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Legilimancia


Rosália Pereira
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Solo asentía a lo que decía Rosália, corroborando como lo que decía en esos momentos sobre sentimientos asociados a recuerdos era tan cierto. Y en mi caso casi que podían resumirse a la experiencia de mi matrimonio. Cuando un año atrás, había dejado Ottery muchos de los recuerdos de aquella época habían estado teñidos por mucha tristeza, e incluso ira, pero poco a poco, a medida que iba curándome a mí misma, ellos habían pasado a convertirse en buenos recuerdos, porque estaban ligados a una de las personas que más valoraba en el mundo mágico.

 

Aun así no sabía si podía calificar como paz lo que me generaban en el presente.

 

El control mental superior, sencillo de explicar en la teoría, se me figuraba complicado de realizar. Extrar recuerdos tenía que implicar necesariamente que tuvieses primero que desapegarte de esos hechos, establecer esa primera muestra de control de la que había hablado la arcana antes, y que consistía en no dejar que tus pensamientos fuesen dominados por tus impulsos. No dejar rastros de ellos, y entonces crear las ilusiones. Quizá por lo mismo de que lo veía tan difícil me admiré sobremanera, cuando ella deshizo la ilusión colectiva de la mandrágora en manos de Jeremy, tan vívida que incluso había podido ver todos esos colores en la planta y la suciedad en los ropajes de él. ¡Lo había hecho incluso mientras hablaba con nosotras y nos compartía sus memorias! Alardeo o no, Rosália acababa de mostrar que era posible, si le ponías el empeño y la voluntad suficiente.

 

El efecto que todo aquel acto había traído, semejaba al de una poción estimulante y me sentía profundamente deseosa de iniciar con la siguiente tarea, que otra vez, iba ser con Melrose de compañera. En los ojos de ella encontraba que estaba con las mismas ganas de iniciar aquel nuevo ejercicio, que estaba más que lista para empezar en ese mismo instante, pero yo necesitaba hacerle un pequeño pedido.

 

Dame un minuto― murmuré poniéndome de pie, mientras estiraba las piernas en el aire e inclinaba el cuerpo hacia uno y otro lado― las piernas se me entumecieron por causa de la posición en que estábamos y es...molesto.

 

Mientras giraba la cabeza, iba pensando en ese recuerdo agradable que Rosália nos había pedido que pudiésemos recrear, como una ilusión, en la mente de la otra persona. Un poco más allí, Candela y Jeremy escuchaban las indicaciones sobre mirarse a los ojos, que Melrose y yo habíamos estado practicando un tiempo atrás. Era bueno, que con independencia a sus motivaciones, Rosália hubiese accedido a enseñarles. ¿Pero que sería lo que podían estar pensando para que ella advirtiese que no se intentaran matar?

 

No era un asunto de mi incumbencia y sin embargo, allí estaba, con mucha curiosidad por conocer la extraña dinámica de esos dos.

 

La voz de Mel entonces, me regresó a la tarea que en realidad, era en la que debía concentrarme. Y mientras volvía a tomar la misma posición de antes, con las piernas cruzadas, supe que todavía no tenía claro que recuerdo usar. Había muchos momentos buenos y lindos que me interesaba muchísimo recrear, pero sospechaba que dependiendo de la persona que hiciese parte de ese recuerdo, podría no tener el control suficiente sobre mis emociones y entonces, el ejercicio saldría mal.

 

¿Te importaría empezar esta vez Mel?― sonriéndole le palmeé la mano mientras me atrevía a confesarle mi ligero problema― necesito un poco más de tiempo para decidirme por un recuerdo.

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La Arcana no había calado, y Jeremy parpadeo al darse cuenta que sobre sus manos no tenia mas que aire. La visualización frente a sus ojos había sido tan perfecta que jamas hubiera notado el cambio. Se rio festejando la gracias junto a los demás, aunque no sentía que su humor era especialmente divertido. ¿En serio iba a tomarle el pelo? ¿Al hijo del Ministro? Bien, parecía que así seria. Con una amplia sonrisa, camino hasta el mismo lugar que había dejado donde las mandrágoras estaban discutiendo y pasandoses chismes. Parecía ser que hasta eso, no había sido una ilusión, pero no sabia cuando había empezado a serlo. Agarro la maceta con determinación y volvió sobre sus pasos para dejársela a la Arcana.


-Aquí tiene, señorita Pereira -Agregó casi con dulzura, antes de darse la vuelta y buscar a su madre - Quédate quieta y no te muevas mucho. Estoy seguro que ya te dijeron esas palabras muchas veces -Replicó con insolencia.


Tenia mil cosas rondandole la mente y una de ellas, era el poder que le habían mostrado. Le interesaba especialmente crear una ilusión poderosa que hiciera que un ejercito de personas pensaran cosas que no eran. Las indicaciones de Rosalia no tardaron en romper el silencio, de nuevo, para que pudieran empezar con el trabajo. Escucho cada instrucción para poder introducir un pensamiento en la cabeza de cabellos castaños tan desordenados., que tenia en frente... bueno, bajo la vista para poder verla a los ojos.


¿Que recuerdo feliz podía mostrarle a una madre que usaba todo el material disponible en su contra? Suspiro dejando que su cuerpo se relajara aflojandole la tensión de los músculos. No corto la visión con los ojos grises de la gitana. Ella parecía molesta, pero... ¿Cuando no lo estaba?. Imito la respiración de ella unas cuantas veces hasta que se fusionaron y marcaron el mismo ritmo. Mas complicado fue acelerar los latidos de su corazón para que bailaran al compás de los de ella. Ahora solo quedaba el recuerdo... feliz.


No tenia. Jeremy se dio cuenta de su falla al instante. Sentía una sensación punzante queriendo ingresar a su mente, pero aun no estaba teniendo éxito. "Tienes los ojos de Anne" pensó momentáneamente a punto de romper el contacto visual para negar su propia voz interior. No, no tenían la dulzura que despedían los de su prometida. Aquellos ojos eran duros, con una mota de reproche. Visualizó a la propia gitana luchando contra los monos voladores en la sala antecesora al velo de la muerte. Aquella fuerza que desprendía usando la varita como si fuera una extensión de su brazo, con la firmeza de


Jeremy decoro el recuerdo con toda la fialidad que fue posible. Para que viera como él la percibía desde su propia mente. Sintió como la energía de su cuerpo empezaba el viaje hacia la cabeza de la gitana. Queriendo perpetrar esos muros blandos de su piel. Lucho con toda sus fuerzas para que aquello no se cortara en ningún momento, apretó la mandíbula con fuerza en medio de su concentración para no perder el hilo conductor.

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Vacaciones.

 

Cuando piensa en felicidad, no puede disociar esa palabra de la perspectiva de una playa soleada o unas montañas misteriosas, esperando ser escaladas. Una larga y trabajosa jornada que termina satisfactoriamente. La verdad fuera dicha, los últimos tiempos habían sido todos como unas vacaciones para Mel. Tiene que hacer un esfuerzo enorme por concentrarse y recavar en su memoria para tener presente las indicaciones previas de la arcana. El tener cuidado con esas ilusiones, con las cosas que podemos creer, que en realidad no son.

 

Mel sacude la cabeza, un poco a la manera de un perro, antes de ponerse frente a Bel y dejar de ver las manos de Jeremy, pensando en la mandrágora inexistente. Bel parece estar desconcentrada y luego de un rato de aguardar y mantenerse quieta, se da cuenta de que quizá debería empezar ella; Bel se lo sugiere también, así que se pierde nuevamente en pensamientos acerca de días felices. Para Mel, la mayor parte de sus días son buenos y satisfactorios pero hay días en donde las cosas son más bien excelsior.

 

Así que, al pensar en esas hebras finas de pensamiento para poder transmitir aquello que visualiza, intenta hacerlas lo más finas posibles, para que el conjunto sea también superior en intensidad y claridad... aunque no está segura que funcione del todo. No puede evitar delatar su presencia, supone, por las emociones que esos recuerdos le generan, a pesar de que sí es capaz de contenerlos en cierta medida. En las imágenes, Mel está en una playa italiana. No hay nadie más allí, que Richard y Ellie. El resort estará cerrado, por tormentas que llegarán en breve, pero ellos se van a quedar a verlas en cuando cierren a causa de las lluvias, por lo que disfrutan de los últimos momentos de sol y calma. Mel juega en el agua y Ellie lee un libro sobre la arena, bajo una sombrilla. Richard observa entre asqueado y divertido, mientras mueve las manos para conformar espirales de agua que se elevan desde las olas alrededor y que ella intenta destruir, inútilmente cada vez, como si fuera un sabueso bien entrenado que hay que mantener contento; cuando lo ve en retrospectiva, se da cuenta de que es un poco así como se ve pero eso no la hace sentirse triste. Está exultante, pletórica de vigor. Su ánimo no decae ni tampoco subvierte, como el de una niña.

 

Después, los recuerdos cesan y Mel abre los ojos, pues ahora que han pasado a esa etapa algo más compleja en donde no explora las pupilas de Bel, se da cuenta que puede hacerlo cada vez con mayor facilidad. Se pregunta qué irá a mostrarle ella ¿tal vez algo que tenga que ver con el huerto en el castillo Evans McGonagall? ¿O algo completamente distinto?

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Candela ocultó el gesto de fastidio que sintió al ser testigo de la demostración de la habilidad, por parte de Rosália, en Jeremy. Ni siquiera estaba segura de qué le generaba malestar, ¿que usen a su hijo como conejillo de indias?¿de no ser ella la que lo haga?. Se quedó observando las mandrágoras en la maceta con cara de póquer, intentando poner en blanco su mente, una vez más, pues había empezado a soplar una serie de pensamientos que sentía muy ajenos a los propios. Reaccionó ante la insolencia de Jeremy cuando éste se acerco a ella, y empezó a pensar que a su hijo le gustaba el maltrato. Su mirada se cruzó, fugazmente, con la de la chica que los miraba con aire curioso y, antes de que pudiese ser dueña de sí misma, le saco la lengua.

 

Cuando volvió la mirada hacia la Arcana, fue para escuchar las indicaciones sobre el ejercicio que debían practicar. Por supuesto, no era un ejercicio fácil. Nada lo era. Le dio la espalda al dúo que estaba llevaba trabajando ya rato allí e intentó mirar con buenos ojos a Jeremy, que ya estaba frente a ella con la ansiedad reflejada en sus ojos azules. Así que se dejó caer en el suelo, porque antes muerta que hacer un ejercicio mental de pie -¡Mira si se desmayan por el agotamiento! No, no, mejor sentados así la caída no es tan alta-, y se colocó en posición de loto.

 

¿Un recuerdo feliz? Tenía muchos. Ninguno que se le antojase compartir. Sus recuerdos felices eran demasiado personales como para permitirse compartirlo con nadie, mucho menos con uno de sus hijos. Ninguno de ellos entendería cómo es que tuvo cabida en su ser amar a un hijo, o a cualquiera. Para ellos, según creía la Zingara, sólo existía una Candela llena de odio y dispuesta a sacrificarlos en el momento menos esperado. Y lo haría, o lo hubiese hecho en el pasado, si eso significaba un poco de libertad. Por fin, separó los labios lo suficiente como para dejar escapar el aire que había estado conteniendo (y que no notó que lo hacía), y le sostuvo la mirada.

 

Seguía notando la ansiedad en él, y le hizo gracia las gesticulaciones en su intento por meterse a la mente de su madre, aunque ésta ni siquiera lo estuviese intentando. Estaba tranquila, sí. Físicamente era un mar de calma, nunca daba muestras de turbación o ansiedad. El problema era su mente. Su maldita mente y lo que albergaba en lo profundo de su ser. Libertad. Le susurró una vocecilla y sonrió. Ya debería estar acostumbrada a ese tipo de intromisiones, Jeremy sería sólo una mente más, pero al menos sería un ente externo, algo diferente.

 

Así que optó por la segunda opción de Rosália: el recuerdo que menos le disguste. Era un recuerdo feliz, pero siempre se negaba a aceptarlo. Recordó a su madre llevándole como presente a Fulanita, su salamandra mascota.

 

Sin embargo, no sintió nada cuando intentó hacer la conexión con Jeremy.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Bel Evans


Cerré los ojos, pero sostuve su mano, un contacto que me ayuda a terminar de poner en blanco la mente, de manera que pudiese con facilidad ingresar en lo que Mel iba mostrarme, que no era más que un paseo, a orillas del mar. El olor a sal era tan fuerte que parecía no dejar espacio a nada más, y un sol bienhechor brilla por sobre la cabeza de ella y quienes le acompañan. Sí, el recuerdo se está recreando con mucha fuerza, pero sé que esa apenas es la superficie y que tengo que esforzarme por ir un poco más allá.


El esfuerzo, hace que mi presencia, que había estado intentando disipar en el espacio se concentre, y entonces es seguro que Mel la está percibiendo también, pero la ligera presión extra hace que salten muchas más cosas, una capa más abajo de lo que había estado recibiendo hasta ese momento, de forma que las emociones vinculadas a ese recuerdo saltan a la vista e incluso lo hacen también los pensamientos de ese entonces: La obvia felicidad, pero también la alegría, la fraternidad que la presencia de su familia le despierta. Esa visión "por capas" que intento recrear, se complejiza más cuando entran en una línea diferente, como hebras haciendo más copioso un tejido, los propios pensamientos presentes de Melrose observando ella misma ese recuerdo: Pensar en lo graciosa que se ve sorteando las olas, o Richard y su extraña forma de exteriorizar sus emociones.


Navegar a través de todo eso, pasado un tiempo se hace extenuante.


Pero mi ánimo se ha elevado considerablemente.


Un recuerdo sencillo― susurro de forma cómplice a Mel antes de volver a cerrar los ojos― es mi turno ahora.


Definitivamente, la familia tenía un fuerte significado para ambas. Los altibajos en mi vida habían sido muchos, e incluso había tenido periodos deplorables consumida por las situaciones de mi alrededor, pero me sentía más tranquila para poder compartir con ella ese recuerdo que ahora ya no dolía más: La sala de la Heredad Ollivander, se materializó entonces, el fuego ardiendo en la chimenea y dibujando sombras en las paredes donde toda la compañía que tenía era a Garry sacando una caja de tallas curiosas, en cuyo interior únicamente se encontraba una varita, creada por él, con muchas horas de trabajo y recurriendo a técnicas de sus antepasados, para mí.


Y yo había alzado la varita y había conjurado con ella un patronus, una vizcacha plateada que dando saltos entre los dos, animó nuestros corazones justo antes del momento de partir de Ottery. El recuerdo se deshizo justo después de mi agradecimiento a él. La presencia de Mel se intensificó en ese momento, en que los pensamientos melancólicos de la yo del recuerdo, se entremezclaban con la cálida dulzura que todo el suceso me despertaba en el presente, pues a la luz del tiempo, el recuerdo se había vuelto feliz, un instante íntimo, especial, y el último en que había podido hacer magia con una varita.


Al abrir los ojos, sonreí a Melrose.


― Este ejercicio me hizo mucho bien.

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La arcana supo que tanto Melrose como Bel estaban logrando la conexión, enviando sus visiones a la mente de la otra. Para la Pereira observar el avance de sus alumnos era importante, eso significaba que poco a poco lograban el control mental que ella buscaba enseñar con la Legilimancia. Por el contrario, los Triviani no estaban logrando lo que la mujer les pedía.

 

Suspiró con suavidad y les dejó finalizar, mientras se acercaba al par de señoritas. Escuchó las palabras y percibió esa calma dentro de sus mentes - La Legilimancia, sin embargo, no es todo paz. Como todo, tiene su lado malo, y es que puede ser usado para manipular y atormentar las mentes, como les conté hace un rato. Parte de las visiones es esa, poder cambiar los recuerdos de alguien e incluso poder mostrarle a quien intente entrar en tu mente, algún recuerdo modificado a tu favor - la bruja se giró y observó las expresiones del Triviani.

 

Soltó una risa y se acercó a ellos - Señor Jeremy, como siga haciendo tanta fuerza quizás se le escapen otros hilos que ninguno quiere escuchar u oler - comentó, con sarcasmo. A la mujer poco le importaba que aquel mago fuera el mismísimo ministro, hoy aquí era un pupilo más que debía mantener el respeto ante la bruja, supo que por sus pensamientos aquello se había ido de las ramas.

 

- Irás con Bel, y usted, señora Candela, irá con Melrose. Deben relajar su cuerpo y colocar sus pensamientos en calma. Pueden pedirle incluso algún consejo a su compañera, Trivianis. El ejercicio de ahora será recrear en sus mentes algún recuerdo al azar, pero deberán modificarlo a su favor, quien entre a la mente del otro debe observar con atención, siempre hay pequeños indicios de que todo es falso. a veces se ve como una cortina, otras veces logras vislumbrar diferencias entre los colores. El secreto aquí, es descubrir la mentira dentro de todo - indicó ahora, posicionando sus manos tras la espalda.

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No. No estaba funcionando. La mente de Jeremy apenas veía una niebla que esperaba llenar de los colores que Candela pintara. Pero no estaba funcionando. ¿Acaso la mente de su madre era tan impenetrable? Se dio cuenta que la gitana parecía mucho mas baja que unos segundos antes, y era porque en había sentado en el suelo. Imito su posición y aun así, tuvo que bajar la mirada para no romper el contacto visual. Le respondió la sonrisa poniendo las manos atenta por si quería lanzarle alguna patada. Nunca se sabia que cosa inesperada podía hacer.


Vio una pequeña silueta en la niebla blanca y estuvo a punto de gritar. Porque no llegaba a visualizar el rostro de la persona... era una mujer. Si. Pero parecía no tener cabeza. El vampiro achico los ojos intentando captar la mala señal que le enviaba su madre. ¿Eso significaba que su mente era mas débil que la de ella? Estaba esforzándose tanto que su imagen visual que debía enviarle a ella, se había disipado en medio de tanta confusión. Debía buscar otro. Se estaba mentalizando para hacer eso, cuando la Arcana los interrumpió.


-¿Que pasa? -Preguntó fastidiado porque ya había encontrado un recuerdo de una noche pasional con Zoella. Eso seguro lograba penetrar la mente de la gitana y retumbar en todo su cerebro - No se me escapara nada, señora -Agregó poniéndose de pie de mal gana y ayudando a la gitana a hacer lo mismo.


No es que Candela aceptara su ayuda, sino que Jeremy de todas formas la levanto del suelo y la dejo plantada ahí para ir con la bruja que estaba con Melrosa. Ya se había enojado. ¿En serio dejaría a una extraña meterse en su mente? Se enfrento a la bruja parándose frente a ella. La miro a los ojos oscuros y se dio cuenta que debía bajar la mirada como con su madre, porque la bruja era de estatura baja.


-Muéstrame un recuerdo, bruja -Le dijo con tono iracundo.


Se dio cuenta que era humana, así que acelero sus latidos a ritmo medio para acompasarlos a los de ella, luego la poca respiración que solía hacer, tuvo que regularla para que se fusionara con la que producía la bruja. Parecía que esta vez, tenia posibilidades de que le saliera bien. ¿Debía intentar enviarle un recuerdo? Hizo lo propio enviando un recuerdo fogoso con su hermana. El que ya tenia pensado para su madre, total. No era posible que la bruja conociera a Zoella.

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Bel Evans Ollivander

 

Evidentemente, como todo en la vida, cada método empleado y cada situación tenía un correlato opuesto. Rosália se apresuró a mencionarlo en cuanto el ejercicio con Melrose hubo finalizado, recordando el tema de la manipulación de mentes y sus alcances. Permanecí atenta a sus palabras, incluso cuando estas dejaron de dirigirse a nosotras para ocuparse de Jeremy Triviani, y después, permanecí sentada en el suelo, mientras él se acercaba con un evidente gesto de fastidio en el rostro, que suponía, tenía que ver con haber sido el punto de la broma de Rosália.

 

― Si no te calmas, esto no va funcionar― repliqué inclinando la cabeza hacia arriba, dado que el seguía de pie― y mejor si hacemos esto sentados, que si esto se pone duro, al menos la caída será más leve.

 

Era capaz de notar, como con tan pocas palabras, el muchacho quería mostrarse fuerte, y dominante, y entendía la lógica subyacente a ello. Aun cuando estuviésemos en medio del aprendizaje de una habilidad mental, las posturas y movimientos del cuerpo eran poderosos comunicadores de nuestras propias emociones y sentimientos. Lo que proyectábamos, siempre, y aunque lo intentásemos, no podía controlarse al cien por ciento. Él por supuesto, quería dejar patente desde el principio, las diferencias que existían entre nosotros, que no solo se limitaban a nuestra raza, sino también a las costumbres, espacios de convivencia, experiencias de vida y (me aventuraba a creer) ideales.

 

Pero viviendo tanto tiempo en Ottery, al menos el aspecto de ser una simple humana, hace tiempo que había dejado de ser una preocupación para convertirse (casi) en motivo de orgullo para mí.

 

Entonces tiré de su mano, con la misma soltura con que había hecho antes con Melrose, para hacer que se sentara. En el proceso, la impaciencia de él comenzaba a mostrarse de lleno. Me habría gustado de decirle que no teníamos que correr con todo eso, quizá ensayar una presentación rápida de cada uno, pero sus ojos azules estaban ya puestos con fijeza en mí, mientras un hilo fijo de pensamiento era transmitido: La de una ardiente noche apasionada junto a una mujer, que me era desconocida.

 

¿Pero por qué, bajo la imagen, retratada con mucha fidelidad, el pensamiento mismo de él en el presente era que eso era un buen recuerdo, porque desconocía a su compañera de cama?

 

― Interesante, una vida sexual muy activa la tuya Jeremy Triviani. Supongo que siendo desconocidos es fácil proyectar algo así ¿verdad?― había sido inevitable, presentándose como hijo del ministro, que no me interesase en él y en la búsqueda de comprender sus propios ideales y pensamientos, pero defintivamente desde el propio recuerdo estaba patente que él no solo quería evitar tal profundidad, sino además salir del paso lo más pronto posible― Rosália dijo que buscáramos proyectar en nuestra mente o en la de otros un recuerdo falso ¿Cuál es tu temor a mostrar algo más que tus partes íntimas en un recuerdo? ¿Haría eso que perdieras el poco control que pareces tener sobre tu mente en estos momentos, por causa quizá, de ella?

 

Levantando el mentón apunté hacia el lugar donde Candela y Melrose se encontraban en ese momento.

 

― Dijiste que venías para "estar a la altura de" ¿realmente crees que lo estás logrando con esa actitud tan infantil?

 

Volví la vista hacia él, ligeramente sonriente. Quizá era el cúmulo de cosas vividas, pero me sentía más vieja que el hombre que tenía delante, aun cuando por su condición de vampiro, era probable que él tuviese cronológicamente muchas más décadas "viviendo" que yo. Pero justo era esa la palabra clave, vida, y de qué manera valía la pena vivirla. Siendo tan diferentes el uno del otro, tenía la esperanza de qué en ese tiempo, al menos si no por respeto a mí, por respeto a su propio orgullo, se tomase ese ejercicio en serio.

 

― Y si no puedes hacerlo, no tengo problemas en empezar yo. Mi nombre es Bel Evans Ollivander, sangre limpia adoptada por muggles. Con interés desmedido por las pociones y por resolver misterios, de los demás y de mí misma.

 

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Mel no puede evitar tener un momento de duda: mucha conexión y al momento siguiente, realización; de que ese espacio está en el pasado y le pertenece a alguien más. Así de intensa había sido la observación y, al tomarla desprevenida, la había cazado con la guardia baja. En lugar de observar y ser ese mero visitante que ella había logrado ser en la anterior ocasión, creyendo haber entendido los principios que Rosália había señalado hasta entonces, Mel se da cuenta de que ha sido arrastrada sin ceremonias. Se siente un poco avergonzada pero no se detiene a evaluar el retroceso que ha hecho, por el contrario, su semblante se relaja y se encoge de hombros, antes de sonreír todavía con los ojos cerrados, sus manos apretando las de Bel. Todavía le queda mucho por aprender.

 

La familiaridad es algo que siempre consigue alcanzarla pero ¿no es esa acaso la razón por la cual está allí? Para ser capaz de entender, para permitirse el sentirse capaz de defender a los suyos. Sí, quizá ese camino tenga muchas vueltas, quizá no sea capaz de hacerlo directamente como pueden hacerlo otros mucho más talentosos que ella pero eso no le molesta. Está feliz de tener la oportunidad de practicar al lado de esa mujer que afronta dichos sentimientos de manera tan directa y honesta.

 

Así que cuando abre los ojos, después de abandonar esa pequeña sala en Heredad Ollivander y retener cada detalle de esa varita fabricada con esmero, se da cuenta de que quizá, ha encontrado en ese desbarajuste algo mucho más valioso que si no lo hubiera hecho. El pensamiento la hace sentirse un poco boba pero intenta que eso no afecte su performance.

 

Cuando Rosália se acerca, Mel alza la cabeza todavía un tanto distraída pero sus palabras tienen la fuerza para devolverla a la realidad. Son simples, y prácticas. Piensa en Bertha Jorkins de nuevo antes de serenarse del todo, pues si bien esas cosas existen, no es lo que ella pretende. Mel asiente sin decir nada, tal cual suele ser su estilo y se incorpora para acercarse a su nueva compañera. Ya había practicado sobre el engaño aunque ¿dónde? Eso no era algo que importara en ese momento. Sin embargo, era bastante obvio que las situaciones distaban bastante de ser similares. Candela parecía una persona que no se dejaba engañar fácilmente o, incluso, alguien que odiaba ser engañada.

 

Mel no entendía del todo de dónde provenían tales impresiones, si era la primera vez que la veía. De hecho, enseguida se puso a pensar que podría ser todo lo contrario y tan solo estaba imaginando cosas. Sea como fuere, se puso frente a ella y oyó el último trozo de instrucciones. No se le ocurría una mentira enseguida, así que solo se presentó y dijo con claridad que estaba alegre de poder trabajar con ella en el ejercicio.

 

Después, intentó pensar en ese recuerdo que amañaría, apartando la vista para que la cosa no fuera tan obvia. De pasada, su mirada recayó en Bel y Jeremy, que parecían estar tomando asiento uno frente a otro. Ella ni siquiera se había puesto a pensar en cual sería la mejor postura para ello o si debería tomarse las manos como había hecho con Bel. Supuso que era mejor que no, ya que no era conocida suya y en lugar de eso, prefería estar de pie, ya que estaban, porque de todas formas así sería como enfrentaría las situaciones en donde haría uso de esa habilidad... al menos en teoría.

 

Le dolía la cabeza de tanto pensar. Mel era más de actuar, y le gustaban también las actividades que se aprendían haciendo.

 

Así que dirigió la vista hacia Candela, fijando los ojos en los de ella. Era de un tono gris bonito, que parecía captar la luz alrededor y encerrarla, no reflejarla. Con las manos firmemente en los bolsillos, sugirió comenzar con un simple "comencemos". Ya le había dado vueltas en la cabeza al recuerdo que podría mostrar, así que no apartó los ojos de los de la mujer. Solo se permitió parpadear un poco y siguió pensando en lo mismo todo el rato.

 

Ella, en la casa de los Moody. Luss, su hogar. Su familia, con Richard cantando J'ai perdu mon Eurydice en la ducha, con esa absurda habilidad que tenía para viajar desde pasajes de la traviata en su tenor original hasta canciones a contralto como esa, en donde parecía impostar a cierto nivel. El sonido, llenando toda la casa. Ellie, entre admirada y exasperada, Mel, fingiendo que sus sentidos de licántropo eran insensibles a la composición y cómo eso se había convertido en algo cotidiano dentro de la esfera de esa cabaña de tejas rojas y dos pisos justos. El solo hecho de que ella recordara un título tan largo en un idioma que desconocía.

 

La sala de música, aunque no tuvieran biblioteca. El gramófono, porque allí no funcionaban los estéreos. La atmósfera es plácida ¿y dónde está la mentira? En eso que ella tiene que proteger. El significado de esa canción para el que la cantaba a viva voz, hundiendo esos sentimientos contrastados en la nada. Una canción de pérdida, de alguien envuelto en sombras que canta una proclama vehemente y llena de energía y sin embargo... tan desesperada, llena de dolor. Era fácil adivinar el humor de Richard de acuerdo a las canciones que cantaba en la ducha.

 

Mel se muestra a sí misma. Camina por la casa, conversa con Ellie, come un poco, sale al exterior. El sonido es tan solo una pieza del fondo, somera, antes de que ella se aleje hacia la construcción pequeña, anexa, donde guardan las pociones y las investigaciones. Varios años de la vida de las tías Moody. Los objetos que Ellie repara incansablemente en Tesoros Olvidados. Los proyectos ¿esas cosas tan importantes? Por supuesto.

 

Entonces ¿ha podido ella captar cuál de los dos es el engaño?

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Bel Evans Ollivander

 

¿Había sido muy directa con él ? Casi me había preparado para recibir algún improperio de su parte, pero que simplemente se quedase allí sin decir palabra, era mucho más desconcertante. Las posibles razones para su inexplicable silencio no hicieron más que generar que en mi cabeza se formaran distintas hipótesis del porqué: ¿Le habría afectado mi sinceridad? ¿o no sabría en realidad de qué manera presentarse? ¿Estaría todavía pensando en cómo explicar el asunto de la mujer en su cama?

 

Nada parecía lo suficientemente sólido como para pensar que podía ser lo correcto. Quizá, después de todo, el hombre no iba dar chance alguna a un acercamiento entre nosotros.

 

― Un recuerdo entonces― expliqué emitiendo una larga exhalación ― uno entretenido ¿te parece?

 

Como hijo del ministro ¿qué tanto sabría el del Ministerio? ¿conocería de cómo había sido antes cuando estaba a la cabeza del mismo Crazy Malfoy, y nadie sabía a ciencia cierta cuanto de influencia tenía él o si en realidad no era más que una marioneta puesta y manejada por los warlocks? Oh aquellos tiempos se antojaban lejanos, pero entonces, como hilos uniéndose unos con otros, el tejido de ese recuerdo en el departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas se fue haciendo más y más sólido. Un día que podría haber sido como muchos otros, si no fuera porque habían llegado las noticias sobre las postulaciones ministeriales, y tanto mi director por ese entonces Cillian, como yo, nos habíamos dado con la ingrata noticia de que mi primo Marcellus había sido rechazado del puesto y en su lugar otra persona había sido aceptada.

 

Podía visualizarme a mí misma, conversando con Cillian, la cólera reflejada en mis ojos por una situación que consideraba totalmente inaceptable e injusta, e incluso una represalia por ser él también un Evans McGonagall. Sin embargo, pequeñas cosas habían sido alteradas en el recuerdo, como el hecho de la motivación principal que Cillian tenía de querer poner a mi primo en la oficina. Entonces, en el recuerdo (si es que Jeremy alcanzaba a verlo) vería todos nuestros alegatos contra el ministerio y el ministro, pero todos correctamente direccionados a la labor y nada personales o triviales.

 

No podía evitar sonreír y estar de mejor humor que nunca recordando todo aquello. ¿Dónde estaría mi maldeto rubio en esos momentos? De pronto, lo estaba extrañando a montones.

 

¿Lo alcanzaste a ver? ― pregunté a Jeremy, todavía sin abrir los ojos.

 

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