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Legilimancia


Rosália Pereira
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Con Gatiux, la intrusa que despertó a Rosália de su sueño reparador.

 

 

Rosália estaba durmiendo plácidamente en su cama king size. Estaba con la boca abierta, babeando una de sus tres almohadas mientras que abrazaba la otra. Es que Gatiux había entrado en el mejor momento.

 

- Mmmmm… Ródney Shantiagooooo… molha sua camiseta, por favvv..

 

Sintió que alguien la estaba moviendo de un costado y se dio vuelta mientras abría lentamente los ojos. Estaba medio atontada. Frunció el ceño. ¿Acomp…?

 

- ¡MEU DEUS!

 

Se levantó rápido de la cama, resbalando una de sus manos con una de las sábanas. El otro brazo salió revoleado por la caída, desprendiendo una de las lámparas de su mesita de noche. Un flash de cortocircuito iluminó la habitación mientras que la luminaria voló a la cabeza de Gatiux. Rosália gritó, sus plantas gritaron, la Malfoy un poco más. ¿Pero qué diablos estaba esperando? ¡Colándose en la casa de los arcanos, así como así!

 

Estando en el otro extremo de la cama, soltó las sábanas para cruzar el colchón a los pies de la misma para ver quién era el intruso de esa noche.

 

- ¡Oh, cariño! ¿Te encuentras bien?

 

Se alivió de que se trataba de una mujer. Ya saben, sororidad. Prendió el velador con un movimiento de muñeca y observó sus ojos amarillos.

 

- Querida… ¿has fumado algo? ¿tomaste alguna pastilla? ¿te obligaron a hacer algo que no querías? ¿Te parece si te preparo una taza de té y me cuentas un poco mejor? Supongo que tienes una buena historia que contar.

 

Claro, Rosália estaba preocupada por la mujer. Si se enteraba de que todo resultaba ser un plan elaborado para que la Malfoy robe un objeto precioso, no le iba a gustar tanto. Si analizamos indirectas, la arcana estaba siendo clara en lo que buscaba. De alguna manera, u otra, Gatiux tenía que convencerla para que se uniera a un problema ajeno a ella.

**

 

Con Keaton, en la sala

 

 

A Rosália le subió el interés cuando Keaton afirmó que era una excelente pregunta. Se preguntó que podría ser desde el momento en que lo vió, capaz le iba a contar cosas interesantes, opiniones fuertes de temas contemporáneos o simplemente compartir una charla profunda con una taza de té. Pero se quedó congelada cuando la respuesta quedó en segundos. Le movió la mano derecha como para que continúe, pero...

 

- Te puedo contar algo yo, y no, no me interesa si te importa.

 

Tras negar con la cabeza le guiñó el ojo. Le dio el beneficio de la duda: supuso que estaba un poco nervioso y se había olvidado de seguir la conversación.

 

- Estoy feliz que inicia la primavera. El sol tiene ese no-se-que… Me llena de energía y puedo hacer más cosas. Pude trasplantar unas plantas que me trajeron unos colegas de Sudamérica. Pude terminar unos libros bellísimos que me quedaban pendiente y disfrutar de una vida tranquila lejos de complicaciones.

 

Normalmente iría a buscar ella misma la tetera y las tazas con el té, pero había un punto de la conversación que no quería dejar pasar. Chasqueó, así, los dedos, para que el set se moviera flotando a la sala. ¡Por fin las dos tazas estaban servidas!

 

- ¿A qué te refieres con misiones de bando? Buf, es que es la primera vez que lo escucho. Y eso que usualmente soy de… enterarme de las cosas.

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Un oído atento habría podido escuchar que de los labios de Gatiux escapaba un siseo felino furioso, el mismo que emiten esas criaturas cuando quieren alejar un peligro de ellos. Y si ésta hubiese podido ver la escena en tercera persona seguramente habría soltado una carcajada por la comicidad del asunto. Se echó hacia atrás al mismo tiempo que Rosalia saltaba hacia el lado contrario. Tocó pared con ambas manos y supo que no tenía espacio para correr. Tal vez por ese motivo, Rosalia aprovechó para lanzarle una lámpara a la cabeza que la banshee de pelovioleta esquivó por poco con un grito.

 

Gatiux mostró las palmas de las manos para demostrar que no empuñaba varita alguna, ni que tenía intención de atacar a la Arcana más allá del evidente susto que le había propiciado. Sí, no había sido de sus planes más brillantes, pero a veces se dejaba llevar por la emoción sin pensar en lo que podría desembocar. Adoptó un gesto de culpabilidad mordiéndose el labio. Al fin la Arcana se relajó y le preguntó si estaba bien.

 

- Sí, lo siento por el susto. -respondió Gatiux con una risa nerviosa- No ha sido de mis ideas más brillantes.

 

Rosalia le preguntó entonces si estaba bajo el efecto de alguna sustancia estupefaciente. Gatiux negó con la cabeza. No estaba mal tener un viaje psicotrópico de vez en cuando, pero lo dejaba para momentos en que no tenía que interactuar con los demás, en la intimidad del hogar, o cuando la situación lo requería como en el viaje del desierto. Ni siquiera había probado una gota de alcohol, para conservar toda la lucidez posible durante el camino que le había acabado llevando a la cabaña de la Arcana.

 

- Hoy no, señora. -inclinó suavemente la cabeza, como hacían los japoneses en gesto de disculpa- ¿Que tal si preparo yo el té? Suficiente susto ha tenido conmigo colandome aquí en mitad de la noche. Vayamos a la cocina y mientras le voy contando.

 

Todas las cocinas eran más o menos iguales. Los cazos y utensilios estaban situados arriba, cerca del fregadero junto con los platos porque era el lugar más eficiente para ponerlos. Y el siguiente armario solía ser para guardar comida, y con eso hierbas e infusiones varias. Gatiux puso un cazo de agua a calentar, había visto una tetera, pero a ella le gustaba hacer el te de manera más rudimentaria, calentaba el agua primero y luego ponía las hierbas en un colador para dejarlas reposar unos minutos tapadas hasta que adquiría el sabor.

 

Sirvió dos tazas de té y puso una delante de Rosalia, tomando asiento frente a ésta.

 

- Digamos que tengo un negocio entre manos. -explicó Gatiux- Y necesito su ayuda.

 

Como primera explicación fue un tanto críptica. Y es que Gatiux esperaba una mueca de asentimiento para continuar, que la Arcana entendiese que lo que pensaba pedirle no estaba dentro de los términos de la legalidad. También esperaba que las acciones de un lector de mentes no se movieran entre el blanco o el negro si no entre una amplia gama de grises, manejarse en un espectro así daba libertad de pensamiento, de entender al resto de personas y las motivaciones que movían a cada ser humano.

 

- Verá, hace unas semanas recibí una carta de un buen informante. Al reunirme con él, me contó que hay cierto mago en Londres que tiene en su poder un anillo que vendieron en la Casa Bonhams por 6,2 millones de libras, un objeto especial, pero que él no fue el que pagó el dinero. A ese lo encontraron muerto en extrañas circunstancias. -siguió explicando Gatiux- Resulta que nada puede inculpar al que le mató para robarle la joya. El nuevo propietario está limpio como una patena. Está tan limpio que usa un nombre falso, John Doe, tampoco tiene pasado, ni antecedentes penales. Un ciudadano modélico. Ya sabes que cuanto más limpio aparenta estar un tipo más cosas tiene que esconder.

 

Echó un azucarillo en su propia taza de té.

 

- John Doe estaba allí , en el bar, tal y como mi informante me había dicho. Se reunía con un amigo suyo. Me deslicé hasta el baño de mujeres y allí me transformé en gato para escuchar la conversación desde las vigas de madera del local, colándome por un pequeño ventanuco y deslizándome sin hacer ruído, situándome justo encima de ellos.

 

Removió lentamente con la mucharilla, sin dejar de mirar a Rosalia. Gatiux estaba muy emocionada contando la historia como para darse cuenta de que el té comenzaba a enfriarse siquiera.

 

- Una vez allí escuché algo que te puede interesar, y es por ello que tengo un trato para ofrecerte, estos tipos consiguieron una semilla de sauce boxeador mutada genéticamente para que de flores de cerezo. Si me ayudas a meterme en la mente de John para conseguir la joya, de camino también sacaré la semilla para ti. Es un ejemplar único, y supongo que puede llamar tu atención el tener algo así.

 

Se mordió el labio mientras sus ojos amarillos se desviaban de la mirada de Rosalia.

 

- Normalmente le hubiera seducido en un bar. Ya sabes, le invitas a una copa, te haces de rogar un poco y ante el desafío y las curvas se vuelven locos. Te invitan a su habitación de hotel y allí le echas un Imperius. Al día siguiente te puede brindar la luna y luego te vas de su vida sin dejar rastro, no recuerdan que estuviste allí ni que tenían lo que acaban de perder. Pero mi informante me advirtió que John Doe sabe algo de Oclumancia y de protegerse ante hechizos como el Imperius por muy experimentado que sea el mago. Así que eso de colarme en su habitación e intentar hechizarlo sería mala idea. Si quiero entrar en la mente de John Doe, tendría que saber Legilimancia o llevar conmigo a alguien que supiera.

 

Miró a Rosalia de forma significativa.

 

- Todo el mundo tiene algo que proteger, un perrito adorable y esponjoso, una mujer, hijos, una madre que vive en una cabaña y que se mece tranquila en el porche pensando que su hijo es un empresario con las manos sin manchar... La información es poder, y si no puedes colarte en su mente para que te den ellos mismos lo que deseas, puedes amenazar las vidas de aquellos que se afanan en proteger, sólo un poquito sin pretender llevarlo a cabo, pero ellos no lo saben. Y, bueno, ya sabes el dicho de quien roba a un ladrón, ¿no?

 

Si sólo hubiera sido un hombre honrado que consiguiera esa joya por sus propios medios a Gatiux no le hubiera interesado, fue el que matase a otro para quedarse con la joya, que el tipo fuera un mafioso y todo el misterio que le rodeaba. Recordó hasta donde los había seguido. Los guardaespaldas de John lo habían sacado casi a rastras de un local sobre las dos de la mañana y se habían dirigido a un lujoso hotel cercano.

 

- Ahora John está noqueado, sorteando a los gorilas que lo custodian debería ser fácil poder meternos en su mente, o secuestrarlo si el asunto nos va a llevar más tiempo. ¿Le interesa el trato? No es sólo robarle a alguien, también es justicia cósmica o karma...

 

Probó el té que ya se había enfriado.

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Entrecerró la mirada y enarcó una ceja, ¿de verdad aquella muchacha se estaba tomando ese atrevimiento? Le gustó. Generalmente, las personas con las que interactuaba eran todos alumnos bastante sumisos a lo que ella podía enseñar. Asintió mientras se levantaba, buscó una pequeña bata de seda con diseños florales. Bajó las escaleras estudiando el movimiento de la Malfoy. Llegaron a la sala y de ahí, cruzaron el arco que conectaba la cocina. Se sentó en una de las puntas de la mesa de roble y cruzó las piernas. Apoyó el codo en el borde y reposó la cabeza en su palma.

 

La dejó moverse como si fuese su casa. Preparó el agua, el conjunto de hierbas y lo sirvió todo con gracia. Alguien le tendría que haber enseñado los modales del té. Se sirvió ella un poco y se calentó las manos con la superficie de la taza. Aún era una primavera muy temprana y las madrugadas solían ser frías.Para el tiempo que Gatiux terminó, ella ya se había bebido una taza y media.


- Primero, nada de señora, señorita, o símplemente Rosália que seguramente tenemos casi la misma edad.


Mentira, pero no vamos entrar en ello…


- Me encanta todo lo que me estás contando. No conozco al tal John Doe. Verás, hacía mucho tiempo estaba más metida en el mundo del comercio. Ahora mi vida se redujo al cuidado de mis plantas, enseñar legilimancia y leer libros muy interesantes. Y, me vendría bien esa semilla de sauce boxeador.


Llevó la comisura de sus labios hacia abajo denotando un una sorpresa leve aunque en sus adentros estuviera gritando de emoción. Tenía que guardar un poquito las apariencias, no mostrarse tan interesada. Se acomodó devuelta en el asiento y le pegó con tincazo a la taza de Gatiux para que volviera a tener una temperatura deseable. Le guiñó el ojo.


- Bien, Gatiux. Me parece que has sido extremadamente clara. Me sorprenden los ovarios que tienes para venir a pedirme esto a las dos de la mañana. Así que…


Se levantó, se quitó la bata y la dejó en el respaldar de la silla. Encarnó nuevamente la ceja y negó con la cabeza. Chasqueó la lengua. Aplaudió dos veces y comenzó la magia. Unos remolinos cubrieron su cuerpo. Lo que eran unos pijamas pasaron a ser unas botas Dr. Marteen, unos leggins de simil cuero, remera blanca, campera de cuero ceñida al cuerpo y unas cadenas con púas. Sacó de uno de los bolsillos un espejo de mano y se tiró un poco de maquillaje. Su cabello rojizo estaba atado en una coleta ajustada a lo Ariana Grande.


- Y debo decir que me encanta la maldita idea. Vamos a rompernos la cabeza. Noche de chicas, ¿verdad?


Habían dos razones por las cuales Rosália había decidido tan rápido. La primera, esa semilla era demasiado tentadora para dejarla pasar. La segunda, hacía tantísimo tiempo que no salía de esos terrenos que necesitaba emborracharse un poco tomar un par de malas decisiones. Sin embargo, antes de seguir levantó el dedo frenando un poco a su improvisada alumna.


- Hay un par de cosas que debes saber. La única mente con Oclumancia que no puedo penetrar es la de Sauda. Ya sabes, la arcana de esa habilidad. Ese tal John Doe no va a saber lo que lo va a golpear. De todas maneras, no todo lo que ves durante la legilimancia puede que sea verdad. Imagínate que es como leer algo en tu propia lengua, a veces hay fallos en la traducción ¿sabes? Es imposible saberlo todo con la habilidad.


Se vio nuevamente en el espejo y se acomodó el cabello.

- La legilimancia es peligrosísima. Básicamente es saber cómo canalizar tus energías mágicas en un puente entre tu consciencia y la del otro. Y ese puente necesita que los dos estén… bueno, conscientes. Conozco idi***s que se han perdido para siempre en el otro. Aunque… -pasó del espejo a mirarla a ella- eres del tipo que sabe los riesgos y que los asume. No te preguntaré nada más. Ya estoy lista. Igual, Gatiux, ¿cómo tengo el maquillaje? Ay, es que hace tanto que no salgo, ¿estoy bien?

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  • 3 semanas más tarde...

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- Camina.

 

Gatiux ejerció la presión suficiente sobre el cuero cabelludo de John Doe, tirando hacia atrás mientras que con la otra mano lo empujaba hacia delante de la espalda. El tipo tenía las manos bien sujetas a la espalda y si quería escapar no llegaría muy lejos. Soltó un gruñido mientras avanzaba. Habían aparecido en las afueras de la cabaña de Rosalia pero no tardaron mucho en estar al resguardo de su interior.

 

Una vez dentro sentó a John Doe sobre una de las sillas, dejando la atadura de las manos a la espalda y fijando las piernas a las patas de la silla. Gatiux anudó otra cuerda al tronco y lo unió de tal modo que el tipo no se podría levantar de la silla. Este tiraba de las cuerdas con fuerza después de que la banshee lo atara firmemente. Lo único que conseguiría sería poner en carne viva su propia piel.

 

Gatiux se limpió el sudor y se puso frente a John. Les había puesto en un aprieto en los últimos minutos. La Malfoy acarició el pequeño anillo transparente que le había dado Rosalia antes de meterse en la mente de John Doe. Recordando cómo la Arcana le tomó de la cintura y todo cambió en un instante.

 

 

***

El ambiente olía a alcohol, al igual que ellas. Llevaban trajes masculinos mientras que hombres corpulentos se vestían con ropa de mujer. La luz era fucsia y cambiaba al azulado y luego al verde sobre los cuerpos que se movían al son de la música que sonaba. Gatiux observó el nombre del local que brillaba en letras plateadas y en relieve "Destiny", y bajo el mismo, en una zona VIP estaba John Doe, con los objetos que ellas ansiaban.

 

La sensación de euforia propia del alcohol.

 

Clac, clac, clac, clac, clac, clac.

 

Un sonido rítmico que no pertenecía a aquel entorno. Se estaban acercando. ¿Era la única que lo estaba escuchando? Gatiux le dio un codazo a Rosalia y entonces se comunicaron. Algo no estaba bien y tenían que salir de aquella discoteca. La Arcana pareció entenderlo porque salieron de la mente de John enseguida.

 

Una puerta abriéndose. ¡La puerta de la habitación!

 

- ¿Pero qué demon.. ? -dijo el enorme gorila de dos metros- Sectusempra.

 

Gatiux aún atontada por la vuelta al mundo real no había sido capaz de esquivar aquel hechizo, que le impactó de lleno, pero sí lo suficiente para lanzarle otro hechizo que hizo caer a aquel tipo en el suelo a plomo. No, no lo había matado, solo desmayado. La Malfoy puso las manos sobre su abdomen y el colgante que llevaba bajo la camiseta brillo en un tono amarillo.

 

John Doe se estaba intentando liberar de las ataduras de Rosalia, una tarea imposible. Gatiux mientras tanto se acercó al cuerpo del guardia desmayado y le borró el último recuerdo mientras que con la varita lo puso sobre la silla de la que se levantó, al lado del otro desmayado con el periódico. Si hubiera sido por ella los habría matado a los dos, pero quería portarse bien, o no implicar a la Arcana en algo tan sucio.

 

- Nos tenemos que largar de aquí. -dijo Gatiux- Se va a poner mucho peor si dan la voz de alarma, o cuando la den. Nos llevamos a este mientras tanto.

 

Rosalia había hecho aparecer un portal y las había sacado a ambas del hotel.

 

***

Apartó a Rosalia de John para que este no pudiera captar la conversación de ambas.

 

- ¿Y ahora que? -le preguntó Gatiux a Rosalia, notaba el alcohol en su organismo, pero era bastante dueña de sí misma- ¿Se supone que es en ese lugar que estuvo con el anillo, que lo escondió ahí, o que todo puede ser una mentira?

 

Lo miró por encima del hombro de la Arcana. Tal vez el tipo pensara que estaba en un sueño etílico.

 

- ¿Crees que este tipo está casado? -preguntó Gatiux- Tal vez podríamos saltar a la parte de la ceremonia después de la cena, donde todo el mundo está borracho, el novio incluído. Estaría bien ver a la preciosa novia...

 

Ella por su parte aún estaba procesando el puente que había trazado la Arcana, la sensación tras el contacto visual entre los dos. Cómo la magia se trenzaba entre dos desconocidos, como un trampolín que te sumergía en aguas inciertas, sin saber si será muy profunda o la caída podría matarte por la ausencia de la misma. El no saber si lo que veían o no era cierto lo hacía todo mucho más interesante. Jugarte la vida por una mentira.

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Rosalia actuó rápido. Volvió en sí, conjuró su vara de cristal y disparó rayos hacia el tipo que había atacado a Gatiux. Aseguró lo más que pudo John Doe y con un portal que abrió a sus pies desapareció hacia su cabaña. No seguía tan ebria. Que se haya encontrado de bruces con el suelo tenía que ver más con su incapacidad de coordinación más que otra cosa. Se limpió un poco las prendas e inspiró profundo.


- Estuvo cerca esa… ¡me gustaría volver! Pero, cierto, tenemos al tipo este.


Gatiux había preguntado sobre los siguientes pasos. Le indicó con un movimiento de la cabeza que se volviera a acercar.


- ¿Recuerdas un poco lo que viste? Estábamos en una fiesta. Lo que él llevaba colgando es el concepto de lo que queremos alcanzar. Saber específicamente qué se quiere saber ayuda, pero no es posible alcanzarlo tan fácil. Suerte que estás con la arcana de legilimancia. Si vamos a buscar en una fiesta de casamiento, lo mejor es que te enfoques en una. En cuanto posibilite el puente, tú construirás parte de la realidad que veremos.


Soltó una risita.


- Entonces, estábamos en una fiesta y la gente rompía un poco con los estereotipos comunes. Ya sabes, el alcohol, las ganas de fiesta, la post verdad y todas esas patrañas. Ahora, shall we?


Sus ojos avellanas se volvieron a encontrar con los de él.


Un casamiento, eso había propuesto Gatiux. Ella tendría que ser la que le daría forma al puente que posibilitaba Rosalia. Ella tendría que enfocarse en una fiesta para poder entremezclar las experiencias de ella con las de John Doe. Por eso es que Rosalia se sintió en viva en medio de una calle. Un auto viejo tocó bocina lo que hizo que se diera cuenta de donde estaba parada y se moviera, junto con Gatiux, de lugar. Ahora llevaba un largo vestido dorado con una boa de plumas del mismo color. Maquillaje, peinado en rodete y una cartera tipo sobre.


La gente estaba entrando en una especie de club bien al estilo ArtDeco de los años veinte en Estados Unidos.


Todos bebiendo y riendo. ¿Cómo conseguirían señales de John Doe?

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Mientras que Rosalia iba vestida con un hermoso vestido dorado, Gatiux iba de rojo. Ya había llevado aquel vestido antes, lo conocía pese a que nunca más se lo había vuelto a poner. Era elegante, de corte princesa, palabra de honor y mucho tul. En otra época le gustaba parecer una nube flotante en vez de remarcar sus bonitas curvas. Se paró delante de la ventanilla de un coche aparcado para verificar que no tenía el pelo morado, no aún, y en ese momento en que descuidó a la Arcana casi la atropellan.

 

Sonrió levemente y luego agarró a Rosalia por el brazo mientras le quitaba de la trayectoria de los coches. Cerca de donde se encontraban ellas estaba entrando mucha gente elegante. Tipos con trajes de tres piezas y mujeres tan arregladas como iban ellas dos, sin duda no desentonaban en ese ambiente. Al llegar dentro alguien estaba repartiendo objetos que parecían simple basura, botas viejas, unas gafas a las que le faltaba un cristal, medio vinilo. Trasladores. Se inició una cuenta atrás silenciosa cuando cada pareja de dos o de tres tenía entre sus manos el traslador.

 

Gatiux y Rosalia aguardaron y luego se vieron transportadas a otro lugar. Olía a nostalgia

 

- Yo conozco este sitio. -dijo Gatiux mientras miraba a su alrededor- Ya estuve aquí, hace casi una vida atrás.

 

Estaban en una amplia campiña verde. No muy lejos había árboles. El clima era apacible, apenas corría el viento y el sol comenzaba a descender del cielo, aún quedaban un par de horas de luz de día. Había una gran carpa con mesas con elegantes y carísimos manteles de color ocre. En cada una de ellas, un bonito centro de mesa, los cubiertos eran de plata y estaban cuidadosamente colocados alrededor de la vajilla de porcelana con borde de oro, listos para recibir a un montón de comensales.

 

Una zona de cóctel donde los invitados podrían picar un pequeño cóctel antes de la cena, de pie mientras charlaban unos con los otros, con unas mesas altas donde dejar las copas y aquellos pequeños picatostes que servirían los camareros. Sabía que servirían pulpo sobre una espuma de patata en unas pequeñas cucharitas de plástico. También una mini brocheta algo picante y tartar de salmón. Ya había estado allí. Servirían vino antes de la cena.

 

Conocía aquella larga mesa, se había metido debajo de el bonito mantel para esconderse y poder emborracharse tranquilamente fuera de la vista de los novios, quienes no veían con buenos ojos que su hija bebiera alcohol siendo tan joven. Había robado una botella de champagne y allí abajo, en una extraña situación, había conocido a... alguien. No quería compartir aquel recuerdo, sería arriesgado entrar en la cabeza de John para averiguar algo suyo y compartiera demasiado hasta el punto de resultar peligroso. El cazador siendo cazado.

 

Apartó la mirada de la mesa.

 

Era una sensación extraña, conocía el lugar, y cómo se había desarrollado todo el evento que se llevó a cabo en él, lo recordaba. Sin embargo no conocía a ninguno de los invitados por más que buscaba entre todas las caras que pasaban a su lado. Ni siquiera reconocía el vestido de ninguna de las mujeres. Todo era conocido y desconocido al mismo tiempo. Los recuerdos de Gatiux se estaban trenzando con los recuerdos de John Doe, ella ponía el lugar, y él a los figurantes.

 

Más allá estaba la zona a donde todo el mundo se dirigía.

 

Un arco blanco ceremonial con rosas blancas y rosas que se entrelazaban entre grandes hojas verdes. Delante del mismo un cura ataviado con una sencilla túnica blanca esperaba a que todo el mundo ocupara los asientos, en sus sillas recubiertas con tela blanca y una cinta atada en la parte trasera de color burdeos. Olía a cesped recién cortado y flotaba un ligero aroma a flores frescas.

 

- Creo que será mejor que busquemos asiento.

 

Cuando todo el mundo estuvo ordenado en filas, empezó a sonar una suave música. John Doe desfilaba por el camino central mientras la gente se volvía para mirarlo. Caminó hasta quedar frente al cura. La musica se cortó y hubo un espacio de tiempo para que la gente comentara entre ellos lo que le parecía el traje del novio o si se le notaba alterado. El nerviosismo flotaba en el ambiente, ella también podía sentir su corazón acelerarse. La expectación de algo bueno que estaba por suceder.

 

La música comenzó de nuevo a sonar. Todo el mundo se volvió para admirar a la hermosa y ruborizada novia. Una despampanante mujer, alta, rubia, de labios finos pero con una gran sonrisa perfecta. Sus ojos verdes tenían una adorables motitas marrones repartidas por el iris, mientras que el borde amarilleaba. De nariz recta y alargada. El maquillaje era muy ligero, apenas lo necesitaba. El vestido era elegante, lleno de pedrería y de corte sirena. Tenía pinta de que les habría costado una fortuna.

 

La emoción de un gran momento que le llenaba de orgullo. No a ella, esos sentimientos no provenían de sí misma. Ni tampoco el sentimiento de amor que rodeaba el recuerdo al mirar a la cara de la preciosa novia. Eran los de John Doe. Podía sentirlos como propios aunque no le pertenecieran. La novia le sonrió a John, y pudo sentir cómo la felicidad se expandía en el pecho de éste o en el suyo.

 

Una de las invitadas clavaba la vista en Gatiux más del tiempo en que era educado quedarse mirando a alguien, admirando su vestido, ropa o peinado. Ni siquiera hizo esfuerzo por apartar la mirada cuando la Malfoy le miró algo incómoda por aquella fijación repentina de alguien que no conocía. La figura le dio un codazo a la de al lado, un hombre que se quedó mirando a Gatiux y Rosalia sin parpadear. Era inquietante, como muñecos autómatas que localizan algo que no debería estar ahí.

 

Le dio un codazo suave a Rosalia mientras se inclinaba al lado de su oído.

 

- Esto va mal. Tenemos que salir de aquí.

 

Salieron de la fila de las sillas que escuchaban a la ceremonia que se estaba desarrollando, pero aquellas dos personas, sin perderlas de vista hicieron lo mismo que Gatiux y Rosalia, comenzando a seguirlas como muñecos rígidos, no llevaban un paso normal. Tenían que salir de allí. Gatiux miró a la Arcana. Quería hacerlo ella misma, romper la conexión y llevarlas a ambas al mundo real. Agarró a la Arcana de la mano mientras giraban hacia la carpa, al girar la cabeza vio que les seguían los pasos, por lo que apretó el ritmo de caminar.

 

Un plato cayó al suelo y se rompió. Les estaban dando alcance. Y ella tenía que buscar la conexión que Rosalia había trazado para tirar de allí. Debía de buscar más allá, en el plano metafísico de aquella escena. Debía sentir. Distinguir lo verdadero. Tiró del hilo invisible que unía ambas mentes y las sacó de allí.

 

Parpadeó. Trastrabilló y cayó de espaldas, encontrando el suelo con el trasero. Estaban en la cabaña, con John Doe delante que le miraba algo confuso. Gatiux respiraba algo acelerada. Pronto sabría si la jugada le había salido bien. Se puso de pie, agarrando a John Doe del mentón. El hombre se removió sobre la silla en la que estaba atado. Ella le sonrió a Rosalia justo antes de cambiar. Justo antes de convertirse en la novia que acababan de ver, con todo detalle. El rostro de terror de John Doe le confirmó estar en lo cierto, aquella mujer rubia era su rosa, la única a la que quería proteger de entre todas.

 

- Por tu cara diría que no te esperabas verme, querido. -dijo Gatiux- Ahora que ya conocemos el rostro de tu preciosa mujer puede que quieras colaborar con la causa y darme aquello que no te pertenece. El anillo que robaste y la semilla de sauce que te confió tu amigo...

 

John Doe gruñó. Probablemente no le quedaba más remedio que colaborar.

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Se notaba que no era el primer trabajo de Gatiux. Capaz y con otras seis personas más y podían alcanzar a hacer esas grandes estafas de grupos criminales en la pantalla grande. Al principio fue una fiesta de elite, claro, por la relación que tenía Rosália con eso. Ella llevaba un siglo viviendo y esa era su realidad al momento de encontrarse con ese tipo de fiestas. Gatiux por otro lado, tenía presente hacia dónde buscar. Una boda donde encontrar el rostro de John. Perfecto. Y así todo fue sobre ruedas, en realidad. Pasaron a donde estaban los invitados y la novia cruzando la larga pasarela. Hasta que… bueno, la conciencia de John buscando a los intrusos.

 

La clave de haber podido cruzar el puente construido era ubicar eso mismo que antes los había unido. Y así Gatiux se encontró de bruces en el suelo, para luego ser la viva imagen de la rubia que habían visto momentos atrás. Rosália sonrió satisfecha. Ya se veía ella misma con una de esas semillas entre los dedos.

 

- Y sí, John. Te diría que estás en grandes problemas. Es que, ¿has visto lo que esta mujer acaba de hacer?

 

Puso los brazos en jarra y se giró para Gatiux. De su escote sacó un pequeño vial con un líquido transparente de una consistencia similar a los líquidos plateados de los recuerdos. Se acercó y se lo dejó en una de las manos.

 

- Con esto podrás eliminar las últimas dieciséis horas y media, aproximadamente, de la vida de este tipo. Úsala con precaución obviamente. Te dejaré sola, que yo tengo ganas de salir nuevamente para Londres. Apaga las luces al salir ¿sí?

 

Ahora se había guardado las manos dentro de la campera de cuero y se dirigió para el marco de la puerta. Se paró en seco y vio a la Malfoy.

 

- ¡Casi me olvido! ¿Quieres realizar la prueba de Legilimancia? Ve con ese anillo a las orillas del lago de acá a tres días. Si quiere seguir practicando, mañana te espero a horas… bueno, más normales. Pero, tranquila, yo creo que si estás preparada. En fin, ¡nos vemos!

 

Y desapareció.

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John miraba a Rosalia y a Gatiux de hito en hito, gruñendo por lo bajito. Uno no llega tan lejos en un mundo peligroso como en el que estaba inmerso sin perder de vez en cuando. Y saber cuando llegaba el momento de dar el brazo a torcer era tan importante como mostrarse fuerte. No todas las partidas podían ganarse, y John Doe lo sabía bastante bien. Tenía aprecio porque su cabeza siguiera pegada sobre sus hombros. No le contestó a la mujer de cabello rojo, pero asintió mientras hacía una mueca de disgusto.

 

En aquel momento la que parecía la mujer de John Doe se apartaba un poco para cuchichear fuera del alcance de los oídos del prisionero. Gatiux asintió cuando Rosalia le decía que con el contenido de aquel frasco borraría las huellas de ambas de la mente de John Doe. Se lo suministraría después de que este le dijera lo que quería oir.

 

Rosalia estaba deseando salir de su cabaña, por lo visto la pequeña escapada le había recordado a la Arcana que no era un árbol que tenía que echar raíces en aquel jardín. Gatiux sonrió tras la sorpresa inicial. Bien decían que no se podía juzgar a un libro por su portada y aquel caso era un ejemplo perfecto. O de hacer caso a las habladurías.

 

Justo antes de irse le preguntó si quería afrontar la prueba. ¿Quería? Rotundamente sí, le encantaban los retos y sentía que aquella noche le había servido para aprender como trenzar el camino que unían las mentes por medio de la Legilimancia. Estaba concienciada del peligro que suponía enfrentarse a un sendero por el que transcurría la habilidad, no era algo para usar a la ligera. Y porque conocía perfectamente el riesgo que entrañaba es por lo que se sentía preparada para vincularse con el anillo.

 

- Nos vemos dentro de tres días. -respondió Gatiux guiñandole un ojo a la Arcana- Te llevaré un regalo para ese entonces.

 

Cuando Rosalia se marchó, Gatiux alzó la varita y se la puso bajo el menton a John, clavando la punta de ésta sobre la piel del hombre, que apretaba los dientes justo en aquel instante. No estaba muy claro que aquella mujer no fuera un animal sin correa cuyo dueño acabara por desaparecer. Dejándola hacer a su libre albedrío ahora que se había quedado en soledad.

 

- Creo que tu y yo tenemos una conversación pendiente. -dijo la Malfoy- De donde está el anillo, la semilla, y cómo lo saco de allí. Después de eso te llevaré al hotel de donde te hemos sacado y te dejaré dormir tranquilamente. Aquí no habrá pasado nada.

 

- Reconozco que has ganado esta partida. Bien jugado. ¿Ahora podrías quitarte el rostro de mi mujer? Te lo contaré todo sobre lo que estás buscando.

 

Después de que Gatiux se transformara en la mujer de cabello cobrizo del bar, un rostro muy común y que no la delataba. Aunque fuera a borrar los recuerdos de John Doe no quería perder todas las precauciones tomadas hasta el final. El hombre por su parte comenzó a contarle a Gatiux lo que ella quería, localizaciones, métodos de sortear los hechizos y qué podría esperar.

 

(Van a ser unos días ocupados antes de llegar a la prueba de Legilimancia... -pensó ella-)

 

Agarró a John y se desapareció de la cabaña.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Una nueva mañana, una nueva motivación. Luego de largos días en que acudió a conocer a Rosalía y desertó ante el caos de recuerdos, pues sentía firmemente que los portadores estaban tan aturdidos que ni siquiera entendían quiénes eran y cómo se mantenía su esencia en la existencia, regresó. Su tarea pasada era inútil, sabía que no llegaría a nada, así que dejó el invernadero consciente de que Rosalía comprendería cómo había llegado a esa conclusión. Aquella nueva oportunidad se mantuvo firme hacia la cabaña a sabiendas de que nadie estaría con la arcana, se había asegurado de revisar que no estaría con aprendices. Requería encontrarla a solas, pues su clase era tan especial que no podía verse interrumpida nuevamente. Tocó la puerta de la cabaña dos veces, se presentó con un traje escarlata impecable y una blusa blanca renacentista.

¿Buenos días? —¿saludó?— ¿Rosalía? Espero que estés ahí...

Lo último fue un susurro lastimero. Se apartó para ver mejor la cabaña desde cierta distancia, quizás si rodeaba podría encontrarla o buscar en el invernadero, como la última vez. O explorar libremente, con intención de encontrar algún secreto. No escuchó nada, hasta que empezó a marchar hacia el invernadero y el hada que la había ayudado le indicó que regresara. Bastó con mirar sus ojitos para saber que era un alma noble, tan inocente y bella que no podía desconfiar, aunque la estuviera enviando plácidamente hacia un acantilado lleno de quimeras.

Tocó de nuevo la puerta, pero esta vez dio un pequeño empujón. Estaba abierto, la puerta ni siquiera crujió. Le hizo sentir una sombra silenciosa y de reflejos rápidos, pero sus modales no le permitían entrar. Que costumbre más reprochable era la de entrar en casas ajenas sin ser invitado. Suspiró, suavemente cerró la puerta, y fue al lago donde se sentó en una banca a meditar. El hada se sentó a su lado. Se preguntó qué había hecho para caerle bien a esa pequeña criaturita, pero entre más lo pensaba más creía que tenía relación con Avalon y su recorrido en la vida como sacerdotisa.

Ya no soy una sacerdotisa, pero aún me queda la esencia —le dijo a la hadita. Le pidió que se acercara y lentamente hizo aparecer una flor blanca levitando sobre una mano. No necesitaba la varita para hacer eso, pues de niña le gustaba jugar así, y sabía que otros niños tenían otras cualidades similares que admiraba. Sopló la flor y esta fue a dar sobre el hada, esta la abrazó con cuidado y sonrieron mirándose la una a la otra—. También puedo sentir lo que sientes —susurró—, ahora estás muy feliz, agradecida y te caigo bien. También me caes bien.

No bromeaba, le gustaba esa sensación, pero no en todas las personas. Por eso solo se abría con las criaturas mágicas que encontraba. Por esa misma razón poseía una gran colección de ellas escondidas en su sombrero, donde podía cuidarlas y sentirse libre. Solo que no podía controlarla a la perfección, a veces simplemente sucedía, así que necesitaba ayuda de Rosalía. A todas estas ¿Dónde estaba?

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Rosália creía que lo curioso de la mente era cómo se desenvolvía a través de los años. Tipo, existían muchas dudas, claro. Partiendo desde el imaginario del cerebro como igual a la mente, hasta la concepción de un alma como si fuese la misma conciencia para ciertos filósofos. Aquella capaz del intelecto. Y de ahí, buf, un montón de otras cosas más. Criticarla a Rosália por filósofa, o demasiado teórica o lo que fuera, tenía su cuota de verdad. Pero, medias verdades. Y no hay nada más peligroso que una media verdad. Ignorar, excluir o suprimir la posibilidad de las preguntas, conducían a un solo camino de la delimitación del conocimiento.

 

Es como si ella no se hubiera preguntado sobre los injertos. Los hibiscos rojos con bordes blancos no existirían en su patio trasero. Aquellos a los que Rosália les estaba cambiando la tierra. Con un par de jeans con unos pitucones de color crema. Del borde de la gorra de paja caían gotas de sudor. Era un bello día primaveral. Se había recostado a un lado mientras tomaba un poco de agua cuando vio a una muchacha entrar al invernadero, a lo lejos. Entrecerró los ojos y cuando la vio golpear la puerta, con la derecha dio un tincaso al aire para que Binny pudiera pasar.

 

Tenía trabajo que hacer.

 

Se sacudió la ropa. Guardó sus cosas. Dejó el sombrero a un lado de las flores y se arregló la cola de caballo. Finalmente entró a la gran cúpula y la vio interactuando con un hada. Hablándole de alguna manera.

 

- ¿Sabes? Las hadas siempre me han resultado curiosas. Seguramente la trajiste contigo, no me gusta que ciertas criaturas estén por el invernadero.

 

Se escudó con las dos palmas arriba.

 

- ¡No me malinterpretes! No es por gruñona. Creo que con ciertas plantas en el invernadero... corren peligro.

 

Y sí, le pegó una mirada incriminatoria a una de sus plantas carnívoras.

 

- Te reconozco de algún lado… ¿Ya has estado por aquí verdad? Soy Rosália… y si estás, asumo que tienes una razón importante.

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