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Legilimancia


Rosália Pereira
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En un principio no reaccionó debido al repentino dolor que sentía, pero pasados unos segundos fue que al fin lo hizo, la reacción más humana posible: huir de aquello que le causaba dolor. Se levantó y se alejó de las plantas lo más pronto que sus piernas le dejaron, pues las mismas temblaban.

 

¿Qué…?

 

Sólo en ese momento se dio cuenta de que había comenzado a llorar, en cuanto las lágrimas habían desbordado de su rostro y caído a sus brazos. Esa sensación de desesperación era insoportable, pero sumado a ello algo más había llegado, y es el saber que le faltaba algo importante. La respuesta rápida y lógica era sin duda que faltaban todas sus memorias, su identidad en sí, pero… había algo más que no podía entender del todo. ¿Acaso eso le generaba que las lágrimas cayeran sin control a pesar de tratar de detenerlas?

 

Se abrazó a sí misma, qué doloroso sentimiento, qué horrible era sentirse tan vacía y sin identidad alguna. Su cuerpo le rogaba y casi imploraba el quedarse en el lugar, de esa forma evitar algún otro dolor similar al que había sufrido antes y que por suerte ya había pasado, pero sentía la necesidad de ponerse en acción, de buscar algo, sus memorias tal vez.

 

Dio un par de pasos, tratando de evitar a toda costa volver a caer, hasta que al fin y con cierta duda se aproximó a otra planta. No deseaba tocarla, por lo que el temor la invadía a medida que acercaba su mano, hasta que la tocó al fin.

 

Esta vez sí supo que se trataba de un recuerdo, ya estaba preparada. Ahora caminaba por los pasillos de una institución de salud, San Mungo, portando un atuendo que caracterizaba a aquellos que trabajaban para aquella institución de los que no. Caminaba en dirección a una planta en especial, dispuesta a atender a algunos pacientes.

 

Apartó la mano. No, no podía ser su recuerdo, la sola vista de aquellos pasillos, el color y el olor tan característico de un hospital la hacían sentir un rechazo real a pesar de tratarse de un mero recuerdo.

 

«Muchachas… la respuesta de una mente abierta es una conciencia edificada. Busquen su identidad más allá de las memorias. Los hechos… el presente, sucede todo al mismo tiempo, pero ¿qué las diferencian ustedes del resto? ¿Qué las hace ser-consientes?»

 

Siguió avanzando, aunque ahora de forma distraída. A pesar de no recordar nada en sí, algo que le diera una respuesta de su propia identidad, fuera de ello sus sentimientos sí permanecían con ella, pero no cualquier sentimientos, sino aquellos que generaban algo en su cuerpo. Su mente no recordaba, pero su cuerpo sí. Y le faltaba algo, como si le lo hubiesen arrebatado; algo muy importante, casi incluso más que a su propia vida, ¿cómo era eso posible?

 

Se detuvo entonces, ya fuera por el azar o algo más. Esta vez se trataba de una planta que poseía flores, y dos de ellas llamaron su atención, pues compartían el mismo tallo que las unía al principal. Las tocó, esta vez un pétalo de ambas flores al mismo tiempo, aquellos que se rozaban casi.

 

Volvía a estar en un hospital, pero particularmente en una sala llena de objetos, y ella sobre una camilla. Dolor, sí, dolor nuevamente, un dolor que no se le hacía para nada desconocido, pero que no lo hacía más pasajero.

 

«―Ya falta poco.»

 

Mentirosa pensó, aunque no sabía si era la persona del recuerdo o ella misma quien lo había pensado.

 

Segundos, minutos, ¿horas? Independientemente de ello el dolor no cesaba, y junto a ello, un sentimiento de abandono y miedo. Estaba prácticamente sola, viviendo una situación tan extraña y dolorosa, y no tenía a quien más deseaba para que la acompañara en ese momento, ¿sería acaso eso eterno?

 

No, no lo fue, fue entonces cuando el dolor al fin cesó, y casi cayó desmayada sobre el respaldar para poder darse un descanso. No estaba segura de haberse dormido o no, pero alguien le llamó la atención.

 

«―Aquí están, Mei.»

 

Abrió los ojos, y entonces vio los rostros de dos pequeños bebés que se retorcían levemente.

 

Su mano dejó de sujetar los pétalos, pero no por ello dejó de recordar. Recordaba el sentimiento de felicidad extrema que experimentó en ese instante, dejando a un lado por un momento todo lo que había sucedido anteriormente. Un amor que no podía contener.

 

Cerró los ojos, sujetándose el vientre. Era aquello que le había sido quitado, no la memoria en sí, no los recuerdos, nada de ello; sino el hecho de saber de la existencia de aquellos dos pequeños que lo eran todo para ella.

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Todavía confundida, continué avanzando a tientas. Los dos recuerdos que había percibido se contraponían: uno feliz y el otro triste. El primero lleno de luz y vida mientras el otro solo había conseguido provocarme una desazón y sensación de pérdida en el corazón. El problema estaba en que todavía seguía sin saber si alguna de esas era yo.


Debía de seguir. Era, después de todo, la única forma de encontrarme a mí misma.


El recuerdo de una pequeña en un enorme castillo hablándole al retrato de un hombre rubio y guapo me produjo curiosidad, pero nada más profundo. Luego al tocar otra planta la figura de personas con luz en el rostro me llenó de inmediato de nostalgia, aun cuando en realidad desconociera a todos los que aparecían allí. No, una inexplicable distancia se erigía ante aquellos recuerdos, algo que hacía que me sintiera una expectadora, más que una participante. ¿Y si nada cambiaba, si seguía con esa reacción en todos los recuerdos que quedaran por descubrir?


Fue entonces que distinguí un arbusto, de hojas lanceoladas con el ápice ligeramente puntiagudo y de un color verde grisáceo. Era extraño, sentir a esa planta familiar y poder distinguirla en medio de esa densa neblina, aun cuando ni siquiera podía recordar su nombre, de manera que acercándome hasta ella me incliné y tomé una primera rama, pequeña, lateral y que decididamente por el escaso grosor que poseía debía ser más reciente que las otras. Al instante, una profunda rabia me dominaba al contemplar a un tipo de rizos aureorojizos fumando marihuana en una sala de hospital. ¡Apaga eso Richard! gritaba la que era la protagonista de ese momento exasperada, tan igual como yo misma me sentía. El recuerdo pronto se difuminó para dar paso a otro donde aquel mismo sujeto aparecía, pero esta vez con una botella de ron de la que bebía la mitad del contenido para luego preguntar a la misma joven pelirroja del recuerdo anterior, con unos años menos encima, si con lo que acababa de beber le bastaba.


"Richard, un astuto embaucador, protector de quien me dejó sin descendencia" pensé soltando la rama, a la par que reflexionaba sobre la vivacidad de Bel (que era como habían llamado a la muchacha) y el hecho que hubiera sentido mía su carencia de no poder quedar embarazada ¿Pero era esa persona yo? Mi nombre, si ese era mi nombre ¿por qué todavía se sentía solo como una palabra sin mucho más significado? Al tomar otra rama, esta vez más cercana al tronco principal, la memoria se sintió tan vívida que incluso el olor de los eucaliptos y los árboles frutales presentes en ese frondoso jardín llenó mis fosas nasales, y en mis oídos retumbó la voz del hombre moreno que murmuraba mi nombre antes de colocarse una luz sobre el rostro.


El juramento salido de la boca de Bel, cuyos brillantes ojos revelaban su determinación, hizo saltar en ese instante mi propio corazón. "Lealtad y sacrificio" repetí entonces al unísono que el recuerdo, y pronto noté como finas lágrimas caían por mis mejillas al momento que con la varita en alto un patronus de libélula emergía y sobrevolaba con alas de apariencia frágil sobre mi cabeza y la de quien supe en ese instante era mi padre, líder de la orden del fénix, organización a la que también había pertenecido, a la que había decidido pertenecer.


Era Bel, era la hija de Boss Elessar, y la niña que reía despreocupada en medio de un parque muggle londinense, y la que como me había mostrado aquella memoria, había aceptado de corazón y por voluntad integrar las filas de la Orden del Fénix. Pero ¿eso era todo lo que era? ¿cuánto de eso que había sido en el pasado era ahora en el presente?

Un estrép.ito me arrancó por un instante de mis reflexiones, pero pronto tomando esta vez una rama gruesa decidí continuar esa exploración, al tiempo que un viento fresco me golpeaba en las mejillas y enfriaba las lágrimas.


Noté entonces que el recuerdo no era esta vez un lugar, o un hecho, sino una persona. Alguien de pupilas dispares, con un mechón canoso, y terribles cicatrices que le afeaban el rostro. Él cerca, rondándome, encuentros casuales que habían pasado luego a ser momentos compartidos por la voluntad mutua de compartir vivencias, de perseguir casos imposibles sintiendo la adrenalina recorrer nuestras venas, poniendo al límite nuestra cordura y nuestra propia moral. Si antes había sentido que las memorias revolvían mi ser de forma simultánea, esta vez la sensación fue peor, porque al final todos esos recuerdos, alegres, perturbadores, violentos y felices terminaban en una gran interrogante. Él era tan importante, que el mundo que había compartido a su lado me hacía también ser quien era ¿por qué sentía que sin él al lado una parte de mí moría? y aún así, no podía ponerle lugar y nombre al sentimiento que me despertaba.


Llamarlo amor era demasiado impreciso. Llamarlo sacrificio demasiado inexacto. Quizá fuera lealtad...lo más perenne.


Entre la niña feliz que había sido viviendo mugglemente, y la mujer algo atormentada, profundamente protectora y decididamente temeraria que era ahora, mediaba una única cosa poderosa, eso que comenzaba a distinguir ante mí misma como mi identidad. Con el espacio despejado, y evitando por poco cortarme con uno de los vidrios rotos esparcidos por el suelo del invernadero, escuché las palabras de Rosália y me acerqué a la fuente rota. Al tiempo que mi mano se sumergía en aquella agua que reflejaba mi rostro como un oscuro espejo, el ventarrón mezclado con gotas de agua (¿de lluvia?) sacudía mi interior.


Ante mí, unos bellos ojos grises se posaban, despertando ternura y pasión.



- "¿En qué momento yo me enamoré de ti?"- susurraba frente a él mientras los pétalos de sakura caían sobre nuestras cabezas -"Ya no importa el momento, no vivas de tu pasado Bel, lo importante es lo que construyas con tus manos en el presente"- respondía él.




"Mi presente" murmuré contemplándome ahora al calor del fuego de una chimenea, en un lugar completamente distinto, arropada bajo una manta y sujetando con fuerza la mano de otra persona, que sabía que en ese momento había sido lo más importante para mí en el mundo, incluso por encima de mí misma.


"Esta guerra me ha enseñado,Garry, que las palabras y las acciones hechas con la voluntad de hacer el bien, pueden cambiar mucho más de lo que lo consiguen los hechizos. Pueden sanar."


Mientras nuevos rostros emergían, rostros que reconocía como el de las hijas y el hijo que había reencontrado, de los enemigos que había enfrentado, de los amigos y hermanas que la guerra me había arrebatado, todos pasando a rellenar lo que hasta ese momento había sido un puzzle con varias piezas faltantes, me puse lentamente de pie, esbozando una sonrisa, porque por fin comenzaba a entender, que con recuerdos o sin ellos, mi voluntad de usar el poder mágico que poseía para el bien lo conectaba todo. La magia me había arrancado del hogar muggle adoptivo, y aunque no me había desligado (ni lo haría nunca) de él, era el mundo mágico el que me había dado o quitado en la justa medida para hacerme única. Era el poder ampliar mi dominio de la magia lo que me había llevado hasta Ottery, y el uso dañino y egoísta de la magia por parte de los mortífagos, lo que me había hecho permanecer y unirme a la orden del fénix, en un intento por contrarrestarlos. Los misterios de la magia me habían llevado a ser docente para compartir lo que sabía, y a través de numerosos casos y experimentos, seguir encontrando respuestas a las dudas que me iban surgiendo. El uso que podía hacer de la magia, había ido cambiando, de algo más experimental, a ser la mejor forma para proteger a los que más quería, y a la luz del ahora, era capaz de cuestionarme incluso a mí misma, por ciertas situaciones en que la había empleado y la manera en que lo había hecho.


La magia estaba pues, presente, en cada paso, en el pasado, presente, y tenía la certeza, que lo estaría también en el futuro.


Durante todo ese tiempo había creído que arrebatarme los recuerdos podía ser peor que la muerte, que me perdería a mí misma, y aunque al principio todo había sido confusión, pronto las propias reflexiones y lo que cada visión me había hecho experimentar, había conseguido que entendiera que tan o más importante que mantener un recuerdo, era haber aprendido de él lo suficiente como para actuar firme en el presente y con optimismo hacia el futuro. Y que aunque tuviera motivaciones diferentes ahora respecto al pasado, mi magia siempre estaría al servicio del sanar, antes que al destruir. A otros o a mí misma.



- Todos vamos cambiando. Un recuerdo de algo o de alguien puede cambiar con el tiempo, su significado nunca es estático porque la vida no es estática, y porque todos los días, a todas horas, las personas alrededor entran y salen y le aportan algo a tu vida, para bien y para mal. Eso te lleva a volver cada tanto sobre lo que han sido tus pasos, a encontrarle nuevos sentidos y vías que no habías sido capaz de encontrar y comprender antes, y todo eso te encamina hacia el futuro- la expresión con que contemplé a la arcana a la que tenía en frente era serena- ese proceso cada quien lo experimenta distinto, en mi caso, el mundo mágico al que decidí unirme me hizo ser quien es. He tenido docenas de etiquetas a lo largo de mi corta vida y aunque ninguna podría a cabalidad explicar lo que soy en esencia- la sonrisa tímida se ensanchó- dan cuenta con claridad y me hacen consciente de porqué soy diferente.


Tenía muchas más cosas por decir, pero me detuve a respirar hondo, y de reojo observé a Catherine y a Bodrik, quienes también se encontraban ya cerca a Rosália. A juzgar por los gestos en su rostro, ellas también habían conseguido entendimiento, mediante el ejercicio de la arcana, de los sinuosos caminos de la mente, algo que necesitábamos de arranque manejar al dedillo si queríamos aprender exitosamente el arte de la legilimancia. Solté un suspiro entonces, inquieta por lo que vendría, y una última mirada de gratitud fue dedicada al olivo que me había ayudado a dilucidar mis recuerdos y mi conciencia.


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La arcana se descalzó y metió los pies en el agua. Las movió con ciertos ánimos inocentes, chapoteando un poco.

 

Parte del invernadero seguía destruido.

 

No había que ser legililmante para entender que las cuatro mujeres estaban pasando por experiencias mentales. Es decir. O se quedaban quitas palpando plantas como si fuera escritura braile o preferían girar sus ojos y mirar sus cerebros. Bueno, tampoco podía decir mucho. Después de todo estaban en una habilidad mental. De todas maneras, sintió curiosidad, después de todo, ninguna de las cuatro había pronunciado palabras

 

Catherine fue la primera en estar abierta. Las memorias que fluían eran todas… lineales. Y parecían más un monólogo que otra cosa. Y es que, narrativamente hablando, la introducción de nuevos elementos ajenos a una trama específica implica una explicación necesaria. De alguna manera, los lugares vividos, las experiencias marcadas, los nombres propios (que no son menos), están sueltos dentro de un caldero. Y, a su vez, obligando al lector a darle un sentido con elementos y herramientas que no tiene, ¿Helen? ¿Ania? A Jank sí lo conocía, pero ¿Richard Stark luego Moody? Inclusive un Káiser y violencia doméstica. Que si bien, planteaban una conexión, la misma era lineal. Pasaba una cosa, luego otra, y así, sucesivamente, pasando el tiempo, los años, como aquella pregunta que le había hecho, la Arcana, a Eileen, sobre los anillos de un árbol. Y es que, claramente la Catherine del pasado era la misma del futuro. Esa conciencia del yo funciona como afirmante, pero, no implica una actitud performática.

 

- Claro que el ser no es complicado. Pero, más allá de ello, ¿qué sucede cuando juntas piezas con bordes irregulares? ¿qué rellenas en los espacios? Reconocer la propia existencia de la conciencia, saber-se, no sirve de nada si no se practica el ser.

 

Con Bodrik le costó. No le podía seguir el hilo. Sus pensamientos estaban muy desordenados y había tensiones un poquito, demasiado, freudianas. La rebeldía contra sus padres y sujetos que nunca se habían traído a colación dentro de la trama como si fueran dados de forma lógica. Las explicaciones, capaz aparentes dentro de aquellos relacionados con la historia de la adolescente, reposaban sobre el aire. Y es que, aun así, tampoco lograba distinguir cómo unía piezas con encastres diferentes, al igual de las reacciones ante memorias ajenas, o aquella que era la más importante. Así es como, Rosália se quedó con lo más contundente de sus pensamientos, la conflictividad familiar ¿era esa la piedra angular de Bodrik? ¿o que era demasiado joven para traer bebés al mundo? Capaz, si lo intentara nuevamente, con una claridad más sutil y con un vaivén entre el mecanismo exacto de un reloj y la suavidad de una bailarina, podría avanzar en la habilidad.

 

- Bodrik, tienes que tomar un respiro. Da un paso, o varios, atrás. Vuelve a la puerta del invernadero. Medita un poco, aclara tu mente y continúa. Si aún te cuesta, pide ayuda. Son cuatro presentes en este lugar y no las he visto hablarse en nada.

 

A Mei, al contrario, le faltaba profundidad. Sentía todos sus pensamientos como cuando estás en una lancha y bajás la mano para tocar el agua. Es rasgar la superficie. Una que, estaba segurísima, se extendía, leguas y leguas hacia abajo. Si mirarse y recordar despertaba el sistema nervioso y traspasaba en tantísimos niveles al umbral del dolor, entonces no era una habilidad para ella. Al menos, no por ahora. Y, teniendo en cuenta su conexión con los pasillos de San Mungo, ¿para Bodrik era lo más importante su trabajo?

 

- Mei, entiendo que “avanzas” pero, ¿hacia dónde? Estás girando en círculos dentro del invernadero. Vuelve al inicio. Respira. Nadie, nunca, podrá fallar en “ser”. Y, “ser”, es la primera clave de la habilidad.

 

Y ya, girando con Bel, sintió un pequeño dolor de cabeza. Demasiada información, al igual que Catherine, pero, en esta oportunidad se centraba solamente en ella. Era un monólogo extensivo donde las conexiones se daban en sí mismas dentro de una linealdad de recuerdos. Podía apreciar unas leves diferencias entre los procesos mentales de Catherine y de ella. Sin embargo, a gran escala parecían los mismos ¿será que estaban emparentadas de alguna manera? Había algo en el concepto de la linealidad temporal de memorias que no iban acorde con el resultado final de la declaración de Bel. Lejos estaba del error. Había algunas cosas que pulir y Rosália se encargaría.

 

- Me encanta todo este empoderamiento, pero ¿y entonces? Tu eres tú. Genial. ¿qué harás con eso? ¿Qué harás con esa información? Y, si vamos cambiando ¿para qué sirve tener nombres? ¿De qué nos ayuda la conciencia? Si todo es mutable. Volátil. Si hoy no seré mañana, ¿para qué hacer cosas? ¿Para qué incluso tomar estas clases?

 

Rosália se veía forzada a realizar estas intervenciones antes de seguir. Era como un respiro. Una pausa estratégica. Más allá de que en las últimas dos actividades se veía completamente aislada de las cuatro, como también las cuatro estaban aisladas entre ellas. Traer esto a colación es necesario para tensionarlo con el concepto de construcción narrativa. Una construcción no se da si son monólogos donde cada uno se “da cuenta” que es, sin una acción. El hecho de narrar una cantidad determinada de sucesos o memorias, no tiene una incidencia total en la vida de las otras personas dentro del invernadero. Mucho menos cuando se encerraron en procesos puramente mentales. La mentalidad es sólo un paso. Un paso de autocontemplación. Uno necesario, importantísimo, imperante y que marca el ritmo del aprendizaje. Y es que así venía la pregunta luego, ¿entonces? ¿Qué pasa con todo eso?

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Arcana, si estoy girando en círculos pero no lo noto, ¿cómo he de volver al principio? En un círculo no existe ni principio ni fin. No se puede fallar en “ser”, porque “ser” es todo lo opuesto a la nada, pero si no hay ningún recuerdo, «nada», ¿cómo se puede ser?

 

Abrió los ojos al fin, sintiendo que poco a poco iba volviendo a ser ella. Sí, ella se llamaba Mei, tenía dos hijos llamados Luna y Henry; como así mucha información iba llegando a ella más rápido de lo que esperaba y de lo que podía llegar a procesar, todo a su vez anterior y posterior a aquel recuerdo que le era más importante.

 

Su primera clase de generales, donde conoció a sus primeros amigos desde que había llegado a Londres, una conversación en una Torre junto al viejo Elessar, batallas sin fin; dos torres, cada una ubicada en distintos parajes, a las cuales entraba, una a defender, la otra a atacar; sus clases en la vieja Academia junto a Hades; el día en que conoció a Luca; el Templo Blanco, donde se encontraba sentada con Elodia.

 

Y seguían llegando a ella, dándole idea poco a poco de la persona que había sido y que ahora era. Comenzaba a dolerle la cabeza al recibir tanta información junta, pero ello no le evitó el darse cuenta de cuánto había cambiado desde que había llegado a Londres hasta este momento, y todo lo que había contribuido a ello.

 

Trató al fin de centrarse en su alrededor, notando que uno de los vidrios del invernadero había sido destrozado, y por el cual escapaba parte de la niebla que rodeaba el mismo, y que a su vez entraba lo que parecía ser una fuerte lluvia. Bueno, al menos tenía un punto de referencia de donde ubicarse.

 

A medida que todo volvía a ella y tratara de acomodarse –aunque debía admitir que le costaba ya que era difícil ordenarlos con respecto al tiempo en el que había sucedido-, observó a sus compañeras, a quienes había perdido de vista y hasta olvidado unos momentos antes. Todas se encontraban próximas a Rosália, por lo que decidió acercarse también, no muy segura de lo que sucedería a continuación.

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- Oh Mei…

 

La Arcana esperó un poco si las otras chicas salían del proceso mental del que seguramente estaban metidas.

 

Sacó los pies de la fuente y se acomodó un poco la cabellera rojiza. Siempre era demasiado precavida con lo que realmente era. Todo por su instinto de supervivencia. Si la comunidad mágica no lograba discernir hasta qué punto llegaba su magia, no la considerarían una amenaza y la dejarían en paz por única vez en su vida. Soltó un largo suspiro. No había raíces, pero sí sacó un par de hojitas, capaz se le habían quedado enredadas cuando entró al invernadero. No le dio importancia.

 

Se acercó hacia la alumna que planteaba el círculo. Curioso. Nietzsche también hablaba del eterno retorno. Hermoso. Graficaba parte del problema. Si el pasado y el futuro dejaban de ser puntos en una línea horizontal y comenzaba a doblarse hasta formar un círculo, obteníamos el ouroboros. Aquel que estaba en el suelo de la pirámide.

 

¡Qué hermoso es presenciar esa conexión! Y más aún, para Rosália, ver cómo de a poco, la duda iba guiando a sus alumnas.

 

Se paró a su lado y la tomó del brazo. La comenzó a guiar hacia el hueco del invernadero.

 

- Qué tal si te digo que tienes razón. Que el círculo no tiene principio ni final. Pero, porque los términos “principio” y “final” los inventamos nosotros. Y como toda construcción social, las podemos moldear a nuestras necesidades.

 

Tomaron un giro hacia la izquierda, llegando hacia la planta de olivo de Bel.

 

- Este puede ser tu principio.

 

Caminó un poco más hasta la Maranta Leuconeur.

 

- También puedes empezar por aquí.

 

La digirió ahora hasta la enredadera con la que tuvo contacto Melrose.

 

- Todas estas son posibilidades a las que puedes volver

 

Pasaron nuevamente frente a la puerta del invernadero. Los vidrios se fraccionaban más con el paso del tiempo. Buscar una solución podía incluso llegar a ser imposible. Y era en esa unión imposible entre piezas que aparentemente no encajaban donde se encontraba la respuesta del enigma. Era difícil. Mas no imposible. Sobre todo, tras las declaraciones escuchadas en ese lugar en el mundo. Llevó a Mei a la fuente.

 

- Es imposible fallar en ser porque uno es y la sustancia no tiene principio ni fin. Todo lo que nos ocurre es contingente y puede unirse y desunirse a placer. ¿Nos condiciona y nos configura? Claro que sí, somos sustancias blandas después de todo, pero, ¿eso quiere decir que vivimos a merced de la tiranía historicista? Claro que no. Es una doble relación. Ahora, dime, qué sucede contigo Mei. Piensa, reflexiona y experimenta con las plantas de la forma que yo experimenté con sus recuerdos ¿Qué sucede? ¿Qué existe en común? ¿Qué puedes accionar luego de todo eso?

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El proceso no se terminó pero Catherine observaba a la arcana y tan sólo se veía a sí misma y a sus compañeras de clase. Por su mente, una serie de imágenes pasaban en rápida sucesión y por momentos no era capaz de seguir las ideas de la arcana, se perdía y veía cosas que en apariencia no tenían sentido. Por ejemplo, un grupo de muñecas ricamente vestidas, con vendas en los ojos, que se cubrían los oídos con ambas manos y se miraban unas a otras, sin saber que estaban tan próximas. Tomaban sus accesorios y daban vueltas en torno a una enorme casa. En otro momento, creyó ver un bosque gigantesco, creciente, plagado de vida pero eso no podía representar la vivienda de Rosália porque ella tenía su residencia allí, en donde se encontraban. Sin embargo, cuando la tercera imagen inundó su cerebro Catherine empezó a comprender. Una canción; el sonido inundó su cabeza con cadencias agudas y graves. Se quedó inmóvil de nuevo, pese a que sabía que era retroceder en ese proceso. La voz, era la de un hombre de cabello blanco y largo, vestido con un traje de paje de cara manufactura. Su rostro, en contradicción con el tono de su cabello, era liso y terso y la mitad del mismo estaba cubierto por una máscara negra, que dejaba uno de sus ojos a la vista tan sólo como un brillo azulado tenue y sus labios al descubierto. Mel se dio cuenta que el hombre daba vueltas alrededor de un escenario, bailando, cantando con ese tenor inolvidable que hechizaba o huyendo de ocasionales hombres vestidos de negro, que intentaban sacarlo de allí sin éxito y no sin cierto aire de comedia. No tuvo que preguntar a Rosália nada en aquella ocasión. El individuo de contextura delgada la vio directo a los ojos y le dedicó una sonrisa ladeada. Catherine supo que se trataba de Richard incluso antes de que se inclinara en una reverencia, como si la función hubiese terminado.

 

Eso era parte de sus memorias y era la más cercana representación de lo que él era. Por tanto, el bosque era Rosália, toda esa vitalidad...

 

Catherine tuvo que concentrarse en mantenerse estable. Lo que dejaba a las muñecas y esas sin duda eran ellas mismas: Bodrik, Mei y su propia imagen. Lo que ella había visto de Richard era justamente la actitud que el representaba: cómo manejaba su vida con evidente desdeño de todo a su alrededor, como se aferraba a la misma a través de su magia incontrolable. Cómo lo había hecho siempre, incluso antes de que Pandora muriera o la propia Catherine llegase a Londres. Él era el hermano de Pandora y ambos habían visto la forma de sobrevivir a los siglos y se habían reencontrado: él era un estafador, era cierto, pero por encima de todo era un ladrón de cuerpos y Catherine había visto con sus propios ojos el proceso, terrible e inquietante. Pandora por otro lado había sido una bebedora de sangre. Ambos se habían conjugado en un mismo espacio y ambos habían acudido a ella cuando la vampiro quiso morir. Entonces, una de las manos del "paje" sufría un pequeño estallido antes que se retirara a un lado del escenario, desde observaba todo en las sombras. Catherine sintió ganas de reír: el poder de Richard era arruinar la magia y, ciertamente, hacía mucho que no se sentía vivo y sólo observaba el mundo sin percibir las cosas de la misma forma que al inicio a causa del tiempo transcurrido, aunque se negase a morir.

 

Catherine no había tenido tal proceso. Había crecido en Escocia, libre de toda complicación durante el colegio hasta que decidió unirse a La Talamasca. Desde ese momento, empezó a investigar las actividades paranormales y extrasensoriales, siempre vigilando pero nunca interviniendo. Así dio con Richard Stark y más tarde, él mismo la contactó con su hermana. Ambos habían pensado, más tarde, dado su deseo de involucrarse en la realidad de ese mundo, que ella sería la más indicada para "tomar" el lugar de Pandora en Londres cuando ella muriera. Era gracioso, porque ellos eran mucho más ancianos que ella y ninguno de los tres había visto el error en dicho plan.

 

Richard le modificó la memoria. Le dio una identidad falsa que le permitiría tomar el papel que Pandora dejaba. Catherine tomó todo de ella en su lecho de muerte: sus memorias, su poder y su legado pero su mente era el de una simple humana y también así sus capacidades. Casi seiscientos años de memorias rompieron su estabilidad mental. El trecho que recorrió hacia la inexorable locura fue rápido e inevitable y ni siquiera Richard pudo adivinar que sería Káiser quien terminaría de completar dicho ciclo.

 

Lo encontró en un cuadro que Richard robó y que ella llevó al departamento de misterios. Primero hizo posesión de ella, de su cuerpo y tuvo que soportar compartirlo con el alma de él, tan distinta de la suya, desapegada, adversa. Káiser vio el error en sus recuerdos pero en lugar de sacarla de ello utilizó los recuerdos creados para manipularla, para forzarla a hacer de acuerdo a su voluntad. Andry Cat Miau llegó después, para llevarla hacia donde finalmente la abandonarían. La tiró de lo alto de la torre de nigromancia. La salvó una criatura extraña, un dragón blanco, y desde entonces vivía perseguida por los recuerdos de él y la triste realidad de haber sido engañada no sólo por Káiser, si no de haber desconocido el trato que hiciera previamente con Richard para poder aceptar aquello que Pandora le proponía. Se libró de los recuerdos falsos y recordó cuál era su verdadera identidad pero no se libró de la influencia que tal engaño tuvo después.

 

Su magia estaba contaminada. Rompió su propia varita intentando hacer los conjuros más sencillos y plantó el árbol blanco con el último rastro de su hechicería real en ese bosque Escocés, como recuerdo legado para Madeleine, la hija de Pandora con quien había conseguido una conexión real, dos almas en busca de aquello que la vampira no había dejado atrás: piedad. Entonces Káiser volvió, con un incidente que hasta ese mismo día Catherine no se explicaba del todo. Amortentia ¿Quién sembró esa trampa? Sabía que la pregunta seguía dando vueltas en su cabeza de la misma forma que seguía dando vueltas en la de él. Después vino el viaje, de casi medio año, alrededor del mundo al lado de él. Lo peor de todo, era que los recuerdos de ese tiempo no eran tristes o violentos en principio. Eran surreales, momentos compartidos, investigaciones interesantes en ciudades, pueblos y parajes cuyo nombre a nadie le importaba recordar. Cuando todo terminó y descubrió el odio de Káiser tan real como su deseo, Catherine ya no podía huir. Estaba atrapada bajo la maldición de su propio anillo de bodas.

 

Terminó aislándose, en busca de respuestas, pues los recuerdos de Pandora la arrastraban hacia un vampiro llamado Armand y los suyos propios, hacia un mago que la buscaba incansablemente para asesinarla o quizá algo peor. Mas nunca llegaba a hacerlo, siempre algo lo detenía de último momento; por eso, Káiser consideraba a Catherine de cierta forma su única debilidad y la odiaba por ello. Madeleine... ni siquiera quería pensar en todo lo que ella había pasado por culpa suya. Entonces, cuando creía que ya no aguantaría más, en el completo abandono en Nueva Orleans, Armand la encontró. También conoció a Marius, vampiros antiguos que eran parte del pasado de Pandora, más el primero que el segundo. Ambos descubrieron el problema pero no le dieron solución. Sólo la sacaron del lodazal en el que no había dejado de hundirse. Todo eso fue lo que terminó conduciéndola a las puertas de Báleyr. Como una muñeca, una autómata que ni siquiera tenía ideas coherentes en su cabeza, tan sólo una única obsesión: traer a Pandora de vuelta a la vida, para acabar de una vez y para siempre con su infierno y poder ser ella quien marchara con tranquilidad hacia la muerte. Había creído en ese entonces que era porque deseaba volver a tener otra vida pero no era así y ahora lo comprendía.

 

Había sido él, Báleyr, quien le había dado una respuesta sin entenderlo. Pues en el inframundo, a las mismas puertas de la muerte, Catherine devolvió por fin los recuerdos que no le pertenecían. Su propia maldición, parte central de su vida, fue la moneda que le permitió alcanzar la comprensión. Una parte de su alma, que antes se había ligado a su posible asesino, estuvo desde entonces siempre ligada a la muerte. Así ella pudo al fin, y sin darse cuenta al inicio, librarse no sólo de la maldición si no de toda esa bruma que había inundado su mente desde el comienzo. Fue libre una vez más, aunque su alma estaba ahora ligada a cosas más extremas.

 

Sólo que no era tal y como acababa de plasmarlo, tan sólo que así lo había creído en su momento. El precio estaba pagado y sellado pero eso no había minado su alma, tan sólo abierto más puertas frente a ella. Ahora lo entendía. Porque su alma no se había partido en dos por un sacrificio, se había desdoblado y había alcanzado la conexión con el mundo de los muertos, de la misma forma que el agua en el que ahora se encontraba le había permitido ver en la mente de Rosália. Ella se retiró de allí, para poder dirigirse a otra de sus compañeras de clase, por lo que Catherine tuvo que volver al instante de su realidad inmediata y su propio conflicto se tornó en enseñanza. Sin embargo, tal percepción era todavía débil, pues el agua era un potente catalizador para conseguirlo todavía. Catherine decidió probar tal teoría y aprovechó la presencia de Bel allí.

 

Se retiró de la fuente y la vio directo a los ojos. La textura de los mismos era casi líquida, un poco como la fuente y eso, le parecía a Catherine, no podía ser una mera coincidencia. Cuando lo hizo, pudo percibir con claridad la confusión que emanaba de ella sin ser capaz todavía de adivinar sus causas. Había no sólo disyuntiva si no también dolor. Entonces, otra imagen se proyectó en su mente: una pequeña glorieta, bajo la cual se sentaban dos niños. Uno tenía rasgos asiáticos y la otra era una muchacha pelirroja que iba entregándole flores, una tras otra, como si fuese una cadena sin fin de regalos que no se cansaba de entregarle. Mas el muchacho lucía pálido y Catherine no pudo evitar pensar en que lucía como si fuese de constitución débil. Entonces, él le daba a ella un beso en la mejilla y se echaba a dormir en el jardín al lado de la glorieta. No importó cuantas veces la niña pelirroja llamó y rogó por él, él no despertó. Entonces ella se incorporaba con ojos llorosos, se mesaba el vestido y gritaba a voz en cuello con llantos que sacudían su pequeño cuerpo. Catherine quiso consolarla, siendo consciente de que no podía. Las lágrimas brotaban de ella y le impedían ver que, alrededor, había todavía un enorme escenario. Hasta que un par de palomas la guiaban por un camino de flores blancas, hasta un altillo. Ella, encontraba allí una hermosa flor, del color del fuego. Sonreía, todavía con el rastro de las lágrimas derramadas y la flor se desvanecía en mil briznas de cerezo, que pronto le quemaban la mano pero a ella no parecía importarle. Componía su expresión para no develar el dolor y se vislumbraba con claridad su determinación. En recompensa, un cúmulo de luces surgía del mismo: luciérnagas. Entonces ella veía maravillada alrededor y sonreía por primera vez. Luego, un hombre se acercaba a ella y colocaba una mano en su hombro y ella asentía con aquella mirada decidida una vez más, tomando con la otra su mano quemada, ocultándola de todos los demás.

 

Las luces del escenario se apagaban. Catherine la observó un largo rato sin saber qué decir, sin estar segura de haber entendido. Sabía cosas sobre Bel Evans McGonagall pero no estaba ni de lejos segura de haber interpretado todo correctamente.

 

―Tuviste un prometido ―masculló, sin quitarle la vista de encima― pero ya no está más ―Catherine hacía un esfuerzo enorme por intentar enfocarse, hacer que las palabras brotaran a pesar de que sus ojos estaban fijos en los suyos―. Entonces te uniste a... ―su cerebro se quedó en blanco una vez más, cosa que estaba pasando demasiado seguido en la última media hora― la causa importante ―concluyó por fin, sin encontrar otro nombre para eso que parecía desviar su atención y no permitir que ella lo expresara en palabras―. Elessar ―prosiguió entonces intrigada― él te lo dijo también ―y ese "también" estaba implícito en realidad pero Catherine lo dijo de todas formas pues eso de alguna forma también se había relacionado con ella―. Él te acogió. La luz es aquello que te sacó de esas tinieblas y ahora... estás volviendo a ellas.

 

Lo último fue muy difícil de decir. Catherine no quería ofenderla pero no encontraba otra interpretación para la repentina oscuridad que había quebrado de repente la representación que hasta ese momento Catherine había estado apreciando ¿lo interpretaría Bel de esa manera? ¿Se había equivocado Catherine? Quería oírlo de sus propias palabras. De último momento le había parecido oír un rugido en medio de las sombras pero, una vez más, eso sólo era su propia interpretación ¿qué era lo que pensaba ella?

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Uno a uno de sus recuerdos se enfocaba en su familia pues era justamente eso lo que definía quien era y sin ellos quizá estaría a la deriva o la situación seria otra. Era algo detenía claro desde hacía muchísimos años o quizá siempre lo tuvo claro y no tenía temor de admitirlo pues la base de toda su vida actual y seguramente la de su futuro estaba determinada por las decisiones de sus padres y la crianza recibida.

 

¿Porque repetía una y otra vez aquellos recuerdos relacionados con el primer encuentro con su abuela materna? ¿acaso no había superado aquello gracias a su vinculación con el anillo de la Oclumancia?

 

Bodrik siempre ha tenido en mente que, de haber sido curada por su madre, bajo el cuidado de su abuela materna Aleera, probablemente nadie le había enseñado a respetar a los demás como a iguales. Posiblemente nadie, le habría enseñado a contenerse de su sed de sangre que gracia a su situación como híbrida jugo un papel muy importante en su infancia, determinando incluso amistades no tan recomendables en los primeros años de la academia.

 

Si Eugenia Felagund-Evanik la hubiera criado dentro del seno de su familia materna, había tenido bastante influencia de la familia Malfoy a la que pertenecía tanto su madre como el resto de su familia materna y personas como Juve hubiese tenido notable influencia en ella. Era razonable, era su Bisabuela.

 

Caminaba torpemente entre las hojas de los arboles como si no lograra disipar aun ese cumulo de recuerdos, pero es apenas lógico que la mente repita una y otra vez las mismas escenas, porque cada vez puede encontrar una visión de quienes somos.

 

Pero el aire ya no estaba viciado como al principio, ya no podía confundir sus recuerdos con los de otras personas y al escuchar la petición de Rosalía de regresar a la puerta, no evitó sentir un poco de pesar por que eso no dejaba de ser un retroceso.

 

Se cocho con algo sin duda y al verificar de quien se trataba pudo ver a Bel a quien admiraba desde siempre por su capacidad de afrontar las circunstancias de su vida de la manera más razonable, no como ella que siempre de había dejado caminar de las emociones.

 

Perdona- susurró intentando caminar hasta la puerta del invernadero para volver a pasar por aquella prueba. - ¿Ya sabes quién eres? - preguntó.

 

En las últimas semanas trabajó en varias ocasiones con la Evans y gracias a eso pudo conocer algunos detalles de su vida. La brigada fantasma le arrebato muchas coas, entre ellas la posibilidad de ser madre y Bodrik odiaba que ni siendo directora de una institución médica como lo era san Mungo, nunca pudo ayudarle a recuperar lo que perdió.

 

Claro, era por el caso de la Brigada fantasma que Bodrik había recordado al hombre que fumaba mariguana mientras interrogaban a un sospechoso. Richard Moody era su nombre y al recordarlo se llenaba de impotencia la misma Bel le dejo marchar con ese Libro que lo vinculaba a un demonio y todo por intentar ponerse en contacto con esa Brigada que por supuesto estaba relacionada con ese ser.

 

Bodrik jamás había preguntado porque Catherine, Melrose, y Eileen tenían a un familiar tan vil, sin embargo, desconocía las circunstancias y temía pecar de entrometida pues no tenía la confianza para sacar el tema, pero le conoció al principio como Richard Stark, un extraño mago que atacaba al clan donde Bodrik había pasado un tiempo aprendiendo acerca de Dragones.

 

De no haber sido criada por Adriano Wallace y Cye Lockhart Bodrik no conocería a esas tres chicas, o eso pensaba a veces.

Si había algún temor permanecía en Bodrik, tenía que ver con la orden del fénix, tenía que ver con la Orden mano de plata, tenía que ver con su familia y todo se conectaba.

 

Avanzó intentando de nuevo llegar hasta el mismo punto, aunque las plantas mantenían su efecto sobre su mente- ¿alguien sigue por aquí? - preguntó antes de volver a rosar una hoja lanceolada y su respiración se escuchaba un poco fuerte.

 

Estaba en una especie de caverna y en el interior de ella se hallaba un hombre y ella lo conocía pues se trataba de Elvis Gryffindor quien hacía mucho tiempo se había convertido en líder de la Orden de la mano de plata y Bodrik sabía a la perfecciona lo que estaba recordando pues hacia años habían conversado sobre sus motivaciones en una pared hecha de agua, sonde el Gryffindor podía ver todo lo que Bodrik veía en su Mante y la pregunta la escuchó muy clara ¿porque elegiste la orden? Y aun el hombre había preguntado de nuevo, pero esta vez la imagen de Elvis cambio por la de Adriano Wallace o Ishaya como la mayoría conocía a su Abuelo y la pregunta era referente a al clan al que pertenecía.

 

Bodrik estaba ahora más ceca del grupo y cuando vio el rostro de Mei no pudo dejar de preguntarse qué habría sido de su vida si nadie la hubiese detenido cuando tan solo era una niña. ¿ habría elegido la Orden del fénix? ¿Habría encontrado el templo?

Editado por Bodrik
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Cuando supo que debía acercarse a la cabaña de Rosalía, se encontraba en la torre del castillo Evans McGonagall alimentando cuervos. Eran mascotas de Alexander, pero les agarraba cariño conforme pasaban los días, incluso les puso apodos a unos cuantos. Gorrión, era el que siempre se acercaba a ella pidiendo alimento y nunca la perdía de vista. Matu, era el más viejo, siempre se acurrucaba en las vigas del techo y permanecía inmóvil durante horas. Bisagra, por otro lado, solo podía verse descansando en la ventana o en la puerta. Binny lanzó las últimas semillas al suelo y se alejó lentamente en medio del aleteo y los graznidos. Los cuervos se lanzaron al suelo, parecían contentos.

«Así que por fin entenderé el misterio» se dijo, desapareciendo del castillo.

A donde llegó, se apresuró, pues era un lugar poco conocido para ella. La cabaña estaba vacía, cayó en cuenta luego de golpear la puerta y echar una ojeada desde la ventana. Se detuvo entonces a pensar qué haría, pues no conocía a la arcana y no tenía pista de su paradero. Un poco decepcionada dio la vuelta y observó con detenimiento los alrededores, le agradó la naturaleza como protegiendo la estructura, le daba un aire de primavera. Decidió entonces rodear el lugar. Al menos una pista de ella podría guiarla a donde sea que estuviera, mientras más caminaba más le gustaba lo que descubría. Podía ver el lago y algunos banquitos de piedra, pero no era momento para descansar pues la lluvia empezaba a caer. Más a la distancia notó una pirámide y otra construcción.

Un hada le jaló del vestido y tiró de ella con una linda sonrisa en su bello rostro. Binfeyd se dejó arrastrar, guiada por la confianza que sentía por esta pequeña criatura. Lentamente llegaron hasta el invernadero. La pequeñita hizo un gesto de despedida y se fue de regreso protegiéndose de la lluvia. Ella la imitó. Esa era la pista que necesitaba, claramente. Sin embargo, el invernadero parecía caerse a pedazos, tenía un gran hoyo por un lado y los vidrios aún caían en ciertos lugares. Los restos de la puerta crujieron cuando cruzó el umbral, cayendo tintineantes tras su paso.

«Cómo supo que necesitaba ayuda» pensó. El lugar estaba cargado de plantas, hojas de varios tamaños y algunos senderos fáciles de ver «Quizás fui muy evidente»

No pudo asegurar si escuchó la voz de una o más personas, pero empezó a seguir el sonido teniendo cuidado de no tocar las plantas. La voz le resultaba conocida, aunque aún no podía asegurar nada. Empezaba a creer que caminaba dando vueltas, pero finalmente pudo ver a Mei junto a una fuente y cerca de ella una mujer con rastros de hojas. Cuando esta terminó de hablar, Binfeyd se acercó a ellas.

—Hola, Mei, que interesante verte aquí. Busco a Rosalía. Estuve en la cabaña, pero un hada me ayudó a llegar hasta aquí —dijo, hizo una reverencia hacia ella y la otra bruja. Podía sentir la presencia de más personas, pero no tenía claro quiénes serían. Lo que sí podía sospechar era quién era la arcana, pero era más educado dejar que se presentara.

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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- Binfeyd, ¿verdad? Un gusto tenerte en mi invernadero. Espero que no hayas esperado mucho en la cabaña.

 

Le devolvió la reverencia.

 

- Entre nos, ¿no crees que debería tener la costumbre de poner un cartelito para cuando no esté? –dijo mientras le guiñaba el ojo en tono cómplice, se sorprendió por las hojitas que se le habían quedado pegadas en su cabellera rojiza-. Pero, ¡mira mi descuido! Las desventajas de trabajar en un invernadero.

 

Le indicó a su nueva alumna que la siguiera. Dejó a Mei que rehaga los primeros pasos. Capaz así la Delacour podía conectarse con las memorias dispersadas de una forma más concienzuda para luego pasar a la siguiente parte. Tuvo que enviar a Bel a descansar nuevamente a través de un portal. Fueron hacia una de las esquinas del invernadero, donde se encontraba un pequeño armarito de madera oscura.

 

- Espero que no me odies, te pondré a trabajar. Verás Binfeyd, Legilimancia es una habilidad complicada que inicia con un mismo proceso mental del que necesito formar parte yo también, ¿sí? Que sea personal no quiere decir que pueda ser compartido. Verás, hay plantas específicas en este invernadero que contienen la memoria más importante de las cuatro estudiantes que se acercaron antes de ti.

 

Se refería a Mei, Catherine, Bodrik y Bel. Le sonrió, dejándole una tijera de poder en las manos.

 

- Necesito que me traigas exactamente una rama o parte de las plantas. Descríbelas con tus dedos, siéntelas. Capaz… puedas ver desde otra perspectiva lo que te dicen de ellas. Búscame en la fuente y haremos algo bonito con ellas ¿te parece?

 

Las plantas específicas cargadas de la memoria más importante seguían con la magia intacta. Binfeyd encontraría allí su primera gran tarea. Tenía que traerlas y describir sus propiedades, físicas lo que veía con sus ojos y mágicas, lo que sentía cuando las tocaba.

 

Volvió tarareando hacia la fuente. Con respecto a Catherine, la vio más cuestionada, sonrió con aprobación. Era obvio que recibía de vez en cuando el proceso mental de ella. Lo veía claro, pero aun lineal. ¿Qué sucedería si conectaba dos memorias que aparentemente no encajaban? ¿Una de Pandora y una de Catherine? Capaz así el vidrio roto se encontraría sano nuevamente. Porque, por más de ser dos cuerpos diferentes y memorias ajenas y externas, pasaron por la misma conciencia. Aquella que le permitió la reflexión anterior.

 

Bodrik seguía cerrada en la idea de una estructura familiar que a veces no se condecía con el accionar. Ciertamente, describir un problema a veces no lo hacía más verdad que la propia manifestación. Seguía recibiendo confusiones por su parte y también un poco aislada. La solución para los acertijos de Rosália no eran tan rebuscados. La alumna necesitaba respirar y releer sus acciones antes de hacerlas. Capaz así encontraba la confusión que se generaba entre ella y su interlocutora, la Arcana.

 

La legilimancia no es entrar en un pensadero. Eso era un objeto que casi todos los magos tenían en sus casas. La habilidad iba un paso más allá. Presenciar una memoria significaba quedarse corto. Como lo dijo una vez con Fined, la información podía ser mentira, creada, incluso interpretada mal. La lectura de mentes iba un paso más allá porque causaba efectos dentro de la misma conciencia. ¿O es que uno podría vivir la vida de otro sin problemas? No, claro que no. Como cuando Rosália sintió el embarazo de Mei, o vomitó el cielo profundo de Bodrik.

 

Ella no leía mentes como un libro. Las sentía. Resonaba su conciencia con la ajena a un nivel que sólo la habilidad lo permitía.

 

Y esperaba realmente que las alumnas se ayuden entre ellas. Que hablen con Rosália. Que compartan entre ellas y se reconozcan como Catherine hizo al principio. Recaer en la habilidad en su uso telepático traía consecuencias negativas.

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Siguió avanzando para intentar terminar el recorrido atravesó del invernadero de Rosalía y se suponía que sería sencillo, pero no lo era, pero esta vez Bodrik intentaría terminar el recorrido, y al final consiguió cruzarse con Catherine Moody, aunque ella personalmente la conocía como Catherine Stark y de algún modo extraño le recordaba a Pandora en algunas de sus actitudes, pero nunca lo mencionaba por respeto.

 

De pronto estaba junto Catherine en el invernadero y decidió tomar su mano en busca de entender un poco a la bruja que siempre fue un misterio para Bodrik en los aspectos personales- ¿qué tal si terminamos juntas el recorrido? -preguntó mientras acariciaba con su mano libre una planta que Catherine acaba de soltar.

 

Su visión apareció de pronto y Bodrik no era consiente de nada de lo que veía pues ese recuerdo no estaba de manera consiente dentro de ella que debido a un ataque mientras atendía el parto de su propio tío Eiriian en que resultó gravemente herida y perdió algunos de los últimos recuerdos y quizá uno de los más importantes estaban relacionado con Catherine, sin embargo, la adolescente no podía determinar si las imágenes estaban en su propia mente o se trataba de algo más.

 

Al principio estaba dentro de un Box y todo sucedía bastante rápido. Primero Bodrik estaba aplicando el remedio para la curación de Ruslan Rybak y le había entregado un frasquito a Antoni para que este le colaborase y de paso se hiciese amigo del jovencito, de ser modo tal vez el chico se sintiera más cómodo en las instalaciones del Hospital mágico y al final un grito lejano alertó a ese joven que abondo la habitación haciendo que tanto Bodrik como Antoni Tonks salean a buscarlo al exterior de San Mungo.

 

¿porque pensaba en el cómo Antoni Tonks si no recordaba que el director del departamento de misterios tuviese ese apellido?

 

Un Dragon amenazaba con herir ir personas debido a una gran herida que tenía y Bodrik como pudo ayudó a disminuir su dolor y fue ahí, mientras los muggles atacaban al Dragon y fue en ese monto que vio llegar a Catherine acompañada de otros miembros ministeriales entre los que se encontraba Cye su abuela y Richard Moody, aunque Bodrik no lo vio nunca antes y no conocía su nombre.

 

En ese momento, Bodrik subió al lomo de Sonrisas que era el nombre del Dragon y se marchó junto con el Joven Rybak y Antoni a un paraje desconocido para terminar la curación de la criatura y de otros como él pues al llegar encontraron a otros como el en la misma situación y sus jinetes de Dragon estaban intentando todo lo posible para mantenerlos con vida.

 

En su mente Bodrik veía todo esto, pero no lo hacía atreves de sus ojos sino de los de alguien más como si pudiera volar sobre el agua, como si sintiera el dolor y el deseo de liberar a su pueblo, y finalmente con la impotencia de intentar salvar a todos los jinetes y sus respectivos dragones cuando los hechizos asesinos comenzaron a salir de la varita de Richard Moody y algunos magos del ministerio que Bodrik no reconocía en sus recuerdos.

 

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