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Legilimancia


Rosália Pereira
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Un escalofrío recorrió toda mi espalda. Aquella carta que tenía enfrente era totalmente innecesaria, porque al alumno que tenía que avisarle que había sido aceptado por Rosália Pereira era yo. Me había anotado en mi segunda habilidad, el arte de leer las mentes y ya estaba disponible el espacio para mi.

 

Desconocía totalmente si tenía compañeros o si la profesora ya estaba esperándome. Los Arcanos eran extraños, porque no impartían clases como todo el mundo las conocía, sino que eran especiales. Por eso que hasta donde lo creía necesario, incluso siendo el Director, tenía que avisarle de alguna manera a la Arcana de que estaba listo. Más que nada porque creía que de ésa manera, de buscándola, mostraría mucho más interés.

 

Mis nervios no se trataban del motivo por tener que encontrarme con aquella bruja, sino porque no sabía si todo el conocimiento sobre la legeremancia, era realmente válido. Sabia meterme dentro de las cabezas de las personas, pero ésa magia arcana era nueva y estaba seguro que aprendería nuevas cosas. Por eso me levanté de repente y dejé mover mi varita para que el papel desapareciera. yo mismo iría a la zona donde se suponía que estaba.

 

Salí de la edificación de la universidad. Llevaba una túnica diferente, era tan gris como el pelaje de un hipogrifo. Tenía el interior, los bordes y los broches de un negro azabache, con el pequeño logo tanto de la Universidad como de Hogwarts. Estaba de una manera mucho más formal que de costumbre. Incluso más que cuando trabajaba para el Departamento Auror. El cuello de mi ropa se cerraba sobre mi garganta, sin dejar rastro de piel. Me apretaba un poco a decir verdad.

 

Llegué fuera los terrenos de la universidad, cada vez acercándome más al lago. Aquel sitio era hermoso, casi uno de mis preferidos. ¿Donde estaba realmente la casa de la Arcana? Aunque fuera el director era un dato que no me revelaban, asi que cada clase los arcanos se encargaban de avisar donde se llevaba la clase. Una diminuta intuición me decía que ya sabía que estaba por allí, pero de verdad quería mostrar interés.

 

¿Cuánto habría servido mis lecturas nocturnas? ¿Acaso tenía otro método de enseñar, la legilimancia era diferente? Esperaba que pudiera aprender muchas cosas, principalmente que usaba ésa habilidad para la seguridad de los demás como de la mia. Me detuve en seco. A lo lejos se encontraba el Guardián del Lago, que despedía un poco de humo por sus fosas nasales. No había casi nadie, todo estaba demasiado tranquilo.

 

»Rosália« pensé.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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La Arcana de la Legilimancia levantó la cabeza cuando escuchó su nombre. Resonó como si alguien le hubiera gritado a su lado pero ella sabía que un mago estaba pensando en ella. Intentaba todos los días cerrarse, no le agradaba que tantas personas invadieran su mente. La confundían. Por más que lo intentara una vez más, su poder la frustraba, porque no la dejaba tranquila. El mundo mágico, especialmente ésa comunidad, estaba atándole los pies a la tierra.

 

Con un movimiento de su Vara de Cristal desapareció en un estallido, brillando intensamente su anillo como una muestra de señal que un alumno nuevo la buscaba. No había necesitado ningún anuncio. La Híbrida Pereira sabía quien iba a tomar la clase y cuando, antes de que éstos se animaran a anotarse. La habilidad no había sido tan concurrida aunque la joven no tan joven, sabía encontrarle el lado bueno a las cosas.

 

No le agradaban los pupilos blandos. Siempre intentaba por todos los medios de interponerlos a diferentes situaciones para saber si realmente estaban listo. "Deben preguntar tres veces si están listos" ¿Qué clase de prueba era eso? Los magos de Ottery St. Catchpole, y estaba segura que de todo el país, eran soberbios, no les importaba gastar unos galleones de más aunque el Ministerio se aprovechara de eso. Para Rosalia importaban otros factores y no le molestaba estar impartiendo sus conocimientos si tenía que hacerlo durante un año. Lo que le importaba era que aprendieran como correspondía.

 

~Si quieren aprender la habilidad de leer las mentes como corresponde, señor Gryffindor. Necesito que demuestre su interés. Tiene una hora. ¿Está listo para empezar el camino hacia la prueba?~

 

Rosalia había vuelto a aparecer en aquella terraza que tanto le gustaba y que para su suerte, ninguno de los otros seis compañeros Arcanos lo había tomado como escenario. Por eso que ella se había podido apropiar de cada centímetro. Nuevamente estaba mirando hacia el lago. De fondo tenía al Guardián del Lago, que despedía humo desde su nariz y boca. Había gente dentro. La brisa acarició su cabello, el césped creía y las flores se abrían, mientras la Arcana se implantaba en la mente de Elvis Frasier Gryffindor.

 

El joven sabía utilizar la legeremancia, pero no como ella. Era bueno, pero podía mejorar un 200%. Rosalia lo había tomado como un reto personal. Pensaba que de los tres pupilos, éste tendría su potencial. ¿Le diría donde estaba y cómo llegar? No, eso se lo dejaría en sus manos.

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Me giré hacia un lado. No había nadie. ¿De donde había salido ésa voz? Miré hacia el otro y no vi más que árboles, césped, una roca con musgo y el agua del lago que golpeaba en la orilla. Nada más. Levanté una ceja. Mi cuerpo no había recibido las señales típicas que tenía como cuando pasaba con los mortífagos, de adrenalina y temor al mismo tiempo. Ésa no era alerta, sino de duda. Alguien estaba por allí.

Si tal vez no hubiera sido un comunicado tan directo, hubiera pensando que un grupo de alumnos de la Universidad estaban haciendo de sus travesuras por la adquisición de los conocimientos pero era una magia diferente. Y asentí al darme cuenta de lo que sucedía. No podía haberla subestimado tanto a Rosalia Pereira. Como director, tenía relación directa con todos ellos, aunque debía admitir que solamente había visto de cerca a Suluk.

Rosalia —murmuré, dándome cuenta de quien me estaba llamando de alguna manera. Aunque más que nada me estaba hablando para imponerme una orden. No pude evitar embozar una sonrisa. ¿Me estaría mirando escondida de algún sitio? ¿O tenía a alguien que trabajara para ella? Los Arcanos siempre me sorprendían y era por eso que había decidido mejorar mi habilidad con la joven. Tenía que demostrarle mi interés. O eso había sido su intención. No sabía cómo ni con qué, pero algo me decía que no sería más complicado que usar la Legilimancia. ¿Como sería si no?

Había decidido ir directamente hacia la zona donde se rumoreaba que se dejaba ver la maestra, pero automáticamente tuve que cambiar de rumbo. Me quedé unos segundos pensando en qué hacer, dónde ir y me encaminé de nuevo a la Universidad. Allí tendría muchos más opciones.

Los caminos diferentes que serpenteaban hasta la universidad, se encontraban húmedos por el rocío de la mañana. Algunas figuras iban de un lado hacia el otro, a las diferentes clases que impartía la institución. Solo me limité a saludar con una reverencia de la cabeza o una sonrisa. A veces me cansaba que todo el mundo me saludara simplemente por ser el director. ¿Qué serviría para mostrarle a la Arcana? O mejor dicho, ¿Cómo se lo mostraría? No estaba muy seguro pero seguiría mi intuición.

No estaba seguro si realmente leer mentes me serviría. ¿Qué diferencia había si alguien pensaba en cómo excusarse por no realizar la tarea o por explicar porqué había faltado el día anterior a Encantamientos? Negué con mi cabeza. Rosalia podía saber cualquier cosa. Así que tenía que ser algo más personal, más que dependiera de mí. Algo que le indicara el porqué quería perfeccionarme. Y desaparecí.

Me acerqué donde el verdadero peligro había invadido cada rincón. El Atrio del Ministerio de Magia. Si abría mi cabeza por unos segundos, escucharía los verdaderos peligros que variaban de las clases normales de la Universidad. Y así fue. Las personas se preocupaban todo el tiempo por los problemas en casa, pero también había muchas más cosas como los peligrosos objetos que traficaban o los planes malvados de los Mortifagos.

»Mortífagos«

Ésa palabra resurgió en mi cabeza más de una vez. No tenía el poder de leer la mente para saber quien pertenecía a sus filas. De hecho la Magia Oscura me bloqueaba aquello. Pero si había utilizado la Legeremancia para proteger a mi familia de eso. Nunca hacía mal uso de la habilidad y siempre en caso necesario y de urgencia. ¿Entonces porqué no mantenerme en mis ideales? No podía tampoco explicarle a alguien de afuera lo que significaba ser de la Orden pero si mostrarle el lado de la luz. Eso era igual en todas las partes del mundo.

Me mantuve parado, cercano a una de las paredes más alejadas a la fuente. Allí pasaba mucha gente y en cuanto abrí mi mente, varias voces empezaron a hablarme. Me llevó alrededor de quince minutos silenciarlas a todas. Miraba ojos. Muchos perdidos, muchos mareados, muchos llenos de ilusiones. No encontraba en ninguno lo que estaba buscando. Al parecer cada uno vivíamos diferentes situaciones a pesar de estar todos en el mismo mundo. Hasta que lo encontré. Era una joven pelirroja, de ojos tan azules como el mar.

Estaba parada frente a otra mujer. Ésta parecía herida, pero no por cortes sangrantes o quemaduras, sino internamente, en su corazón. Le rogaba a la mujer que retrocediera. Que no lo hiciera más. Que iban a encontrar la manera de solucionar los asesinatos que había hecho. Pero la pelirroja estaba destruida. Todo había acabado para ella. Sabía que el demonio que tenía dentro la consumiría. Hasta que apareció la Orden del Fénix. Había encontrado la salvación, la luz en la oscuridad. Una manera de recompensar todo el daño que había hecho

La mujer casi no se había dado cuenta que había estado husmeando en su cabeza. Tal vez solamente rememoraría ésas imágenes. Pero la conocía muy bien. Sabía que todo el tiempo lo hacía. Rasqué mi sien un poco. Las imágenes que pertenecían a otros se sumaban a las personales y era fuerte. Muy fuerte de soportar. Hasta que tomé aire, respiré y me enfoqué en otros ojos, mientras me cruzaba de brazos.

Un hombre de piel morena y ojos tan oscuros como el café, miraban la imagen de un niño de tan solo 5 años. Era él mismo de pequeño y lo conocía. Sabía todo el sufrimiento que había sufrido. El asesinato de su familia, aunque no lo supiera. La búsqueda de ellos a través de los años. Nadie le había dado una mano, nadie lo ayudaba ni siquiera a tenerlo en su casa, hasta averiguar lo que había pasado. La oscuridad parecía que ya se había encargado de sumergirlo en las tinieblas. Pero había sido en culpable de darle luz. Una familia. Un lugar al que pertenecer. Un grupo por el que trabajar con otros que habían sobrevivido a lo mismo.

Llevaba casi quince minutos buscándola, señorita Pereira. Es difícil de encontrar —comenté, cuando un cabello tan rojo como el fuego llamó mi atención. Si no habría sido por eso, la habría hecho pasar a la Arcana como parte de la vegetación. Había desaparecido del Ministerio hacía algunos minutos atrás, pero el poco tiempo que me quedaba para cumplirse la hora, lo había perdido buscándola. Pero la había encontrado. O ella se había dejado ver—. Creí que ésto era algo que aprendías y ya. Pero he visto que necesito perfeccionarme y me han contado que usted es una de las mejores acá dentro. ¿Es cierto?

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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~Asi es, señor Gryffindor. Veo que le han hablado como corresponde. Aunque no me gana con sus halagos. Le falta aprender mucho. Demasiado~

 

Rosália había empezado a hacer de las suyas. Jamás se dejaba llevar por lo que decían los alumnos y siempre intentaba minimizarlos, porque era una manera mucho mas factible para poder controlar todo. Aquel suspenso, ésa meta inalcanzable de la habilidad, producía en los jóvenes aprendices que de verdad pensaran donde estaban parados. A algunos les tomaba aquello como una meta personal, pero para otros lo veían tan lejanos que se retiraban. Elvis Gryffindor ni siquiera pensó en eso. De hecho estaba esperando mejorar a cada segundo.

 

~Aquellos recuerdos fueron satisfactorios, joven. Ha sabido encontrar el objetivo justo para demostrar que realmente merece ésto. Encuentro muchas cosas curiosas. Muchas cosas sin sentido. Muchas cosas que deben resolverse. Ése es el cambio que siempre existe, entre la maestra y los alumnos, sobrepasar algunas barreras y seguir adelante~

 

Rosália estaba en aquella terraza cuando Elvis apareció por allí. Las piedras tenían diferentes lineas talladas como pequeños rostros sobre la barrera, que impedía que aquellos barrotes de roca, se cayera alguien por asomarse. La vista ahí era espléndida y el Guardián del Lago parecía como si los mirara. El alumno estaba expectante. Rosália tenía muchas ideas para comenzar pero no sabía bien cómo hacerlo. Ya había demostrado el objetivo.

 

~Dime qué sabes sobre la legilimancia, Gryffindor. Dime qué cosas sabes hacer y qué cosas no. Cuáles te gustaría aprender y cuáles ni siquiera conoces. De ésa manera podremos saber de dónde empezamos~

 

La Arcana hizo un gesto con la mano para que éste tomara asiento. Tenían un buen rato en la terraza por lo que Rosália fue la primera en sentarse. La brisa revoloteaba con cabellos tan rojos que parecían desprender luz.

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¿Por qué la Arcana de Legilimancia me estaba preguntando justamente eso? Habia escuchado rumores fuertes de que era una de las más poderosas en aquella área. El leer las mentes. Por eso no entendía el motivo por el que tenía que darle la definición. ¿Acaso ya no le había enseñado lo que sabía? Algo me decía que necesitaba que dijera algo más, por eso intenté borrar aquellas preguntas de mi cabeza para escucharla atentamente. Aunque debia admitir que pude observarla negar con la cabeza, me había escuchado en todos mis pensamientos.

 

Sé que para usar la legeremancia se necesita mucha concentración. Tambien que no solo se puede leer la mente, sino muchas otras cosas. Tambien entiendo que cualquier persona que sea oclumántico, puede bloquear la legeremancia. No me queda claaro si todas las personas pueden pasar desapercibidos la legeremancia. ¿Algunos magos se dan cuenta que le están leyendo la mente? ¿Algunas personas pueden esconder sus pensamientos y elegir cuáles mostrar? Solamente aprendí a ver recuerdos. Sentimientos. Me gustaría volverme más poderoso.

 

Me quedé de brazos cruzados, mientras el agua del lago corría lentamente. Las fosas nasales del gigante del lago habían dejado de despedir humo, al parecer sus visitantes ya se habían retirado. Pude ver que Rosália realizaba una sonrisa y asentía. ¿Acaso había dicho lo que necesitaba escuchar? Empecé a sentir un cosquilleo por mi nuca. Algo me decía que me faltaba demasiado para aprender. Sin embargo, decidí que lo mejor era por tranquilizarme. Si pensaba demasiado las cosas no me serviría para nada. Tenía que pensar en nada, que lo blanco me envolviera por completo.

 

Hay rumores de que puedes tomar un recuerdo y modificarlo. ¿Eso es cierto? También leí que puedes crear ilusiones. Y manipular a las personas como si fueran marionetas. ¿Eso es cierto? Quiero aprender a hacer todo eso, por favor —me había sentado ésta vez. La fuente que estaba sobre aquella terraza despedía agua constantemente.

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~Exactamente, señor Gryffindor. Ha escuchado muy bien. Y aún hay demasiadas cosas que no sabe de mi~

 

Rosália rió de una manera muy tonta, tapándose la boca como si tuviera vergüenza, mientras se corría el cabello a un lado, sobre su hombro como hacía cotidianamente. Se giró media vuelta, para ésta vez alejarse un poco ella, mientras caminaba rumbo al lago, actuando como si estuviera pensando. Ella ya sabía lo que tenía pensado y lo que quería. Ahora tenía que plasmarlo luego de que el joven alumno había recitado lo que quería. Se volvió hacia Elvis.

 

~Y eso es lo que aprenderá de mi, no más. Manipular recuerdos y crear ilusiones. Pero claramente que una clase es muy aburrida, así que me permitirá que haga unos simples movimientos con mi varita, y será agente libre de hacer lo que quiera. Oh si, no tema que no duele. Y estoy segura que si piensa tan solo un poco, podrá aprender a hacer eso~

 

Rosália se había ido acercando de a poco. Primero jugaba con los pequeños pétalos rosados que crecían sobre su hombro. Algunos iban descendiendo pero también cambiaban de color, de rojo a escarlata, luego a anaranjado y terminaban de un tono tan amarillo como el sol de las mañanas. Justo sobre su ombligo. Aprovechó su momento para sacar la vara de cristal y enarbolarla contra Elvis, pero a favor. No necesitaba leer ni escuchar monólogos, solamente dejarse arrastrar por la magia que ya contenía, por el poder que sabía controlar.

 

~No me gusta estirar demasiado cuando no corresponde, así que cuando termines, Gryffindor, si puedes, nos encontraremos e n el Ateneo. Solamente si logras realizar mi petición. Sino, no pierdas tu tiempo~

 

Aquello último lo había dicho con una sonrisa bastante malvada. Su intención era ayuda, pero a costa de otras cosas. A ella era una de las pocas que le gustaba la acción, las charlas y debates eran aburridos. La legeremancia se aprendía realizádola, no teníamos una manera más fácil, así que la Arcana realmente esperaba que eso funcionara, porque sino hubiera desperdiciado demasiado tiempo.

 

Cuando pudo irse, desapareció en un estallido de hojas y flores rojas. Directamente al Ateneo. Tal vez el aspirante necesitaba más indicaciones pero Rosalia se las haría llegar cuando fuera el momento. Ella básicamente sabia todo lo que estaba pasando.

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Ahora, aquella situación se le hacía extraña. Recibir una aprobación de las que ella misma solía firmar como directora era una especie de broma, pero lo mejor era actuar de esa forma para evitar malentendidos o problemas. Elvis le había dicho que todo estaba en orden horas atrás y, ahora, Anne salía de su despacho de la Universidad para dirigirse hacia la vivienda de Rosália Pereira, la arcana de Legilimancia. Aquellos ancianos le causaban mucha impresión, más después de haber compartido tanto tiempo con la que impartía la habilidad de Metamorfomagia. Ahora sabía que tendría que conocer a la que dominaba el poder de leer las mentes, y eso en gran parte la aterrorizaba. ¿Y si leía todo lo que ella atesoraba en su cabeza, incluso los detalles más prohibidos?

 

A pesar del temor, su convicción por aprender a utilizar ese tipo de magia era mucho mayor. Se había dejado la capa oscura en el despacho, sabedora de que no la necesitaría para la clase. Aquello significaba que iba con su vaquero gastado y una blusa oscura, sin importarle lo que pudieran pensar por su aspecto visiblemente descuidado. Llevaba el pelo en un cómodo moño a la altura de la nuca, así se aseguraba que no le molestaría. Además, gracias al poder de la metamorfomagia llevaba algunos mechones de color azulado, haciendo que su cabello luciera bastante llamativo. Aquello, por supuesto, le encantaba.

 

Aflojó la velocidad de su caminar conforme se iba acercando a la vivienda de la arcana. ¿Estaría ella en su hogar, o quizás andaría enseñando a algún otro alumno? En cualquier caso, esperaba encontrarla pronto para poderla conocer. ¿Sería tan dulce como Amara? Había oído historias de algunos de aquellos ancianos, comentarios de los alumnos que iban y venían de sus clases. Cortó aquellos pensamientos de golpe, cada vez se sentía más inquieta. Se llevó una mano a la cara y se frotó la frente a la vez que alcanzaba la terraza de la vivienda de la arcana. Se detuvo entonces.

 

Esto... ¿arcana Rosália Pereira? ¿Está usted ahí?

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Su experiencia con la clase de Animagia había sido en verdad positiva para el Weasley, y quizá fue ese el motivo y no su innata curiosidad lo que lo empujó a tomar una segunda clase de habilidades dentro de la universidad. Se admitió a sí mismo, no obstante, que lo había deliberado mucho y durante largas horas: no era ningún secreto que aquellas clases eran extremadamente demandantes y que debería invertir gran parte de su tiempo y energía en ellas, pero finalmente había ganado la partida la incesante e inamovible creencia de que el aprendizaje lo ayudaría en formas que ni el mismo conocía, más podría haberle dado la razón a Arya si ella hubiese insinuado que aquella habilidad le causaba especial curiosidad.

 

- Esto simplemente nunca se vuelve viejo. - comentó el segundo después de haberse aparecido en los terrenos de la Universidad, en sus esplendorosos jardines que se desplegaban frente a sus sentidos para sosegar los nervios que sentía: tenía tantas expectativas e incertidumbres sobre aquella clase que simplemente no podía evitar que su cabeza disparase a mil por hora. Inconscientemente se llevo su mano izquierda hacia su anillo de la animagia, el cual frotó con ahínco en buscas de aligerar aquel nudo que le oprimía el pecho.

 

Pasaron unos cuantos segundos hasta que finalmente caminó en dirección al jardín que, según había escuchado, era de propiedad exclusiva de la arcana. Nada más llegar a él se quedó anonadado por la gran variedad de especies herbológicas y florales que se expandían a su derredor y que, para un herbólogo con experiencia como el Weasley, constituía un paraíso de observación. Incluso tuvo que invocar casi toda su voluntad para no largarse corriendo en dirección a lo que parecía ser un invernadero: ¡a saber las especies que debía haber allí! Si todo marchaba bien, le pediría a la arcana que le diese un tour por el mismo.

 

Finalmente llegó hasta la vivienda de la arcana, donde encontró una mujer quien inmediatamente descartó como la docente dada su joven edad: aquellas eran personas de gran experiencia y, por lo general, larga edad. Apenas llegó a escuchar sus palabras, pero al parecer se trataba de otra alumna que buscaba iniciarse en la habilidad, al igual qué el. Sus nervios cedieron un poco del terreno en aquella batalla contra su consciencia al pensar que al menos no haría la habilidad solo.

 

- Hola - saludó el Weasley a la mujer - ¿Estás aquí por la clase de Legilimancia?

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La Arcana era bastante misteriosa. Pero se notaba que su poder iba más allá. No sabía realmente que había hecho con aquella Vara. una varita que había visto en más de un Arcano que la utilizaban. No sabía que tenía de especial pero no había tenido tanta necesidad de explicarme las cosas. Sabía lo que tenía que hacer como si hubiéramos estado hablando durante horas. ¿Me habría manipulado la mente para que perdiera la noción del tiempo? No lo sabía. Pero aquello me resultaba excitante, poder hacer lo que ella hacía, era lo más grandioso que podía pasarme.

 

Asentí a sus palabras. No pude evitar dirigirle una sonrisa al saber que lo que había hecho, estaba bien. O al menos estaba satisfecha. Era totalmente diferente a la Arcana Suluk. Ésta se mostraba estricta pero mucho más flexible y amigable, siempre tenía palabras de ánimos aunque parecía que quería alejarse. Era una persona totalmente responsable. En cambio Rosália parecía divertirse. No podía leerle la mente, claramente, pero parecía de ésas personas que les causaba gracia la desgracia ajena y quería que fallaran, se pensaba que nadie podía hacer sus misiones. Eso hizo revolver mi sangre de león, de las altas tierras de Escocia, era automáticamente un reto que debía cumplir.

 

— Haré todo lo posible, Rosália. Ésto se siente raro. Es... extraño. Pero lo voy a hacer. Aunque sea lo último que haga.

 

Y mis palabras eran tan ciertas que casi ni me había dado cuenta que Rosália había desaparecido. No fue disimulado el movimiento que hizo al levantar la cabeza y quedarse mirando a la nada, como si estuviera oliendo el mismo aire, la misma nada. Volvió mi atención en mi pero yo ya no estaba allí. Ella desapareció primero. Sus órdenes habían sido claras. Como había tenido que demostrar que podía leer las mentes, ahora tenía que demostrar que había aprendido a manipularlas. No sabía cuan permitido estaba eso, pero tenía que intentarlo. No sabía lo fuerte que eran las ilusiones que podría proyectar, pero lo intentaría.

 

○•○•○•○•○

Estaba sentado en el borde del lago, donde había empezado todo. Estaba apoyado contra el tronco de un árbol, mientras la brisa despeinaba las ramas más altas con sus tupidas hojas, como tambien mi flequillo y el borde de mi túnica. No había casi nadie alrededor, ni siquiera Rosália, ni otros profesores o alumnos. Habían pasado exactamente tres horas desde que mi maestra me había enviado a realizar mi labor. Y lo había hecho, pero ahora me encontraba pensando. Era agotador. Era como pensar por mi, por la otra persona y por todo un grupo de personas a la vez. No era como leer un libro y había aprendido que aquella habilidad era mucho más grande de lo que pensaba.

 

La Legilimancia no era un juego. Y tenía que ser cauteloso, más que de costumbre.

 

No me olvidaba las imágenes que había visto, los recuerdos que había alterado y las ilusiones que había logrado proyectar. Tres personas habían sido mis víctimas, y podíamos decir que eran tres protocolos: una persona cercana, alguien desconocido y otro totalmente odiado. Parecía como si no recordara cómo había llegado hasta ellos. Pero tenía que comprobar lo que hacía todo eso del Artes de las Mentes. Tenía que ver cuánto daño podía provocarle a mis enemigos, cuánta protección podía dedicarle a mis seres más cercanos y cómo podía afectar a mi alrededor. Si eran pocas la veces que leía las mentes, solamente en caso de urgencias, no podía saber a ciencia cierta cómo usaría aquello.

 

Exactamente lo había usado con mi esposa Annick. Había podido ver qué hubiera sucedido, de una manera aproximada, si no nos hubiéramos conocido. Había permitido que mi esposa observara aquello. No se lo merecía. Ella ni siquiera hubiera estado en una mejor posición. La había hecho sufrir y por eso mismo me sentía horrible. Juntos habíamos creado lo que más amábamos. Pero le había enseñado que eso no era a lo que estaba destinado y era como revivir sus propios miedos. Me había costado más trabajo superarlo, que borrarle el recuerdo de ése momento feo. Me había quedado un nudo en el pecho.

 

El otro había sido en medio del Atrio. Aquello no me había afectado tanto desde un nivel personal. El revuelo que se había provocado dentro del Ministerio de Magia había sido por un movimiento mal inventado, un pensamiento que había hecho lanzarse a un mago contra las autoridades de la oficina del ministro. Las causas que actualmente me afectaban por el próximo juicio, no habían sido nada comparadas con lo que estaba pasando. Hasta había existido movimientos de varitas, maleficios, Aurores acorralando a la víctima y hasta varios sanadores por la contusión. Tuve que cortar aquella conexión. No era bueno agregar pensamientos ajenos. ¿Y si alguien se lastimaba?

 

Lo último había tenido su toque de satisfacción. En uno de los rincones más oscuros que teníamos en The Hunter, habíamos logrado capturar a un mortífago. Ya había superado mi situación con mi familia cuando era pequeño. Ya no corría la venganza en mis venas, mi objetivo para con la Orden del Fénix siempre había sido evitar que otros sobrevivieran a lo mismo que yo. Pero ésa magia, ésa apertura de cabeza que me había permitido Rosália, me había ayudado a saber que las mentes eran un arma. Lo había debilitado solamente con mi mente. Mostrándole sus peores miedos. Haciéndole probar de su propio veneno. No le había borrado ése momento vivido, pero si lo había cortado a la mitad.

 

Y ahora estaba procesando todo. No era fácil, aquello me había hecho resugir muchos sentimientos que no eran parte de mi. Pero estaba siendo formado para una parte de la prueba. Sabía que lo peor estaba por llegar. Y así fue, cuando levanté mi cabeza y un destello blanco surgió desde donde vendría a ser la pirámide. Los árboles la tapaban pero yo sabía que estaba allí.

 

»¿Estás listo para la prueba? No hay marcha atrás una vez que empieces a caminar«

 

La voz de Rosália se escuchó como si ella estuviera allí. Y no lo estaba, pero si apareció delante de mi una especie de portal. Creado desde las raices del árbol donde estaba apoyado. Se unieron entre si para formar un medio arco. Desde su interior solamente se veía oscuridad, hasta que todo se iluminó de un color azulado. Algo me decia que tenía que atravezarlo, solamente me aseguré que tuviera la varita. Cuando fue asi, acomodé el cuello de mi túnica y el portal me tragó por completo. Y éste desapareció sin dejar rastros.

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Rosália rio de una manera demasiada tonta. Le gustaba jugar, le agradaba obligar a que las personas hicieran lo que ella quería. Muchos se pensaban que era una tarea por una moral mejor, pero los magos y brujas de Ottery eran demasiado crédulos, no se imponían ante ella, no le decían que era más importante su familia. Ella estaba segura que podía entender que alguien no quería enfrentarse a sus peores miedos. Sin embargo, ellos lo hacían.

 

Y tal vez era eso lo que admiraba de ésas personas. Que además de tener mucho jugo donde exprimir, podía observar la variedad que existía. Aunque hasta ahora solamente dos personas habían llegado hasta allí, sabía que pronto habría más. Y como si fuera por arte de magia, levantó su cabeza de golpe. Voces. Pensamientos. Miedos. Preocupaciones. Dos personas se acercaban y no necesitaba escuchar más. Un joven hermoso. Una bruja poderosa. Rosália no sabía si se tenía que sentir mejor porque la otra directora presenciaría su clase o por su belleza.

 

~Ni siquiera el roble más viejo, pesado y grande, se tuerce ante el frío y furioso viento. Asi que no hay tiempo que perder. Llegó la hora, Gryffindor~

 

Para éste entonces, la Arcana había preparado todo lo que necesitaba. Lo primero, era que el joven alumno tardaría un buen rato. No solo que tenia que practicar, sino que justamente tenía que enfrentarse a emociones encontradas. No lo conocía pero si había escuchado todos sus pensamientos. Cuando desapareció, la Arcana aprovechó a realizar los preparativos para la prueba, ya que cuando terminara con éste, se acercarían Anne y Nathan.

 

~~~~~~~~

~~~~

~~

Y así fue. Envió directamente a Elvis Gryffindor al Ateneo donde estaba enfrentándose a algunos obstácul0s para poder enfrentarse a la prueba. Rosália estaba nuevamente ansiosa, porque ahora, eran dos los alumnos que la habian elegido como maestra. Ella quería encontrar su punto débil. Ella quería poder jugar un rato con sus aprendices para saber hasta dónde llegaban. Pero sus distracciones la habían obligado a darse cuenta que ya era tarde y la estaban esperando juntos.

 

Se acercó en forma de viento. Se acercó como parte de los árboles moviéndose por la brisa. No solo podía leer las mentes. Sino que tenía a la naturaleza a su favor. Se camuflaba tan bien con el follaje, que hasta si la miraban fijamente parecía ser un árbol. O una roca. O las hojas caídas, o el viento que cruzaba los arbustos con sus bellas flores. Allí pudo ver más de cerca a Anne. Y a Nathan. Se estaban encontrando cuando apareció justo delante de ellos.

 

~¿Quiénes son? ¿Qué hacen aquí? ¿Qué quieren?~

 

Agregó la jóven híbrida mientras a cinco pasos de los dos chicos, explotaba decenas de diminutas hojas verdes, dándo lugar a su figura. Incluso una docena de flores tan rojas como el fuego, cayeron como lágrimas y se hundieron sobre la tierra como si fuera agua. Se acomodó el cabello sobre el hombro derecho. Rozó su anillo y su Vara de Cristal y los miró como si fueran horribles criaturas. Le gustaba jugar. Le gustaba demostrar que podía ser más hermosa que cualquier mujer y conquistar a cualquier hombre.

 

Debían ganársela para que ella accediera a enseñarles. La respuesta equivocada podía causar que desapareciera y tuvieran que buscarla durante horas.

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