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Libro de los Druidas


Badru
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El vampiro rio divertido mientras miraba desafiante a Badru. ¿Aquello era en serio? Negó con la cabeza imperceptiblemente, quizás aquello seria mucho más aburrido de lo que esperaba. ¿En verdad Badru quería que le respondiera aquella pregunta de si era capaz de asesinar a alguno de sus compañeros o de aquellos que se encontraban tomando aquella clase?, la respuesta era obvia, si podría hacerlo. ¿Cuántas veces en su pasado había pasado por aquello?, una cosa era que lo hubiera hecho y otra cosa diferente era que no, pero recordó como había asesinado a su creadora, y a aquel otro ser que se había convertido en su enemigo, ¿no habían sido él y garras de fuego quienes habían aprovechado la ocasión?, Badru no daba miedo, él en su antigua Grecia si había conocido gente y criaturas que causaban el terror.

 

No dijo nada, no valía la pena molestar a Badru en aquel momento, además había otra cosa muy sencilla, estaba el código de no matar a nadie de la marca tenebrosa, pero aun así valía la pena el riesgo, ya llegaría la oportunidad de hartarle la paciencia al Uzza. Al escuchar aquello sobre “su entorno” el vampiro no pudo más que poner los ojos en blanco, aquello no era más que una briosa glacial para él. El cainita había estado en el mismísimo infierno, cerca de ríos de lava y Badru pretendía que él fuera por allí llorando porque hacia un poco de calor. Quizás el Ángel Caído había subestimado al Uzza creyéndolo más listo, quizás Badru era quien los estaba subestimando a ellos, o al menos a él.

 

-<<Solo hay una forma de hacerlo, dedicándote por completo. Haz un corte transversal en tu vida y examínala. Hay 2 tipos de cosas: las útiles y las inútiles. Abandona todo lo superfluo y quédate con lo importante. Examina lo importante. Elige ahora lo realmente importante. Será evidente que debes dedicarte a una tarea en particular. Para ello, reúne tus ejércitos, respira hondo y salta. Concéntrate en tu objetivo y nunca lo pierdas de vista. Sumérgete en lo que tienes que hacer y dedícate con disciplina guerrera a ello. Trabaja día y noche, con tesón y voluntad inquebrantable. Descansa lo necesario, reposa unos instantes y sigue adelante. No descuides, sin embargo, tu vida. Debes dormir bien y comer sanamente para seguir adelante>> -recordó aquel viejo oráculo- <<Cuando hablo de una tarea no me refiero solo al trabajo. Tu tarea puede ser forjar tu cuerpo. Ayudar a un amigo. No importa. Lo importante es que te dediques con todo tu ser. Cuando hayas terminado puedes ir a un bosque. Tiéndete de espalda y reposa>> -resonó en su mente- <<De seguro te quedaras dormido>>

 

El vampiro volvió en si en un segundo. Había escuchado a lo lejos las palabras que había dicho Zack y ni se entero si los demás habían dicho alguna cosa. Observo el punto lejano donde Badru había señalado y asintió, al parecer aquella aventura al fin iba a dar comienzo y no iba a perdérsela.

 

Corrió detrás de Badru solo mirando atrás por si su hermana necesitaba ayuda o necesitaba alguna cosa, él era una cosa, podía soportar todo aquello sin ningún tipo de preocupación, era mucho más duro de lo que se veía a simple vista, pero los demás era otra cosa. Supuso que Leah ayudaría a tauro si esta el necesitaba al igual que Zack con Leah y viceversa, pero otra cosa muy diferente era la Gaunt.

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¿Por qué todo se trataba de asesinato? ¿Por qué su insistencia con que se mataran entre ellos? Si es que los veía como competencia mejor que se hiciera cargo personalmente de cada uno de ellos. Pese a lo que pensaran de los Mortífagos, que mataban porque sí, ellos sí que tenían un motivo para defender a costa de lo que sea sus ideales, pero lo que Badru les proponía la verdad es que no tenía nada de sentido para ella, no como Líder Mortífaga. Lo que menos deseaba era darle una cátedra al guerrero, sin embargo, estaba curiosa por conocer las respuestas de los demás, quizás por eso siempre era la última en responder.

 

— Si su primera tarea va a ser que asesine a alguno de mis compañeros aquí presente, entonces no tiene ni idea de ninguno de nosotros. Cree conocernos, pero no es así —no tenía ganas de discutir con el guerrero, pues a pesar de todo era su máximo autoridad en ese momento, su comentario iba más que todo dirigido al resto de Mortífagos allí presentes, porque si alguno pensó sin dudar en matar a su compañero sólo porque sí, olvidándose de de su juramento y su lealtad, eso sí que sería muy triste. El poder no lo era todo y como líder no iba a tolerar esa traición. Miró a su novia que le hablaba y se relajó, susurrándole que la amaba también, encontrando calma en aquellas palabras y la besó de nuevo cuando Badru les dio la espalda.

 

La carrera para seguir el guerrero dio inicio y todos hacían lo que podían para mantener el ritmo. Anne corría a su lado también, bañada en sudor, pero de un momento a otro desaceleró el ritmo quedándose rezagada. ¿Qué le había pasado? No tuvo que detenerse para percatarse pues en poco tiempo la Gaunt volvió a alcanzarlos y siguió corriendo. Por otro lado Zack seguía manteniéndose a la cabeza, luciendo su nuevo tono de piel al que Tauro no terminaba de acostumbrarse, aunque sin duda lo protegería de los fuertes rayos del sol. Y Hades, bueno, el se mantenía lo más cerca que podía a Anne.

 

Era muy difícil saber a donde los llevaría Badru y lo que les pondría a hacer y tampoco tenía idea de donde podrían encontrar los lirios de fuego. Sintió sed y en ese momento se preguntó si alguno de los amuletos de futuros libros serviría como hidratante y si no era así, debería. ¿Cuánto más tendrían que correr? Sus piernas se estaban cansando.

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Una zancada suya equivalía a un segundo, así que llevaba exactamente cinco minutos corriendo sin parar en cuanto contó trecientos. Sus pies ásperos se hundían en la arena con comodidad, como si estuviera pisando seda, mientras que sus brazos se mantenían a la altura de su musculado torso para darle más velocidad a sus movimientos. De haberlo querido, habría acelerado el paso al punto máximo y habría acortado la distancia con el volcán en menos tiempo, haciendo la travesía un poco más amena para sus pupilos. Pero no lo quería,

 

El sol a esa hora estaba en su punto más alto, llevando la temperatura del ambiente a un nivel que un extranjero no toleraría por mucho tiempo de forma directa. Todos los presentes eran extranjeros en ese preciso instante. Acostumbrados al clima de Londres y a su constante opacidad, era fácil decir que soportarían el calor por ser demasiado bravos. Ninguno había nacido en tierras áridas ni había trotado tanto tiempo bajo los rayos solares y él lo sabía, los llevaría a su punto máximo y los haría conocer sus límites.

 

Después de diez minutos más, el volcán seguía estando lejos, muy lejos. El único cambio era el vapor en el horizonte, que ya casi era escaso. Pero era bastante improbable que trotaran mucho más sin pedir al menos un descanso. Él los dejaría descansar sólo cuando no pudieran más, cuando la exigencia física fuera demasiado para lo que sus cuerpos podían soportar, no cuando este empezara a reclamar. Exploraría sus debilidades una a una, buscando fortalecerlas, pero la idea no era matarlos de cansancio-

 

Aunque pareciera lo contrario.

 

Sus ojos oscuros captaron algo en la arena mucho antes de alcanzar el lugar con su cuerpo. Se había entrenado en un entorno similar en su niñez, estaba acostumbrado a evitar obstáculos en la arena desde que tenía memoria y aunque pudo haber avisado algo a sus pupilos, se mantuvo en silencio. Al llegar el calor de la arena bajo sus pies se intensificó y rápidamente realizó un par de amagos, saltando en los espacios libres que había captado, cayendo sobre su propio cuerpo con un giro y dando un salto ágil como si tuviera incrustado un resorte, saliendo ileso de la amenaza oculta.

 

—Ashwinders —dijo, mirando apenas sobre su hombro y siguiendo la carrera.

 

Las marcas de ceniza apenas eran visibles en la arena donde se habían mezclado y no fue sino hasta que él pasó que las serpientes mágicas hicieron acto de presencia. El verde de sus pieles escamosas era tan claro que eran difíciles de ver, incluso aunque sus ojos rojos resplandecieran como el fuego mágico de donde habían nacido. Su vida era escasa y su violencia siempre acababa en potentes quemaduras, pero eran inofensivas si no se adentraba en su territorio sin autorización, cosa que él se había encargado de hacer. Trotó un poco más, para incentivar a sus pupilos a seguirlo y luego se detuvo, girando sobre sus talones.

 

Con un movimiento casi imperceptible había sacado la vara azabache donde portaba su magia y pronto la movió en el aire, haciendo una prisión para sus jóvenes estudiantes. Largos barrotes metálicos al rojo vivo emergieron de la arena, cortando la carrera de los magos y se cerraron arriba, en la cúpula, donde habían formado algo muy similar a una pajarera gigante. Los había dejado encerrado con los Ashwinder y sus huevos encendidos, que a medida que las serpientes salían iban quedando en evidencia, creando pequeños puntos de fuego mágico potente y difícil de apagar.

 

—Su misión en esta ocasión es evitar, de cualquier forma, que los huevos causen un incendio mayor y evitar que las serpientes los dañen. Y una vez que terminen, tendrán que escapar.

 

Levantando su pañuelo lo suficiente para que su cuello quedara a la vista, mostró una cuerda de cuero donde tenía una serie de amuletos y los señaló con la varita.

 

—El amuleto contra defensas carcelarias les permitirá salir, siempre y cuando tengan la voluntad de escapar. Necesitarán concentración, por lo que tendrán que ocuparse de sus respectivas serpientes antes de poder irse. Además de que mientras más debilitados estén, más difícil será salir para ustedes —la vara negra desapareció de su palma y lanzó la última exigencia antes de dar media vuelta, de cara al volcán—. Tienen suficiente poder de los libros hasta este punto así que quiero originalidad, hagan cosas diferentes a lo que sea que hagan los demás presentes y eviten los hechizos comunes, los de toda la vida. Y luego...

 

Empezó a correr otra vez, dejando atrás al pequeño grupo de magos y acortando sus metros con el destino. Las serpientes en su nido no dejaban de salir de la arena, cerrando el paso de cada uno de ellos amenazando con pegarlos a los peligrosos barrotes y provocar graves quemaduras en su piel, ya fuera por sí mismas o por lo que él había creado. Los huevos entre sí hacían las llamas mucho más altas con el paso de los segundos, por lo que si habían tenido calor antes ahora se sentirían en el mismísimo infierno. Y por si fuera poco, él pronto se convertiría en un borrón en el horizonte si no lo hacían a tiempo.

 

—Alcáncenme —murmuró.

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Nunca se había quejado de su resistencia, no hasta que había estado detrás de un Uzza a pleno trote. Lo que había empezado como una serie de respiraciones calmas, continuas y cargadas de oxígeno, ahora parecía un jadeo desesperado que acababa en vapor hirviendo a través de su boca. Difícilmente recordaba la regla de inhalar por la nariz y exhalar por la boca, lo único que hacía en realidad era evitar de la forma más errónea que sus órganos vitales, especialmente los pulmones, se incineraran dentro de su anatomía. El calor tenía su camisa pegada a la piel por el sudor inevitable que seguía bajando por cada poro, haciendo que la tela pareciera una segunda piel.

 

Intentaba más que todo no ver el volcán. No veía avance alguno desde que habían arrancado ahí en la plaza del Árbol de Fuego y no lo vería en mucho tiempo, lo sabía. Sus verdes ojos seguían a los zapatos de Zack, que seguía en la delantera del grupo de estudiantes, sin perder de vista la forma en que se hundían en la arena y en su ritmo. Quizás si se enfocaba en ello no bajaría su propia velocidad, seguiría adelante por el orgullo de no quedar atrás. Además de que Tau estaba atrás, si se rezagaba perdería la autoestima que había tardado dos siglos en construir.

 

Pero cuando esperaba que lo que la consumiera fuera el sol, más arena empezó a saltar delante de ellos y tuvo que olvidar su táctica de ver abajo, alzando la mirada para ver los saltos de Badru. No entendía del todo por qué le había dado por ahí, puesto que no había estado prestando atención, pero se las arregló para dejar de seguir la línea de la carrera tras el cuerpo de su primo y mirar mejor por un costado, viendo sus movimientos. Se movía con demasiada agilidad, como una especie de bailarín letal y evitó cada uno de los... obstáculos. Redujo el ritmo tan pronto vio lo que el hombre había esquivado y sacó rápidamente la varita para defenderse.

 

¿Y si hacía lo mismo que él?

 

Inhaló profundamente el aire del desierto, filtrado por su pañuelo improvisado para seguir el ejemplo de Badru lo mejor que su altura le permitía y aceleró el paso, dando un salto y evitando un Ashwinder que aún no había terminado de salir de la arena. Y creía que había logrado la victoria, hasta el momento en que un barrote al rojo vivo salió mucho más rápido que la misma serpiente mágica y casi la deja empalada. De no ser por su instinto de supervivencia, no se habría detenido justo a tiempo para caer en la arena caliente y mirar cómo la peligrosa cárcel los encerraba junto a las serpientes y los huevos humeantes, que pronto empezaron a formar llamas pequeñas en aumento.

 

—En serio lo detesto —dijo sin miedo a que el hombre la escuchara. ¿Para qué ocultárselo? De no querer sus conocimientos, lo habría matado con sus propios hechizos de bando.

 

Sus ojos volaron a Tau al escuchar las instrucciones del guerrero, viendo que estuviera bien. Una quemadura como aquella sería capaz de doblegar hasta a un demonio y no tenía el estómago para ver a su prometida pasar por algo así. Solo que los Ashwinder no se hicieron esperar y ella no pudo prestar demasiada atención a la Líder Mortífaga, porque estaba rodeada por más de una de aquellas bestias. Se puso en pie de un salto y empezó a actuar, decidiendo innovar.

 

Semillas de hielo.

 

El viento de su alrededor se hizo un poco más llevadero con el aire helado que surgió de la punta de su varita al apuntar a las criaturas que buscaban atacarla. Todas quedaron cubiertas por hielo al instante, haciendo imposible que siguieran su camino para hacerle daño al congelarlas. Se alejó lo más posible de los barrotes y miró los huevos. ¿Qué hacer con ellos? Lo mejor en la lista era acabar con el incendio de una forma similar. Con cuidado, sacó el pequeño frasquito de la cadena en su cuello y dejó escapar apenas una pequeña parte de las semillas de hielo en los huevos, congelándolos también.

 

Los dejó ahí, pues no tenía ninguna intención de llevarlos consigo y se giró hacia donde Badru corría. ¿Es que no iban a parar nunca? Buscó en su bolsillo el nuevo amuleto que le habían otorgado por la compra del libro y lo agregó a su colgante, concentrándose como le había dicho el hombre. Debía tener convicción, porque si fallaba era muy probable que acabara como pollo a las brasas. Quería salir, quería continuar con la clase, quería obtener los conocimientos a como diera lugar. Centró su magia en el amuleto, pensó en las ganas que tenía de seguir viviendo con Tau más adelante y sin meditarlo más, salió a la carrera hacia los barrotes.

 

No supo decir si su salida fue como quedar intangible como el salvaguarda mágica, si se había teletransportado como una aparición común o si los barrotes habían desaparecido para permitir una salida libre. Sólo logró pasar, sin más, como si las barreras no hubieran existido. Algo extasiada por no ser un carbón, miró hacia atrás y comprobó que su cuerpo no tuviera heridas algunas. Aquello sería una maravilla. Con lo mucho que habría usado aquello en Abaddon, cuando la cárcel fenixiana estaba activa. Pero ahora su única misión era alcanzar a Badru y eso hizo, corriendo hasta llegar a cierta distancia de él.

 

Si toda salía bien, tanto Zack como Tau se les unirían pronto y lo mismo pasaría con Anne y Hades.

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El Ragnarok corría siguiéndole el paso a Badru sin ningún problema, de vez en cuando volteaba para ver a su hermana y percatarse si estaba bien, suspiró, si la ayudaba seguro comenzaría con un gran berrinche cosa que no le molestaba, aun así y aunque quisiera dejarla sola en todo eso él, debía encontrar la forma de protegerle ya fuera directa o indirectamente.

 

Estaba tan pendiente de Anne que no se dio cuenta de los movimientos de Badru, si había notado algo de reojo pero no se detuvo a ver que era, justo aquel segundo perdido había bajado la guardia lo suficiente como para no notar a los aswinders, sin embargo, aquella persona tan despreciable para él había hecho su nueva jugada. Se detuvo unos segundos antes de golpear con aquellos barrotes. Maldijo mirando al guerrero usa intensamente como si quisiera matarle con la mirada. Movió la cabeza de un lado a otro para ver que habían quedado todos atrapados.

 

Comenzó a calcular todas las posibilidades que tenia, más cuando escucho las instrucciones de Badru. Aquella era quizás la segunda prueba que estaban afrontando, la primera era aquel caluroso desierto que no le estaba afectando en lo mas mínimo. Se dispuso a hacer su jugada, conocía de criaturas y sabia que con el Aguamenti podía eliminar o apagar aquellos huevos o con un glacius congelarlos, pero claro, Badru no quería que lo hicieran de la manera fácil. Iba a usar las semillas de hielo pero Leah se le había adelantado. Aunque podía hacerse sentido limitando el cainita opto por una más divertida y peligrosa, atacaría el fuego con fuego. El amaba el fuego por lo que eso sería lo que usaría. Sin perder tiempo busco con la vista donde se encontraban los huevos que él debería detener o destruir.

 

-<<Flechas de fuego>> -invocó apuntando a aquellos huevos de color rojo brillante que se notaban cubiertos por un poco de aquella arena, aun así eran fáciles de ver. Una vez que aquellas flechas de fuego destruyeron los huevos dibujo una mueca, no debería haber hecho aquello pero iba a demostrarle al guerrero que algunas cosas él las haría sin miramientos.

 

Lo siguiente fue mucho más sencillo, llevaba aquel anillo en su dedo, así que simplemente lo toco para activarlo. El anillo de amistad con las bestias comenzó a funcionar lo cual hizo que el cainita pudiera controlar aquellas serpientes e fuego y obligarlas a dirigirse a otro lado, a los barrotes de aquella cárcel improvisada creada pro Badru, de todos modos a aquellas serpientes les quedaban pocos minutos de vida. Una vez que estas se retiraron movió la mano hacia su pecho, allí tenía muchos de aquellos amuletos que poseía y que desde que habían empezado aquella aventura en las tierras uzzas para dar las clases llevaba consigo.

 

Se concentro, no había perdido energía en la lucha contra las serpientes de fuego y el calor no le estaba afectando aun así que lo demás fue fácil, podía concentrarse el tiempo que quisiera, quizás podría esperar a su hermana para salir ambos de aquel aprieto. Observo los ojos de la Gaunt y puso los ojos en blanco, quizás la chica no deseaba que le ayudaran esta vez y prefería salir de aquello sola, para tal vez, demostrarle al Ragnarok que no era tan débil como pensaba. Dibujo una mueca, por esta vez la dejaría en paz, se volvió a concentrar activando el Amuleto Contra Defensas Carcelarias para traspasar aquellos barrotes mágicos, los cuales no le hicieron absolutamente nada cuando se libro de ellos.

 

-Muy divertido –dijo el cainita sin miramientos- veré que está tramando Badru, espero verles pronto –comento el Ragnarok comenzando a correr por el mismo rumbo que el Guerrero Uzza había seguido.

 

Rápidamente comenzó a correr, quizás podría alcanzarlo, quizás no, le había sacado muchos metros de distancia rumbo al volcán donde quien sabia que otra sorpresa podrían encontrar. Se detuvo un segundo para ver si los demás lo seguían pero no observo nada ¿debía esperarlos o seguir adelante?, tal vez deberia intentar alcanzar a Leah quien habia salido corriendo primero.

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A pesar de que ella tenía más resistencia al sol y al calor que Leah, por ejemplo, no podía mentir diciendo que la carrera a la que Badru los sometía no hacía mella en ella. Sus piernas antes habían comenzado a cansarse pero, notando que él no pretendía detenerse en un futuro próximo, era evidente que no sería nada en comparación a lo que sentiría minutos más tarde cuando en algún momento llegaran al volcán. Si es que terminaban de llegar. Una voluta de arena se arremolinó ante ella, haciendo que aplacara un poco el paso debido al escozor en los ojos y pronto encontró al culpable.

Sabía que él era un guerrero y que poseía habilidades extraordinarias que ellos querían poseer al cursar la clase con él de tutor, pero una cosa era saberlo y otra cosa era verlo. Sin magia alguna, sólo con su cuerpo, el Uzza se las arregló para hacer amagos en la arena aun estando descalzo y dar un salto ágil en el aire para acabar rodando, como si la superficie en que se movía no fuera traicionera y estuviera a varios grados más alta de lo que era recomendado para la piel. Sólo que no le dio tiempo de prever lo que pasaba, ni de detectar qué era lo que lo había llevado a actuar así, la cara de Leah casi choca con un barrote enorme al rojo vivo y fue sólo cuando la vio caer que se percató de lo que pasaba.

Delante de ellos o, más bien, debajo de ellos, había un nido de Ashwinders de tamaño considerable. Además de eso, los barrotes que salían de la arena no eran más que una medida drástica del maestro, que los miraba desde afuera con sus ojos negros, como si nada, para que aprendieran a usar uno de los amuletos. Tauro lo miró estupefacta, sin entender cómo era que los llevaba siempre al mismo punto de peligro brutal, ¿es que acaso los quería muertos antes de que de verdad aprendieran algo? Las pautas eran sencillas y la misión evidente: sobrevivir, usar el amuleto, fin. Sólo que sin copiar a sus compañeros. Su prometida y Hades hicieron justamente eso, saliendo antes de que pudiera pensarlo y ella frunció el ceño.

—Orbis Bestiarium.

Apuntando a una de las serpientes mágicas que avanzaba hacia ella con la intención de matarla, la colocó bajo sus órdenes de inmediato. Con la orden mental que le dio, esta encerró a las demás con su cuerpo largo y las obligaba a retroceder, manteniéndolas lejos de la Líder Mortífaga. Todas estaban enfadadas, más que todo por haber entrado a su territorio de una forma tan abrupta, por lo que entendía el motivo de su agresividad, así que no estaba molesta con su actitud. Pero el calor, mezclado con las llamas que empezaban a generar los huevos y los barrotes, era suficiente de momento.

—Aguamenti —terminó de decir.

Era un hechizo neutral, sencillo y que no usaba más que para momentos específicos, pero era lo que necesitaba. Apagó las llamas de sus huevos, esas que empezaban a crecer cada vez más y luego se puso el amuleto al cuello, tal cual habían hecho tanto Badru como sus compañeros. Tenía ganas de salir, de seguir de la clase, de alcanzar a Leah y a Hades. Tenía ganas de dejar atrás su prisión. Con el amuleto contra defensas carcelarias la llevó fuera antes de que intentara salir siquiera, como si al correr ya hubiera estado afuera de los barrotes hirvientes. Algo sudada, con la garganta seca y las piernas más cansadas de antes, aceleró el paso hasta poder alcanzar al Ragnarok.

—¿Cuál es la idea de ponernos siempre al borde de la muerte?¿Pretendes quemarnos a todos o qué?

Expresó de mal humor, viendo cómo la ropa de Leah se pegaba a su espalda y frunciendo el ceño. No sabía si le molestaba o si le gustaba.

—Quizás deberíamos parar un rato, no veo que nos estemos acercando —jadeó, necesitaba agua.

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Seguir avanzando en realidad no generaba ningún tipo de remordimiento en el Uzza. Esta vez iba mucho más rápido que antes y estaba consciente de ello. La idea era alejarse, obligarlos a poner de su parte o dejarlos atrás directamente. Esa era la prueba, medir su comportamiento y juzgar su entrega con acciones. Lo había pedido y lo había advertido también: si no ponían de su parte en adelante, las consecuencias serían de acuerdo al tamaño de su insuficiencia. No se detuvo en ningún momento, ni siquiera para comprobar si seguían con vida o no, corrió, corrió y corrió hasta que sus sentidos le indicaron que había alguien detrás.

 

Una chica, la rubia desafiante. No le sorprendía, si era sincero con el mundo. Había demostrado agallas al enfrentar a alguien como él junto a su primo y, de hecho, esperó que fuera él cuando escuchó dos pies más cortar la arena, sólo que se trataba de uno de los profesores que ya había conocido antes. Perfecto. ¿Y entonces? Varios minutos más tarde, cuando habían recorrido al menos la mitad del trayecto que habían hecho en menos tiempo, la tercera persona se unió y la sonrisa tras el pañuelo empezó a brillar otra vez. Otra chica, sólo tres estudiantes lo habían conseguido de momento. Escuchó sus palabras y asintió.

 

—De no ponerlos a prueba con la muerte, seguirían pensando que son invencibles o que esto es un juego —respondió con tranquilidad, como si no llevara más de media hora corriendo al sol—. Y con respecto a lo segundo, no, no esperaba quemarlos.

 

Redujo la marcha, sólo para que estos escucharan algo más que su respiración pesada y agitada.

 

—La idea en sí es que aprendan a respetar al fuego como lo que es. Podría decirse que más que un elemento peligroso, es poderoso, pero ciertamente tiene su nivel de peligro. Las quemaduras son algo común para los guerreros del desierto y estos deben aprender a lidiar con ellas durante toda su vida. Sin embargo, las quemaduras también son algo muy común en los duelos de magos y, como es de esperarse, es una de las causas más regulares de muerte en batallas. Hieren, debilitan, causan un dolor casi imposible de ignorar y llevan a la muerte al afectado en cuestión de minutos si nadie se hace cargo de los daños.

 

Finalmente, se detuvo de golpe y chocó con alguien, aunque no se giró para ver a quién.

 

—Existen plantas medicinales que muchos magos no conocen y eso es lo que vamos a buscar al volcán: los Lirios de Fuego. Debemos adentrarnos a él y buscarlas, para que una vez que aprendan a utilizarlos, puedan evitar las quemaduras de cualquier tipo mucho antes de que estas ocurran, librándose de las curaciones necesarias por el choque del fuego.

 

Al girarse por fin, vio que su espalda húmeda había dado contra Leah. No se disculpó, puesto que no estaba arrepentido y sus ojos dieron con los azules de Tauro, justo antes de que mirara a Hades. Autoridad, eso era lo que él reflejaba a pesar de su juventud y lo que necesitaba, en ese momento, era disciplina. Sus pupilas, al pensar en ello, fueron a parar al horizonte y comprobó que sólo había vapor, ahí donde la arena se pintaba cada vez más blanca con la lejanía.

 

—Si quieren descansar, lo haremos. Eso sí, hay otra... exigencia —sonrió con malicia, cosa que sólo se notó en la forma en que las mínimas arrugas de sus ojos se contrajeron—. En caso de detenernos, usarán el anillo salvaguarda contra miradas indiscretas y montaremos una tienda por una hora, más o menos, para que los débiles no nos encuentren. En caso de no querer hacerlo, dejaremos el uso del anillo para más adelante y me veré en la obligación de seguir corriendo hacia el volcán.

 

Miró sobre sus hombros, hacia donde apenas una estela de humo ligera salía de la punta de la montaña y se encogió de hombros, haciendo que todos sus músculos reaccionaran al gesto.

 

—Recuerdo haberlos escuchado decir que estaban dispuestos a todo —alargó la palabra hasta que la última "o" hizo un pequeño eco y empezó a andar hacia adelante, sin apurarse, esperando una respuesta—, veamos si son hombres y mujeres de palabra.

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El camino hacia su destino cada vez parecía más largo. A medida que corrían lo común sería sentir que se acercaban, pero era todo lo contrario. Zack ya estaba muy cerca de su punto de quiebre. Soportaba el sofocante calor sólo porque deseaba vincularse con el libro. E incluso, incrementaba la velocidad en ocasiones para ayudarse a acabar con todo cuanto antes. Aquél tipo les había puesto la tarea más aburrida y agotadora de todas, o al menos eso creyó hasta que encontraron el primer obstáculo en el camino.


Badru comenzó a dar saltos raros en la arena, cosa que hizo que el vampiro redujera la velocidad preguntándose qué sucedía. Bajo sus botas no podía sentir nada más que el típico calor de la superficie terrestre. Frunció el ceño extrañado mientras detallaba su entorno en busca de algo en particular. Fue entonces cuando su anillo detector de plagas vibró en el dedo anular avisándole sobre la presencia de alguna criatura molesta. O algunas.


Cuando se dejaron ver las protagonistas del retraso en la carrera, de inmediato murmuró un “Salvaguarda Mágica” que le permitiera volverse intangible. De esa forma no se quemaría con el calor que emanaban los huevos de aquellas culebrillas ni el que ellas mismas emitían. Todavía estaba de pie, pero al aplicar el hechizo desilusionador, no había forma de que pudiera tener algún daño físico. Una sonrisa de astucia quiso reflejarse en su rostro antes de notar cómo aparecía en el entorno una especie de prisión. Escuchó las indicaciones del hombre a cargo y se puso manos a la obra de la misma manera que Leah.


Mientras Hades y Tauro lanzaban flechas y controlaban algunas Ashwinders, él optó por lo fácil sacando su frasquito de semillas de hielo. Vertió un poco alrededor de sí mismo alargando una superficie helada sobre la natural, las bajas temperaturas de la misma minimizaron en su totalidad el calor de los animalitos ponzoñosos. Entonces, el efecto del salvaguarda comenzó a desvanecerse, materializando su cuerpo una vez más en la misma posición, en ningún momento tuvo necesidad de desplazarse.


—¡El amuleto! — Dijo en voz alta preocupado. Llevó las manos a su cuello buscando palpar el colgante y un alivio aligeró la tensión de su cuerpo al sentir que lo llevaba puesto. No recordaba haberlo tomado antes de salir. Simplemente se concentró en ser libre haciendo uso de aquél objeto mágico, e involuntariamente desapareció y reapareció a varios metros lejos de la cárcel improvisada de Badru. Todos habían hecho lo mismo. Por suerte hasta ese entonces nadie había desafiado al guerrero.


Dado que Zack fue el último en salir, tuvo que apresurar el paso para alcanzar a sus compañeros. Llegó a tiempo para escuchar las insinuantes palabras del guía, quien parecía seguir empeñado en continuar mientras alguno de los otros había reclamado por un descanso, que sinceramente no le caía mal a ninguno, pues lucían exhaustos. Sin embargo, el menor de los Ivashkov estaba dispuesto a continuar con tal de llegar a la parte más interesante, pues hasta ahora no hacían uso de los hechizos, y eso era lo que más le interesaba de los poderes que conseguiría en el adiestramiento.


—Yo puedo continuar. O bueno, me obligaré a continuar — Anunció esperando que el resto también tuviera una opinión similar. No tenía ánimos de quedarse en medio de la nada acampando, además de que Badru parecía más interesado en seguir que en quedarse ahí estancado.

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Aquella carrera no parecía tener fin, y el volcán parecía no acercarse nunca. Tanto era así que Anne llevaba un rato pensando que Badru había hecho que tuvieran alucinaciones, o algo así. Aún así, no había perdido el ritmo en ningún momento y sabía que podía continuar un buen rato con la carrera, si bien notaba que sus músculos comenzaban a experimentar una sensación de cansancio mayor de lo que ella había esperado. Probablemente, buena parte de la culpa la tuviera la arena por la que corrían, y la otra parte sin duda era el calor. Gruesas gotas de sudor escurrían por la frente de la licántropo y aunque éstas eran detenidas por el pañuelo que había usado ella como capucha, otras caían cerca de sus ojos y hacían que Anne tuviera que usar el dorso de la mano para apartarlas antes de que le interfirieran en la vista.

 

No sabía cómo irían los demás, pero todos parecían seguir el ritmo sin protestar. Al fin y al cabo, habían asegurado que estaban listos para seguir el ritmo del guerrero uzza, y estaba segura de que todos eran lo suficientemente orgullosos como para preferir la muerte antes de reconocer ante Badru que no estaban listos para cumplir con sus exigencias. Al menos, ella no estaba dispuesta a hacerlo pasara lo que pasase.

 

Aquellos pensamientos se volvieron en su contra de repente, cuando una especie de jaula emergió de la arena y los dejó encerrados, deteniendo así su carrera. Anne sintió un alivio tremendo en sus extremedidades inferiores al detener el paso, tanto que se tambaleó cuando quiso quedarse de pie, quieta. En cuanto recuperó el equilibrio, fue consciente de que no estaban solos en aquella jaula. Había varios ashwinders, cada uno con un grupito de rojos y peligrosos huevos. Ashwinders... serpientes... Anne retrocedió un paso inconscientemente, como si quisiera poner toda la distancia posible entre aquellos seres y ella misma. Odiaba las serpientes, eran superiores a su capacidad de aguante desde que tenía uso de razón, tema que siempre había sido motivo de burla para quienes conocían su miedo, teniendo en cuenta que era uno de los símbolos de su bando y lo llevaba tatuado en su brazo.

 

Maldita sea... —murmuró. La voz de Badru la hizo empezar a maldecir en todos los idiomas que conocían, humanos y no humanos, en contra de aquel tipo al que ella también empezaba a detestar tanto como lo hacían los demás. Así que tendrían que enfrentarse a un ashwinder... y luego usar el amuleto contra defensas carcelarias para salir sin achicharrarse vivos con aquellos barrotes ardientes. Miró de soslayo para ver cómo Leah era la primera en tomar parte en aquella misión, de la cual se zafó con bastante facilidad. La siguió Hades que, en contra de lo que siempre solía hacer, se ocupó de su parte y salió de aquella jaula sin problemas. ¡Justo aquel día! Anne torció el gesto, tampoco es que estuviera segura de que su hermano conociera su fobia por aquellos seres...

 

Se preparó, no podía dormirse en los laureles si quería conseguir aquellos poderes. Eso era lo único importante. Apretó los dientes y miró al ashwinder que tenía más cerca, aquel que le cortaba el paso y no le permitiría concentrarse en su amuleto para poder salir de allí. ¿Qué podía hacer distinto a sus compañeros para no caer en la repetición e innovar, como había pedido el uzza? Tauro se le adelantó entonces, y tampoco tardó en cumplir con su parte y reunirse con los que ya había fuera de la jaula. Anne apretó aún más los dientes, tanto que empezaban a dolerle las mandíbulas.

 

Tardó demasiado, pues el ashwinder, que parecía sentirse amenazado con razón tras notar lo que había sucedido con sus congéneres, se deslizaba a toda velocidad hacia la licántropo, que ya no podía retroceder más si quería evitar quemarse viva contra los límites de la jaula.

 

«Arena de Hechicero», pensó. El Ashwinder detuvo el avance de inmediato al quedarse ciego momentáneamente gracias al efecto del hechizo que acababa de lanzar. Se retorció sobre sí misma dándole así la oportunidad a la Gaunt de poder avanzar, aunque aún tenía que librarse de aquellos huevos que podrían provocar un incendio en cualquiero momento. «Semillas de hielo», pensó. El rayo fue directo hacia los huevos, que quedaron cubiertos de hielo. Anne los saltó aún sintiendo escalofríos al pensar en aquella criatura y se paró observando los barrotes ardientes de la jaula. Se colocó al cuello el amuleto contra defensas carcelarias que venía con el libro que estudiaban y, tal y como había indicado Badru, se centró en la idea de salir de allí. Concentró su poder mágico en aquel amuleto, ahora unido al resto de los que ya cargaba y, sin pensárselo dos veces, corrió hacia los límites de la jaula con los ojos cerrados y con la firme convicción de que saldría de allí sin problemas.

 

 

Y así fue. Cuando sus ojos grises volvieron a abrirse, se encontró cerca de donde estaban su maestro y el resto de compañeros, incluido su hermano. Se acercó hasta él y le pellizcó disimuladamente el brazo, aunque no le indicó porqué lo hacía. No había alcanzado a escuchar todo lo que habían hablado, pero sí lo que había dicho Zack.

 

Yo también puedo continuar, o quedarnos. Lo que decidáis me parece bien —respondió simplemente. Aunque en su fuero interno, prefería seguir el camino. «Cualquier cosa con tal de no quedarnos cerca de esas cosas», pensó, recordando de nuevo a los ashwinders.

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El vampiro siguió adelante, si su hermana no aparecía en unos cuantos minutos o en unas horas tendría que regresar a buscarla, quería el conocimiento si, pero no al dejaría por allí tirada aunque esta le hubiera herido. Pensó que quizás debería al menos haber usado la daga del sacrificio para que así las cosas que le pasaran a ella tuvieran que sucederle a él, pero ya habían pasado por aquel trámite y sospechaba lo que diría la chica. Siguió corriendo hasta que después de unos minutos alcanzo a Leah quien se encontraba con Badru. Volteo para ver llegar a Tauro, por lo que eso significaba que solo quedaban Zack y Anne por allí. Bufo debatiéndose en lo que debería hacer, sin embargo, sospechaba que aquel guerrero Uzza no se la pondría tan fácil si es que el cainita quería ir por su hermana, quizás tendría que sacrificar alguna cosa.

 

Se mantuvo atento a todo lo que estaba en su entorno, no iba a permitirse ser sorprendido por una segunda vez. Mientras estaba en aquello escucho lo que decía Badru del fuego. Su elemento, el que lo regia, por lo que sabia perfectamente bien de lo que hablaba el hombre, al menos al fin estaban de acuerdo en algo. Recordó aquellas palabras de sus tíos… “Primero debes aprender a controlar el fuego para poder utilizarlo”, recordó la historia de uno de sus tíos cuando había perdido el control ante aquel elemento que también el pertenecía, se decidió en ese instante a hacer todo lo que debía de hacer para conseguirlo.

 

Siguió con su mutismo cosa que al parecer no le importaba mucho al guerrero a menos que fuera necesario obtener una respuesta. Lirios de fuego, si, había escuchado bien, aquellos que eran explicados en el libro de los druidas y de los cuales no tenían absolutamente nada, por lo que seguramente al buscarlos dentro del volcar allí seria cuando se les serian otorgados, no como los poderes, frascos, amuletos y anillos anteriores.

 

Las nuevas palabras de Badru lo tomaron por sorpresa, ¿acaso se había ablandado?, iba a dibujar una mueca de sonrisa cuando escucho lo siguiente. Y allí estaba otra prueba o la siguiente decisión…

 

-me da igual si nos quedamos o seguimos –comento el Ragnarok pensando en su hermana, aunque sabia que de una u otra forma era fuerte y podría con aquello, quizás ya estaba en camino para reunirse con todos- así que sean los demás lo que decidan –observo aquella estela de humo lejana en el horizonte.

 

Unos pasos llamaron la atención del Ragnarok, al voltear vio llegar a los que faltaban. Poso los negros orbes en los de su hermana recriminándole por llegar tarde. Suspiro y volteo hasta donde estaba Badru, al perecer la mayoría por no decir todos estarían preparados para seguir hasta el volcán, ninguno quería perder mucho tiempo.

 

-Si alguno se siente débil otro de nosotros puede llevarle o ayudarle –era hora de que al menos por unos minutos todos trabajaran juntos, quizás seria una especie de tregua entre los que estaban allí, al menso así le callarían la boca al guerrero.

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