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Libro de los Druidas


Badru
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Nada ahí estaba saliendo de acuerdo a lo planeado. El Uzza a veces parecía muy cuerdo, y otra veces, un tanto taimado. Ciegamente le siguió a través de la interminable fila de pasajeros, auxiliándose del anillo salvaguarda contra miradas indiscretas para evitarse la espera. ¿Y a dónde lo llevó eso? A caer de bruces en un terreno mucho más tosco que el del aeropuerto.

Se dio la vuelta, ligeramente sorprendido por la verdadera vestimenta de Badru. Parecía que el brillo oscuro en sus ojos se magnificaba cada que invocaba un portal. ¿Le pasaba eso a todos los usuarios de dicho poder? Como fuera, el sermón del guerrero atrajó más su atención, que trivialidades como sus ojos. Tendría la percepción de Badru sobre la guerra en alta estima, inclusive, lo haría un comentario propio con el venir del tiempo.

Imitó al ser, buscando en los bolsillos de su pantalón, el mencionado recipiente, que compartía espacio con aquel amuleto usado para escapar de carceles, el cual aún no había tenido su momento de uso. Se maravilló con el contenido; la pequeñas partículas de polén levitaban dentro del confinado de vidrio, como si la ley de gravedad no estuviera a su altura.

La distracción le costó que Badru le sacara ventaja en la caminata, por lo que apuró el paso, guardando el frasquito de vuelta en su lugar.

Así que, anciano, ¿estuviste en la guerra, eh?, ¿en cuántas participaste? vociferó al otro, que ya iba bastante adelantado en el camino adornado por peculiares rocas de gran brillo y valor. Tuve la fortuna, tú decidirás si es buena o mala, de nacer en la época del segundo auge del Señor Tenebroso, pero el tema de la guerra, parecía ajeno para alguien que vivía del otro lado del océano.

Los postes de luz a ambos lados del serpenteante sendero, comenzaron a encenderse. Casi se le había olvidado que estaban en Hawaii, pues el clima tropical era tan reconfortante como habría sido de haber aparecido en cualquier isla del Caribe u Oceanía. Veía más joyas incrustadas en la roca volcánica, y poco a poco, comenzó a deslindarse del trayecto que estaban siguiendo.

Este zafiro me llama, guerrero Badru. Como si me pidiera a gritos, que lo lleve conmigo a casa.

Nunca supo si fue una especie de Magia Uzza, o si fue su tentación misma, pero la gema de tonalidad como el Océano Pacífico, atrajó su mano como un imán. Inmediatamente, el suelo bajo sus pies comenzó a crujir, como si estuviera temblando. Bajó la mirada sólo para encontrarse con un ojo de aspecto reptil que parecía a punto de montarle bronca.

Eobard salió disparado de ahí, a causa del despertar de la criatura, yendo a parar de vuelta al camino en el que intentaba seguirle el ritmo a Badru. Una de las rocas, le había raspado la oreja izquierda, causando que un hilo de sangre se deslizara hasta su cuello. Había sido como una explosión, pues no podía oír sonido alguno de ese lado.

Levantó la varita en dirección al cangrejo de fuego, tambaleante en el suelo irregular, y que se dirigía a aquel que había interrumpido su sueño.

¡Protego! bramó, a la par que la barrera mágica, como de cristal, se formaba para impedir que la bola de fuego lo convirtiera en un triste recuerdo.

El ente gruñó, como frustrado por la respuesta de defensa por parte del Black Lestrange. La tierra crujió nuevamente, y en el lugar, se encontraron unos seis cangrejos de fuego más, todos ellos con el caparazón recubierto por las mismas joyas que habían despertado la codicia humana en Eobard. Al inicio, podía repeler sus ataques con barreras de Protego o lanzándoles Aguamenti, pero pronto la inferioridad numérica lo acorraló a espaldas de un ancantilado.

¡Claro! Había cierto hechizo que le permitía defenderse con mayor eficacia de ataques como los que lanzaban las criaturas mágicas.

A ver si se pronunciaba así... Obsistens.

Un cerco de materia luminosa emanó de su varita, formando una especie de muralla entre los crustáceos y él. Le sorprendió el curioso parecido que tenía con cierto hechizo que la Marca Tenebrosa había desarrollado. Parecía estar hecho de energía pura, y la tonalidad verdosa, como las hojas de menta, le inspiraban cierta tranquilidad. Otro cangrejo decidió atacarle con fuego, pero su ataque fue absorbido por el hechizo, quedando como un intento.

¡Tal vez quiera echarme una mano con algunos! ¿Por qué no invoca esos portales y los manda al olvido? El castaño se asomó por el borde de la protección, esperando que el Uzza escuchara su mal chiste. Quizá hasta podría aprovechar para hablarme de ese bonito hechizo.

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Un embaucador nato, una habilidad que había aprendido el Uzza con el correr del tiempo. ¿Pudo haber llevado al Black Lestrange por el camino más corto, el que no atravesaba la colonia de cangrejos de fuego? Sí. ¿Estaba obligado a salvarlo de su inminente fin? No, no del todo. Le preocupaba las excusas interminables que tendría que inventarle a la Universidad para justificar la muerte de un alumno, y eso, sí que le daba dolor de cabeza.

He estado en guerras que tú no imaginas, niño. no le dirigió la mirada, continuaba avanzando. Un cambio en el sonido de las pisadas del castaño lo obligaron a prestarle atención. No tengo por qué revelarte información de mi pueblo. He hecho cosas que ni siquiera pueden pronunciarse, tu cerebro quedaría reducido a cenizas...Pero las guerras, a nadie engrandecen. Eso tenlo claro, es tu segunda lección.

Ya no escuchaba sus palabras. Estaba más enfocado en conseguir la gema, que Badru prefirió mantenerse a raya, a la espera de ver cómo su codicia le explotaba en la cara. Conforme aparecían más bichos de esos, se convención que debía demostrar una vez más el poderío Uzza.

Se acercó al altercado, sosteniendo el arco que llevaba la sangre de su padre, listo para lidiar con los cangrejos de fuego. Les disparó Flechas de Fuego, pero no el hechizo mundano que empleaban los magos de la comunidad británica, sino uno perfeccionado por su pueblo.

No quería matarlos, sino atraer su atención. Fuego con fuego. Logrado su cometido, desenfundó la varita mágica, ahora en su forma de cristal, reluciente la empuñadura de turquesa, aún a la luz de la luna. Negó con la cabeza, burlón y a la vez indignado de que su pupilo, por primera vez, dijera algo lógico.

Se encargó de las bestias, cuando la barrera de Eobard ya era un triste recuerdo, al invocar un portal bajo los pies de éstas, haciendo que la oscuridad se las tragara como un aperitivo de medianoche. Analizó al maltrecho joven; sangraba, pero parecía no importarle. Soltó un bufido bajo el velo. Momentos antes, había estado a punto de morir, y él quería una clase teórica sobre su más preciado hechizo.

¡Cúrate! A saber si tu sangre atraerá alguna cosa peor que los cangrejos de fuego. Pero no confíes en ti, sino en la melodía que amenizará tus oídos.

Retomó el camino, del que ya no quedaba mucho, y a la brevedad se encontró en las faldas del volcán. Había ríos de lava incandescente por doquier, como las venas del monte que despedía humo y cenizas, y uno podría sofocarse de estar mucho tiempo ahí parado. El trecho que les llevaría al ascenso del volcán, justamente, estaba del otro lado de un canal de ese material viscoso.

 

Bajo la luz lunar, el paraje rocoso era más bello de lo que se había imaginado.

Tienes una obsesión con el Fulgura Nox, por lo que veo. habló, sin realmente mucha esperanza de que el otro le hubiese seguido el paso al mismo tiempo. Es útil, desde luego. Pero no estás listo. Con los conocimientos adecuados, aunque sin la debida concentración, te podrías perder en una época más interesante.

La lava borboteaba entre los huecos que dejaban las rocas a medio fundir del canal que tenían enfrente. Se podía cruzar, sí, pero el precio era mortal para aquellos que no se protegían debidamente. El Uzza se había colocado el polén tantas veces, que ya era casi parte de su esencia. Cruzó el puente incandescente sin mostrar signos de dolor o molestia. A medio camino, se giró para dar más instrucciones.

El fuego es creador, pero también destructor. Es un ciclo infinito, como el ave fénix que muere y renace en las llamas. Se puede tocar, pero pocos son los cautos que lo toman entre sus manos y no son quemados... Eres tú, ¿uno de ellos?

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Tenía frente a él, un ser completamente diferente del que había imaginado o que apenas estaba conociendo. Ante la inicial indiferencia, finalmente Badru se había lanzado a la batalla, eliminando la "amenaza" sin muchos miramientos. Lo percibía irascible, como el guerrero que vivía sólo para las batallas que aseguraba ser. Era una imagen impresionante de ver, dónde el Uzza demostraba que no dependía de la varita mágica en su totalidad.

La cabeza le dio vueltas al enigma de Badru respecto al método que debía emplear Eobard para curarse. Por fortuna, la barrera de Obsistens resistió lo suficiente, para que la herida no se agravara. Recitó mentalmente un Curación, que detuvo el flujo de sangre en la oreja. El guerrero se veía a lo lejos como una mancha borrosa, por lo que optó por seguir caminando mientras intentaba descifrarlo.

---Melodía, melodía... ¿Habrá sido un eufemismo para referirse a las canciones de las Brujas de Macbeth? --cuestionó, rascándose la barbilla como cada vez que se le presentaba una problemática así. ---Quizá un hechizo que cura la sordera. Qué mal momento para no saber mucho de Primeros Auxilios.

Intentó recordar cuanto sortilegio había repasado, y el único que más o menos se acercaba a la descripción, era uno perteneciente al Libro de los Druidas. Era al que menos le había puesto atención, pues parecía más enfocado a la sanación y esas cosas que poco le agradaban. Sujetó la varita de álamo temblón frente a él, listo para ponerlo en práctica.

---Cantar de Eleboro.

El instrumento mágico comenzó a vibrar como manillar de motocicleta. Parecía que eso era lo único, pero poco después, el sonido del oleaje a varios metros del camino, sorprendió a Eobard. ¡Su sentido del oído había vuelto! Y más aún, estaba totalmente curado. Logró percibir una débil tonada, que asoció con la melodía a la que Badru había hecho referencia.

---Ah, genial, más fuego. --la queja iba plagada con un tono irónico, pues dado el lugar en el que estaban, no era como que tuvieran muchas opciones. ---Si me dices que planeas que crucem...

Se calló de golpe al ver al Uzza atravesar el campo de fuego, tan campante, como si el calor de la roca fundida no le importará en lo más mínimo. Juzgando por el sermón que le había dado del uso del Fulgura Nox, el castaño se esperó, por un momento, que lo lanzara a través de otro portal, para aparecer del otro lado. Su expresión de desconcierto denotó la mayor de las decepciones, aunque al mismo tiempo, pretendía ser sarcástico.

Asomó la cabeza un par de centímetros más allá del borde de roca que lo separaba del puente de magma. Los canales de lava en las faldas del volcán, a la luz de la noche, parecían un espectáculo de fuegos artificiales. El frasquito de polén de lirios de fuego resonó en su bolsillo cuando se volvió. Cierto, que estaban ahí para buscar esa planta mítica que protegía del fuego.

---Eso es. Quién lo toma entre sus manos, sin quemarse... ¡El lirio de fuego! --soltó, ligeramente emocionado por el descubrimiento. ---Pero, aquí no hay suficiente para cubrirme del todo. ¿Existe otra forma de esparcirlo, sin usar el frasquito?

Miró la roca fundirse ante el incesante calor de la lava. Eran rocas ígneas, propias de zonas en las que existían volcanes, por lo que presentaban esas características oscuras y rugosas en textura. ¡Ígnea! Eso era. El único hechizo que le faltaba emplear, además del Haz de la Noche, recibía ese nombre. Lo recitó a viva voz, haciendo que el ¡Ígnea! retumbara en la base del volcán. El polén salió, como a chorros, de la punta de su varita y comenzó a rodearle, filtrándose a través de su vestimenta, hasta el último poro de su piel.

Atravesó el canal de roca fundida sin mirar a los lados, pues temía perder el equilibrio y acabar como un engendro. No sentía dolor al caminar sobre el irregular suelo en llamas, era como si el polén le hubiese transformado la ropa en una especie de material aislante. Tampoco tenía la sensación de asfixia ante la alta temperatura o la presencia de ceniza.

---Bien, hemos llegado ya a la base. -- anunció, una vez que se encontró reunido con el Uzza, quién por alguna razón, está vez, sí lo había esperado. ---Todo por una planta, ¿no? Comienzo a preguntarme, cómo es que vamos a subir hasta allá bajo la ley del mínimo esfuerzo.

Echó la cabeza hacia atrás, intentando encontrar la cima del volcán. Hacia la mitad del cono, sólo había humo que impedía ver lo que se cocinaba arriba. Le preocupaba, que Badru quisiera iniciar el ascenso a la luz de la luna. Una caída, a la altura que fuera, era mortal. Exactamente la clase de peligro que seguro su instructor disfrutaría de asignarle.
Editado por Eobard A. Black Lestrange
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Mientras aguardaba a que el Black Lestrange cruzará el río de lava, se quedó con los brazos cruzados tras la espalda, pensando en la majestuosidad del monte en llamas que tenía frente a él. Tan distinto del que tenía a varios kilómetros del Oasis Uzza, más violento. Era como estar en un ducto de entrada al centro de la Tierra.

¡Ah, sobreviviste, niño! hizo un amague de dar un aplauso, imitando el arrastre de palabras de Eobard. No se giró para mirarlo. Como tu enigmática mente de genio quizá haya descifrado, la ultima parada del viaje, es el pico del volcán. Vamos a subir allí.

Simuló comenzar a escalar, poniendo un pie sobre la pendiente que parecía inclinarse vertiginosamente unos metros por encima de sus cabezas. Un par de fragmentos de roca se deslizaron por la falda del volcán. Badru rió bajo el velo: Tenía al estudiante justo dónde quería.

Déjame replantear eso. Escalarás la montaña, con tu poderosa imaginación, y nos veremos allí para concluir con tu entrenamiento. Pero para eso, claro, deberás salir de esta...

La varita, había vuelto a su estado original, por lo que era fácilmente confundirla entre la roca y la penumbra. Acuchilló el aire con la misma, concentrando su magia de Uzza en el suelo que el castaño tenía bajo sus pies. La roca volcánica se elevó sobre el joven, como si fueran las fauces de una criatura hambrienta, y lo engulló como un bocadillo.

Era una forma ovalada, que en el interior poseía suficiente espacio como para que el Black Lestrange se quejara de lo inesperado que había sido eso. El Uzza negó con la cabeza, sin ganas de esperar a que su pupilo saliera del embrollo. Conjuró un portal con una floritura de la varita, cuyo destino al otro lado, lo llevaría al borde de la cima del volcán.

Un calor abrasador, las entrañas de la Tierra misma. Ahí aguardó toda la noche, de pie, listo para lo que fuera, como el guerrero orgulloso que era. En cuanto los primeros signos del alba despuntaron el día, por fin gesticuló palabra.

Parte del viaje, también es el final. susurró con elegancia, aunque su voz podía escucharse incluso en las paredes de la chimenea del volcán.
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Lo temía desde el momento en el que Badru se quedó ahí de pie, tan campante como un escolar durante una excursión a un lugar como en el que estaban. Se había llevado la mano al bolsillo en el que guardaba el frasquito con el polén de los lirios de fuego y el amuleto sin usar, pero fue en vano. Por una mera corazonada, se había puesto el pendiente alrededor del cuello.

El movimiento de varita, así como el impacto de la roca en su ser, consistieron en un aprovechamiento de una guardia baja. Se elevó por los aires, mientras el suelo bajo él también lo hacía, y finalmente sucumbió a la oscuridad que lo rodeaba. Literalmente, cedió a un poderoso sueño, que quizá fue resultado del desmayo producido por el impacto en la roca. Así se quedó, hecho un ovillo dentro del "huevo" hecho de roca, hasta primeras hora de la mañana.

¿Qué...qué rayos? gruñó al intentar moverse y percibir molestia en sus extremidades. Vaya que te luciste esta vez, Badru. ¡Lumos!

Al igual que estando en el limbo, la luz de su varita fue rápidamente absorbida por la oscuridad: El Uzza quería desquiciarlo al quitarle la iluminación. Palpó sus alrededores; a pesar de estar hecha de roca volcánica, las paredes de la prisión se sentían como arena fina del desierto. Logró deslizar sus manos a través de ella, en un afán de lograr sacarlas al exterior, pero su lugar de confinamiento se las escupió de vuelta al interior, como arena movediza.

Llevó la mano al bolsillo; el frasco se había fragmentado un poco de un costado, por lo que podía sentir su contenido vaciándose lentamente sobre su mano. ¿Para que servía aquel colgante extraño al que no le había dado uso? Recordaba haber leído algo de que podía utilizarse para huir de prisiones como Azkaban, siendo la única condición, poseerlo al momento de la captura. ¿Funcionaría con aquel confinamiento?

Sostuvo el amuleto contra las defensas carcelarias con ambas manos, e intentó zafarse de la prisión que se adaptaba a sus movimientos. Aunque al inicio se resistió, conforme el castaño presionaba más la arena contra su cuerpo, lograba escabullirse del otro lado. Finalmente, cuando logró sacar la cabeza, el encantamiento menguó y le permitió salir de la prisión improvisada.

Ahora sí te pasaste, Badru. Qué afán de proponer juegos mentales con la finalidad de que el alumno aprenda por cuenta propia.

Miró a su alrededor. El guerrero se había marchado, seguramente lo esperaba en lo alto del volcán. Black Lestrange se llevó ambas manos a su cuello, intentando relajarlo de toda la tensión acumulada a lo largo de la clase. Sabía que se acercaba el fin, y eso lo tranquilizaba como no tenía idea. Le había dicho que usara su imaginación para escalar, por lo que cualquier hechizo estaría de más en esa situación.

La sensación de cosquillas debido al polén en las palmas de su mano, lo obligó a prestarle atención a éstas. Aunque no se notaba en apariencia, tenían un aspecto viscoso. Las unió una vez, e intentó no vomitar al experimentar la adherencia, y posterior separación, como si se tratara de plasma mal hecho.

Era como una telaraña. Así que, frotando el polén que le quedaba en ambas palmas, las apoyó sobre la pared de roca. Le sorprendió que no resbaló, se veía lo suficientemente estable para escalar de esa forma. Así que, como araña humana, inició el ascenso por la irregular superficie. Cada cierto tiempo, tenía que reponer la sustancia pegajosa para poder seguir adhiriéndose a la roca, pero eventualmente lo logró.

Puntos por creatividad, guerrero Badru. Antes de que me lance un ataque inesperado, como las veces anteriores, le pregunto. mantuvo distancia respecto al Uzza, quien estaba como embobado con lo que había dentro del volcán. ¿Cuál ha sido el punto de llegar hasta aquí?

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¿Qué cuál ha sido el punto? despegó la mirada con toda la tranquilidad del mundo, aunque en su tono se podía notar cierta ironía. Creía que, después de todo lo que pasaste, lo entenderías.

Comenzó a pasearse por el borde del precipicio, ignorando la creciente temperatura que a cualquiera le habría quemado la cara. Luego regresó su atención al Black Lestrange, que mantenía su distancia y parecía en alerta; al menos algo había aprendido.

Sin necesidad de rodearlo cual depredador, alcanzó a notar que en sus manos, quedaban residuos del polén del lirio de fuego. No era tan necesario preguntarle cómo lo había hecho, pues la naturaleza del contenido del frasquito, viscosa y adherente, lo sugería todo. Y como estaba de pie, frente a él, también había escapado de la prisión de roca usando el amuleto correspondiente.

Fulgura Nox. El hechizo por el que todos están aquí. Bajo mi criterio, no estás listo para esto aún, pero quién sabe, puede que tu mente por fin lo entienda.

Con varita en mano, resquebrajó la continuidad espacio-temporal, para poder mostrarle a su alumno todo acerca del poder que mejor dominaba el Uzza. Invitó a Eobard a cruzarlo primero, y él cerró la comitiva, dándole un margen de cinco segundos por si quería impresionarse.

No sólo se trata de viajar entre puntos cualquiera en la superficie de la Tierra. Señaló a lo lejos, más allá de la colina en la que estaban, podía vislumbrarse un castillo que ardía en llamas a la luz de la Luna. Aquellos que no conocen la historia, condenados por la eternidad a repetirla. Pero no puedes modificar el tiempo, no es tan fácil. Sólo puedes ser un espectador en épocas que eventualmente quedarán en el olvido.

Dejaron atrás los terrenos de Hogwarts, en tono sepia, dónde se suscitaba la batalla que llevaba el mismo nombre, para cruzar otro portal que los llevó a un pintoresco pueblito. O lo había sido en mejores épocas. El crecimiento desmesurado de la vegetación, indicaban que nadie había estado ahí en muchísimos años.

Bienvenido a Ottery St. Catchpole, señor Black Lestrange. Es el año dos mil setenta y siete, de tu calendario humano, si no mal recuerdo.

Era lógico que el joven a su lado tuviera inquietud respecto al aspecto del lugar, varios años en el futuro. Pero quizá ya ni siquiera le competería a él, pues era un humano. Si bien participes de muchas batallas en la historia, eran mortales, pocos tenían el don de la Nigromancia.

Como quizá mencione, no es algo que se tome a la ligera. Una mala concentración, te llevaría a una época de ascenso de señores oscuros, o a futuros que videntes han predicho. susurró lo último bajo el velo, explicando el lugar en el que se encontraban. Parajes inciertos, pues el tiempo está en constante movimiento. Son tus decisiones las que afectan la línea temporal, así que evita estas épocas si no quieres acabar más loco de lo que ya estás.

Abrió un tercer portal, que los llevó al limbo en el que ponía a sus estudiantes con el objetivo de desesperarlos hasta que abandonaran. Pero estarían ahora en un sitio más frío, con más susurros en el aire, y fundamentalmente, la penumbra evitaría que se encendiera cualquier luz, inclusive por el mínimo de tiempo.

Llegaste hasta aquí, y sin embargo, aún queda mucho por hacer. Pero en el mundo de los muertos, poco te recomiendo visitar, si no tienes nada que hacer. ¿Por qué adelantar un suceso, que de todas formas pasará? A menos, que seas un hábil Nigromante.

Sus ojos, habían sido reemplazados por dos cuencas oscuras en las que sólo se podía ver la penumbra en la que se encontraban, como si la oscuridad fuera parte de Badru como la sangre lo es del sistema circulatorio. Dio un paso al frente para encarar al Black Lestrange.

Habiendo visto todo esto, ¿cómo crees que se invoca el Fulgura Nox? cuestionó, escondiendo la varita entre sus ropas, para darle la innecesaria confianza de que no atacaría. Sin trucos esta vez.

Rió bajo el pañuelo, pues por alguna razón, ese hechizo siempre era visto hasta el final.
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De camino a la Universidad, Mackenzie se preguntó si llegaría a tiempo. Le habían avisado que el Uzza Badru la aceptaba como pupila, pero también tenía noticias muy fidedignas de que el Uzza Badru, al igual que el resto de Uzzas y todos los Arcanos, habían decidido volver a su hogar, regresar a Egipto. Dejaban la Universidad y al Ministerio de Magia tirados, incumpliendo el Segundo Contrato, por más que aquella decisión fuese en contra de sus Códigos de Honor. Siendo así, la bruja se preguntaba si aquella clase llegaría a término o si tendría que dejarla a medias. Corría el rumor de que Uzzas y Arcanos enseñarían en la Escuela Mágica de Uagaudu, a la que geográficamente estaban adscritos. Pero tratándose del Pueblo de Uzza y de los Arcanos, bien podía ser que decidieran encerrarse en sus propias tierras y no querer volver a saber nada más de los extranjeros.

 

Era extraño. Ahora que ya no era Viceministra, aquel problema le resultaba casi ajeno. Cierto que podía afectarla en primera persona, pero sentía la urgencia de solucionarlo. Ya no. Era como mirar un problema escrito en un libro y analizar sus matices y sus aristas, pero sin involucrarte en él. De algún modo, era una sensación liberadora. Por primera vez, en muchos años, se sentía ella misma. Era libre al fin.

 

Contempló la perspectiva de tener que terminar la clase en Uagoudu y la contrastó con sus propios planes. No encajaba a la perfección, pero sí había forma de compatibilizarlo. ¿O quizás era que aquel sentimiento de libertad le estaba haciendo minimizar los problemas? Era tan raro sentirse así, después de la presión que había sufrido durante tanto tiempo, atrapada en las garras de la política. Y el hecho de sentirse tan diferente, le había hecho cambiar su aspecto, casi sin darse cuenta. Sus cabellos cobrizos, lucían ahora negros como el azabache y sus ojos verdes se habían tornado grises. Llevaba puestos unos simples tejanos y una cazadora y botas de cuero. Su aspecto era tan normal, que no esperaba ser reconocida por nadie.

 

Ya en el interior de la Universidad, buscó los terrenos de Badru y se adentró en ellos. No sabía muy bien lo que tenía que hacer a continuación. Preguntó por el Guerrero Uzza a unas cuantas personas, pero nadie sabía darle razón de sus andanzas. Supuso que lo habían avisado, igual que a ella, así que decidió esperar a recibir algún tipo de indicación.

 

Mientras esperaba, abrió su mochila y repasó lo que llevaba. El libro estaba ahí y también los amuletos y objetos que necesitaría. De hecho, se había llevado todos los libros de hechizos, por si acaso tenía que repasar algo. Y los compartimentos de su mochila estaban llenos de amuletos, anillos y otros objetos. Todo estaba ahí, bien resguardado y protegido. Por su puesto, también llevaba la Varita de Sauco, aunque escondida en el compartimento más secreto de sus tejanos, también llevaba a Solveig. Nunca se apartaba de ella.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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La bruja dejó escapar un suspiro con un dejo algo mareado mientras que se acomodaba mejor una vieja mochila de viaje en el hombro

-Solo unas cuantas semanas

Les había dicho a su novia, su hermana y su bebé cuando les dejó en casa ya que había conseguido que le aceptaran en la clase del siguiente libro, cosa que a su familia le había entusiasmado tanto como le había incomodado. Bien conocidos eran los viajes de la bruja y por lo general, estos terminaban en un no-retorno de más que un par de semanas pero esta vez, la Snape estaba segura de que regresaría con su familia tal cuál lo había prometido

Le había dado sus lecturas propias al libro y lo había encontrado aunque algo rebelde, no tan agresivo como lo había sido el Libro de la Fortaleza.

Al menos el de los Druidas no le estaba gruñendo.

Pero...

-Amuletos y baratijas otra vez! -había dicho cuando había abierto la bolsa de complementos y artículos del libro en cuestión para toparse con los amuletos, los frasquitos... y un nuevo anillo.

Como siguiera poniendose anillos en los dedos ya no iba a tener espacio para sus propias joyas personales o ese donde guardaba el veneno en polvo. Hizo una mueca y se cubrió un poco la luz potente del sol con la mano, su bendita resistencia a la luz solar era algo bueno... pero tratándose de aquella zona, estaba segura de que la estaba resintiendo mucho más de lo que lo haría un ser humano normal. Casi estaba segura de que como se expusiera un poco más, en un par de horas terminaría con quemaduras bastante graves y las personas le verían como algo raro.

Aquello realmente iba al límite para su especie vampírica en específico

Decidió estirarse la capa negra mucho mejor contra el cuerpo y colocarse bien la capucha sobre la cabeza de modo que esta vez lo único que podía notarse en la oscuridad del interior de la prenda, era el brillo de los ojos rojos de la mujer

Menudo cambio de locación! como había pasado de los frescos bosques y de los ríos al desierto más caluroso del planeta?

O eso creía... no era el Gobi al menos...

Finalmente se hizo paso hasta llegar a la cordillera y luego, explicar a los encargados de aquella escuela los motivos por los cuáles se encontraba en aquellos momentos adentrándose en sus territorios para continuar sus estudios; después de una larga detención checando papeles, sellos administrativos y corroborar que en efecto, era otra alumna para el Uzza (así se llamaban los maestros?) le dejaron pasar. Se perdió durante media hora más, en parte porque de alguna forma aquel edificio le recordaba a su propio hogar en Rumania hasta que finalmente, llegó a donde estaba indicado y se sorprendió al ver a la persona que se encontraba ahi

Un enorme tic apareció sobre uno de sus ojos

-No he hecho nada ilegal dentro de los territorios de britania mágica... terrenos adyacentes o zona espacial por encima de lo respirable!... todavía...

Aseguró mientras que se acercaba a Mackenzie y la observaba con precaución y desconfianza, pensando en las mil y una posibilidades por las que ella misma se presentaría a arrestarla. Vamos, que todavía no empezaba ni la semana como para decirse que había iniciado el ciclo de trastadas que correspondían a las fechas!! O estaría ahí para castigarla o acusarla de algo que hubiera hecho en el pasado??

Al segundo le vino a la mente aquella ocasión en que accidentalmente le había dejado caer toda su fuente de pirañas encima a Taurogirl y una enorme gota de sudor corrió por su nuca

-Ah... es por eso...?

Murmuró levemente roja mientras que se aferraba ahora a los bordes de su capucha

-Te juro que si me intentas matar por lo de los baños del piso cuatro, chillaré como jabalí en plena agonía -comenzó a decir demasiado rápido mientras que agitaba un brazo por delante y cerraba los ojos con fuerza -mi carne no tiene buen sabor, ya está añeja!!

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Sabía que no se trataba de conseguir el polén de los lirios de fuego, o de llegar a la cima del volcán. Meros objetivos que servían a un bien mayor. Para ser la primera clase que no le era dictada por un profesor "normal", el Black Lestrange se había llevado una buena experiencia. Además de un par de laceraciones y huesos rotos. Sin lugar a duda, la travesía más emocionante, superando con creces la expedición que hizo con su familia al Sahara.

Estaba en el juego final. Expectante, cruzó el portal que le ofrecía el Uzza, confiando ciegamente como todas las ocasiones anteriores.

Quedó maravillado ante la escena de la Batalla de Hogwarts que se desarrollaba ante sus ojos. Nunca había visto los jardines llenos de tanta gente combatiendo, pues él era apenas un pequeño cuando eso sucedió. Era real, por las palabras de Badu, pero al mismo tiempo, una ilusión.

Así que, uno puede retroceder o avanzar en el tiempo a voluntad. Pero, hay una cuestión... le dio un puntapié a una roca cercana. O más bien, intentó hacerlo, pues su pie la atravesó como si fuera humo. La tonalidad sepia invadía el panorama. Como un pensadero, ¿no? Presenciamos el evento, pero somos eso, espectadores. Y nada más. Intentar cambiarlo, supondría una paradoja que plegaría nuestra realidad.

El vistazo al futuro, fue aún más perturbador que el del pasado. Ottery lucía devastado. No era como que le preocupara mucho, pero la mansión de su familia estaba edificada ahí. El tiempo parecía haberse detenido. Las hojas de los árboles estaban suspendidas en el aire, al igual que las gotas de agua de una fuente. Sabía que aquello era una simple proyección; como el Uzza posteriormente explicó, un futuro potencial, pero no necesariamente el que le deparaba a ese lugar.

Siéndole sincero, guerrero Badru. Qué deprimente sería ser inmortal, ¿no cree? Ver a todos sus conocidos morir, no importando en que época esté. Yo me aburriría al par de siglos. Quizá por eso, la Nigromancia sea algo que deje para más tarde.

De vuelta en el mundo de los muertos, el Black Lestrange no se sintió inquieto, sino curioso. Así que, las voces que había escuchado antes, eran de almas que habían dejado el plano físico, pero estaban confinadas a existir en ese limbo infinito, que Badru parecía disfrutar. Ya había sacado la varita mágica, listo para confrontar otra de las pruebas de Badru, al parecer, la última.

Salir de ahí.

Es diferente de la aparición, que normalmente me hace vomitar. se sinceró, pensando en las veces que había tenido que llevar a alguien con él, y la otra persona casi había pagado el pato. Te concentras en las tres D's, es todo. Por otro lado, esto... Bueno, tiene un principio similar; fácil, y a la vez, difícil, para gente como yo, que siempre tiene que pensar en algo.

La primera vez que había querido conjurar el Fulgura Nox, estaba en una situación de estrés. No se había enfocado en el medio de transporte, sino en lo que había del otro lado del portal. Dominado por la desesperación, le había sido imposible escapar del mundo de las sombras. Y en las confusas palabras del Uzza, había encontrado la respuesta: Concentración.

Intentó vaciar su mente, cosa difícil considerando sus traumas innecesarios. Consciente de que Badru no se movería de ahí hasta que lo logrará, hizo varios intentos. Apuntaba con la varita hacia el frente, acuchillando el aire, con la mente en blanco. Nada, ni siquiera un pequeño agujero, que indicara que lo estaba logrando.

Sin poder evitarlo, comenzó a desesperarse. Las voces etéreas retumbaban en su mente como martillos. Claro, por eso Badru lo había traído ahí. Recordó cuando lo había reprendido por no prestar atención a su entorno, y al hecho de que debía estar listo para todo. Un guerrero, ante el clamor de la batalla, debe tener un instante para la concentración, pensó. Un par de segundos, sólo eso necesitaba.

Fulgura Nox.

Lo pronunció, ni arrastrando las palabras, ni colérico. Un punto medio. Con el zumbar de voces en su mente, la mirada del Uzza puesta en él y un sinfín de emociones que evocaba el lugar, el castaño intentó silenciar todo eso. Dejó atrás todos los recuerdos y lo que sucedía en ese momento, para concentrarse en el portal. Así se quedó, estático, por un buen rato, como las estatuas que resguardaban Hogwarts.

Apareció al inicio, como una mancha, bastante discreta. Pequeños puntos que parecían como burbujas y que no tenían forma aparente, pues todos estaban dispersos. Al cabo de unos minutos, comenzaron a enlazarse como moléculas, formándose una especie de cuerdas a manera de los mencionados enlaces. El desgarre de la tela espacio-tiempo fue sordo gracias a los susurros de las almas en pena. Del otro lado, le llegó la sensación de calor del borde del volcán que habían abandonado.

Era un portal que apenas permitía que una persona cruzara a la vez, tan distinto de aquellos que hacia el Uzza, dónde podría entrar hasta un elefante. Pero era un portal, a final de cuentas. Lo atravesó sin esperar a que su docente le comentará algo, y se encontró de vuelta en Hawaii.

Imagino que después de esto, viene una batalla con usted que le permitiría dictaminar si soy apto o no para controlar los poderes...Así que, supongo que me prepararé.

Ya conocía esa etapa de las clases. La había afrontado tantas veces, que ya ni se inmutaba cuando el profesor le pedía que lo atacara. Así pues, sólo le quedaba aguardar instrucciones del mítico guerrero. Pero, estaba en presencia de un Uzza, sabría Odín cómo eran sus pruebas.
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Tiempo después...

con @@Hayame Snape Potter Black y @@Mackenzie Malfoy

Su regreso al Oasis Uzza fue de lo más discreto a diferencia de otras ocasiones. Pasaba días enteros caminando por el desierto que llevaba a aquel monte en llamas, con el único objetivo de no olvidar que ante todo, era un guerrero, y que caminaría lo que fuera necesario para llegar a donde la batalla le requiriera.

Pasó los días en su hogar, en compañía de su esposa e hijo, a quien comenzaba a mostrar los secretos del Fulgura Nox. Era un crío sin remedio, pero con el tiempo y entrenamiento adecuado... Quizá, algún día.

Le notificaron del inminente traslado a Uagadou que tendría lugar. Quizá no sería el primer Uzza en cuestionar estos cambios, dado el tiempo que llevaban en el Oasis, pero de momento se ocuparía de sus asuntos. Optó por una última caminata a la Plaza del Árbol del Fuego, donde se citaban sus estudiantes para aspirar a aprender una pizca de los poderes de los Libros de Hechizo.

Ahí, para su gran sorpresa, se encontró con ni más ni menos, que la ex-viceministra de Magia. Mackenzie Malfoy, quién había tenido tratos con su pueblo en diversas ocasiones. Era casi poético ese momento, dado que Crazy Malfoy, el antiguo ministro en persona, había venido semanas atrás.

¡Pero sí es la arqueomaga más famosa del Reino Unido! se regodeó, situándose frente a ella, en lugar de depredarle como hacía con otros estudiantes. Pero es un interesante lugar para la lectura. Pacífico, los últimos meses.

Extendió ambos brazos como intentando abarcar la rotonda. Hacia un día particularmente fresco, a pesar de las toneladas de arena a su alrededor que mantenían vivo el calor. Llevaba la elegante túnica dorada, hecha por duendes, con acabados mostaza de encaje discreto, y se arrastraba cuando se movía. Dados esos días de descanso tras el último aprendiz, había cambiado las ropas de guerrero por algo más occidental.

La compañía de Mackenzie, era una mujer que parecía intimidada por su presencia, parloteando excusas que el Uzza no entendía, ni quería entender. La arqueomaga, sin embargo, se había mostrado impasible ante ello, hecho que a Badru le agradó. En la guerra, la paciencia era fundamental.

¿Qué propósito, entonces, trae a dos personas a este oasis, en aras de que quede en el olvido en unas cuántas semanas?

Comenzó su andar, yendo de un lado a otro en una línea recta, pero jamás rodeando a sus estudiantes más recientes. A partir de las respuestas que le dieran, decidiría si merecían cursar o no los poderes. Entrelazó las manos atrás de la espalda, rozando por un momento el carcaj de flechas que disparaba con el arco que usualmente descansaba sobre sus omóplatos.

Independientemente de las respuestas recibidas, pronunció una recomendación, como él solía llamarla.

Quiero que dejen todas las baratijas que no correspondan al Libro de los Druidas. No van a necesitarlas aquí. - añadió escuetamente.
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