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Oclumancia


Aailyah Sauda
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Estaba muy enojada con el maldito animalejo. La ardilla había conseguido que mi mente sintiera el dolor y rompiera todas las barreras que tanto me habían costado levantar. Apreté los dientes con rabia y respiré de forma airada un par de veces. Las palabras de calma de la Arcana no me hicieron efecto al principio pero después fui relajando la mandíbula y, poco a poco, recuperé el equilibrio que necesitaba para intentarlo de nuevo.

 

-- Entiendo -- repliqué.

 

En realidad, no era mucho más diferente que las prácticas de sacerdocio, cuando necesitabas concentración para conectar con las mentes de las hermanas novicias. Cualquier mosquito que pasara era capaz de desconcentrarme, hasta que aprendí a buscar las mentes con las que quería conectar antes de conseguirlo. Sólo era relajación y acción, no permitir que nada quebrara el muro, por inesperado que fuera, como cuando la Suma Sacerdotisa daba una palmada en el aire súbitamente para llamar nuestra atención y romper el vínculo.

 

Sonreí y asentí al aire.

 

-- Estoy dispuesta a intentarlo de nuevo.

 

Y allá fui. Seguí su consejo. Pensé... Vi las imágenes del pasado oscuro que había formado mi crecimiento en el pueblo, mi actuar de forma radical en la defensa de un ideal; tan radical que había causado muertos, sufrimiento, dolor ajeno... Sabía que eso, ESO, era lo que tenía que resguardar bajo un manto de capa de invisibilidad que nadie traspasara. Si se supiera... En vez de apretar la mandíbula con rabia, hice algo más sencillo, me visualicé tapando con una tela todos aquellos recuerdos y poniéndome delante, para impedir que nada la levantara. Me sentí capaz de cerrar esa parte de mi mente para que nadie la tocara y, a la vez, dejar el resto de mi cerebro activo para detectar otros peligros que hubiera presente.

 

Me sentí capaz de hacerlo.

 

Era capaz.

 

Lo iba a conseguir.

 

Sonreí, era fácil cuando sabías lo que tenías que perder y lo mucho que darías por impedirlo. Era más fácil que encerrarme yo entera, era... Era posible conseguirlo.

 

-- No quiero compartir nada con usted, Maestra. Lo contrario, voy a escondérselo y no podrá leerlo. Estoy lista.

 

Mi voz sonó firme y decidida y, sobre todo, calmada. Esta vez nada iba a impedir esconder lo innombrable.

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El motivo de tomar aquella habilidad en realidad no era tan halada de los cabellos si se veía de manera objetiva. Si nadie podía entrar en su cabeza, nadie podría usar cosas en su contra. Era tan sencillo como eso. Había pasado de su habilidad natural de hablar con las serpientes, cosa que había descubierto poco antes de inscribirse en el Ateneo, a una que dependía de mucha más dedicación que seguir los instintos. Estaba consciente que sería difícil, sabía también que posiblemente tuviera la inclinación a detenerse en algún punto, pero conocía sus ambiciones y sabía que no iba a parar hasta conseguir lo que deseaba.

 

Así había hecho con todo en su vida y, de momento, estaba funcionando.

 

Los pasos de la Atkins eran tan silenciosos como podía serlo en medio de la Universidad. Su avance era más o menos veloz, más que todo por el hecho de que quería empezar cuanto antes, pero no estaba apurada. Había escuchado las indicaciones de dónde se encontraba el espacio de la Arcana de la que recibiría clases en aquella ocasión, prestando atención a los rumores de la mujer para saber un poco más de ella. Se decía que poco se la veía fuera de aquél entorno colorido y pacífico que la rodeaba, ahí donde la rubia se adentraba cada vez más, se decía que llegar a ella era tan complicado como la misma habilidad.

 

Sólo esperaba tenerle más aprecio que a Lawan. Todos los Arcanos tenían un lugar especial en el respeto y admiración que la italiana podía llegar a tener, siendo las únicas personas además de sus líderes de bando de quienes se dignaría a aprender algo, incluso a bajar la cabeza para saludar. El anciano de Parsel había iniciado en el mismo nivel y gradualmente lo había ido perdiendo. Era consciente de que poco le importaría a la anciana de esta ocasión lo que ella pensara pero, la verdad, ella lo único que quería era sentir empatía de una persona quien era por mucho superior. No debía ser tan complicado. Con Badru había empezado mal y al final le había caído bien, como debía serun profesor, esperaba que Sauda fuera similar.

 

Llevaba caminando largos minutos, perdiendo la noción del tiempo mientras sus ojos analizaban el entorno, cuando notó que en realidad no estaba llegando a ningún sitio. Mirando a la izquierda, plantas, árboles hermosos e incluso un poco de fauna variada. A la derecha, más de lo mismo. Y al frente, bueno, no es que pudiera ver nada más que verde por doquier. ¿Se referían a eso los rumores de que llegar a ella era complicado? Siguió andando unos minutos más, haciendo que su túnica esmeralda pasara a ser parte del paisaje y finalmente se detuvo, cuando notó que llegaría a los Alpes antes de llegar a la Arcana y confió en la magia de Sauna, quien seguro sabría que ella estaba ahí.

 

—¿Hola? —no llamó demasiado alto, ni demasiado bajo. Esperaba que la mujer saliera detrás de un arbusto o algo similar, aunque se preparó también para recibir un ataque inesperado, quizás...

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Me preparé para soportar el ataque de la Arcana. No sé porqué, confiaba en ella. Eso era algo que no había conseguido el arcano de Nigromancia. Ambos tenían mi respeto pero, sin embargo, algo me decía que aquella mujer joven (vieja, seguro, sólo que con gran poder como para ocultar su edad verdadera bajo un gran hechizo ilusionador) era de fiar. Todo lo que viera en mi mente, todo lo que ya había visto, no lo utilizaría en mi contra. Estaba segura.

 

Confiaba en ella.

 

Así que respiré y solté el aire poco a poco, dispuesta a levantar una barrera, esta vez impenetrable, y no dejar que nada ni nadie me impidiera proteger mis recuerdos. Volví a concentrarse con los ojos cerrados, pero después, cuando conseguí el estado de paz interna que había buscado, los abrí de nuevo. Veía, sí, pero mi vista iba más allá. Sin moverme, sin girarme, sólo con el poder mental que estaba despertando en mí, fui capaz de ver a la Arcana, a los animales que habitaban la zona, a la ardilla que me había mordido. Hice una pequeña mueca que casi pareció una sonrisa y le ordené:

 

-- Vete.

 

Fui suave y mientras observaba como el animal daba media vuelta y se iba a una rama de un árbol alejado, noté que mis defensas no se habían movido ni un ápice. Volví mi atención hacia la Arcana.

Aailyah Sauda miraba más allá de mí, pendiente de mí y de algo más. La curiosidad me pudo así que hice algo que no me habían mandado: intenté ver lo que le atraía. No puedo asegurar que tuviera éxito; no estoy segura, pero sí puedo decir que algo pasó. No sé describirlo pero supe que ella, sin dejarme entrar, me permitía conocer que había compañía. Retrocedí la cabeza un poco al sentirme rechazada. Sonreí de forma más abierta; mis defensas seguían intactas a pesar de todo.

 

-- Tenemos compañía, parece que hay dos personas, femeninas, que se acercan. Su aura es potente. Yo diría que son... -- ¿mortífagas? ¿almas oscuras? -- amigas, alumnas de esta habilidad.

 

 

Volví a sonreír, divertida. Una de las auras era conocida, azulona. ¿A quién conocía yo así? Pues esa aura la había visto más veces. De esto estaba segura.

 

-- ¿Arcana? Creo que tendré compañeras de estudio. ¿Se me permitirá practicar con ellas?

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¿No quieres compartir nada conmigo, de verdad?

 

La actitud de Sagitas se había ido endureciendo conforme avanzaba la clase. Parecía estar decepcionada por haber dejado caer sus defensas por culpa de una ardilla, pero poco a poco se había ido suavizando. De hecho, Sauda estaba prácticamente segura de que había logrado comprender sus explicaciones y ahora se disponía a ponerlas a prueba. Y así fue, porque ella misma se lo anunció. La arcana sonrió, complacida por la actitud de la pelimalva, y luego procedió a intentar penetrar en su mente. Y pudo hacerlo, pero hasta cierto punto. La barrera era prácticamente perfecta. Sauda endureció el ataque, pero esta vez Sagitas ni siquiera pareció notarlo.

 

Había conseguido crear un muro perfecto, ahora sí había comprendido de qué trataba la Oclumancia realmente. No podía sentirse más orgullosa.

 

Se despistó durante un instante al notar que Tauro comenzaba a afrontar la tarea que le había impuesto para iniciar su clase, había estado a punto de cometer un error... pero había rectificado justo a tiempo. Y alguien más había llegado al bosque y la estaba buscando... una nueva alumna. Asintió levemente y luego regresó su atención a Sagitas. Volvió a atacarla, a intentar derribar su muralla y se encontró con que ésta seguía siendo tan fuerte como un rato antes incluso cuando la Potter Blue había interactuado con su entorno, incluida la ardilla que la había mordido en el tobillo. Y su sorpresa aumentó un poco más cuando su pupila manifestó que podía sentir a las dos jóvenes que se unirían pronto a ellas.

 

Interesante... no dejas de sorprenderme, Sagitas. Has tenido un cambio de actitud muy positivo, tanto que creo que no, no tendrás oportunidad de reunirte con tus compañeras de estudio recién llegadas al bosque —le respondió, pronunciando cada palabra con lentitud como si las estuviera saboreando—. Aunque todo dependerá de ti, no de mí. Puedo enseñarte muy poco ya sobre Oclumancia, tienes aprendidas todas las pautas para saber lo que tienes que hacer a partir de ahora para proteger tu mente y me has demostrado que has asimilado completamente mis enseñanzas, así que ha llegado el momento de preguntarte si te sientes preparada para afrontar la Prueba de Habilidad que te vinculará completamente a esta habilidad. Valóralo mientras doy instrucciones a tus compañeras hasta aquí.

 

Dicho aquello, se concentró en las dos mujeres que se movían por separado por el bosque. Tauro acababa de despertarse después de haberse quedado dormida junto al río y ahora le preguntaba si llevaba bien camino y Leah acababa de llegar y no sabía adónde dirigirse. La pregunta de Tauro le llegó como un susurro, aunque perfectamente clara. Sonrió con suavidad.

 

«Llevas buena dirección, sí, ése es el camino. Pero, ¿qué has estado haciendo y por qué no has llegado ya? ¿Acaso te distrae algo mientras intentas encontrar el camino? Sólo tienes que seguir recto desde donde estás...», y la voz de Sauda se perdió en el aire a pesar de que aquellas palabras las había mandado con su mente y Tauro las habría sentido dentro de su cabeza, como un pensamiento propio. Lo que también sentiría entonces sería una incesante necesidad de torcer a derecha e izquierda cada pocos metros a pesar de la orden expresa de la arcana de avanzar en línea recta. ¿Sería capaz de controlar su mente para poder avanzar sin dejarse confundir por el ataqe de la mujer?

 

Hecho aquello, centró su atención en la figura recién llegada al bosque que no estaba muy lejos de donde se encontraba Tauro. Procedería a saludarla, como solía hacer con todos sus alumnos recién llegados, para luego ponerle una primera prueba que servía a la vez como toma de contacto. «Hola, Leah Atkins Ivashkov, bienvenida a tu clase de Oclumancia. Soy Aailyah Sauda, tu maestra a partir de ahora. Por el momento, no tendrás oportunidad de verme hasta que yo lo considere necesario. No hay mucha normativa para esta clase, salvo que quiero que des el mejor de tus esfuerzos en todo lo que yo te diga y que debes respetar la naturaleza tanto como lo haces con lo que más quieras y desees proteger en tu vida. Si no lo haces, no conseguirás mi favor y probablemente ni siquiera me moleste en enseñarte nada sobre lo que, si estás aquí, tanto deseas aprender». Guardó entonces un dramático silencio con el que pretendía que Leah meditara sobre sus palabras, aunque intuía que su carácter era más duro de lo que había visto hasta ahora en sus últimos pupilos. No obstante, aquello no le preocupaba. Ella podía resultar muy persuasiva... sobre todo con los alumnos recién llegados. «Te encontrarás con el resto de alumnos de Oclumancia en un claro del bosque, no será muy difícil de encontrar si sigues mis instrucciones. Busca un árbol con el tronco distinto del resto cerca de donde estás y, cuando lo hagas, camina a la derecha de éste en línea recta para encontrarnos. Bueno, para encontrar a tus compañeras», matizó. Por supuesto, no iba a mostrarse como arcana hasta que no estuviera segura de que merecían conocer su identidad. «Y recuerda: respeta a la naturaleza». Calló entonces a la espera de ver cuánto tardaba Leah en encontrar el árbol que le había indicado. No había ningún árbol con tronco distinto, pero ella lo vería así gracias a la magia de Sauda, que había colocado dicha ilusión en la mente de la Ivashkov. Además, la auténtica prueba antes de encontrar el claro iniciaría en ese punto pues, en cuanto viera el árbol, Leah comenzaría a sentir impulsos violentos que la llevarían a querer cazar un pájaro por encima de cualquier otro deseo, incluido el de encontrar el claro.

 

Regresó entonces su atención a Sagitas a la espera de ver cómo reaccionaban las recién llegadas. ¿Habría tomado ya su decisión?

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Había estado preparada para todo, menos para eso. Se tensó de inmediato, como si hubiera escuchado de forma explícita el día y la hora en que moriría. Sus ojos seguían al frente, no había necesidad de mirar a los lados para buscar a la dueña de la voz; estaba en su cabeza, metida en lo más profundo de su mente como si siempre hubiera estado ahí. En ese momento, se sintió preocupada. ¿Qué hacía ahí metida? Le costó seguir el hilo de sus palabras debido a la cantidad de concentración que estaba poniendo en perder el control, pensando en cómo sacarla de su cabeza incluso cuando no había hecho nada malo en su contra.

 

¿Debía responderle?

 

Frunció el ceño, sabiendo que la habilidad le iba a costar mil veces más que cualquier otra cosa que hiciera en el futuro o que hubiera hecho hasta la fecha.Tardó mucho más de lo esperado en responder, acabando con un "Sí, Arcana", por miedo a sonar tonta hablando con la nada. Así mismo, empezó a andar por el alrededor, todavía pensando en lo que acababa de suceder. En primer lugar, sabía su nombre entero, cosa que era preocupante más que todo porque se suponía que no sabía quién era. En segundo lugar, ¿cómo había llegado a meterse tan rápido en su cabeza? ¿A qué distancia? Apretó los dientes, sintiéndose indefensa y fue entonces cuando sus ojos captaron un árbol.

 

En un principio parecía normal, sin nada diferente a lo que hubiera visto en el bosque. Pero cuando le lanzó la segunda mirada, notó que el tronco no era tan marrón como el resto sino opaco y torcido. Y la ansiedad comenzó. De pronto, sin respuesta aparente dentro de la lógica que se regodeaba de poseer, sintió el impulso de cazar. Sus ojos se dirigieron al cielo, donde algunas aves revoloteaban y captó una curiosamente llamativa, una que hizo que todas las alarmas de su cerebro se dispararan. Respeta a la naturaleza, habían sido las palabras de Sauda y vaya que estaba tentada a no hacerle caso.

 

Bajó los ojos a la tierra, muy abiertos, buscando algo que la distrajera. Había rocas, pequeños caminos irregulares de hormigas, hongos, arbustos, la copa de los árboles... Poco a poco, sin notarlo, había ido subiendo de nuevo la cabeza hasta ver una vez más al maldito pájaro. Pestañeó, ¿y si la Arcana había escuchado ese pensamiento? Vale, tendría que controlar también el vocabulario. Se obligó a recordar las instrucciones de la anciana y avanzó, guiada únicamente por la convicción de aprender algo nuevo, hacia la derecha. La difícil tarea recién empezaba y lo notó en los dolorosos minutos posteriores a su partida.

 

Cada cinco segundos, más o menos, su vista regresaba por sí sola al cielo azul y la llevaba directamente a la misma ave. Parecía como que el animal la seguía, así como el deseo incontrolable de matarlo. Había pensado en mil y un formas diferentes de acabar con su vida. Tenía las medias lunas del Seccionatus, las flechas de Fuego, el Sectusempra. Cerró los ojos mientras pensaba en lo que quería hacer, imaginando con vivos detalles cómo caía después de uno de sus ataques. Había lanzado la varita en algún lugar inalcanzable de la túnica, para no sentirse más tentada, pero sabía que era perfectamente capaz de lograrlo con hechizos sin varita. Pero cuando parecía a punto de ceder, chocó contra algo suave que le hizo abrir de nuevo los ojos.

 

—Yo, ehm... ¿Amor?

 

Su olor, el color del cabello, la ropa, su cuerpo. Todo en esa mujer era algo que conocía perfectamente bien y fue por esa razón precisamente que perdió el color a un punto preocupante. No tenía ninguna intención de que Sauda supiera que eran algo y lo usara en su contra para que las dos hicieran mejor la tarea de cubrir sus pensamientos. Por eso, esperando por todos los medios que la Arcana no estuviera mirando, sacó el anillo de compromiso de su dedo corazón y lo guardó con cuidado en uno de sus bolsillos. El dedo le parecía extrañamente liviano sin el peso de la plata. Frunció el ceño una vez más, aclaró la garganta y fingió a la perfección una sonrisa amable, que esperaba sirviera de algo.

 

—Taurogirl Crouch —se inclinó ante ella, como si no fuera nada más que una de sus vasallos y se separó el espacio necesario, teniendo unas ganas locas de saltarle encima—. Es un gusto verla.

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Sentí satisfacción al detectar a la Arcana y ver que me halagaba por mis logros. No dejé, sin embargo, que la vanidad me llenara tanto como para descuidar mi muro. Estaba segura que, si ella quería, no serviría de mucho, pues era un Arcana, con poderes que yo distaba mucho de poseer ahora mismo y, quizás, nunca. Era consciente que ella era la mejor en esta Habilidad y no podía hacer más que imitarla, tal vez en algún momento de mi vida, si vivía lo suficiente, igualarla, pero nunca superarla.

 

Me afiancé en la seguridad de que no podía filtrarse nada de lo que yo tenía dentro y superé un nuevo intento de "colarse" dentro de mi cabeza. Supuse que no se estaba dedicando a fondo porque seguro que hubiera podido, pero yo conseguí mantenerme firme y no dejar que viera lo que escondía.

 

-- ¿No estaré con ellas? -- de repente me entró un miedo frío. ¿Quería deshacerse de mí porque no me encontraba apta? Rechacé la idea con alegría al comprender la siguiente frase. -- ¿En serio?

 

Aspiré con fuerza y retuve el aliento, esperando una respuesta negativa, una insinuación que era una broma, que no era cierto... Pero ella no dijo nada más, sólo esperaba mi respuesta.

 

Solté el aire de golpe e hice una mueca de esperanza y dije que sí con la cabeza, después de miedo y dije que no con la cabeza. Di dos pequeñas y muy leves palmadas con las manos y después entrelacé los dedos, para evitar seguir haciendo el bobo y haciendo gestos contradictorios. Con las manos sujetas la miré. La Arcana estaba siguiendo a las dos alumnas pero yo, casi, me había olvidado de ellas.

 

-- ¡Sí, sí, sí quiero!

 

Vamos, que cualquiera podría haber pensado que me acababa de prometer a una novia jovencísima, la imagen que mantenía aún la Arcana. Me reí, sintiéndome feliz y nerviosa a la vez.

 

-- Quiero decir que sí, que quiero hacer la prueba, si cree que estoy preparada. Pero me muero de miedo. ¿Y si no la paso? ¿Y si no me queda bien el anillo en los dedos? Ya llevo tantos...

 

¿Pero qué tonterías estaba diciendo? Desvariaba de nerviosismo, eso era seguro.

 

-- Sí, Maestra, Arcana Sauda. Quiero hacer la prueba e intentar vincularme. Haré todo lo posible por conseguirlo. No la defraudaré, ya verá... -- Hablaba demasiado así que acabé con un sencillo monosílabo: -- ¡Sí!

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La reprimenda por parte de la Arcana no se hizo esperar, aunque no fue tan dura como hubiese esperado sabía que debía darse prisa y que el haberse quedado dormida había estado mal. Se sintió un poco avergonzada y apenada, justo en su primer día y ya pensarían que era una holgazana. Su puso en pie de un solo salto escuchando atentamente las nuevas instrucciones y emprendió nuevamente la caminata, siempre yendo hacia el frente, tal como le habían dicho, pero con cada paso que daba algo llamaba su atención haciendo que se desviara y le costara recuperar la dirección.

 

Primero la sed y luego esa necesidad de ir por el camino equivocado. ¿Por qué no era capaz de controlarse, como siempre lo había hecho? Resultaba demasiado frustrante no poder hacerlo, ella que siempre se jactaba de tener control absoluto sobre sí misma no podía hacer algo tan simple como seguir el camino recto y para colmo, aunque no la escuchara, sentía que la Arcana la acompañaba en todo momento, cuestionándole cada pensamiento, cada decisión. Si no se la sacaba pronto de allí o empezaba a luchar contra ello terminaría volviéndose loca.

 

— ¡Es suficiente! —el mismo enojo permitió que por un breve tiempo Tauro pudiera luchar contra aquello que pretendía retrasarla más y por esos pequeños minutos a su favor apresuró el paso hasta que finalmente divisó una cabellera violeta bastante conocida. Ella debía ser una de esas alumnas de las que Sauda le había hablado, pero aparte de ella no veía a nadie más. Sintió como el autocontrol estaba a punto de desaparecer y las ganas de ir hacia la izquierda simplemente porque sí se apoderaban de sus piernas, estuvo a punto de hacerlo, pero al girar chocó con algo, o más bien con alguien que la dejó perpleja y no fue la única.

 

— ¿Mi vida? ¡Mi vida! —la expresión de confusión fue reemplazada por una de alivio, lo que contrarrestó completamente con la palidez del rostro de su novia. Su mirada viajó de inmediato a su mano, observando paso a paso cómo se desprendía del anillo sin entender realmente lo que hacía, pero lo que la dejó más perpleja fueron sus siguientes palabras.

 

Le costó bastante entender lo que estaba pasando, aun deseaba ir hacia la izquierda y su mente trabajaba demasiado tratando de aferrarse al deseo de seguir por el camino correcto y comprender las acciones de Leah. Finalmente, con un poco de esfuerzo, entendió que estaban ante alguien que era capaz de leer sus mentes, lo cual podía resultar muy peligroso para ambas si no se iban con cuidado. Asintió dedicándole otra sonrisa, dándole a entender que lo comprendía.

 

— Señorita Atkins, el gusto es mío, pero me temo que no nos podemos retrasar más —acarició con disimulo el anillo de su mano, creyendo que si sólo una de ellas lo portaba no llamaría tanto la atención —Es por aquí —dijo señalando el camino detrás de ellas —Disculpe, quise decir por aquí —esta vez señalando hacia el frente.

 

— Ofrecería una disculpa por la tardanza, pero ni yo misma sabría explicar qué pasó —no veía por qué mentir, así que prosiguió — Sagitas, Arcana Sauda, mi nombre es Taurgirl Crouchs y he venido a aprender y adquirir la habilidad de la Oclumancia —no se atrevía a mirar a la Arcana directamente a los ojos, su instinto le decía que podía ser peligroso.

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"Mi vida"

 

La culpabilidad tras aquella pequeña frase se apoderó de ella como si le hubiera caído encima un montón de agua helada, cientos de litros deslizándose por su espalda. Fue incluso más fuerte que las ganas de matar al pájaro, que seguía revoloteando sobre su cabeza como si pretendiera que lo matara de una vez o se aburriría. Dejó de preocuparse por él, por todo lo demás y siguió fingiendo la sonrisa mientras continuaba por el camino estipulado. Primero tuvo una confusión con respecto a qué lado tomar, ya que confiaba más en la Crouchs que en sí misma, pero recordaba claramente que la Arcana había dicho que era a la derecha.

 

¿Estaría su... líder pasando por el mismo trance extraño que ella? Esperaba que no. Ya era bastante difícil concentrarse en no pensar en ella como algo importante, lo más importante de su vida, cuando tenían que lidiar con los juegos mentales de la anciana con la que debían reunirse. Ella misma no era consciente de la cantidad de sudor que bajaba por su nuca debido al esfuerzo o la forma en que apretaba las manos y acariciaba con cierta manía el espacio de su anular donde debía estar el anillo de compromiso. Estaba tan cerca de perder la cabeza debido a la concentración, que lo único que pausó por un segundo su dolor de cabeza fue el escuchar la voz de la peli-azul. Pero no le hablaba a ella, sino a alguien más.

 

Detuvo sus pasos, algo desconcertada puesto que no sabía en qué momento exacto habían llegado al punto de reunión y empezó a estudiar el entorno. Ya no tenía ganas de matar a nadie y tampoco una habilidad imaginaria para la caza. Ya no tenía el dolor de cabeza de antes y era evidente que ya no estaba teniendo visiones donde asesinaba a la pobre criatura en contra de las pautas de la anciana. Y esa anciana las miraba en ese preciso instante. Ver a Sauda la hizo llevar los ojos de inmediato a Sagitas, más que todo porque recordaba claramente que el control mental necesitaba de cierto contacto visual y no quería caer tan pronto en ello.

 

—Arcana Sauda, Potter Blue.

 

Sonaba algo perturbada, aunque el tono de su voz seguía siendo melodioso. Aclaró su garganta antes de proseguir y tomó aire, mucho aire, como si quisiera oxigenar a todo un pequeño país.

 

—Yo soy Leah Atkins Ivashkov, aunque eso ya lo sabe —hizo una mueca difícil e interpretar, puesto que seguía preguntándose cómo había entrado a su cabeza a tantos metros de distancia—. Quisiera obtener sus conocimientos y cursar la habilidad de Oclumancia bajo su tutela, si me lo permite.

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Sauda sonrió una vez más escuchando a Sagitas. Había reaccionado tal y como había previsto, aunque no por ello le resultaba menos llamativa su actitud. Contuvo una risita y luego la miró fijamente.

 

¿No pasarla, dices? ¿Acaso me estás diciendo que fallo a la hora de afirmar que estar lista para superarla? —la cuestionó, más en broma que en serio—. ¿Que no te quedará bien el anillo? Qué curiosa me resultas, querida, de veras que sí —añadió, con una risita—. Te quedará perfecto, aunque ya hablaremos del anillo más adelante. Tómame la mano... nos vamos.

 

Y acto seguido, alargó la mano a la espera de que Sagitas la tomase para ambas desaparecer.

 

********

Era ley de aquellas clases que unos alumnos llegaran, salieran y superaran la habilidad cada cierto tiempo, de tal forma que a veces Sauda terminaba mezclando nombres, historias y anécdotas. Ahora tenía dos alumnas al mismo tiempo, cosa que no le había sucedido desde hacía bastante, y aún no sabía cómo reaccionarían cuando se encontraran. ¿Tendrían problemas en tener que trabajar con otra persona algo tan peligroso y poderoso como la Oclumancia? ¿O no tendrían inconvenientes?

 

Podía percibir las dudas de Leah tras haberle hablado a través de la mente, dándole las indicaciones a seguir. Podía sentir su confusión, cómo se sentía indefensa... aquello era lo que quería, que fuera consciente de que la fuerza bruta no siempre era lo más eficaz, Que se diera cuenta de que debía protegerse mucho mejor que con un conjuro ejecutado con una varita. Encontró el árbol que embotó su mente y, de repente, encontró aquel pájaro que comenzó a confundirla totalmente. Sauda se concentró en ver cómo la Ivashkov luchaba contra el impulso de herir al animal sin poder evitar sentirse inquieta. No podía despistarse ni un segundo, no podía permitir que tocara al ave. Aunque no hizo falta tanto, pues Leah lo soportó bastante bien.

 

Pero entonces, ocurrió algo que desbarató los esquemas de Sauda. Había chocado con Tauro, la otra alumna, y toda su confusión había desaparecido de un plumazo. Y no porque hubiera sacado fuerza de su interior para proteger su mente de aquel conjuro que la arcana había llevado a cabo contra ella, sino porque la Crouchs parecía ejercer un dominio muy fuerte en su ser. La africana lo comprendió de golpe y una extraña sonrisa apareció en sus labios, a pesar de que se encontraba en el claro y nadie podía verla. «Esto va a ser de lo más divertido, y yo que pensaba que lo había visto todo», se dijo a sí misma, encantada con aquella situación. El amor era uno de los sentimientos más puros y espontáneos que el ser humano podía sentir. Algo que se aprende desde pequeño y se desarrolla de mil maneras distintas a lo largo de la vida. Y ella, en aquella ocasión, tendría que adiestrar en el noble arte de la Oclumancia a una pareja enamorada.

 

La maniobra de distracción de Leah le llamó la atención, parecía querer evitar a toda costa que la arcana supiera de la relación sentimental entre ambas. Y ella no tenía intención de demostrarle que lo había visto todo hasta que no llegara el momento indicado. Soltó una risita cuando la escuchó saludarla formalmente.

 

Por su parte, Tauro había tenido que hacer frente a la confusión que Sauda le había provocado tras indicarle que debía caminar en línea recta para llegar al claro. La presión mental de la arcana la había hecho querer girar en todas direcciones, y la peliazul había terminado gritando al aire para que la dejara. Aunque parecía tener claro que aquello no alejaría a la arcana de su mente. Se había topado con Leah en el momento en que iba a ceder al cambio de rumbo, y había reaccionado tan espontáneamente como la Ivashkov. Sin embargo, ésta había actuado con más rapidez disimulando y Tauro había dudado un poco más, aunque enseguida le siguió el juego. Y luego le indicó el camino a seguir, aunque seguía dudando un poco.

 

Alcanzaron el claro enseguida y Sauda se mostró joven a los ojos de las recién llegadas, tal y como hacía siempre con todos sus alumnos. Y aunque normalmente no se presentaba como arcana directamente, las cosas no habían sucedido como de costumbre y la habían visto antes de tiempo.

 

Bienvenidas, jóvenes aspirantes a oclumantes. Soy Aailyah Sauda, arcana de Oclumancia y vuestra maestra mientras estéis aquí —se presentó con solemnidad con un gesto bondadoso en la mirada—. ¿Os conocíais, queridas? He podido observar algo extraño antes... ¿algo que tengáis que decir al respecto?

 

Guardó entonces silencio durante un instante, a la espera de ver qué tenían que decir.

 

Bien, antes de comenzar quisiera preguntaros algo. ¿Creéis que tenéis lo necesario para aprender a proteger vuestra mente sin necesidad de usar la varita? Los magos tienden a necesitarla para todo... pero aquí no las usaremos, no serán necesarias. Quiero saber qué esperáis obtener de mí, qué queréis conseguir al obtener la habilidad de Oclumancia y porqué habéis elegido ésta y no cualquier otra más llamativa, como el resto de jóvenes magos de esta región —siguió diciendo, sin perder el gesto amable en su rostro—. Por último y antes de comenzar, sólo espero que estéis verdaderamente preparadas para hacer frente a lo que vendrá ahora y que no tengáis miedo de fracasar, pues nadie nace sabiendo dominar esta habilidad... o casi nadie —se corrigió, pues ella era oclumante de manera innata—. Así que confiad en mí en todo momento, y yo os enseñaré a ser fuertes. Yo os prepararé para hacer que vuestras mentes sean impenetrables.

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¡Ooooh, maldita Arcana! Me hizo esperar antes de contestarme. Mientras, ella estaba ocupada en las dos alumnas que se acercaban a nosotros. Sentí como les hablaba y la emoción de saber qué estaría pensando sobre mi reacción, algo teatral y exagerada, casi me hace perder el control de mi mente. Lo reforcé de nuevo mientras sentía sus palabras por fin.

 

Me sonrojé y negué con la cabeza y con las manos.

 

-- ¡Noooo! Ni por asomo quería insinuar eso, para nada... noooo... Es decir... ¡Sí, sí, estoy preparada!

 

Ay, siempre que me ponía nerviosa la liaba y eso hacía que no estuviera segura de las palabras que salían por mi boca. Alargó la mano y me la quedé mirando, sin saber qué significa, hasta que me llamé lerda. ¡Quería que la cogiera!

 

-- Pues claro, pues claro...

 

La agarré, pensando que era un saludo o una forma de despedirme o vete a saber qué, hasta que sentí el tirón.

 

-- ¡No me gusta la Aparicióoooooooon....! -- grité al aire mientras mis tripas se revolvían y desaparecíamos.

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