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Hablantes de Parsel


Lawan Nguyen Thanh
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Lawan Nguyen Thant

ARCANO DE LOS HABLANTES DE PARSEL
__________________



Los lugares favoritos de Lawan eran aquellos en donde no debía usar la lengua de los humanos. Había vivido y estudiado tanto tiempo a las serpientes y víboras más peligrosas que realmente se sentía como una de ellas. Añoraba los campos de arroz en donde su madre le ayudó a desarrollar el lenguaje de las serpientes (de los magos oscuros, se dice), aquellos días en donde inocentemente lograba decir palabras sueltas en un siseo y se emocionaba cuando el animal decidía obedecerlo.

 

 

En aquellos tiempos no era tan poderoso, pero tampoco tenía que preocuparse por nada más y ahora aquella época le parecía tan solo un sueño lejano, a pesar que sobre su piel llevaba grabado un recordatorio de que de verdad sucedió, de que verdad lo perdió todo. Apartó la mirada del reflejo que las quietas aguas le brindaban y al hacerlo también apartó aquellas imágenes que siempre lograban atormentarlo.

 

 

— Nuevamente tienes esa mirada…— dijo su fiel compañera en un siseó — Deberías dejar que los muertos descansen en paz y centrarte en lo que viene —Aconsejó el reptil.

 

 

—Seguro nadie tiene lo necesario… —le respondió sin darle importancia mientras se acomodaba su Nón Lá, se ponía en pie y observaba lo pescado esa mañana, que no era mucho.

 

 

Aunque en realidad no le gustaba su nueva vida. Tenía por delante muchos años y esperaba al menos encontrar a alguien que tuviera el don innato de hablar con las serpientes y poder enseñarle un poco de lo que él sabía, lo que aquello significaba en realidad y todo el poder que se podía llegar a tener. Sin mucha prisa se encamino hacía su pequeño Oasis en donde justo debajo del bungaló en el que vivía, junto a sus amigas reptiles, se podía observar un negro portal que mismo que emitía una misteriosa aura verde igual a al de su anillo. Aquel portal es una variación del Haz de la Noche. No se cierra y solamente brinda paso a aquellos que son aptos para el arte de hablar con las serpientes.

 

 

 

El destino de aquel oscuro portal es un secreto para todos aquellos que nunca lo han cruzado. Inclusive aquellos que lleguen a la Ilha da Queimada Grande regresarán al Campus sin saber la localización exacta de aquel paraíso para las serpientes. Todo eso para proteger el lugar, puesto que para visitarlo se necesita permisos especiales que solamente son concedidos a magos experimentados ya que es un lugar muy peligroso. Si algún muggle encontraba por accidente la ubicación, sin duda también encontraba la muerte. Él, por su puesto, tienía autorización para visitarla y conocía cada rincón de la isla.

 

 

El sitio en el que el portal desembocaba en la isla era muy sencillo. Una playa como cualquiera, si no tomabas en cuenta a las incontables serpientes esparcidas por todo el lugar. Lawan sabía que pronto alguien acudiría, por lo que se había encargado de adecuar todo con anticipación, aunque eso había inquietado a los habitantes de la Isla, después de todo no eran amantes de los intrusos.

 

 

—Lawannnn —se escuchó de pronto, era un susurro que parecía venir de todas partes y que a cualquier mago común y corriente le hubiera helado la sangre, claro si pudieran escuchar el llamado —Lawannnn— volvió a repetir y tan solo instantes después y sin previo aviso una serpiente gigante apareció frente a él. Se trataba de Kỳ đà.

 

 

 

—Nunca lo conseguirás…—Dijo Lawan sin inmutarse mientras sonreía. —Pero lo de llamarme ha sido nuevo… aunque te has delatado —Comentó mientras acariciaba con cariño al cabeza del Basilisco —Gracias por venir tan pronto —Añadió.

 

 

Kỳ đà había desarrollado afecto por Lawan y entre ellos había cierta camaradería, que los convertía en amigos. Una amistad peligrosa teniendo en cuenta que uno de los dos poseía una mirada mortífera y el otro era un poderoso Arcano. Aunque el respeto que se tenían mutuamente era más fuerte, tanto que el Rey de las Serpientes optaba por cerrar sus ojos cuando estaba cerca de su amigo.

 

 

—Algún día te sorprenderé…Dime que necesitas—siseó el gigantesco reptil.

 

 

—Me veo forzado a enseñar mis habilidades y será en la Isla en donde rindan una prueba mortal los elegidos — empezó a explicar —Quiero que te asegures de tener todo bajo control… dentro de poco habrá un elegido… — Kỳ đà se removió incómodo.

 

 

—Sabes que no nos gustan los intrusos… — le respondió el basilisco—Además las cosas se están saliendo de control. Tú eres quien debe ir… —el siseo paro de pronto. Lawan lucía serio y su aura había cambiado, tanto que su interlocutor dejo de hablar al notarlo.

 

 

—Quien sea el elegido sabrá manejar la situación o morir en el intento. —Corto sin más. La verdad era que él deseaba pasar más tiempo en la Isla pero el plan que tenía en mente requería que su ausencia se sintiera. — Todo estará bien Kỳ đà… Lo prometo —El Basilisco no dijo nada más, simplemente se alejó. Confiaba plenamente en el mago.

 

Editado por Valkyria Black Lestrange
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  • 1 mes más tarde...

La presencia intermitente de la Black Lestrange en Londres, le había permitido completar los requerimientos para hacerse de un nivel de magia considerable; que se traducía con el extenso abanico de posibilidades, tras la apertura pública de la sección de Arcanos en la Universidad. Sin embargo, estos privilegios, como le gustaba llamarlos, los había podido gozar hasta la mitad del primer mes del año, debido a su inesperado viaje a París durante los últimos días del año viejo y los primeros del corriente.

En cuanto recibió la misiva informando, que era la primera elegida para cursar la habilidad de hablante de parsel, en sus labios apareció una media sonrisa. Después de algunos meses de espera, por fin, podría adquirir el don que más afín consideraba con sus ideales oscuros y con el bando al que había pertenecido y esperaba volver a pertenecer algún día, por lo que no iba a dejar que el inicio de sus conocimientos se retrasará por más tiempo.

Vistiendo una simple túnica negra a juego con unas botas del mismo color, desapareció en una voluta de humo negro, para hacer su aparición en los terrenos áridos de la Universidad, recordándole de inmediato como a pesar de encontrarse en Londres, podía jurar que estaba en alguna parte de Egipto, la ambientación, sin duda, había sido exquisitamente cuidada. Pero, eso no le importaba por el momento, deseaba llegar a donde podría encontrar al arcano Lawan, por lo que continuó con su camino.

Un pequeño portal apareció delante de sus ojos, sin saber exactamente qué era lo que tenía que hacer, simplemente decidió permitir que este la trasladara al lugar que deseará, y en cuanto sintió que el terreno sobre el que se encontraba de pie, había cambiado levantó la vista y por un segundo, en sus ojos apareció un atisbo de sorpresa, por lo que podía visualizar, se encontraba en la misteriosa isla de lha da Queimada Grande, la isla que había sido convertida en el santuario de las serpientes.

Sus botas se enterraban ligeramente sobre la arena, mientras que sus orbes esmeraldas se fijaban en algunas serpientes yendo y viniendo por todas partes, y el color azul del mar se podía divisar desde su posición, algunos halos de vegetación y el silencio sepulcral que se instauró en el sitio, al instante en que notaron su presencia, ¿dónde estaría el arcano? Esperaba prontamente saberlo, o de lo contrario tendría que buscarlo, algo que no deseaba en ese momento, pero que haría, porque no temía a las serpientes que la miraban con sus viperinos ojos fijamente.
Editado por Niko Uzumaki
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Lawan se había encargado de hacer unas cuantas modificaciones al oasis en el que habitaba desde que se mudó a la Universidad. Una barrera invisible rodeaba el lugar y sus variopintos efectos afectarían únicamente a los magos y brujas que se inscribieran en su clase. Los alumnos que la tocaran entrarían en una ilusión tan realista que todos sus sentidos se verían afectados, teniendo la sensación de ver, escuchar, sentir, pensar, como si de verdad estuvieran en la misteriosa y peligrosa isla lha da Queimada Grande.

—Ha llegado alguien… —siseó una de las incontables serpientes que vivían con él. El vampiro sonrió levemente mientras dejaba de lado los anzuelos que había estado preparando.

—Veamos si puede pasar la pequeña prueba… — siseó mientras se encaminaba al lugar en donde una mujer rubia envuelta en una túnica negra lo miraba sin mirar.

***
En la mente de la bruja todo era diferente, en ese momento estaría siendo observada por algunas serpientes que intentarían confundirla, claro en caso de que pudiera entenderlas. Algunas quizá intentarían ayudarla, sin embargo la mayoría de ellas querrá verla fallar.

<<Regressa>> siseaban las serpientes <<Intrusa>> decían otras molestas <<muerte>> decían otras acercándose peligrosamente a la bruja. <<entre…. abierta>> siseo una voz justo en el hombro de la Black Lestrange, se trataba de una serpiente diminuta de un intenso color verde. Mientras que oculta entre la maleza, una pitón adulta de un tamaño poco natural aguardaba paciente a que la bruja estuviera a su alcance. <<un poco más… acércate un poco más… >> siseaba sin quitarle la mirada de encima.

Al parecer la rubia no les tenía miedo, un error que a muchos podría llevar a la muerte, después de todo las serpientes son traicioneras. Apenas la tuvo a su alcance la pitón se lanzó sobre ella envolviéndola y comenzando a apretarla, miró los ojos de la bruja preguntándose si seguirían tan verdes una vez que estuviera muerta.

Era ahí cuando la prueba empezaba, la aprendiz de Lawan tendría que lograr liberarse y para ello tenía que lograr descifrar el acertijo que la pitón repetía, con cada repetición apretaría más y más hasta matar a la intrusa. <<Cuando una puerta deja de ser una puerta>> repitió la primera vez con un siseó lento.

****
—¿Apostamos si pasa o no pasa? —preguntó Lawan a su fiel cobra real. —Yo digo que no —se aventuró a decir, no le agradaba que no les tuviera miedo a las serpientes.

—Si gano tu cazaras mi comida por una semana… —Al ver que el Arcano asentía siseo —si pasa. —no estaba del todo segura pero para ellos era tan solo un juego.

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Permanecer demasiado tiempo en un mismo sitio no era la mejor opción, porque varias de las serpientes que tenía cerca comenzaban a ponerse nerviosas, y si bien, no les tenía miedo, si un gran respeto y curiosidad como para saber que eran capaces de matarla en un abrir y cerrar de ojos. El morir, no era algo que le preocupara, porque a sus 23 años había vivido una buena vida, sin embargo, no estaba en sus planes abandonar el mundo en los siguientes minutos, por lo que tendía que ponerse en marcha.

Mirando a su alrededor una última vez, inició su camino con pasos lentos, deteniéndose en secó al instante en que sintió como una serpiente se colocó cerca de su hombro y comenzó a susurrarle, ¿qué le quería decir? No lograba conectarse del todo con ella, solo entendía la primera sílaba y eso, prestando el máximo de su atención, ¿por qué había elegido tomar esa habilidad? Era el cuestionamiento que comenzaba a hacerse, pero era tarde para arrepentirse, por lo que tendría que llegar hasta el final, solo tenía esa opción.

Antes de siquiera poder comprender del todo la frase de la pitón, sintió como su cuerpo era rodeado por la pitón, que comenzaba a aumentar la fuerza de su agarre sobre todo su ser y las rendijas que tenía por ojos, la observaban fijamente. Por un momento, un atisbo de pánico se plasmó en sus ojos, pero tras una rápido intentó de respirar profundamente y un par de segundos con los ojos cerrados, intentó relajar por completo su cuerpo. Necesitaba utilizar toda su concentración en lo que le ocurría, porque con cada repetición de las palabras que hacía la serpiente, sentía como su cuerpo se comprimía más y más.

Escuchó por tercera vez el siseó de la serpiente, hasta que comenzó a sentir como su cuerpo iba desprendiéndose de su mente, necesitaba sacar el dolor y concentrarse en lo que le decían, era la única solución. Por lo que permaneció con los ojos abiertos y repitiendo una y otra vez lo que le decía la pitón, hasta que a su mente acudieron un par de palabras; puerta y cuando. Pero no era suficiente, tenía que prestar más atención, y seguir repitiendo lo que le decían, o morir porque no creía que su cuerpo soportará mucho más tiempo.

—Nunca… siempre lo será. —soltó en un leve susurró, mientras luchaba por concentrar la poca energía que le quedaba en su cuerpo, dándole un poco de resistencia. Porque, comenzaba a sentir, como el aire que entraba a su cuerpo cada vez era menos del que necesitaba, pero tenía que hacer uso del mismo.

Tras sus palabras, dudó un segundo, ¿y si cometía un error? No estaba lista para fallar tan rápido, pero lo cierto era que una puerta siempre lo sería, a menos que fuese transformada, pero cuando la magia se terminará, volvería a ser una puerta, así que esperaba que su respuesta estuviese correcta. Mientras, se decidía si usar su varita mágica para librarse del pitón era lo correcto, o lo mejor era esperar a ver qué curso tomaba la situación.
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Debía admitir, con cierto pesar, que estar en medio de aquél lugar en calidad de alumna no era algo que apreciara demasiado. Adoraba aprender cosas nuevas, sí, pero con el paso de los años se había inclinado a la idea de ser profesora, no a verse del otro lado de la moneda. Suspiró, pasando junto a un grupo de jóvenes demasiado excitados con alguna cosa y siguió un pasillo que la llevaría al Ateneo de Habilidades. Ahí, al menos, no había chiquillos pubertos soltando exclamaciones de asombro cada vez que la varita soltaba un poco de chispas. Encontraría brujas y magos de su nivel mágico, algunos incluso más poderosos, como los Arcanos.

 

Pensar en ello había sido común en los últimos días, donde esperar a que su clase empezara había sido lo único que había servido de algo. Sus actividades se habían resumido, como mucho, a dedicarse a trabajo de oficina. Ni siquiera había entrado a asalto, como tanto le gustaba hacer, no había hecho nada digno de mención. Su mente se había mantenido ocupada en lo básico y en la habilidad que quería adquirir con Lawan, el hombre que estaría encargado de su enseñanza. Sonrió con diversión cuando recordó su intento fallido de hablar con el Ashwinder que había comprado en el Magic Mall.

 

Se había sentado un día en el jardín y se había quedado mirando a la criatura fijamente, hasta que a ésta no le quedó más remedio que hacer lo mismo. Las serpientes, fuera cual fuera su raza o procedencia, eran criaturas territoriales y estaba muy segura de que, por más que hubiera pagado por ella, la Ashwinder no estaba consciente de que le pertenecía. No les temía a las serpientes en lo más mínimo, a ninguna criatura en realidad, sabía que había que tener respeto y nada más, pero se preocupó ligeramente cuando se le acercó más de lo debido. Eso sí, no entendió nada de lo que su siseo amenazante —si es que eso había sido— quiso decir.

 

El Ateneo de Habilidades la recibió cuando había perdido la noción del tiempo, justo cuando una cabellera rubia desaparecía por un portal. Frunció el ceño y detuvo su marcha. Se suponía que... sí, las indicaciones que le habían dado seguían el mismo camino que aquella desconocida había tomado. No le hacía gracia el asunto del portal, ni la inspiraba a seguir adelante, tenía suficientes malas experiencias con viajes entre dimensiones como para tenerle cierta fobia. No obstante, dio un paso que precedió a un segundo y así, llegó al portal y lo atravesó sin muchos miramientos. Si se ponía a pensarlo demasiado no lo haría.

 

Pestañeó. El cambio de iluminación la golpeó mucho antes de que llegara el olor a sal, procedente el mal, o que notara cómo sus zapatos se hundían en la arena. Le habría sorprendido la ubicación que el Arcano había elegido de no ser por la cantidad de siseos que había alrededor. Algo así debía sentirse el ser una presa, entrando a un nido de serpientes. Las había grandes, pequeñas, venenosas e inofensivas. En la arena, en los árboles, en los pequeños arbustos. Cuadró los hombros y empezó a andar, tocando con cierto disimulo la Marca Tenebrosa en su antebrazo, como si aquello fuera a ayudarla de alguna forma.

 

¿Uhm?

 

Se descubrió a sí misma entendiendo algo, aunque mínimo, entre todos los sonidos que las serpientes creaban. ¿Pero qué? Aguzó el oído.

 

Esto resulta ligeramente espeluznante... —miró abajo justo a tiempo para ver a una cascabel mover la cola con intensidad, lista para atacarla y la rodeó con facilidad.

 

Tenía que poner de su parte, quizás la alertaban de algo, quizás le hacían saber que se estaba dirigiendo al lado opuesto de la isla. Fue entonces cuando la vio. La chica que había visto antes, esa cabellera conocida, era Mía. Y su hermana estaba en aprietos, sinceramente. Una pitón se enrollaba en su cuerpo como si no fuera mucho más que una carnada, apretando cada vez más y ella no hacía más que quedarse quieta. ¿Sería aquella una prueba del Arcano? Abrió la boca, dispuesta a gritarle a la mujer para que saliera de su ensoñación e hiciera algo al respecto, pero los siseos se hicieron más fuertes, al punto de confundirla.

 

Cerró la boca de golpe, poniendo atención. Mientras que algunas no dejaban de ser siseos indescifrables hasta el momento, otras en realidad estaban intentando decirle algo. El mensaje de que debía alejarse fue lo primero que llegó a su mente, lo que la hizo dar un paso atrás olvidando todo lo que tenía pensado hacer. Sin embargo, pronto empezó a captar más cosas... Quizás porque no había tenido la distracción de Mía que, en éste caso, era la pitón. "Entre... abierta". ¿Cuándo la puerta deja de ser puerta? Su ceño fruncido se relajó.

 

Cuando está entreabierta —respondió, sin estar segura de a quién le estaba hablando con seguridad.

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—Recuérdame corregir ese fallo —siseó el vampiro mientras se rascaba la cabeza, confundido.

 

Otra alumna había llegado y al igual que la primera chocó con la barrera mágica que él había colocado, aquella que llevaba a sus aprendices a una pequeña prueba en la cual tenían que demostrar que tenían la habilidad innata de hablar con las serpientes. Pero algo extraño sucedió pues la bruja que acaba de llegar cayó en la misma prueba que la anterior.

 

— Tu falla arruinó la diversión...— respondió la cobra —Con ella hubiese podido ganar otra semana sin tener que cazar...—añadió visiblemente decepcionada, se metió en el Áo dài de Lawan y tras deslizarse unos cuantos segundos ya estuvo en el suelo lista para ir en busca de un bocadillo.

 

El anciano por su parte aguardó paciente a que las dos jovencitas pasaran su prueba y así lo hicieron <<Nunca… siempre lo será>> dijo la primera y a pesar de que la respuesta era errónea, había logrado pasar la prueba. <<Cuando está entreabierta>> dijo la recién llegada quien estaba en lo correcto. Las dos le habían demostrado en ese momento que tenían el don, pero de nada les serviría si no aprendían a dominarlo.

 

— Bienvenidas — Dijo el Arcano tras mover su mano disipando la barrera mágica, sacándolas por fin de aquella ilusión en la que habían caído. — Mi nombre es Lawan... y les enseñare a dominar la habilidad de hablar con las serpientes... Pero eso ya lo deben saber — añadió mientras las invitaba a pasar a su humilde morada — Pónganse cómodas... aunque tengan cuidado de donde ponen sus cosas... — recomendó pues a pesar de que no se las viera a simple vista, con él vivían muchas serpientes de tamaños muy variados y para muestra la enorme boa que los vigilaba desde lo alto del techo o una pequeña falsa coral escondida entre la decoración.

 

—Por favor preséntense y cuéntenme que las ha motivado a inscribirse en mi clase — En realidad él sabía perfectamente de quienes se trataba lo que no tenía del todo claro era quien era quien ya que las dos eran rubias.

 

Apenas había llegado a la universidad el Arcano les había pedido a varias de sus mas fieles serpientes lo mantengan informado de absolutamente todo, la información era poder eso todo el mundo lo sabía y el tenía mucha información, no había nada en la Universidad y sus alrededores que no lo supiera.

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—Arcano —la Atkins inclinó la cabeza levemente ante el hombre y luego lo siguió con la mirada, asegurándose de que no tuviera ninguna trampa para ellas, antes de mirar a Mía—. ¿Te encuentras bien?

 

La cabeza le latía levemente, pues la cantidad de información que había recibido en los últimos minutos la había saturado, pero no demostró nada en su rostro. Si algo había aprendido de los grandes magos, era el hecho de que se alimentaban de las pequeñas debilidades que pudieran demostrar.

 

—Creo que hay que tenerle un poco de cuidado.

 

Tras guiñarle un ojo a la rubia, la Nigromante siguió al Arcano en completo silencio. Parecían haber salido de una especie de trance, aunque no estaba muy segura de si lo que habían vivido antes era real o no. Aún podía escuchar las voces de las serpientes en su mente, pequeños siseos alargados que contenían mensajes amenazantes y directos, entrando como oleadas de palabras dentro de su cráneo. Entenderlos se le hacía complicado si no ponía de su parte pero, aunque le costara diferenciar entre el Inglés y el Pársel, podía entender ciertas cosas de lo que aquellas criaturas querían decirle.

 

Como era de esperarse, todo a su alrededor estaba lleno de serpientes. Algunas se mostraban tan reacias a su presencia como las que había visto afuera, como las que habían advertido con rigidez que se alejara, mientras que otras parecían aburridas. No dudó que hubiera alguna que otra enredada en los muebles, incluso colgando en el techo, pero se centró en el suelo. Si pisaba alguna tenía más posibilidades de morir envenenada, cosa que no la ayudaría a pasar la clase. Encontró un espacio vacío en el suelo, confirmó que no hubiera nada sobre su cabeza y luego se sentó ahí, con las piernas cruzadas, decidida a no tocar nada en donde pudiera quedar expuesta; ahí podría vigilar sus flancos y mirar con fijeza a su curioso profesor.

 

—Leah Atkins Ivashkov —respondió a la pregunta, esbozando una pequeña sonrisa torcida, más arrogante que cordial—. Es un placer conocerlo.

 

Y lo era. Porque todo el que fuera más poderoso que ella merecía respeto y tendría un altar personal, uno que la guiaría a su superación personal.

 

—Siento fascinación por las serpientes. Mi propio Patronus es una, cosa que no había entendido hasta que descubrí que escuchaba algo más que un simple siseo de su parte. Tratar de entenderlas me causa un fuerte dolor de cabeza —explicó, enarcando una ceja al darse cuenta de que había una enorme Boa sobre ellos, mirándolas a ambas como si pudiera devorarlas en un abrir y cerrar de ojos. Posó las pupilas en Lawan, no se dejaría intimidar—. Sin embargo, no me resulta imposible como a la mayoría de los magos.

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Evitó sonreír al ver la reacción de una de sus alumnas, al parecer su pequeña prueba la había hecho desconfiar y hacía bien. El longevo Arcano a pesar de la apariencia relajada que siempre mostraba era una persona a la cual era mejor temer y tener de buen humor. La observó con mayor detenimiento y luego de un momento se dirigió a una mesita, apartó con cuidado a una pequeña serpiente verde y empezó a mezclar varios líquidos y machacar varias hierbas mágicas provenientes de su natal Vietnam, luego sin que la bruja siquiera lo notara hizo que su vara de cristal, enroscada en su mano como una serpiente, desatara algo de su magia sobre el brebaje que estaba preparando. Cuando este estuvo listo lo vertió en un cuenco pequeño y se lo tendió a Leah que había encontrado al fin un lugar donde tomar asiento.

—Vamos bebe…—dijo el mago —Tranquila, no hay trucos esta vez. —Aseguro y era verdad —Es algo que te ayudará a que el dolor de cabeza se vaya y que tu mente se abra… se relaje y puedas comprender mejor a mis amigas —le explicó. —Ya has demostrado que tienes el don, ahora hay que perfeccionarlo, pero sobre todo ganarte el respeto de ellas… si esto último no sucede de nada servirá que puedas entenderlas —sentenció y su tono de voz sonaba firme.

Aquel brebaje que le estaba ofreciendo era una receta muy antigua que su abuela y madre le daban a él cuando era tan solo un niño. Apartó aquel recuerdo pues siempre lo hacía añorar el pasado o desear abrazar a la muerte tan solo para poder verlos un segundo más. Volvió a centrar la atención en las jóvenes que estabas ahí para aprender de él.

—Así que una serpiente… —era claro que se refería al patronus de la muchacha —¿De qué especie? —preguntó mientras se acercaba a la otra rubia que ahora sabía era Mia. Con aquella pregunta se daría mejor una idea de qué clase de bruja era.

Mientras esperaba fue a ver a la otra joven que al parecer había quedado en estado de shock luego de haber salido de la visión, a lo mejor había sido demasiado para ella. Hizo una mueca de preocupación y en ese momento apareció su mas fiel compañera, la cobra real empezó a subir por el costado de la Black Lestrange analizándola

 

—¿Tan rápido has perdido una alumna? — siseo burlona —Te dije que esa prueba era peligrosa... Aunque yo creo que ha sido ella... —añadió y su cabeza se dirigió hacia la Ivashkov

 

—Calla... ya debe reaccionar — siseó el Arcano. La verdad era que lo que decía su amiga era precisamente lo que él ya había pensado, la interrupción de Leah en la alucinación de Mia quizá había dejado secuelas. —Disculpa querida... no era a ti —añadió dirigiéndose a Leah. —Respóndeme lo que pregunte y por favor termina tu bebida — animó a la joven que aun lucía desconfiada.



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Sus ojos pasaron del cuenco al Arcano un par de veces, hasta que por fin sus modales se apoderaron de su mente y acabó por hacerse con él, mirándolo con cierto recelo. Era su maestro pero no podía evitar recordar la prueba a la que había sometido a Mía y que, por error, la había incluido a ella. Las serpientes eran traicioneras, además de venenosas, no quería comprobar si el viejo mago sabía mezclar ambas cosas en ese brebaje. No obstante, la migraña que se había generado en un principio ahora latía como una jaqueca, haciendo que viera medio borroso con cada pestañeo. Aguantó la respiración y se llevó el líquido a los labios.

 

El olor no era desagradable, en realidad, pero el sabor no era muy diferente de las horribles pociones que solía beber cuando sufría heridas o la misma muerte. Arrugó la frente, asqueada, pero dio un par de sorbos más antes de decidir que necesitaba una pausa. Cuando volvió a ver algo más que la preparación que tenía en las manos, logró ver cómo se comunicaba con las serpientes, mostrando una soltura tan natural que podría haber sido parte de ellas sin ser un Animago. Fascinada, trató de entender las palabras que la serpiente le dedicaba en su lenguaje y logró descifrar un par con claridad, casi sin esfuerzo, pero uniendo cabos se dio cuenta de que hablaban de algo grave.

 

—Una cobra, mi Patronus es una cobra —respondió con lentitud, mirando a Mía. No parecía estar demasiado afectada pero ida, ida si estaba—. ¿Estará bien?

 

No dudaba que el hombre hiciera algo al respecto en el caso contrario. Volvió a darle un trago a la bebida y notó, casi con desilusión, cómo quedaba poco en el fondo del cuenco.

 

—No se ofenda, Lawan, pero no creí que esto ayudara —terminó de beberlo, tendiendo el recipiente vacío hasta su dueño y le dedicó una pequeña sonrisa—. Gracias, la verdad es que ha mejorado mucho. Pude entender lo que conversaba con su amiga, al menos en parte, ¿debo seguir bebiéndola en un futuro? Como una medicina, quiero decir.

 

Una pequeña serpiente naranja se trepó por su pierna, murmurando alguna cosa que de no ser por su tacto ella no habría escuchado. Bajó la mirada y enarcó una ceja, pensando que tal vez iba a atacarla, pero la criatura sólo quería conocerla mejor. Se quedó inmóvil, dejando que explorara cuanto quisiera en sus piernas hasta que bajó por la otra, perdiéndose otra vez por el lugar. Después de un minuto, volvió a subirse y se quedó ahí, tranquila como un pequeño trozo de cuerda. Convencida de que algo estaba haciendo bien, la rubia le dedicó unas palabras de amistad que, sin darse cuenta, fueron en Pársel.

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La alucinación en la que se había visto sumergida, le había causado un poco de cansancio mental. Pero eso era algo que jamás iba a aceptar ante el arcano, sin embargo, quizás su hermana si lo había notado. Por lo que asintió y correspondió al guiño con una simple cabezada. Cerró los ojos durante un par de segundos y permitió que su mente volviera a la realidad por completo y en sus labios apareció una media sonrisa divertida.

Se adentró a la vivienda del Arcano y visualizó todo a su alrededor. Estaba lleno de serpientes, pero si es que encontraban algún sitio para tomar asiento, podrían hacerlo o eso fue lo que les dijo el vampiro. Decidió permanecer de pie y permitir que su cuerpo se relajará un poco, porque aún tenía un poco de estragos de la prueba, sentía sus músculos tensos y su mente, era un poco vaga aún, logrando que su concentración se perdiera en cuestión de segundos.

Había vuelto a perderse en sus pensamientos, cuando sintió que algo comenzaba a subir por su cuerpo lentamente, bajó sus ojos a la cobra y negó lentamente, no, aún no se iba a dar por vencida con esa situación. Esbozó una media sonrisa y logró que el color esmeralda de sus ojos, se volviera nuevamente brillante.

—Aún no ha perdido a ninguna alumna y créeme que no seré la primera —respondió sin poderlo evitar, ante el comentario de la cobra real—. Respondiendo a tus preguntas, soy Mia Black Lestrange Ivashkov, y mi principal motivación es hacerme más cercana a lo que siento podría representarme por completo, las serpientes.

Intentó explicarse y al ver que lamentablemente no lo estaba logrado, tomó una respiración y ordenó sus ideas, antes de acercarse hasta un bote que estaba volteado y a los lados tenía algunas pitones y un par de coralillos, sabía que quizás era el mejor sitio para sentarse, así que se dirigió hasta allí y al ver que no había nada sobre el bote y a su alrededor había un poco de espacio libre, se sentó.

—Las serpientes son criaturas inteligentes, analíticas y pacientes… y es con lo que me siento identificada. Es por eso que estoy aquí, comprenderlas un poco más y sí, aunque es cansado prestar atención a cada siseo es fascinante. —complementó su respuesta con cautela.

Sentía que su cuerpo aún estaba lleno de tensión, pero eso no le evitaría conseguir relajarse por completo. Puesto que no temía la situación, sin embargo, si la respetaba porque no deseaba que su muerte se diera por un descuido, y estar al cien por ciento atenta a cada segundo, comenzaba a cansarla mentalmente más de lo que se podría haber imaginado al inicio. Cerró los ojos unos segundos, esperando que eso bastará para reestablecerse por completo.

Veía serpientes por todos lados en la cabaña de Lawin, algo que no le sorprendía, pero que sí le causaba un estado constante de precaución. Esperando no haberse metido por completo en sus pensamientos por muchos minutos, sintió como un cincuate subía lentamente por una de las paredes de la vivienda, concentrando su atención las palabras de Leah y el arcano.
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