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Legilimancia


Rosália Pereira
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Rosália Pereira

ARCANO DE LEGILIMANCIA
____________________







El sol brillante rompió en el horizonte en el momento que Rosália abría los ojos. A simple vista no se veía pero ella podía sentir los rayos que empezaban a extenderse por toda la comunidad. Era una sensación hermosa y, esperaba que todas las plantas y flores que se encontraban por allí, lo disfrutaran de la misma manera. Se levantó rápidamente, sin la necesidad de ver un reloj, las personas estaban todo el tiempo pensando en él y llegaba un punto que no lo necesitaba. Si, desde donde se encontraba, podía escuchar lo que pensaban y aquel día empezaba lo peor: debía enseñar su don de la legilimancia.

Al salir de aquella choza que tenía asignada como casa, muchas de las plantas se abrían como saludándola. Era increíble la conexión que tenían. Algunas le susurraban cosas y la copa de los árboles se movían en un vaivén. Rodeó la estructura para encaminarse hacia una de las zonas que más le gustaba, ya que no pensaba traer a ninguna persona a su cabaña. Los magos y brujas siempre terminaban arruinando muchas cosas y no quería tener que expulsar a alguno. O lo que hasta entonces no había pensando, el tener que irse de la Universidad. Desde su llegada se había sentido demasiado cómoda.

Aquella terraza completamente de piedra se encontraba en el borde del lago. El sol la iluminaba completamente mientras que algunas pequeñas hadas revoloteaban sobre el suelo. Cuando Rosália apareció, se escondieron pero rápidamente volvieron a salir. Incluso una o dos se posaron sobre su hombro izquierdo, donde parte de su ropa llegaba a terminar en una pequeña flor. La Arcana de la Legilimancia observó el sitio y terminó de convencerse que era ideal para encontrarse con los aspirantes. Incluso tenían una hermosa vista de la pirámide, que era el sitio al que irían si todos estaban listos. Aquella tarima tenía algunos bancos también de piedra. Y una pequeña fuente donde danzaban algunos hilos de agua.

Disculpe, señorita Perei...

Si, ya lo sé. Puedes retirarte exclamó, interrumpiendo Rosália, luego de girar su cabeza hacia el mago que venía a avisarles que los aspirantes estaban notificados del lugar y la hora del encuentro. Éste había estado tan concentrado en sus pensamientos, que parecía que venía gritándolos de hacía 200 metros atrás. Se giró en redondo y se despidió preguntándose como hacía ella para saber a lo que había venido. Rosalia negó con la cabeza mientras se aseguraba que su Vara de Cristal estaba en su cintura, aferrada por una pequeña enredadera que se escondía entre su vestimenta.

No podía negar que se encontraba algo nerviosa. No por lo que llegara a pasar dentro de su enseñanza, estaba segura que muchos aspirantes no llegarían a rendir sus requisitos y no dudaría en pedirles que se retiraran para que volvieran cuando estuvieran más preparados para la prueba. Sino que se preguntaba cuánto contacto debía hacer con ellos. Ella prefería la naturaleza, donde no la invadían todo tipo de pensamientos sobre amores y odios. A veces no podía evitarlo y sabía cada secreto escondido que resguardaban las personas. Era agotador además tener que depositarles una imagen jovial de Rosalia. ¿Quién se iba a imaginar que tenía 99 años? Pero a ella le gustaba aparentar eso. Ser hermosa traía muchas puertas abiertas. Y mientras le permitiera poder seguir viviendo muchos años más, lo continuaría haciendo.
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  • 1 mes más tarde...

Aquella noche no había logrado pegar ojo. No había parado de dar vueltas y vueltas en la cama para al final no poder dormir absolutamente nada. Había estado inquieta desde bastante temprano y la sensación no desapareció tras haberse acostado pasada la media noche. Y Mónica, que ya de por sí era una mujer bastante nerviosa, no podía dormir si no estaba totalmente tranquila. Así que cuando notó las claras del día despertar y atravesar la cortina de su habitación, supo que tendría que tomarse varias tazas de café si quería mantenerse espabilada.

 

- Vamos allá – se deslizó perezosamente a través de las finísimas sabanas de su cama y notó el frío cuando sus pies descalzos tocaron el suelo. Se estremeció victima de un escalofrío y sin darse cuenta se quedó embobada durante un buen rato mirando sus propios pies, como si estos mostraran algo interesante aquella mañana. No fue hasta unos minutos después cuando cierto ruido la sacó de su despiste, haciendo que mirara hacia la ventana y que por fin se levantara de la cama.

 

- ¿Qué tenemos aquí? - una lechuza blanca era la invitada. Era pequeña, tenía el pico rosado y los ojos marrones. Mónica no la conocía, pero la acarició suavemente antes de quitarle el sobre que llevaba para no llevarse ningún picotazo gratuito. Un instante después el ave emprendió el vuelo así que la bruja supuso que el remitente no esperaba respuesta-. Veamos.

 

Cuando desdobló el pergamino y leyó el gesto le cambió por completo. Mantuvo el papel en alto un rato más donde probablemente releyó el mensaje varias veces y finalmente lo dejó sobre el escritorio. Seguramente el mensaje sería importante porque cruzó la habitación en un santiamén y empezó a prepararse como si le fuera la vida en ello.


~~*~~

 

La tierra de aquel sitio le recordó a alguno de sus viajes, pero al principio no supo a cual. Le dolía la cabeza, probablemente por la tensión de lo que le esperaba y por el nulo descanso que había tenido la noche anterior. Aún así había intentado llegar puntual a su cita a pesar de la cantidad de cosas que había tenido que dejar listas antes de marcharse.

 

Tenía el pelo recogido y vestía una túnica de tela ligera y una capa que la había protegido del frío de Londres. Claro que la capa tuvo que quitársela y se quedó solo con la prenda blanca que hasta ahora había quedado oculta. La varita permaneció bajo la manga izquierda cuando se colocó sobre el brazo la capa y continuó su camino hacia el lago, en busca del lugar en el que había sido citada.

 

Cuando llegó a la terraza, -completamente de piedra-, se detuvo a observar todo lo que la rodeaba. Estaba en el carácter de la mujer tenerlo todo controlado y tenía la corazonada de que allí no sería así. Entonces vio la figura de una mujer a la que no conocía y también se quedó mirándola, en silencio, por si había algo que le dijera que no debía fiarse de ella.

Editado por Monica Malfoy Haughton
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Rosália Pereira se encontraba apoyada sobre los pilares de piedra, que le llegaban a la cintura y actuaban a modo de barrera entre la terraza y el lago que estaba a sus pies. La piedra calentaba sus brazos, igual que la brisa. Por momento cerraba los ojos y se dejaba llevar por la energía del sol y de la naturaleza, pero siempre había un pensamiento humano que llegaba hasta su mente e interrumpía su tranquilidad. Lo iba manejando cada vez mejor pero lo que le molestaba era que no podía irse de allí, así que tendría que soportarlo.

 

Escuchó una voz. Rosália sabía que venían hacia ella, así que aprovechó el momento único que le quedaba de paz. Aunque algo le decía que enseñar su don a otras personas, podrían ayudarla a absorber parte de sus malestares. Porque la habilidad venía con sus consecuencias aunque no usaría aquello como modo de presentación. Los pasos de su futura aspirante le advirtieron que había llegado al encuentro. Asi que se puso derecha y con mucha gracia, dió media vuelta.

 

Debes ser Mónica, un gusto —avanzó unos dos pasos. Era una mujer, muy hermosa a decir verdad. Eso le causó cierta incomodidad, porque si ponía aquella situación a un futuro, sería alguien que podría llegar a considerarla una competencia. ¿Qué hombre se resistiría a sus encantos? Ni siquiera el hombre más enamorado de otra mujer, evitaría mirarla. Se mordió los labios pero le dirigió una leve reverencia con la cabeza. No había nada mejor que mantener a aquellas personas cercas, como amigas—. ¿Por qué te encuentras tan preocupada, mujer? ¡Ánimo! Ésto no supondrá ninguna complicación si te atreviste a llegar aquí.

 

Le dedicó una sonrisa y llevó su pelo hacia el costado izquierdo. Su cabellera tan rojo como el fuego, caía en ondas por encima de su vestimenta, que Rosália sabía que llamaba la atención. Incluso las flores diminutas que formaban parte de él, parecían abrirse más ante los rayos del sol. Movió una mano en dirección a Mónica, solamente para hacer todo aquello aún más dramático y despejó todos los dolores físicos que la molestaban. El anillo verde que llevaba en la otra mano, brillo en un destello.

 

Una mente bien despejada es el primer paso a la Legilimancia. ¿Por qué no te sientas y me cuentas un poco de tí? Me gustaría... escucharlo con tus propias palabras —se sentó sobre uno de aquellos bloques de piedra, con runas extrañas. Todas mostraban el emblema de la Universidad que Rosália ignoró olímpicamente. Palmeó dos o tres veces para que tomara asiento, aunque no se ofendería si decidía sentarse más lejos. Ése sería el contacto más cercano que tendría en toda su vida, porque el resto dependía de las capacidades de su alumna.

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Cuando la mujer a la que miraba se giró hacia ella se llevó cierta sorpresa. Mónica solía moverse con gracilidad, de una forma bastante discreta y silenciosa. A veces era como si estuviera deslizándose por encima del suelo en vez de caminar y a pesar de eso parecía que para la muchacha que la había recibido no había sido suficiente. Aún cuando la mortifaga no había dicho absolutamente nada, la otra se había dado cuenta de que ya estaba allí.

 

- Sí, soy Mónica ¿Y su nombre es...?

 

Fue escueta en su respuesta y no dejó de mirarla: tenía el pelo rojo, como ella, pero el tono era mucho más intenso e incluso inspiraba fantasía. Notó la vestimenta, algo más que sorprendente, aunque prefirió no detenerse demasiado en ello y concentrarse en la conversación. Ya estaba suficientemente distraída aunque de forma inexplicable comentaba a sentirse más tranquila ¿Habría sido cosa aquella misteriosa mujer?

 

Mónica mantenía el ceño fruncidopero no decía nada. Algo en la voz, en el rostro o en los gestos de Rosalía la mantenían ensimismada de una forma que pocas veces había notado. Incluso cuando la arcana la invitó a sentarse cerca de ella mantuvo el silencio, al menos hasta que se dio cuenta de que comenzaba a parecer un bicho raro.

 

- ¿Hablar de mi? - la voz pareció querer ocultarse en su garganta a juzgar por el temblor de sus palabras. Tuvo que aclararse la voz antes de seguir hablando, aunque antes prefirió sentarse en el lugar en el que su misteriosa acompañante le había indicado-. No sé muy bien lo que debería contar de mi.

 

¿Y qué iba a decir? ¿Le contaría que era una mujer con dos identidades? ¿Que era una mortifaga? Quizás podría hablarle de su edad o de su vida profesional, pero... ¿Qué le iba a interesar a aquella mujer lo que ella podía contarle? Aquellos pensamientos inundaron de tal manera su mente que no notó cuando su mirada se quedó fija en una de las runas inscritas en la piedra en la que estaban sentadas. Cuando se dio cuenta zarandeó la cabeza de un lado a otro y miró de nuevo a Rosalía.

 

- Algo me dices que ya sabe muchas cosas de mi, aunque no las haya dicho yo – no era tonta, aunque lo había parecido pensando en todo aquello y dejando que la otra pudiera verlo todo.

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Rosália negó con la cabeza. Mónica estaba tan concentrada en sus pensamientos que la Arcana podía leer su mente sin problema y parecía que todas ésas cosas las estaba diciendo en voz alta. ¿Por que los magos eran tan superficiales? ¿Por qué simplemente no podía contestar una pregunta? No necesitaba indagar demasiado para darse cuenta que Mónica no confiaba demasiado en su maestra, y aquello podía suponer alguna barrera a futuro. Y así lo expresó su alumna, ésta suponía que ya sabía muchas cosas y Rosália no iba a dejar de adularse a si misma.

 

Puedes llamarme Rosália —lo dijo con una sonrisa y se volvió a llevar el cabello a un costado. Se levantó suavemente del asiento. No podía estar ni mucho tiempo sentada ni mucho tiempo cerca de alguien que no conocía. Pero debía terminar aquello, quería hacerlo, porque eso suponía incluso, más conocimientos para Rosália. No se alejó de Mónica, no quería que tomara aquella pregunta como una agresión, sino para demostrarle que todo eso quedaría en ésa terraza.— Claro que sé muchas cosas de ti, muchacha. ¿Por quién me tomas?

 

Olvidemos las presentaciones. Es algo que en la Legeremancia no tiene mucha importancia— avanzó uno o dos pasos. El agua del lago seguía impactando en las orillas suavemente. Nadie más había llegado a ésa zona, asi que podrían empezar, junto a Mónica a sumergirse en los peligrosos territorios de aquella habilidad—. ¿Que sabes de la legilimancia? ¿Alguna vez intentaste usarla? ¿Alguien la uso conscientemente sobre tí?

 

Aquello sería una charla amena. Por lo menos por aquellos escasos segundos. Rosália debía saber qué era lo que conocía Mónica y de qué manera tenía que adentrarse en el tema. No podía simplemente meterse en su cabeza como si fuera suya, o por lo menos no ahora. Debía ayudar que su aspirante no se fuera corriendo cuando aquel sitio desapareciera en un pestañeo. ¿Cuándo había sido la primera vez que Rosália había hecho uso de la legilimancia? Habían pasado tantos años y tantas cosas que apenas lo recordaba. Se había hecho con tantos recuerdos que apenas conservaba los suyos. Era una vida que había dejado atrás.

 

Mientras Mónica empezaba a contestar aquellas preguntas, esperaba que fuera un poco más extensa. Apenas la había saludado y casi ni siquiera había contestado sobre su presentación. Aunque claramente que Rosália ya tenía todas las respuestas contestadas pero si no fuera gracias a su don, tomaría las acciones de Mónica como que estaba desconfiando de su Maestra y eso podía salir muy caro. ¿Y si Rosália se iba? ¿Qué le dirían los directores? Estaba segura que con un movimiento de su mano, aquellos altos mandatarios olvidarían hasta de sus nombres, sus familias y ni siquiera la molestarían.

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- Encantada Rosalía... y la tomo por alguien que sabe demasiado – sus labios formaron una linea recta que casi podría haberse considerado una sonrisa si no fuera porque desapareció un segundo después. Sus ojos siguieron el movimiento de la mujer-planta cuando se levantó de su asintiendo y atendió a lo nuevo que dijo: era cierto, no era necesario que se presentara cuando la persona que tenía delante era capaz de ver hasta sus más profundos pensamientos si se lo proponía.

 

Cuando escuchó la nueva cuestión lanzada por Rosalía se llevó la mano a la barbilla y se humedeció los labios mientras pensaba.

- Si lo han utilizado sobre mi no he sido consciente de ello – explicó mientras devolvía la mano sobre su regazo-. Y yo... bueno, no intenté usarla voluntariamente, pero desde hace algún tiempo he experimentado situaciones extrañas con mi hija menor – los momentos en los que Emma y ella parecían estar conectadas mentalmente se habían repetido constantemente en los últimos meses y cuando aquel aprendizaje fue anunciado en la universidad no tardó en anotarse.

 

- Normalmente me ocurre mientras duermo – hizo una pausa y se levantó de su asiento-. Son como sueños en los que veo escenas que yo, obviamente, no estoy viviendo. Al principio pensaba que eran sueños y ya está, pero luego cuando hablé con mi hija me di cuenta de que realmente eran cosas que ella soñaba también.

- Dormimos juntas, así que... - se encogió de hombros y observó a su interlocutora, de la que esperó algún tipo de comentario sobre lo que le acababa de explicar-. Por eso decidí venir aquí, esto me crea muchas dudas aunque no se si realmente sea legilimancia ¿Usted qué opina?

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Oh, muchacha. Tienes los conceptos errados. Eso no es para nada Legilimancia. Aunque déjame decirte que la unión que tienes con tu hija, jamás debe romperse. Es una magia fuerte y antigua —los ojos de Rosália se posaron en los de Mónica. Y aunque ésta no se había dado cuenta, la Arcana había logrado visualizar a su hija. Si. Allí estaba, al lado de Mónica mientras ambas compartían más que aquella relación. Pero Rosália jamás se limitaba. Y pudo ver más cosas, como el abandono de parte del padre y detalles que circulaban en la mente de Mónica—. La Legilimancia es un arte excepcional, aunque peligrosa si no sabes como controlarla.

 

Rosália salió de la mente de Mónica. Ya tenía todo lo que necesitaba para empezar de a poco a enseñarle mejor su don. Se alejó unos pasos mientras sacaba su Vara de Cristal y la apuntaba contra su alumna. Solamente necesitaba unos escasos encantamientos para que dejara de pensar en todas sus preocupaciones. Luego, Rosália movió su mano y el límite del balcón, que daba al lago, desapareció con éste. Y le mostró a ambas que era la entrada a la Universidad, específicamente al Campus Universitario. Allí podrían extenderse.

 

La Legeremancia es un arma, si sabes utilizarla. Y como todo poder, es más fácil si lo empiezas a practicar con los más débiles de mente —la Arcana le señaló con el dedo aquel nuevo camino que se abría entre ellas. Para Mónica, sería todo real, aunque Rosália se manejaba con los recuerdos y pensamientos de todos y todo. ¿Acaso se habían encontrado en un balcón de verdad? ¿O aquel nuevo panorama era lo real? No importaba, no entraban ésas preguntas dentro de la clase—. Antes de realizar la prueba necesaria para adquirir la habilidad, debes aprender a usarla. Quiero que deambules por la Universidad. Y te metas en la cabeza de tres alumnos. Los que desees.

 

Rosália le dirigió una sonrisa. Le estaba dando un paso libre para que ella hiciera lo que quisiera. Si, momentos antes la había señalado con su varita. No había hecho más que abrirle la mente, para que cuando quisiera meterse dentro de los pensamientos de alguien, pudiera hacerlo. Claramente que si intentaba hacerlo contra la Arcana de la Legilimancia no podría, pero la diversidad de personas le brindaba muchas opciones. Escucharía pensamientos, vería imágenes, sentiría incluso como si las estuviera viviendo ella.

 

Debes hacer contacto con sus ojos. No lo olvides, Mónica. La mente es como un libro. Puedes leerlo. Puedes hacer más cosas, pero eso lo veremos luego. Tráeme tres pensamientos valiosos. Tu trabajo será descubrirlos y hacerlos propio —Rosália le había dado una tarea fácil. Aunque no subestimaba a la bruja pelirroja. No iría con su pupila, pero sabría todo lo que estaba sucediendo, gracias al anillo que giró entre sus dedos, nuevamente. Su alumna debería hacer lo pedido y mucho más, si Rosália quería llevarla ante la pirámide donde se encontraba El Portal de las Siete Puertas.

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  • 1 mes más tarde...

-Papá… ¿Estás seguro que éste es el lugar donde debo estar?- le preguntó con cierto nivel de incredulidad al Gryffindor; estando los dos juntos a las afueras de la puerta del lugar de inscripción para las habilidades mágicas. -Ten la tranquilidad, hijo, que no puede existir un sitio mejor para ti si deseas aprender a manejar tu don. Es una cualidad muy especial que ha pasado de generación en generación… y que yo te heredé a ti… Elros- respondió Elvis a su primogénito; entregándole paz y tranquilidad a través de un abrazo y un ágil revolver de los cabellos rojizos del veinteañero, de manera de que éstos quedasen aún más desordenados de lo habitual en él, al ser muy ondulados como los de su madre Annick. -Con permiso…- dijo el ojiverde tras tocar en tres oportunidades la madera de la entrada a la estancia; para luego cruzar el umbral al lado de su padre y encontrarse de frente con el famoso Mr. Pippin.

 

-¡Oh Señor Director! Adelante… adelante. Los estaba esperando- manifestó el anciano, saludando con un apretón de manos a ambos hombres, segundos antes de invitarles a tomar asiento en las sillas frente a su escritorio. -Pip… Como te hablé el otro día… He venido con mi hijo para efectuar el trámite de inscripción para Legilimancia. ¿Rosália Pereira está disponible en los terrenos de la Universidad?- preguntó el escocés. -¡Sí, señor! Hágame el favor- fue lo que contestó el veterano, tendiéndole el pergamino a Thomas con amabilidad. -Oh, joven. Si gusta le puedo contar sobre los Arcanos… Su historia se remonta…- y empezó el viejo a dar cuerda a la caja musical; narrando minutos y minutos, hasta que éstos se transformaron en horas interminables en donde Elvis y su hijo no paraban de mirarse.

 

-Muy simpático el anciano ése… muchas cosas de las que nos dijo, tú ya me las habías contado en casa… La contienda entre Uzza y Arcanos, las Siete Puertas del Conocimiento, Hermes Trimegisto, el Ouroboros… y todo lo demás. Me parece interesante que un tipo como él acepte el trabajo de inscribir a los “valientes”… aunque debo admitirte que debería aprender a hacer un mapa conceptual o un resumen de la historia- comentó el pelirrojo a su padre, una vez que ambos pisaron los terrenos de la mansión Gryffindor en Ottery; luego a una aparición conjunta desde las dependencias de la Universidad. -¡Así es mijo! Por ahora quédate tranquilo… ya mañana debes presentarte temprano para aprender de aquella mujer o… si en verdad se le puede llamar “humana”; pero descuida hijo… Con tu madre siempre vamos a confiar en tus capacidades. ¡Ten fe! Y recuerda… Una mente bien despejada es el primer paso a la Legilimancia. ¡Buenas noches!- finalizó el patriarca, no sin antes besar en la frente a su retoño, entregándole todas las energías para que el día siguiente fuera bueno. -¡Gracias pá! Que tengas bonitos sueños junto a má. Velen los míos también... o sea, del bebé- respondió.

 

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Elros no logró conciliar muy bien el sueño; su cuerpo se giraba una y otra vez en la cama por la noche, sin poder quedarse dormido a una hora prudente… todo a causa de tener metidos en sus pensamientos aquellos versos del poema “Arcanum” que había leído y repasado muchas veces en la biblioteca de Alejandría; sumando a eso todo lo que el Viejo Pip les narró a él y a Elvis durante toda una extensa tarde en dicha oficina. <<El Guardián del Lago debe ser una estructura colosal y majestuosa. Me gustaría poder verle de cerca y contemplar, en vivo y en directo, su suntuosidad>> pensó al levantarse por la mañana tras el sonar desagradable de su despertador con forma de león. Una ducha caliente fue el gran calmante para sus músculos agarrotados, sumergiéndose en las agradables aguas por más de lo presupuestado; tanto así que Tanis no dudó en golpearle la puerta del cuarto de baño para que éste se apurase y bajara a la cocina a tomar el desayuno que Rhaenya le había alistado.

 

Muy rápido descendió las escaleras desde el tercer piso de su morada, vestido con: una polera sin mangas ni estampados color azul rey, una bermuda de jeans algo desgastada, un cinturón de cuero bruno que afirmaba un estuche del costado izquierdo (donde yacía su varita de pirul), y un par de deportivas níveas muy livianas cubriendo sus pies. Junto con eso llevaba su bolsa con hechizo de expansión indetectable, la cual contenía todo lo que el pelirrojo pudiese llegar a necesitar en dicha maestría arcana, desde blocks de notas con su vuelapluma… hasta pociones y objetos mágicos de sumo valor monetario adquiridos en la tienda Magic Mall. Ya más sereno y calmado, bebió todo el zumo de naranja con miel y comió las tostadas con dulce de leche que la elfina le había preparado; no obviando la copa de postre con papayas y crema que su madre le había reservado en la nevera el día previo.

 

Sin despedirse de nadie, debido a que recién los rayos del astro sol empezaban a extenderse por toda la comunidad mágica de St. Catchpole; Thomas abandonó la fachada de su hogar a través de aquella bochornosa sensación de la aparición, materializando su fornida figura en los alrededores de la casa de estudios de postgrado. Su rostro denotaba mayor seguridad y confianza en sus capacidades, pero su corazón continuaba oprimido. Sabía que la Arcana que lo iba a recibir provenía desde Sudamérica y que era portadora de una belleza sin igual muy similar a una ninfa del bosque. Fue así que tras avanzar a pasos firmes rumbo a su destino, tragando conglomerados de saliva producto de la expectación, llegó a una terraza de piedra que se encontraba en el borde del lago. En eso, sus orbes esmeraldas se abrieron como dos platos enormes cuando se encontraron fijamente con dos ojos avellanados color ámbar que le transmitieron, silenciosamente, una sapiencia que jamás había contemplado.

 

-Prazer em conhecê-la, senhorita- saludó a viva voz, sonriéndole tímidamente a la distancia.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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Rosália estaba desilusionada. Le había costado demasiado tiempo convencerse de que enseñar dentro de la Universidad Mágica era una buena opción. Que todo podría llegar a tener sus ganancias y que podría encontrarse con mentes ágiles y situaciones que le produjeran un reto. Pero hasta el momento, una sola alumna se había atrevido a acercarse a ella y se había perdido dentro de su propia mente. Rosália era tan poderosa que la había hecho olvidar cada segundo que había pasado junto a ella. Su Vara de Cristal relucía en su cintura, esperando ansiosamente otro momento.

 

Una chispa se encendió entre sus pensamientos y estaba segura que podría llegar a tener otra oportunidad. Por eso que aquella mañana, la Arcana de la Legilimancia se acercó a la terraza donde empezaba cada aventura. Estaba segura que podría haber encontrado en cualquier sitio, pero aquel viejo decrép*** siempre enviaba a los alumnos allí. ¿Por qué no le modificaba un poco la cabeza y problema resuelto? Le hubiera gustado pero Rosália estaba segura que el Consejo de Arcanos no estaría muy de acuerdo. Su pacto era simple: Enseñar sus dones y nada más. ¿Se habrían enterado que ella había estado dando vueltas por el Campus Universitario?

 

Suspiró mientras observaba las aguas tranquilas de aquel lago. Sabia que el joven estaba a punto de llegar. Estaba ansiosa. No estaba segura cuánto poder tenía ése mago pero conocía todos los secretos de los hombres y sabía que sería una debilidad. Una mente débil era una herramienta que podía usar a su favor. Tal vez le convenía que aprendiera a usar el poder de la legeremancia pero sabía a ciencia cierta que los magos de Londres eran demasiado egocéntricos. Así que para avanzar en cualquier etapa, debía demostrarle a todo lo que era capaz. Una muestra de debilidad y le borraría hasta su nombre.

 

~ No necesitas hablar portugués, señor Gryffindor. Estamos dentro de Londres, así que eso no es necesario~

 

Al parecer a Rosália le había molestado que se dirigieran de aquella manera. Nadie conocía su historia y solamente Mr Pippin podría haber contado de más su nacionalidad. Pero ella ya no era aquella muchacha. Habían pasado decenas de decenas de años así que al parecer Thomas Elros Gryffindor se había sobrepasado un poco. Sin embargo, aún no podía desquitarse con él y la bruja se cruzó de brazos, mientras lo miraba fijamente

 

~ Al parecer crees que puedes aprender mi habilidad. ¿Por qué lo crees? ¿Qué es lo que te hace pensar que eres digno para la Legeremancia? ~

 

Rosália debía hacer un par de preguntas antes de siquiera avanzar. No necesitaba preguntarle el nombre, el joven pensaba en tantas cosas que había escuchado su mente en el momento que había pisado los terrenos de la Universidad. Claramente que él ni siquiera se había enterado pero Rosália ya conocía prácticamente toda su historia. Sus nervios eran como un tambor insoportable que llegaba a la mente de la Arcana para molestarla. Era algo que tenía que lidiar todos los días, las personas. No le agradaban para nada. Prefería la soledad y la naturaleza. Pero tenia trabajo que hacer, así que espero a que Thomas le diera una buena respuesta.

Editado por Rosália Pereira
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-Ehh… perdone… maestra. Espero poder llamarla así ¿Tiene algún problema en que le apode con tal título noble señorita Rosália?- le preguntó Elros con actitud dubitativa, pues éste había sentido en el ambiente que la arcana no tomó muy bien su saludo con acento e idioma portugués que tan bien hablaba el mago inefable. La mirada de la musa del bosque y la naturaleza parecía más bien desilusionada; tanto así que Thomas no paraba de hacer contacto visual directo con aquellos ojos avellanados con el afán de percibir lo que la bruja resistía en su interior, pero estaba más que evidente que la mujer no se dejaría intimidar por las curiosidades banales de un muchacho veinteañero. Sin embargo, el pelirrojo optó por encaminar sus pasos rumbo a uno de los pilares de la terraza de piedra; apoyando su vasta espalda y la planta del pie derecho en éste, mientras sus oídos escuchaban con mucha atención y prestancia, cada uno de los mensajes e interrogantes que la Pereira enunciaba con los brazos cruzados; algo molesta o quizás incómoda.

 

-No creo que se trate de ser digno o no, maestra. Hay veces que simplemente debemos seguir el camino que se ha trazado desde nuestra concepción. A medida que fui creciendo en el amparo de mi familia, tuve demostraciones de este bello don que me fueron dejando perplejo… al principio no comprendía a qué venían… pero mi padre supo orientarme muy bien y alejar el temor que se había fundado en mí al pensar que era un niño “diferente” a los demás- comenzó diciendo el Gryffindor; entrecerrando sus ojos de vez en cuando, y dando mayor tranquilidad a su respiración. -La Legilimancia es un arte, maestra… y también es un obsequio muy codiciado por magos egocéntricos que buscan su beneficio personal… yo no. Para mí, su comprensión y entendimiento, va más allá… se dirige a los confines del mágico pensamiento, su base… sus inicios. Es aprender a entender las actitudes de los demás, y tal vez poder brindarles apoyo cuando su corazón se encuentra oprimido y no son capaces de transmitir verbalmente sus emociones- agregó, mientras alzaba la vista hacia el bello lago que adornaba de elegancia y majestuosidad el contexto de plática con la docente.

 

-No sé si soy digno… pero sí tengo la convicción de formarme con usted, maestra- finalizó con seguridad.

Editado por Thomas E. Gryffindor
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