una persona que acostumbro a guardar mis sentimientos y la Arcana estaba consiguiendo que florecieran como si fuera un grano que saliera a flor de piel, que estallara la pus rabiosa de su contenido y me dejara herida.

 

Hayame...

 

-- No... Ella no... Ella fue...

 

Mi hermana se burló de mi vestido nuevo para la gala de Navidad, el primer año que llegué al pueblo, ya que lo había manchado con alguna de sus pociones que tanto dominaba. Recordé nuestra pelea, nuestro duelo en la que ella invocó a su mascota extraña y el suelo del campanario muggle en el que nos batimos. Eran buenos recuerdos. Dolían porque Hayame no estaba allá, conmigo, pero eran buenos recuerdos, al fin y al cabo.

 

-- Oc... Oclu...

 

Hayame me abrazaba en el Circo y me prometía fidelidad y confianza. Justo cuando pensé que todo lo había perdido y que era mejor desaparecer, ella entró en la rouloutte donde descansaba, expulsado de mi casa, expulsada de mi círculo de los que había creído y de los que me habían creído amigos, expulsada casi de la vida misma, subsistía en aquel carromato vacío cuando ella entró. No hicieron falta palabras. Sólo su abrazo y su aliento de ánimo en mi cabello alborotado.

 

Hayame... La Gran Hayame... A quien debía tanto y a quien nunca le pagaría todo lo que hizo por mí en aquella época. Mi gran hermana... Una lágrima resbaló por mi cara, de rabia y de impotencia cuando la vi de nuevo, corriendo feliz por verme allá, esperándola en la puerta del...

 

-- ¡No! Ese recuerdo es mío. -- ¿Por qué era tan importante que no supiera que las dos habíamos estado en bandos, primero en el mortífago y después en el auror, en nuestra adolescencia? -- ¡Oclumens!

 

Supe enseguida que no habría hecho falta gritarlo tan fuerte. El bosque quedó en silencio, como si todo el ser vivo que por allá pululara se hubiera asustado por mi chillido. Era mi primera vez, tenía derecho a meter la pata, aunque no del todo, puesto que la imagen que veía en aquel momento se diluyó.

 

Hayame volvió a aparecer, pero ahora fue la primera imagen, la que ya ambas habíamos visto: mi hermana riéndose a carcajadas por la mancha del vestido. Ahí paré el recuerdo y supe que la Arcana me estaba dejando hacer. Me limpié la lágrima solitaria con el dorso de la mano, mirándola a la cara aunque mis ojos creo que aún miraban aquel pelo rojizo con el que siempre me metía.

 

-- Hayame Vladimir Ryddleturn Potter Black... Mi hermana... La única de la familia que no me repudió cuando fui acusada de... -- Cerré los ojos y me concentré en su risa contagiosa y sonreí poco a poco cada vez más. -- Mi hermana. La añoro mucho, pero ella siempre me ha arrancado una sonrisa cuando me he visto perdida. Ese es el recuerdo que quiero conservar para siempre, el único que permitiré que nadie vea de ella.

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La mente de Sagitas era una especie de torbellino de actividad en la que el único pensamiento que se vislumbraba con claridad era el hecho de que seguía sin saber qué debía hacer para defenderse correctamente. Sauda era consciente de ello, pero no por eso iba a cesar en aquel "ataque", si es que se le podía llamar así. La única diferencia entre aquella actividad y lo que podría pasarle a la Potter Blue en la realidad era que la arcana no quería hacerle daño, sino enseñarla a protegerse eficazmente contra cualquier ataque dirigido a su mente.

 

Al parecer, la figura que Sauda había escogido entre los recuerdos de Sagitas eran los referentes a su hermana, una figura importante en la vida de la pelimalva. La africana siguió buscando el porqué de la desesperación de su pupila, que parecía querer proteger aquellos recuerdos como si de una cuestión vital se tratase. Intensificó ligeramente la presión que ejercía contra la mente de Sagitas y sintió cómo ésta intentaba defenderse sin éxito, pues no recordaba la palabra que debía decir. No tardaría en encontrarla, estaba tan ocupada luchando por proteger los recuerdos que Sauda ojeaba que no conseguía aferrarse al lugar de su memoria en el que descansaba la palabra que le había dicho que debía usar.

 

El recuerdo comenzó a ponerse interesante, al parecer... Sagitas tenía relación con aquellos bandos de los que había oído hablar en Londres. Quiso avanzar un poco más, saber por cuál se había decantado ella... y, de repente, se golpeó contra un muro que había aparecido de la nada. La mente de la arcana se detuvo en su implacable avance, Sagitas había conseguido bloquearla en un momento de desesperación. Podría vencerla, por supuesto, podría continuar... pero para ser su primera defensa, había estado muy bien. Una suave sonrisa apareció en los labios de la anciana, llena de satisfacción. Había visto que la joven era prometedora, y había encontrado uno de los puntos que la motivaban lo suficiente como para crear una buena defensa.

 

Ahora volvía a observar la figura de Hayame, y entonces comenzó a escuchar las explicaciones de Sagitas. Asintió con la cabeza y después, de repente, salió de la mente de su pupila.

 

Excelente, jovencita, has estado muy bien para ser tu primer intento —le dijo con sinceridad en un tono neutro y calmado. Se había llevado las manos a la espalda, entrelazando los dedos para hacer más cómoda la postura. Dio un par de pasos a la izquierda y luego volvió a detenerse, mirándola fijamente a los ojos—. Pero espero que entiendas que no será suficiente. No has sido capaz de bloquear mi ataque hasta que no he amenazado con tocar un tema... delicado, llamémoslo así. Pero tienes que conseguir mantener esa concentración en todo momento, por absurdo que sea el recuerdo. ¿Qué necesidad hay de que nadie averigüe lo que piensas a cada momento? No tienen porqué ser cosas trascendentales, o recuerdos de tu pasado que podrían ocasionarte problemas en el presente. Tienes que estar preparada para que tu mente sea una caja fuerte impenetrable en cualquier momento, te repito lo que dije al principio: nadie te va a pedir permiso para entrar a cotillear en tu cabeza.

 

Guardó entonces silencio, dándole así un poco de tiempo a la joven para que pensara en lo que acababa de decirle y, además, para que asimilara sus palabras y pudiera preguntar cualquier cosa que no le hubiera quedado claro hasta el momento.

 

Vamos de nuevo, querida, y esta vez espero que te esmeres en protegerte antes y mejor. No quise insistir mi ataque, y es por eso que no he conseguido averiguar dónde esperabas a tu hermana en aquel recuerdo... pero podría hacerlo, y de hecho lo volveré a intentar. Pero, a la vez, buscaré más cosas en tu mente. Por ejemplo... ¿en qué trabajas? ¿Cuál es tu color favorito? ¿Quién es la persona en la que más confías en el mundo? —lanzó las preguntas al aire para que Sagitas tuviera una idea de lo que iba a ocurrir a continuación—. Es una información poco importante, o quizás no. En cualquier caso... quiero ver si eres capaz de defenderte de varios ataques consecutivos. Si eres capaz de que tu muro protector se extienda ante varios recuerdos, y no sólo ante uno que te incomode mostrar —continuó, ahora sí lista para continuar con la práctica. Su figura morena y estilizada se alzaba, imponente, ante la pelimalva mostrando un atisbo del poder que tenía. Sus ojos negros estaban fijos en la joven, clavados en el rostro de ésta—. Protege tu mente, Sagitas, ciérrala YA. ¡Legeremens!

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Tauro tenía verdadera curiosidad por conocer a cada uno de los Arcanos, saber cuáles eran sus personalidades o cuan excéntricos eran, debido a que se rumoraba que incluso una de ellos era mitad planta, mitad humana, algo imposible de creer. Poco conocía acerca de la Arcana de Oclumancia, nada a decir verdad, y tampoco había nadie que hubiese tomado la habilidad para compartir su experiencia, a diferencia de ella que podía dar una opinión más o menos acertada acerca de Báleyr, el Nigromante. ¿Realmente quería lidiar con todo aquello una vez más? ¡La última vez por poco había perdido la vida! Y siendo sinceras dudaba que eso les importara. Tanto su cuerpo como su mente habían sido forzados a moverse en situaciones extremas donde cualquier podría haber tirado la toalla, si es que antes no terminaba perdiendo la cabeza, pero lo que Tauro no sospechaba era que eso para su mente sería nada comparado para lo que estaba a punto de vivir.

 

Los Arcanos solían tener sus viviendas donde recibían a sus alumnos y desde allí los guiaban entre esos universos de saberes dentro de sus cabezas, pero cuando Tauro preguntó sobre donde vivía la Arcana Sauda ninguno le pudo dar una respuesta concreta, pues al parecer «vivía aquí y allá», «podía estar y no estar», por lo que no llegó a entender a qué se referían y pensó que no querían ayudarla, o que tal vez no estaban dentro de sus cabales y la única explicación medio útil la llevó a caminar entre una envidiable vegetación con un río que se lograba escuchar a kilómetros de distancia.

 

No había pasado más que un cuarto de hora caminando, disfrutando de lo que estaba a su alrededor pues estar rodeada de tanta naturaleza le proporcionaba una paz absoluta, apaciguaba sus demonios, se olvidaba de sus preocupaciones y el silencio no le molestaba. Pese a que podría pasar perfectamente una tarde así, simplemente caminando o tomando una siesta sobre la húmeda hierba, no debía olvidar el motivo por el cual estaba allí, la pregunta era ''¿Cómo hacia para llegar a la Arcana?'' No habían instrucciones, no se veía nada que pareciera una casa en ninguna dirección. ¿Qué debía hacer? Un poco frustrada dio media vuelta, dispuesta a hablar con alguno de los Directores para que le indicara a donde debía ir exactamente, pero la habitación que se supone ocupaba en la Universidad, permanecía vacía.

 

Al final decidió seguir caminando, total si no la encontraba simplemente se regresaría por donde vino e intentaría volver al día siguiente. Una ardilla la observaba desde la rama baja de un árbol y por la forma en cómo sus ojos permanecían fijos en ella, parecía estar a punto de decirle algo. Su anillo de amistad con las bestias le imploraba ser usado, pero no quería parecer imprudente, no iba mucho con su forma de ser, así que simplemente le siguió el juego de miradas hasta que la criatura o ella se cansara de ver a la otra sin parpadear.

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Nunca pensé que sería una habilidad fácil, pero jamás creí que me sintiera más amenazada con esta habilidad que con la que había conseguido hacía poco, la de Nigromancia. Ahora me daba cuenta que tratar con muertos era peligroso pero más fácil que tratar con los vivos. Los primeros eran peligrosos e insensibles, pero previsibles. No hay nada predecible en los humanos, un momento se acercan a ti o pasan de largo y al instante están agrediéndote, de forma directa o indirecta, con varita o con lazos invisible que sujetan tu mente e intentan hurgar en tus recuerdos.

 

Ahora estaba más atenta. Era responsable de guardar mis secretos, mis sentimientos, mis deseos, todo lo que me hacía la persona que era... Que la Arcana me halagara porque lo había conseguido tras ciertas dudas me hizo sentir peor. No porque no fuera cierto y me lo mereciera sino porque eso significaba que sólo era el principio. Ahora seguro que venía lo peor. Y si ya lo había pasado mal en Nigromancia... Si había pensado que nada sería peor que aquello... No... Esto iba a ser peor, esto iba a forzarme hasta límites que pensaba que ya había pasado pero... La mente es algo que nunca pensé en proteger. Cuando pensaba protegerme a mí misma, valoraba otros factores como corazas físicas o escudos de hechizos defensivos, aprender magia con la que contrarrestar conjuros... Nunca pensé en que mi mente podría ser tan vulnerable.

 

-- Esos detalles no son importantes para usted. -- ¿Usted? ¿Ahora la llamaba de usted? Esperaba que no se lo tomara a mal, teniendo una apariencia tan joven. Era la muestra de respeto que había despertado en mí al demostrarme su valía. -- ¿Para qué nadie querría saber cuál es mi color preferido?

 

Pero aún antes de acabar la frase, lo supe. Si alguien quería manipularme, podría regalarme un ramo de orquídeas lilas, invitarme a un zumo de frutas del bosque u ofrecerme un paseo por el Bosque, descalzos sobre las hierbas tiernas que florecen al principio de la primavera. Si alguien sabe tus gustos, es tu amo y puede hacerte bailar en su mano. Y eso en el lado amable... Si se enterara de los miedos, fobias o temores que había escondidos en la mente de alguien, esa persona podría pasarlo mal. Bastante mal.

 

La Oclumancia era una habilidad muy peligrosa... Más peligrosa de lo que había pensado con anterioridad.

 

Su orden no me pilló de sorpresa; en realidad, la estaba esperando y en cuanto sentí que intentaba entrar apreté los dientes contra el labio inferior, sintiendo el dolor cuando se cerraron mientras pensaba "Oclumens". Al principio noté su fuerza, su mirada, o tal vez sus dedos penetrando en mi cerebro... Lo que fuera que usaba para entrar, estaba ahí, como las patas afiladas de una araña que quiere avanzar a paso acelerado para tejer una tela de un lado a otro y atrapar todos los recuerdos en ellas.

 

-- Oclumens -- pensé otra vez, con esa voz interior fuerte y decidida que no me esperaba encontrar aún. Pero ahí estaba, la voz de esa Sagitas fría que no permite que nadie le tome el pelo, esa Sagitas temible cuando sale, esa fuerza interior que siempre oculto bajo la máscara de la sonrisa y el buen humor. La Sagitas letal que quería olvidar para siempre.

 

Sus preguntas resonaban en mi mente pero no me permití pensar en las respuestas. Pero noté que ella era fuerte, más que yo, así que recurrí a los subterfugios. Tal vez no fuera una buena oclumente (todavía) pero era una gran payasa farsante que sabía crear tramas en milésimas de segundos. Afloró una sonrisa en mi boca, aunque eso supusiera una cierta ironía porque estaba usando todas mis fuerzas para retirar a aquella Arcana de mi mente.

 

-- Soy peluquera, mi color preferido es el ritmo del blues, confío en las orugas de los pinos y me gusta las zanahorias saladas. ¿Y tú?

 

Y sentí como mi mente se cerraba de golpe, como si un Fortificium rodeara mi cráneo. A propósito, ¿de qué conocía ese hechizo? No dejé que la sorpresa de recordar ese nombre que no debiera me hiciera flaquear. Tal vez la Arcana hubiera visto un atisbo de la falsedad de mis palabras, tal vez hubiera encontrado la respuesta correcta, pero sabía, lo había notado, acababa de crear un muro que rodeaba todos mis gustos para evitar que supiera demasiado.

 

No me consideraba buena ni creía haberla parado, ya que ella era la Arcana maestra. Pero, de repente, sentí que lo había logrado, había creado un escudo, tal vez aún endeble. Pero lo había levantado contra sus preguntas. Intenté mantenerlo mientras esperaba un segundo o tercer ataque de ella.

 

Aquello era cansado. No me extrañaba que después necesitara un buen ágape con el que recuperar fuerzas.

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Sagitas volvió a sorprenderse con las órdenes de la arcana, pero esta vez reaccionó mejor. Cerró su mente casi enseguida, aunque los hilos invisibles que Sauda usó para leer su mente eran demasiado largos y poderosos como para que su muralla invisible resistiera. Por eso consiguió ver cómo titubeaba, consciente de lo frágil de su defensa. Volvió a rearmarla casi enseguida con un poco de más de fuerza, y esta vez Sauda casi sonrió al ver cómo la joven se esforzaba cubrir aquellos datos de su vida que la arcana quería averiguar. Pero lo mejor llegó cuando Sagitas, de repente, le dio las respuestas.

 

Y el camino se bloqueó. La mente de Sauda quedó como en shock durante décimas de segundo y luego, sin poderlo evitar, sonrió. No le importaba si la pelimalva se daba cuenta de su gesto, o de si eso la hacía pensar que la había detenido totalmente. Podría seguir atacándola, insistiendo contra sus defensas hasta que éstas se desbarataran sin remedio, como una torre de naipes que se desploma ante un soplo de aire. Pero no iba a hacerlo, al menos no en ese momento.

 

Maravilloso, excelente maniobra de distracción —la elogió, con sincero entusiasmo a pesar de que su rostro solo mostraba una amistosa sonrisa—. Tu estrategia de defensa ha sido casi perfecta, pero ten en cuenta que no siempre funcionará. Sólo lo hará si tu poder de oclumante es mayor que el de tu atacante y, aún así, nunca podrás estar segura de si termina de convencerle o no. En mi caso, sé que sólo ha sido un engaño... y podría haber seguido atacándote hasta encontrar la verdad. Eso en caso de que no lo haya encontrado antes, claro está —añadió, con cierto toque misterioso en la voz. Abrió la boca para continuar hablando pero percibió que no estaban solas en el bosque. No... alguien se aproximaba, aunque no se acercaría hasta donde estaban sin guía. Al parecer, el número de pupilos iba a aumentar próximamente. Cerró los ojos un instante y luego volvió a abrirlos, mirando a un punto poco concreto entre los árboles—. Sagitas, discúlpame un segundo. Tendremos compañía enseguida. ¿Ves el conejo que hay entre esos arbustos, a tu espalda? ¿No? Concéntrate... eso es porque cierras tu mente completamente a todo, a lo positivo y a lo negativo. Tienes que aprender a controlar tu poder, pues debes usarlo para todo aquello que quiera hacerte daño quedando receptiva a lo que puedas usar a tu favor, ¿entiendes? No bajes la guardia, mantén ese muro que acabas de crear contra mí e intenta abrir una parte de tu mente para saber qué seres vivos nos observan desde las sombras... sorpréndeme.

 

Dicho esto, se alejó tan solo un par de pasos como para indicarle que debía comenzar a hacer lo que le había mandado mientras ella se concentraba en aquel recién llegado. O aquella, mejor dicho. Encontró la mente de la joven enseguida y se fijó en que la estaba buscando tras haberse anotado para aprender Oclumancia y no haber recibido órdenes claras sobre qué debía hacer para encontrarla. Sonrió. Así es como a ella le gustaba trabajar.

 

«Saludos, Taurogirl, y bienvenida a tu clase de Oclumancia. Soy Aailyah Sauda, tu maestra y tú serás mi aprendiz. Por el momento, te guiaré con mi voz... hasta que demuestres que estás lista para conocerme. Debes saber que valoro y aprecio la naturaleza por encima de todo, por lo que cualquier persona que no la respete en mi presencia perderá mi confianza... e incluso mis enseñanzas si así lo creo conveniente. Una vez hemos aclarado ese punto... quiero que hagas algo, y quiero que lo tomes como la primera práctica de la clase», Sauda había pronunciado mentalmente aquellas palabras, muy similares a las que siempre pronunciaba ante cada llegada de un nuevo aprendiz oclumante. Pero no lo había hecho a viva voz, pues aquellas lecciones trataban del poder de la mente. ¿Para que usar la voz pudiendo usar una herramienta tan poderosa como aquella? Así, sus alumnos entenderían desde el primer momento de qué iba el tema. «Atenta, Taurogirl. Quiero que busques un claro en el bosque, y allí encontrarás a otros estudiantes de Oclumancia. Para ello, busca la ubicación del claro sintiendo la naturaleza... ella te guiará. Por cierto, ¿tienes sed? Quizás el agua sea la respuesta... o quizás no. A partir de ahora, empieza tu aprendizaje. Suerte». Y guardó silencio, al menos temporalmente. Aún así, una parte de Sauda seguía conectada a la mente de su nueva pupila, a la que debería guiar hasta donde se encontraban Sagitas y ella para unirse a la clase. Mientras tanto, seguiría con el aprendizaje de la pelimalva. Probablemente había escuchado lo que le había dicho a Tauro, pues no se había molestado en hablar solo para la recién llegada. ¿O quizás estaba tan concentrada en su tarea que no había oído nada?

 

¿Y bien, Sagitas? ¿Qué tienes que decirme sobre lo que te he pedido hace un instante?

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Normalmente me contagio de la sonrisa de la gente. No lo parece, pero suelo ser amigable y cuando alguien me sonríe, le correspondo. Sin embargo, eso no ocurrió con la Arcana de Oclumancia. Primero, porque su "casi perfecta" había herido un poquito mi ego, aunque yo misma debía de reconocer que había estado a punto de fracasar. Pero lo importante era que lo había conseguido, ¿no? Me tenía que quedar con esa parte, que lo había conseguido casi de forma perfecta.

 

No lo puedo evitar, soy optimista por naturaleza.

 

-- Fueron respuestas improvisadas. Ya verá como en la próxima ocasión le convenzo de cualquier cosa -- empezaba a animarme, a pesar de lo cansada que estaba y de las ganas que tenía de dormir un rato.

 

Alguien se acercaba, según ella, claro... Yo no sentía a nadie, ni oía a nadie, ni veía a nadie. Entonces, ella dijo que iba a buscar a esa persona y me mandó deberes. Hice un gesto de bufido escondido porque me hubiera gustado sentarme en el suelo y descansar, mientras ella estuviera fuera del claro del bosque. Pero ella no me daba ni un minuto, insistía en que me fijara en los seres vivos que había en la naturaleza que nos rodeaba.

 

Le saqué la lengua cuando se dio la vuelta y se alejó. ¡Miércoles, por poco me pilla! Sólo se alejó unos pasos. Desvié mi mirada porque ella parecía "hablar" con alguien y me di cuenta que, en realidad, estaba usando esa forma telepática de hablar con la persona que se acercaba como había hecho inicialmente conmigo. Debería aprender ese truquillo, me vendría muy bien para reñir a Ithilion sin tanto grito, que a veces me quedaba afónica. Seguro que si me concentraba, sentiría algo de lo que le decía al recién llegado. Pero, por algún motivo, me pareció indigno y parpadeé, cortando la conexión (¿lo había logrado o sólo habían sido nervios en la boca del estómago?) al sentirla decir algo del agua y, por un instante, sentir sed ajena.

 

Ahora miraba una parte del bosque y contemplé los árboles. Me dejé seducir por el susurro de las hojas al ser tocadas por el viento y respiré hondo. Enseguida entré en esa especie de trance que nos es tan fácil conseguir a las sacerdotisas y sonreí para mis adentros. No dejé, sin embargo, que el muro que había levantado antes cayera, aunque lo notaba más débil.

 

-- ¡Qué difícil! -- susurré, creo. No estoy segura si lo llegué a pronunciar o fue una queja lastimera mental. Pero lo que pensaba era cierto. Era difícil mantener el escudo erguido mientras yo intentaba saltármelo para identificar a las criaturas que me rodeaban. Tenía que verlo como un muro de cristal, pero en cuanto lo pensaba, notaba que la vista iba en ambas direcciones y quien mirase vería el interior, como si no hubiera barrera.

 

Después intenté visualizarlo como una lámina fina de material plástico e intenté pasarlo. Si la Arcana me miraba, seguro que notó que levantaba la mano derecha y que parecía presionar el aire. No funcionó, sencillamente porque no estaba preparada para luchar contra mí misma.

 

En cuanto noté eso, me relajé. No tenía que luchar contra el muro pétreo que había construido en mi mente para alejar las miradas ajenas. Yo era el muro, yo veía a través de él.

 

Yo sentía a través de él.

 

En cuanto me convencí de ello, la tarea fue fácil. Al fin y al cabo, el reconocimiento de los seres vivos que me rodeaban era un ejercicio que había hecho una y mil veces de novicia en la isla de Avalon, durante mi aprendizaje. Lo único diferente era que ahora tenía que sentir y defender a la vez. Pero podía hacerlo. ¡Claro que podía hacerlo!

 

Empecé a notar las auras y mi éxito se tradujo en una sonrisa al reconocer las diferentes especies que había cerca. Un aura humana se giró hacia mí y casi visualicé el rostro alegre de la muchacha Arcana. Su pregunta no tardó en llegar y noté como las palabras salían de una forma casi musical de la zona donde debiera estar su boca. Sonreí de nuevo ante la belleza de lo que veía con los ojos de la mente (ya que había cerrado los míos para que no me estorbaran ni me ayudaran en mis deberes).

 

-- Aailyah Sauda, no se crea que es fácil. Sé que se me escapan algunas formas reptantes tras aquella maleza que no llego a discernir su naturaleza. Dudo si son gusanos de tierra o serpientes pequeñas. Pero siento las moscas del roble junto al agua, presiento las abejas del panal de un árbol que hay a su izquierda, noto una rana o un sapo con crías en una pequeña charca, los zapateros o libélulas que hay sobre unas hojas que flotan en el agua y...

 

Abrí los ojos, asustada.

 

-- Y esta ardilla que me acaba de mordisquear el tobillo -- dije, pateando con la pierna herida, intentando alejar al intruso. ¿Por qué me había atacado el bicho, por órdenes de la Arcana o por puro deseo malévolo del animal? Murmuré un insulto.

 

El muro había caído. Un simple roedor de árboles había sido suficiente para derrumbar mis defensas. Me sentí est****a, vulnerable y con unos deseos enormes de llorar. Pasaba muy fácilmente de la satisfacción de la victoria a la amarga derrota.

 

-- La ardilla no la noté hasta que me dio el mordisco... ¿Cómo no pude sentirla? -- gruñí, con rabia.

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Notar las dificultades en las que se veía inmersa Sagitas la hizo sentirse inquieta, así como desear ayudarla de alguna forma. Pero teniendo en cuenta que su mayor amenaza en aquel bosque era ella misma, no tenía mucho sentido que la ayudase a proteger su mente de sus propios ataques. Además, debía aprender sola... y la mejor forma de hacerlo era aconsejarle cómo hacerlo y luego dejarla practicar, tal y como estaba haciendo. Movió una mano ante la atenta mirada de Sauda, que ahora sólo la observaba mientras esperaba que Tauro llegase hasta aquel claro y luego pareció relajarse, consiguiendo así cumplir la tarea que la arcana le había mandado.

 

No era tan difícil. La idea era crear un muro opaco e infranqueable que solo pudiera ser atravesado por su propio creador. Visto así, parecía cosa sencilla pero una vez se pasaba a la práctica... era complicado mantener su fuerza para evitar que nadie pudiera atravesarlo hacia adentro del mismo modo que su creador lo hacía hacia fuera. Pero Sagitas ahora sí lo había conseguido.

 

Comenzó a hablar sobre lo que veía con su mente, pues tenía los ojos cerrados. Sauda asentía casi imperceptiblemente con la cabeza. Una ardilla se acercó hacia la pelimalva, pero ésta no lo había mencionado. ¿No lo sentía? El animalito siguió avanzando, parecía tener claro su objetivo... Sauda entornó los ojos, veía lo que iba a pasar. ¿Qué hacía Sagitas?

 

El parloteo de la mujer cesó en el momento en que el animal clavó sus colmillos en su tobillo para luego alejarse corriendo. Sauda frunció los labios para detener la sonrisa que apareció al oír a la Potter Blue maldiciendo y luego colocó una expresión de comprensión en su rostro, mirando con cariño a su pupila.

 

Relájate, Sagitas. Cuanta más tensión acumules, más difícil te será mantener la concentración —le indicó, con paciencia. Luego tomó asiento en el suelo con suavidad, acariciando el suelo con la palma de la mano como para indicarle a su alumna que tomara asiento junto a ella—. ¿Qué le ocurre a tu cuerpo cuando realiza cualquier esfuerzo físico? Se agota, ¿cierto? Pues la mente funciona del mismo modo. Cuanto más la fuerces, más agotada se sentirá. Tómate un respiro, siéntate aquí.

 

Guardó entonces silencio para darle a Sagitas un momento de reflexión sobre sus palabras, así como para que se sentara con ella. Luego, cerró los ojos. No necesitaba tenerlos abiertos para sentir lo que sentía su pupila.

 

Estás muy cerca de terminar tu camino en esta clase, más de lo que te piensas. Pero, antes de que te haga la pregunta que todos esperáis desde que pisáis las clases de habilidad... necesito que me demuestres que has comprendido en qué consiste la Oclumancia. La mente no es algo físico. No es como un brazo, una pierna o cualquier otra cosa que puedas defender con magia o una simple coraza. Es algo mucho más complejo y poderoso si se sabe usar correctamente —le explicó a viva voz. Aquel descanso le iría de perlas—. Has forjado una defensa muy poderosa hace un rato pero, en el momento en que menos debías preocuparte, has perdido la concentración y un simple roedor ha podido acercarse hasta tu pie sin que lo sintieras. Y no, yo no he tenido nada que ver —añadió, con cierto tono burlón—. No sé porqué no has podido sentirla, es algo que sólo depende de ti, pero sí sé que he visto cómo tu defensa se resquebrajada sin remedio como un cristal al que golpeas con una piedra sin motivo aparente de ello. Todo está en la concentración, en el poder que inviertas en tu defensa. No tienes que hacer ningún esfuerzo, simplemente... protege tu mente. Cierra tus secretos y recuerdos con un cerrojo que nadie sea capaz de abrir, con una puerta que nadie pueda forzar por mucho que lo intente. Piensa en aquello que más temas mostrar... —y Sauda recordó algunas de las cosas que había visto en la mente de Sagitas— ... y ahora piensa en qué pasaría si lo averiguaran. Verás como en ese tipo de planteamiento encuentras lo que necesitas para que tu defensa no caiga por mucho que la presión amenace con vencerte.

 

Ambas quedaron en silencio. Sauda abrió de nuevo los ojos y tuvo que entornarlos ligeramente por la claridad del claro del bosque. Miró de reojo a Sagitas sin introducirse en sus pensamientos. No quería volver a invadir su intimidad... al menos por el momento.

 

¿Has llegado a alguna conclusión que quieras compartir conmigo? ¿Algo que preguntar? —preguntó entonces, al cabo de unos minutos—. En cualquier caso, espero que te haya servido este rato de descanso porque vamos a continuar con la clase pronto, en cuanto me digas que estás lista para seguir.

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Dio un respingo. ¡La ardilla le estaba hablando! O eso creyó al principio, pues a pesar de que la seguía observando sin parpadear, no parecía estar moviendo su boca, simplemente la miraba, pero la voz dentro de su cabeza no calló. La misma Arcana Sauda se estaba dirigiendo a ella mentalmente y pese a no estarla viendo, daba igual si estaba allí o no, pues cada palabra llegaba muy clara a su mente y eso ya de por sí hablaba de lo poderosa que podía ser la Arcana. Sus ganas de conocerla iban en aumento y en cuanto le dijo sobre lo mucho que respetaba la naturaleza y todo lo que la rodeaba se sintió identificada.

 

— El gusto es todo mío —no hacía falta decir o añadir algo más, pues ella sabía todo de su aprendiz. ¿Cuando podría conocerla personalmente? ¿Y si la estaba observando en ese mismo momento? Miró a la ardilla esperando a que se transformara en la Arcana, pero esto nunca ocurrió. Sonrío negando de lado a lado y de nuevo Sauda le habló, esta vez con instrucciones de lo que sería su primera prueba. ¿Qué tan difícil era encontrar el claro en un bosque? Pronto lo descubriría.

 

A pesar de haberse encariñado con la ardilla no podía seguir con el juego de miradas y con cierta melancolía se despidió del animalito tras acariciar suavemente su cabeza y cola. Al principio había ignorado la advertencia de sed de la Arcana, pero con cada paso que daba parecía tener más y más sed, hasta que ese fue su único pensamiento y la misión inicial pasó a segundo plano. Cerró los ojos intentando concentrarse y el dulce sonido del agua llegó tan fuerte que su corazón bombeó con la misma intensidad. Ni siquiera tuvo que pensarlo demasiado para seguir el camino que la llevaría directo al río donde el agua más cristalina y pura se amontonaba. Con prisa, como si hubiese estado deambulando por el desierto por días, se puso de rodillas a la orilla del río y en cuanto estiró los brazos para zambullir las manos, la ardilla apareció nuevamente.

 

— Diría que me estás siguiendo, pero ahora no tengo tiempo, necesito tomar de este agua, lo necesito —el deseo la estaba superando y aunque anteriormente pensó en usar un aguamenti, por algún motivo sabía que esto no saciaría su sed. Al ver que el animal no se apartaba empezó a impacientarse y sólo cuando estuvo a nada de apartarlo bruscamente, recordó las palabras de Sauda —Claro, debo respetar a la naturaleza, eso incluye a los animales —miró a modo de disculpas a la ardilla —y a todo —. Meter las manos en el agua no haría más que ensuciarla y de eso se dio cuenta al ver sus palmas llenas de tierra y de pedacitos de hierba, pero también estaba claro que tenía que beber de ella. Con cuidado se puso en pie apartando la vista de lo que tenía al frente y con prontitud empezó a buscar algo que le pudiera servir de recipiente, algo que estuviese destinado para sumergir allí y no estuviera sucio.

 

—¡Lo tengo! —exclamó al cavo de un rato. A pocos metros del río, justo al lado de un árbol, había un recipiente ovalado que había sido utilizado anteriormente para tomar agua de el, lo tomó con ambas manos y corriendo se volvió a arrodillar en la orilla para sumergirlo y llenarlo hasta el tope, una vez lleno empezó a tomar agua a grandes bocanadas, derramando algunas gotas que terminaron en su blusa. Luego de calmar su sed, se sintió cansada y los ojos se le cerraron sin siquiera poder evitarlo, a los pocos minutos Taurogirl se había quedado dormida y sólo el movimiento de la cola de la ardilla en su cara la hizo despertar.

 

— ¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó escandalizada, pero de inmediato se tranquilizó al darse cuenta de que aun no se ocultaba el sol. Había pasado cerca de media hora que se sintieron como todo un día y quizás en realidad había pasado un día. ¿Sería culpa del agua? Como fuera lo importante es que ya no tenía sed y antes de sentir la tentación de sumergirse al río por completo, se alejó corriendo para seguir con su búsqueda del claro. A pocos metros de donde se encontraba se escuchaban voces, pero no estaba segura de si aquel era el camino correcto.

 

— Arcana Sauda, ¿estoy yendo hacia el camino correcto? —preguntó, esperando algún tipo de respuesta.

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