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Libro de los Druidas


Badru
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Badru

Guerrero Uzza del Libro de los Druidas
____________________

La posibilidad de experimentar y disfrutar de nuevos territorios sin la necesidad de emplear la Metamorfomagia para ocultarse llegó en forma de un contrato que su pueblo se vio obligado a firmar, con la Viceministra de Magia de Londres, en el cual comprometía a los Guerreros Uzza a transmitir los conocimientos que poseían en la Universidad Mágica, para que todos aquellos magos incautos que se sintieran con la suficiente valentía, fuerza e inteligencia de aprenderlos, lo intentarán.

Sí, sabía que existirían magos que por poseer el respeto y reconocimiento de los demás intentarían aprender de ellos, pero ¿quiénes serían lo suficientemente buenos para conseguirlo? Y lo más importante, ¿qué estarían dispuestos a ofrecer por obtenerlos? Diversas ideas acudían a su mente, envueltas en ráfagas de coloridas imágenes ante las oportunidades que podrían llegar a presentarse y que no iba a desperdiciar. Por lo que, en cuanto se ofreció a enseñar los conocimientos del Libro de los Druidas, se trasladó con su esposa e hijo al Oasis acondicionado para los Uzza en la Universidad.

El espacio destinado para ellos, era perfecto, le gustaba. Sin embargo, sabía que no podía utilizarlo para impartir las clases, por más que lo deseara. Tenía que buscar otro sitio o, mejor dicho sitios, porque no le gustaba mantenerse en un mismo lugar tanto tiempo. Haría que los alumnos que tomaran el Libro, aprendieran y pusieran a prueba sus habilidades en cualquier tipo de situación imaginable e inimaginable, tenían que demostrar que eran dignos de aprender de él, el profesor Uzza más joven.

Había encontrado el punto de reunión preciso, la Plaza del Árbol de Fuego. La arena, el fuerte rayo del sol y el árbol de fuego le recordaban sus orígenes y pretendía que esa fuese la primera prueba para los intrépidos que fuesen sus pupilos: saber si soportarían estar parados en ese sitio más de un minuto, ¿lo lograrían? Era algo que Badru, deseaba ver porque él, vestido con su armadura, el pañuelo que cubría parte de su rostro y el arco, estaba listo para de ser necesario pasar horas ahí de pie, en la ardiente arena con los pies descalzos.

Los minutos pasaron y únicamente un reducido grupo de magos de varias edades apareció en la plaza. Su mirada negra como la noche los recorrió de arriba abajo, mientras esperaba a que se acercaran hasta su posición, él se quedaría ahí para verlos detalladamente uno a uno y medirlos aún antes de que abrieran la boca siquiera. Permaneció parado a un costado del árbol de fuego, mientras una sonrisa burlona aparecía en sus labios, algo que nadie podía ver gracias al pañuelo amarillo que cubría su boca.

—¿Qué sería capaz de dar cada uno de ustedes por obtener los conocimientos que poseo? ¿Hasta donde llegarían? —sin poder evitarlo, su mente viajó a los miles de tesoros que podrían llegar a caer en sus manos si es que pudiera vender los conocimientos del libro por el bajo mercado. Pero, no al menos de momento tenía que actuar con total cautela y seguir el código de honor de su pueblo, esperó unos segundos, deseando conocer la voz del primero en hablar.
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  • 4 meses más tarde...

Si se ponía a actualizar la actual situación, no habría podido definir qué era peor. Estar en ese desierto o tener que estar en ese desierto con Badru. Ese Uzza se había ganado un desprecio particular en el momento en el que los había obligado a arriesgar su vida sin un motivo específico, simplemente por diversión. Pero lo peor de todo era, en realidad, que antes también los había lanzado a un desierto similar y ella, por más mala que fuera, no tenía la capacidad para mantenerse de buen humor en un clima como aquél. Era un demonio y estar en un desierto era como meterse a un horno de forma voluntaria.

 

Tan solo aparecer las ganas de hacer que el hombre se tragara su pañuelo crecieron de forma increíble. Esta vez había renunciado por completo a sus túnicas, por más que le gustara usarla en la mayoría de las situaciones, así que iba vestida con toda la normalidad del mundo. Sus piernas estaban desprovistas de tela en su mayoría, hasta el lugar donde la línea de la tela blanca del short por fin daba por terminada la fiesta de piel. Sus brazos también estaban despejados y la blusaa azul semi transparente apenas ondeaba al escaso viento. Por suerte el tatuaje de la Marca Tenebrosa estaba protegido por un hechizo, sino tendría que haberse puesto una camisa manga larga y no, se negaba rotundamente.

 

Había tenido la idea de mantener el glamour al menos con el cabello dorado cayendo por su espalda, sólo que después del primer minuto de andar hacia donde estaba el Uzza, tan inmóvil como el árbol que tenía al lado, ató su melena en una coleta que la hacía ver mucho más extraña. Solía vestir de una forma particular y elegante, que la marcaba como un miembro de las familias más conocidas de Ottery y por tanto ayudaba a su actitud altanera. Pero ahora sí parecía una chica de veinticinco años, aunque no los tuviera en realidad. Pero sabía que eso no iba a hacer ninguna diferencia con Badru. Él la mediría con firmeza tuviera la edad que tuviera.

 

Se fijó con más atención en el árbol mientras terminaba de acortar su distancia con el profesor, observándolo con la curiosidad creciendo en su interior. Quizás significaba algo más de lo que aparentaba, quizás por eso había escogido ese lugar para la clase. Pero ella no preguntaría, tenía la intención de cruzar palabras lo menos posible con él y no darle alas a jugar con ella como lo había hecho antes. Además, era muy probable que recordara cómo ella y Zack habían decidido no matarse en el duelo del libro del Equilibrio, sólo por hacerle frente a él y su inclinación por mandonear a los demás.

 

Escuchó a sus espaldas cómo sus compañeros de clase iban apareciendo y hundió un poco más las botas de cuero en la arena, cruzando los brazos al aguardar. El proceso era un poco perturbador porque tenía los ojos negros de Badru puestos en ella y ella, por supuesto, no podía mirar a otro lado sin sentir que había fracasado. Así que con una paciencia que en realidad no tenía, navegó en el azabache abismo que tenía el hombre en sus ojos hasta que por fin alguien más estuvo lo bastante cerca como para que dejara de verla como un objetivo.

 

Y cuando habló, tardó en meditar la respuesta. Si le daba demasiada información, era posible que la usara en su contra. Y si no se la daba, probablemente haría que se esforzara en demostrárselo por las malas. Dio el tiempo a que alguno de sus compañeros hiciera los honores, pero ninguno habló así que se limitó a aclararse la garganta para llamar la atención del Uzza y hacer que la mirara otra vez. Los ojos verdes de la rubia estaban enmarcados por un par de cejas inclinadas hacia abajo, una mirada de seriedad que resultaba retadora incluso cuando ella no lo quería.

 

—Lo estrictamente necesario —respondió con firmeza, enarcando una ceja como si fuera evidente—. Y estaría dispuesta a llegar a donde sea que me pidan que llegue.

 

No era la respuesta esperada, pero tampoco era errónea. Finalizó con eso y giró la cabeza para ver a su primo a un lado y a su novia al otro. A esta le dedicó una sonrisa inmediata y luego volvió a enderezar el cuello, buscando comodidad.

 

—Maldito calor —murmuró.

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Después de haberlo esperado tanto, le había costado asumir que por fin tendría la oportunidad de conocer a un Guerrero Uzza. Y es que la clase del Libro de los Druidas comenzaba aquel mismo día, según les habían notificado desde las autoridades del Ateneo. No estaba segura si se había sentido más emocionada o atemorizada con la noticia pero, en cualquier caso, ni siquiera se había despedido de su familia antes de salir hacia el lugar en el que se les había citado.

 

Ahora se encontraba en la Plaza del Árbol de Fuego, alejada aún del lugar en el que se alzaba el árbol que ocupaba el centro y al pie del cual se encontraba Badru. Anne chasqueó la lengua, todavía recordaba las dificultades que habían tenido que superar en las clases de los anteriores libros en las que habían tenido profesores externos a los uzzas. Ahora que aquel que había ido guiando a su gusto las anteriores lecciones era el profesor titular de la clase, la cosa pintaba mucho más interesante. Por llamarlo de alguna manera.

 

Agradecía mentalmente el hecho de haber sido precavida y haberse puesto ropa ligera, si bien llevaba todo el cuerpo cubierto. El calor de aquel lugar comenzaba a agotarla, y eso que sólo estaba caminando en dirección al punto de reunión. Alguien caminaba delante de ella y reconoció en aquella figura a Leah, que había sido su compañera en todas las anteriores clases. Suponía que todo lo que vería serían caras conocidas allí, aunque no estaba segura de si eso la alegraba o la preocupaba, pues siempre habian tenido que terminar batiéndose en duelo entre ellos para probar los hechizos de cada libro. ¿Sería en aquella ocasión igual?

 

Las botas de tipo militar que solía calzar se hundían en la arena demasiado para el gusto de la licántropa, a quien le estaba resultando ligeramente costoso avanzar. Y eso sin contar las gotas de sudor que comenzaban a escurrirle por la frente...

 

Llegó frente al guerrero y se detuvo cerca de Leah, un par de pasos por detrás de ella. Suponía que los demás no tardarían en llegar. Badru entonces lanzó un par de preguntas directas a modo de introducción de la clase. Nada de presentaciones e introducciones como habían visto hasta ahora, aquello iba simplemente al grano.

 

Coincido con mi compañera, estoy segura de que los que nos vamos a reunir hoy aquí haríamos cualquier cosa con tal de obtener esos conocimientos —respondió ella, con voz firme—. Y para ello, yo también estoy dispuesta a llegar a donde sea necesario.

 

Se cruzó entonces de brazos, con gesto serio. Podía sentir su varita oculta bajo la manga derecha, a un tirón de su alcance en caso de que fuera necesario. No estaba segura de cómo se desarrollaría aquella clase, pero sí sabía que no podía bajar la guardia ni un segundo. ¿Hasta donde sería capaz de llegar Badru para enseñar a aquel reducido grupo de magos?

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Los orbes negros del vampiro observaban a lo lejos a Badru. Sabía perfectamente que él seria quien impartiría aquel libro lo cual le daba agruras al cainita, él y Badru no se llevaban muy bien desde el momento que piso las tierras Uzzas para obtener aquellos conocimientos de los guerreros, una vez que habían probado que eran aptos fue que se les permitió enseñar los 4 primeros libros a los siguientes aprendices. Aun así, había tenido que ver a aquella figura cada vez que daba o impartía un conocimiento, él era quien ponía las pruebas finales o simplemente les decía que era lo que debían hacer y que deseaba que lograran, pero el Ragnarok sabia la verdad, Badru los utilizaba para sus trabajos sucios y para obtener aquellas cosas que deseaba y codiciaba.

 

El hombre había escogido aquella plaza quizás como una prueba para los que se presentaran allí y el cainita iba a pasarla con creces, él, en su antigua Grecia había estado en un lugar mucho más caluroso que aquel y que aquellos oasis donde habían aprendido, aun en su mente se dibujaban aquellas casas y el lago de magma ardiente, Pompeya parecía un juego de niños. Suspiro y camino lentamente sin perder de vista al guerrero, le sostuvo la mirada desafiante una vez que estuvo cerca de él, sin embargo, debía mostrar respeto por lo que hizo una ligera reverencia pero sin quitarle los ojos de encima, no iba a ser débil ante aquella persona.

 

-¿Qué quiere a cambio? –pregunto el vampiro divertido, en aquel punto y con aquella presencia se sentía como aquel neófito que perdía la cabeza y se metía en problemas en un dos por tres- Llegaría hasta donde fuera necesario creo que eso ya lo sabemos –comento sabiendo que Badru lo había estado vigilando todo aquel tiempo desde que se conocieron o cruzaron miradas por primera vez- conoce perfectamente hasta dónde puedo llegar, pero quien sabe, puede llevarse una gran sorpresa

 

La nívea tez del vampiro era mucho más evidente con él sol que le golpeaba, llevaba unos jeans negros y una camiseta sin mangas, el tatuaje de la marca obviamente se encontraba escondido gracias a los hechizos y protección que tenia. Iba descalzo, ya estaba acostumbrado a todo aquello y a cada una de las situaciones que s ele pudieran dar, sus viajes le habían permitido ver de todo por lo que ya en aquel punto nada le sorprendía.

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Volver a estar a cargo de esa gente no le hacía mucha gracia al vampiro. Luego del retiro en el cual lo prepararon para ser profesor de los primeros adiestramientos de libros, lo que menos quería era encontrarse con los Uzza. Jugaron con ellos a más y mejor, y si bien consiguieron aprender cosas que jamás hubieran imaginado, los debilitaron mental y físicamente para poder concluir en ese gran final. Saber que tenía que atender de nuevo órdenes extremas, lo hacía querer regresar a su castillo. Pero ya estaba a pocos metros de Badru y el resto de sus compañeros.


Lo primero que le impactó fue el clima, de nuevo en un desierto. Su frente comenzaba a humedecerse gracias al sudor, mientras que se peinaba con la mano evitando que sus mechones de cabello sirvieran de conductos para el fluido que terminaría por atravesarle el rostro entero. Lo segundo, fue la poca cantidad de pupilos que había. Badru, con su postura intimidante se encontraba solo frente a tres personas, serían cuatro con el Ángel Caído que acabó por integrarse a tiempo para escuchar las típicas interrogantes.


No entendería por qué siempre se basaban en el ser dignos o no de sus conocimientos, eso era algo que debían comprobar, pues cualquier tonto podría asegurar que lo era y al momento de la verdad no daría la talla frente a tantos desafíos que los ponían al filo de la muerte. Resopló rodando los ojos dando tiempo a que Leah, Anne y Hades manifestaran su opinión. Todos dijeron casi lo mismo, como era de esperarse.


—Todo. Hasta donde sea — Firme y sin muchas acotaciones. No perdería el valioso tiempo del adiestramiento debatiendo qué tanto daría de sí mismo para obtener la vinculación con el libro. Que los pusiera a prueba y ya. Mientras esperaba que su respuesta dejara al guerrero satisfecho, se dispuso a observar el enorme árbol que les brindaba sombra. Era más encantador por su color que por el tamaño. Sin embargo, en ese momento lo que más se apreciaba era la última característica, al menos no tenían que recibir directamente los rayos del astro sol.


Para todo vampiro como es lógico, las radiaciones solares son extremadamente molestas. El humor de Zack podría ser tan variado durante todo el encuentro que casi dependería en su totalidad por el escenario en el que tuviera que desenvolverse. En ese momento, despreciaba el hecho de que su camiseta blanca comenzara a humedecerse con el sudor también. Ni siquiera la parte de sus piernas que tenía ventilación gracias a la bermuda que vestía, estaba del todo fresca. Pero ni se atrevería a quejarse, aquél tipo del paño amarillo podría llegar a ser lo suficientemente insoportable como para no querer desafiarlo, no de nuevo.

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Tras las clases del último libro los Directores de la Universidad decidieron que lo mejor sería darles un par de semanas a los alumnos para prepararse para lo que venía. En cada una de sus clases habían tenido la oportunidad de ver de cerca a algunos de estos guerreros Uzzas de los que tanto presumían, pero era la primera vez que estarían tan cerca a uno de ellos y recibirían de forma directa lo que les tuvieran que enseñar. Badrú, el primero de los Uzzas a los que se enfrentarían, no les había dejado una muy buena impresión a la mayoría, pues había intentado que se mataran entre ellos inclusive, aunque bien eso pudo haber sido parte de una estrategia para que sólo los mejores pasaran las diferentes pruebas antes de llegar a él.

 

Sabía de primera mano que Leah no estaba muy emocionada con la idea de tener que dirigirse al Uzza con respeto y no porque tuviera un problema de autoridad, había algo en él que a Tauro tampoco la convencía del todo y desde ya dudaba de todo lo que podría decirles o enseñarles, pero pese a que la primera impresión era la que más peso tenía al momento de emitir un juicio contra alguien, esta podría ser la excepción y Badru resultaría ser mejor de lo que había sido esa primera vez. Tampoco tenía sentido hacer un perfil detallado sobre el guerrero, no importaba lo borde que pudiera ser con respecto a su comportamiento si al final del día les enseñaba cómo dominar los poderes del nuevo libro del druida.

 

Como ya eran muchos los anillos y amuletos acumulados hasta el momento, Tauro había tenido la idea de reunir los primeros en uno solo, con una única piedra que cambiaba de color de acuerdo a su uso, pero con los amuletos aun no encontraba qué hacer. Al ver a Badru se preguntó si debajo de todo ese trapo rojo que lo cubría tendría los mismos amuletos que ellos, pero lo mejor sería no mirarlo demasiado, no más de lo necesario. Suspiró levantando la vista al cielo lo cual lamentó al instante, pues el sol casi que le quemó la retina de lo fuerte que estaba. ¿Qué obsesión tenían los guerreros por el suelo caliente y los terrenos desérticos? Jamás lo iba a entender. Lo miró pararse al lado del árbol del fuego y por primera vez se dirigió al pequeño grupo de alumnos, todos pertenecientes a un mismo bando; era realmente inevitable no sentir una pizca de orgullo por ellos, todos Altos Rangos de la Marca Tenebrosa.

 

Uno a uno fue respondiendo la pregunta del hombre hasta que la última de ellos también lo hizo.

 

— Creo que hasta el momento todos hemos demostrado de lo que somos capaces —empezó a decir — Y sobre hasta donde estoy dispuesta a llegar... No lo sabremos hasta comprobarlo —de nada le servía decir de todo lo que era capaz, ella era más del tipo de personas que preferían que las acciones hablaran por sí mismas para ciertos casos en específico y este definitivamente era uno de ellos. Volvió a mirar a su novia que le sonreía y le sonrió aun más.

 

— Es un gusto contar con tan buena compañía para esta clase —agregó, esta vez dirigiéndose a todo el grupo.

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No era la primera vez que escondía una sonrisa burlona tras el pañuelo y no sería la última, por lo que podía ver en sus estudiantes. Lo que más le divertía era la aversión que todos parecían tener al fuerte sol del pequeño desierto que, aunque era similar a los que estaba acostumbrado, no llegaban ni a los talones de sus tierras. Él, descalzo con sus pies ásperos contra la arena, era prácticamente inmune al calor y a cualquier clima que se le presentara. Porque así se había entrenado y porque así iba a entrenarlos a ellos. ¿De qué les servía ser poderosos en su propio entorno si se iban a desmoronar en otros?

 

Sin embargo, pese a los pensamientos que tenía y la sonrisa reluciente tras la tela amarilla, sus ojos permanecían calculadores en cada uno de los pupilos. La rubia que llegó primero tenía la atención del Uzza desde que ella y otro hombre habían desafiado sus órdenes en la clase anterior, donde también se había metido para probarlos. Él también estaba ahí, con otro de los profesores a cargo de las clases de los libros de hechizos más bajos y dos estudiantes constantes hasta el momento. Un grupo selecto, reducido y que por más que él pudiera juzgarlos, habían logrado pasar todas y cada una de las pruebas que habían dispuesto para ellos.

 

Pero eso no sería suficiente. Se movió por primera vez desde que había llegado junto al árbol, acercándose a ellos con lentitud. Él no era una persona que pudiera considerarse delicada, más que todo porque a pesar de su contextura delgada seguía teniendo los músculos muy marcados y su andar era como el de un predador, atento, como si pudiera saltar al ataque en cualquier momento; pero se las arreglaba para mantener un aire impotente con la elegancia particular de un guerrero. Fue pasando entre ellos, estudiando sus cuerpos, sus miradas desafiantes y confiadas, dejando muy en claro que con él no se debía jugar. Era un Uzza, no una niñera y aunque ellos creyeran que sabían más de lo que él esperaba, no tenían lo que él estaba dispuesto a enseñarles siempre y cuando siguieran sus órdenes.

 

—Respuestas iguales, ninguna original —soltó al fin, regresando a su posición y dejando a la vista el carcaj con sus flechas extrañas—. ¿Realmente están dispuestos a dar todo por lo que yo poseo? Supongamos, pues, que mi primera tarea es asesinar a alguno de sus compañeros, ¿lo harían?

 

Su mirada era dura, su tono lo era aún más, pero su pregunta era completamente lógica. Al decir todo, se referían a todo. ¿Qué clase de respuesta era esa? Siendo cinco, quería decir que terminarían todos muertos antes de lograr conseguir el control de al menos un hechizo o, mínimo, saber de qué iba.

 

—Un guerrero no subestima su entorno con la excusa del conocimiento. Pueden venir aquí y decirme que estarían dispuestos a todo pero no, no lo están. Ahora mismo veo complejos de superioridad y mucho egocentrismo, pero no veo ninguna inclinación a aprender, sólo a conseguir algo por la fuerza —hizo una pausa, dejando la palabra con su acento marcado al aire y extendió los brazos—. Este es mi terreno, yo estoy acostumbrado a esto. ¿Y ustedes? No pasaría una hora antes de que necesiten agua y aún así parece que todos están confiados en sí mismos. Ahora, piensen en algo, ¿confían en ustedes mismos o en su magia?

 

Llevó los ojos azabache hacia Hades, quien había hecho una pregunta tonta que no había pasado por alto.

 

—Lo que quiero a cambio es entrega y compromiso. No perderemos el tiempo en debates ni duelos sin sentido. Esto es un entrenamiento de nivel superior, no estamos jugando a la guerra en el patio de un jardín de niños. Así que, vuelvo a hacer la pregunta, ¿están dispuestos a entregarse a estos conocimientos?

 

No esperaba una respuesta, sólo una reflexión colectiva. No era suave como los profesores anteriores, él no necesitaba a nadie a su lado para poner orden y era evidente que no iba a dudar en hacerlo. La Universidad confiaba en él y en sus enseñanzas, pero sólo él sabía de lo que era capaz y sin duda eso incluía el poner en su lugar a un grupo de magos con demasiada soberbia. Dando por finalizado el reproche y la advertencia oculta en sus palabras rudas, señaló al final del desierto, ahí donde el vapor que despedía la arena hacía la imagen del horizonte borrosa. Ahí había un volcán, pequeño en comparación a otros y aparentemente dormido, aunque eso no quería decir que no fuera capaz de activarse en cualquier momento.

 

—Ese es nuestro primer destino y lo que buscamos son los lirios de fuego. Nuestro único enemigo es el desierto y lo que tiene para ofrecer. Iremos a la par, así que deberán mantener mi ritmo. En este punto poseen los conocimientos suficientes para sobrevivir, sean inteligentes.

 

Anillos, amuletos. Estaban cargados, de forma humilde, con cientos de beneficios que un mago común no tendría en una situación similar. La pregunta era, ¿tendrían la resistencia?

 

—Andando.

 

Sin decir nada más, el guerrero giró sobre sus talones y salió al trote bajo el sol ardiente, dejando el árbol atrás en pocos segundos. Él podría correr horas sin cansarse, sin sentir el ardor en la piel por el sol o necesitar agua. Esperaba que ellos fueran capaces de soportar, porque no se detendría por nadie en un largo rato y lo cierto era que el volcán estaba bastante lejos. Una pena, pero también era una forma de castigo por pasarse de listos. Ahora era que empezaba lo bueno y si habían pensado que la clase sería difícil, en adelante se replantearían la definición de aquella palabra.

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Como era de esperarse, ninguna de las respuestas fue de agrado para el guerrero. Los pupilos siguieron expectantes a las palabras de su instructor, buscando entonces una señal de qué era lo que estuvo esperando. A Zack le parecía más bien, que cualquier cosa que ellos dijeran o hicieran sería cuestionada, sin importar que le pareciera bien, si acaso podrían acercarse a eso, pues el hombre no lucía muy abierto al grupo como para tener la capacidad de admitir cuando alguno hiciera o dijera algo acertado.


Tratando de no reflejar tanto su prepotencia en el rostro, evitando las gestualidades exageradas que desaprobaban la actitud del Uzza, llevó ambas manos a la espalda y con una mano sostuvo la muñeca de la otra extremidad al tiempo que elevaba ligeramente el mentón y tensaba la mandíbula. Retarlo quizás sólo ayudaba a pavimentar un peor camino para el grupo en general, pero quizás así al menos dieran inicio a lo interesante de una vez por todas.


—Permítame responderle con una interrogante, ¿Nos dejaría no hacerlo? — Era absurdo preguntar si harían tal o cual cosa si después de todo él los obligaría de alguna u otra forma. No tenían escape, estaban a las órdenes de aquél hombre que por simple capricho podría mandarlos a buscar un puño de nieve al polo sur y regresar con ella sin que se derritiera. Todos ahí eran Mortífagos, y quizás si el otro se lo permitía, podrían matarse entre sí. Pero ese era el problema, que entre magos de tan alto calibre sería muy difícil obtener una victoria. Y en cuanto al tema del permiso, pues Tauro seguro entendería la situación y les autorizara atacar a un colega.


Resopló al ver que el Uzza no estuvo requiriendo una respuesta en sí al primer ejemplo expuesto. Pasó una mano por su frente apartando las gotas de sudor y luego la limpió en su bermuda. Aunque el clima extremo lo desafiara, él tampoco era un peón fácil de abatir. Si había aguantado tanto en aquél peladero al que los llevaron en la prueba del libro de la fortaleza, seguro ahí podría durar más. Dada la pregunta al aire que dejó el fornido hombre semi desnudo, Zack decidió ser el primero en contestarla.


—No. Estoy dispuesto a entregarme a usted por mi bien para adquirir los conocimientos — Especificó enarcando una ceja —. Y sí, estoy seguro que todos le daremos la atención, dedicación y esfuerzo necesario a cada prueba del camino— Aseguró mirando a sus compañeros que hasta entonces se mantenían en silencio. Luego de aquello, se les señaló el nuevo destino y se planteó un propósito puntual; encontrar los lirios de fuego. Zack había leído tanto de aquellas flores que estaba ansioso por manipularlas y experimentar su poder.


Una vez el guerrero se echó a correr, el menor de los Ivashkov hizo lo propio incentivando a su prima y el resto de sus compañeros a que siguieran todos de cerca al tutor. Él estaba acostumbrado a correr grandes distancias sin provocar desgaste en su cuerpo, para algo le servía la raza. Y seguramente el resto también tenía buenas cualidades para soportar el cansancio que podría atacarlos a mitad de camino.

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Cuando Badru pasó frente a ella adoptó una posición similar a la de su primo, colocándose completamente rígida mientras lo vía aproximarse. De cerca, pudo notar que sus ojos eran realmente negros, imposible de distinguir la pupila del iris y aunque no tenía ninguna intención de detallarlo, no pudo pasar por alto que en él había algo raro, algo que no tenía ganas de averiguar. Lo mismo hizo con los demás, estudiándolos de cerca como si fueran ganado para el matadero, pero al menos no hizo más que simplemente mirarlos antes de soltar una retahíla que, si bien no era de su agrado, no era nada inadecuada.

 

Estaba consciente de que el clima sería su mayor enemigo en aquella ocasión. Seguía sudando y empezaba a sentir la boca seca, aunque tuviera pocos minutos bajo el sol. Pero es que su sangre era caliente, más de lo que un humano jamás podría siquiera comprender y los climas calurosos no hacían más que sacarla de quicio, hacerla inestable. Londres era una residencia perfecta para un demonio y aunque existía la creencia de que todos habitaban en el infierno... pues no, no todos. Así que, muy a su pesar, tenía que darle un punto al Uzza.

 

Cosa que, ni sobre su cadáver, admitiría.

 

Sus ojos viajaron al horizonte, donde el hombre señalaba y esperó que fuera una broma. Su cuerpo era atlético, por los entrenamientos constantes que tenía en la Fortaleza Oscura junto al resto de sus compañeros, donde siempre probaban su resistencia. A golpes, cortes, incluso al desangramiento. ¿Pero ir hasta el maldito volcán con el sol en la nuca? Intercaló una mirada entre la enorme montaña de lava y el guerrero por al menos dos veces, esperando que dijera que sólo quería ver si estaban asustados. Pero este empezó a trotar, alejándose de la zona como si lo estuviera persiguiendo algo letal.

 

No lo soporto —murmuró, aprovechando que estaba lo bastante lejos como para no escucharla y se acercó a su novia antes de seguir a Zack, que hizo gala de su musculatura al ser el primero en tomar el reto—. Yo a ti te amo, ¿sabes?

 

Le plantó un beso en los labios y le dedicó un guiño antes de girar sobre sus talones, inhalar todo el aire que podía y seguir al Ángel Caído. Tuvo que poner de su parte para alcanzar a las dos moles masculinas pero logró en pocos minutos y mantuvo el ritmo tras ellos sin hacer nada más que fruncir el ceño y entrecerrar los ojos gracias al sol. La buena noticia era que Badru no corría demasiado rápido en realidad, simplemente avanzaba a grandes zancadas con un ritmo marcado. La mala noticia era que el volcán no parecía acercarse demasiado mientras trotaban.

 

Podía hacerlo. Claro que podía. Sólo que pasados cinco minutos, tuvo que admitir que el sol le estaba reafirmando la idea de que ella no estaba hecha para climas como aquél y que si ponía un huevo en su cabeza, era capaz de cocinarlo sin muchos problemas. Por suerte había llevado el cabello atado, aunque ahora deseaba tener algo como lo que tenía el Uzza en la cabeza... Pestañeó y chasqueó los dedos haciendo aparecer uno igual en su cabeza, del mismo tono que su camisa. La protegía del sol y el pañuelo impedía que la arena que dejaban Zack y Badru atrás no entrara ni en sus fosas nasales ni en su boca cuando soltaba el aire.

 

Si no pensaba demasiado, quizás el trayecto se le hiciera más corto.

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Poco a poco, el resto de personas que tomarían aquella clase aumentó pero no demasiado. En total, solo se reunieron cinco frente al uzza, que se acercó hacia ellos con gesto intimidatorio para observarles de cerca. Anne estiró la espalda casi imperceptiblemente cuando éste pasó por su lado mirándola, pues aunque tuviera una estatura más bien pequeña no iba a dejarse amedrentar tan fácilmente. Y no porque pensara que podría vencer a aquel tipo, que era verdaderamente poderoso, sino porque ella no solía mostrarse atemorizada por nada a pesar de las dificultades que pudiera presentar cualquier situación.

 

Luego les soltó una charla en la que llevaba mucha razón, aunque no por ello nadie movería un dedo para reconocerlo abiertamente. Por el contrario, parecieron guardar silencio como si se hubieran puesto de acuerdo para que el ego de Badru no creciera aún más. Zack sí que habló, y Anne simplemente asintió ligeramente ante las palabras del Ángel Caído. Al fin y al cabo, seguramente todos los presentes pensaban lo mismo que él.

 

A partir de ese momento, pareció que la clase continuaba aunque no de forma convencional. Badru señaló un punto en el horizonte y los ojos grises de la licántropo volaron en aquella dirección para ver qué señalaba. Un volcán. Muy lejano. Pareció que de repente el calor aumentaba a su alrededor, como si aquello no fuera más que un pequeño aviso de lo que les esperaba a continuación. Por un momento, pensó que no se trataba más que de un truco para burlarse de ellos, o quizás para probar su mentalidad pero no, no se trataba de eso. El guerrero uzza se retiró de ellos comenzando a correr a ritmo constante en aquella dirección y Anne se quedó estupefacta al pronto, asimilando lo que acababa de pasar.

 

Para cuando se dio cuenta, Zack ya seguía sus pasos y Leah, tras besar a Tauro, también comenzaba a correr siguiendo a los dos hombres.

 

Bien, comenzamos con la prueba de resistencia... vamos chicos —animó a Hades y Tauro. Acto seguido, también ella comenzó a correr siguiendo a las tres figuras que ya se alejaban de ellos. Nada más hacerlo, se dio cuenta de lo difícil que era correr sobre la arena, más cuando no se iba preparado para ello. Además, el sudor le escurría por la frente y la arena que levantaba la carrera de Badru y sus dos compañeros le molestaba, pegándosele a la cara y haciéndola sentir que no podía respirar. Sin detener su carrera, echó mano a la bolsa de reducidas dimensiones que llevaba a la espalda y la abrió sin dejar de correr, aunque disminuyendo la velocidad suavemente. Extrajo de ella, cuyo interior estaba mágicamente ampliado para que le cupieran infinidad de cosas que podría necesitar allí, una especie de pañuelo de color claro y luego volvió a echarse la mochila a la espalda.

 

Se colocó aquel pañuelo sobre la cabeza, a modo de capucha, y luego se lo cruzó sobre la cara para formar una especie de máscara, la cual quedó mágicamente sujeta para que no se le cayera durante aquella carrera. A continuación, volvió a aumentar el ritmo de sus zancadas un poco más para no quedarse demasiado atrás y siguió a quienes encabezaban la reducida expedición, camino de aquel volcán en el que debían encontrar los lirios de fuego. A pesar del calor que la agobiaba, Anne contaba con unas características físicas óptimas para la actividad física que fuese gracias a su continuo entrenamiento en artes marciales y a su condición lobuna. Así que aquella carrera no era más que un mero trámite para alcanzar lo que verdaderamente ansiaba.

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